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Pasado, presente y futuro del Socialismo. A 20 años de la caída del Muro de Berlín
por : IPS

27 Nov 2009 | Con la presencia de más de 500 personas se llevó adelante la primera jornada de debate de Marxismo2009. Reproducimos extractos del debate para los lectores de LVO. Aquellos que quieran acceder a la desgrabación o al evento completo podrán hacerlo ingresando a: www.marxismo2009.com.ar o (...)

Con la presencia de más de 500 personas se llevó adelante la primera jornada de debate de Marxismo2009. Reproducimos extractos del debate para los lectores de LVO.

Aquellos que quieran acceder a la desgrabación o al evento completo podrán hacerlo ingresando a:

www.marxismo2009.com.ar o www.tvpts.tv

ALDO CASAS, Director de la Revista Herramientas

Hace 20 años cuando la implosión del mal llamado “socialismo real” fue acompañada por la restauración del más salvaje capitalismo, incluso en la China conducida por un partido llamado comunista circulaba en los países del Este, esta broma: “¿Sabés qué es el socialismo? , es el camino más difícil y tortuoso para pasar del capitalismo al capitalismo”. Más allá del cinismo, el chiste reflejaba el abismo abierto entre los iniciales ímpetus emancipatorios del movimiento obrero revolucionario y las realizaciones prácticas tanto del comunismo estalinizado como de la social democracia (…) sobre los escombros del estalinismo y la socialdemocracia debemos clavar un cartel con este recordatorio: los principios no se negocian. Me refiero a los principios generales que inspiran y sostienen la estrategia emancipatoria que no apunta a un simple cambio de gobierno, ni siquiera de estado, sino a una revolución total, a la construcción de una sociedad nueva, sin clases. Estos principios son por ejemplo la crítica intransigente del orden del capital, así como también la irrestricta auto crítica de las experiencias revolucionarias y de nuestras propias organizaciones o el carácter mundial de la revolución en oposición al engendro teórico del socialismo en un solo país, la coexistencia y la competencia pacífica entre sistemas.

El presente y el futuro del socialismo dependen de la decisión de ir más allá del capital y de conquistar la capacidad para hacerlo, comenzando por reconocer que la transición socialista se ha vuelto mucho más complicada de lo que pudieron suponer Marx, Lenin o el mismo Trotsky (…) Y es preciso advertir que los principios generales que antes reivindiqué, siendo imprescindibles, resultan insuficientes dado que la cuestión crucial para la política socialista es aferrarse en las mediaciones necesarias y a escapar a las mediaciones falsas que constantemente produce el viejo orden a fin de asimilar a sus opositores. Así pues, para convertir al proyecto socialista en una realidad irreversible, tendremos que efectuar muchas transiciones dentro de la transición, puesto que el socialismo mismo podría definirse como una constante autorenovación de revoluciones dentro de la revolución. La dificultad radica en que la del poder del estado de ninguna manera implica lograr el control de la reproducción y del metabolismo social.

Es posible demoler el estado burgués pero no puede hacerse lo mismo con la dependencia estructural del capital que es heredada por los trabajadores, por que esa dependencia está materialmente sostenida por la división estructural jerárquica del trabajo y solamente puede ser modificada en un sentido progresivo mediante la reestructuración radical de la totalidad de los procesos reproductivos sociales, es decir mediante una progresiva reconstrucción de la totalidad de esa forma social que se hereda.

Nunca como hoy ha sido tan necesaria una educación política de masas que implica una relación de ida y vuelta. Es imposible desarrollar un movimiento político revolucionario con raíces de masas sin el trabajo apasionado y vital de educación política. Pero esta tarea sólo es posible si superamos las distinciones arbitrarias entre tareas sindicales y tareas políticas alentando un proyecto emancipatorio inclusivo que se concreta luchando y aprendiendo a construir cotidianamente y en todos los ámbitos poder popular. En los diversificados y complejos procesos de lucha de clases que recorren nuestro continente debemos prestar particular atención a lo que llamo el advenir del socialismo (…) Pensar el advenir del socialismo enriquece la perspectiva y la concepción misma de transición adquiere nuevas dimensiones, en relación a la tarea de enfrentar la crisis en su doble dimensión de crisis estructural del capital y crisis civilizatoria.

