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El mito de un Estado invulnerable
por : Miguel Raider

10 Oct 2014 | “Entre todos los acontecimientos a que me he referido en este libro, de ninguno me resulta tan penoso escribir como de la guerra de Octubre de 1973, la Guerra de Yom Kipur. Pero sucedió y, por lo tanto, debe figurar aquí, no como una crónica militar porque dejo a otros esa tarea, sino como algo muy próximo a un desastre, una pesadilla que yo misma (...)
El mito de un Estado invulnerable

Entre todos los acontecimientos a que me he referido en este libro, de ninguno me resulta tan penoso escribir como de la guerra de Octubre de 1973, la Guerra de Yom Kipur. Pero sucedió y, por lo tanto, debe figurar aquí, no como una crónica militar porque dejo a otros esa tarea, sino como algo muy próximo a un desastre, una pesadilla que yo misma experimenté y que vivirá siempre conmigo. Me encontré situada en una posición de última responsabilidad en un momento en que el Estado se enfrentaba a la mayor amenaza que había conocido”. Mi vida. Golda Meir.

La guerra de Yom Kipur se desarrolló entre el 6 y el 23 de octubre de 1973 y es un capítulo semi olvidado de la post guerra, acaso porque demostró por primera vez el mito sobre la invencibilidad del Estado de Israel. Fue la cuarta conflagración bélica del Estado judío y el último enfrentamiento abierto y formal con los estados árabes de Egipto y Siria. Indudablemente, constituyó un punto de inflexión en las relaciones de fuerza entre el Estado judío y los estados árabes de Medio Oriente.

Los ejércitos de Egipto y Siria traspasaron las líneas de armisticio en la península del Sinaí y las alturas del Golán, las zonas arrebatadas por el Ejército israelí en junio de 1967 tras la Guerra de los Seis Días. El ejército israelí fue sorprendido durante la festividad religiosa del Día del Perdón, un factor de aletargamiento para la rápida movilización de las unidades israelíes desde la retaguardia, que constituyó el punto inicial de ventaja táctica para la ofensiva militar de los estados árabes.

El presidente de Egipto Anwar el Saddat y el presidente de Siria Hafez al Assad habían reequipado su ejército con la tecnología militar más moderna a instancias de la URSS, si bien Saddat ya había comenzado a dejar atrás el régimen bonapartista del general Gamal Abdel Nasser, acercándose al imperialismo norteamericano.

La ofensiva resuelta por Saddat y Assad de ningún modo se proponía destruir al Estado sionista, sino ponerle límites acordados con las burguesías árabes para regular el expansionismo de las colonias judías, más allá de la alharaca exhibida sobre la cuestión nacional palestina.

La Guerra de los Seis Días había provocado una derrota humillante a los países árabes, lanzando una guerra relámpago que en pocos días ocupó la franja de Gaza y la península del Sinaí controladas por Egipto, las alturas del Golán del territorio sirio y los territorios palestinos de Jerusalén oriental y Cisjordania. Esa derrota abrió paso a la declinación del nacionalismo árabe que protagonizó esencialmente Nasser, dando lugar a grandes movilizaciones con huelgas obreras y manifestaciones estudiantiles de masas.

Con el afán de contrarrestar esta situación, Saddat y Assad resolvieron lanzar la guerra para presionar a EE.UU. y al imperialismo europeo en pos de hacer efectiva la Resolución 242 de la ONU, que dictaba la retirada israelí de los territorios conquistados, cosa que los sionistas ignoraron olímpicamente, confiados del margen territorial obtenido en junio de 1967 y su abrumadora superioridad militar.

Pero la ofensiva árabe puso en tela de juicio la invulnerabilidad del Estado de Israel, el cual se vio obligado a recurrir a una defensa desesperada. En un movimiento inicial, los aviones y la artillería siria destruyeron a los tanques israelíes de los altos del Golán llegando a ocupar posiciones en el monte Hermon, mientras el ejército egipcio cruzaba el canal de Suez y tomaba las posiciones israelíes en el Sinaí con infantería y aviones. Con muchas bajas, la contraofensiva israelí logró hacer retroceder a las tropas sirias y egipcias a sus posiciones iniciales, dados sus limitados pertrechos y malas telecomunicaciones para coordinar acciones en relación a la hegemonía militar israelí.

El secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger y la burocracia de la URSS salieron al salvataje para aminorar los costos israelíes poniendo fin a la guerra. El impacto recibido por los sionistas dio lugar a negociaciones con Egipto que desembocaron en los acuerdos de Camp David de 1979.

Los israelíes negociaron el primer acuerdo de paz con un país árabe a cambio de la restitución de la península del Sinaí. De ahí en más (salvo el breve interrupción de los Hermanos Musulmanes), Egipto hace causa común con el Estado sionista contra el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino

 

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