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Postergación de la bancarrota por temor a que hunda al euro
por : Juan Chingo

01 Mar 2012 | En la noche del lunes 20 al martes 21 de febrero los ministros de Finanzas de la zona euro llegaron a ponerse de acuerdo, después de 14 horas de negociación, en un segundo “plan de ayuda” para Grecia

Por Juan Chingo

En la noche del lunes 20 al martes 21 de febrero los ministros de Finanzas de la zona euro llegaron a ponerse de acuerdo, después de 14 horas de negociación, en un segundo “plan de ayuda” para Grecia (130 mil millones de euros, además de la reestructuración de la deuda, que se suman al de mayo de 2010 por un monto de 110 mil millones de euros). El pacto llega después de varias semanas de intensas negociaciones y de que en la madrugada del domingo 12 de febrero el Parlamento heleno diera el visto bueno a los recortes adicionales exigidos por la denominada ’troika’, que agrupa al Banco Central Europeo (BCE), a la Unión Europea (UE) y al FMI. Este acuerdo, evita la quiebra desordenada de Grecia y su salida del euro a corto plazo, pero al mismo tiempo no resuelve sino que agrava brutalmente los problemas del país heleno a la vez que deja importantes incertidumbres sobre el futuro de la UE.

A pesar de la mejor coyuntura, los líderes de la UE aún temen el contagio

A fin del año pasado el BCE frente al riesgo de quiebra de algún banco que provocara un derrape al estilo “Lehman”, prestó 489.190 millones de euros a 523 bancos en su primera subasta a tres años, a una tasa de interés fija, el llamado LTRO, del que queda la segunda entrega el 29 de febrero próximo y que la entidad emisora del euro calcula que podría llegar hasta un billón. Como analizaba Paula Bach al mes siguiente: “Los problemas de liquidez se apaciguaron y el riesgo inminente de quiebras bancarias (siempre latente) en cierto modo amainó, generando un efecto sedante sobre la dinámica vertiginosa de la crisis en su conjunto. Sin embargo y por el otro lado, esa inyección masiva de liquidez, lejos estuvo de convertirse en nuevos créditos que actúen como estímulo a la economía de la Eurozona. Tal como recibieron el dinero, los bancos lo colocaron en su totalidad en el BCE bajo la forma de depósitos de muy corto plazo que rinden un muy bajo interés pero que se consideran seguros. De este modo, la medida del BCE logra (por ahora) contener un estallido pero de ningún modo actuar sobre las tendencias recesivas que se instalan con fuerza en Europa”(1).

Esta suerte de estabilidad después de dos años de sobresalto tras sobresalto, se expresaba en un cambio del tono del debate, con muchas más voces europeas hablando abiertamente de un default y la salida del euro, algunos con confianza afirmando que el colapso de Grecia no significará un nuevo “Lehman”. “Nosotros no podemos alimentar indefinidamente un pozo sin fondo: la confesión del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, a la radio alemana SWR2 el miércoles, expresa en voz alta lo que algunos murmuran en voz baja en Bruselas... La zona euro, afirma Wolfgang Schäuble, está mejor preparada que hace dos años para un default de Grecia”(2).

Pero, a pesar de la verborragia del ministro alemán, que luego parece haber sido llamado al orden por la canciller Merkel, como muestra el acuerdo finalmente alcanzado, los principales líderes europeos aún dudan de los efectos que una caída de Grecia podría tener sobre el conjunto de la eurozona. En otras palabras, el temor al riesgo de contagio no ha sido superado. Es que al contrario de sus declaraciones, la realidad es que Grecia no es un caso especial. Cada país en Europa ha tomado miles de millones de nueva deuda y es considerado inestable por los mercados financieros. Es por esta razón que existe el peligro de que el "virus griego" pueda extenderse a otros países y destruir la zona del euro. Esto es lo que reconoce un analista del diario Le Monde: “El hecho de estabilizar a Grecia es necesariamente una buena noticia para el conjunto de países debilitados por la crisis de las deudas soberanas. El respiro constatado desde principios de año no significa que la crisis haya terminado. Si Grecia hubiera quebrado de aquí a mediados de marzo, está claro que el contagio observado el año pasado se habría reanudado. Portugal habría estado amenazado, mientras que existe un debate sobre la eventualidad de un ajuste del plan de ayuda que posee. Italia y España, que no están bajo asistencia, también se habrían debilitado. Los esfuerzos realizados bajo la égida de Mario Monti, en Roma, y del nuevo primer ministro español, Mariano Rajoy, en Madrid, podrían haber sido aniquilados por una nueva ofensiva de los mercados, cuando estos países ven mejorar sus condiciones de financiamiento en el mercado desde principios de año”(3).