Así concebida una hipótesis estratégica de construcción de poder popular podrá enlazar en un mismo proceso A) el empeño por el contra restar la actual disgregación y heterogeneidad de los de abajo, asumiendo un combate social político que desborde el corporativismo. B) el desarrollo de subjetividad revolucionaria y C) la construcción de organizaciones populares autónomas capaces de ganar reconocimiento y fuerza. Esta fuerza del poder popular, podrá tener diversas formas y manifestaciones, pero en todos los casos surgirá de la creación de nuevos lazos sociales entre los oprimidos y explotados al resistir juntos las presiones del capital y desplegar una interrelación ajena a los dictados del mercado y a lógica de valor, inspirándose en la solidaridad. Esta orientación enlaza el trabajo paciente apuntado a cambiar una desfavorable relación entre las clases con la audaz afirmación de la actualidad de la revolución. Diré para terminar con el peruano José Carlos Mariátegui, no queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia, debe ser creación heroica, tenemos que dar vida con nuestra propia realidad.

NESTOR KOHAN, Integrante del colectivo Amauta

En primer lugar un agradecimiento no formal a los organizadores (…) La gente del PTS y el IPS me parece que ha hecho un aporte no sólo con este sino otras actividades, donde nos podemos encontrar ante la ausencia de debate de las distintas izquierdas, estos eventos son un hecho a destacar. A nosotros se nos ocurrió recortar el tema desde un punto de vista histórico, es decir, no tanto plantearnos cómo nos gustaría que fuera el socialismo del futuro, no tanto plantearnos qué modelo alternativo al capitalismo podríamos inventar sino tratar de describir dentro de nuestras limitaciones y desde nuestros puntos de vista, por qué en este punto no estamos todos de acuerdo, es un subsuelo común, pero no todos tenemos el mismo punto de vista sobre lo que significó la caída del muro de Berlín, no todos tenemos el mismo punto de vista sobre cómo debería ser el socialismo del futuro, pero se me ocurrió, en vez de pensar cómo me gustaría que sea, ver lo que realmente pasó, tratar de analizar mínimamente, describir, por lo menos tres puntos de lo históricamente sucedió: ¿Qué significó la caída del muro de Berlín desde nuestro punto de vista?

¿Qué significó el neoliberalismo? ¿Cuál sería la tarea del socialismo a partir de esos dos datos históricos, desde nuestro punto de vista?

La caída del muro. En primer lugar, un dato no menor, en lugar de discutir solamente al interior de la izquierda, creo que uno de los desafíos que tenemos por delante es discutir también con la derecha, con nuestros enemigos de clase y no sólo con los compañeros de otras tradiciones dentro del marxismo. (…) Desde nuestro punto de vista, ¿qué había antes de la caída del muro?, ¿qué es lo que se derrumba? Bueno, lo que se derriba no es el socialismo lo que había en esos países de Europa del Este era una enorme burocracia que había expropiado la revolución bolchevique y que se había extendido a partir de la derrota de los nazis a otros países, donde en la mayoría de ellos no hubo revoluciones populares sino, que se implantó el socialismo por decreto, el socialismo entre comillas, a partir de una invasión militar. Invasión que no me pone triste porque creo que la derrota de los nazis la voy a seguir reivindicando hasta el día que me muera. Creo que fue muy importante haberle dado una paliza a los nazis.

