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Vísperas de una reelección anunciada
por : Eduardo Molina

11 Oct 2014 | Prácticamente todos los pronósticos coinciden en que Evo Morales y el MAS cosecharían más del 50% en los comicios del domingo, con lo que Evo Morales sería reelecto sin necesidad de una segunda vuelta.
Vísperas de una reelección anunciada

Prácticamente todos los pronósticos coinciden en que Evo Morales y el MAS cosecharían más del 50% en los comicios del domingo, con lo que Evo Morales sería reelecto sin necesidad de una segunda vuelta.

Prácticamente todos los pronósticos coinciden en que Evo Morales y el MAS cosecharían más del 50% en los comicios del domingo, con lo que Evo Morales sería reelecto sin necesidad de una segunda vuelta. Atrás, muy atrás, corren los distintos candidatos de una oposición que se presenta dividida, sin propuestas y sin renovación: Samuel Doria Medina (UD, de derecha), que podría alcanzar entre 13 y 18% de los sufragios; “Tuto” Quiroga (PDC, neoliberal), que podría lograr entre 7 y 10,5%; Juan del Granado (MSM, de centro “izquierda”), con apenas un 3% de intención de voto; y finalmente, el dirigente Fernando Vargas, del Partido Verde (con un 1%). Se estima entre un 15 y un 20% de indecisos, y que el domingo un alto porcentaje de votantes se acerque a las urnas, siendo el voto obligatorio.

El padrón electoral ronda los 6.300 mil ciudadanos habilitados para votar, que elegirán presidente y vicepresidente, senadores y diputados. Unos 270.000 emigrantes bolivianos están en el extranjero. De ellos, 121.290 electores emitirán sus votos en Argentina, donde reside la mayor comunidad boliviana en el exterior. Lo harán principalmente en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba, Jujuy, La Quiaca, Mendoza, Orán, Pocitos, Rosario, Salta y Viedma. Se espera que en Argentina también se imponga el MAS por alto margen.

Por ahora, la principal expectativa es si el MAS logrará o no los 2/3 en la Asamblea Legislativa Plurinacional, y hasta dónde se modificará el reparto de votos en Santa Cruz y otros departamentos de las Tierras Bajas, donde el oficialismo rivaliza en un terreno que siempre fue plaza fuerte de la derecha autonomista.

Para el MAS se trata de arrasar en las urnas en la primera vuelta, con el 60% o más de los votos, reeditando o superando las altas votaciones que Evo obtuvo en todos los comicios desde 2005. Con ello, estaría muy cerca de cumplir sus principales objetivos políticos: plebiscitar la gestión de Evo para fortalecer su capacidad de arbitraje y mediación a nivel nacional, asegurarse 2/3 de los parlamentarios para aprobar sin dificultades las iniciativas legislativas, y derrotar a la oposición en Santa Cruz, con lo que la derecha quedaría completamente vapuleada.

El gobierno llega a estas elecciones apoyándose en una buena situación económica (crecimiento de un 5% anual), además de cuantiosos recursos para financiar la obra pública y el gasto social. Por ello, Evo puede ufanarse de que garantiza la calma social y la estabilidad política, algo que muchos empresarios le reconocen, como él mismo dice. Sin rivales de peso por izquierda, el MAS ha logrado ampliar sus alianzas por derecha, incluyendo a sectores reaccionarios como los dirigidos por Percy Fernández, el alcalde Santa Cruz. También ha recooptado a dirigentes sindicales o regionales que se habían alejado cuestionando la falta de respuesta a demandas populares.

En otras notas, hemos analizado el carácter del gobierno del MAS, las razones de su fortaleza, así como pasado revista a los candidatos de la oposición burguesa y otros elementos de la campaña. Invitamos al lector interesado a visitarlas.

El cuadro de perspectivas cerraría con un plebiscito a favor de Evo. Pero como lo demuestran casi 9 años de gestión gubernamental, no para disponerse a “profundizar el proceso de cambio” en el sentido de resolver los problemas estructurales del país (como la cuestión agraria y la dependencia del capital extranjero), y dar solución a las demandas profundas de los trabajadores, los indígenas y el pueblo pobre. Sino, por el contrario, para consolidar el andamiaje de asociación con las transnacionales en la minería y los hidrocarburos, de preservación de la gran propiedad terrateniente y aliento a los sojeros, de contención de las demandas indígenas en los límites de concesiones democráticas parciales. Para afianzar los pactos con el empresariado en base a mantener la precarización y los bajos salarios. Por esta vía, no habrá verdadera transformación del país aunque sí, una cierta ampliación del capitalismo dependiente “andino-amazónico” (parafraseando la fórmula que popularizó el vicepresidente García Linera), cuyos beneficiarios principales son los empresarios, los agroindustriales, las transnacionales y algunos sectores de clase media de origen plebeyo e indígena, a expensas de la postergación de demandas profundas.

No deja de ser una ironía que hablando de recuperación de los recursos naturales, contra la oligarquía de la “media luna” y del “respeto a la pachamama”, la prosperidad del Estado Plurinacional se base en la renta obtenida del extractivismo minero y petrolero de la mano de las transnacionales, del “milagro sojero” en las tierras acaparadas por los terratenientes del Oriente, y se busque “desarrollar el país” a expensas de la contaminación minera o del daño medioambiental como el que amenaza al TIPNIS.

Evo se prepara a seguir siendo el garante y ejecutor de la continuidad de estos planes. Por ahora, cuenta para apoyarse con la popularidad que mantiene, así como la buena situación económica (con un crecimiento de un 5% anual). Evo logró recomponer su hegemonía política y recuperar terreno, aún cuando desde 2010 entre los trabajadores y sectores indígenas, no faltaron fuertes luchas contra iniciativas de su gobierno, como el intento de abrir una carretera en el TIPNIS o el fallido “gasolinazo”.

Pero la esperable amplitud del voto “masista” no significa que Evo tendrá un “cheque en blanco” por parte del pueblo trabajador, ni que no haya necesidad de construir una alternativa política, obrera y campesina, no sólo para actuar en el terreno electoral, sino y sobre todo, en el terreno de las luchas cotidianas. Se trata de recuperar como instrumentos de lucha de las bases a la COB y los sindicatos, convertidos hoy por la burocracia en oficinas del gobierno y dotarse con un programa anticapitalista y antiimperialista.

Al no haber una alternativa que en estas elecciones represente los intereses de la clase trabajadora, independiente del gobierno o de los partidos de la oposición burguesa, varios sectores de la izquierda socialista y clasista están llamando a votar en blanco o nulo.

 

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