¿Quién rescata a quién?

Ya no es solamente la austeridad asfixiante lo que está destruyendo a la economía y la sociedad griegas. Es que todas las discusiones, planes y negociaciones en gran medida hacen caso omiso de Grecia. Ya no hay ninguna pretensión de "ayudar" a Grecia. Solo se trata de asegurar que los bancos alemanes y franceses minimicen sus pérdidas. De los 130.000 millones de ayuda adicional comprometidos, ni un solo euro irá a parar a la actividad productiva helena sino que se destinará a salvar sus bancos y refinanciar la deuda. Más aún, es probable que los fondos no sean entregados a Grecia sino que se coloquen en una cuenta especial que se se utilizará para cumplir con las obligaciones de deuda del país. Como calificó irónicamente un caricaturista del semanario L’Hebdo de Lausana es un “préstamo entre amigos”: “Plan de rescate de Grecia. El círculo vicioso. ‘Bien, de acuerdo’ ‘¡Les prestamos para que tengan algo para devolvernos!’”(4).

Sin embargo, esto no es un chiste. Como se anima a decir Die Tageszeitung “Los griegos salvan a los bancos europeos”. Según el diario alemán, la ayuda europea no beneficiará a los griegos, quienes “en el futuro tendrán que vivir con ingresos aún más débiles, una protección limitada contra los despidos, una mala prestación de salud y una masiva liquidación de su Estado” Para el periodista Eric Bonse, esta ayuda, que es una "imposición despiadada", beneficia esencialmente al sistema bancario, que, gracias a los intereses generados por los préstamos del Estado griego, escapará a un hundimiento: “Schäuble &Cia han salvado a los acreedores, no a los griegos. Son los bancos, las aseguradoras y los fondos de pensión en Alemania, Francia y Gran Bretaña los que se benefician. En caso de quiebra [griega], habrían perdido todo. [...] Los acreedores privados que, según Schäuble, también habrían tenido que ser garantes, en verdad se han favorecido masivamente. Es un buen negocio para los acreedores, uno muy malo para Europa”(5).

Una cesión de soberanía política y económica sin precedentes en la eurozona

El acuerdo implica una cesión de soberanía nunca vista entre países capitalistas avanzados en periodos de paz. Ya no se trata solo de monitorear cómo los griegos ejecutan los compromisos asumidos. Primero, se crea un equipo de supervisión permanente de la troika. Segundo, Grecia se compromete a depositar en una cuenta bloqueada que dispondrá siempre del suficiente capital para hacer frente al menos a tres meses de vencimiento de sus obligaciones, que tendrán prioridad sobre el pago de otras partidas presupuestarias. Y, tercero, dará prioridad constitucional al pago de la deuda. Un nuevo protectorado financiero para el pago a los acreedores o “la primer colonia de la eurozona”(6) como la califica Wolfgang Münchau, el analista económico europeo del Financial Times.

Que esto es una dura realidad, lo muestra el punto hasta el que la UE piensa “micromanejar” a Grecia, a días de firmado el acuerdo: “Los países europeos acreedores están exigiendo 38 cambios específicos en las políticas de impuestos, gastos y salarios para fines de este mes y han expuesto reformas extra que plantean un “micromanejo” del gobierno del país durante dos años, de acuerdo con los documentos que obtuvo Financial Times (...) Van desde lo más amplio –revisión de los procedimientos judiciales, centralización del seguro de salud, completar un registro preciso de la tierra- a lo mundano, comprar un nuevo sistema informático para cobrar impuestos, cambiar la forma en que se recetan los medicamentos y establecer reservas mínimas de petróleo (...) Entre las medidas que deben completarse durante los próximos siete días están la reducción del gasto estatal en farmacia de 1.100 millones de euros; garantizar 75 auditorías completas y 225 auditorías sobre el impuesto al valor agregado de grandes contribuyentes; y desregular profesiones como los salones de belleza, guías turísticos y los centros de dietas”(7).

