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Ante nuevas amenazas de atentados, más poderes a la policía
por : Alejandra Ríos , Celeste Murillo

29 Jul 2005 | La Verdad Obrera N° 168

La aparente calma de los londinenses fue sacudida nuevamente con cuatro atentados fallidos - tres en el subterráneo y uno en un autobús - a tan sólo dos semanas del 7 de julio. Estos nuevos intentos, junto a los traspiés en la investigación, mostraron las fisuras de la inteligencia británica y sus brutales tácticas de “shoot-to-kill” (disparar a matar) con el fusilamiento público del electricista brasilero en el subterráneo.
El brutal asesinato del joven trabajador Jean Charles Menezes por policías de civil al mejor estilo de ‘gatillo fácil’ expuso la verdadera cara de la política antiterrorista de Blair, avalada por todos los partidos políticos mayoritarios de Gran Bretaña. El ‘supuesto terrorista’, perseguido por los grupos de operaciones especiales SO19 (entrenados por los servicios de inteligencia israelíes), resultó ser un inmigrante brasilero de 27 años que trabaja como electricista y vivía en Londres hace 4 años.

Menezes no tuvo oportunidad de resistir el arresto o desobedecer advertencia alguna, fue ejecutado ante la mirada atónita de los pasajeros con 7 tiros en la cabeza y uno en el hombro mientras tres policías lo mantenían inmovilizado contra el piso. Fue culpable del peor crimen que se puede cometer en Londres: no ser de origen sajón, llevar una campera acolchada y tomar el subterráneo, el identikit de sospechoso de la policía, imagen que porta potencialmente gran parte de la población de la ciudad.
A la muerte de Menezes le siguieron justificaciones de errores en la investigación, la vigilancia y lo peor de todo, el gobierno y las fuerzas de seguridad intentan justificar su asesinato en nombre de una “escalada anti-terrorista”.

El jefe de la policía Metropolitana, Ian Blair, aseguró que no detendrá los operativos ni cambiará los procedimientos y advirtió que más personas inocentes pueden morir como resultado de este “gran desafío” para la policía y los servicios de inteligencia británicos. Con un profundo cinismo Ian Blair, luego de las “disculpas” oficiales, dejó claro que sigue abierta la caza de terroristas, favoreciendo la persecución y la búsqueda rápida de chivos expiatorios para acallar el creciente descontento con el desembarco de la guerra lejana de Irak en Londres.

La ciudad se encuentra sitiada por la policía y los servicios especiales que buscan desesperadamente terroristas lo que se evidencia en la alta presencia policial, en especial en las estaciones de subterráneo y trenes y en las frecuentes detenciones para inspeccionar a jóvenes que llevan mochilas.

A pesar de la imagen de calma y alta moral que intentaron difundir el gobierno y los medios de comunicación ingleses, los atentados del 7 de julio, que se cobraron 56 vidas, dejaron la marca registrada de cualquier atentado terrorista: pánico de la población y un clima en el que cualquier musulmán (se calculan 1.600.000 en Gran Bretaña) es sospechoso, alimentando tendencias xenófobas y una gran preocupación e inquietud dentro de esta comunidad.

El fantasma de la guerra de Irak golpea en suelo británico

Aunque el gobierno y los medios tratan de demostrar lo opuesto, no es necesario ser experto en política internacional para encontrar alguna relación entre los atentados en Londres y la participación de Blair en la invasión imperialista a Irak. Incluso partidarios de la ofensiva guerrerista como el diario The Economist reconoce esta relación. Encuestas recientes indican que al menos 2 tercios de los británicos opinan que los atentados están relacionados con la guerra en Irak, y el 75% cree que habrá nuevos atentados [1]. Estos elementos se suman al sentimiento ya existente de sectores considerables de la población, especialmente en la juventud [2], de que Gran Bretaña no debía sumarse a la coalición militar imperialista liderada por Bush tras la justificación de la guerra contra el terrorismo.