Pero lo que se instaló en esos países del este europeo poco tenía que ver con el socialismo, poco tenía que ver con la democracia socialista, no tenía casi nada de poder obrero, inmensos privilegios, un divorcio absoluto entre la elite que gobernaba y los sectores populares (…) Eso es lo que había antes de la caída del muro de Berlín, por lo tanto su derrumbe, desde nuestro punto de vista es contradictorio, tenemos sentimientos contradictorios, una evaluación contradictoria. En primer lugar lo que deberíamos decir es que fue el punto de llegada. La caída del muro no vino como un relámpago en medio de un cielo sereno, en un mediodía claro, fue un punto de llegada de una acumulación de contradicciones muy extendidas, internas y externas, internas porque habían tenido rebeliones de sus propios trabajadores en varios de esos países. Algunos con proyectos de darles un rostro humano a esos países, querían reformar desde adentro esos sistemas burocráticos. Desde el punto de vista de las ideologías hubo pensadores muy importantes que apostaron a reformar desde adentro (…) No fue la predominante. Lo que predominó fue a partir de la caída de Berlín fue un intento de restaurar el capitalismo, no de volver esas sociedades más amigables, más amables, de otorgar mayor participación. Fue, desde nuestro punto de vista, el intento de restaurar el capitalismo, fue una restauración capitalista lo que sucedió a partir del año 1989. No se dio la esperada revolución política que algunas corrientes de izquierda no estalinistas venían deseando, soñando, apostando desde principios de siglo, no desde principios de siglos, en realidad desde décadas, desde los ’30. (…)Y se recolonizaron esos países, perdieron muchos derechos, entonces, no vino una revolución política. Yo creo que nos tenemos que hacer cargo de esos viejos diagnósticos que no se dieron esas esperanzas.

¿Cómo resumir nuestro punto de vista sobre la caída del Muro de Berlín sin tomar en cuenta la agenda de Clarín, la agenda de la tele, la agenda de los grandes monopolios? Yo creo que fue un hecho muy contradictorio, tuvo elementos positivos y tuvo elementos negativos y creo que fueron mucho más predominantes los negativos. Los positivos, en primer lugar, dejamos de tener que seguir explicando que eso no era lo que nosotros queríamos para el futuro de la humanidad (…) Se abandonó la noción de estado guía, que hay un estado que le marca la línea a todo el movimiento popular en el mundo, se abandonó esa idea. Algunos nostálgicos quisieron cambiar eso, cambiaron a Moscú por La Habana, y yo creo que fue un error bastante grave, porque de todos maneras no considero que Cuba sea lo mismo que había en la URSS, con todas las críticas que podamos tener, pero entró en crisis la razón de estado, esta idea de que para defender a un país “amigo” había que subordinar al movimiento popular del propio país.

¿Qué vino a continuación desde un punto de vista histórico? El neoliberalismo. ¿Cómo se impuso? No vino de manera automática como dice Tony Negri en su libro tan famoso a inicios de esta década… bueno… vino la globalización, vino el neoliberalismo. Yo suscribo las hipótesis del historiador Perry Anderson, que hizo un diagnóstico que comparto: el neoliberalismo tiene fecha de inicio. Nació en 1973, antes de la caída del Muro de Berlín, y ¿cómo nació? Con un golpe de Estado, en Chile. Ahí nace el neoliberalismo y en términos generales con la caída del Muro (…) El neoliberalismo no se impone así, se impuso a sangre y fuego y el imperialismo jugó un papel muy importante, hoy en día hemos logrado luego de una ardua lucha ideológica volver a instalar que el imperialismo existe, lo que es un poco lastimoso, que hayamos tenido que debatir alguna vez si existía o no el imperialismo.

El neoliberalismo entró en crisis. Sí, pensamos nosotros, sí, entró en crisis producto de la lucha, de una lucha múltiple (…) En 1994 el Zapatismo, no como movimiento social, sino como organización armada apareció en escena. Y también entró en crisis en América Latina porque han sobrevivido y se han renovado experiencias político-militares, que en la agenda de nuestra izquierda más de una vez no se mencionan. Cuando se habla de las experiencias progresistas en América Latina se habla de Bolivia, Venezuela, Ecuador, después podemos discutir, unos dirán bonapartismo, otros socialismo del siglo XXI, cada uno lo caracteriza de manera distinta, pero a la hora de hacer el recorrido no se menciona que en el siglo XXI sigue existiendo resistencia político militar en América Latina y como dato, para terminar, no es casual que las siete bases militares de este supuesto imperialismo que supuestamente no existía que instalan en Colombia, donde sigue existiendo un movimiento político militar de masas. Y nuestra izquierda, creo que se tiene que hacer cargo.

