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Frente a la inflación y el desabastecimiento
por : JIR (FT-CI) , Max Trinidad Cerén

12 Mar 2008 |
Frente a la inflación y el desabastecimiento

La reciente crisis regional abierta por el asesinato de los guerrilleros de las FARC por parte del gobierno de Uribe, tuvo lugar mientras en Venezuela se vive un aceleramiento de la inflación y de la falta de alimentos esenciales, expresando las consecuencias paradójicas que genera en el país la suba de las materias primas en el mercado mundial. Mientras la derecha venezolana tomó como propias las acusaciones de Uribe contra Chávez por sus vínculos con las FARC, el gobierno trató de utilizar esa crisis para contener los cuestionamientos a una situación económica cada vez más insoportable para los sectores populares.

El año comenzó con la noticia de una alta inflación anual en 2007, y un aumento generalizado de los precios de los productos básicos. A pesar del crecimiento económico, la escasez se hace presente, la inflación comienza a acelerarse llegando al 22,5% en 2007 (había sido 14,4% en 2005 y 17% en 2006). A casi mes y medio que va del año, la inflación se mantiene a un ritmo del 3,5%, y los productos de consumo popular como la leche, azúcar, harina de trigo, pan y aceite son algunos de los rubros con alzas de precios en los últimos dos meses. Y más aún, se ha desatado una escasez de los mismos llegando a cuentagotas a los hogares de los trabajadores y el pueblo, teniendo que hacer largas colas para intentar conseguirlos. A lo largo de 2007, los bienes que más aumentaron fueron aquellos que más consumen los sectores populares.

Sin lugar a dudas, los empresarios son los primeros interesados en provocan la escasez con el consiguiente aumento de los precios en su búsqueda rapaz de una mayor obtención de ganancias, como un mecanismo de presión al gobierno contra el “control de precios”, produciendo menos en sus empresas o vía el acaparamiento. La inflación, se traduce en una notable pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores y el pueblo pobre. Una vez más será el pueblo quien asumirá una pérdida en su ya depauperado nivel de vida para cubrir los costos de los abusos de los especuladores y empresarios sin escrúpulos. El gobierno ha respondido “positivamente”, pero no para el pueblo, sino aceptando el chantaje de los empresarios, liberando el precio de una gran cantidad de productos básicos.
La idea del gobierno de que haciendo concesiones a los grandes empresarios se va a animar la producción carece de total sentido, y sólo va en detrimento del pueblo, y a favor de la voracidad de los grandes capitalistas de la alimentación. Las medidas del gobierno no pasan de bravuconadas, cuando grita que expropiará o impondrá penas de cárcel, si continúan con el acaparamiento y favoreciendo el desabastecimiento. Los trabajadores y trabajadoras y el pueblo pobre en general, están sufriendo las graves consecuencias de la escasez o desabastecimiento de alimentos, así como del aumento desmesurado de algunos artículos de primera necesidad. Es un hecho que la política agroalimentaria del gobierno ha fracasado, aún cuando se viene ya con más de quince trimestres consecutivos de crecimiento económico. Se ha querido resolver, en base al crecimiento de los precios del petróleo, vía las importaciones, pero lo que se ha hecho es aumentar la dependencia económica: las exportaciones petroleras aportan 9 de cada 10 dólares que ingresan al país y no 8 como en 1999; las importaciones, que en 1999 se ubicaron en 14.492 millones de dólares, registran un salto de 207% y suman 44.463 millones de dólares en 2007. Por su parte, la diversificación es una materia pendiente, de hecho, las exportaciones no petroleras están en retroceso desde 2005.

Pero también la política de precios que lleva a cabo el gobierno se ha demostrado un fracaso. La campaña de la derecha y de los sectores empresariales, que hace alarido con respecto al “control de precios” del gobierno, la hacen en nombre del libre juego de mercado y del interés de los grandes sectores capitalistas. Pura farsa, mientras la canasta básica está por las nubes, los pulpos de la alimentación amasan fortunas.

La medida más efectiva para controlar los precios sólo puede ser llevada adelante por los trabajadores de las empresas que los fijan, exigiendo que se abran sus libros de contabilidad para ponerlos bajo la lupa de todo el pueblo.

Frente al desabastecimiento, el mercado negro y la especulación, que justamente se hace con los productos más básicos y sensibles para la población, es necesario que los sectores populares tomen en sus manos la distribución de alimentos y bienes básicos que están en los almacenes de los acaparadores, intermediarios y grandes comerciantes.
La supuesta lucha oficial del gobierno contra el desabastecimiento y el aumento de los precios no responde en lo más mínimo al problema.

Reclamamos control de precios, pero por los propios trabajadores y el pueblo pobre, y castigo ya para los que especulan con los alimentos básicos y los artículos de primera necesidad. Para esto, es necesario construir los órganos para imponer este control, luchando por la creación de “Comités de control de precios”, formados por delegados de las fábricas, sindicatos, cooperativas, organizaciones de campesinos, el pueblo pobre de las comunidades, trabajadores y trabajadoras. Cuando las empresas se nieguen a entregar productos y los centros comerciales los pongan a cuentagotas, los trabajadores y los consumidores debemos organizarnos y movilizarnos conjuntamente con las comunidades.

Contra la escasez de alimentos y productos de primera necesidad, impongamos “Comités de vigilancia contra el desabastecimiento” por barrio, tarea que puede ser llevada a cabo por los trabajadores, los campesinos, junto a los pequeños comerciantes, también víctimas de los capitalistas formadores de precios.

A las arengas de los capitalistas respecto a los gastos de producción, de transporte y de comercio, los trabajadores y trabajadoras y todos los consumidores debemos exigirles: “Muestren los libros de contabilidad, exigimos el control sobre la política de los precios”.

Luchamos por una existencia digna para todos los trabajadores y trabajadoras, los campesinos y el pueblo pobre. Lo que los trabajadores y las trabajadoras perdemos, se lo ahorran los capitalistas.

 Para defendernos de la inflación, el primer punto es imponer en todos los convenios colectivos de trabajo una cláusula gatillo que reajuste automáticamente los salarios según el costo de vida, a partir de un salario que, como mínimo, cubra la canasta familiar. Contra la carestía de la vida que se acentúa cada vez más, exigimos la escala móvil de los salarios.

 Por un aumento general de sueldos y salarios ya, que cubra automáticamente la canasta familiar.

 Basta de que esta crisis la pague el pueblo, mientras los grandes empresarios aumentan sus ganancias.

 

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