WEB   |   FACEBOOK   |   TVPTS

 
Estado español. La agudización de la crisis económica y política, y la emergencia de la lucha de clases
por : Cynthia Lub , Santiago Lupe

28 Aug 2012 | La agudización de la crisis de la deuda amenaza con abrir aún más la crisis que atraviesan la UE y el euro. ¿Podrá resistir esta gran conquista burguesa a un cada vez más probable rescate español? ¿Qué efectos en cadena tendría sobre la deuda italiana o incluso la francesa? Pero junto a la aceleración de la catástrofe económica también está siendo (...)


El Estado español viene siendo portada de numerosos periódicos y medios internacionales. La agudización de la crisis de la deuda amenaza con abrir aún más la crisis que atraviesan la UE y el euro. ¿Podrá resistir esta gran conquista burguesa a un cada vez más probable rescate español? ¿Qué efectos en cadena tendría sobre la deuda italiana o incluso la francesa? Pero junto a la aceleración de la catástrofe económica también está siendo “noticia” la lucha de los trabajadores. Mientras el capitalismo español hace agua y su régimen político se encuentra cada vez más tironeado por las tensiones inter-burguesas que lo atraviesan, un sector histórico del proletariado español ha estado enfrentando con métodos combativos los recortes del Gobierno. La lucha de los mineros ha inspirando a millones de jóvenes y trabajadores del Estado español, que azuzados por los continuos y crecientes ataques, están avanzando hacia una respuesta generalizada frente a un ataque también generalizado.

Lo agudo de la situación en todos los niveles –crisis económica, régimen y una mayor lucha de clases– demuestra que estamos probablemente ante el inicio de acontecimientos históricos. A ritmos acelerados las tendencias a enfrentamientos agudos entre las clases se van haciendo más patentes. En este marco las tareas preparatorias cobran una mayor importancia y urgencia; sin embargo la ubicación de la extrema izquierda sigue anclada en “modas” y “novismos” que son hijos de la etapa de restauración burguesa de las últimas décadas. Urge que se abra la reflexión y el debate sobre con qué estrategia y con qué partido los revolucionarios nos preparamos para ganar en los próximos combates decisivos que se avecinan.

El capitalismo español entra en la espiral helénica

Las consecuencias de la burbuja inmobiliaria de la banca española se han ido expandiendo desde el estallido de la crisis. El proceso de reestructuración del sistema financiero iniciado por el gobierno de Zapatero ha resultado completamente insuficiente. Y es que a simple vista pareciera que el costo de los pecados de la mayor burbuja del ladrillo después de la de EE.UU. iba a ser muy bajo; solo algunas pocas Cajas intervenidas después de su quiebra –como Caja Castilla la Mancha, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Unicaja o Banco de Valencia– y la reducción de más de 40 entidades a 17 después de un proceso de fusiones y adquisiciones. Sin embargo este gran engaño no ha podido mantenerse indefinidamente, desatándose una espiral que ya ha dejado al Estado español como una economía intervenida de facto y que podría acabar con el rescate integral de la Hacienda española.

Con la explosión del caso de Bankia en mayo empezó a aflorar el agujero de los balances del sistema financiero, mayoritariamente ligado al ladrillo, aunque también a créditos a Pymes y al consumo, que la recesión en curso puede añadir a la lista de morosos [1]. La mayor entidad española de las provenientes de una fusión de cajas de ahorro [2], y la tercera después del Santander y el BBVA, declaraba que no podía cubrir con fondos propios las previsiones exigidas por el Gobierno y la UE. Esto aceleró la salida de capitales del sistema financiero español, y se sumó al terror producido por los 184.000 millones que el sistema financiero español tiene en activos tóxicos [3]. El pánico a una quiebra en cadena y desordenada de los bancos españoles recorrió Europa y el mundo.

Rápidamente el gobierno de Rajoy comenzó a buscar los millones para su política de contención del déficit y créditos de los mercados, a cada vez más altos precios. No se trataba solamente de “nacionalizar” Bankia, sino de reforzar el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) para hacer lo mismo con todas las entidades a las que la UE está exigiendo balances de sus cuentas “sincerados” y supervisados por agencias independientes. A pesar de que no se tiene una cifra exacta de este “gran agujero”, la última Cumbre de la UE (28 y 29 de junio) fijó en 100.000 millones de euros el techo de los fondos europeos que vendrían a rellenarlo en los próximos meses y años.

Dicha Cumbre, y la posterior aprobación en los Parlamentos nacionales junto al Pacto Fiscal [4] y el visto bueno de la Comisión Europea, ha dado en principio luz verde al rescate europeo de la banca española. Si bien el Gobierno se jacta de que ha logrado que dicho rescate no compute como deuda pública, lo cierto es que la deuda continúa creciendo (al menos hasta 2013 los fondos no irían directamente a la banca, cuando la supervisión y control financiero haya pasado definitivamente al BCE). Ésto unido a las dudas de cuántos millones serán finalmente necesarios para rescatar el sistema financiero –al que prácticamente solo presta ya el BCE por desconfianza total, ya se le deben 337.000 millones– hace crecer aún más la desconfianza en que el Estado español será solvente para capear este temporal.

Las perspectivas generales de la economía española no hacen más que alimentar las dudas sobre su solvencia en un futuro inmediato. Se encuentra sumida en una nueva recesión que promete ser dura y prolongada, alcanzando el 1,5% para el año en curso. El desempleo sigue también al galope, según la última Encuesta de Población Activa ya alcanza el 24,6%. Este panorama está azuzado por la política de recortes que vienen llevando adelante. La caída del gasto y la inversión pública, arrastra al consumo y al índice de producción industrial (-5,4% en mayo).

Se trata de la espiral ya ensayada en Grecia y Portugal, y que cada día convence menos a los acreedores. A pesar de la dureza del gobierno de Rajoy en la aplicación de todas las directrices exigidas por el BCE, la UE y el FMI, no parece que se pueda recuperar la confianza en la deuda española. Así lo atestigua la escalada de la prima de riesgo. En el mes de julio la escalada no se detenía, aún a pesar de que en esos días se certificaba en el parlamento alemán la ayuda a la banca española y Rajoy anunciaba y aprobaba en las Cortés el mayor ajuste de la democracia (65.000 millones de euros, que se ampliarán a 102.000 hasta 2014). Solamente las posteriores declaraciones de Mario Draghi, presidente del BCE y otros altos cargos de esta institución, sobre una posible ampliación del Fondo de rescate europeo para que pueda comprar deuda de los Estados en “peligro” ha logrado una nueva relajación. Esta rebaja coyuntural de la presión sobre la deuda española no asegura que no se trate de otra “calma chica”, tal como lo mostró la reacción de los mercados ante la última reunión del BCE –en la que se aplazó la intervención de esta institución en la compra de títulos hasta que los países en cuestión soliciten dicha ayuda–. Todo apunta a que un rescate integral al Estado español es una posibilidad creciente. Los más de 50.000 [5] millones que debe refinanciar antes de que acabe el año (la mayor parte en el último trimestre) pueden ser la pluma que termine inclinando la balanza hacia el lado del rescate.

El alto coste del rescate que se impone a los trabajadores y el pueblo

Felipe González, ex-presidente del gobierno español de 1982 a 1996, se lamentaba recientemente en una entrevista a El País de que “por solo 30.000 millones sufrimos las exigencias de una intervención plena” [6]. Y es que a pesar de lo parcial del rescate, el gobierno de Rajoy viene actuando con un nivel de servilismo similar al de los gobiernos griego y portugués. Antes de que se desatase la actual tormenta el PP se vanagloriaba de ser un “alumno aventajado” en la UE. Y ahora el rescate al sistema financiero viene acompañado de una batería de medidas y “recomendaciones” propias de cualquier Estado intervenido.

En primer lugar la reestructuración y supervisión del sistema financiero español queda en manos del BCE y las agencias independientes que éste contrate. Todo apunta a que Alemania y otros países acreedores tratarán de convertir este rescate en una oportunidad para quedarse con los activos más rentables. Pero además de las condiciones “bancarias” que sí reconoce el Gobierno, hay todo un memorándum cuya existencia Rajoy y sus ministros vienen negando sistemáticamente. Sin embargo, en la aprobación del rescate bancario en el parlamento alemán las condiciones “no bancarias” han salido a la luz [7].

Esta agenda de ajustes draconianos persigue asegurar el control del déficit público. El objetivo del 3% se retrasa a 2014, se alarga el plazo pero el aumento de los intereses y algunos gastos como el déficit de la Seguridad Social (fruto de la bajada de cotizaciones ante el constante aumento del paro), siguen complicando las metas pactadas. Para intentar alcanzarlo el gobierno de Rajoy está lanzando un ataque histórico, el mayor recorte de toda la etapa democrática. El pasado 11 de julio se anunció el recorte de 65.000 millones de euros en los dos próximos ejercicios, y el 19 de julio, al mismo tiempo que las calles se llenaban de cientos de miles de manifestantes y la deuda se disparaba, el PP aprobaba en solitario estas medidas en el Parlamento. Los llamados “hombres de negro” de la UE vendrán cada tres meses a revisar su cumplimiento, y seguramente a pedir nuevos y mayores “esfuerzos”.

De entrada Rajoy ha impuesto un aumento del IVA, del 18% al 21%, sacando de la cesta de IVA reducido (7%) muchos productos, como los relacionados con el ocio, la cultura o el material escolar. También se ataca a los trabajadores desempleados, endureciendo las condiciones para cobrar y mantener la prestación y acceder al subsidio. Además a partir de los 6 meses la prestación se verá reducirla un 16,6%, quedándose en la mitad de su antiguo salario base. Los trabajadores públicos ven recortada su masa salarial en más de un 7%, con la eliminación de la paga extra de navidad. Y para aquellos que están sujetos a convenio colectivo –todos los “laborables” y contratados– se propone la posible liquidación de sus condiciones para poder cumplir los objetivos de “estabilidad presupuestaria” y miles de despidos en sanidad, educación y empresas públicas, así como la liberalización y privatización de aeropuertos, ferrocarriles y otros servicios públicos.