Creo que si Celia Hart estuviese viva sugeriría que también las corrientes trotskistas deberían defender a la insurgencia colombiana, porque es parte de la lucha contra el imperialismo hoy, es parte de haber puesto en crisis al neoliberalismo. Es una insurgencia que no se quedó anclada en el muro de Berlín, sigue existiendo y es parte de la lucha. Creo que la izquierda nuestra es múltiple, es plural, es variada como dijo Aldo y parte de esa izquierda es la que tiene que construir el socialismo, parte no la única, parte de esa lucha está también la insurgencia política militar. Muchas gracias.

PABLO RIEZNIK, dirigente del Partido Obrero

Es cierto que el título de la convocatoria puede parecer demasiado amplio. Pretendí desde un principio, inclusive conversando con los autores de esta iniciativa, que el hecho de remitirlo a Berlín, de lo cual se cumplen ahora 20 años, le daba a esa apelación genérica, un contenido muy interesante. Y muy interesante en un sentido extremadamente concreto: porque Berlín naturalmente queda en Alemania, y la cuestión alemana en la historia del marxismo y del movimiento socialista es una cuestión estratégica, yo les diría que casi desde siempre (…) En el siglo XIX, la cuestión de la unidad alemana que podía ser lograda mediante una revolución que se venía atrasando, fue considerado en el Manifiesto Comunista como el preludio de un cambio en el signo social de la época, “preludio de la revolución proletaria” decía textualmente aquel gran documento, en el entendimiento de que la revolución en Alemania coronaba la última etapa de un progreso capitalista y habría la posibilidad incluso de un derrocamiento en línea de lo que era el bastión de la reacción política en ese entonces, que era el imperio zarista.

Para Lenin, para Trotsky la revolución Alemana era en centro de la revolución mundial, naturalmente en el continente europeo, e indispensable para completar la revolución Rusa, sin lo cual pensaban, como todos en aquella época, que no subsistiría. Para la cuarta internacional, ya un siglo después, la clase obrera emergería en Alemania con la derrota del hitlerismo y se convertiría en un factor estratégico de la revolución europea. Y precisamente porque de acuerdo a un célebre artículo de Trotsky “el comunismo, el stalinismo no se levantará jamás, la clase obrera alemana sí” con la derrota del hitlerismo hubo un operativo verdaderamente criminal en la posguerra del imperialismo de un lado y quizás menos conocido del stalinismo del otro, por masacrar y dividir al pueblo alemán. Hace poco tiempo se celebró – se festejan mucho los aniversarios – el bombardeo de Dresde hecho cuando ya Hitler ya estaba completamente reducido, y con el único objetivo de reducir la nada a la población alemana del lado de los aliados occidentales. Pero el stalinismo no se quedó en chiquitas en relación a esto. El stalinismo, para evitar el resurgimiento de la cuestión alemana ahora dominada por la clase obrera, cometió el leso-internacionalismo de cobrar reparaciones de guerra a la Alemania derrotada, saqueó su industria, expulsó a millones de alemanes de Polonia, la cual había sacado un pedazo después del avance del Ejército Rojo para compensarla, y como dicen los ingleses, por último pero no menos importante, desarrolló una política de brutalización de los alemanas que no tiene parangón, que incluía la violación sistemática y metódica de las mujeres por el Ejército Rojo, en la política del “ojo por ojo, diente por diente”. Churchil había dicho que a los alemanes, luego de la derrota, para evitar que resurgiera aquella amenaza vigente en el siglo XXI, había que darle sopa a la mañana, sopa al medio día, sopa a la noche, lo estricto para que no se murieran. Y Stalin, “ojo por ojo, diente por diente”. En esas circunstancias, la cuestión alemana volvió a resurgir con la nación dividida y el proletariado dividido.

