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Tan lejos de Allah y tan cerca de (las bombas de) EE.UU.
por : Ciro Tappeste

14 Aug 2007 | Apuntes sobre la situacion actual en Somalía a seis meses de los bombardeos norteamericanos en el sur del país

Apuntes sobre la situacion actual en Somalía a seis meses de los bombardeos norteamericanos en el sur del país

“La creación de un commando militar norteamericabo para África no significa uso de la fuerza para solucionar los problemas en África, creo al contrario que se pudo constatar cómo la Administración [Bush] hace esfuerzos para promover cambios positivos en el continente a través de toda una serie de mecanismos diplomáticos y humanitarios y también gracias a la Naciones Unidas y la comunidad internacional (...)”
 Tom Casey, portavoz del Departamento de Estado norteamericano, 08/02/07

Pregunta del periodista: Algunos dicen que los raids aéreos norteamericanos [en Somalia] sirvieron para que Estados Unidos hiciera alarde de su poderío, demostrara su potencia militar mientras que los fuerzas terrestres etíopes hubieran sido perfectamente capaces de encarar el problema.
Jendayi Frazer: No, yo no creo que nadie quiera amedrentar a nadie. Pienso que nos comportamos como unos socios para enfrentar una amenaza extremista en el Cuerno de África.

 Conferencia de prensa de Jendayi Frazer, subsecretaria para África del Departamento de Estado norteamericano en Addis Abeba (Cumbre de la Unión Africana, 05/02/07)

Publicamos a continuación un artículo redactado a inicios de marzo, acompañado por un post-data de inicios de junio. En la nota se intenta analizar la situación actual que atreviesa el Cuerno de África y Somalia en particular; una situación que dista mucho de las “buenas intenciones” filantrópicas de los grandes del planeta que reiteraron en el último G8 de Heiligendamm (Rostock, Alemania) y que consisten en prometer vagamente una “ayuda” de 60.000 millones de dólares para “luchar contra las enfermedades infecciosas en África”.

Después de varias semanas de intensos combates, los más duros según los analistas desde la batalla por la capital del año 1991, las fuerzas de ocupación etíopes parecen haber retomado, al menos por ahora, el control de una capital ya martirizada por una década y media de guerra civil. En este enésimo capítulo de la “guerra contra el terrorismo”, concepto al cual recurrieron el gobierno etíope y su tutor norteamericano para justificar la agresión de diciembre del año pasado que puso fin al control de buena parte del territorio nacional por parte de la Unión de las Cortes Islámicas (UCI), el tributo que tuvo que pagar la población civil es sumamente elevado. Lo recalca el mismo Economist (26/04/07) : “La mayoría de los desplazados [más de 300.000 según los datos de la ONU] están acampados en las afueras de Mogadiscio, donde se ven escenas medievales. A la gente le hace falta agua, comida, un techo. El cólera ya hizo su aparición. Las personas enfermas a veces tienen que pagar para poder sentarse en la sombre de los árboles. Las cosas van a empeorar con el inicio de las lluvias. Las agencias humanitarias plantean que la gente va a empezar a morir dentro de poco. Algunos dicen que el país está atrevesando su peor crisis, peor aún que la de inicios de los ‘90, cuando desapareció el Estado mientras la hambruna y las matanzas hacían estragos”.

En cuanto a la efectividad de la “guerra contra el terrorismo” librada por Washington mediante Addis Abeba, no se puede decir que hasta ahora haya rendido muchos frutos si nos remitimos a la retórica de los halcones neocons de Washington. Comandos especiales norteamericanos coordinan todas las acciones del ejército etíope, la fuerza aérea estadounidense ya bombardeó por lo menos tres veces distintas zonas del país desde enero. Los resultados de esta caza a los terroristas del Al Qaida es más bien escueta. Por el momento, se contentaron con capturar a 41 “sospechos” que fueron trasladados a Etiopía donde estuvieron torturados e interrogados por agentes americanos en las mazmorras de las cárceles de la Seguridad del Estado de Addis Abeba. Uno solo hasta ahora, Abdul Malik, hubiera reconocido su participación en los atentados de 2002 contra hoteles en Kenya. Fue inmediatamente trasladado a Guantánamo, el nuevo Auschwitz del siglo XXI. Mientras tanto, dándose cuenta de que la ofensiva en Somalia iba a tardar más de lo previsto, Meles Zenawi, el dictador etíope, dio órdenes para comprar armas ya que no bastaba el material entregado por la cooperación militar americana. Para poder pagar municiones y pertrechos de calidad a un precio menor, los etíopes, con el beneplácito de Washington que hizo la vista gorda, compraron el material directamente a Corea del Norte, violando el embargo sobre las armas. En fin, si no estuvieran en juego la vida de centenares de miles de personas, todo esto demostraría nada más que el caracter más bien farcesco del discurso de la administración Bush que encubre intereses y designios estratégicos bien distintos a los proclamados en su cruzada contra el terrorismo internacional.

Somalia abre un nuevo capítulo de la “guerra contra el terrorismo” que lleva adelante la administración norteamericana desde 2001. Como planteábamos arriba, EE.UU no se contentó con intervenir en Somalia con fuerzas especiales en los últimos meses. Intervino directamente, bombardeando el Sur del país en enero y últimamente en Puntland, el 3 de junio. Como en el resto de los frentes de la “cruzada contra el islamismo radical”, las raíces del conflicto son bien distintas de la voluntad de contrarrestar la influencia del fantomático Bin laden en el mundo arábigo musulmán. El conflicto en Somalia va mucho más allá.

La administración Bush estuvo utilizando en los últimos tiempos el Cuerno de África como palco de ensayo seguro (más seguro al menos respecto al empatanamiento en Irak y el atolladero afgano) del curso actual de su política exterior a pocos meses de las elecciones presidenciales. Somalia no es nada más que una de las piezas del nuevo mosáico africano en el cual EE.UU. pretende intervenir en forma creciente, rediseñando por completo su política para el continente. La Casa Blanca no sólo quiso demostrar, mediante este intervencionismo militar directo, que su capacidad de redefinir por las buenas o por las malas las relaciones de fuerza entre el centro capitalista y la periferia semicolonial en función de sus intereses exclusivos quedaba intacta, a pesar de sus dificultades actuales en Medio Oriente y Afganistán. La Administración estadounidense quiso al mismo tiempo soslayar su capacidad de convertir a Somalia en una herramienta de amedrentameniento frente a las veleidades levantiscas de algunas potencias regionales que pretenden colarse entre las brechas abiertas en el tablero mundial por las fricciones interimperialistas actuales y el declive de la hegemonía norteamericana. En tercer lugar, y esto es una de las claves de la problemática somalí, EE.UU. pretendió demostrar con su política para el Cuerno de África su capacidad de contrastar los designios de las principales potencias imperialistas de la Unión Europea en la región, una zona que en buena parte siempre constituyó el patio trasero tradicional de París, Londres y Roma, aún luego de la oleada de las independencias, y por otra parte voluntad de penetrar más hondamente aún, mediante un intervencionismo económico militar directo, en aquel mismo patio trasero. Esto es lo que vamos a tratar de destacar a lo largo de esta nota [1].
5 de Julio de 2007

“Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. La expresión acuñada según los historiadores por Porfirio Díaz podría aplicarse a muchos otros países, y no sólo a una nación limítrofe con el país del Tío Sam como México. Es más. En la época actual, bien podría reemplazarse al Dios de Porfirio Díaz por el nuevo Dios catódico televisivo. En efecto, hay países que tienen el triste privilegio de desaparecer completamente de las pantallas televisas durante años, es decir, quedarse bien tranquilos con sus guerras civiles y sus hambrunas, bien lejos de las cámaras de CNN y luego volver repentinamente en las portadas de los períodicos. En general, este resurgir del interés mediático por un país tiene que ver con los cambios de los ejes diplomáticos y geostratégicos de las grandes potencias. En estos casos, cuando el zumbido de las moscas alrededor de los ojos de los niños (posiblemente negros y hambrientos) o el rumoreo de los tiroteos y de los morteros es suficientemente fuerte, los países que antes pasaban desaparcebidos logran hacer su “come back” (regreso), a imagen y semejanza de una vieja estrella de cine en Hollywood. Como decíamos antes, basta tener a un buen productor (en este caso una potencia imperialista que tenga intereses bien precisos en la zona), muchos extras que puedan hacer de milicianos peligrosos (posiblemente bien exóticos, con turbantes en la cabeza), o de huestes deseperadas de refugiados. Es preciso también disponer de algunos payasos que puedan desempeñar el papel de presidente y vice ministro de un gobierno “soberano” (es de notar, dicho sea de pasada, que aunque los payasos provenienen en general de las mejores universidades occidentales y están totalmente vendidos al imperialismo, el costumista del rodaje les suele disfrazar con ropa tradicional del país para que todo parezca más “auténtico”). En el caso de estos “come back bien particulares”, la única diferencia con Hollywood es que las imágenes se trasmiten por Foxnews y que los cadáveres que se ven por el borde de los caminos recorridos por tanquetas y camionetas son cuerpos de verdad.
Somalia es uno de aquellos países, tan lejos de Dios. Es cierto que el término “país” tal vez sea un vocablo algo exagerado para hablar de un territorio en buena parte del cual no existe ninguna autoridad gubernamental desde hace 16 años y cuyo pueblo es martirizado, descuartizado, violentado conscienzudamente desde hace más de 130 años directa o indirectamente por las mayores potencias imperialistas, y esto desde que a partir de los años 1860 Gran Bretaña, Francia e Italia empezaron a disputarse el control de la región del Cuerno de África. Después de haber sufrido en carne propia la potencia de fuego de los cañones de los colonizadores y los campos de concentración en los cuales se hacinaban las poblaciones levantiscas que no querían someterse al yugo de la metrópoli, el escalpelo de los geógrafos occidentales que trazaron las fronteras “nacionales” de los futuros Estados “independientes” en la región luego de la Segunda Guerra mundial, las armas más indirectas de las “ayudas” internacionales de USAID, de la cooperación italiana o soviética, la finanziación de los regímenes que aseguraban un fiel acatamiento a las órdenes de las potencias tutelares, se puede decir que Somalia podría recibir el óscar de la mejor película de acción para toda su carrera, y esto no sólo por “La Caída del halcón negro”, la película de 2001, de Ridley Scott, que recuerda la muerte de 18 marines americanos en Mogadicio durante la operación “Restore Hope” en 1993...