Estas medidas, junto a las ya aprobadas a lo largo de 2012 (como la Reforma Laboral que pretende liquidar los convenios colectivos del sector privado), son una auténtica generalización de los ataques a todos los sectores obreros y populares. Hasta ahora la crisis se venía cebando en forma de desempleo de masas que afectaba especialmente a los trabajadores inmigrantes, la juventud y los trabajadores precarios y temporales. Con los primeros recortes en educación y sanidad se empezó a atacar a sectores de los empleados públicos, pero concentrándose en los contratados e interinos. Todo esto fue aumentando el malestar entre los estudiantes, y otros sectores populares usuarios de la sanidad pública, la enseñanza y otros servicios, que veían cómo a un ritmo fugaz se iban deteriorando estas conquistas –con cierres de centros de salud, de plantas hospitalarias, servicios de urgencias.

Sin embargo, el capitalismo español no se puede quedar en este nivel de ajuste, y le toca avanzar sobre sectores del proletariado con mejores condiciones y mayor tradición de resistencia. Las consecuencias de la Reforma Laboral prometen incendiar la industria, los grandes servicios y el transporte, es decir aquellos sectores donde los trabajadores conservan, por medio de sus convenios, importantes conquistas y derechos adquiridos. Los sectores más altos de la clase trabajadora, que además forman la médula de la base de los sindicatos, están siendo atacados frontalmente. La gran respuesta que constituyó la huelga general del pasado 29 de marzo fue un anuncio de la conflictividad que puede desatarse en estos sectores obreros, si bien todavía la burocracia sindical está actuando de corsé para evitarlo, junto al terror al desempleo. Dentro de la oleada de ajustes el Gobierno ha querido también avanzar sobre un sector con un gran historial de organización y lucha, los mineros, desatando un conflicto que como explicamos más abajo puede suponer un punto de inflexión en la situación. Y ahora quiere tocar la otra gran pata de los sindicatos, los trabajadores públicos, que ya están protagonizando las primeras oleadas de protestas.

Esta tendencia a atacar a los sectores más concentrados de la clase obrera no es exclusiva del Estado español. Se ve ya también en Francia con el anuncio de miles de despidos en PSA, Citroën, Air France y Arcelor Mittal o incluso en Alemania con el cierre previsto para el año 2016 de la planta de GM-Bochum, uno de los centros más combativos de esta multinacional del automóvil.

También sectores de la pequeño burguesía se van a ver afectados por estos ataques. El pequeño comercio está amenazado de sucumbir ante la liberalización de su sector con la libertad de horarios comerciales, que les dejan en muy mala posición para competir con los grandes supermercados.

Rajoy arremete con una agresiva declaración de guerra a todos los sectores obreros y gran parte de las capas intermedias. Esto abre una espiral que ya hemos visto dramáticamente en Grecia. A las sucesivas previsiones de déficit incumplidas se sucederán nuevos paquetes de ajuste como el aprobado. Estamos pues ante el ajuste más duro de la democracia, pero no el último.

Un Régimen cada vez en mayores apuros

Este ataque generalizado se da en el mismo momento en el que el Régimen empieza a sufrir mayores tensiones por arriba. Las diferentes alas burguesas regionales se encuentran vacilantes entre la “responsabilidad de Estado”, que amerita “unidad” para hacer tragar los “sacrificios”, y la defensa de sus intereses particulares.

Todos los agentes del Régimen –Monarquía, partidos parlamentarios, burocracia sindical– son cada vez más conscientes de los riesgos que amenazan al Régimen del ’78. Éste es visto por millones como una “democracia para ricos”, totalmente sumiso a los intereses de la banca y las grandes fortunas. El movimiento de los “indignados” de 2011 expresó este rechazo, que sobre todo se focalizaba hacia los partidos del Régimen en la consigna “no nos representan”. La “indignación” no ha disminuido, y se ha ido transformando en procesos de lucha cada vez más “amenazantes”. Desde el inicial resurgir del movimiento estudiantil y las primeras salidas a escena de la clase obrera, como el 29M –en unidad con la juventud, los estudiantes y parados– y más recientemente con el conflicto minero. Los ataques que se han anunciado y los que están por venir solo van a “echar más gasolina a las calles”, como advertía el diputado de Izquierda Unida, Cayo Lara, en el Parlamento, tratando de convencer al Gobierno de que desistiera de tomar estas medidas por el bien de este Régimen podrido.

Para dar legitimidad a estos ataques el PP no ha hecho grandes intentos de llegar a “consensos”. Ni siquiera se muestra muy “atento” con su propia base social. Gran parte de sus medidas son un incumplimiento flagrante de su programa electoral (como las subidas de impuestos o del IVA), que enfadan también a sectores de clase media, pequeños patrones, etc. También ha desistido de buscar un acuerdo con la burocracia sindical. Tampoco parece muy preocupado en repartirse los costes políticos de sus medidas, prefiere tirar de su mayoría absoluta y pasa por encima de los llamamientos del PSOE a un Pacto de Estado o las demandas de las burguesías regionales.

Todo esto está ampliando aún más la crisis de los partidos del Régimen. Las elecciones de 2011 evidenciaron la debacle del PSOE, que se sigue profundizando (pasa del ya débil 37,8% de noviembre al 24,7% que le dan los últimos sondeos). Pero lo nuevo es el desplome abrupto del hasta hace poco exultante PP. Desde marzo, cuando ya empezó a descender ha pasado del 44,6% de las elecciones, a un 30% en las encuestas de julio. La derecha que aparecía como “recambio” natural, que incluso generó ilusiones en sus votantes y más allá de ellos de que traería una solución o alivio a la situación, está declinando rápidamente, como Zapatero en 2010. Los dos grandes partidos del Régimen del ’78 se muestran incapaces de salvarlo, aparecen más bien como sus enterradores.

Esta actitud, más allá de la idiosincrasia de la “derechona” española, está fundada en el proyecto que ésta encarna, y que es expresión de las necesidades del capitalismo español para salvarse sobre los hombros de los trabajadores y el pueblo. Se trata de una “re-estructuración” en toda la regla del Régimen político español que se lleva por delante algunas de las principales concesiones en las que se basó la llamada Transición para ofrecer un desvío reaccionario al ascenso obrero y popular que había puesto en crisis a la dictadura y amenazaba con convertirse en un proceso revolucionario.

Por un lado el Estado de las autonomías, destinado a desviar y tratar de “desactivar” la lucha por tareas democráticas fundamentales –como el derecho a la autodeterminación de vascos y catalanes. Un “desvío” que ha resultado a la larga demasiado costoso económicamente, y que con las “vacas flacas” parece un “lujo” que el capitalismo español no puede seguir costeando.

Por el otro, el rol que otorgaron a los sindicatos y las ayudas directas al fortalecimiento de su aparato. Al mismo tiempo una concesión a los trabajadores para intentar coptar a los sectores con mejores condiciones y “sacarlos de la calle”, y un “pago” a los dirigentes traidores del movimiento obrero que aceptaron los Pactos de la Moncloa, la Constitución y la Monarquía.

Todas estas concesiones han podido seguir siendo costeadas con las décadas de crecimiento económico, sobre todo desde 1996 hasta la actual crisis. La bonanza económica lubricada con crédito abundante y fácil permitió posponer estos problemas. En estos momentos de graves dificultades económicas estas contradicciones se ponen de nuevo en evidencia.

Por un lado se trata de reventar el llamado “café para todos” [8], el Estado autonómico, e iniciar un proceso re-centralizador. Las burguesías periféricas de momento mantienen posiciones oscilantes. El estado anémico de las haciendas autonómicas las deja en una clara posición de desventaja en esta renegociación. De hecho, en una escala estatal, Rajoy quiere jugar a ser Merkel contra las Comunidades Autónomas. El recientemente creado Fondo de Liquidez Autonómica ofrece “salvavidas” financieros a las Comunidades en apuros a cambio de que queden de facto intervenidas sus cuentas. Un rescate casi obligado, pues de momento Rajoy se niega a alargar los plazos de cumplimiento del déficit a las Comunidades –tal como Bruselas le ha concedido al Estado español de conjunto– e incluso se niega a entregar la parte proporcional de la subida del IVA que les tocaría a estas administraciones. El Estado central por esta vía recupera el control del gasto en competencias transferidas desde hace décadas, como la sanidad o la educación.

Esta es una primera medida que el PP querrá aprovechar para avanzar en la reconfiguración del modelo de Estado, sin descartar que termine usando mecanismos aún más agresivos como la misma suspensión de aquellas Autonomías que se indisciplinen a los planes de ajuste dictados. Dos de los “feudos electorales” del PP, la Comunidad Valenciana y Murcia, han sido los primeros en solicitar el rescate. Acto seguido lo ha hecho Catalunya, que con una deuda de 42.000 millones es incapaz de hacer frente no solo a los vencimientos de los próximos meses, sino incluso a gastos corrientes como el pago de hospitales y colegios, que en julio se han quedado sin su asignación correspondiente. No es de extrañar que sea el arco mediterráneo el primero en quebrar, pues se trató del epicentro de la burbuja inmobiliaria de 1998-2008. Las penurias por las que pasan Castilla la Mancha, Aragón y otras muchas Autonomías pueden llevarlas al mismo camino.

En este panorama los conflictos centro-periferia pueden agravarse cualitativamente, volviéndose a situar la cuestión catalana y vasca como un elemento peligroso para el Régimen. Las regionales tienen gobiernos del PP al frente, que de momento se disciplinan en general a Rajoy y las del PSOE-IU –Asturias y Andalucía– vienen aplicando los recortes que se les requiere con poca pelea.

En el caso del País Vasco la derrota de ETA –en proceso de disolución– y la conquista de la Lehendakaritza (Presidencia del Gobierno vasco) por el Partido Socialista de Euskadi (PSE) –apoyado por el PP– han sido dos victorias de la burguesía central que parece pueden perderse de inmediato. Por un lado el éxito electoral de la izquierda abertzale con sus coaliciones electorales [9] la sitúa como segunda fuerza para las elecciones vascas de 2013. Esto, junto a la ofensiva re-centralizadora, ejerce una presión sobre el Partido Nacionalista Vasco (PNV) para aumentar su discurso soberanista y no prestarse a servir de muleta al PP en las Cortes Generales.

La burguesía catalana, por medio de su principal formación la coalición Convergencia i Unió (CiU), ha actuado hasta ahora con mayor “responsabilidad”, con apoyos puntuales al PP. Esta actitud se ha roto recientemente con su negativa a apoyarle en el último paquete de medidas en respuesta a la amenaza re-centralizadora. Sin embargo la asfixia económica y las amenazas de intervención indirecta e incluso directa, hace que estén tratando de conformar un bloque con el resto de fuerzas políticas catalanas en contra del PP y a favor de un nuevo concierto económico, el llamado Pacto Fiscal.

