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Contradicciones y límites de la Cumbre de los BRIC
por : Simone Ishibashi

23 Apr 2010 | El 16 de abril se realizó la segunda Cumbre de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) en Brasilia, capital de Brasil. Muchos analistas burgueses saludaron la Cumbre como si de ella resultase una nueva alianza internacional duradera y alternativa a la política de EE.UU. y a la crisis de la Unión Europea. La realidad demuestra los pies de barro de (...)

El 16 de abril se realizó la segunda Cumbre de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) en Brasilia, capital de Brasil, sucediendo al primer encuentro ocurrido en 2009 en Yekaterinburg en Rusia. También se realizó la IV Cumbre del BIAS, con los presidentes de África del Sur e India, además de Brasil.

Impresionados por el peso que los BRIC tendrían al representar el 42% de la población mundial, aproximadamente 15% del PBI mundial y casi el 30 % del comercio mundial, muchos analistas burgueses salieron a saludar la Cumbre como si de ella resultase una nueva alianza internacional duradera y alternativa a la política de EE.UU. y a la crisis de la Unión Europea. Sin embargo, la realidad demuestra los pies de barro de las esperanzas burguesas en la capacidad de impulso que los “emergentes” pueden dar al mundo en medio de la crisis capitalista y a las contradicciones generadas por la decadencia de la hegemonía norteamericana.

Lula, el anfitrión de la ocasión, no ahorró esfuerzos en presentar la Cumbre como un gran avance producto de su política internacional, buscando capitalizar esta ubicación internamente en medio de la disputa electoral para proyectar su candidata, Dilma Roussef, e internacionalmente al anunciar en tono triunfalista que del encuentro “nació una nueva geografía económica global”. Sin embargo, lejos de eso, la Cumbre de los BRIC fue una mezcla de algunos acuerdos bilaterales, discusiones para definir algunas tibias medidas de presión para llevar a la próxima reunión del G20 en junio en Canadá, y debate sobre las sanciones a Irán pretendidas por EE.UU., con Rusia y China en un creciente acercamiento a EE.UU., Lula sosteniendo una posición más mediada de diálogo -que busca no comprometerse a no desarrollar energía nuclear y al mismo tiempo aparecer como un mediador internacional- y la India con una posición vacilante. Por lo tanto, una cuestión que sigue sin acuerdo.

Como telón de fondo están las grandes diferencias que los países del BRIC mantienen entre sí, lo que impide que avancen en una cooperación de contenido más profundo. Mientras los diarios burgueses latinos exageran la potencialidad de los BRIC, los medios tradicionales de la burguesía imperialista resaltan su debilidad como bloque, tal como plantea The Economist: “Una razón más convincente para poner en duda las posibilidades de que los BRIC cambien algo fundamental es que no tienen capacidad para ello. Carecen de coherencia. Compiten tanto entre sí como con EE.UU. o Europa – y consecuentemente, parece improbable que los BRIC como bloque sean compatibles con la fuerza de sus ambiciones individuales” [1]. Aunque el análisis sea interesado, contiene fundamentos más sólidos.

En primer lugar, China e India mantienen una disputa de posiciones en Asia que cuenta incluso con una guerra, ocurrida en 1962. Esta disputa sigue vigente con las tensiones entre los dos países para obtener mayor control del gas y petróleo de Asia Central, las barreras que India coloca al ingreso de trabajadores chinos calificados a su país. Eso hace que China no vea con buenos ojos las pretensiones de India de entrar al Consejo de Seguridad de la ONU. India tampoco aprueba la política de Brasil de presionar para reducir las barreras de impuestos a la exportación de su producción agrícola. Estas tensiones pueden echar por tierra los acuerdos para presionar al imperialismo por más espacio para los BRIC en los organismos internacionales, uno de los argumentos ideológicos del bloque.

Brasil, a su vez, aspira a entrar al inmenso mercado chino como más que un proveedor de materias primas, además de defender también la valorización del yuan para favorecer sus exportaciones, por lo que el ministro de Economía brasilero, Guido Mantega, fue comparado con un “funcionario del Tesoro de EE.UU.”. A su vez, China, la mayor compradora de mineral de hierro brasilero, anunció que instaurará una investigación contra la minera brasilera Vale do Rio Doce por el aumento del precio.

La competencia también se muestra cuando el tema es la participación de cada uno de los BRIC en otras regiones. En el último período, China firmó una serie de TLC con países como Perú, Costa Rica y Chile, país que pasó a tener a China como mayor socio comercial. Esto puede agriar las relaciones con Brasil, que busca garantizar su posición de exportador de manufacturas, sobre todo de línea blanca, a los vecinos latinoamericanos. Otra expresión de esto es la política hacia África del Sur: “Los BRIC aumentaron las exportaciones de países pobres. Así como EE.UU. y URSS disputaban la influencia a través de la ayuda económica y militar, ahora los BRIC lo hacen a su manera (aunque la competencia sea menos intensa que en la Guerra Fría). China prometió US$10 mil millones en crédito barato a África y Brasil ya invirtió US$ 10 mil millones desde 2003” [2].

Con respecto a los acuerdos firmados entre Brasil y China, conocidos como “PAC chino” (en alusión al programa nacional de inversiones públicas bralileño), vendido por el gobierno de Lula y por la burguesía brasileña como un gran acuerdo, sobre todo por prever cierto aumento de las inversiones directas chinas en el país, tampoco muestran acuerdos en algunas contiendas fundamentales. “Lo que el PAC y los demás actos firmados no tratan (...) son los problemas en las relaciones bilaterales. Son problemas que pueden tornarse universales, como la perspectiva de que se esté formando una “burbuja” en China, visión compartida por la diplomacia brasilera y por muchos analistas.