El víacrucis somalí conoció en las últimas semanas un ulterior episodio. Luego de la ofensiva militar de las tropas etíopes contra la capital controlada por la la Unión de las Cortes Islámicas (UCI), Washington no se contentó con apoyar las tropas mandadas desde Addis Abbeba con asesores y armamento. En al menos tres ocasiones, a partir de la base militar de Yibuti y del portavión Eisenhower que fondea frente a las costas somalíes, el Pentágono lanzó varios raids aéreos contra el Sur del país, supuestamente en nombre de la lucha “antiterrorista” [2].

EL 8 de enero, un AC 130 de la US Airforce lanzó un feroz ataque contra presuntas sostenes de Al Qaeda y de las UCI que se hubieran replegado hacia el Sur del país. Estas posiciones revelaron ser en realidad “nada más” que las fogatas que encienden por la noche los pastores en una región húmeda y pantanosa para alejar los mosquitos... Al día siguiente, por las dudas, volvió la aviación yanki. Esta vez con helicópteros. Como atestiguó irónicamente un notable somalí, “los aviones americanos vieron carruajes tirados por burritos que atravesaban unas praderas. Debieron de pensar que se trataba de islamistas huyendo”. La operación se repitió el 22 de enero aunque el Pentágono sólo reconoce el primer ataque. El saldo de muertos civiles, de heridos y de damnificados en una zona densamente poblada es altísimo... Algunas fuentes destacan que dos pueblos fueron totalmente destruídos. De los famosos “terroristas”, como lo confiesa la misma Casa Blanca... ni rastro.

La prensa europea en los últimos meses se hizo eco generalmente de los “esfuerzos diplomáticos” de Bruselas en la región y retomaron las críticas de los gobiernos de la UE que en su mayoría se distanciaron de los bombardeos “unilaterales” llevados a cabo por Bush en enero. Es preciso desemarañar los hilos que constituyen la trama de la situación en Somalia, ir más allá de los supuestos “esfuerzos diplomáticos” de la UE en la región y del “unilateralismo” norteamericano. Es necesario hacerlo no sólo para hacer una lectura que salga del marco cómodamente superficial de las explicaciones “étnicas” o “ideológico religiosas” de los conflictos en África que abundan en la prensa. Estas explicaciones pretenden encubrir las más de las veces los mecanismos de unas contiendas que hunden sus raíces en la situación económica y política de amplias zonas del continente, herencia del pasado colonial, del fracaso de las experiencias posindependentistas y sobre todo de la actual opresión imperialista, más brutal que nunca en la medida en que la agresividad de los países centrales aumenta en el contexto de roces y fricciones interimperialistas. Es preciso también dar una lectura que vaya más allá de la mera denuncia de la “guerra contra el terrorismo” que lleva adelante Washington y que hubiera sido uno de los motores de la estrategia estadounidense en el Cuerno de África. En los últimos meses, Somalia no sólo se convirtió en un terreno de operaciones a partir del cual Bush y los necons pudieron ilustrar el nuevo curso de su política exterior. El país se convirtió en el sanguinario teatro en el cual se expresaron solapadamente las fricciones entre Estados Unidos y sus aliados y cada vez más rivales europeos, mediante sus interlocutores y relevos semicoloniales locales, a coste de correr el riesgo (siempre presente) de hacer estallar de nuevo el polvorín del Cuerno de África.

La situación en Somalia después del ‘95

La importancia geoestratégica de Somalia para las potencias dominantes

Históricamente, la importancia de la Somalia radicó en su ubicación geográfica de cruce comercial entre la península arábica, las costas africanas y el interior del continente. En la época precolonial, el hinterland somalí (zona Centro y Sur del país actual, la más rica) servía de fuente de abastecimiento en productos agrícolas y en ganado para las potencias árabes dominantes de la región. La costa representaba por añadidura de vía de entrada hacia el interior de África para los comerciantes de la península arábiga. Este esquema se fue modificando profundamente con el inicio de la penetración colonial europea en el Cuerno de África y sobre todo con la apertura del canal de Suez en 1869. A partir de aquel momento la principal riqueza de Somalia iba a residir en su costa septentrional que da en las aguas del golfo de Aden: Gran Bretaña y Francia habían de librarse una batalla indirecta por el control de la zona, con la dominación por París de la costa de los Afars y de los Isars (actual Yibuti) y la conquista del actual Somaliland por parte de Gran Bretaña. Por haber llegado demasiado tarde para poder participar al saqueo colonial de África, Italia había de contentarse con Eritrea y luego con la costa sureña de la actual Somalia. Durante la Segunda Guerra mundial, el ejército aliado (británico principalmente) llevaría adelante una ofensiva terrible contra las tropas del Eje por el control de la zona. Luego, en el contexto de la Guerra Fría, la Somalia “independiente” (tanto como el conjunto de la región), por su ubicación geográfica, había de convertirse en una zona central en la puja Este/Oeste.

La caída de Barré y el fracaso de la intervención imperialista

Víctima africana indirecta del estallido del Bloque del Este y de la desaparición de la URSS, el dictador Syad Barré, quien dominaba el país desde 1969, cae en 1991, fruto de las contradicciones económicas y políticas que no había sabido resolver y de los antagonismos clánicos que había contribuído en volver a fomentar a partir del final de los años setenta para mantenerse en el poder. Se abre para Somalia un largo período de enfrentamientos y combates durísimos entre las milicias de la oposición a Barré, otrora unificada y bien pronto fragmentada en su lucha por el control del poder. A este punto, mientras que la región atraviesa un período de gravísima sequía que empeora más aún las condiciones de vida de la población, las potencias imperialistas deciden intervenir y estabilizar en forma reaccionaria un país hecho añicos por los combates. Antes de ceder el poder a Clinton, Bush padre decide impulsar una intervención militar directa patrocinada por la ONU.

Todos conocemos el rotundo facaso de la operación “Restore Hope” de 1993. Los cascos azules no logran neutralizar las milicias del general Aidad, en un contexto de creciente hostilidad por parte de la población [3]. La derrota americana durante la “batalla de Mogadiscio” en octubre de 1993 signa la desbandada del contingente americano en 1994 y un año después el retiro de la totalidad de los cascos azules. Los costos que hubiera representado una estabilización militar directa del país eran demasiado elevados en relación a la importancia geopolítica menor del Sur de la Somalia y de la capital [4]. Ninguna potencia estaba dispuesta a pagar semejante precio. Muy pronto, el Sur del país iba a volver a convertirse en una tierra de nadie que el imperialismo se iba a contentar con vigilar desde lejos y dejar a la merced de las ambiciones de los buitres de la región, sus socios, las burguesías de los Estados fronterizos y del Golfo. Se empieza a utilizar el Centro Sur como plataforma para tráficos de toda clase : droga, armas, resíduos nucleares y desechos altamente contaminantes...
Lo importante a corto plazo para las potencias imperialistas era garantizar la estabilidad de las costas norteñas de la Somalia que dan sobre las aguas del golfo de Aden y por las cuales transita todo el comercio marítimo internacional que pasa por el canal de Suez. En efecto, aun sin reconocerlo oficialmente como Estado, los imperialistas se contentaban con el hecho de que la zona pudiera ser controlada a través del Somaliland, ex Somalia británica, única zona estable de un país desmembrado y que había declarado unilateralmente su independencia después de la caída de Syad Barré en 1991 [5].

Los designios de la diplomacia occidental

Afirmar sin embargo que las principales potencias imperialistas se desinteresaban a mediano y largo plazo por completo del Centro Sur del país, dominado por el bandolerismo generalizado y la piratería, es parcialmente incorrecto. Lo es por varios motivos. La estabilidad regional corría un fuerte peligro por la existencia de semejante foco de anarquía.

Ante todo se pretendía limitar en un primer momento la intensidad de los combates, o al menos mantenerlos a niveles “aceptables” de guerra vivil de baja intensidad. Por una parte se permitía a traficantes de todo tipo (es decir a los mercaderes de cañones occidentales) hacer pingües ganancias, únicamente sin embargo a través de la venta de armas ligeras a los beligerantes, limitando por ende la capacidad de fuego de las distintas facciones para que los combates no tuvieran consecuencias militares importantes en las zonas fronterizas [6].

