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Algo huele a podrido en Dinamarca
por : Claudio Zusman, docente de la UBA , Hugo Echeverre

10 Dec 2009 | Los gobiernos imperialistas que se reúnen en Copenhague junto a sus socios menores de los países “en desarrollo” no pueden profundizar medidas de solución al cambio climático. Porque en definitiva, como sostiene Kovel (recordando las enseñanzas de Karl Marx), “el capitalismo es el motor irrefrenable de la crisis (...)

El imperialismo ha implicado las peores formas de destrucción ecológica en términos de saqueo de recursos, destrucción de relaciones sustentables con la tierra, y la descarga de desperdicios caen mucho más en la periferia que en los países centrales” (John Bellamy Foster, “El imperialismo ecológico”)

El clima social y político (también) se calienta. Al cierre de esta edición, la policía danesa abordó a jóvenes ambientalistas al llegar a Copenhague y allanó sus pertenencias y camionetas; y cerca de ahí, unos 200 policías asaltaron uno de sus campamentos.

Este 7/12 dio inicio la Conferencia de la ONU en Copenhague, que se extenderá hasta el 18/12. Participan más de 190 Estados y aseguran su presencia los jefes de las potencias imperialistas. EE.UU., Francia, Inglaterra, Alemania, más China y Brasil entre otros, estarán presentes y discutirán qué hacer con el creciente deterioro ambiental.

La matriz del problema

A diferencia de 1997 cuando se firmó el tratado de Kioto [1], hoy nadie niega el calentamiento global y se asume la “acción del hombre”. No queda espacio para maniobras y retórica. Sin embargo, la “acción del hombre” intenta esconder las formas de producción capitalista. Y no puede haber pasos sustanciales bajo la lógica del capital. Lo que manda es la maximización de ganancias, la competencia y la propiedad privada; y sus formas de producción son incompatibles con una utilización racional de los recursos. Para ellos el cambio climático es un problema no en tanto que afecta las condiciones de vida y salud, si no en tanto que perjudica parcialmente sus ganancias, a través del aumento del costo de las materias primas y la generación de energía.

Por eso, su pretensión de reglamentar las emisiones de carbono, es similar a pretender ordenar el intercambio mundial (como se demostró en la crisis de la Ronda de Doha). Y esto es un problema (serio, problema). Una muestra de ello es el reciente texto que salió a la luz, donde los EE.UU. y Gran Bretaña imponen mecanismos que niegan todo “marco legal vinculante” y una escasa financiación a los países de industrialización intermedia que son dependientes, abriendo la crisis que se venía oliendo.

Y es que, la extracción de materias primas y la producción de energía están organizadas en función de las demandas de los países imperialistas, donde vive el 20% de la población mundial y se consume el 80% de los recursos mundiales. Por eso tratan de inculcar la idea de que el cambio climático es “un problema de todos” y que “entre todos debemos resolverlo” (“protege tu jardín y protegerás el bosque”, vociferan). Nada más ridículo y perverso. En este marco, ONG’s y figuras como Noemi Klein suplican algún acuerdo; y lo que es peor: saludan la llegada de Barack Obama y le exigen a los países africanos que acepten las miserias y maniobras imperialistas como el “mal menor”. China, Brasil y la India, no admiten la propuesta del bloque anglosajón, y exigen financiación de los países desarrollados. Los europeos especulan e intentan que no les estalle la Cumbre al empezar.

Quiénes consumen y quiénes contaminan

El CO2 (dióxido de carbono) es el principal gas del efecto invernadero (GEI), y crece a partir de la combustión para la generación de energía, el transporte automotor y la aviación. Asimismo, la deforestación se extiende brutalmente destruyendo ecosistemas y acotando la capacidad natural de bosques y selvas que funcionan para absorberlos. Estos cambios en el uso del suelo contribuyen en un tercio a las emisiones de GEI.

Los derivados del petróleo, el carbón y el gas son los mayores exponentes y actual base de la matriz energética. EE.UU. y China concentran más del 35% de estas emisiones de CO2 a nivel mundial, utilizando básicamente carbón y petróleo. La Unión Europea (EU 25), Rusia y la India completan el podio sumando otro 25%. La Argentina emite un 0,9, México 1,5 y Brasil 2,5% del total mundial [2].

A la vez, bajo el concepto “huella de carbono”, se calculan los niveles de emisión en relación con el consumo per capita de energía, destacándose los fuertes contrastes entre un norteamericano que promedia las 20 toneladas, o las de un inglés que supera las 12 t, con la de un argentino que oscilaría en las 8 t, ubicándonos en el puesto 53 del ranking mundial de emisiones de CO2/año por habitante.