Esta abierta intromisión en un país imperialista de segundo orden no deja área sin afectar. Es un intento de remodelar el estado y la sociedad griegas de acuerdo al plan de las grandes potencias continentales vulnerando abiertamente los derechos nacionales de millones de griegos. Y todo con el aval de la gran burguesía griega, abiertamente colaboracionista, que defiende sus intereses de clase en contra de la población laboriosa obrera y campesina. El carácter ambicioso y global de la contrarrevolución social que está en juego, lo refleja a su manera Mujtaba Rahman, un analista europeo del Eurasia Group Risk Consultancy, cuando afirma que: “El programa es mucho, mucho más ambicioso que una reforma económica. Esto es construir un estado, como se entiende típicamente en contextos de bajos ingresos”(8).

Grecia ya conoció semejante control después de su bancarrota de 1893: entre 1897 y 1914, una comisión financiera internacional (Alemania, Austria-Hungría, Francia, Gran Bretaña, Italia) se encargó de vigilar el presupuesto griego con el fin de modernizar el país. Hoy, expresión de la etapa senil de la época imperialista y no de su periodo de formación como en aquellos años, el objetivo es desmantelar toda conquista progresiva volviendo al país a la edad media, como testimonian algunos de sus pobladores a la prensa.
Y que esta intromisión inaudita no es solo económica, social y estatal sino hasta en el plano más directamente político lo mostró el provocador pedido de que no haya elecciones en abril del ministro de finanzas alemán. Esto provocó por primera vez una airada reacción oficial, la del propio presidente Karolos Papoulias que dijo: “¿Quién es Schäuble para insultar a Grecia?”. La presión de la Troika potencia las tendencias bonapartistas y el recorte de los derechos democráticos como ya venimos denunciando en anteriores artículos.

El peligro del default no pasó y el destino del euro sigue en cuestión

La muestra de que el acuerdo alcanzado es totalmente inviable para solucionar la perspectiva de insolvencia de la deuda griega la dan los mismos acreedores que increíblemente el mismo día de su firma dejaban filtrar un documento de 10 páginas que llegó a las manos de Reuters y el Financial Times. El mismo muestra que una vez más la estrategia de la troika está basada en la más optimista de las hipótesis sobre el estado futuro del mundo. En realidad, la troika ya no parece creer en el éxito de su plan. El informe dice en esencia que Grecia está en bancarrota bajo cualquier hipótesis razonable(9). Cada vez más Grecia se asemeja al drama que padeció la Argentina a mediados de 2001. Las políticas deflacionarias, la respuesta social y política, con protestas callejeras y violencia, generaron desacuerdos entre los acreedores oficiales (10) y una creciente preocupación entre los acreedores privados sobre la posibilidad de un impago caótico.

Recordemos brevemente la situación en Argentina: el 10 de julio de 2001, el último ministro de economía antes del default, Domingo Cavallo, anuncia que llevará a cero el déficit público mediante recortes en el gasto y el 30 de julio el Senado aprueba un recorte de 13% en salarios y pensiones públicas que superen los 500 pesos (dólares), logrando que el FMI accediera a otorgar otro paquete de financiamiento mientras se hablaba (al igual que ahora) de una reestructuración de la deuda de carácter "voluntaria". Sin embargo, estas medidas lejos de restablecer la “confianza”, socavaron aún más la posición del Fondo ante un enfoque desacreditado. El gobierno se encontraba en la “trampa de la deuda”: con las tasas de interés que debía pagar para tomar préstamos, la deuda crecía tan rápidamente que excedía la capacidad del gobierno y de la economía argentina para pagarla. Como Grecia hoy, que no puede cumplir sus compromisos por la magnitud y velocidad de la caída de su economía, los retiros de depósitos bancarios se aceleran en los meses siguientes, así como también la fuga de capitales. En diciembre de 2001 la crisis ingresó en su fase final, en la cual el gobierno extendió sus problemas al sector privado a través de varias políticas, como el llamado corralito(11). Argentina suspendió pagos en diciembre de 2001, cerró sus bancos y experimentó una caída económica descomunal. En el medio de jornadas revolucionarias, el gobierno de De la Rúa dimitió, con una transición desordenada y sin plan de una nueva moneda en medio de controles de capitales y la confiscación de activos locales.