Por otra parte, lo que estaba en juego en Somalia como en el resto del continente era la reestructuración de las zonas de influencia entre las distintas potencias imperialistas, exacerbada no sólo por la desaparición de la URSS sino también por el contexto económico internacional. Los años ‘90 coinciden con un resurgimiento importante de las rivalidades imperialistas que iba a encontrar en África, como en toda la periferia semicolonial, un terreno muy fecundo. Somalia lo era menos que otras zonas mucho más ricas, pero no había de escapar a la regla [7]. La diplomacia europea, cubiriéndose con el respaldo de la ONU y de la Unión Africana (UA) intentó a lo largo de los años poner en pié grupos de contactos entre los distintos contendientes [8]. El objetivo era tratar de encontrar una salida política a la crisis, ya no mediante una intervención militar directa cuyo precio no podía no ser elevadísimo sino a través de un acuerdo político entre los distintos bandos encontrados, eventualmente con el respaldo de una ntervención/interposición militar africana.

Por ende, ingeniándose en limitar en un primer momento el caos para no comprometer la defensa de sus intereses a mediano plazo, las potencias imperialistas organizaron infinitas conferencias de paz entre las distintas facciones somalíes rivales. Varios acuerdos fueron firmados bajo el patrocinio de la ONU en lujusos hoteles del Cairo o de Nairobi. Después de 14 Conferencias de paz y cuatro gobiernos de transición que sólo habían parido más caos y descontrol, las presiones de la UE, de la Unión Africana y de la ONU desembocan en la creación en 2004 de un Parlamento fantoche que llega a eligir un enésimo gobierno federal de transición (GFT), encabezado esta vez por el hombre fuerte del Puntland Abdullahi Guedi [9]. En el seno de aquel pletórico gobierno compuesto por 41 ministros y 41 secretarios pagos por la ONU, están tendencialmente representados todos los distintos líderes de las facciones en pugna, salvo los más reacios a aplicar cualquier tipo de cese el fuego y renunciar al bandolerismo y a la piratería a cambio de la participación al control del aparato estatal, es decir lo mismo, pero bajo supervisión directa del imperialismo [10]. A pesar de todos los esfuerzos de la UE, a imagen y semejanza de los precedentes “gobiernos” somalíes, el GFT radicado en Kenya y luego en Jowhar por razones de seguridad, se revela incapaz de imponerse mínimamente como autoridad legítima a nivel local en Somalia. Su gran hazaña, demostración fehaciente de su capacidad de control, fue trasladar en enero de 2006 su sede desde Jowhar, a unos 80 km de la capital... hasta Baidoa, a 250 km de Mogadiscio, ya que los señores de la guerra y la situación en la capital obstaculizaban la radicación del Parlamento y del GFT en la principal ciudad del país.

El fortalecimiento de las Cortes Islámicas

Este es el contexto en que la milicia Hizbul Shabab de la Unión de las Cortes Islámicas (UCI) se apoderó victoriosamente de Mogadiscio en junio del año pasado. Derrotó las tropas de los señores de la guerra que hasta aquel momento dominaban una ciudad de más de un millón de habitantes completamente arrasada, privada de cualquier tipo de servicio colectivo y de la más mínima organización política y económica centralizada [11].
El éxito de la avanzada de las tropas de la UCI reside en parte en la superioridad militar de los jóvenes milicianos. Como lo explica un periodista, “preocupados ante todo por mantener su poder basado en prebendas, los señores de la guerra se mostraron incapaces de resistir ante los asaltos de los milicianos islamistas, mejor entrenados, mejor armados y sobre todo más determinados. En el seno de la Alianza [antiterrorista apoyada en aquel momento por el Pentágono], muchos milicianos están bajo el dominio del qat [una planta euforizante muy consumada en la región y que genera una fuerte adicción] desde el mediodía y son, por ende, incapaces de combatir. Además, se niegan a combatir de noche. En el bando islamista al contrario el qat está prohibido, el combate nocturno es la gran especialidad de los milicianos y es estrictamente prohibido devolver al adversario una posición conquistada luego del ocaso, lo que suelen hacer los señores de la guerra”.

Aquella superioridad militar es a su vez bastante indicativa del grado de delicuescencia en la cual estaban sumidas las áreas dominadas por los warlords desde hace años y que el GFT había sido incapaz de recuperar.

La creación de la Unión de las Cortes Islámicas

Las Cortes Islámicas aparecen a mediados de los años 90 para sustituir las viejas instituciones somalíes que habían dejado de existir con la caída de Barré y que ningún organismo había sustituído a nivel local, más aún luego del retiro casi total de las ONG y de la agencias “humanitarias” internacionales de amplias zonas del país. Conformadas por líderes clánicos y religiosos, se transforman bien pronto en unas herramientas sociales, económicas y judiciales integradoras ante el caos generado por las luchas incesantes que se libran las milicias de los señores de la guerra. Progresivamente, las Cortes llegan a superar las propias distinciones y oposiciones clánicas y a federarse en 2002 [12]. Se dotan luego de un embrión de milicia, su organización juvenil, Hizbul Shabaab. Mediante un proceso de negociaciones con señores de la guerra menores o directamente a través de su neutralización militar, las Cortes reciben el apoyo decisivo de varias autoridades clánicas y religiosas locales, lo que les permite extender su control a fracciones cada vez más importantes del territorio. Por otra parte, pueden contar también con el apoyo de una buena parte de la burguesía comerciante que domina el principal mercado de la capital tanto como con el sostén de la burgesía compradora somalí que se encuentra en el exterior, preocupada por restablecer un mínimo de estabilidad racional para proseguir con sus tráficos de toda clase pero para la cual el reino de los señores de la guerra resultaba ser un problema serio para un desenvolvimiento “normal” de sus negocios. Por fin, el prestigio de la UCI crece relativamente entre las clases subalternas y el pueblo pobre en la medida en que las Cortes aparecen como una alternativa pacificadora real y viable ante las exacciones y las barbaridades de las milicias de los warlords [13].

Con un programa de gobierno en el cual se entremezcla implementación de la Ley islámica (Sharía), respeto del derecho consuetudinario somalí (Zeer y Dhaqam) y un fuerte apego al libre comercio, las Cortes estabilizan la capital, aseguran la reapertura del aeropuerto internacional y del puerto, cerrado desde 1995. Señal fuerte de cambio, reaparecen varias compañías de telefonía celular y surgen miríadas de agencias bancarias. Ambas son expresiones de las dos principales actividades “legales” de la capital que vuelven a florecer a partir de junio : las remesas provenientes de la diáspora en el extranjero que aseguran a los centenares de miles de habitantes de la capital su supervivencia cotidiana y el flujo de inversiones provenientes de los Estados del golfo que cubren toda clase de tráficos que prosiguen bajo el dominio de la UCI con total impunidad y, además, en un clima mucho más seguro para los negocios que meses atrás [14].

Sanguinarios roces entre Washington y Bruselas

La CIA arma la Alianza por la Restauración de la Paz y Contra el Terrorismo

Mientras se iba afirmando la hegemonía de la UCI en amplias zonas del país, Bruselas seguía confiando en que su creatura, el GFT, pudiera desempeñar un papel central en la estabilización del país. Mientras que las instituciones de transición se trasladaban más lejos aún de la capital en febrero de 2006, Washington armaba su propio plan no sólo para contrarrestar la influencia de la UCI sino también para demostrar a la UE que tenía suficiente fuerza y poder aún, a pesar de las graves dificultades en Irak y Afganistán, para defender una opción diplomática y militar diamentralmente opuesta (a corto plazo) a la de los Europeos. La agenda americana, distinta a la de Bruselas, iba a revelarse cada vez más solapadamente antagónica. Bien pronto, Somalia había de convertirse ya no en el teatro de enfrentamientos entre facciones locales encontradas por el control del comercio y del tráfico sino indirecta y crecientemente -aunque en forma oculta- entre EE.UU. y los imperialistas europeos en su lucha por afirmar sus veleidades de control en la región.
Rechazando en un primer momento la posibilidad de apoyar las instituciones de transición (una entidad hasta aquel momento virtual, creada por los Europeos y completamente ineficiente, cuya principal función consistía absorber vorazmente la “ayuda” internacional y percibir sus pingües salarios) EE.UU., o al menos una fracción de la administración Bush, opta por sostener una coalición heteróclita de señores de la guerra [15]. Apresuradamente bautizada Alianza por la Restauración de la Paz y Contra el Terrorismo (ARPCT), el Pentágono piensa poder transformar la coalición en un herramienta más contundente frente a la avanzada de la UCI que el fantasmagórico GFT, incapaz de imponerse, tanto política como militarmente, como legítima autoridad. El cálculo de la Casa Blanca va a revelarse bien pronto un desastre rotundo. Rápidamente, el ejército Brancaleón antiterrorista, con sus milicianos adictos más acostumbrados a terrorizar la población que a enfrentar una milicia rival decidida a hacerse con el poder va a terminar completamente pulverizado por el brazo armado de la UCI.

La apuesta al diálogo de Bruselas y el aval formal de EE.UU mientras las tropas etíopes se aprestan a entrar en acción con el apoyo de los halcones de la Casa Blanca

Para Bruselas, la toma de la capital por parte de la UCI representa una ocasión inesperada para permitir un traslado a la capital GFT una vez derrotados los señores de la guerra de Mogadiscio, los principales obstáculos a una estabilización reaccionaria del Centro y del Sur del país bajo tutela indirecta de la “comunidad internacional”. Esto presupone la apertura de negociaciones entre el GFT y las Cortes para que éstas vayan cediendo una parte del poder que habían adquirido con las armas en mano, y vice versa, que el GFT reconozca el nuevo protagonismo de las Cortes. Las primeras discusiones en Khartum entre ambos bandos permiten el reconocimiento formal, por parte de la UCI, de la “legalidad” del GFT, mientras que el gobierno reconoce la “realidad” de la UCI. En un primer momento, el GFT expulsa de su seno a tres ministros cuyas milcias en Mogadiscio habían combatido junto con la ARPCT a la UCI durante la batalla de la capital en mayo y junio [16]. Por su parte, en un primer momento, la dirección de la UCI no se revela para nada hostil ante la eventualidad de abrir discusiones con el GFT. El principal líder de las Cortes, Sheikh Sharif Sheikh Ahmed declara a inicios de junio que aunque “fuerzas externas al país, enemigos del pubelo somalí estuvieron detrás de la conformación del gobierno [de Baidoa, el GFT] (...) este gobierno es un gobierno somalí y hemos de hacer todo lo posible para negociar, tenemos que comprendernos mútuamente y acercarnos”.