Miren, es posible que Perry Anderson, admitámoslo, como dice Nestor, señale que el neoliberalismo comience con Pinochet en el ’73. Porque en realidad, la reacción del capital a la gran crisis del ’68 al ’75, incluye a Pinochet y a Videla. Pero no sólo (…). Cuando en el año ’75 la revolución golpeó la puerta de Europa, me refiero a Portugal, en Portugal no terminaron con la revolución con Pinochet y Videla. Terminaron con la democracia. En el ’75 se firmó un tratado, lo firmó el Papa en Helsinski, recomendando la democracia, la libertad de circulación de bienes y personas con el planteo en definitiva de colonizar económicamente y avanzar hacia la restauración capitalista en el Este (…) Y la izquierda mundial fue cooptada para esto. No se puede analizar el proceso de Berlín y el proceso de la restauración, sin esta enorme crisis de dirección, que naturalmente interviene en los episodios de Berlín. En diciembre de 1989 y enero y febrero, después del derrumbe del muro, hubo movilizaciones enormes y estuvo a punto de plantearse la Huelga General para derrocar al régimen ya muy golpeado de los burócratas del Este. El Nuevo Foro, en nombre de la “progresividad” de Alemania Oriental, y sobre todo de la necesidad de reformas y no de revolución, se opuso a esto y rápidamente ofrecerle una retirada ordenada del régimen político, que nunca, a pesar de estar enormemente golpeado, dejó de tener las riendas del Estado alemán, porque finalmente no era amenazada, fuera de la enorme movilización popular, por una dirección capaz de rematar ese desarrollo. Como sucedió en el resto de la restauración.

Entonces, lo que puso de relieve 1989 fue un proceso tremendamente interesante que nosotros tenemos que caracterizar. Porque cuando señalamos ya en febrero del año ’90, tres meses después de que había caído el muro y había triunfado en las elecciones la Democracia Cristiana, que gobernó con los stalinistas todo este tiempo, que los sucesos de noviembre y diciembre pasados que acabaron con la inmovilidad de los stalinistas y con el muro de Berlín, no fueron una revolución, sino una semi-revolución lo cual hasta cierto punto relativamente significa, que fue una contrarrevolución, por esta carencia. Es decir, sin una dirección, sin un partido como el de Lenin y Trotsky, sin bolchevismo, la perspectiva histórica de una revolución puede patinar, y patina. No tuvimos la unidad de Alemania. Tuvimos la anexión capitalista de la Alemania Oriental con ese contenido contrarrevolucionario previsto por nosotros y por lo tanto no consagró la unidad. Todavía Alemania hoy es una Alemania de dos velocidades. Una Alemania rica y una Alemania pobre del otro lado. Y ahora, ese proceso alemán y ese proceso general de la restauración capitalista, está dominado por una crisis mundial del capitalismo que plantea la cuestión central de la época: la decadencia de un sistema mundial que requiere, para la transformación social que necesitamos, una política, una dirección, una orientación estratégica, en definitiva, una política de partido.

Y en el abandono de aquellos principios de la política estratégica y del programa revolucionario, tenemos también la razón del alargamiento más allá de lo que muchos hubieran querido, de este sistema decrépito. Contribuyamos a las lecciones del pasado, a aprender de la táctica y de la estrategia política para no caer en los errores de los grandes compañeros que también nos precedieron. Gracias.

CHRISTIAN CASTILLO, dirigente del PTS y Director de la Revista Lucha de Clases

El primer tema que me parece importante discutir es que los capitalistas celebraron de forma relativamente mesurada los 20 años de la caída del muro de Berlín. Hicieron algunos recitales, fueron algunos de los grandes referentes, sobre todo la derecha mundial, pero no estaban muy contentos. Y no lo estaban porque estos 20 años se dan en medio de una crisis capitalista de gran envergadura (…)

Pero quiero referirme al término inicial de la charla, aparte del pasado. La primera referencia que quiero hacer es a la naturaleza de aquellos Estados donde sus regímenes cayeron y se dio lugar al proceso de restauración capitalista. Yo creo que de todas las teorías que se han planteado respecto a la interpretación y a la definición primero de la URSS y luego de los Estados en donde, algunos producto de revoluciones desde abajo y otros producto de la intervención en frío del Ejército Rojo, fue la burguesía expropiada; la definición de Trotsky que luego extiende la Cuarta Internacional de “Estados obreros degenerados y deformados” es la que más pasó la prueba de la historia. Creo que ninguna de las teorías que se plantearon como alternativas pudo superar la prueba del año 1989. Hubo dos grandes teorías alternativas en la izquierda mundial, incluso de raíz trotskista (digo, para separar de las tesis del estalinismo que decían “esto es el socialismo”, “esto es el comunismo”): una fue la de capitalismo de Estado, que sostuvo un dirigente trotskista en su origen, Tony Cliff, y que también sostuvieron algunos intelectuales emparentados con el maoísmo como Charles Bettelheim. El primer problema que tenía esta tesis es que sostenía que la URSS expresaba la forma más acabada de una dinámica general del capitalismo, o sea que se daba tanto en el Este como en el Oeste un dominio por parte del Estado de las funciones de acumulación del capital. Y entonces frente a 1989 no hubo ningún cambio, o sea pasó una cuestión meramente de grado.

