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¿Qué expresan los “rolezinhos” en Brasil después de las grandes movilizaciones de junio?
por : Evandro Harry , Iuri Tonelo

24 Jan 2014 | En los grandes medios y principales diarios del país existe un enorme esfuerzo para “despolitizar” completamente el denominado “rolezinho” (una reunión de jóvenes de la periferia y de los barrios obreros para frecuentar los shoppings). La prueba del carácter superficial del “rolezinho” estaría en las entrevistas a los jóvenes que dicen que sólo van a (...)
¿Qué expresan los “rolezinhos” en Brasil después de las grandes movilizaciones de junio?

En los grandes medios y principales diarios del país existe un enorme esfuerzo para “despolitizar” completamente el denominado “rolezinho” (una reunión de jóvenes de la periferia y de los barrios obreros para frecuentar los shoppings). La prueba del carácter superficial del “rolezinho” estaría en las entrevistas a los jóvenes que dicen que sólo van a los shoppings para “darse unos besos y divertirse”. Pero ¿por qué Dilma Rousseff promueve una reunión con sus ministros para discutir el tema de los rolezinhos? ¿Qué hace que toda la prensa burguesa y los grandes medios sólo hablen sobre el tema?

Cuando un “simple rolê” expone problemas estructurales

Muchas veces es en fenómenos simples que se presentan las determinaciones fundamentales, y la ecuación al problema planteado es muy sencillo: los empresarios tienen un enorme problema, pues un espacio de libre circulación como los shoppings no serán más de libre circulación. ¿Qué es lo nuevo? Es que queda en evidencia el problema, ya que espacios como éstos en realidad no son de “libre circulación” sino restringidos a la clase media blanca y elitista y a sectores burgueses.

La primera cuestión que el “rolezinho” plantea, por tanto, es que a la población negra no le está permitido el derecho a frecuentar los “espacios para blancos y ricos”. Más que esto, expone las formas del “apartheid” en su forma nacional, a saber, una forma camuflada y velada de racismo, que mantiene la herencia esclavizadora de nuestro país, ya que en los shoppings de elite los negros están desde hace mucho tiempo en su interior pero no para divertirse sino para trabajar en la limpieza y los puestos más precarizados.

Un segundo punto que el “rolezinho” expone es la falacia del gradualismo lulista (“país de todos”): la generalizada campaña del “país de clase media”, que llevó a una franja de la población joven trabajadora e incluso sectores de la periferia a verse como parte de los que están gradualmente avanzando en el país, claramente planteándoles los mismos anhelos a esos jóvenes: o sea, “si soy de clase media, ¿por qué no puedo hacer lo que esa clase hace desde hace años, ir al shopping?

Queda claro que aún en elementos aparentemente “insignificantes” se esconde el temor de la clase dominante racista a que los negros se unan en alguna reivindicación democrática o mínima, como ocupar el espacio de un shopping, lo que expresa las raíces de la formación nacional del país y el peso que la cuestión negra tiene para pensar el Brasil a la luz de una perspectiva de emancipación de los trabajadores y la población pobre en concreto.

El problema de la legalidad y los espacios de ocio juvenil

Pero la juventud no busca “role” en el shopping como la primera opción: en verdad, a la juventud de la clase trabajadora y de la periferia ya le fueron cerradas todas las puertas. Diariamente todos los medios informan la represión policial incesante en los barrios y favelas, incluyendo matanzas (como el caso de las 14 muertes seguidas por la policía en Campinas), la prohibición de los bailes funks, la represión al hip-hop y otras manifestaciones culturales de la periferia, o actos de brutalidad horrenda como el asesinato del joven Kaique de 16 años, negro y homosexual, asesinado producto de la homofobia), y los espacios son cada vez más “ilegales” para los jóvenes, quedando sólo los shoppings y algunos grandes parques donde poder divertirse. Evidentemente, la lógica fetichista de la mercancía también domina la conciencia de la juventud, como explicita uno de los funk de mayor éxito en el 2012: “Vida es tener: un Hyundai, una Hornet, 10 mil para gastar, Rolex e Juliet\ Mejores kits, varias inversiones, ahí es bueno ser el top del momento” (Top del Momento, Mc Danado). Sin embargo, lo más “sencillo” analíticamente es condenar el consumismo y los shoppings, que no dejan de ser templos de mercancías, de grandes marcas y de todo el fetichismo capitalista de la sociedad de consumo.