Estas peleas por el reparto de la tarta, o mejor dicho de los costes, pueden tener resonancia en la lucha y las reivindicaciones por los derechos democráticos de las nacionalidades que componen el Estado español. Más allá de que ni CiU, ni el PNV, se dispongan a dar una pelea en serio por el derecho de auto-determinación, sí van a agitar los sentimientos populares en favor de esta justa demanda para tratar de ganar respaldo social en su regateo. Para evitar que estas aspiraciones sean manipuladas por estos sectores burgueses se impondrá la necesidad de una lucha independiente de los trabajadores y sectores populares vascos y catalanes, junto con los del resto del Estado, por acabar con un Régimen que además de negar este derecho fundamental quiere volver al Estado centralista de la Dictadura.

El otro de los pilares de la Transición que quieren llevarse por delante es el modelo de relaciones laborales, instaurando la más absoluta arbitrariedad patronal y convirtiendo a los sindicatos y sus funciones en mero papel mojado. Esto es lo que ocurre desde la aprobación por decreto de la Reforma Laboral en febrero. Sirvan de medidor las cifras sobre Expedientes de Regulación de Empleo (ERE). En los cinco primeros meses del año los ERE han aumentado en un 66,7%. Al mismo tiempo el número de ERE impuestos sin llegar a ningún acuerdo con los trabajadores se ha disparado. En febrero fueron impuestos el 10% del total, en marzo el 29%, en abril el 56% y en mayo el 68% [10]. Es decir el papel de “negociador” que hasta ahora jugaban delegados, Comités de Empresa e incluso las Federaciones de rama de los sindicatos, está extinguiéndose.

El PSOE, y su correa de transmisión en el movimiento obrero, la burocracia sindical, quieren a toda costa mantenerse en una posición de lealtad, pero no les resulta fácil. Esto es así sobre todo para la burocracia sindical que se ve en gran medida cada vez más “fuera” del nuevo modelo de relaciones laborales que quiere diseñar la derecha. Además la creciente presión por abajo la está forzando a tener que llamar a movilizaciones –como las manifestaciones del 19J contra los nuevos recortes– e incluso a una nueva huelga general para el otoño (boreal). Por ello su ubicación de criminal contención puede cambiar rápidamente porque dicha presión –que es cada vez menos administrable y encuadrable en la “tregua” decretada tras la huelga del 29M– y su “instinto de supervivencia” les fuerza a ello. Por otro lado Rubalcaba (secretario general del PSOE) mantiene una oposición de bajo nivel, se niega a azuzar movilizaciones y clama todo el tiempo por un pacto de Estado o un gran pacto social.

Entre tanto la cúspide del Estado, el Rey, se encuentra en una situación difícil. El desgaste de su imagen por los casos de corrupción de su nuero Iñaqui Urdangarín, sus viajes de cacería de elefantes en mitad de una de las peores semanas para la economía española y el creciente cuestionamiento a su institución, siguen en ascenso. Esto lo debilita para poder jugar un rol de árbitro más abiertamente, como le tiene reservada la Constitución de 1978. Sin embargo avanza poco a poco en tratar de hacerlo, aunque aun modestamente, consciente de que la crisis con la que se compara la actual, la de los años ’30, le costó la Corona y el exilio a su abuelo Alfonso XIII. Una muestra de ello la dio al ocupar la presidencia del último Consejo de Ministros. Algo excepcional, que solo ha ocurrido en 17 ocasiones, la mayoría en los comienzos de la democracia o en momentos especialmente “felices” para el Régimen (como la entrada en la UE, OTAN, Euro, etc.). Esta vez era para tratar de dar apoyo y más legitimidad al duro ajuste, un mensaje al PSOE y el resto de los partidos del Régimen.

Tampoco el poder judicial está exento de éste desgaste. Hace pocas semanas un vocal del Tribunal Supremo denunció al Presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar, por los fines de semanas que pasaba en hoteles de lujo y los gastos enormes a costa del erario público. Se dio un agudo enfrentamiento entre el sector “progresista” del Tribunal y el más reaccionario, que ha acabado con la destitución del conservador Dívar y el nombramiento del “progresista” Gonzalo Moliner. También el Tribunal Constitucional está en la misma senda. Hace pocos años fue su pronunciamiento contra el Estatut y luego el problema del idioma en que se dan clases en Catalunya, la ilegalización de la izquierda nacionalista vasca, etc. El escándalo con el que echaron al juez Garzón por amagar con investigar el terrorismo de estado bajo la dictadura fascista de Franco, también salpicó la imagen de la Justicia del Régimen del ’78.

La lucha minera, ¿un punto de inflexión en la lucha de clases?

Hasta el mes de mayo, dos habían sido los principales procesos de la lucha de clases que había dado la crisis en el Estado español. Por un lado el movimiento de los “indignados”, que sacó a la luz el cabreo sobre todo de la juventud, y que se había logrado estructurar parcialmente en el movimiento estudiantil –que ha iniciado un proceso de recomposición paulatino– o el movimiento vecinal –ligado a la lucha contra los desahucios y defensa de sanidad pública. Por el otro la huelga general, que fue una gran demostración de fuerzas de los sectores más concentrados de la clase obrera y un avance respecto al 15M, por la unión en las calles de indignados, estudiantes y trabajadores. Se fortaleció episódicamente el sentimiento de clase, muy ausente en el 15M, y en algunos lugares como Barcelona se expresó un comienzo de ruptura de parte de miles de jóvenes y trabajadores con el prejuicio pacifista del movimiento de las plazas.

Esta dinámica tan progresiva fue contenida por la burocracia sindical que desde la huelga no había llamado a ninguna acción contundente. En lugares como Barcelona la burocracia fue “ayudada” en su intento de desmovilización por una fuerte oleada represiva con decenas de detenciones, huelguistas en prisión preventiva, multas, etc. Sin embargo lo que no pudieron evitar fue que se siguieran desarrollando conflictos obreros por sectores y el mismo movimiento estudiantil. Un buen ejemplo fue la huelga educativa del 22M o la dinámica de final de curso en muchas facultades contra la subida del 66% del precio de las matrículas que auguran una “vuelta a clases” caliente. De hecho ya hay convocada una huelga indefinida en la educación madrileña y también de estudiantes de varias universidades catalanas.

La criminal tregua de la burocracia sindical se daba en el marco de los anuncios permanentes de nuevos ataques por parte del Gobierno en cada Consejo de Ministros de los días viernes. Envalentonado por la política de la burocracia se animó a ir contra uno de los sectores históricamente más combativos de la clase obrera, los mineros. Se trata de un ataque en toda la línea, un recorte de poco más de 200 millones de euros destinados a subvenciones, que provocaría el cierre total de la minería del carbón y el despido de 8.000 trabajadores de la minería más otros 24.000 de empresas auxiliares. Una apuesta arriesgada, pues más allá del retroceso que este sector ha vivido desde el inicio de la reconversión de los años ’90, aún mantiene –como hemos visto– un alto grado de cohesión, organización y combatividad. El intento anterior de Zapatero en 2010 de acelerar el cierre de la minería se enfrentó a combates duros, que se zanjaron con un acuerdo para posponerlo a 2018. Un mal acuerdo hecho pasar por la burocracia del SOMA-UGT [11] –el sindicato más zapaterista de todos– junto a CCOO.

La aceleración del cierre de las minas es un recorte más de los que pide la UE. Pero además de lo estrictamente presupuestario apunta a eliminar la extracción carbonífera en el Estado español en el mismo momento en que Alemania se está proponiendo volver a poner en explotación viejas minas cerradas, como han sacado a la luz los sindicatos mineros [12]. Es un recorte cuantitativo y cualitativo para Alemania, con lo que la presión para hacerlo efectivo es mayor. Por otro lado animado por la política de Toxo y Méndez, y quizá por la idiosincrasia de la derecha española, se subestimó la capacidad de reacción minera.

El Ministro del Interior ha militarizado las cuencas mineras con policías de todo el Estado, y lleva adelante operativos propios de la Dictadura –con cortes de teléfono y luz a localidades enteras, entrada en domicilios, palizas a habitantes y pinchazos de ruedas. Ahora que el conflicto ya está desatado el objetivo del PP no es otro que convertirlo en una gran derrota ejemplificadora. Quiere emular a Thatcher con los mineros y a Reagan con los controladores aéreos: derrotar a un sector emblemático de la clase obrera para así poder más fácil avanzar sobre otros sectores de la aristocracia obrera. Algo que está sembrado de contradicciones, pues la crisis y ataques generalizados hacen difícil que incluso un panorama así pudiera evitar la salida a la lucha de cientos de miles de jóvenes y trabajadores, inspirados muchos de ellos por los métodos y combatividad de los mismos mineros. Rajoy y el PP olvidan que otra gran derrota, la de la Comuna Asturiana de 1934, solo dio una breve tregua a la derecha republicana y fascistizante. Y que el ejemplo de los “abuelos” de los que hoy pelean en las cuencas mineras inspiró e influenció a millones de obreros y campesinos que salieron a luchar bajo el bienio negro, el Frente Popular y derrotaron a los fascistas en gran parte del territorio ibérico en 1936.

La lucha minera –con los enfrentamientos con la Policía y la Guardia Civil, dos meses de huelga, semanas de encierros, la Marcha Negra a Madrid, etc.– ha superado los pronósticos del Gobierno y la burocracia sindical. Ésta ha mantenido un programa ligado al de la patronal –que se mantengan los subsidios a las empresas–, y aunque no se ha opuesto abiertamente (o no ha podido hacerlo) a los métodos radicalizados, ha tratado de mantener la lucha circunscrita a las comarcas mineras. Las burocracias confederales han sido las mayores defensoras de esta línea, que busca aislar el conflicto para que el desgaste y la penuria económica permitan abortarlo o poder imponer un mal acuerdo. Las direcciones sindicales de las minas están más presionadas por la base y por el hecho de que el cierre se los lleva por delante también a ellos.

La llegada de la Marcha Negra a Madrid –200 mineros arropados por más de 25.000 personas que los recibíamos– tuvo un efecto moralizante y de ruptura del aislamiento al que la burocracia condena a la lucha. El recibimiento masivo y la manifestación del día siguiente, fueron grandes actos de masas que –sin haber sido militados de una forma especial por la burocracia sindical– rompían en gran medida el aislamiento de las cuencas. Incluso en los discursos oficiales se hablaba ya de unirse con otros sectores obreros como única vía para echar atrás los recortes a la minería y otros. En el acto de la Puerta del Sol –donde el 10 de julio concluyó la Marcha Negra– una de las intervenciones de mineros fue precisamente planteando la necesidad de unirse mineros, profesores y médicos, entre otros, para frenar la ofensiva del PP.