La segunda teoría más desarrollada fue la del colectivismo burocrático, que formuló por primera vez Bruno Rizzi, contra el que polemizó Trotsky discutiendo que esto no podía descartarse como hipótesis histórica, es decir que el mundo podía evolucionar hacia otro tipo de modo de producción opresivo pero que a fines de los ’30 definir esto era todavía avanzado. La teoría del colectivismo burocrático opinaba que había surgido un nuevo modo de producción explotador, que tendía a ser una dinámica de todo el mundo, o sea que los administradores tendían a ser los que dominaban y las relaciones de propiedad pasaban a ser un elemento secundario, y que en la URSS había surgido una nueva clase explotadora, cuyas características de explotación eran muchos más perfectas que la de la burguesía en occidente. En vez de tomar la definición de Trotsky de casta parasitaria, que tenía la enorme virtud de señalar la inestabilidad, que si esa casta no era derrocada por una revolución política iba a tratar de cristalizar sus privilegios en las relaciones burguesas de producción, que iba a encabezar ella misma el proceso restauracionista. Los teóricos de la nueva clase explotadora se vieron con el siguiente problema: tuvieron el problema de explicar por qué una nueva clase explotadora quiso transformarse en una vieja clase explotadora. Entonces estas teorías, desde nuestro punto de vista, se estrellaron contra el proceso de la restauración capitalista.

La definición de Trotsky, si uno la aísla, si se deja de tomar integralmente, lleva para cualquier lado. Si uno se queda sólo con lo de Estado obrero, y le saca lo de burocráticamente deformado, eso es un embellecimiento del estalinismo. Y si del otro lado deja de señalar que la nacionalización fue una conquista histórica de la expropiación de la burguesía, sólo se termina levantando programas democráticos en esos Estados (que si es por la superestructura política eran peores que muchos Estados capitalistas). Es decir que si no había que defender la nacionalización como una conquista, entonces teníamos que decir que eran Estados similares a los que tenía el nazismo. Por eso la definición trotskista es una definición integrada, que permitía levantar un programa para intervenir en la lucha contra la burocracia, que era el programa de la revolución política.

Fueron derrotados los intentos de desafiar desde abajo el movimiento obrero a la burocracia: en Berlín en 1953 (cuando los obreros plantearon “por un gobierno metalúrgico de toda Alemania” y fueron los tanques soviéticos a aplastarlos), en Hungría en 1956 (cuando se desarrollaron los consejos obreros contra la burocracia, señalando que sólo había que darle legalidad a los partidos que defiendan la nacionalización de los medios de producción), en Polonia en 1956 y 1970, en Checoslovaquia en 1968 (cuando el proceso fue aplastado por la entrada de los tanques soviéticos nuevamente). Esos intentos desde abajo fueron aplastados por la propia burocracia, que así ayudó a desacreditar al socialismo, y facilitó la política imperialista de cooptación de la disidencia.

Ahora, la definición sobre qué eran los Estados no bastaba para tener una política correcta frente a estos hechos. De hecho en el movimiento trotskista hubo dos grandes interpretaciones, a mi juicio equivocadas en lo central, aún en compañeros que coincidían en que esos eran Estados obreros burocráticos degenerados y deformados. Una tendencia planteó históricamente la confianza en la auto reforma de la burocracia (…). Y hubo otra tendencia que, aún adhiriendo a la interpretación de los Estados obreros burocráticamente deformados, transformó la política hacia esos estados en una lucha antitotalitaria. Lambert y Moreno planteaban un programa meramente democrático. En el caso de Moreno sostenía que la revolución política tenía dos etapas: una primera, que llamaban de febrero, antitotalitaria, donde había que marchar junto a los restauracionistas, casi sin diferenciarse programáticamente y que en el futuro se abriría la perspectiva de luchar por el programa ya directamente socialista que levantásemos los trotskistas.

