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No es posible una policía democrática
por : Val Lisboa

04 Dec 2010 | La “nueva policía” propuesta por el PSTU se adapta al clima social y al sentido común de “limpiar” la policía de policías “malos” y terminar con los “bandidos”
No es posible una policía democrática

Durante los últimos años nuestra Liga ha debatido y combatido la teoría, el programa y los métodos del PSTU con respecto a la policía y los órganos represivos. Ese no es un debate sin importancia, principalmente cuando vivimos entre la degradación de las democracias burguesas, el avance de medidas bonapartistas, el aumento de la represión y de los órganos de control y coerción social.

Es verdad que cada vez más, frente a la falta de perspectiva del empleo y movilidad social, jóvenes ven en la policía un empleo estable. Sin embargo, ese elemento social concreto no cambia el contenido del aparato represivo. Los órganos policiales, de represión y coerción no son organismos independientes o neutrales, no actuan por fuera del Estado y del régimen burgués. Las leyes, los reglamentos y las acciones de esos órganos están determinados por el ordenamiento estatal. Como el Estado es un comité ejecutivo de aplicación y defensa de los negocios e intereses de los capitalistas (clase dominante) – el PSTU también está de acuerdo con nosotros en eso – no puede haber policía, ejército, justicia o burocracia estatal que no esté subordinada a los intereses dominantes. Sin embargo, su programa es de reforma del aparato armado del estado.

El intento de sostener teóricamente una propuesta de reforma de la policía

En los últimos meses, el PSTU ha mostrado una nueva formulación teórica sobre la cuestión de la policía. Ahora habla incluso de “disolución de la policía”, como siempre veníamos defendiendo nosotros. Cuando este partido pregona la disolución de la policía es para reformarla.

El programa “radical” del PSTU defiende la necesidad de “terminar con las policías actuales, investigar y encarcelar toda su banda podrida, y crear otra. La nueva policía tendría que organizarse de forma radicalmente distinta que la actual. Debe desaparecer la diferencia entre policía civil y militar, que no sirve de nada, y asegurar todas las libertades sindicales y políticas a sus participantes [...] sus comandantes o delegados sean elegidos por la población de la región donde actúan. Al revés de los que se escandalicen con la propuesta, la elección de delegados locales es realizada en muchos países, incluso en EEUU. Es una forma democrática de comprometer esos comandantes con la población local”.
 
El PSTU intenta encontrar una solución teórica y programática basada en la tradición revolucionaria. Es una sofisticación, por cierto, pero no resuelve el problema porque pretende aplicar a Brasil, en una situación no revolucionaria, sin lucha de clases, donde las masas confían en los gobernantes y en el reformismo social, un programa que fue utilizado para una situación de revolución y contrarevolución, con lucha de clases abierta, como en la Comuna de París (1871). Como lección de la Comuna vimos que la policía fue disuelta y la población se hizo de las armas, y los comandantes y oficiales pasaron a ser elegidos por la masa armada (no por “electores” pacíficos yendo a las urnas). La Comuna fue un proceso revolucionario de doble poder, donde las masas se insurreccionaron y armaron contra el Estado, y como la policía existente estaba constituida por campesinos y obreros pero tenía en sus comandos a contrarrevolucionarios serviciales del Estado, la elegibilidad total de los cargos de mando estaba ajustada a la estrategia de armamento del proletariado y disolución del aparato represivo estatal. Nada que ver con la realidad brasilera (o mundial) ya que las masas ni están en lucha abierta contra el poder burgués ni están armadas. Por el contrario, hay un relativo apoyo popular a las policías y fuerzas armadas.
 
La estrategia de los marxistas revolucionarios, sacada de la Comuna, no es la reforma y democratización de la policía, sino su disolución y constitución de un nuevo poder armado de las masas. La elección de los comandantes no era una formalidad para “limpiar” la policía de policías “malos” . Lo que el PSTU propone es exactamente eso: disolver “esa” policía corrupta y violenta para crear una “nueva”. Y usa como modelo de esa nueva policía reformada y democratizada a la racista y reaccionaria policía de Estados Unidos.. Si hoy hubiese elecciones para la policía, resultaría en más poder y más autoridad a los policías y comandantes que pregonan línea dura, tolerancia cero y todo tipo de medidas autoritarias.
 
7En medio de un clima de criminalización de la pobreza y de los que luchan, la dirección del PSTU busca una propuesta no reaccionaria para el problema de la violencia urbana y de la policía pero termina presentando una quimera, un sueño, una utopía irrealizable porque la realidad, desafortunadamente, no se ajusta a los deseos de este partido.

La inseguridad lleva a generar “fantasmas” y “monstruos”. Aquellos a los que se les suele llamar marginal y bandido han sido una muletilla cada vez que se piensa en violencia urbana. Estos serían los principales culpables por la situación. No habría policías, políticos, empresarios, cambistas, receptores y gobernantes detrás del narcotráfico, del contrabando de armas, de la piratería, del robo de autos y joyerías. Los barones del crimen siguen impunes. Cárcel, violencia y muerte solo para los “bandidos”, los que se pueden ver en las favelas, morros y calles.