Sin embargo, luego de la marcha, la burocracia ha reforzado aún más la política de aislar el conflicto e incluso de tratar de romper la unidad del sector. Sindicatos como USO han estado semanas promoviendo el fin unilateral del paro en las minas y subcontratas de Hunosa, y las direcciones sindicales de Aragón levantaron la huelga antes incluso de las reuniones con el Ministerio que estaban previstas para el 30 de julio. Así, y apoyándose también en el desgaste económico de los mineros –pues no se ha impulsado ninguna caja de resistencia–, han logrado poner fin a la huelga sin obtener ningún resultado. Está por verse si esto va a tener el efecto de una “tregua” –que coincide con el mes de agosto, pleno periodo vacacional– y se retoma la lucha en septiembre, o si es el comienzo del desmantelamiento del conflicto.

Por el momento el conflicto minero ya ha tenido efectos en la conciencia de millones de jóvenes y trabajadores. Las jornadas de Madrid fueron una buena expresión de ello, miles se veían identificados, tomaban como referentes a este sector de la clase obrera por su historia y el imaginario que tienen. Esto ya se venía expresando en las redes sociales y en el impacto que la lucha minera estaba teniendo en el activismo, la vanguardia del 15M y el movimiento estudiantil. Lo de Madrid fue una buena demostración de la hegemonía que un sector obrero puede ejercer en el resto de trabajadores y sectores populares, que se expresó en forma de apoyo y solidaridad, pero que también empieza a mostrarse en forma de imitación, “hacer como los mineros”, o en la idea de unir a todas las luchas y a todos los trabajadores que expresaron los mismos mineros.
En las regiones mineras son abundantes los conflictos de trabajadores, sobre todo en Asturias, y ha habido intentos de unirse con los mineros; como con la huelga del transporte en junio –rápidamente levantada por la burocracia con un mal acuerdo– o la de la educación. En algunas huelgas fuera de Asturias se toma la lucha minera como un ejemplo, como en la acería CELSA de Barcelona donde decenas de jóvenes trabajadores han estado “ensayando” barricadas y lanzaderas para enfrentar los intentos de los Mossos d´Escuadra (Policía catalana) de evitar que cortasen la autopista cercana a la empresa. En los días posteriores al paso por Madrid, los trabajadores públicos han protagonizado permanentes protestas y manifestaciones contra los últimos ajustes. El mismo movimiento del 15M se ha visto golpeado por la marcha, aumentando el sentimiento clasista en varios sectores y rompiendo con los prejuicios pacifistas dando paso a métodos de mayor combatividad y defensa frente a la actuación policial.

De hecho el conflicto minero parece que muestra la apertura de una respuesta cada vez más generalizada contra los ataques de Rajoy. Los trabajadores públicos están en pie de guerra desde el mismo anuncio de los últimos recortes, los sindicatos del País Vasco han anunciado huelga general para septiembre y es probable que termine extendiéndose al resto del Estado (como ya pasó en la última convocatoria del 29M), mientras que el movimiento estudiantil prepara una vuelta a las clases caliente, junto a profesores y trabajadores no docentes de la educación.

El corsé de la burocracia sindical

En el Estado español se está abriendo una situación en la que desplegar un programa ofensivo es una tarea clave ya que puede hacerse carne en sectores de la vanguardia obrera y juvenil. La huelga general del 29M junto a la huelga de los mineros del carbón han marcado un punto de inflexión en la lucha y el estado de ánimo de las masas. La combinación de crisis económica aguda, desgaste acelerado del gobierno de Rajoy, un Régimen atravesado por cada vez mayores contradicciones y los efectos de los durísimos recortes implementados desde hace ya dos años están sentando las bases para que se pueda abrir una situación pre-revolucionaria. El elemento nuevo es la respuesta de las masas que comenzó con la juventud del 15M pero que ahora parece estar contagiándose a crecientes sectores de asalariados, en especial el sector público.

En la huelga general del 29M se dio en las calles una primera muestra de lo que puede ser la unidad de las filas obreras, en los piquetes y en las manifestaciones donde confluyeron jóvenes activistas, trabajadores sindicalizados, como así también parados y/o precarios que no pudieron, en muchos casos, ejercer la huelga. Puede ser el germen de nuevos organismos o reagrupamiento de activistas que superen los marcos establecidos por la burocracia. La huelga de los mineros, a pesar de los límites que impuso la burocracia sindical, se ha convertido en “un ejemplo a seguir” para miles de jóvenes, trabajadores y sectores populares. En la masiva manifestación de recibimiento del 11 de julio en Madrid, el “que no nos representan” del 15M contra los partidos del régimen, se convirtió en un “que sí nos representan” hacia los mineros en lucha. Esta huelga ha actuado de punta de lanza para que se desarrolle una respuesta generalizada al ataque del gobierno de Rajoy.

El principal obstáculo para la clase obrera son las direcciones sindicales de CCOO y UGT. El rol que han venido jugando ha tenido enormes consecuencias negativas hacia el conjunto del movimiento obrero, fortaleciendo la gran fragmentación y división en sus filas. Las direcciones sindicales han sido corresponsables de la secuencia de derrotas que ha sufrido la clase trabajadora. Así ha sido en el sector privado, como en la construcción –que ha afectado especialmente a los trabajadores inmigrantes– o las automovilísticas y la industria en general –con miles de despidos–, y ahora una brutal ofensiva generalizada con la Reforma Laboral y durísimos recortes y despidos. También en el sector público, en la sanidad y la educación los ataques vienen siendo brutales. Todas estas cuestiones han pasado muchas veces sin siquiera convocarse a asambleas por parte de los sindicatos, otras veces con luchas limitadas y aisladas conducidas a callejones sin salida.

Sin embargo, la magnitud del ataque, que afecta a todos los estratos de la clase obrera, facilita objetivamente la unidad de sus filas.
A su vez, la huelga de los mineros, demostrando la potencialidad de la clase trabajadora, es un salto cualitativo en relación al 15M donde la clase obrera intervenía de forma diluida; lo que fortalecía a las corrientes autonomistas logrando un punto de contacto con la izquierda anticapitalista y anarquista, que basan su política y programa en la actuación de “múltiples sujetos” y la “acción ciudadana”.

Este aspecto tiene enorme relevancia para los revolucionarios, porque la intervención de la clase obrera nos permite plantear ofensivamente la potencialidad de ésta para responder a la crisis capitalista e imponer su hegemonía. Los militantes de Clase contra Clase venimos dando esta pelea en todos los procesos que se están dando, como en el movimiento de los indignados o el movimiento estudiantil, donde organizamos sectores de jóvenes que pelean por la confluencia y unión con la clase trabajadora, organizando la solidaridad con los trabajadores de empresas en conflicto, entre otras acciones.

La mayoría de las corrientes de la extrema izquierda del Estado español han ido abandonando esta política clave, sin embargo hoy no pueden dejar de hablar y reivindicar la lucha de la clase trabajadora, aunque lo hagan como un sujeto más. Pero la situación y perspectivas que se abren en el Estado español, en Europa y a nivel mundial, someten a la izquierda y a los revolucionarios a una reflexión y debate serio sobre “estrategias” y “proyectos políticos”. Es decir, sobre cuál es la estrategia de los revolucionarios para vencer. Sectores de jóvenes y trabajadores comienzan a debatir cómo y con qué organización transformar este sistema capitalista, bajo qué ideología y qué estrategia.

Ante esto, el desarrollo acelerado de la crisis en el Estado español, el enorme movimiento de masas juvenil y popular del 15M hace un año, y la intervención de la clase trabajadora hoy, sorprende a la extrema izquierda española débil, política, estratégica y organizativamente. La izquierda sindical, por su parte, lejos está de mostrarse como una verdadera alternativa a las direcciones traidoras de CCOO y UGT.

El rol del anarcosindicalismo y la izquierda sindical: un obstáculo para superar los marcos de la burocracia sindical

La huelga de los mineros ha sido otra prueba más para la izquierda sindical. Ésta se ha mantenido en el mero periodismo y la casi total inmovilidad, con la excepción de una pequeña concentración en Barcelona convocada por la CNT y sobre todo de las muchas acciones realizadas por la CSI de Asturias, que se encuentra dentro del conflicto desde el principio. La principal central anarcosindicalista –CGT– si bien saludaba la huelga minera, no ha planteado una alternativa a la burocracia de CCOO y UGT. Y a pesar de llamar a la solidaridad “activa” se ha limitado a emplazar a que se acuda a las movilizaciones ya convocadas, sin impulsar ninguna propia, ni siquiera en los sectores y regiones donde tiene influencia. Excepto por alguna acción convocada en solidaridad por alguna organización en solitario, la izquierda sindical no está siendo capaz de mostrar una alternativa al aislamiento de esta lucha mas allá de las cuencas mineras; proponiéndose, por ejemplo, organizar manifestaciones e impulsar la caja de resistencia que están poniendo en pie los mineros, junto a proponer una política alternativa a la de la burocracia en la propia huelga.

La izquierda sindical, ha actuado durante todos estos años bajo un gran sectarismo con los trabajadores que se organizan en CCOO y UGT, sin diferenciar a la base de las direcciones, negándose a unirse a sus manifestaciones como hicieron el 29M, realizando acciones alternativas. Su constante abstencionismo a la lucha política contra CCOO y UGT expresa su negativa a pelearle la dirección de estos sectores a la burocracia sindical, a la vez que se niegan a tratar de organizar “de manera militante” a los sectores intermedios y sobre todo más precarios de la clase. Esto es aún más criminal cuando miles de estos trabajadores, asqueados de las direcciones de CCOO y UGT, toman a la izquierda sindical como un posible referente.

Sin embargo estas mismas fuerzas –como la Intersindical Alternativa de Catalunya o la propia CGT– el 19J han encabezado las manifestaciones junto a los dirigentes de CCOO, UGT e incluso los mal llamados “sindicatos policiales”; sin ningún “bloque crítico” ni política alternativa a la burocracia sindical. La contracara del sectarismo del pasado se expresa en este oportunismo, que los lleva a manifestarse en silencio acrítico con la burocracia de CCOO y UGT, y codo a codo con los policías. Algo que tampoco es muy contradictorio si tomamos en cuenta que fuerzas como la IAC organiza a los carceleros a través de su sindicato CATAC. Dicha contracara no es cuestionada por las organizaciones de extrema izquierda, incluso en su aspecto más grave –la “unidad” con los policías–, sobre el que se guarda silencio, o en algunos casos se apoya explícitamente –como hace el grupo de la LIT-CI, Corriente Roja [13]. Desde CcC venimos dando esta lucha política y de principios totalmente a contracorriente [14].

