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La “Asamblea Popular nacional y originaria" y la necesidad de órganos de poder obrero y de masas
por : Eduardo Molina

28 Aug 2005 |

En las jornadas de junio resurgieron en El Alto elementos de un poder dual, aunque embrionario, disperso, no organizado ni centralizado, reflejado por organizaciones de base como las juntas vecinales, con sus barricadas y piquetes, tal como había sucedido en Octubre del 2003. Se hacía sentir la necesidad de desarrollar este proceso y centralizarlo, tanto para unificar a las masas insurgentes, como para encarar las múltiples tareas del levantamiento y esto no sólo a nivel de La Paz y El Alto donde los problemas de cómo proseguir el embate hasta derrotar al régimen, desarrollar la defensa de masas y asegurar el abastecimiento popular estaban en al orden del día, sino a nivel nacional. Al calor de la multitudinaria movilización cobró fuerza la idea de una “asamblea popular”. Aunque tardíamente, la COB convocó en la reunión de El Alto del 8 de junio a una “Asamblea Popular nacional y originaria”, que finalmente no cristalizó por la propia inconsecuencia de los dirigentes, que no hicieron nada por instrumentar las resoluciones progresivas, como elegir delegados a la APNO en todos los sectores, formar asambleas locales y departamentales, constituir comités de autodefensa y de abastecimiento popular. Con la “solución de Sucre” la APNO ni siquiera volvió a reunirse.

El MAS se opuso frontalmente a esa convocatoria, considerándola un “delirio ultraizquierdista”. Pero los propios dirigentes de la COB, de FEJUVE o de la COR no querían poner en pie una genuina Asamblea Popular como órgano de poder de las masas, sino más bien “amenazar” a la burguesía. El POR, capitulando a los “discursos rojos” de la COB, dio por hecho el surgimiento de una asamblea popular, sin impulsar desde los sindicatos de maestros urbanos que dirige ni la elección de delegados ni la constitución de asambleas locales.

Así, se abortó la oportunidad de dar un alto en la autoorganización de masas -como hubiera sido la formación de comités de autodefensa y de abastecimiento y el desarrollo de la Asamblea con miles de delegados de base -.
Esta incipiente experiencia no debe ser olvidada, pues puso sobre la mesa un problema vital: el auge revolucionario hace sentir la necesidad de formas de frente único superiores de las masas, democráticamente organizados, que puedan expresar y desarrollar la situación de poder dual, enfrentando a las instituciones de gobierno de la burguesía en crisis y erigirse en “órganos de la insurrección”, como base de un gobierno obrero y campesino.

La necesidad de estos órganos de poder podía ser resuelta a través de la lucha por una Asamblea Popular construida a todos los niveles -local, regional y nacional,-, con delegados de base y según la más amplia democracia obrera podría haber dado un gran impulso a la unificación de las filas de los trabajadores, concretando la alianza obrera, campesina, indígena y del pueblo pobre movilizado a nivel nacional; podría haber impulsado el armamento de milicias; junto a una política para ganar a la base del ejército; abriendo así condiciones para un embate insurreccional superior contra el tambaleante régimen burgués.

Desde Octubre del 2003 nuestra organización fue la única que planteó reiteradamente la necesidad de que la COB y las organizaciones de masas prepararan y convocaran una asamblea popular así. En mayo y junio agitamos esta consigna con miles de afiches y volantes. Si se hubieran dado pasos prácticos durante el período previo y en las tres semanas decisivas de la movilización, se podría haber avanzado mucho en el desarrollo de órganos de poder y su centralización en una genuina Asamblea Popular. No basta esperar pasivamente a que la espontaneidad de las masas resuelva “crear los órganos de poder” sino que hace falta una estrategia consciente para impulsar su desarrollo, combatiendo las vacilaciones o la oposición de los dirigentes reformistas y alentando cada paso que los obreros, los campesinos y el pueblo pobre den en esta dirección.

 

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