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La reunión del Mercosur y la "integración" latinoamericana
por : Christian Castillo

16 Jul 2006 |

En medio de un gran despliegue de seguridad, que incluye 4.000 efectivos provinciales y federales, tendrá lugar en Córdoba (en momentos en que saldrá este periódico) la XXX Reunión del Consejo del Mercado Común y Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y países asociados. En la misma iban a estar presentes los presidentes Kirchner, Lula, Nicanor Duarte, Tabaré Vázquez, Hugo Chávez, Evo Morales, Michelle Bachelet y se especulaba con la presencia de Fidel Castro y algún otro presidente de la región, como el saliente Alejandro Toledo de Perú. Formalmente, la cumbre iba a tener como temario “el comercio de servicios, el código Aduanero, un acuerdo sobre localidades fronterizas, los regímenes especiales de importación”, así como “acuerdos comerciales con Pakistán, Cuba e Israel” (Clarín, 19-07-06). Junto a la reunión común de los presidentes habrá distintos encuentros bilaterales, y se iba a realizar paralelamente la llamada “Cumbre de los Pueblos”, impulsada entre otros por la CTA y el PC (ver recuadro), y el “Encuentro Latinoamericano por la Soberanía y la Integración Regional”, impulsado por organizaciones kirchneristas.

El discurso oficial plantea que el Mercosur, a partir del ingreso de Venezuela, está dando pasos hacia una creciente integración de los países de la región. Pero la “integración” en la que avanzan estos gobiernos es una que beneficia a las petroleras, a las grandes automotrices, a las empresas constructoras, a las grandes siderúrgicas, a las exportadoras de alimentos, como las cerealeras. Es un proyecto que beneficia los intereses de los grupos capitalistas locales y extranjeros ligados a los distintos gobiernos, que quieren aprovechar la perspectiva de nuevos negocios (y negociados), habilitados por la combinación de una coyuntura de un importante crecimiento económico en la región con los altos ingresos logrados por el aumento de la renta petrolera (y gasífera), ingresos con los cuales prometen financiar proyectos como el faraónico “Gasoducto del Sur”, que en manos de estos gobiernos y empresas (opuesto a lo que sería un plan de ifraestructura bajo el control de los trabajadores) prometen ser nuevos “Yacyretá”; una obra que debió concluirse en 1982 y que según declaró el propio presidente paraguayo ha sido “un gran generador de pasivos para los dos países, un lastre para nuestros estados” (Clarín, 19-07-06). Los negocios también se proyectan en lo financiero: el posible lanzamiento del llamado “Bono del Sur” es la continuación del negocio especulativo que se viene dando con la compra de U$S 3100 millones en bonos argentinos (¿no era que íbamos al desendeudamiento?) por parte de Venezuela, cuestión que le ha reportado a los tenedores de los bonos ingresos por U$S433 millones (Perfil, 16-07-06), producto de una “bicicleta financiera” por la cual la mayoría de estos bonos terminan en la Bolsa de Nueva York.

Estos acuerdos se combinan con distintas disputas, como la existente entre Argentina y Uruguay por las papeleras (donde el reclamo de parar las obras viene de sufrir una derrota en su presentación a la Corte de la Haya, opción impulsada por Kirchner fundamentalmente para levantar los cortes de rutas de los asambleístas de Gualeguaychú), el que hay sobre los precios del gas exportado por Argentina a Chile o las amenazas siempre latentes de Uruguay y Paraguay para avanzar en Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos si no consiguen alguna ventaja adicional por su permanencia en el bloque.

La actual imagen de “unidad” que intentan transmitir los distintos gobiernos tampoco debe engañar a nadie respecto a su consistencia. Si los conflictos y los intereses divergentes hoy se encuentran relativamente amortiguados por la situación económica favorable y las perspectivas de negocios para los grupos capitalistas, se agudizarán ni bien los signos de crisis golpeen nuevamente la región. Como lo mostraron repetidamente a lo largo de la historia, ante la necesidad, el “sálvese quien pueda” es la única ley que conocen las burguesías y sus gobiernos. La real y necesaria integración económica y política de América Latina no vendrá de su mano, sino de la acción de los obreros y campesinos, conquistando el poder en sus respectivos países y poniendo en pie una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.

 

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