Promesas en papel

Ante semejante desigualdad, la sola idea de un “desarrollo sustentable” a nivel mundial, se derrumba con sólo nombrarlo. Como bien expresa James O’ Connor: [3] “En ningún país capitalista desarrollado existe una agencia estatal o mecanismo de planificación de tipo corporativo que se ocupe del planeamiento ecológico, urbano y social integrado. La idea de un capitalismo ecológico, o de un capitalismo sostenible, no ha sido teorizada siquiera de manera coherente, por no hablar de que se haya visto plasmada en una infraestructura institucional”.

Algunas estimaciones arrojan, además, que se necesitarían unos 67.000 millones de euros durante diez años para mitigar el calentamiento global. Una cifra sin duda muy alta, aunque muy pequeña si la comparamos con el salvataje a los bancos durante la crisis financiera, los gastos militares que alcanzan los 980.000 millones por año o los gastos en publicidad que superan los 350.000 millones [4].

El principal contaminante, EE.UU., mientras conspira con su eterno aliado inglés, diseña planes que preparan restricciones a las importaciones en base a “permisos anuales negociables de emisión”. China, Brasil y la India, repiten la necesidad de una financiación por parte de los países centrales para reestructurar su ciclo de emisiones. Por su lado, la Unión Europea (UE 25) y Japón, proponen un 20 y 25% respectivamente. Pero poco y nada habrá. Las promesas son unilaterales, por bloques, y lejos de establecer una coordinación contra el calentamiento global, están abriendo disputas entre los distintos Estados.

Soluciones de mercado

En este marco, las “soluciones” que giran en Copenhague para mitigar las emisiones de GEI van sobre tres ejes: reconversión a “energías renovables”, aplicación de “tecnológia verde” y la creación de un “mercado de carbono”. Este último (que impulsa sobre todo el capital financiero), se basa en topes de emisión por país, impuestos y papeles negociables, que trasladan la crisis de los Estados imperialistas hacia la periferia. Los monopolios podrán comprar permisos afuera y seguir emitiendo a los mismos niveles que quieran. A la vez, establecería las restricciones al intercambio comercial.

En cuanto a las “energías renovables”, la eólica, solar, geotérmica y biomasa, serían las medidas más coherentes. Sin embargo la más promocionada entre ellas, el biocombustible, presenta serios cuestionamientos ya que el capital sigue reconvirtiendo tierras, extendiendo la frontera agrícola y deforestando bosques y selvas; como en el centro y norte de Argentina y Amazonas, bajo formas de producción basadas en mares de agrotóxicos, monocultivo y transgénicos.

Otra consecuencia es la tendencia que toma esta agricultura hacia la producción de combustibles, provocando una seria disminución del total de alimentos disponibles y el alza de precios correspondiente, mostrando el cinismo de la “revolución verde” de la burguesía.

Por último, está la aplicación de “tecnología verde”; tal vez, la más curiosa y desopilante. Las medidas van desde la creación de árboles artificiales hasta “proyectos (que) suponen usar aviones de alto vuelo, armas navales o gigantescos globos para lanzar materiales reflexivos (aerosoles de sulfato o polvo de oxido de aluminio) en la estratosfera para refractar los rayos del sol. Hay hasta propuestas de crear ‘partículas diseñadas’ que van a ser ‘auto-levitantes’ y ‘auto-orientadas’ que se desplazarán por la atmósfera sobre los polos para proveer ‘sombrillas’ a la región polar”. [5] En síntesis, los gobiernos imperialistas que se reúnen en Copenhague junto a sus socios menores de los países “en desarrollo” no pueden profundizar medidas de solución al cambio climático. Porque en definitiva, como sostiene Kovel (recordando las enseñanzas de Karl Marx) [6], “el capitalismo es el motor irrefrenable de la crisis ecológica”(continuará) [7].


Qué es el cambio climático

Desde sus inicios el capitalismo viene incrementando el registro de (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI), elevando la temperatura de la superficie de la Tierra incluyendo los océanos. Estas emisiones aumentaron más de 30% en sólo 150 años, es decir grandes cantidades en tiempos muy cortos, lo que acota la capacidad natural para su asimilación. En 400.000 años no se han detectado semejantes niveles de emisión en tiempos tan cortos.

En este gráfico se observa la evolución de la temperatura en los últimos 1000 años, apreciándose una tendencia decreciente (fría) hasta aproximadamente1900. A partir de ahí comienza un salto abrupto y acelerado de la temperatura en la línea del tiempo, que coincide con el inició de la era industrial capitalista y continua aumentando, modificando el ritmo natural en base a la contaminación de GEI. Fuente IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU)

Este fenómeno impide la salida hacia el espacio de parte del calor enviado por el sol, elevando las temperaturas terrestres y produciendo transformaciones climáticas impredecibles. Consecuencias como el derretimiento de los polos eleva el nivel del mar y amplias zonas costeras.

Espacialmente las regiones más empobrecidas del planeta como África o América Latina son las que lo sufren. Enfermedades como la malaria, el dengue y el mal de Chagas se extienden y golpean a pobres urbanos y rurales.

 

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