En definitiva en ningún caso alientan el surgimiento de verdaderas fracciones combativas y anti-burocráticas –ni que decir revolucionarias–, ni métodos de democracia obrera. Esta abstención en cuanto a insertarse y dar una lucha política en el movimiento obrero, es una razón importante para entender el atraso en el surgimiento de sectores que capitalicen el descontento creciente con la burocracia traidora. Durante el 29M fueron las manifestaciones de la CGT y la izquierda sindical las que más capitalizaron a la juventud indignada y los trabajadores no organizados. Una influencia que están utilizando muy poco para organizarlos en sus centros de trabajo más allá de las movilizaciones. Por tanto no son sindicatos militantes –no promueven asambleas para organizar a los trabajadores–, y procesos como el que impulsamos los militantes de CcC en Telepizza [15] –consiguiendo la readmisión de un trabajador despedido por represión sindical y que se obtuviese un Comité de Empresa– son una “rara avis” en el movimiento obrero del Estado español, y el anarco-sindicalismo y otras fuerzas de la izquierda sindical no trabajan para generalizarlos.

Por otro lado, en su discurso no hablan de “obreros” o “clase trabajadora” sino de “precarios” como algo aparte y totalmente opuesto; e incluso proponiendo “otras nuevas formas de lucha” como huelgas sociales, de consumo, etc. Todo este sector abarca desde sindicatos como la IAC y las fuerzas anarco-sindicalistas como la CGT, hasta a la CNT. Esto, unido a su política sectaria respecto a las bases de CCOO y UGT, dificulta que el potencial de estos sectores de la juventud y el proletariado puedan impactar, influir y confluir con los que aún dirige la burocracia sindical; y acaban siendo una traba en los hechos para poder construir una alternativa real y combativa a CCOO y UGT.

Lamentablemente la izquierda anticapitalista es parte de este rechazo a la auto-organización, y apuesta únicamente por los frentes únicos de tendencias –diplomáticos y acríticos– entre ella y las direcciones anarco-sindicalitas y de la izquierda sindical como máxima instancia de organización; lo cual es una traba constante para la extensión de formas de organización y democracia de los luchadores, y fortalece las tendencias vanguardistas.

El abandono de una estrategia de clase: puntos de contacto entre el anarquismo ibérico, el autonomismo y la izquierda centrista

Un reverdecer del anarquismo, aunque adaptado a los “nuevos tiempos”

Esta práctica sindical es la continuación de la evolución a derecha que viene teniendo el anarquismo ibérico en las últimas décadas, que agudizan los límites y vicios históricos de esta corriente en un sentido socialdemocratizante, rompiendo lazos con los aspectos más progresivos de esta tradición que fue una de las fundadoras del movimiento obrero en el Estado español y organizadora de parte de sus sectores más combativos y revolucionarios.

La ubicación de la izquierda reformista e incluso de la extrema izquierda centrista está por detrás de los fenómenos de mayor radicalización que se dan en la juventud, como ocurrió con los sectores más combativos del 15M. Esto contribuye a que los sectores más radicalizados del nuevo activismo terminen fortaleciendo su rechazo a la “izquierda”, a los partidos y grupos políticos y se deslicen a opciones anarquistas o autonomistas. Este fenómeno se da sobre todo en Catalunya debido al mayor peso de las tradiciones anarquistas, que perviven en el imaginario de la juventud. En otros países europeos estamos viendo también un crecimiento de estas corrientes entre lo más radicalizado de la juventud, como en Grecia e Italia. Una fuerte polarización política en el Estado español es probable que dé como resultado un fraccionamiento de los sectores más combativos de la juventud hacia posiciones de este tipo. El anarquismo, no necesariamente con las mismas formas y mucho menos con la misma importancia que durante la revolución española, se puede presentar de nuevo como un obstáculo importante para amplios sectores de vanguardia en la lucha por construir un partido revolucionario en el Estado español.

Un reciente artículo publicado en Rojo y Negro, el periódico mensual de la CGT, daba cuenta de cuál es la nueva cosmovisión de buena parte del anarquismo actual. Se trata de una cosmovisión “renovada” a los nuevos tiempos, que potenció todos los aspectos más negativos e incluso abandonando algunos de los puntos progresivos de la tradición anarco-sindicalista de los años ’30. Se hacen eco del discurso de las “nuevas formas de lucha” –huelga social y de consumo, en contraposición a la huelga obrera y la huelga general–, de las teorías de los movimientos sociales, los sujetos múltiples o el cooperativismo. Hoy siguen desplegando su estrategia “contraria a la dictadura del proletariado” mientras también promulgan una lucha multi-sujetos. E incluso algunos se están replanteando abiertamente dejar de ser una corriente “anarco sindicalista”, abandonando el sindicalismo. Veamos cómo lo sintetizan en un artículo publicado después de la huelga del 29M donde analizan cómo “la cultura libertaria está renaciendo de sus cenizas”: “Dediquémonos a lo nuestro. Lo nuestro es la libertad, la igualdad, la fraternidad, la igualdad de sexos, la ayuda mutua, la cooperación, la federación voluntaria, el socialismo voluntario –sin dictaduras del proletariado, ni contenedores quemados por el proletariado. Lo nuestro es la modulación de un nuevo consumo, un nuevo ahorro, nuevas financiaciones, la democracia económica, la ampliación de los márgenes de lo posible, la creación de discursos interesantes y apasionantes. Lo nuestro es continuar aquella actualización iniciada en los ’70 –e interrumpida, zas de golpe–, con la formulación de un anarquismo pertinente, cotidiano, y que vertebre nuevas formas de asociación, de coordinación, de cambios. Lo nuestro, lo que hacemos bien, es vivir de manera diferente, reunirnos en nuestros grupos de afinidad con nuestros amigos, y hablar de cosas que afecten positivamente a la sociedad. Y de cómo diablos aplicarlas. Carecemos de texto sagrado, somos una comunidad de lectores que siempre ha sabido crear y distribuir sus textos. Lo nuestro es que esos textos existan en la era digital. Lo nuestro es crear nuevos referentes informativos, que amplíen las descripciones de la realidad y que sean sensibles de influir, por su calidad, en la sociedad. Lo nuestro es, llegados al inicio de una edad de plata –y si eso es cierto–, la formulación de una asociación específica ibérica, que sea lo que siempre han sido las específicas por aquí abajo: algo laxo, confederado, discreto, adogmático, que no ordene nada a nadie, pero que nos ayude en nuestros diálogos” [16].

El conjunto de las organizaciones anarquistas existentes están dentro de este nuevo anarco-autonomismo ibérico. Lo cual también requiere reabrir un debate de estrategias con esta corriente de arraigo histórico en el Estado español, debate inexistente entre las diferentes corrientes de izquierda.

El anarquismo actual coincide con las corrientes autonomistas en varios puntos nodales. Así es con el abandono de una estrategia de clase por una de múltiples sujetos que los convierte en aliados de facto de aquellos sectores autonomistas que son un obstáculo para la confluencia de la lucha de la juventud con los trabajadores. En el 15M estas corrientes fueron parte de la visión de la lucha exclusiva desde las plazas y los barrios, olvidándose de llevar la indignación a los centros de trabajo. Con un discurso algo más encendido, acaban siendo el “ala izquierda” de la lucha “ciudadana”.

También reproducen los viejos prejuicios acratas, contra la estrategia de la toma del poder por la clase obrera, sumándose a la idea de “cambiar el mundo sin tomar el poder” de John Holloway. Sin embargo no le oponen una línea de insurrección obrera y popular para la inmediata destrucción de todo Estado –como hizo errónea y utópicamente el anarquismo clásico– sino que van de la mano con aquellos que desprecian la lucha política contra el Régimen y el Estado, para contentarse con la recreación de espacios de autonomía dentro del sistema (centros sociales, huertos, cooperativas, etc.). En el 15M, los movimientos juveniles o el movimiento estudiantil, esto se expresa en la conversión de ocupaciones, acampadas y otras medidas de lucha en fines en sí mismos, donde tratan de desarrollar “espacios” liberados. Al mismo tiempo subvaloran la necesidad de confluir con otros sectores, como los trabajadores, y llevar adelante una lucha política contra el Gobierno. Una versión reformista del ultimatismo anarquista. Si en los años ’30 esperaban proclamar el Comunismo Libertario de un día para el otro por vía insurreccional, hoy se han hecho seguidores del “comunismo aquí y ahora” de Toni Negri, que lleva a “negociar” con el Estado parcelas en las que poder desarrollar formas de vida “alternativas”.

Igualmente ocurre con su oposición a que los trabajadores se doten de sus propias organizaciones políticas, sus propios partidos. Sin embargo el anti-partidismo y la supuesta “horizontalidad” de estos “nuevos tiempos” les lleva a ser parte de quienes se oponen a que los luchadores se auto-organicen de manera democrática, luchando contra la libertad de tendencias, es decir para que los luchadores y sus organizaciones puedan participar libremente y con sus posiciones en asambleas y manifestaciones. A esto se le oponen formas decisorias en las que nadie puede decir a qué organización pertenece, con lo que además de violar un derecho democrático básico se dificulta que la vanguardia pueda conocer, hacer una experiencia y optar con que línea o grupo está más de acuerdo. Incluso muchas veces se oponen a que se puedan decidir cuestiones por el voto o a formas de coordinación por medio de delegados revocables y con mandato, por considerarse formas que atentan contra su “individualidad”. Un claro reflejo de hasta donde el individualismo de la etapa de restauración burguesa ha hecho mella, en este caso en el anarquismo ibérico, lo que conduce en muchas ocasiones a que los procesos de auto-organización que se vienen dando –como las asambleas de indignados o las asambleas estudiantiles– sean llevadas al inmovilismo y al desgaste absoluto, y lo que es peor, se abra el camino para que por esta misma razón la dirección de la lucha siga recayendo en los acuerdos entre bambalinas entre estas mismas corrientes.

