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Bolivia: El "capitalismo andino" de Evo Morales

Un proyecto que no responde a las aspiraciones populares

25/01/2006 Fuente: La Verdad Obrera N° 179

Evo Morales asumió la presidencia el 22 de enero en medio de enormes expectativas populares, reflejadas en la multitudinaria asistencia a los actos centrales (ceremonia indígena en Tiwanaku, fiesta popular). La importante presencia de mandatarios (Lula, Chávez, Kirchner, Lagos, etc.) y delegaciones extranjeras, entre las que se destacó Tomas Shanon, Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del gobierno de Estados Unidos y del Principe de Asturias en representación del Estado español, refrendó el apoyo internacional.

Millones de trabajadores, campesinos, indígenas y sectores de clase media otorgaron un contundente triunfo electoral al MAS con la esperanza de que nacionalice el gas y cumpla sus demandas. Pero el MAS no se apresta a dirigir un proceso de genuinas transformaciones revolucionarias, sino un gobierno de limitados cambios en una democracia reformada, “sin exclusiones” y colaborando con los empresarios y las transnacionales “que acaten las leyes bolivianas”.

Por eso, más allá de las promesas y los gestos simbólicos, el contenido fundamental del clima de gran “fiesta democrática” y “unidad nacional” fue convocar a la “moderación”, la “paz social” (en palabras de un sacerdote aymara en Tiwanaku, “a la armonía”), en lo que insisten desde Evo y toda la cúpula masista, hasta los medios de comunicación, los empresarios y la “comunidad internacional”, para contener y postergar las grandes expectativas de cambio populares.

El discurso de Evo y el programa del MAS

En su primer discurso como presidente, Evo Morales reiteró las propuestas del programa masista. Fue un discurso crítico en la forma, reivindicando a los pueblos indígenas y los movimientos originarios, prometiendo un “gobierno de las mayorías” y una “revolución democrática y cultural”. Evo atacó al neoliberalismo, a sus viejos representantes y la corrupción, incluyendo expresiones nacionalistas, pero el contenido fue muy moderado y conciliador. Evo convocó a apoyar el “cambio en democracia” a la oposición y la “comunidad internacional”. Apeló a los empresarios y agroindustriales, propuso a EE.UU. un pacto para combatir el narcotráfico e insinuó discutir el ALCA; al mismo tiempo que planteó algunas reformas parciales, de carácter más bien simbólico, como el recorte del sueldo presidencial y las dietas parlamentarias y medidas de “corrupción 0”.

En cuanto a la Constituyente, Evo propuso que se reúna el 6 de agosto “para refundar el país”, “unir a los bolivianos respetando la diversidad” y “lograr un nuevo pacto social” es decir, buscando el “consenso” con “cívicos” y empresarios en el marco de las reaccionarias instituciones actuales; algo opuesto al legítimo deseo popular de debatir todos los problemas nacionales en una asamblea verdaderamente libre y soberana.
Evo no abundó en su política para los hidrocarburos, aunque insistió en que Bolivia “necesita socios, no dueños” apelando a nuevas inversiones. Lo que el MAS denomina “nacionalización”, no va más allá de la renegociación de contratos con las petroleras, aumento de impuestos y mayor intervención estatal recomponiendo YPFB. En cuanto a las “capitalizaciones”, el MAS acepta la “seguridad jurídica”, comprometiendo el respeto a la privatización de servicios y empresas públicas.

Evo habló de distribución de tierras, pero asegurando que no se tocará las grandes propiedades “productivas” del Oriente, con lo que no puede ni satisfacerse las necesidades de miles de familias campesinas ni recuperarse el territorio que reclaman los pueblos originarios.
En suma, nada de ruptura con las transnacionales ni los grandes empresarios ni una verdadera reforma agraria, sino conciliación y colaboración con el gran capital nacional y extranjero enmarcada en la utópica propuesta de desarrollar el “capitalismo andino” aplicando un programa tibiamente desarrollista-nacionalista que no ofrece más que falsas soluciones a los grandes problemas nacionales y a las demandas obreras, campesinas y populares.