Por eso la LIT levantó en 1989 el programa de unificación a secas de Alemania, sin plantear su carácter socialista, y en parte yo creo que eso llevó a la corriente morenista a estrellarse, a implosionar frente a los hechos del `89-`91. Porque si lo vemos desde el punto de vista antitotalitario, los regímenes totalitarios cayeron. El problema es que no cayeron por izquierda, terminaron cayendo por derecha. Es como si nosotros nos pusiéramos contentos porque empieza una movilización contra Moyano y toda la burocracia sindical, pero no la dirigimos desde la izquierda, es una rebelión espontánea porque odian a los burócratas como los odia la gran mayoría de la clase obrera, pero lo canalizan sectores de la burguesía que dicen “como odiamos a la burocracia, hay que liquidar a los sindicatos, ahora relación individual burgués-patrón”, y nosotros decimos “qué bárbaro, qué gran triunfo de las masas, volteamos a la burocracia”.

Es una discusión del pasado, pero que hace a problemas del presente, para ver cómo los revolucionarios nos situamos frente a la defensa de cada conquista. Porque nosotros no es eso lo que queremos hacer. Nosotros queremos una cosa completamente distinta a lo que era el régimen de dominio de la burocracia. (…) Entonces el estado de transición por el que nosotros luchamos es un estado infinitamente más democrático que cualquiera de los fenómenos que hayan existido. Nuestro antecedente es la democracia de los consejos que surgió en Rusia en 1917. Y ese es un punto programático que no sale de la nada. En las luchas que tenemos hoy por la coordinación del movimiento obrero, por la pluralidad de todas las tendencias, por enfrentar a la burocracia, por la democracia obrera en el seno de todas las organizaciones de los trabajadores, por la unidad de todos los sectores de la clase obrera, y métodos democráticos de deliberación y decisión de la base permanentemente; estamos preparando los consejos de mañana, estamos preparándonos para enfrentar a las burocracias de mañana. Cuando nuestros compañeros se opusieron a firmar en Kraft, contra el PCR que opinaba que pese a las asambleas hay que firmar cualquier cosa; o cuando nos enfrentamos a quienes dicen que ser dirigente es decidir sin consultar a la base y firmar ad referéndum, es la preparación para que en el Estado de los trabajadores de mañana tengamos mayores anticuerpos para enfrentar cualquier tendencia a la burocratización, que todo Estado obrero va a tener que enfrentar (salvo que se dé en alguno de los países capitalistas centrales, donde lo podrán enfrentar en mejores condiciones que en Estados atrasados).

Porque los partidos revolucionarios no surgen de la nada. Los Godoy no salen de la nada. Los compañeros como Hermosilla no salen de la nada. Los compañeros como Dellecarbonara no salen de la nada. La nueva vanguardia obrera que desafía a la burocracia se prepara estratégica y programáticamente. Sin un programa y una estrategia por los cuales luchar la gente se burocratiza, la gente no lucha hasta el final, no ve a la clase obrera de conjunto. Las tendencias de la realidad son al corporativismo, no a mirar a la clase obrera de conjunto, no a plantearse llevar la lucha del terreno corporativo al terreno de la lucha contra el gobierno, contra el Estado, al internacionalismo y a ver la clase de conjunto. Entonces tener claras las lecciones del pasado es lo mejor que podemos hacer para plantearnos el programa por el que queremos luchar. Y ese programa, que es el de la perspectiva de la revolución socialista nacional e internacional, ese programa es retomar la herencia de la tercera y la cuarta internacional, ese programa es plantearnos la lucha por un régimen de transición, basado en los soviets. Y ese programa plantea la necesidad de construir la herramienta revolucionaria para barrer a la burguesía nuevamente y emprender el camino nuevamente de la construcción de socialismo.

 

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