La necesidad de un balance del anarquismo en los años ’30

El nuevo anarquismo ibérico ha roto con los aspectos más reivindicables de la tradición anarquista de comienzos del siglo XX, como su rol en la construcción de sindicatos, su pelea intransigente contra el Régimen de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera o la obra de transformación revolucionaria iniciada por miles de sus militantes a partir de julio de 1936. El actual, es un “anarquismo” que más bien sería la continuidad de los sectores más moderados del movimiento libertario; los pedagogos libertarios de la Escuela Moderna, los posibilistas semi-reformistas como Pestaña o incluso los ministros republicanos. En definitiva el anarquismo que no quiso derribar el capitalismo, sino convivir con él en sus márgenes o como “pata ácrata” del Régimen.

Estas rupturas y continuidades no fueron realizadas con un balance público previo de su propia tradición. El anarquismo hoy es un eslabón más de esta cadena de una izquierda “renovada” o adaptada a los “nuevos tiempos”, es decir, a ésta democracia para ricos degradada. Mientras hacen un balance histórico del anarquismo de los años setenta, pasan por alto el rol que tuvo la CNT en la revolución española. De hecho, de esta época histórica conservan una versión “de postal”, acrítica, evitando sacar ninguna conclusión respecto al papel de la CNT ni en la revolución española, ni en el Franquismo; reivindicando de la misma manera a Durruti o a sus ministros anarquistas Peiró, García Oliver o Montseny. No sacar lecciones en clave revolucionaria del anarco-sindicalismo del primer tercio del siglo XX, –cuando no pasaron la prueba del acontecimiento más decisivo para los trabajadores y la juventud, la revolución española– explica su adaptación al clima de la etapa de restauración burguesa.

Sin embargo las corrientes del anarquismo actual empalman muchas veces con el recuerdo sentimental de la tradición anarco-sindicalista de los años ’30. Su actual capacidad de atracción de nuevos jóvenes se basa muchas veces en este recuerdo o reivindicación de “postal” del anarquismo de los ’30, la revolución española y la figura de Durruti, que es además alimentada por grupos de música, documentales, películas, etc.
Todo esto hace aún más necesario volver a recuperar las lecciones que dejó planteada la revolución española, muy especialmente sobre el rol de la corriente anarco-sindicalista. Las nuevas generaciones que se sienten atraídas por el nuevo anarquismo deben conocer la medida en que éste rompe con lo mejor de los ’30, pero también los grandes límites y errores de esta corriente en el pasado, que llevaron a la derrota a la revolución española, para sacar las lecciones y no volver a cometer los mismos errores.

Esta necesaria tarea no es llevada adelante por las organizaciones anarquistas de la actualidad, y tampoco por las de la extrema izquierda. Grupos que se reivindican de una tradición trotskista como Revolta Global/IA o En Lucha, mantienen un balance “poumista”, por lo que cuestionar al anarquismo los llevaría a cuestionar al partido del que se consideran herederos espirituales, el POUM. Para CcC ésta es una de las peleas ideológicas que venimos manteniendo a través de publicaciones, elaboraciones en nuestra prensa o web y realización de seminarios y jornadas –como las recientemente organizadas con la agrupación revolucionaria No Pasarán en Barcelona en el 75 aniversario de los hechos de Mayo de 1937, para reinstalar el balance y las lecciones que extraemos los marxistas revolucionarios de la revolución española.

La lucidez con la que León Trotsky analizaba desde el exilio los acontecimientos de la revolución española, nos deja enormes enseñanzas para emprender este debate de estrategias. En sus escritos Lección de España: última advertencia de 1937, respecto a “El papel de los anarquistas”, decía: “Una sola autojustificación: ‘No tomamos el poder, no porque no pudiéramos, sino porque no quisimos, porque estamos en contra de toda dictadura’, (…). Renunciar a la conquista del poder, es dejárselo voluntariamente a los que lo tienen, a los explotadores. El fondo de toda revolución ha consistido y consiste en llevar a una nueva clase al poder, dándole así todas las posibilidades de realizar su programa. Es imposible hacer la guerra sin desear la victoria. (…) El que se niega a conquistar el poder, abandona inevitablemente toda la organización obrera en los brazos del reformismo, haciendo de ella el juguete de la burguesía; teniendo en cuenta la estructura de clase de la sociedad, no puede ser de otra forma (…) Los dirigentes de la C.N.T., de la F.A.I., han ayudado a la burguesía no sólo a mantenerse en la sombra del poder en julio de 1936, sino incluso a recuperar, pedazo a pedazo, todo lo que habían perdido de golpe. En mayo de 1937 sabotearon la insurrección de los obreros salvando así la dictadura de la burguesía. Así pues el anarquista que no quería ser más que antipolítico, de hecho se ha convertido en antirrevolucionario, y en los momentos más críticos, en contrarrevolucionario”.

Además de la vil traición de los dirigentes de la CNT –y también del POUM– que participaron de los gobiernos catalán y central, los prejuicios hacia la idea del poder que cundían en gran parte del proletariado español por la influencia del anarquismo, fueron un gran obstáculo para poder construir una alternativa a estas mismas direcciones de la CNT y el POUM. En 1936 las teorías anti-poder chocaron con la realidad, había una revolución y la burguesía iba a buscar la manera de aplastarla. Algunos anarquistas optaron por aceptar el poder de la mano de la burguesía republicana, otros –como el ala izquierda del movimiento libertario o
la agrupación Amigos de Durruti– rompieron con el prejuicio anti-poder y plantearon la necesidad de construir un poder obrero, confluyendo en el programa con los trotskistas y la izquierda del POUM. Consecuentemente el rechazo a la idea de un contra-poder obrero les llevaba a menospreciar la lucha por una política “sovietista”, que fomente la auto-organización de los trabajadores y sectores populares.

Como vemos las debilidades que mencionábamos más arriba para el anarquismo actual –adscripción a las teorías de “cambiar el mundo sin tomar el poder”, de construcción de espacios autónomos que no enfrenten hasta el final al Gobierno y el Estado, políticas que acaban siendo enemigas de la auto-organización democrática de los luchadores– son una continuación, aún más “derechizada” y adaptada a los “nuevos tiempos”, de los trágicos errores que ya cometieran en la revolución española.

Sobre la debilidad estratégica de la extrema izquierda europea en general y la del Estado español en particular

En las últimas décadas, algunas corrientes de la izquierda centrista española abandonaron la estrategia de clase, reemplazando a la clase obrera como sujeto revolucionario por la actuación de sujetos múltiples y los movimientos sociales. El abandono de una estrategia de clase tuvo como consecuencia el abandono la lucha por la dictadura del proletariado y la revolución obrera. Esto los ha llevado varias veces a su disolución organizativa [17]. Nos referimos especialmente a las corrientes Revolta Global/Izquierda Anticapitalista [18]; y a En Lucha [19]. Ambas tienen un punto de contacto en la “no definición estratégica”, es decir, en no adoptar ninguna estrategia revolucionaria, pudiendo convivir en su seno trotskystas, anarquistas, autonomistas y honestos luchadores sin estrategia. Su “definición” estratégica es por la negativa: “anticapitalista” sin plantear un norte por el cual pelear.

El origen de esta dinámica está en el abandono de una estrategia de clase que, por ejemplo en Francia, tuvo su expresión en la fundación del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) en el año 2009. La antigua Liga Comunista Revolucionaria francesa –corriente hermana de Revolta Global e Izquierda Anticapitalista– se disolvió con el fin de construir un partido amplio, sin una estrategia para la revolución y sin una estrategia de clase. Este proyecto causó un gran impacto las corrientes de izquierda del Estado español. En un debate con el NPA realizado por nuestros compañeros de la FT-CI en Francia [20], decíamos: “El lanzamiento del NPA se apoyaba primero y ante todo, en un análisis del período que consistía en decir que la caída del Muro de Berlín y la extinción de la URSS habrían puesto fin a un período histórico abierto con la revolución rusa de 1917, abriendo otro, nuevo y con rasgos relativamente imprevisibles”. Se abriría entonces un período en el que “preveían una recomposición lenta y evolutiva del movimiento obrero en la que era necesario admitir, que la actualización de la cuestión de la conquista del poder ‘hoy está por debajo de la línea de nuestro horizonte político’”.

A partir de aquí otra de sus tesis fundadoras ha sido la de la “orfandad estratégica”, adoptada por la izquierda española también. Basada en que “las hipótesis estratégicas con las que habíamos actuado hasta el momento perderían actualidad luego de la caída del Muro de Berlín y que entonces estaríamos “huérfanos de hipótesis estratégica (…) Se trataba entonces de retomar elementos de ‘lo mejor’ de las diferentes tradiciones y corrientes del movimiento obrero y revolucionario”. Esto los llevó a la resolución de construir un partido sin estrategia.

La izquierda centrista: entre la reforma y la revolución

León Trotsky planteaba que “Para un marxista, los conceptos políticos no se definen por sus características formales sino por su contenido de clases, enfocado desde un punto de vista ideológico y metodológico. Las tres tendencias del movimiento obrero contemporáneo– reformismo, comunismo y centrismo– derivan inexorablemente de la situación objetiva del proletariado bajo el régimen imperialista de la burguesía.” Para los trotskystas revolucionarios, el reformismo solo puede ser enfrentado por una clara estrategia revolucionaria, proletaria y marxista que, como planteaba León Trotsky, “entraña para nosotros un sistema de lucha ideológica y metodológica que apunta primero al derrocamiento revolucionario del Estado burgués con el método de unir al proletariado bajo el signo de la dictadura y reorganizar después la sociedad de manera socialista”. Pero entre el reformismo y el marxismo revolucionario “hay una serie de corrientes y agrupaciones de transición que cambian constantemente de ropaje y se encuentran siempre en estado de transformación y desplazamiento: a veces se desplazan del reformismo al comunismo, otras del comunismo al reformismo” [21].

La actualidad de estas definiciones nos devela el carácter de estas corrientes, en las que hoy están primando más sus rasgos reformistas que revolucionarios. Si ayer admiraban al “Socialismo del siglo XXI” de Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, hoy miran y se preparan para proyectos como Syriza en Grecia o el Front de Gauche en Francia, o incluso animan el apoyo electoral a fuerzas como Izquierda Unida en Andalucía –aun cuando ésta manifestaba su intención de ser parte del siguiente Gobierno de los recortes junto al PSOE– como fue el caso de En Lucha o El Militante. Trotsky planteaba que es difícil describir a las corrientes o agrupamientos centristas: “primero, porque debido a su ambigüedad orgánica el centrismo se adecua con dificultad a una definición positiva; se caracteriza más por lo que le falta que por lo que tiene”. Es decir, tiende a “oscilar entre dos polos –el marxismo y el reformismo–, es decir atravesar las distintas etapas del centrismo” [22].