Un gobierno de contención frentepopulista

Así, pueden esperarse muchos gestos simbólicos, algunas reformas políticas parciales y forcejeos con las petroleras, pero ninguna transformación de fondo. El MAS inicia su gobierno con la búsqueda de acuerdos y pactos en medio de una “luna de miel” transitoria donde, aunque se produzcan tensiones y roces, convergen las expectativas e ilusiones populares de cambio con la “voluntad negociadora” manifestada por los empresarios y las transnacionales.

Evo ya aceptó continuar la privatización del yacimiento de hierro de El Mutún, en Santa Cruz y ensalzó al Comité Cívico de este departamento mostrando su disposición a pactar con los mayores representantes de la reacción. Evo y Álvaro García Linera reafirmaron el respeto a la “seguridad jurídica” y la “estabilidad macroeconómica” (es decir, a las reglas de juego del mercado impuestas por el neoliberalismo), mientras que líderes empresarios como Roberto Mustafá, presidente de la CEPB, se pronunciaron por un entendimiento con el nuevo gobierno.

Abonando estos propósitos el gabinete ministerial que se está armando tiene algunos rostros indígenas y de extracción sindical pero figuras “serias” en ministerios claves -“consultores”, “profesionales” ligados a las ONG-, para organizar las negociaciones con empresarios, agroindustriales, petroleras y la “comunidad internacional”.

Es que el MAS capitalizó electoralmente la enorme bronca y deseos de cambio populares pero para subordinarlas a la colaboración de clases con la burguesía mediante el bloque con sus representantes políticos “progresistas”, como el MSM de Juan del Granado (el alcalde de La Paz que “cohabitó” con el MNR y aplica los planes del BID), los “pequeños empresarios”, las ONG ligadas a la iglesia y al imperialismo europeo, etc.

El triunfo electoral del MAS hubiera sido muy difícil sin los cinco años de intensa movilización de masas, desde la “Guerra del Agua” del 2000 en Cochabamba al levantamiento insurreccional de Octubre del 2003 y las Jornadas de Junio del 2005. El MAS actuó en cada momento clave frenando la movilización de masas, sosteniendo la “continuidad constitucional” como en Octubre y Junio o apoyando a Carlos Mesa durante un año y medio. El MAS se propone continuar desde el gobierno la labor de contención de la movilización de masas que hasta ahora cumplió desde el llano, bloqueando el desarrollo del proceso revolucionario.

El significado del apoyo internacional

No es casual que la “comunidad internacional” haya respondido favorablemente a la “moderación” prometida por el MAS. Los gobiernos imperialistas de Europa recibieron garantías para sus capitales en la reciente gira de Evo, que reiteró el respeto al capital extranjero, rechazando cualquier expropiación y pidiendo nuevas inversiones en Francia (propietaria de Total y Aguas del Illimani) y España (propietaria de REPSOL, SABSA y otras empresas en Bolivia), que envió al Príncipe de Asturias como fuerte gesto de apoyo del estado imperialista español.

Sus “amigos internacionales” combinan “amistosas” presiones con promesas de ayuda, viendo en el cambio de gobierno en Bolivia una oportunidad de ampliar su presencia a costa de la influencia norteamericana. Lula y Kirchner, por su parte, cuentan con que Evo Morales contenga ese foco vecino de inestabilidad y convulsiones revolucionarias que es Bolivia y como abogados de Petrobras y REPSOL, esperan hacer mayores negocios con su gas. En cuanto a Estados Unidos envió al Subsecretario de Estado, Thomas Shannon a La Paz en un gesto dialoguista.

¿Qué posición política ante el gobierno de Evo?

Aunque se presente como un “gobierno popular” apoyado por los movimientos sociales, el gobierno de Evo Morales y el MAS no representa los verdaderos intereses de los trabajadores, los campesinos pobres, los indígenas oprimidos. Mientras su programa es impotente para responder a las necesidades y demandas de los trabajadores y campesinos y resolver las tareas democráticas y nacionales (reforma agraria, ruptura con el imperialismo), deja intactos y protege la propiedad y el poder económico del gran capital nacional y extranjero, en que se sustentan las fuerzas de la reacción y el imperialismo.