La UE desplegaba todos esfuerzos para alentar el diálogo, concediendo en un primer momento a mediados de mayo una ayuda excepcional de 70 millones de euros para el país. Mientras que el comisario Louis Michel multiplicaba las declaraciones de sostén al GFT, la Comisión movilizaba su portavoz oficioso, el embajador italiano Raffaelli, perro viejo del aparato del PSI de Craxi encargado de las artimañas en Somalia durante los años ochenta, para facilitar la toma de contactos entre gobierno y Cortes y dialogar directamente con las máximas instancias de la UCI.
Esto era sin contar con EE.UU., más decididos que nunca en hacer añicos con el plan diplomática de sus socios y rivales europeos y reacios en ver afianzarse en Mogadiscio algún gobierno islamista o con participación islamista que no esté bajo su estrecho control. Después de la derrota de sus aliados de la ARCPT, Washington iba a cambiar de táctica, aún a sabiendas de que una estabilización reaccionaria del país no podía prescindir del apoyo de al menos una fracción de los islamistas. Apresuradamente Washington creaba, en medio de la debacle de la Alianza, un “Grupo de Contacto” [17]. El objetivo declarado era el mismo que el defendido por la diplomacia europea, favorecer el diálogo entre los contrincantes y los distintos bandos somalíes, es decir incluyendo a la UCI. Para el Departamento de Estado, la función del “Grupo de contacto” no era nada más permitir a Washington reubicarse a los ojos de la comunidad internacional después del fracaso de la CIA y de la ARPCT y sobre todo ganar tiempo. Apostando a que se empantanaran las discusiones entre GFT y UCI, Washington podía ir predisponiendo el ataque etíope mientras tenía el tiempo necesario como para revertir su atitud en relación a las instituciones de transición, es decir granjearse el apoyo necesario en el seno del GFT, hasta aquel momento completamente desatendido. Esto resultaba necesario para dar una legitilidad mínima a la ofensiva militar que Addis Abeba había de llevar adelante [18].

Con el correr de los meses, el empatanamiento de las discusiones entre GFT y UCI parecían abocar al fracaso los intentos dialoguistas respaldados por la UE. A pesar de los acuerdos de Khartum de junio y de las declaraciones de Sheikh Sharif Sheikh Ahmed en Syrta (Libia) durante la Cumbre de la UA de septiembre, las discusiones estaban paralizadas, en parte en la medida en que las exigencias de la UCI, expresadas recurrentemente en varios encuentros oficiosos, resultaban inaceptables para el GFT [19]. En el seno del Parlamento y del gobierno, Washington lograba progresivamente reforzar los partidarios del intervencionismo etíope (aún defendiendo formalmente la opción diplomática en el Grupo de Contacto) marginalizando a los “dialoguistas” partidarios de Sharif Hasan Sheikh Aden, portavoz de la Cámara. Frente a la amenaza cada vez más explícita de intervención etíope, desconociendo los acuerdos firmados con el gobierno y ante la colusión casi abierta entre Baidoa y Etiopía, la UCI amenazó con marchar sobre Baidoa. Esto se tradujo por movimientos de tropas y culminó con un ataque con coche bomba contra el Presidente Yusuf el 30 de noviembre que hubiera sido perpetrado por partidarios de las Cortes [20].

El “blitzkrieg” etíope

En este contexto, Washington logró al final arrebatar a los europeos su propia criatura, ganándose la mayoría del Parlamento y del GFT que terminó vendiéndose al mejor postor, y hacer avanzar la opción intervencionista etíope. En diciembre, la Casa Blanca logra hacer votar dos resoluciones onusianas sobre Somalia. Resultan ser suficientemente vagas como para tranquilizar Bruselas al declararse equidistante entre los contrincantes y proclamar la necesidad de reanudar el diálogo, pero insta las Cortes cesar el avance hacia la sede del GFT. Ante las repetidas incursiones etíopes en el Oeste del país, el 10 de diciembre, a pocos días de las resoluciones del Consejo de Seguridad, las Cortes plantean claramente marchar sobre Baidoa si las tropas etíopes no se retiran del territorio nacional [21]. Al violar tan burdamente las resoluciones onusianas, las primeras escaramuzas en las afueras de Baidoa resultan ser una ocasión inesperada para Washington. Respaldándose en las resoluciones ONU, convierte la amenaza proferida por la UCI en un casus belli y deja el ejército etíope entrar en acción. Disponiendo de una fuerza aérea eficaz, de un ejército entrenado y de un poder de fuego infinitamente superior a las ametralladoras montadas en camionetas de los milicianos del Hizbul Shabaab, Addis Abeba barre sin mayores problemas los jóvenes milicianos islamistas y se apodera de la capital a fines de diciembre [22].

Mogadiscio bajo ocupación etíope

El final de la historia lo conocemos todos. Militarmente derrotados, la columna vertebral de las milicias islámicas se retira para volcarse a acciones guerilleras en la capital mientras que una parte de la dirigencia islámica se replega hacia su baluarte sureño, cerca de la frontera kenyota. Las tropas etíopes dominan la capital. Pero bien debe de saber el Estado Mayor etíope, como han de haberle enseñado sus asesores militares norteamericanos, que algo es vencer una guerra asimétrica y otra cosa muy distinta es ocupar un país... No se había concluído sin embargo el tercer acto militar de aquella siniestra tragedia. Los 8, 9 y 22 de enero, la aviación americana había de bombardear el Sur del país en nombre de la “guerra al terrorismo”, sin dar no obstante con los blancos proclamados.

Las tropas etíopes no fueron acogidas por una multitud alegre ansiosa de recibir a sus libertadores. La hostilidad de la población hacia las tropas de ocupación, compuestas por unos 20.000 hombres presentes en todo el territorio, fue visible casi inmediatamente. Sus principales canales de expresión son las recurrentes manifestaciones de centenares de mujeres y niños, probablemente controladas por las Cortes, que protestan contra la presencia de tropas extranjeras. Por otra parte, se hacen cada vez más frecuentes las acciones militares llevadas adelante por lo que queda del brazo armado de la UCI [23], operaciones que a su vez se suman a los ajustes de cuentas entre los distintos señores de la guerra que volvieron a aparecer con sus milicias y contribuyen a tensionar más aún la situación en la capital. Aunque el presidente logró instalarse en Villa Somalia, el viejo palacio de Barré en Mogadiscio, el Parlamento sigue en Baidoa. La situación es tan poco estable y tan descontrolada, a pesar de la presencia etíope, que los “demócratas” del Parlamento de transición votaron el Estado de sitio en la capital, la proclamación de la ley marcial y no vascilaron en implementar una censura casi completa de los medios de comuncación [24].

Un gobierno débil

Si no fuera por la gravedad del estado en el cual se encuentra el país, la situación de los representantes del GFT y de los miembros del Parlamento podría resultar sumamente graciosa. Condenados, meses atrás, a rumiar sus viejos rencores interclánicos y a pelearse en la Cámara por el control de la ayuda humanitaria, pasaron a ser inesperadamente los amos formales del país después de haber descartado la opción dialoguista europea y haberse pasado al campo de la intervención USA-etíope. Se los vió en las primeras semanas de ocupación pavonearse, protegidos por imponentes escoltas armadas, al lado de sus nuevos amigos de las fuerzas armadas etíopes a las cuales su destino está estrechamente vinculado. Sin embargo, el GFT sigue siendo un gobierno debil, más que nunca incapaz de dar una respuesta a los problemas más apremiantes del país. Es más, se revela ser un aliado sumamente incontrolable y totalmente reacio a obedecer a rajatabla a su amos de Washington cuando se trata de ceder una parte de prebendas.

Por una parte, la desaparición temporánea de la UCI como fuerza estructurada relanza con todo las rivalidades por el control de la capital. Reaparecieron los check points y el racket tanto como la inseguridad, lo que se suma a las acciones cotidianas llevadas adelante por los núcleos combatientes ligadas a Hizbul Shabaab [25]. Al mismo tiempo, el gobierno no dispone, por fuera de las tropas etíopes, de ninguna fuerza capaz de defender una mínima cohesión que no dependa de alguna facción clánica. El presidente Yusuf se apresuró en trasladar a la capital a varios centenares de sus hombres provenientes de sus propias milicias del Puntland. Es más que probable que esta presencia contribuya en desestabilizar más aún el polvorín que representa la capital. Según The Economist, faltaría muy poco para que Mogadiscio se convirtiera en “Bagdad del Mar” [Baghdad-on-Sea].