Lejos estamos, como lo demuestran los acontecimientos actuales, de un período evolutivo y de recomposición de la clase trabajadora, tal como planteaba el NPA en sus bases fundacionales. La definición de la época imperialista de Lenin y la Tercera Internacional caracterizada como de “crisis, guerras y revoluciones” hoy se demuestra no solo vigente sino con más y nuevas contradicciones como lo expresa la crisis económica mundial, las tensiones entre los Estados y la agudización de las contradicciones entre las clases. Por este motivo, haber planteado un claro “horizonte revolucionario” era y es una tarea fundamental, que no solo debe retomar sino actualizar, bajo las nuevas perspectivas mundiales, las lecciones de las grandes revoluciones como ha sido la de la Revolución rusa de 1917, así como también de las experiencias derrotadas como la revolución alemana del ’23 o el ’36 español, para hablar solo en territorio europeo.

Por otro lado, borrar estas lecciones no ayuda a combatir los prejuicios y concepciones de aquellos que consideran al proceso de burocratización de la URSS como una consecuencia inevitable de cualquier revolución. En el Estado español estas concepciones y prejuicios sobre la revolución rusa, como origen de la burocratización de la URSS, están muy arraigadas en las corrientes que provienen del anarquismo o el anarco-sindicalismo. Sin un análisis serio y científico, alimentan sus tradicionales concepciones de que “no hay que tomar el poder” y mucho menos construir “partidos” revolucionarios. Justamente, todas estas concepciones ideológicas tienen varios puntos de contacto con la izquierda anticapitalista del Estado español a la hora de actuar en la realidad.

La “nueva izquierda” prefiere para este “nuevo período” adoptar “nuevas formas de lucha” y un “nuevo partido amplio” ya alejado de los tiempos de la lucha por la dictadura del proletariado. Y por tanto, acaban diluyendo y liquidando la lucha por la revolución obrera, considerada dogmática, sectaria y divisionista para los nuevos movimientos sociales en los que la clase obrera debe actuar de forma diluida. Siguiendo con la definición de centrismo: “El centrista a menudo disimula sus oscilaciones hablando del peligro del “sectarismo”, que para él no consiste en la pasividad propagandista abstracta (…) sino en el interés activo por la pureza de los principios, la claridad de las posiciones, la coherencia política y la perfección organizativa.”

Los marxistas revolucionarios creemos que reivindicar la experiencia de la Revolución rusa es retomar la tradición de aquellos que en el movimiento revolucionario combatieron al estalinismo y levantaron un programa, una teoría y una estrategia de la revolución internacional basada en la democracia obrera, como lo hizo León Trotsky fundando la IV Internacional. Precisamente fue el legado de León Trotsky el que supo combatir y explicar las razones económicas y políticas que llevaron a la burocratización monstruosa de la URSS. Es decir la única tradición que hoy puede contestar a las falacias de la burguesía que viene a decir que cualquier régimen donde no gobierne ella terminará en una nueva dictadura totalitaria. Pero además, los trotskistas fueron quienes lucharon por promover revoluciones contra ese aparato burocrático que evitasen que la restauración capitalista fuera impuesta por la misma burocracia.

Sin estrategia revolucionaria no hay práctica revolucionaria: el 15M y los programas anticapitalistas “light”

La oscilación permanente de los centristas puede llevarlos a dar un giro hacia la izquierda en sus discursos, si la situación se radicalizara; tal como lo estamos viendo hoy ante la emergencia de la lucha obrera con los mineros en huelga. Sin embargo las “organizaciones sin estrategia”, sin programa y teoría para la revolución obrera, se encontrarán endebles e impotentes ante los procesos históricos que se avecinan. Siguiendo con las definiciones sobre el centrismo, Trotsky planteaba que “En el terreno de la teoría, el centrismo es amorfo y ecléctico; en lo posible elude las obligaciones teóricas y tiende (de palabra) a privilegiar la ‘práctica revolucionaria’ sobre la teoría, sin comprender que solo la teoría marxista puede impartir una orientación revolucionaria a la práctica”. En efecto, la falta de una teoría, un programa y el abandono de una estrategia claramente revolucionaria y de clase, ha llevado a la izquierda anticapitalista a constantes adaptaciones al Régimen y a las corrientes reformistas. En el terreno de su práctica militante y su programa esto los lleva a no centrar su inserción en la clase obrera; tarea fundamental para los revolucionarios.

Así lo demostró en su intervención en el 15M –dándole más jerarquía “ir de las plazas y a los barrios” que a las fábricas– o en el programa que propusieron para las elecciones generales del 20 de noviembre. O recientemente su tardanza en reaccionar frente a la huelga de los mineros.

Respecto a su actuación en el 15M, la izquierda anticapitalista cometió importantes errores en su intervención. Así fue la denuncia “a la violencia” –a través de un comunicado de prensa después de la dura represión de Felip Puig– mientras se abstuvo de defender a los presos el 15 de Junio tras el intento de bloqueo al Parlament de Catalunya cuando se aprobaban los recortes. También su ausencia frente a las iniciativas que surgieron para tratar de “llevar la indignación” a las empresas, como las expediciones de jóvenes “indignados” a empresas con trabajadores en lucha en Barcelona, que impulsábamos los militantes de CcC en Barcelona y Zaragoza, y en las que nunca participaron.

Sus tibias denuncias al Régimen del ’78 en el momento en que miles y miles de jóvenes gritaban “que no nos representan”, luego se expresó claramente en el programa que propusieron para la candidatura a las elecciones generales del 20 de noviembre del 2011 de Izquierda Anticapitalista/Revolta Global y En Lucha; en las que participó también Lucha Internacionalista. En este programa planteaban cuestiones cómo “Por una democracia radical ya” y “Por la apertura de un nuevo proceso constituyente” [23], planteando una lucha contra el régimen pero en ningún momento la necesidad de derribarlo por la vía de la movilización de los trabajadores y el pueblo, ni qué decir de hacerlo por una vía revolucionaria. Sorprende también que no se mencione la necesidad de acabar con la Monarquía de Juan Carlos I, heredero directo de Franco; haciendo solo referencia a esta cuestión al pronunciarse por una “democracia radical, republicana, participativa, deliberativa”. Por otro lado planteaba medidas contra los privilegios de la casta política, pero bajo la perspectiva de perfeccionar formalmente el actual sistema político, como “una regulación amplia y flexible de la Iniciativa Legislativa Popular y del Referéndum Ciudadano”, “Presupuestos Participativos con carácter vinculante”, “Participación popular en la elección de jueces y tribunales, incluidos el Tribunal Supremos y el Tribunal de Cuentas”, entre otras medidas.

Este tipo de candidaturas no había sido nueva, ya en las elecciones municipales de Barcelona del 2011 se había conformado una candidatura con las independentistas Candidatures d’Unitat Popular (CUP) junto a la lista Des de Baix y otras fuerzas menores para formar “CUP, Alternativa per Barcelona”. Su perfil era “anti neoliberal, independentista y anticapitalista”, y proponían “Presupuestos participativos” puesto que así también se puede “aumentar el capital social y la confianza en las instituciones”. Por otro lado, respecto a la independencia catalana planteaban “el objetivo estratégico de la construcción, como un estado, de los Países Catalanes”. Es así que Des de Baix (Desde Abajo) asumía claramente las tesis independentistas tras una “hoja de ruta” hacia la independencia: primero ganar los ayuntamientos, luego una Asamblea de regidores y por último una Constituyente que formaría un Gobierno Provisional. La clase obrera catalana no aparecía en este apartado y mucho menos aún la unión revolucionaria con los trabajadores del Estado para acabar con la burguesía y la Monarquía. La izquierda anticapitalista se ha adaptado a la política independentista de las CUP; una corriente que lejos está de unir las luchas de los trabajadores en Catalunya con los del resto del Estado. Por otro lado nunca tuvo prurito alguno en sumar entre sus socios a integrantes de Reagrupament en Girona; el grupo de Carretero, Conseller durante años del Tripartit, mientras estaban en ERC, de la cual era el ala derecha y luego fueron con el ex-presidente del Barça Laporta en un proyecto claramente burgués [24].

Después de los resultados de las elecciones del 20N con la victoria del PP, el hundimiento del PSOE y la recuperación de IU, junto con la emergencia de otras fuerzas como AMAIUR o EQUO, la izquierda anticapitalista volvió a su tradicional adaptación a las “patas izquierda del Régimen”, llamando a confluir en un proyecto común a los partidos que estén a la izquierda del PSOE.

Respecto a la huelga de los mineros, la izquierda anticapitalista ha reaccionado tarde en dar apoyo activo a la huelga minera, con acciones y actos de solidaridad ya pasado más de un mes y medio de huelga. Más deslumbrantes han sido algunos análisis de En Lucha sobre el conflicto en un debate con sectores ecologistas y pacifistas del 15M, intentando hacer equilibrio entre estos y “los que ven en ellos (los mineros NdR) –desde el onanismo exterior–, los encargados de comandar una revolución por imperativo casi divino, sin comprender la complejidad de la coyuntura”. Es decir, lo que critica En Lucha es a aquellos que nos pronunciamos por una estrategia política revolucionaria basada en la hegemonía obrera. Está claro que toda estrategia tendrá que estar basada en algo más que conocer la coyuntura en toda su complejidad. Pero es más fácil ridiculizar el papel fundamental e irremplazable de la clase obrera para derrotar al capitalismo [25].

Por un partido obrero revolucionario y de combate con una estrategia para vencer

Como ya pasara en el siglo XX, el capitalismo nos vuelve a llevar a nuevas formas de barbarie. El paro de masas, los ataques brutales a conquistas históricas de los trabajadores o el racismo galopante, son un anticipo de lo que nos prepara. En el caso de Europa la crisis del euro y de la UE nos arrastra a la miseria y a una espiral de nuevos nacionalismos y xenofobia que podría conducirnos de nuevo a guerras y otras catástrofes de este tipo. El ascenso de los populismos de extrema derecha, del racismo anti-inmigrante, del discurso de Merkel contra los “vagos del Sur”, etc. son solo nefastos anticipos de esto. Sin embargo, en la otra cara estamos viendo cómo se empiezan a desarrollar profundos y cada vez más intensos procesos de lucha de los trabajadores y la juventud. La estabilidad lograda en décadas de ofensiva neoliberal está abiertamente cuestionada. Las tendencias a la insubordinación y la crisis del régimen político son cada vez más patentes. Es en estas luchas donde reside la posibilidad de que impongamos una alternativa de los explotados a las diferentes variantes de ajuste, miseria y racismo que levantan la patronal, los banqueros y sus gobiernos. Esta crisis puede ser partera de nuevos procesos revolucionarios, que nos devuelva la oportunidad a los explotados de acabar no solo con los ajustes y ataques que nos están lanzando, sino con el sistema capitalista que nos ha traído hasta aquí.
En este marco el Estado español está cobrando una dinámica en la que la creación de una organización revolucionaria, es decir, de un partido revolucionario, obrero y de combate, es una tarea urgente.