Por todo ello, lejos de brindar al gobierno ningún tipo de confianza o apoyo político, ni de aceptar la desmovilización y la “paz social”, es preciso mantener plena independencia de las organizaciones sindicales y de masas respecto al gobierno, sin confiar en sus promesas y tibias medidas, sino tan sólo en las propias fuerzas, organización y métodos de lucha.

Las legítimas demandas de los trabajadores y el pueblo, como la efectiva nacionalización del gas, la tierra y el territorio, el trabajo y el salario, son impostergables.
No podemos descartar que, frente a eventuales resistencias de sectores imperialistas o de la derecha nativa, el gobierno se vea obligado a tomar alguna medida de enfrentamiento real con esos sectores. En el caso de que esto sucediera, y sin por ello cambiar nuestra caracterización de conjunto, llamaremos a los trabajadores y campesinos a apoyar esas medidas con sus propios métodos.

Sin embargo, por la actuación de Evo y el MAS en todos los grandes levantamientos de los últimos años y por la política conciliadora expresada en estos días, para imponer las justas aspiraciones de las masas explotadas será necesario fortalecer la organización y la democracia obrera al interior de los sindicatos, y avanzar hacia el control de los trabajadores en las grandes empresas capitalizadas y la industria petrolera. Será preciso poner en pie comités y otros organismos de frente único de masas, para unir fuerzas a partir de la lucha por las reivindicaciones más sentidas y para derrotar a la reacción burguesa e imperialista en los futuros combates (retomando experiencias como la de la Coordinadora de Cochabamba en el 2000 o el debate sobre la Asamblea Popular en junio, en el camino de desarrollar órganos de poder obrero y popular).

El movimiento obrero

La clase trabajadora boliviana viene de sufrir largos años de reflujo y dura explotación, pero en los últimos tiempos está mostrando alentadores síntomas de recuperación. Entre muchos trabajadores hay un sentimiento de que “ahora tendremos mejores condiciones para organizarnos y reclamar”, por lo que es posible que el movimiento obrero dé nuevos pasos en su reorganización sindical y en la lucha por sus demandas. La COB y las organizaciones sindicales deben impulsar una gran campaña nacional por la sindicalización y las demandas obreras, desde la derogación inmediata del DS 21060 y su nefasto Art. 55. de “libre contratación” y precarización laboral, a la jornada de 8 horas y el aumento salarial. Pero el movimiento obrero debe unir sus reivindicaciones a una respuesta de clase a los grandes problemas nacionales, preparándose así, con su fuerza social, su programa y sus métodos de lucha, para dirigir la alianza obrera, campesina y popular necesaria para terminar con la dominación imperialista y las clases dominantes nativas: expulsión de las transnacionales, reversión de las capitalizadas, revolución agraria, liquidación de toda forma de opresión racista, asamblea constituyente, etc.

Por una política obrera independiente

Frente al reformismo del MAS no son alternativa las políticas de los “movimientos radicales”, como la dirección de la COB, FEJUVE o COR alteña, que aunque tengan un discurso más combativo, le dan un apoyo más o menos crítico al nuevo gobierno pues comparten la estrategia frentepopulista de colaboración de clases y no se proponen desarrollar la movilización y autoorganización independiente de las masas.

La vanguardia obrera deberá tomar en sus manos la tarea de construir una alternativa de clase, para que la clase trabajadora pese en la vida política nacional con su propia voz, reactualizando la lucha por una expresión política independiente de los trabajadores. Aunque hay muchas expectativas e ilusiones, tampoco hay confianza ciega en Evo: como decía un trabajador “es un gobierno popular pero no es un gobierno de los trabajadores”. Este sentimiento crítico entre algunos sectores avanzados puede facilitar la experiencia política con el nuevo gobierno y el reagrupamiento de la vanguardia obrera en una izquierda obrera, socialista y revolucionaria, cuestión crucial en esta nueva etapa del proceso político boliviano pues sin construir un nuevo partido revolucionario con influencia de masas será imposible derrotar definitivamente a los explotadores y el imperialismo.

La Paz, 21 de enero de 2006.

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