Por otra parte, el GFT y el Parlamento se revelan inclusive reacios a cumplir con las exigencias de sus interlocutores imperialistas. Como lo vimos, tanto la UE como EE.UU. presionan el GFT para que reabra las discusiones con las Cortes o al menos con los islamistas moderados. Hasta hace pocos días atrás, Yusuf y sus colegas criminales de guerra se oponían a esta perspectiva. La mayoría de los diputados expulsó a inicios de enero al portavoz del Parlamento y a sus partidarios que apoyaban la apertura de un diálogo con el ala moderada de los islamistas, respaldando la línea dura de Yusuf y su heteróclita coalición. Envalentonados por una victoria militar que no dependió en ningún momento de sus propias fuerzas, no ven por qué tendrían que dialogar con los contrincantes de ayer. Más concretamente, la apertura del diálogo con los islamistas moderados significaría renegociar entre los clanes y el mismo GFT las posiciones de fuerza en el seno de un nuevo gobierno, lo que significaría ceder porciones del control del aparato estatal o al menos de parcelas de territorio en que se basan los lucrosos negocios de los ex señores de la guerra y actuales ministros de Yusuf [26]. Parece sin embargo que las presiones sobre el ejecutivo somalí fueron tan importantes que el presidente tuvo que resignarse a convocar una Conferencia nacional de reconciliación para el próximo 16 de abril, lo que incluiría sectores de la UCI [27].

La apuesta de Zenawi

Con la intervención militar en respaldo al “legítimo” gobierno de Baidoa contra los “Talibanes africanos”, Meles Zenawi dio una ulterior prueba de su indefectible fidelidad a su amo y señor norteamericano [28]. Es más, ubicándose en el campo de los cruzados contra la amenza islamista, logró blanquearse a los ojos de la “comunidad internacional” haciendo olvidar de pasada las graves acusaciones de fraude electoral y la sucesiva represión sangrienta contra la oposición etíope y el estudiantado en 2005 [29].

Logró inclusive forjar una especie de unión sagrada con sectores dirigentes de la misma oposición en nombre de la lucha contra la amenaza somalí y en defensa de la integridad territorial nacional [30]. Aunque empezó, al menos formalmente, el retiro de las tropas etíopes que no debían permanecer más de dos semanas en Somalia, no está dicho sin embargo que Addis Abeba pueda costear a mediano plazo, militar, política y económicamente el precio de una ocupación militar cuyo éxcito no está garantizado. La oposición interna parece seguir siendo muy fuerte y según el mismo Economist, que cita fuentes cercanas a la mayoría demócrata del Congreso que se negó a seguir financiando créditos destinados a la dictadura de Zenawi, el 80%de la capital estaría con la oposición.

Además, la nueva posición de fuerza de Addis Abeba (en buena parte coyuntural) reaviva las tensiones entre los Estados fronterizos de la región, en particular con Eritrea y Sudán, preocupados por este nuevo protagonismo etíope [31]. Al mismo tiempo, la ofensiva etíope en Somalia vuelve a poner sobre el tapete a nivel interno la cuestión de las distintas comunidades religiosas y minorías nacionales que componen Etiopía, problemática que podría revelarse nuevamente explosiva a mediano plazo en caso de empatanamiento de Addis Abeba en Somalia.

El hipotético despliegue de los cascos verdes de la UA

Estas tensiones regionales tanto como la degradación de la situación en la capital no empuja ningún miembro de la UA que no sea relevo africano directo de Washington a comprometerse más a fondo para tratar de estabilizar militarmente el país. Lo atestigua el fracaso de la última cumbre de la Unión en Addis Abeba. Ninguna de las naciones que había prometido mandar tropas para conformar el contingente africano de interposición está realmente decicido a cumplir con su promesa [32]. No sólo resulta bastante improbable el hecho según el cual una (hipotética) fuerza de 8.000 cascos verdes de la UA bastaría para asegurar la estabilidad en la capital... sino que además hoy por hoy sólo llegaron en la capital los primeros asesores del cuerpo ugandés ya que los aviones prometidos por Argel para organizar el puente aéreo entre Kampala y Mogadiscio para transferir los 1.600 soldados ugandeses aún no han llegado a destino. Los sectores más duros, vinculados a lo que queda de la UCI, prometieron llevar adelante acciones contra todas las tropas de ocupación, tanto etíopes como bajo mandato de la UA. Hasta funcionarios de la UA plantean que el “fracaso de la UA en Somalia está asegurado”.

El peligroso juego de Bush en la región y las fricciones interimperialistas

Falta por fin interrogarnos sobre las agendas diplomáticas de las potencias imperialistas que más o menos solapadamente son los verdaderos artéfices de la política africana, o al menos de sus ejes centrales. Al parecer, después de la humillante derrotado de la ARPCT armada y financiada por la CIA, el objetivo declarado de Washington y de Bruselas era el mismo, es decir alentar la estabilización reaccionaria del país mediante la negociación entre el GFT y la UCI (o al menos sus sectores moderados) con el respaldo eventual de “fuerzas de paz” de interposición comandadas por la UA. Resulta sin embargo llamativo que Washington haya hecho de todo para que fracase esta opción, respaldando una solución militar interventista con el sostén a la invasión etíope en un primer momento y luego con bombardeos directos en el Sur del país, para luego volver a apoyar la opción concertativa entre el GFT y el ala moderada de la UCI, en condiciones esta vez mucho menos favorables por le caos generado por la invasión etíope que amenaza con extenderse a nivel regional...

Wahington está convencido desde el inicio, tanto como Bruselas, que no puede pretender estabilizar el país sin un mínimo “compromiso histórico” entre el GFT y la UCI, o al menos sus fracciones más moderadas. Esto tiene que ver con el peso de los Hawiye entre las Cortes, clan subrepresentado en el GFT, en el cual los Darod predominan. No puede tampoco prescindir del peso político que fueron ganando las Cortes en el curso de los últimos años, en la capital sobre todo. A pesar de algunas contradicciones discursivas que ni siquiera se tomó la pena clarificar, la “brillante” Jendayi Frazer (la “Mrs Africa” de Condoleeza Rice) planteó claramente después de la cumbre UA de Addis Abeba a inicios de febrero cuál era la agenda diplomática americana para Somalia a mediano plazo: “espero que aquellos miembros de la UCI que querían negociar (...) negociarán, como indivíduos, a través de un diálogo incluyente en el marco de un proceso de reconciliación. (...) El gobierno norteamericano planteó que el diálogo había de ser incluyente, había de incluir a todos, no como indivíduos sino como grupos constituídos (...) sociedad civil, grupos de mujeres, empresarios, todos los clanes, sub clanes y sub sub clanes (sic.), las autoridades religiosas, las autoridades religiosas locales. (...) Nuestra apuesta es que el diálogo sea suficientemente abierto para que nadie se sienta excluído, es decir que nadie sienta que tiene que empuñar las armas para formar parte del futuro de Somalia. (...). Esperamos que el GFT pueda aprender de la forma en la cual la UCI estabilizó Mogadiscio”. El problema es que la agenda americana para Somalia, lejos de facilitar este “gran acuerdo nacional”, fragilizó las condiciones de posibilidad de llevarlo a cabo.

En efecto, en vez de favorecer la creación de un clima propicio a la apertura del diálogo, tal como lo pretendía defender, el impacto real de la política americana fue fragilización mayor del país mientras la capital volvía a hundirse en el caos con, según The Economist, “ataques diurnos contra las tropas etíopes y asaltos nocturnos con morteros y cohetes contra el palacio presidencial, hoteles y el puerto”. Es más, las relaciones de fuerza a nivel regional han sido profundamente trastocadas por la intervención etíope respaldada por EE.UU. sin que ésta (tanto como los bombardeos yankis) resolviera el problema de fondo que pretendía solucionar: la estabilización reaccionaria del país. ¿Cómo puede analizarse por ende el juego militar y político llevado adelante por Washington en los últimos meses en el Cuerno de África?
Es cierto que la cercanía de las ricas zonas en hidrocarburos del Sur de Sudán que están en manos de empresas rivales de las Majors americanas (en particular chinas, pero no sólo), la apertura de nuevos pozos en Kenya tanto como la existencia ofiociosa de yacimientos comprobados pero nunca explotados en Somalia podrían ser una hipótesis para explicar el nuevo protagonismo norteamericano en la región [33] Resulta ser no obstante una hipótesis de lectura insuficiente, tanto como la idea según la cual la apertura de un “cuarto frente abierto por Washington en la guerra contra terrorismo” haya sido fundamentalmente motivada por la presencia de peligrosísimos yihadistas en Somalia [34].

Si la presencia de organizaciones islámicas radicales vinculadas con Al Qaida en Somalia es un hecho comprobado, poco tenía que ver con la existencia de la UCI. Es la ausencia misma de cualquier tipo de autoridad estatal en el Centro Sur del país que permitió que la región se convirtiera no sólo en un posible santuario para aprendices de yihadistas sino también y sobre todo para toda clase de traficantes internacionales (occidentales o ligados a los países imperialistas y a sus multinacionales) especialistas en el comercio de droga, de armas, de escorias nucleares y tóxicas que abundarían en la zona... Es cierto que las milicias Shabaab, que apenas contaban con algo más de 3.000 hombres, estaban dirigidas por combatientes formados en Afganistán, entre ellos Aden Ashi Ayro, que hubiera perdido la vida durante a retirada frente a las tropas etíopes. A pesar de todo, según algunos centros de investigación internacionales, apenas dos de las Cortes que formaban parte de la UCI tenían afinidades reales con el extremismo reliogioso.