Los proyectos de los partidos amplios y “anticapitalistas light” de las organizaciones de la izquierda centrista, o del nuevo anarquismo descafeinado con proyectos laxos, adogmáticos y “que no ordene nada a nadie”, así como también los proyectos dirigidos al “ciudadano individual” del autonomismo; son todos proyectos impotentes ante la catástrofe con la que amenaza al declinante capitalismo español. Para estas corrientes, la salida a este sistema sigue siendo dentro de su marco: una democracia económica, o una “batalla para su democratización radical” [26] y “la ampliación de los márgenes de lo posible”. Los anarquistas refuerzan el rechazo –con un tono renovado–, de lo que la izquierda anticapitalista liquidó en su “orfandad estratégica: “la dictadura del proletariado”. La reacción de los trabajadores y explotados a los duros padecimientos a los que nos abocan el capitalismo mundial y español, abrirá en este período una nueva oportunidad para avanzar en construir esta herramienta. Esta es la apasionante tarea que nos proponemos los militantes de Clase contra Clase.

El 15M ha sido una de las primeras respuestas contundentes que al grito de “no nos representan” ha iniciado una experiencia con el Régimen del ’78, con sus partidos y su gobierno de turno. En aquel proceso los trotskistas de Clase contra Clase peleamos ofensivamente por un programa transicional que llevase el sentimiento contra esta “democracia para ricos” hacia la lucha por la caída revolucionaria del Régimen, para resolver todas las cuestiones democráticas pendientes –derecho de autodeterminación, fin de la Monarquía, juicio y castigo a los criminales y herederos de la Dictadura– y las demandas de los trabajadores y sectores populares avanzando sobre los intereses de la patronal y la banca.

Planteamos que para derrotar los planes de ajuste de la burguesía, el Gobierno y la Unión Europea, o dicho de otro modo, para que la crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores, era necesario un programa transicional que combine medidas urgentes como la cancelación de la deuda y todos los planes de ajuste del Gobierno, con otras como el reparto de las horas de trabajo, la nacionalización de la banca bajo el control de los trabajadores y la expropiación de los grandes capitalistas. Un programa así solo podrá imponerse mediante una lucha revolucionaria que instaure un Gobierno obrero y popular, basado en organismos de democracia directa de las masas, que reorganice la economía del país detrás de un plan racional discutido y elaborado democráticamente por los millones de explotados.

Al mismo tiempo dimos una pelea política fundamental que apuntaba a que este movimiento, sobre todo juvenil, pudiese ganar fuerza y acelerar la emergencia de una respuesta contundente y generalizada contra el Régimen y los planes capitalistas. Desde las plazas defendimos la necesidad de dirigirnos a los centros de trabajo, confluir con los trabajadores y rodear de solidaridad los conflictos obreros. Impulsamos la formación de comisiones de trabajadores que reunían a decenas de jóvenes que veían, como nosotros, esta necesidad estratégica y protagonizaron numerosas expediciones a empresas y conflictos obreros y la organización de varios encuentros de trabajadores y fábricas en lucha. También junto a muchos de estos jóvenes dimos una batalla de principios por la defensa de los compañeros detenidos y en contra los sectores que se sumaron a la “condena a los violentos” tras el bloqueo del Parlament de Catalunya en 15J, emitiendo comunicados desde la comisión de trabajadores que denunciaba la represión policial, defendiéndolos en la asamblea general y organizando las acciones frente a la comisaría.

En todo este proceso pudimos confluir con decenas de jóvenes y trabajadores que nacían a la vida política y que en base a su propia experiencia junto a nosotros iban convenciéndose de la necesidad de recuperar una estrategia obrera y revolucionaria, y una práctica política no adaptada a la actual democracia para ricos. Con ellos impulsamos en octubre la formación de la agrupación revolucionaria No Pasarán. Un agrupamiento revolucionario, internacionalista y pro-obrero, en el que venimos planteando fraternal y abiertamente la necesidad de dar pasos en construir una organización para refundar el trotskismo en el Estado español, frente a la miseria estratégica de las corrientes anarco-sindicalistas, autonomistas y centristas.

Aquella indignación de masas de mayo y junio del 2011 se ha profundizado con diferentes sectores de trabajadores en las calles, con el movimiento estudiantil en lucha, y con un actor potente en escena: la clase obrera en la huelga del 29M y los mineros con sus 65 días de huelga. En todas estas batallas hemos podido intervenir en común con los compañeros de No Pasarán, reforzando así nuestros acuerdos políticos y programáticos en base a la lucha por la unidad obrero-estudiantil, la unidad de todas las filas obreras, por un programa transicional para el movimiento estudiantil que levantase la demanda de universidad gratuita, contra la política criminal de la burocracia sindical y el sectarismo seguido de oportunismo de las direcciones anarco-sindicalistas y de la izquierda sindical, exigiendo a la izquierda y los sindicatos que levantasen fuertes campañas contra las escaladas represivas desatadas por el PP y el Govern de Catalunya o en apoyo activo a la lucha de los mineros.

Todas estas peleas, y las que están por venir, están siendo sin duda oportunidades para que los marxistas revolucionarios empalmemos con nuevos y mayores sectores de jóvenes y trabajadores que están avanzando hacia la idea de que es necesario un cambio revolucionario: que la clase trabajadora se ha de volver a poner al frente de esta guerra y que hay que acabar con el Régimen del ’78 y avanzar en la expropiación de los capitalistas.

La rica experiencia que estamos haciendo con los compañeros de No Pasarán y otros sectores de vanguardia en la lucha de clases, ha estado acompañada por la lucha ideológica de nuestra parte para propagandizar la estrategia del trotskismo en el Estado español, en polémica con los proyectos políticos de los que hemos dado cuenta en este artículo. Lo hemos podido hacer a través de nuestro periódico mensual Contracorriente y diferentes actividades públicas en las universidades. También algunas de estas importantes batallas de ideas las hemos podido dar en común justamente con los compañeros de No Pasarán. Así fue con las charlas en el 75 aniversario de los hechos de Mayo del ’37, donde discutimos el balance de la revolución española y las estrategias que se pusieron sobre el tapete, centralmente el estalinismo-reformismo, el anarquismo y el poumismo, y reivindicamos las lecciones planteadas desde el trotskismo y las conclusiones a las que llegaron sectores del movimiento libertario rompiendo con sus prejuicios anarquistas y acercándose a las mismas posiciones que los trotskistas y la izquierda del POUM.

Todo esto da cuenta de los avances mutuos que estamos alcanzando por medio de la experiencia conjunta y las discusiones estratégicas. Los compañeros de CcC apostamos a que esto culmine en un proceso de fusión que de como resultado un nuevo grupo revolucionario dispuesto a redoblar la pelea por re-instalar y hacer vencer una estrategia para la victoria de los próximos procesos revolucionarios, la del trotskismo.

Nuestros esfuerzos se enfocan pues en tratar de avanzar en la construcción de una organización marxista revolucionaria en el Estado español desarrollando una intervención correcta en la lucha de clases y buscando las vías para que el trotskismo se pueda fusionar con sectores de a vanguardia obrera y juvenil que avancen hacia posiciones revolucionarias. Se trata de prepararnos y armarnos con una estrategia y un programa que sintetice las lecciones de la lucha de clases y de las experiencias revolucionarias pasadas, así como por un trabajo de estructuración efectiva entre los trabajadores y los jóvenes radicalizados. El objetivo fundamental de esta preparación es construir un gran partido revolucionario de trabajadores, en la perspectiva de reconstruir el partido mundial de la revolución, la IV Internacional fundada por León Trotsky.

Lamentablemente, la acuciante tarea de construir un partido ha sido abandonada por la izquierda centrista. Lo mismo ha hecho, y consecuentemente, con la perspectiva de la lucha por una revolución proletaria y socialista. Por esta vía ha terminado emparentándose con el anarquismo y el autonomismo. Los trotskistas de Clase contra Clase creemos que las mejores tradiciones revolucionarias del proletariado español serán de nuevo puestas en acción, como pasara en los ’30 o en los ’60 y ’70 contra la Dictadura. Frente a esta perspectiva nos disponemos pues a poner en pie una alternativa marxista revolucionaria que asuma con entusiasmo y optimismo histórico las tareas preparatorias necesarias para que ni desvíos como el Frente Popular o la Transición, ni derrotas sangrientas como las de Mayo de 1937 o la de Franco, eviten que las siguientes revoluciones culminen con la lucha que nuestros abuelos y padres no pudieron culminar.

Los revolucionarios podemos y debemos plantear ofensivamente a los jóvenes y trabajadores de izquierda, que empiezan a nacer a la vida política y a la militancia, que se deben plantear no ya luchar contra el capitalismo, sino cómo y con qué estrategia, con qué partido y con qué programa. En este sentido los militantes de Clase contra Clase a más de un año del 15M, planteábamos que “es el momento de pasar de la indignación a la Revolución”, a la lucha consciente por una Revolución Obrera y Socialista, única perspectiva “realista” frente a la catástrofe que nos amenaza.

 

Suscríbase a nuestra gacetilla electrónica
Online | www.ft-ci.org


Organizaciones de la FT-CI
La Fracción Trotskista-Cuarta Internacional está conformada por el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas) de Argentina, el MTS (Movimiento de Trabajadores Socialistas) de México, la LOR-CI (Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional) de Bolivia, MRT (Movimento Revolucionário de Trabalhadores) de Brasil, PTR-CcC (Partido de Trabajadores Revolucionarios) de Chile, LTS (Liga de Trabajadores por el Socialismo) de Venezuela, LRS (Liga de la Revolución Socialista) de Costa Rica, militantes de la FT en Uruguay, Clase Contra Clase del Estado Español, Grupo RIO, de Alemania y Militantes de la FT en la CCR/Plataforma 3 del NPA de Francia.

Para contactarse con nosotros, hágalo a: [email protected]