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Grecia, Portugal y Estado español: algunas lecciones políticas sobre los “gobiernos antiausteridad”
por : Josefina Martinez

09 Jan 2016 | El PSOE y su llamado a un “gobierno progresista” en el Estado español siguiendo el ejemplo de Portugal. Syriza y la experiencia de Grecia. Podemos y el diálogo con los socialistas “sensatos”. Lecciones sobre los “gobiernos antiausteridad” y las demandas democráticas pendientes.
Grecia, Portugal y Estado español: algunas lecciones políticas sobre los “gobiernos antiausteridad”

El PSOE y su llamado a un “gobierno progresista” en el Estado español siguiendo el ejemplo de Portugal. Syriza y la experiencia de Grecia. Podemos y el diálogo con los socialistas “sensatos”. Lecciones sobre los “gobiernos antiausteridad” y las demandas democráticas pendientes.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, abraza a su homólogo portugués, Antonio Costa, tras su reunión en la sede del partido socialista en Lisboa. Foto: EFE/Tiago Petinga

El llamado del líder del PSOE, Pedro Sánchez, a formar un “gobierno progresista”, realizado desde Lisboa, reabre un necesario debate en la izquierda sobre la experiencia los llamados “gobiernos antiausteridad” (o para algunos sectores “gobiernos de izquierda”) en Europa.

Las experiencias de Grecia y Portugal en 2015 evidencian que los “gobiernos antiausteridad” no solo no han abierto un camino hacia medidas anticapitalistas, lo que ya sería mucho pedir, sino que ni siquiera se han propuesto resolver demandas democráticas elementales pendientes y tampoco han revertido las brutales medidas de ajuste impuestas por la Troika. En el caso griego, al contrario, el gobierno de Tsipras se ha transformado en su aplicador directo.

Grecia y la experiencia fallida del gobierno de “izquierda”

En 2012, cuando Syriza era una fuerza ascendente y ganaba cada vez más apoyo popular, la propuesta de “gobierno de izquierda” sin el PASOK que lanzó Alexis Tsipras sedujo a gran parte de la izquierda mundial. La mayoría de la izquierda europea colocó a Syriza como ejemplo de una “nueva izquierda” y muchos incluso le adjudicaron incluso un carácter “anticapitalista”, como sostuvo Stathis Kouvelakis.

En 2015, cuando Syriza llega al poder, el tan esperado “gobierno de izquierda” toma forma en una versión mucho más edulcorada de “gobierno antiausteridad” contra la Troika, en alianza con los nacionalistas de ANEL. Seis meses después, ya ni siquiera quedaban rastros de ese experimento: el gobierno liderado por Tsipras claudicaba sin lucha ante la Troika y se convertía en el gobierno que aplicaba el tercer memorándum redactado en Bruselas: recortes a las pensiones, privatizaciones y represión a la movilización popular.

Esta veloz experiencia mostró que Syriza no era nada parecido a una “coalición anticapitalista”. Pero no sólo aceptó las medidas de “austeridad”, sino que tampoco intentó resolver demandas democráticas elementales a las que aspira el pueblo griego.

La separación de la Iglesia del Estado, por ejemplo, en un país donde la Iglesia ortodoxa tiene gran influencia en la educación publica, es una cuestión democrática elemental. Pero esta tarea democrática básica fue aparcada por Syriza desde el primer momento, para poder lograr un gobierno común con los nacionalistas de ANEL y mantener buenas relaciones con el clero.

Otra cuestión democrática elemental, como la desarticulación de todo el aparato policial y represivo, con fuertes lazos orgánicos con los fascistas de Aurora Dorada, fue algo que ni siquiera se propuso. Y por decir algo más básico aún, ni siquiera anuló el antidemocrático sistema electoral que le otorga un “plus” de 50 diputados al partido más votado, un mecanismo que siempre criticó cuando era oposición, pero que dejó intacto una vez en el gobierno.