El ex primer ministro conservador John Major declaró a varios medios que Blair debe buscar una nueva legislación antiterrorista e incluso restringir las libertades democráticas de movimiento y de expresión. El primer ministro, obediente a este consejo, ya ha convocado a una reunión conjunta de los líderes de los tres partidos mayoritarios: el laborismo, los conservadores y los demócrata liberales, donde discutirán la atribución de mayores poderes a la policía, la extensión del tiempo de detención de sospechosos de actividades terroristas - de 14 días en la actualidad a 3 meses [3], con la consecuente prohibición de venta de materiales religioso en librerías musulmanas, restricción del uso de Internet y la modificación de las leyes de inmigración. Medidas que servirían como base para la “caza de brujas” que tiene lugar hoy en Londres y saldrían como decreto, por fuera de la discusión en el parlamento, que entró en su receso anual de 80 días.

Hasta la semana pasada los líderes de la comunidad musulmana permanecieron obedientes a la respuesta del gobierno a los atentados y ofrecieron colaborar con la policía. Sin embargo, las constantes razzias y requisas están generando una gran incomodidad y las acciones desesperadas de la policía no crean más que nuevos problemas para el gobierno.

El creciente cuestionamiento y clima de descontento con la presencia de tropas británicas en el país de Medio Oriente llega junto a la caída de la popularidad de Bush en Estados Unidos, y en un momento en que Blair trabajaba para mejorar su imagen con su “interés” por el hambre en África, resultado de sus propias políticas imperialistas, y se preparaba para presentar su agenda de reformas “modernizadoras” durante la presidencia británica de la Unión Europea.

La indefinición de la situación en Irak y la falta de una salida militar, han llevado a la elaboración de lo que se conoce como una ‘salida política’. Parte de los planes de esta salida política, que salieron a la luz con la filtración de documentos elaborados antes de los atentados en Londres, es reducir la presencia de tropas en el suelo iraquí, en el caso de Gran Bretaña de las actuales 8,500 a 3,000 y EE.UU. de 176.000 en la actualidad a 66,000 para principios del 2006 [4].

Las consecuencias de los atentados

En un primer momento los atentados resultaron en un respaldo a Blair en su guerra contra el terrorismo, esto hoy se encuentra cuestionado y lo que domina el escenario actual es más bien una creciente polarización, donde un sector responsabiliza a Blair por los atentados y otro apoya el endurecimiento de leyes antiterroristas.

Estas consecuencias no se han limitado a Gran Bretaña, varios países europeos instalaron sus propias cazas internas. En Italia, Berlusconi busca implementar medidas antiterroristas que van desde la ampliación de poder a la policía para realizar detenciones preventivas, el registro de correos electrónicos y expulsiones rápidas de inmigrantes ilegales, esta última medida ya comenzó a implementarse en varias zonas del país.

Es así que los atentados terroristas, cuya autoría fue reclamada por la red al-Qaeda, generan un clima de pánico, alimentan tendencias xenófobas, y mayor discriminación contra los musulmanes, que ya sufren las peores condiciones, ocupando los peores puestos de trabajo y de menor salario, siendo las mujeres y la juventud sus sectores más castigados. Lejos de cualquier imagen multicultural y tolerante, los musulmanes británicos no tienen demasiadas razones para sentirse integrados en una sociedad donde son oprimidos económica, política y culturalmente, donde los crímenes racistas han ido en aumento desde la invasión a Afganistán e Irak.

Hoy, un 71% de los encuestados por el diario The Guardian cree que el gobierno debe expulsar o deportar musulmanes “que inciten al odio”. Es claro que lejos de fortalecer la resistencia del pueblo iraquí contra la invasión imperialista, los atentados juegan un papel reaccionario al generar una división entre los trabajadores y el pueblo de Gran Bretaña que son importantes aliados en la lucha por terminar con la ocupación militar de Bush y Blair. De esta manera, es el pueblo trabajador y la juventud, quienes viajan a diario en los medios transporte, blanco de los atentados, quienes pagan las consecuencias y son presa de persecuciones e incluso asesinatos como el de Menezes, y no el gobierno de Blair por su política guerrerista. Son tendencias xenófobas y nacionalistas las que ganan terreno, endureciendo la política represiva de un estado entrenado en la materia como Gran Bretaña, que carga en sus espaldas siglos de expansión colonialista y de opresión imperialista, desde la vecina Irlanda hasta sus colonias en África.

Los vastos sectores que se opusieron a la guerra de Irak desde su comienzo deben retomar hoy las calles y exigir el retiro inmediato de tropas anglo-estadounidenses, solidarizándose con la resistencia iraquí, esta es la garantía para enfrentar la política represiva del gobierno y la persecución de inmigrantes y ciudadanos musulmanes en Londres y toda Europa.

 

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