Bastaron sólo los rostros barbudos de los ulemas de las Cortes primero y luego de la caída de Mogadiscio en manos de la UCI que ésta prohibiera el cine y la retransmisión pública de la Copa del mundo de fútbol para que la prensa estadounidense, estrechamente vinculada a la Casa Blanca bautizara a los islamistas somalíes los “talibanes africanos”. Es cierto que Washington no quería correr el mismo riesgo que en Afganistán, cuando la administración Clinton había respaldado la llegada al poder de los partidorios del Mullah Omar en 1996 [35]. De ahí la necesidad de derrotar las Cortes (o socavar lo más posible su poderío) mediante el sostén a la ARCPT, luego a través de la intervención del ejército etíope con el beneplácito del GFT y por fin reafirmar el peso determinante de Washington en el proceso con el bombardeo unilateral del Sur del país. Pero el objetivo de las maniobras diplomáticas y militares de Washington no era fundamentalmente las Cortes. Bush quería mostar su capacidad militar y diplomática, su capacidad de frenar y contrarrestar la agenda de la diplomática europea, su capacidad de afirmarse unilateralmente y por la fuerza si fuera necesario como el nuevo Cecil Rhodes del siglo XXI, un Cecil Rhodes americano esta vez, y ya no en fase de expansionismo del poderío británico sino en fase de declive de la hegemonía yanki, y con el cual los Europeos habían de contar.

Este fue y es el eje central de la la política de Wasington en Somalia: contrastar los designios de la UE (o al menos de algunas de la naciones que conforman su columna vertebral) en África. En el marco de una degradación de las relaciones interimperialistas, el continente africano siempre sirvió, en los últimos quince años, de escenario secundario para los ajustes de cuentas entre las potencias imperialistas. La especificidad del caso somalí en los últimos meses es que sirvió además de terreno ilustrativo para la doctrina Bush y de nuevo ensayo general para la política neocons, llevado a cabo en una zona mucho menos riesgosa para el Pentágono que el pántano irakí y afgano.

Somalia para Bush, fue utilizada como palco relativamente despejado para tomarse el desquite en relación a sus fracasos en Irak, vengarse de la falta de apoyo de sus aliados europeos en Afganistán, lavar la afrenta de la semi derrota de su aliado israelí en Líbano de la cual saca provecho Bruselas, o sea mostrar a sus aliados y rivales imperialistas que a pesar de sus sucesivos fracasos en rediseñar la mapa del Gran Medio Oriente, Washington es capaz de imponer sus designios por las buenas o por las malas, inclusive en zonas que nunca formaron parte históricamente de su patio trasero. Lo atestigua su apoyo a la ARCPT y luego su respaldo a la intervención etíope después de su acercamiento al GFT.

Por añadidura, el rumoreo de las bombas yankis que cayeron en el Sur de Somalia hicieron eco al nuevo plan de Bush, desvelado el 10 de enero y que consiste en en un mayor despliegue de tropas en Irak y una retórica cada vez más agresiva hacia Siria e Irán a fin de cambiar la percepción de debilidad que trasluce del empantanamiento estadounidense en Afganistán e Irak [36]. Las bombas norteamericanas, la llegada en la región de un segundo portavión, la implicación descarada de asesores militares estadounidenses junto con la retaguardia de las tropas etíopes y sobre todo el anuncio con bombos y platillos de la creación histórica de un comando militar estadounidense para África son otra ilustración de aquella política. La agenda estadounidense para Somalia sirvió para amendrentar a buen precio a los socios/rivales imperialistas de Washington tanto como a las otras potencias menores que se atreverían a disputarle una porción de su dominio o de una forma u otra a contestarlo.

A mediano plazo, la estrategia necons no sólo no puede revertir el declive hegemónico estadounidense sino que su impacto real es cada vez más incierto. Lo demuestra el caso somalí, con el incremento de la inestabilidad ahí donde hasta hace pocos meses existían las condiciones de posibilidad de una estabilización reaccionaria de la situación después de 16 años de guerra civil. La política estadounidense sirve crecientemente de preparación al enfrentamiento interimperialista que hoy por hoy se da en terrenos secundarios, como Somalia, pero más que nada a nivel económico y diplomático. Lejos de responder a los objetivos declarados, contribuye en realidad más que nada a reforzar a pesar suyo el caracter fulido de la situación mundial a través de un incremento de la inestabilidad que a su vez crea un fenómeno de un aflojamniento generalizado de las cadenas imperialistas que a Washington, tanto como a sus socios y rivales europeos y japonés, cuesta cada vez más controlar.

Por su parte, el polo imperialista europeo no ofrece ninguna alternativa. A pesar de las críticas formales de la UE luego de los bombardeos yankis, de las últimas declaraciones del Premier francés Villepin instando Washington a presentar un calendario de retiro de Irak, el apoyo de París al sanguinario régimen de Lansana Conté durante la heróica huelga general que paralizó durante semanas Guinea o la actual ocupación militar de Costa de Marfil por parte del ejército francés bien nos recuerda que las metrópolis de la “vieja Europa” no difieren mucho con Washington en la forma de defender sus intereses en África. Lo atestiguan los bombardeos contra pueblos controlados por fuerzas rebeldes perpetrados por los cazas franceses “mirages” en diciembre de 2006 en apoyo a los regímenes de Bangui y N’Djmana en Centráfrica y Chad.

Cómo lo vuelve a demostrar trágicamente el caso somalí, más que nunca en los últimos años, a niveles menos intensos que al incio del siglo XX pero en forma cada vez más “clásica”, el continente africano representa un teatro indirecto en el cual se expresan brutalmente los roces interimperialistas y sus intereses divergentes en base a los cuales decenas de millones de seres humanos están abocados a la miseria, a ser los niños soldados, hambrientos y drogados, que las cámaras ocidentales filman a veces en las calles de Monrovia o de Mogadiscio o candidatos al éxodo en precarias pateras entre las costas de África y de la Europa fortaleza donde la Guardia civil española o los carabineros italianos retiran apresuradamente de las playas los cuerpos sin vida de los más desdichados antes de que lleguen los turistas en verano. Si Somalia es la ilustración de los rasgos cada vez más “clásicamente” imperialistas de la época que estamos atravesando, la situación en Guinea con su huelga general política, para tomar otro ejemplo africano, es la contracara de la fase actual, época de guerras, crisis y revoluciones. Para que el continente africano no conozca sólo episódicamente el “Malinti Ranger”, “día del Ranger” en lengua somalí [37], sino “el día del imperialismo y del yugo semicolonial” como tendencialmente lo indicaron los heróicos huelguistas de Guinea es menester que los revolucionarios combatamos en forma consecuente nuestros propios imperialismos. El silencio de la aplastante mayoría de las corrientes de extrema izquierda en Europa sobre los acontecimentos en Somalia y últimamente en Guinea es tristemente revelador de una práctica política distante de los principios del internacinalismo revolucionario, intrínsecamente vinculado a cualquier política de oposición de clase real, en particular en los países centrales. Para combatir en forma consecuente por una política revolucionario, es menester combatir a nuestros imperialismos. Es una tarea central de los revolucionarios en Europa afilar las armas de la crítica y de la solidaridad y política internacionalista concreta.

4 de Marzo de 2007.

POST DATA: Mogadiscio a sangre y fuego

Como lo planteábamos a inicios de marzo, la situación altamente inestable no tardó en bascular en caos abierto. La propuesta de desarme hecha por el GFT, reforzado ulteriormente por un ultimatum, no sirvió para desmilitarizar las bandas armadas y las tropas vinculadas a la UCI o simplemente aliadas coyunturalmente a las Cortes.

El día en que se definió el retorno progresivo del conjunto del gobierno a la capital se convirtió en una jornada de combates campales entre las tropas de ocupación y las milicias aliadas a las Cortes y opositoras al GFT. Ante la generalización de las escaramuzas y los ataques, el ejército etíope que había prometido retirarse pocas semanas después de la toma de Mogadiscio tuvo que pedir refuerzos militares para enfrentar la rebelión. Lanzó una primera contraofensiva, respaldada por la inteligencia americana, a fines de marzo con medios aéreos y artillería pesada. Para no arriesgarse en una lucha calle por calle en una ciudad semi destruída pero hostil a las tropas de Addis Abeba, el Estado Mayor optó por martillear a cañonazos las zonas de la capital que no controlaba para forzar la población a huir, destruir el apoyo social existente que los habitantes de la capital brindaban a las milicias opositoras y aniquilar de esta forma por completo a las milicias Shabab y a sus aliados. No es una casualidad si los principales blancos de los bombardeos fueron las áreas más densamente pobladas de la urbe, como la zona del principal estadio de la capital y luego, durante la segunda parte de la ofensiva después de la tregua de inicios de abril, los barrios populares de Fagah en el Norte de la ciudad y de Bakara, baluarte de las Cortes.

Hoy en día las tropas etíopes controlan la capital, es cierto, pero una capital vaciada de buena parte de sus habitantes, en gran parte arrasada y en la cual sigue operando la resistencia anti-etíope. El 3 de junio el Premier Mohamed Gedi salió ileso de un ataque contra su residencia, el segundo “atentado” del cual es el blanco desde su instalación en la capital. El cinco de julio, a diez días de la “Conferencia de reconciliación nacional”, el séquito del alcalde de la capital, Mohamed Omar Habab, fue el blanco de otro atentado, el segundo desde junio. Las autoridades somalíes, sin especificar el número de soldados etíopes, somalíes y extranjeros presentes en la capital, anunciaron el despliegue de 3.000 policías más, atestiguando del hecho de que la situación está lejos de estar bajo el estrecho control del gobierno Yusuf-Gedi.