No afirmamos que la historia se va repetir de la misma manera: las similitudes señaladas más arriba de cómo lidiar con una carga de deuda insoportable en el marco de una política de ajustes, se dan en el marco de importantes diferencias estructurales, económicas y políticas entre los dos países. La economía griega es más avanzada que la argentina, a la vez que los recursos económicos y financieros de la UE no se comparan con los del Mercosur. Pero, a pesar de estas ventajas estructurales e institucionales, la crisis griega es más profunda y explosiva que el antecedente argentino: mientras que los pasivos totales de Rusia y Argentina alcanzaban 80.000 millones de dólares al momento del default en 1998 y 2001 respectivamente, la deuda griega alcanza hoy los 259.000 millones de euros, a la vez que el déficit fiscal de Grecia es del 10,6% a diciembre de 2011 según Eurostat frente al 3,2% que tenía en aquel entonces Argentina con productos brutos casi similares o comparables. Por su parte como producto del antecedente del default ruso que agarró a los acreedores y especuladores desprevenidos, estos pudieron prepararse para la eventualidad de tal desenlace con la deuda argentina. Por eso su efecto contagio casi no existió. Este no es el caso de la eurozona donde los bancos están descapitalizados y trabajan a todo vapor (y con ayudas inconmensurables como la del BCE que comentamos al principio) para rehacer su patrimonio. Por otro lado, la deuda griega está imbricada totalmente en el sistema financiero europeo y nominada en la misma moneda que la de sus principales acreedores, el euro. A su vez, se desenvuelve en una crisis de deuda soberana de alcance mundial (la actual fase de la crisis histórica del capitalismo) y que tiene a la UE como uno de sus epicentros. En este marco, todo el intento del BCE y las autoridades europeas es desmontar esta bomba de tiempo de manera tal que el default de Grecia no se lleve puesto al euro. Por ahora no lo han logrado, como demuestra su temor a dejar caer a Grecia, que no fue el caso del FMI con el default de Argentina el cual terminó tolerando.

Políticamente, aunque la escisión con los partidos tradicionales es en gran medida similar, la gran burguesía después de más de dos años de crisis se mantiene unida, a diferencia del caso argentino donde hubo una división del sector más concentrado del capital, entre devaluadores y dolarizadores. Esta unidad tiene que ver con razones geopolíticas (una salida de Grecia de la UE la dejaría desguarnecida frente a su enemigo histórico, Turquía), así como por motivos económicos: a pesar de que ciertos sectores de la burguesía se ven afectados por el nivel y la duración de la recesión y de la pérdida de cierta influencia y negocios en los Balcanes (en los cuales a su vez jugaban, con el capital de los grandes bancos de Europa), los sectores más fuertes y agresivos del gran capital (bancos, construcción, turismo, transporte marítimo, energía) apuestan a la caída salarial y la pérdida de derechos de los trabajadores para recomponer su rentabilidad. Sin embargo, el hecho de que la esperada revitalización de las exportaciones no logre compensar la caída del mercado interno en el marco del estancamiento de las economías de la UE, puede romper esta unidad detrás de la austeridad, como empiezan a mostrar algunos síntomas. Por otra parte, después de dos años de crisis, las principales fortunas griegas han logrado trasladar sus activos a cuentas bancarias o departamentos en Londres, París, Bruselas o Frankfurt. Estos sectores, que en principio hicieron una fuerte presión para aceptar los planes de la Troika, podrían eventualmente verse beneficiados con una potencial vuelta al dracma (moneda nacional griega antes de adoptar el euro).

Los próximos acontecimientos decidirán el futuro de Grecia, pero la entrada del movimiento obrero desde el inicio de la crisis es un elemento alentador para una salida distinta a la Argentina, con su devaluación y posterior recomposición del poder estatal profundamente sacudido por el crack.

