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“Democracia” a punta de pistola
por : Isabel Infanta

24 Mar 2011 | El domingo 20 de marzo se realizó la segunda vuelta electoral en Haití, a casi cuatro meses de una escandalosa primera vuelta marcada por la proscripción de una docena de partidos políticos.

El domingo 20 de marzo se realizó la segunda vuelta electoral en Haití, a casi cuatro meses de una escandalosa primera vuelta marcada por la proscripción de una docena de partidos políticos, entre ellos el popular Fanmi Lavalas de Jean-Bertrand Aristide, denuncias de fraude electoral del oficialismo, altísima abstención de la población y la imponente supervisión de los cascos azules de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah).

El primer turno terminó en una aguda crisis política. El candidato oficialista Jude Celestine no pudo lograr una diferencia clara con Martelly en el medio de acusaciones de fraude de Preval. La presión de la OEA y el imperialismo terminó imponiendo una salida política y Celestine tuvo que dar un paso al costado. Esto expresa la ilegitimidad de un gobierno que demostró su corrupción e incapacidad para siquiera administrar la ayuda internacional que llega en cuentagotas a la población luego del brutal terremoto que asoló al país y cuyas consecuencias siguen castigando a la población.

La segunda vuelta

Tras la declinación del oficialista y yerno del actual presidente René Preval, Jude Celestin, se abrió el camino al ballotage entre el ex cantante Michel Martelly y la ex primera dama Mirlande Manigat.
Si bien no hay aún resultados oficiales, la mayoría de los sondeos ubica a Martelly en la delantera. El candidato impuesto por la OEA en la primera vuelta (ver LVO 411 http://www.pts.org.ar/spip.php?article17002) ha sido apoyado por el reaccionario Consejo Nacional Espiritual de Iglesias de Haití y llegó a declarar que pondría como su asesor de gobierno al sanguinario ex dictador Jean-Claude Duvalier.
A su vez, la conservadora Manigat fue parte como primera dama y soporte político de Leslie Manigat en 1988, del llamado régimen “neoduvalierista” o “duvalierismo sin Duvalier” impuesto por Henri Namphy a partir de 1986. Son elocuentes los perfiles de estos candidatos, que han aceptado las fraudulentas elecciones de Preval y no cuestionan la ocupación de la Minustah, impulsada bajo mandato de la ONU por un acuerdo entre el imperialismo norteamericano y el francés, que se arroga una cuota de influencia por la condición haitiana de antigua colonia francesa.
Las autoridades electorales haitianas se apresuraron en caracterizar el ballotage como un “triunfo de la democracia”, contando con el visto bueno de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Comunidad del Caribe (Caricom), tal como hicieron en la primera vuelta a pesar de reconocer las irregularidades. Sin embargo, prevalecieron la altísima abstención (que superó el 70%) y las maniobras fraudulentas.

El regreso de “Baby Doc” y “Titid”

Jean-Claude Duvalier, también conocido como “Baby Doc”, ejerció por casi 15 años (1971-1986) una sanguinaria dictadura tras suceder a su padre François Duvalier (“Papa Doc”). Tras ser derrocado en medio de una revuelta popular, vivió bajo asilo en Francia desde 1986 hasta el 16 de enero de 2011, cuando regresó sorpresivamente al país. Fue recibido por sus seguidores y ex miembros de los “tontons macoutes”, milicianos organizados por los Duvalier para ejercer el terror durante sus dictaduras. Su figura cuenta con la nostalgia de aquellos sectores que añoran el orden impuesto a mano dura por los Duvalier, frente a la amenaza que constituyen las revueltas populares para los pequeños sectores acomodados. Su controvertido regreso no ha significado de ninguna manera un cambio en la política de impunidad ante las atrocidades cometidas durante su gobierno, que incluyen el asesinato político, las torturas y el robo descarado.