Todos sintieron lo que sucede cuando ‘burbujas’ grandes explotan. Hay otro problema que afecta a otros países: la moneda china supuestamente demasiado desvalorizada, lo que facilita exportaciones y genera desequilibrios con EE.UU. y también con Brasil. Tercer problema: la pauta comercial es formada, del lado brasilero, por exportaciones de bajo valor agregado, básicamente commodities” [3].

Por lo tanto, en medio de las incertidumbres que aún rondan al capitalismo mundial, lo que hoy aparece como “salvación” se puede transformar en un punto más de discordia y disputas comerciales. Si la Unión Europea, que concentra algunas de las economías imperialistas más importantes, pasa por una crisis importante desatada por la falta de acuerdo en cómo lidiar con la crisis griega, que amenazó su moneda común, es una ilusión de las más risibles creer que los BRIC podrían constituir un bloque estable de intereses. Si, por un lado, puede servir como alianza defensiva frente a EE.UU. y a la UE en el marco de la crisis capitalista, y ser una contratendencia a la menor demanda de EE.UU. por las mercancías chinas, o a una fuga de capitales del mercado brasileño a partir de la demanda china por exportaciones, está lejos de componer un bloque homogéneo. Desde el punto de vista político, incluso, la Cumbre tiene lugar en el momento de un acercamiento entre Rusia y EE.UU. a partir de la firma del acuerdo de no proliferación de armas nucleares. Eso muestra que a pesar de que los BRIC son compuestos por potencias regionales como China y Rusia, y países que aumentaron su cuota de participación en el escenario internacional, como Brasil e India, son incapaces de lidiar con las contradicciones que podría desatar una política de mayores enfrentamientos con el imperialismo. Por otro lado, cualquier alianza impulsada por los BRIC busca garantizar los intereses de sus burguesías, siendo completamente contrarios a los intereses de la clase trabajadora y de estos países de avanzar en su necesaria unidad para combatir los ataques y la explotación negociada en estas cumbres.

Lula: “autonomía” en cooperación militar con el imperialismo

Al ubicarse públicamente contra las sanciones a Irán en la Cumbre de Seguridad Nuclear, Lula busca llevar adelante su proyecto de resguardar los intereses de la burguesía brasileña de proyectarse como una potencia regional y capitalizar su posición como mediador “independiente”. Eso se combina con su negativa a comprometerse a no enriquecer uranio en el futuro. Aunque defendamos el derecho democrático de las naciones pobres y semicoloniales a desarrollar armamentos nucleares para defenderse del imperialismo, y denunciaremos la cínica política de Obama de negar este derecho a las demás naciones (recordemos que las peores bombas atómicas fueron disparadas por EE.UU. y nadie más) y usar eso como pretexto para avanzar sobre Irán, es preciso decir claramente que lo que motiva a Lula no es ninguna posición antiimperialista o preocupación con el pueblo iraní, como podría parecer.

Eso se demuestra cuando contrastamos su posición en la Cumbre de Seguridad Nuclear con el hecho de que en el último día 12 el mismo Lula acaba de firmar un acuerdo de cooperación militar con nada menos que... ¡EE.UU.! El acuerdo, primero desde 1977, está siendo presentado como un simple colgajo a la venta de doscientos aviones brasileños a EE.UU. Sin embargo, el propio ministro de Defensa brasileño, Nelson Jobim, y su par norteamericano Rober Gates declararon que es más que eso. “Este acuerdo llevará a la profundización de la cooperación en defensa entre EE.UU. y Brasil en todos los niveles”, dijo Gates después de la ceremonia, ocurrida en la sede del Pentágono. “El pacto firmado este lunes crea un marco de cooperación para organizar visitas mutuas de delegaciones militares de EE.UU. y Brasil y prevé la colaboración en asuntos técnicos, además de encuentros entre instituciones de defensa, intercambios de estudiantes e instructores y entrenamientos militares conjuntos”.

A pesar de que no haya pasado el punto que preveía instalaciones de bases norteamericanas en territorio brasileño, este acuerdo sienta graves precedentes y demuestra que la política de Lula en relación a EE.UU. es de combinar disputas cuando el tema no depende de la decisión de Brasil, con la búsqueda de acuerdos que puedan fortalecer sus posiciones. Es una hipótesis razonable suponer que este movimiento de Lula es una respuesta reaccionaria y entreguista a la búsqueda del imperialismo de fortalecer su entrada directa en América Latina (Haití, Colombia, IV Flota) y que eso dificulta su plan original de alzarse como potencia regional y mediador latinoamericano por excelencia.

Eso demuestra cómo la política internacional de Lula, a despecho de sus discursos demagógicos, está lejos de ser autónoma. No contento con eso, ahora Lula ayuda a profundizar, aunque indirectamente, las posiciones del imperialismo en América Latina. Es preciso ampliar el debate sobre este carácter sumiso y reaccionario del gobierno Lula, planteando la necesidad de rechazar este acuerdo y de que la clase trabajadora y los pueblos del mundo no confíen en ningún caudillo que se llene la boca para hablar de autonomía, pero termina trayendo al imperialismo a sus países, y sosteniendo a la burguesía nacional.

 

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