La dirección del PSTU, al dejarse contaminar con este clima de criminalización y “marginalidad”, termina tratando la correcta propuesta radical de derecho a la autodefensa para la población como una solución “contra los bandidos”. No dice nada sobre la necesaria autodefensa ante la violencia policial, de los grupos que proponen terminar con las huelgas y sindicatos y aquellos que atacan a mujeres, homosexuales y nordestinos. A pesar de que hoy el derecho a la autodefensa aún sea una propuesta a ser divulgada y explicada pacientemente (propaganda), se trata de ligar los comités de autodefensa a los sindicatos y organizaciones de lucha de los trabajadores, para que sean expresión organizada y centralizada de la clase trabajadora tomando la cuestión de defensa de sus organizaciones y de las masas en sus manos. Esto exige que los trabajadores y las masas dejen de confiar en la policía, de verla como “trabajadores”. Los trabajadores no llegarán a esta conclusión solos, los revolucionarios cumplen un gran papel en eso. Sin embargo, el PSTU, en sus sindicatos y en la CSP-Conlutas, sigue defendiendo a la policía, incluso aceptando la afiliación de asociaciones policiales en la central sindical. O sea, el PSTU trabaja contra la posibilidad de que los trabajadores aprendan a ver el verdadero papel de la policía, premisa para sacar la conclusión de la autodefensa independiente.
 
Luchar contra el capitalismo y defender las libertades, los derechos humanos, democráticos y civiles
 
Correctamente, el PSTU afirma que la violencia urbana y la represión estatal son producto de la existencia del capitalismo, un sistema de explotación de las masas y apropriación de las ganancias y beneficios del trabajo por una minoría cada vez más parasitaria que para mantener su dominio necesita corromper todas las instituciones e incrementar los operativos de coerción y represión social, montando una especie de biombo para que las masas superexplotadas y oprimidas no se rebelen ante la opulencia de los ricos y la miseria del pueblo. Luchamos contra el capitalismo, sus malezas y falsas ilusiones, explicandole a las masas que no hay salida progresiva sin derrumbar ese sistema y su aparato estatal, sin avanzar para tomar el poder político.

A pesar de eso, no estamos de acuerdo con el PSTU que pone en plano secundario la defensa de las libertades y derechos democráticos, incluyendo los derechos humanos. Este partido critica a los reformistas porque “no proponen un cambio global en la política económica, tampoco del Estado. Por eso quedan a la defensiva en una discusión programática en relación a la violencia. Como máximo esbozan una política de derechos humanos (contra la brutalidad de la policía en la represión) que, a pesar de su importancia, no termina con el origen del problema”. Esta posición, además de embellecer a los reformistas porque ni esso hacen de hecho, muestra cómo, al revés de Lenin, el PSTU da poca importancia a las cuestiones de derechos humanos. El revolucionario ruso decía que el proletariado debe cargar adelante la bandera de los derechos democráticos de toda la sociedad y no solo las banderas obreras y socialistas, porque la burguesía ya no puede suprir esas necesidades progresivas y está en las manos del proletariado conciente y organizado en partido revolucionario constituir la democracia más amplia y generosa, una democracia de masas.

Para el PSTU la cuestiones democráticas, como los derechos humanos de los presos (aunque sean los “bandidos”) son secundarias o de menor importancia. Para los revolucionarios, no es de menor importancia estar adelante en la defensa de los derechos humanos, civiles y democráticos, ya que esta batalla es central y estratégica para desenmascarar la democracia de los ricos y ayudar a las masas a avanzar en su conciencia de que los males del capitalismo no tendrán cura diezmando a las víctimas de este sistema, en una lucha de pobres contra pobres. Los políticos, jueces, gobernantes, policías y empresarios criminales y corruptos tienen garantizados todos los derechos democráticos, civiles y humanos. A los considerados “bandidos” todo les es negado y está autorizada su eliminación. Esta es la realidad concreta. Y los revolucionarios no pueden dejarse contaminar por ella. El enemigo principal es la burguesía, su Estado y sus instituciones.

El PSTU, que se vanagloria de ser un partido “que le habla a las masas” y que dirige sindicatos y está en importantes organizaciones, muestra en la práctica como no tienen las cuestiones democráticas como eje estratégico del combate anticapitalista. Si no fuese así, este partido ya habría creado (o propuesto) una gran organización de derechos humanos que dispusiese abogados, asistentes sociales, psicólogos, sociólogos y otros especialistas para denunciar la violencia policial, las persecuciones homofóbicas, machistas, racistas y xenófobas, la criminalización de los luchadores sociales y sindicales, militantes de izquierda, jóvenes, negros y negras que no encuentran amparo en la izquierda. El ejemplo de los compaéros del PTS de Argentina, que están al frente del Ceprodh en alianza con fuerzas de otros partidos, organizaciones e independientes, demuestra que la izquierda tiene un papel de primer orden en la defensa de los derechos democráticos, civiles y humanos, al lado de la clase trabajadora y del pueblo pobre, sus organizaciones y luchas.
 

 

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