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Polarización y crisis política en México
por : Mario Caballero

05 Jul 2006 |

El domingo 2 de julio se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en México, luego de meses de importantes luchas obreras y populares, y una brutal represión policial. La polarización política fue uno de los primeros resultados en un escenario incierto con dos candidatos aclamando su victoria, que vislumbra una importante crisis del régimen mexicano.

Según los últimos datos del recuento oficial, al cierre de esta edición, Andrés Manuel López Obrador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) supera por un estrecho margen a Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN), revirtiendo el resultado preliminar anunciado por el Instituto Federal Electoral (IFE) que daba como ganador al PAN (aunque este margen se acorta minuto a minuto). Al mismo tiempo, se llevan a cabo reuniones de organizaciones sociales y políticas, para enfrentar el fraude y la manipulación de votos.

La jornada electoral terminó con dos “ganadores”, por un lado el candidato oficialista del PAN, y por el otro el opositor del PRD. En las últimas horas de ese día, el IFE declaró que era imposible definir quién había obtenido la mayoría de los votos. El martes 4/7 López Obrador denunció la “pérdida” de tres millones de votos. Ante esta denuncia, el IFE debió informar a los medios que 2.581.000 de votos debían ser “revisados”, por estar “mal completados” (por los electores). Esta “revisión” sería llevada a cabo durante el conteo oficial que comenzó el miércoles 5 de julio.

Esto abre escenarios inciertos con fuertes costos políticos para las instituciones. Ante el ajustado resultado y las maniobras previas, está por verse si el PRD llamará a movilizar o si se limitará a presionar a las autoridades electorales.
Fue bastante evidente el intento del PAN (con la colaboración del IFE) de imponer el triunfo de Calderón, lo que es una política que está despertando el repudio de la población, donde todavía está fresco el fraude de las elecciones de 1988, cuando se utilizó la “caída del sistema” electoral durante el recuento de votos, un verdadero fraude para arrebatarle el triunfo al candidato del PRD Cuauhtémoc Cárdenas. Y por eso pueden surgir movilizaciones como cuando, a principios del año 2005, el PAN y el PRI orquestaron el intento de desafuero para proscribir a López Obrador. Ya fueron realizadas el 5/7 las primeras movilizaciones contra el fraude frente a las oficinas del IFE, por “El Tercer Diálogo Nacional” (conformado por sindicatos “opositores” y la Promotora Nacional contra el Neoliberalismo). Y se han publicado cartas en diarios como “La Jornada”, con exigencias a López Obrador de que defienda el voto y llamados a “no traicionar” como lo hizo Cárdenas en 1988.

Y es que en la actual situación, estos intentos fraudulentos pueden ser muy costosos para el régimen de la alternancia, provocando una deslegitimación de envergadura histórica y, acelerar el agotamiento de la “transición” como proyecto de desvío y contención de las masas.

Un escenario de polarización política

En estas elecciones el régimen logró “ahuyentar” el peligro de un crecimiento sustancial del abstencionismo (41% en la elección actual, mayor al 36% del año 2000, pero menor al 58% del año 2003). En ese contexto, las elecciones expresaron una fuerte polarización política y social, donde el PAN capitalizó su agresiva campaña a favor de la estabilidad y contra el “peligro populista” de López Obrador, atrayendo el voto de amplios sectores conservadores de la clase media y media alta.
Esta polarización también se expresó en que millones de trabajadores y sectores medios, descontentos con el gobierno de Vicente Fox, votaron al PRD que aumentó cualitativamente su peso e influencia como fuerza política.

Esta polarización también se expresó geográficamente. El PAN creció en estados donde existen más sectores de clase media y alta (así como en zonas acomodadas del Estado de México y del DF), atrayendo a amplios sectores priístas (especialmente en el norte del país). El PRD, además de mantener el DF (que gobierna desde 1997), surge como primera fuerza en el Estado de México, el más importante y de mayor concentración obrera, desplazando al PRI al tercer lugar, que es el principal perdedor de la contienda, y pasó a ocupar el tercer lugar también en el Congreso de la Unión. Un amplio “voto útil” de antiguos sectores priístas nutrió al PAN en el norte y al PRD en el centro y sur del país.


Los grandes perdedores

La crisis del PRI puede convertirse en el elemento de mayor inestabilidad. El debilitamiento de su control corporativo del movimiento obrero y de masas puede alentar el surgimiento de luchas obreras y fenómenos antiburocráticos, e impulsar nuevos reagrupamientos sindicales, como el Frente Nacional por la Autonomía y la Unidad Sindical, integrado por la UNT, la CROC y el sindicato nacional minero-metalúrgico (los que apoyaron al PRD en estas elecciones). El futuro del PRI es complicado: el liderazgo de Madrazo (su candidato) está siendo cuestionado y se profundizará la fragmentación del poder al interior de este partido burgués, mucho más teniendo en cuenta que el mayor peso institucional del PRI estará en las gobernaciones que hoy mantiene.

El otro gran “perdedor” es el IFE. La parcialidad mostrada en los meses previos donde el IFE actuó contra López Obrador ya que sus nueve miembros fueron negociados entre el PRI y el PAN, dejando afuera al PRD; las sospechas -confirmadas- sobre su “incapacidad” para dar resultados durante la noche del domingo y las acusaciones de fraude, son elementos que deslegitiman a una institución clave de este régimen, en cuya supuesta transparencia e imparcialidad se basó la idea de la “alternancia democrática”.

Más allá del resultado final, el PRD se fortalece como partido burgués a nivel nacional, en su relación con organizaciones del movimiento de masas. Sin embargo, aunque millones de trabajadores y jóvenes votaron al PRD, pensando en que así se resolverían sus demandas, para los que se levantaron contra el gobierno y la patronal como los obreros de Sicartsa, los pobladores de Atenco y los maestros de Oaxaca, para los campesinos y luchadores sociales de Chiapas y Guerrero, el PRD no es “el mal menor”. Allí donde ya es gobierno el PRD defendió los intereses patronales y donde fue necesario, aplicó la represión, persecución y encarcelamiento de activistas, muchos de los cuales siguen presos.

En este sentido, desde la LTS denunciamos y enfrentamos cualquier intento de fraude y nos sumaremos a la más amplia movilización democrática para imponer el respeto a la voluntad popular, considerando que el intento de fraude es parte de un ataque reaccionario contra las libertades democráticas más elementales de las masas, que el régimen de la alternancia prometió dar a la caída del priato. Nos hacemos parte de esta lucha contra el fraude, sin depositar un gramo de confianza en los partidos patronales oficialistas u opositores. Planteamos que para echar atrás el fraude, es fundamental la acción del movimiento obrero y el conjunto de las masas movilizadas, y por ello proponemos la formación de comités independientes, amplios, que de manera democrática organicen la lucha contra el fraude y la defensa del derecho democrático de las masas. De igual forma alertamos contra cualquier pacto o negociación en el régimen y, entre los partidos patronales contra las masas.

La crisis abierta alrededor de las elecciones no hace más que confirmar la podredumbre de este régimen de la “alternancia”. Los intentos de maniobras, agitación de manipulación de votos y denuncias de fraude refuerzan un escenario de crisis política, al que el futuro gobierno deberá responder.


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