Respecto a las medidas de “austeridad”, como es sabido, se transformó en aplicador de los planes de la Troika, con un plan de privatizaciones que entrega gran parte del patrimonio nacional a empresas extranjeras mientras recorta pensiones.

Portugal y el regreso de los socialistas al poder

Los socialistas portugueses, al igual que gran parte de la socialdemocracia europea, gestionó la crisis capitalista, aplicando recortes y ajustes a los trabajadores y los servicios sociales. Además de esto, el Partido Socialista Portugués se destacó por estar implicado en resonados casos de corrupción, como el que involucró a José Socrates, anterior secretario general del PSP y primer ministro de Portugal entre 2005 y 2011.

A fines del 2015, ante el fracaso de los conservadores para obtener apoyo parlamentario a su gobierno, el socialista Antonio Costa asumió como primer ministro, con el apoyo del PC portugués, el Bloco de Izquierda y los Verdes. Rápidamente la prensa lo bautizó un “gobierno progresista” a la portuguesa.

A diferencia del caso de Grecia, donde el PASOK tuvo una debacle, los socialistas lusos se mantuvieron como segunda fuerza electoral detrás de los conservadores, y lograron sumar al carro de su gobierno a la izquierda comunista y del Bloco. Pero para sellar esta alianza, los últimos se comprometieron a abandonar todo vestigio “radical” de su programa, como la exigencia de ruptura con la OTAN o la ruptura con el Euro. Aún más, antes de asumir Costas aceptó el “pacto de estabilidad” que el conservador Passos Coelho le impuso para preservar la “disciplina presupuestaria”.

El “gobierno progresista” luso nació así mucho más condicionado por el régimen y los capitalistas que lo que ya estaba el gobierno de Syriza a sus inicios, con el compromiso de mantener el statu quo y, por ende, que la crisis la sigan pagando los trabajadores. El compromiso político del PC portugués y el Bloco con este gobierno, tan reivindicado desde entonces por sectores de la izquierda europea, expresa un conformismo completo, cuya principal consecuencia es el abandono de cualquier aspiración de cambio democrático y social profundo.

El “gobierno progresista” del PSOE, otro cuento de reyes

La propuesta de Pedro Sánchez de que el PSOE encabece un “gobierno progresista” junto con Podemos parece otro cuento de los Reyes Magos. Y de reyes se trata, justamente, porque si algo no cuestiona el socialismo español es el Régimen monárquico del ‘78 y sus instituciones reaccionarias, como la corona y el senado, que van de la mano con su españolismo centralizador y su negación del derecho de autodeterminación. Es decir, con el PSOE no solo no es posible un “gobierno de izquierda” sino ni siquiera un gobierno mínimamente “democrático”.

Cuando Pablo Iglesias hace llamados a los “sectores sensatos” del PSOE para “abrir un diálogo que permita formar un gobierno alternativo” a Rajoy, siguiendo los pasos de los comunistas y el Bloco en Portugal, lo que terminará haciendo será hipotecar las demandas democráticas y sociales fundamentales a las que aspiran millones de trabajadores, trabajadoras, jóvenes y sectores populares en el Estado español que le dieron su voto.

El derecho a la autodeterminación, la abolición de la monarquía y del senado, la instauración de una cámara única elegida por sufragio universal, la anulación de leyes antidemocráticas como la Ley mordaza y la reforma laboral, junto al aumento del salario mínimo, el no pago de la deuda, la nacionalización de banca y otras demandas básicas para crear empleo genuino, así como una asamblea constituyente libre y cuyas decisiones sean soberanas, donde puedan debatirse y resolverse todas estas cuestiones urgentes, solo pueden conquistarse con la más completa independencia de todos los partidos del régimen y los capitalistas e impulsando una profunda movilización obrera y popular. Un camino que Podemos, como antes Syriza y el Bloco, no parecen dispuestos a seguir.

 

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