Lejos de sentar las bases para una estabilización reaccionaria de la situación como podían apostar por ejemplo la diplomacia europea apoyando a la UCI después de la toma de la capital en junio del año pasado, la ofensiva etíope respaldada por Washington socava más aún las posibilidades de restaurar una suerte de estabilidad básica. La diplomacia internacional, empezando por el Grupo de Contacto que se reunió en el Cairo, sigue abogando a favor de la apertura de negocaciones entre el GFT y los sectores moderados de las Cortes, “dejando de lado a los principales warlords de la capital” añaden los diplomáticos europeos. En otras palabras, el Grupo de Contacto, del cual forma parte EE.UU., estaría a favor de la solución que propugnaba Bruselas un año atrás y que Washington se esmeró en hacer añicos para impedir que los imperialistas europeos ocuparan demasiado el terreno.

El gobierno de Yusuf-Gedi en Mogadiscio es menos legítimo que nunca. Su suerte está estrechamente vinculada a la capacidad de Addis Abeba de mantener tropas en el país para sostenerlo, tanto como al apoyo de EE.UU.. Los precios de los productos de primera necesidad en la capital subieron de un 50%. Los desplazados que no tardarán en volver encontrarán una capital ulteriormente destruída. La famosa Conferencia de Reconciliación de mediados de abril no tuvo obviamente lugar, postergada a mediados de junio en un primer momento. A pocos días de su apertura, fue deprogramada y tendría que tener lugar ahora a mediados de julio.

El conjunto de la “oposición” parlamentaria, unos 30 diputados, incluyendo al ex-presidente de la Cámara, fue destituída. El caso más emblemático de crisis terminal del GFT es la renuncia de Aidid, una pieza clave del GFT, a mediados de abril. Se apresuró en refugiarse en Eritrea y lanzar desde Asmara, junto con políticos de la diáspora y líderes de las Cortes, llamados a acabar con la ocupación etíope y el GFT. Esta ulterior maniobra del transformista hijo del popular general Aidid, cuyo único caudal político es precisamente la popularidad del padre que recibió en herencia y no quiere comprometer, es la enésima prueba del caracter profundamente corrupto y nefasto del conjunto de la “oposición” somalí actual. Bajo presión de la “comunidad internacional”, el GFT terminó decretando a regañadientes el 19 de junio una amnistía general para tratar de neutralizar las alas más moderadas de la oposición. Esto no le impidió lanzar pocos días después varias redadas, arrestando a varios líderes clánicos, religiosos y políticos de la capital, y ante las protestas de la embajada estadounidense en Nairobi, portavoz indirecto de Bush en la región, que teme que esta ulterior movida del GFT arruine las posibilidades de estabilizar la capital, Yusuf y sus amigos se hicieron los sordos. Esta situación no hace nada más que confirmar el poco éxito de Washington en disciplinar hasta los que tendrían que ser sus lacayos locales. Como ya lo planteaba The Economist a finales de mayo “el Presidente Abdullahi Yusuf y su Premier Mohamed Gedi siguen contrarios ante cualquier eventualidad de entablar discusiones con los más moderados de sus opositores islamistas. Parecen más interesados seguir el proverbio “divide y reinarás”, para contrastar en particular al poderoso clan de los Hawiye que domina la capital”.

Las fuerzas de “paz” de la Unión africana y las dificultades de Etiopía

Por otra parte, los principales socios de Washington son menos legítimos que nunca para llevar adelante un proceso real de “pacificación”. Ningún país africano, hasta los más afines a los EE.UU., quiere mandar las tropas prometidas para reforzar el contigente de la UA en la capital. De los 8.000 cascos verdes prometidos en un primer momento, parece que sólo 4.000 estarían virtualmente movilizables, mientras que en realidad sólo unos 1.200 Ugandeses fueron desplegados en la capital. Hasta ahora se dedicaron al control del aeropuerto internacional y parece que sean algo reticentes a patrullar por las calles de la ciudad, temiendo las emboscadas de los insurgentes que ya se cobraron la vida de cinco de ellos.

Etíopía está más empantanada que nunca en el país y tuvo que movilizar refuerzos para enfrentar la rebelión en la capital somalí. Si prosigue esta situación, con el estacionaniento de varios miles de soldados y conscriptos en el país fronterizo, la situación somalí podría tener hondas repercusiones en Etiopía.

Zenawi es perfectamente conciente de que su gobierno es muy débil. No sólo está basado en el control estrecho del aparato estatal por la minoría tigré, que sólo representa el 6% de la población etíope sobre la cual los tigré afines a Zenawi reinan despiadadamente. La situación económica del país no es buena y desde los fraudes electorales de 2005, Zenawi sabe que la oposición está al acecho y tiene importantes capacidades movilizadoras. Si había pensado en un primer momento que la intervención en Somalia hubiera servido para reforzar su poderío interno y ubicarse en interlocutor privilegiado de la comunidad internacional y de Washington, parece que el tiro le podría salir por la culata. La unión sagrada que se había constituído en un primer momento parece quebrarse progresivamente, las tensiones internas vuelven a brotar y la nueva mayoría demócrata en EE.UU. es cada vez más hostil frente a la posibilidad de seguir apoyando tan abiertamente un regimen vilipendiado por las más moderadas ONG de defensa de los DD.HH. y que en vez de “terminar el trabajo” en Somalia echa leña al fuego.

El régimen de Zenawi tuvo que empezar a ablandar un poco la situación interna para sostener el esfuerzo de guerra. La justica desconoció las acusaciones de “genocidio” (sic.) con las cuale se habían encarcelado a varis decenas de opositores luego de las manifestaciones contra el fraude electoral de 2005 y fueron liberados algunos periodistas e intelectuales.Al mismo tiempo sin embargo, sacando provecho de la intervención de una parte de las tropas etíopes en el país limítrofe, el Frente de Liberación Nacional del Ogaden (ONLF) que combate por la secesión de la parte occidental del país, poblado mayoritariamente por somalíes, después de años de silencio, lanzó un ataque estrepitoso en el Noreste del país contra una base petrolífera china. Asmara, por otra parte, intenta aprovecharse de las dificultades del vecino para apoyar a diestra y siniestra todos los movimientos de oposición al actual gobierno etíope.

La situación puede volver a bascular en cualquier momento, arrastrando el conjunto de la región. Lo demuestran no sólo la continuación de las acciones militares en Mogadiscio sino también el reinicio del accionar militar del ONLF y las tensiones entre Asmara y Addis Abeba que se mantienen en un nivel altísimo mientras Jendayi Frazer lanza graves amenazas contra Eritrea. “El caos actual [en Somalia] analiza The Economist (31/05/07) podría tener repercusiones en más países de África oriental, tanto como en los mismos EE.UU. que ya envió fuerzas especiales para buscar a indivíduos sospechados de estar vinculados a Al Qaeda en la región”.

El impacto de las rivalidade interimperialistas en la región

Los planes de conformación de un comando militar estadounidense específico para África (AFRICOM) sigue precisándose tanto como prosigue la ampliación de su base de intervención en Yibuti. Por ahora, los países imperialistas europeos se contentaron con constatar cómo Washington hacía añicos con su agenda diplomática, limitándose a protestar ante la ONU y las instituciones internacionales durante los bombardeos norteamericanos de enero y los combates campales de marzo y abril entre las fuerzas etíopes coordinadas por fuerzas especiales estadounidense y la resistencia somalí. No está dicho sin embargo que París o Roma, tanto como las otras capitales europeas, hayan renunciado a actuar en aquella zona y dejado las manos libres a Washington. Lo más probable es que en realidad estén asumiendo una posición de “realtpolititk”, al acecho, contemplando cómo la administración Bush y sus aliados se están empantanando en un país en el cual la caza a los islamistas debía de ser sólo una cuestión de días. En todo caso, las masas populares de la región no podrían esperarse nada de bueno de un retorno de la diplomacia europea en los próximos meses. Lo atestigua el papel desempeñado durante la operación “Restore hope” por los representantes diplomáticos directos de las multinacionales petroleras Conoco (EE.UU.), Elf (hoy en día Total, Francia) y Agip (Italia). Aunque sólo Conoco haya mantenido hasta ahora una sede en la capital somalí para hacer prevalecer la vigencia los contratos firmados bajo la presidencia de Barre, todas las Majors occidentales están al acecho para apoderarse de las supuestas reservas petroleras somalíes aún no explotadas.

La situación somalí demuestra efectivamente que el imperialismo es sinónimo de putrefacción, parasistismo y lucha enconada, aunque indirecta, entre las principales potencias que dominan el mundo por el control de las riquezas, mercados y zonas estratégicas del globo. La forma en la cual se plasma esta putrefacción y la manera en la cual se expresan las rivalidades imperialistas en África tienen sin embargo una doble especificidad. La estabilidad, aunque relativa, es la condición sine qua non para que los imperialistas hagan negocios y ganancias. Sin embargo, el hecho de que algunas zons del plantea representen fundamentalmente un teatro secundario aunque importante para el sistema capitalista imperialista hace que las rivalidades interimperialistas se expresen en forma más brutal en aquellas regiones, más aún en escenarios periféricos como África que no tienen una incidencia central en la relación de fuerza inetrimperialista a nivel internacional, como sí tuvo por ejemplo hondas repercusiones la “simple” divergencia estratégica entre el eje renano y EE.UU. antes de la invasión a Irak, una zona periférica de primera importancia. Esto hace que estas rivalidades en África se traduzcan por conflictos económicos entre multinacionales más profundos aún que en otras partes del mundo y que puedan desembocar por otra parte en guerras de baja intensidad casi abiertas que se libran las potencias imperialistas a través de bandos locales opuestos. Paradójicamente, estos conflictos a los cuales se arriesgan indirectamente los imperialistas pueden a veces llegar a socavar las bases mismas de la estabilidad de la cual no pueden prescindir para hacer sus negocios. Es lo que demuestra África desde la segunda mitad de los años noventa. Sin embargo, algunos sectores sacan provecho inclusive de estas situaciones.

