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Kraft, una pelea política de fondo
por : Manolo Romano , Ruth Werner

11 Oct 2009 | La virulenta reacción de los yanquis de Kraft se da en momentos que los monopolios de las principales ramas de la industria se preparan para cierta recuperación produciendo lo mismo con menos trabajadores y mayores ritmos de trabajo, lo que es incompatible con la democracia fabril de las comisiones internas y los cuerpos de delegados. Esta es la (...)

Si algo le faltaba lograr a la fenomenal lucha de Terrabusi era conmover a la propia cúpula de la CGT. Moyano se vio obligado a recibir a miembros de la comisión interna a quienes días antes había acusado de “ultraizquierda” y “politizar los reclamos”. Después de haber colaborado con sus declaraciones en el operativo que preparó el desalojo represivo, el jefe de la CGT ahora se declaró “solidario”. Este giro fue una muestra clara que el intento de “normalizar” la planta con el terror policial y el aislamiento, había fracasado producto de más de 50 días de lucha de los trabajadores despedidos, sus delegados y las enormes muestras de apoyo y acciones solidarias en todo el país e incluso a nivel internacional.

El giro de la burocracia no responde al reclamo de los obreros de Kraft que le pidieron un paro general, a lo que Moyano se negó, que le daría jaque mate a la patronal yanqui. La dirección de la CGT sigue un cambio en la táctica del propio gobierno y su Ministerio de Trabajo. La CGT es parte, ahora, de un operativo de “contención” y desgaste. Como expresamos en estas páginas, después del triunfo que significa la resolución judicial de reinstalar a Ramón Bogado quieren dividir a la comisión interna para quebrar a la organización de base de los trabajadores. Más allá del reacomodamiento, la dirección de la CGT es hostil a lo que no controla burocráticamente, como lo demuestra su apoyo a la patota de la UTA contra el Cuerpo de Delegados del Subte al que el gobierno le niega el reconocimiento de su sindicato independiente.

Una pelea política de fondo

Ya habíamos adelantado que, apenas unos días después del triunfo electoral de De Narváez, el abogado de Kraft, el mismo que estuvo representándola en la última reunión en el Ministerio de Trabajo, Julián De Diego, dijo que en las grandes empresas “El tema más grave no está ligado sólo a lo estrictamente económico”. Para el asesor de la multinacional había que terminar con “los delegados que pasaron a tener un protagonismo clave” y “el estado asambleario creado en muchas empresas líderes o con grandes dotaciones, a propósito del cuestionamiento a la representatividad de los distintos estamentos de la estructura sindical, que no se caracterizó, por ser muy democrática”. Ahora, De Diego acaba de dar una conferencia en la Asociación de Ejecutivos de Mendoza para explicar que los reclamos “están politizados”.

Un verdadero cinismo después que el monopolio yanqui que asesora, reunió detrás suyo a las corporaciones patronales como la UIA y la Copal, a las fuerzas del Estado, fiscales, jueces y policías, y hasta el respaldo de la Embajada norteamericana para atacar la organización obrera en el lugar de trabajo. Un claro intento de golpe político de una empresa que actúa como avanzada de una ofensiva de las patronales contra las comisiones internas y los cuerpos de delegados que salgan del control de la burocracia sindical y sean herramientas de lucha.

Es una pelea política de fondo. Las comisiones internas y cuerpos de delegados fueron históricamente el fundamento del poder de la organización sindical en Argentina. En momentos de crecimiento económico, como durante el primer peronismo, estos organismos fueron la punta de lanza para recortar cuotas de plusvalía a las patronales. En épocas de crisis capitalistas agudas esta organización llegó a cuestionar el poder en el lugar de producción e incluso trascender y extenderse territorialmente, formando como en 1975 las coordinadoras interfabriles que desbordaron a la burocracia sindical y enfrentaron con la huelga general al gobierno de Isabel Perón. Contra estas organizaciones sindicales en las empresas hubo unidad de todos los sectores capitalistas en torno a la salida del golpe militar de Videla, desde el gorila de Alsogaray que llamó a eliminar “los soviet en las fábricas” hasta la UCR que las señaló como “guerrilla fabril”. La dictadura genocida hizo desaparecer a la combativa generación de los ’70 pero no pudo desterrar definitivamente de la clase obrera la tradición de sus organizaciones de base. Fue en los ’90 -sobre la base de las leyes de flexibilización y la generalización del trabajo precario- que dejaron de ser organismos que unificaban a toda la fábrica. En el gremio de la alimentación, más que en ninguna otra rama, con el desembarco de las multinacionales se instauró una altísima proporción de trabajadores contratados y agencias temporarias de empleo. No casualmente fue Rodolfo Daer el jefe de la CGT menemista, un producto directo de esta derrota del movimiento obrero en la década neoliberal. Acá reside el enorme valor del surgimiento en los últimos meses de un cuerpo de 40 delegados elegidos por el voto de todos los turnos y secciones de la planta de Pacheco. La virulenta reacción de los yanquis de Kraft se da en momentos que los monopolios de las principales ramas de la industria se preparan para cierta recuperación produciendo lo mismo con menos trabajadores y mayores ritmos de trabajo, lo que es incompatible con la democracia fabril de las comisiones internas y los cuerpos de delegados. Esta es la clave de la lucha obrera que viene concentrando la atención del país.

La apertura para nueva corriente política en la clase trabajadora

Desde Moyano hasta el abogado de Kraft, pasando por los columnistas de los principales diarios y medios masivos, atacan a los delegados de Kraft como “ideologizados” y “politizados” a causa de la influencia de la izquierda y su “intransigencia”. La operación consiste en evitar que la fuerza que demuestra la clase trabajadora y sus organizaciones de base avance como fuerza política independiente. El objetivo es despolitizar la experiencia que ha comenzado parte de la generación obrera. No sólo en Terrabusi sino en amplias franjas de la clase trabajadora, empezó un proceso de lucha y organización en empresas y gremios que se han politizado al calor de esta pulseada nacional. Con la irrupción de la clase obrera en la escena política que abre la lucha de Kraft, son decenas de miles los que pueden girar a la izquierda.

Cada vez más claramente se plantea la necesidad de crear una gran corriente nacional en el movimiento obrero que nuclee a los delegados combativos y organizaciones antiburocráticas, para pelear en todos los lugares de trabajo por extender y desarrollar las comisiones internas y cuerpos de delegados con absoluta libertad para los partidos que participan de la lucha de la clase obrera. La propuesta del PTS es impulsar desde las propias organizaciones combativas y dirigentes antiburocráticos un movimiento político por un Partido de Trabajadores, con independencia de todas las fracciones patronales, que no vaya detrás de la UIA y la Copal como hace la CGT peronista, ni de la Mesa de Enlace agraria como sectores de la CTA, la centroizquierda y una parte de la izquierda como la CCC y Ripoll. Un partido de la clase trabajadora que enfrente la represión y los engaños de la conciliación de clases, que busque la alianza con los sectores populares y del movimiento estudiantil detrás de un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.

 

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