Sin embargo, es necesario vincular la crítica de los fundamentos de ese consumismo a la esfera de la producción: el conjunto de los monopolios capitalistas que a sangre de la explotación desenfrenada y salvaje de una masa de trabajadores en Brasil y en el mundo gastan ríos de sus ganancias, además de basar sus mercancías en esa explotación, gastan sus ganancias exorbitantes en propagandas y en la industria cultural que rinde culto a ese consumismo.

El problema de la búsqueda de esos jóvenes en los grandes shoppings está justamente en la discriminación racista y en la industria cultural, o sea, en la lógica capitalista que los condena a la segregación, a la represión policial en sus propios barrios y los aparta de cualquier posibilidad de recreación, placer, arte y cultura (cine, teatros, clubes o cualquier otra forma de expresión). La cultura de la periferia, a través del funk y del hip-hop, es de resistencia. Primero por las condiciones de vida impuestas a esa juventud, pero también porque tiene que luchar contra la marginalización y remodelación que la industria cultural intenta promover (sólo aceptando las músicas que entran en sus padrones como el llamado “funk ostentación”).

En este sentido, existe una combinación entre la reivindicación de los espacios de ocio y cultura para los jóvenes en sus barrios, que sean gestionados y organizados por los barrios y sean públicos, pero en una dinámica concreta que también luche por romper el racismo en los grandes centros culturales y de ocio, de modo que los mismos shoppings y los grandes centros deberían servir a la mayoría de la población, con transporte gratuito para los trabajadores y la juventud que quiera disfrutar del ocio, el arte y la cultura, por tanto, expropiando esos monopolios enormes, que sólo se enriquecen con la lógica de ladiscriminación, transformados en centros estatales colocados al servicio de la población de conjunto, con cines, teatros y toda la infraestructura abierta a todos los “rolezhinhos” de esos jóvenes.

¿Qué es lo que en este fenómeno aparentemente “despolitizado” atemoriza a los gobiernos burgueses?

De cierto modo, el hecho de que la juventud trabajadora o de la periferia vaya hasta los shoppings (a veces quedándose del lado de afuera, otras ingresando) no es una novedad: en muchos casos ya se expresaba todo el racismo y la segregación al que son sometidos. El cambio es doble: en primer lugar, del conjunto de las clases y fracciones de clase frente al fenómeno, pues toda la juventud que participó de las jornadas de junio y toda la influencia politizada del país (que lleva por ejemplo, al rechazo a la violencia policial) ahora se expresan en diversos actos por la libre manifestación de los rolezinhos. Lo que ayer sería una represión de la policía apoyada por la clase media racista de los shoppings (como fue el caso en Vitória) hoy es cuestionada por sectores en masa de la sociedad. La subjetividad en el país cambió y eso expresa también el por qué del “fenómeno” nacional.

Pero eso también se refleja internamente: la juventud de los rolezinhos se siente más decidida a romper con las barreras del prejuicio y la discriminación, especialmente después de inicio del año, donde los jóvenes van a los shoppings concientes de que tendrán que enfrentar la resistencia de la PM. Por eso la solidaridad de los “jóvenes de junio”, en particular los universitarios, al movimiento. Esto atemoriza a los empresarios y gobiernos burgueses: la fusión entre las demandas de junio, como la estatización del transporte bajo control de la población, salud y educación pública y de calidad de hecho, etc. con la juventud trabajadora y de la periferia podría promover un fenómeno nacional inspirado en junio, pero con una composición más proletarizada.

Por eso no podemos dejar al gobierno y su demagogia vía Netinho de Paula intentar “institucionalizar a los rolezinhos” llegando a proponer hacerlos en los “estacionamientos de los shoppings” o sea, aceptando desvergonzadamente el apartheid.

Debemos combatir esta hipocresía del PT de “dialogar” que en verdad significa hacerle el juego a los empresarios de los shoppings. En el año de la Copa del Mundo para blancos y extranjeros adinerados, comenzar con movilizaciones fundiendo los diversos sectores de la juventud podría ser el mejor impulso para colocar en jaque toda la estructura capitalista del Brasil de la discriminación racial.

 

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