La situación es bien distinta en los países africanos que estuvieron atravesados en los últimos tiempos por importantes movimientos sociales. Ahí donde los “condenados de la tierra” se aprestan a luchar contra sus gobernantes y el imperialismo que los suman en la miseria más negra y ahí donde peligra, en forma progresista esta vez, el estatu quo social y político y la estabilidad interna y externa, las potencias imperialistas, contrapuestas en otras áreas del continente actúan en forma coordinada delegando al tutor tradicional el papel de apoyo a la dictadura cipaya en peligro. Esto fue el rol asumido por Francia durante la crisis guineana y la huelga general semi insureccional de inicios de año. París no sólo mandó refuerzos militares para apoyar desde un punto de vista logístico a las sanguinarias fuerzas de represión del dictador Lansana Conté que se cobraron la vida de centenares de huelguistas. El apoyo de la capital francesa fue decisiva en última instancia para que el regimen odiado de Conté se mantenga en pie mientras que las direcciones sindicales guineanas hacían de todo para que el proceso huelguístico que sacudía el conjunto del país no desembocara en la caída revolucionaria del régimen.

Desde este punto de vista, el reaparecer de la conflictualidad social sobre bases de clase en varios países de África como Guinea o últimamente Sudáfrica, a inicios de junio con la imponente huelga de los estatales, es auspiciosa. Lo es también para aquellas zonas altamente inestables como el Cuerno de África en las cuales por ahora prevalece una situación reaccionaria.

Otra vez sobre el papel de los revolucionarios en los países centrales

El mayor compromiso que podamos asumir los revolucionarios en los países imperialistas es denunciar incesantemente al imperialismo, el “nuestro” en primer lugar, por su responsabilidad central en la situación actual. Las organizaciones obreras y juveniles, empezando por las de extrema izquierda, tendrían que estar por otra parte activa y resueltamente al lado de nuestros hermanos de clase en África ahí donde estén luchando. Si nos contentamos con tomar el ejemplo de la extrema izquierda francesa, su atitud completamente pasiva en relación a la política africana, tanto durante la matanza perpetrada por las tropas francesa en Costa de Marfil en noviembre de 2004 como durante la huelga general guineana hace seis meses, indica precisamente el abismo que separa un internacionalismo en palabras de una praxis concreta que vaya en este sentido. Esta orientación resulta más problemática aún cuando se toma en cuenta que los batallones más explotados del proletariado francés, en la industria automotriz, en las obras de construcción y en los servicios están constituídos precisamente por los hermanos y la hermanas de los que cayeron en Guinea o Costa de Marfil.

El planteamiento de Trotsky de 1922 sigue siendo hoy en día más vigente que nunca: “el desarollo de la influencia de las ideas socialistas y comunistas, la emancipación de las masas trabajadoras de las colonias, el debilitamiento de la influencia de los partidos nacionalistas, todo esto puede estar asegurado no tanto por el núcleo comunista local como por la lucha revolucionaria en las metrópolis por la emancipación de las colonias. Sólo de esta forma el proletariado de las metrópolis demostrará a las colonias que existen dos naciones europeas, una opresora y la otra amiga; ésta es la única forma para que el proletariado impulse las colonias a que derroquen la estructura del imperialismo, rindiendo por consiguiente un servicio revolucionario a la causa proletaria”.

5 de Julio de 2007


 Anexo

 Breve cronología de Somalia, desde la independencia hasta la toma de la capital por la UCI en junio de 2006-

 1960. Nace la Somalia independiente mediante la unificación de la ex Somalia británica y de la Somalia italiana, administrada por Roma, bajo mandato ONU, desde los años cuarenta.

 1969. Golpe de Estado y llegada al poder del Consejo Revolucionario Supremo (CSR). Aunque el CSR mantiene cierto equilibrio entre los cuatro clanes somalíes principales (Darod, Hawiye, Dir e Issaq), lleva adelante una campaña sistemática contra el “tribalismo”, que junto con el nepotismo, el clientelismo y la corrupción, eran las bases del precedente régimen

 1971-72. Si la primera “Carta magna” de la revolución planteaba un programa genéricamente nacionalista burgués modernizador, la segunda, publicada en 1972, decreta defenedr como objetivo nacional el “socialismo” como “única vía de transformación rápida del país en una nación desarollada y económicamente avanzada”. En el gobierno, se refuerza Syad Barré, encarnación del bonapartismo militar de izquierda.

El Estado empieza a controlar progresivamente amplios rubros de la economía. Rápidamente, decreta la nacionalización casi total de las empresas, mayoritariamente italianas (ex potencia colonial). Sin embargo, el régimen no interviene en el sector ganadero que representa el 80% de las exportaciones del país (en gran parte a Arabia Saudita) y que por ende queda bajo el control privado y clánico.

 1974. Somalia resulta ser el primer país africano en firmar un tratado de amistad y cooperación con la URSS. Se amplían los programas de colaboración con el bloque del Este.

El CSR emprende un vasto programa de modernización, en un país en el cual el 85% de la población vive en zonas rurales. Instaura ambiciosos programas sociales, que preveen en particular una campaña de alfabetización rural (el 60% de los niños son alfabetizados en los ’70, en comparación con el 9% en los ’60). Lleva a cabo un programa de sistematización escrita de la lengua somalí en carácteres latinos para reemplazar el inglés, italiano y árabe, hasta aque entonces únicas lenguas administrativas del país. La política “antitribalista” del CSR se acompaña por un fuerte discurso pansomalí destinado a las minorías somalíes presentes en los países fro,terizos, en particular en Etiopía.

Aunque el CSR intenta mantener buenas relaciones con las estructuras religiosas tradicionales (tiende a adoptar la misma política consensual con los clanes), tiene que enfrentar la oposición de los ulemas más reaccionarios finanziados por Arabia Saudita cuando emprende una reforma profunda del código civil, concediendo a las mujeres los mismos derechos que a los hombres.

Apoyándose en la retórica “pansomalí” de Barré, el Frente de Liberación de la Somalia Occidental (FLSO-Ogaden) presiona el CSR para que intervenga en respaldo a las acciones guerilleras que reivindican la secesión de Ogaden y la legítima integración a Somalia de la provincia históricamente dominada por el reino etíope.

1977-1978. Somalia interviene en Ogaden. Para no trastocar los equilibrios y las fronteras heredadas de la colonización, la URSS junto con sus aliados cubanos, yemenitas y alemanes, pasan a apoyar con todo el régimen militar del Derg etíope para evitar la secesión de Ogaden. Con el apoyo militar soviético, los etíopes derrotan la ofensiva somalí.

Consecuencias de la guerra. A partir de la humillante derrota de 1978, resurgen con más fuerzas aún las contradicciones que hasta aquel entonces el gobierno no quiso resolver. Además, la situación catastrófica del país está agravada por el fin de las ayudas soviéticas que paralizan la economía, una grave sequía y centenares de miles de refugiados que huyeron de Ogaden como consecuencia de la guerra.

Años ‘80. Barré, aún declarándose “socialista” se mantiene en el poder reanundando por completo con el imperialismo, en particular con la CEE e Italia y con los Estados Unidos de Reagan, relanzando el clanismo y las viejas costumbres del régimen anterior. Se refuerzan los rasgos dictatoriales del régimen. Etiopía empieza a armar la oposición interna.

1991. El colapso de la URSS y del régimen de Mengistu en Etiopía coinciden con cierto distanciamiento de Washington mientras que las ayudas italianas (estrechamente vinculadas al sistema de finanziación de los partidos políticos italianos) disminuyen al atravesar la ex potencia colonial una grave crisis político institucional que signa el final de la primera república. Incapaz de contener las oposiciones armadas que se montan en el descontento popular, la crisis enconómica y la oposición al monopolio del poder por los Darod (clan de Barré), el régimen cae en enero de 1991.

1991. Después de la toma de la capital, el Congreso Somalí Unificado (CSU) se fragmenta en múltiples facciones rivales encabezadas principalmente por Ali Mahdi Mohamed y Mohamed Farad Aidid. Mientras que el Centro Sur del país se sume al caos, el Somaliland decreta su independencia.

1992-1995. Fracaso de la misión ONUSOM. 36.000 soldados bajo mandato ONU intentan restablecer la estabilidad en el país en nombre, por primera vez, del derecho de “ingerencia humanitaria”.

1995-2004. Varias conferencias internacionales y regionales intentan poner fin a los combates y a las luchas de facciones. Se proclaman varios “gobiernos provisorios”, incapaces de estabilizar el Centro Sur del país.

Octubre de 2004. El Parlamento de Transición, reúnido en Kenya, elige un nuevo gobierno transitorio (futuro GFT) que se topa con los mismos problemas que sus predecesores y se revela incapaz de controlar realmente el territorio.

Febrero de 2006. El GFT se traslada a Baidoa. La CIA arma la ARPCT para luchar contra la influencia creciente de la UCI en la capital.

Junio de 2006. Derrota de la ARPCT y toma definitiva de la Mogadiscio por la UCI que extiende progresivamente su control a amplias zonas meridionales del país.

 

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