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Huelga general en Italia
por : Ciro Tappeste

13 Nov 2007 |

En Francia, una nueva prueba de fuerza está empezando entre la columna vertebral del movimiento obrero, los estudiantes en huelga y el gobierno de Sarkozy, mientras la burocracia sindical hace de todo para descomprimir la situación. En Alemania, el importante movimiento huelguístico de los maquinistas de la Deutsche Bahn deja a las claras lo que es la fuerza de la clase cuando se pone en movimiento. En Italia también, la bronca social hizo sentir su voz el viernes 9 de noviembre.

En más de 20 ciudades de la península trabajadores y estudiantes bajaron a la calle, respondiendo el llamado a la huelga lanzado a mediados de septiembre por el conjunto del sindicalismo de base con el apoyo de gran número de corrientes de izquierda radical y de movimientos territoriales de lucha contra la guerra o la degradación ambiental.

Decenas de miles de trabajadores italianos e inmigrantes, precarios y jóvenes, estudiantes universitarios y secundarios se manifestaron para expresar su descontento hacia el gobierno de centroizquierda de la Unión y su oposición ante la ofensiva propatronal que lanzó Prodi con el sostén del ala izquierda de su gobierno, en particular Refundación Comunista (PRC) y el Partido de los Comunistas Italianos (PdCI). En efecto, los dos puntos más sentidos por los cuales se manifestó eran la ley presupuestaria para el 2008, actualmente en discusión en el Senado, y el acuerdo sobre la reforma del Estado de bienestar firmado el 23 de julio entre gobierno, burocracia sindical y patronal que agrava las condiciones de vida y de trabajo de millones de proletarios, profundizando las leyes flexibilizadoras y antipopulares adoptadas bajo los gobiernos precedentes.

Más allá de los datos algo sobrevalorados comunicados por los organizadores sobre el número real de huelguistas y de manifestantes (respectivamente 2 millones y 400.000), lo cierto es que la jornada tuvo cierto eco. Un centenar de vuelos estuvieron cancelados en el aeropuerto de Roma, muchísimos en el de Milán y de Turín. Los trabajadores de los transportes públicos urbanos de muchas ciudades importantes también participaron en la jornada y la red ferroviaria nacional estuvo perturbada. Los portuarios de Mesina bloquearon durante algunas horas el estrecho entre Sicilia y el continente. Muchas escuelas primarias no abrieron sus puertas mientras que en varios hospitales públicos la participación en el paro fue bastante elevada. En Fiat Pomigliano d’Arco, en las cercanías de Nápoles, el 90% de los metalmecánicos adhirieron al paro mientras que en la planta del mismo grupo en Melfi la huelga también fue un éxito.

En otra nota publicada en la página web de la FT-CI examinamos los límites que impusieron los promotores del paro nacional para construir esta jornada tanto como las críticas que se pueden hacer en relación a la forma en la cual esta jornada estuvo organizada, lamentablemente muy tarde respecto a la agenda gubernamental, y la forma en la cual la huelga estuvo convocada, sin proceso asambleario en los lugares de trabajo y a nivel territorial (ver “La situación italiana actual. Ataques gubernamentales, debilidad institucional de la coalición, una derecha al acecho y la bronca obrera latente”). Más allá de este balance que es menester hacer, la fuerza del movimiento y sus potencialidades ponen en el tapete la cuestión de las perspectivas que las direcciones del sindicalismo de base pretenden trazar para el movimiento social.

Se podría pensar que los promotores de la huelga del 9 conciben el paro como un primer hito en el camino de la construcción de una oposición social al gobierno filopatronal de Prodi, D’Alema y Bertinotti. Lejos de eso, no sólo se negaron a darle un contenido abiertamente antigubernamental a la huelga sino que en sus comunicados así como en el acto de cierre de la manifestación en Roma plantearon que el gobierno tenía que tomar en cuenta la jornada de lucha y que esto tendría que presionar a los parlamentarios del ala izquierda de la coalición tanto en relación con el acuerdo del 23 de julio como la ley presupuestaria para el 2008 actualmente en discusión en el Parlamento y el Senado. ¡Acaso este año y medio de legislatura de centroizquierda no sirvió para dejar a las claras que el gobierno Prodi no es ni “condicionable” ni tampoco “presionable” por izquierda? Lleva adelante la política del gran capital italiano y su ala izquierda junto con la burocracia sindical se empeñan en negociar las contrarreformas y desactivar las luchas.

Es más, una fracción del comité promotor de la jornada del 9, en particular el Sindicato de los Trabajadores (SdL), Sinistra Critica de Cannavò y Turigliatto así como varios sectores de los Desobedientes [1], se negaron a que la jornada de paro desembocara en una nueva etapa de lucha y que se convocara a una manifestación nacional el 24 de noviembre que hubiera tenido un corte mucho más claramente antigubernamental.

Mientras la derecha italiana está al acecho, crece en el país un clima xenófobo y racista fomentado directamente por el gobierno; la burocracia sindical hace de todo para aislar y atomizar las luchas, sería un desperdicio y un gravísimo error político no profundizar la potencialidad social que pusieron de manifiesto tanto el paro nacional del 9/11 como el movimiento difuso de oposición a las políticas del gobierno que se expresó en el último período en las fábricas más importantes de la península.

Una de las propuestas que irían en el sentido de dar una continuidad política al paro del 9/11 y un canal de expresión clasista a la bronca latente consistiría en que se construya a nivel nacional una coordinación transversal, más allá de las siglas sindicales, de activistas elegidos en los lugares de trabajo y de estudio para discutir la situación post 9/11 y las medidas de fuerza que habría que tomar para construir una oposición clasista al gobierno Prodi.

Tomando en cuenta la ubicación política actual de las direcciones nacionales mayoritarias del sindicalismo de base es muy improbable que estos sectores contribuyan a impulsar una perspectiva que vaya en este sentido. Al contrario, se seguirá con una lógica de presión sobre el gobierno mientras se prosigue con una agenda de movilizaciones atomizadas (Génova el 17 de noviembre, Vicencia el 15 de diciembre, etc.) en las que la conflictividad de clase no está en el centro de la batalla.

La responsabilidad de hacer de todo para dar una continuidad política clasista a la etapa actual que estamos viviendo recae por ende en todas aquellas corrientes políticas, como el Pd’AC y el PCL, redes sindicales o territoriales combativas como la Asamblea Nacional Autoconvocada, los centros sociales Vittoria de Milán y CPA-Firenze Sud (Florencia) o el SlaiCobas que se expresaron públicamente a favor de profundizar la fase actual del conflicto social en clave antigubernamental, peleando por esta coordinación, en frente único, desde abajo, con todos aquellos militantes y delegados que estuvieron en primera fila en los últimos meses para combatir la política antiobrera, racista y guerrerista del gobierno Prodi.

 

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