Dos días antes de la nueva fecha de ballotage, a pesar del recelo en medios gubernamentales y norteamericanos, regresó a Haití Jean-Bertrand Aristide, ex cura adscripto en la teología de la liberación, quien fuera el primer presidente elegido democráticamente en Haití, en el año 1991. Fue derrocado el mismo año a 7 meses de asumir, y restituido en su cargo 3 años después, cuando pudo terminar su mandato, según la conveniencia política del imperialismo norteamericano en la región. Ganó nuevamente unas elecciones muy controvertidas en 2000, y ejerció su mandato entre 2001 y 2004, cuando nuevamente fue eyectado del gobierno mediante un golpe, siendo llevado por un avión norteamericano hacia Sudáfrica, donde permaneció exiliado hasta su reciente regreso. A pesar de las acusaciones de corrupción que sobrevuelan su gobierno, “Titid” se presenta como progresista y es una figura que cuenta con la simpatía de una importante parte de la población, sobre todo de los sectores más empobrecidos, concentrando las expectativas de cambio de la población más miserable y golpeada de América Latina y resultando una figura revulsiva para la derecha duvalierista y pronorteamericana, sobre todo por cierto coqueteo con el chavismo durante su segunda presidencia.

El regreso de estas figuras históricas de la política haitiana se enmarca en el fracaso de la política de ocupación en sus intentos de establecer un régimen burgués estable en Haití, donde las condiciones de miseria extremas de la población, agravadas por el terremoto del año pasado que devastó el país dejándolo en ruinas, generan protestas y revueltas populares contra el gobierno y las fuerzas de ocupación - cada vez más rechazadas - requiriendo un cada vez más crudo ejercicio de la violencia contra la población. Sin ir más lejos, durante este ballotage se desató una revuelta regional en Artibonite que fue brutalmente reprimida por las Minustah, con un nuevo muerto a manos esta vez del contingente argentino, mantenido allí por el gobierno “nacional y popular” de Cristina.
La presencia de estas dos figuras, que simbolizan polos opuestos del espectro político, es funcional a la necesidad de apuntalar un régimen incorporando a todos los sectores, ya que tras años de ocupación “estabilizadora, democrática y humanitaria”, no hay estabilidad, no hay democracia y las masas sufren una situación humanitaria en permanente deterioro, como las secuelas del terremoto, el cólera, el hambre y una miseria brutal, consecuencia de la opresión imperialista y la rapiña y corrupción de las camarillas dominantes.

Obama y Dilma, los jefes de la ocupación

En el reciente encuentro entre el presidente norteamericano y la mandataria brasilera, los líderes de la ocupación en Haití reafirmaron su compromiso en la misma, reiterando el argumento ya poco creíble de la “ayuda humanitaria” para la reconstrucción, pero agregando, en la víspera de las elecciones, la necesidad de "aliar el trabajo de estabilización efectuado por la Minustah en el apoyo al fortalecimiento político-institucional y el desarrollo económico y social de Haití". O sea, que la ocupación continúa y se profundiza, en línea con la política norteamericana hacia el conjunto de la región, que tiene a las Antillas y el Caribe como punta de lanza y que tuvo un punto de inflexión con el golpe en Honduras [1] de mediados de 2009. La complicidad de los gobiernos “progresistas” de la región, que con sus tropas sostienen la ocupación, demuestra su funcionalidad a los intereses norteamericanos. Es un deber de los trabajadores solidarios con sus hermanos de clase en Haití denunciar este rol y combatirlo enérgicamente.

¡Fuera la Minustah y el imperialismo de Haití!

Nuevamente denunciamos el fraudulento proceso electoral, del que sólo podrá salir un gobierno manipulado por el imperialismo y “supervisado” por las fuerzas de la Minustah. No habrá satisfacción a las legítimas aspiraciones democráticas del pueblo haitiano mientras el país permanezca bajo ocupación. Llamamos a apoyar a la resistencia del pueblo haitiano y sus aspiraciones a decidir su destino sin tutela imperialista, así como a alentar las expresiones de las masas por actuar en forma independiente. ¡Fuera la Minustah de Haití!

 

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