La realidad es que todo el mundo sabe que la deuda griega es impagable. La gran cuestión es saber quién pagará definitivamente los costos de esta crisis (que están llevando por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial al pauperismo y a la miseria a enormes capas de la población en Grecia), y si los líderes europeos lograrán hacerla manejable para la Unión Europea impidiendo el contagio a otros países y minimizando sus pérdidas. Todavía este gran partido no está decidido.


Notas

1. “Crisis económica mundial: Cuestiones estratégicas”, La Verdad Obrera, 19/1/2012. El negocio que significa para los bancos esta medida queda bien demostrado por un analista del Financial Times: "El acceso ilimitado al dinero del BCE significa que los bancos europeos tendrán efectivo a mano para pagar cualquier préstamo que venza este año. Dado que los flujos de depósitos pueden reemplazarse rápidamente con fondos del BCE, la periferia es menos vulnerable a corridas bancarias. Ahora que se ha establecido la columna de pasivos de sus balances, los bancos europeos no tendrán problemas para disponer de activos. Alrededor del uno por ciento, el dinero del LTRO (por sus siglas en inglés, Operación Refinanciamiento a Largo Plazo, del BCE) también es muy barato. Barcalays estima que costos de financiamiento más bajos impulsarán las ganancias de los bancos de la eurozona en alrededor del 4 por ciento. A los banqueros más inteligentes puede irles aun mejor; Unicredit de Italia, por ejemplo, está usando el dinero del BCE para recomprar sus propios bonos híbridos con un gran descuento. El aumento en las ganancias reduce la cantidad de capital propio que necesitarán los bancos. Precios de acciones más estables disminuyen el riesgo de dilución para los tenedores de acciones bancarios. Aunque el BCE no pueda comprar bonos de deuda soberana en el momento de la emisión, no hay nada que impida que los bancos europeos adquieran bonos del gobierno y que los entreguen al banco central como colateral para un préstamo. Los bancos españoles aumentaron su porción de bonos gubernamentales en 27.000 millones de euros en diciembre. Esto ha invertido una tendencia reciente entre los bancos de deshacerse de los bonos de deuda soberana de la periferia europea". (“ECB ‘saves’ banks as economies sink”, Edward Chancellor, 5/2/2012)

2. "Grèce : l’Europe hausse le ton, le scénario du défaut ressurgit", Le Figaro, 16/2/2012.

3. "L’objectif des Européens est de mettre la Grèce sous cloche", Chat con Philippe Ricard, periodista en el buró europeo de Le Monde en Bruselas, 22/2/2012

4. L’Hebdo, 22/2/2012.

5. “Le plan d’aide : les banques lui disent merci”, Die Tageszeitung, 22/2/2012

6. “Greece must default if it wants democracy”, Financial Times, 19/2/2012

7. “Athens told to change spending and taxes”, Financial Times, 23/2/2012

8. Idem.

9. En este documento de fecha 15 de febrero y firmado por analistas del BCE, la Comisión Europea y el FMI, advierten de que todos los riesgos convergen en una misma dirección: al alza. De hecho, contemplan en su escenario central -que Grecia vuelva a crecer en 2014 con un aumento del PBI del 2,3%- la necesidad de un nuevo aporte de fondos por 50.000 millones de euros a partir de 2014. Y señalan, en lo que es una muestra del escepticismo del informe, que “partiendo de unas ratios de deuda tan altas, en los próximos diez años cualquier pequeño contratiempo –como que no se apliquen las reformas y/o no se alcance el superávit primario previsto- puede conducir a dinámicas insostenibles, dejando al programa en situación muy vulnerable”. De ser así, la deuda sobre el PBI se dispararía al 178% en 2015 para reducirse al 160% en 2020, frente al 120,5% que salió de la reunión del 20/21 de febrero. Como se ve, una década perdida, por decir lo menos.

10. Este fue el caso antes del acuerdo, entre un bloque dirigido por Holanda, Finlandia y sectores importantes del establishment político y económico de Alemania y el resto de la UE, en especial Francia y la Italia de Mario Monti.

11. El 3 de diciembre de 2001, el gobierno limita a 250 dólares la cantidad semanal que podrá retirar cada ciudadano de su cuenta bancaria para frenar la fuga de capitales, medida que se populariza con el nombre de ’corralito’ financiero.

 

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