Estrategia Internacional N° 11/12
Abril/Mayo - 1999

UN AÑO DE MOVILIZACION DE LAS MASAS

por Claudia Cinatti

En sucesivos números de Estrategia Internacional hemos seguido atentamente el desarrollo del proceso revolucionario indonesio y las distintas situaciones por la que éste ha pasado a lo largo de casi un año desde el estallido de las jornadas revolucionarias de mayo de 1998 que culminaron en la caída del ex dictador Suharto. Sin dudas, la experiencia de lucha de las masas, que despertaron a la vida política por millones, es la más avanzada del sudeste asiático, región sacudida por la crisis económica y la resistencia obrera y popular desde julio de 1997. Por esto, la importancia política del desarrollo y el desenlace del proceso de intensa lucha de clases abierto en este país es enorme para las masas del conjunto de la región. Como expresaba un periodista de Los Angeles Times "sólo en tamaño, el impacto de Indonesia sobre la estabilidad y las economías del sudeste de Asia es inmensa". Para los revolucionarios es clave seguir apasionadamente los desarrollos de la lucha de clases en Indonesia y extraer de ellos las lecciones programáticas fundamentales y las tareas que plantea este proceso revolucionario.

LAS CLAVES DE LA SITUACION INDONESA DESPUES DE UN AÑO DE ASCENSO DE MASAS

Las jornadas revolucionarias* de mayo de 1998 que terminaron con la caída del ex dictador Suharto, motorizadas por el odio al régimen dictatorial del Nuevo Orden y el hambre que trajo consigo la crisis económica, aunque implicaron la entrada a la escena política de las amplias masas que pusieron en marcha los motores mismos de la revolución, "libertad, tierra y arroz", no alcanzaron a desarticular las fuerzas burguesas y el pilar del régimen y el estado, el ABRI (el ejército). Podemos decir que estas jornadas, por las acciones, por las fuerzas sociales que se pusieron en movimiento y por sus demandas, abrieron una etapa revolucionaria en Indonesia, un período prolongado de una gran tensión entre las clases, de cambios bruscos de la situación, de golpes de las masas, pero también intentos de la contrarrevolución, producto de que ninguna de las clases en pugna logró una victoria definitiva. Haciendo una analogía histórica, podríamos decir que los acontecimientos de mayo tienen un significado similar a los levantamientos de 1930-31 en España que terminaron con la dictadura de Primo de Rivera y fueron el comienzo de un proceso de lucha revolucionaria que se extendió casi durante toda la década.

La debilidad mayor de las acciones de mayo fue la inmadurez del movimiento que se expresó en que el proletariado, sin organizaciones propias tras décadas de dictadura y golpeado duramente por la crisis económica, no fue el actor central con sus propios métodos de lucha, sino la vanguardia estudiantil y las masas pobres desesperadas. Trotsky escribía en relación a España "Cuando la burguesía renuncia consciente y obstinadamente a resolver los problemas que se derivan de la crisis de la sociedad burguesa, cuando el proletariado no está aún presto para asumir esa tarea, son los estudiantes los que ocupan el proscenio. En el desarrollo de la primera revolución rusa, hemos observado este fenómeno más de una vez; este fenómeno siempre ha tenido para nosotros una significación enorme y sintomática. Esta actividad revolucionaria o semi revolucionaria significa que la sociedad burguesa atraviesa una crisis profunda" (Las Tareas de los Comunistas en España, León Trotsky, junio de 1930).

Este primer embate de las masas desestabilizó profundamente el régimen de dominio burgués, dividió incipientemente al ejército pero no logró derrotarlo. Apoyándose en las fuerzas armadas, sostenido por la oposición burguesa de Amien Rais y Megawati Sukarnoputri, y con el visto bueno del imperialismo, el régimen logró sobreponerse a la caída de Suharto, nombrando como sucesor al ex vicepresidente Habibie.

Este nuevo gobierno de "transición" ya nació debilitado y jaqueado por movilizaciones casi diarias, tras la frustración de las aspiraciones democráticas y el mayor deterioro de las condiciones de vida de las masas.

El gobierno de Habibie ha resistido este proceso de movilización, enfrentándolo con una combinación de dura represión de las fuerzas de seguridad -que tras asesinar a centenares de manifestantes en los últimos meses están profundamente desprestigiadas-, y algunas reformas democráticas.

A mediados de noviembre las masas arremetieron nuevamente contra el régimen, esta vez contra el gobierno y la Asamblea Popular Consultiva, exigiendo su renuncia, la renuncia de JB Habibie, nombrado sucesor por el mismo Suharto, y el fin de la llamada "función dual" del ABRI, es decir del papel político del ejército, que tiene decenas de representantes en el parlamento; un fuerte componente bonapartista del régimen y con ella de su rol en la política indonesa.

Con el apoyo explícito de los dirigentes "opositores": Amien Rais y Megawati Sukarnoputri, el régimen sobrevivió a una semana de intensas movilizaciones estudiantiles, campesinas, obreras y de pobres urbanos y, luego de reprimir duramente al movimiento, negoció con los partidos de la oposición el llamado a las próximas elecciones, a realizarse el 7 de junio de este año, donde se votará un nuevo parlamento, que en noviembre deberá elegir el próximo presidente.

Estas elecciones se desarrollarán con el trasfondo de una aguda recesión económica. The Economist afirma que "En Indonesia, donde el PBI cayó de una forma horrible el 14% el año pasado, el pronóstico a corto plazo de una nueva caída del 3-4%, este año se siente casi como una recuperación".

El gobierno de Habibie está siguiendo al pie de la letra la receta del FMI para "reestructurar" la economía reforzando el sometimiento al imperialismo y haciendo que las masas paguen la crisis. La Cámara de Representantes votará una ley para la "apertura" a inversores extranjeros, como British Petroleum y Shell, en las actividades de extracción de petróleo y gas, antes monopolizadas por la empresa estatal Pertamina. Además ya está en marcha el plan de saneamiento bancario, monitoreado por el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Asiático y el FMI, ante la desconfianza imperialista de que se favorezca a algún sector ligado al régimen en detrimento de la banca extranjera. Según informa el diario Tempo, la "reestructuración" bancaria ya prevé el cierre de 38 bancos, mientras que otros 66 entrarían en el plan de recapitalización del estado. El FMI, estaría considerando un préstamo extra para antes de las elecciones -destinado al pago de los vencimientos de préstamos anteriores- además de los 11.300 millones de dólares comprometidos, con la expectativa de que la inflación se reduzca al 10% y que "la caída del producto bruto interno se modere más y más y que lentamente se empiece a recuperar" (Indonesian Observer 9-2). Por su parte, Japón que bajo el plan Miyazawa había prometido un préstamo de 3.000 millones de dólares ya anunció que, producto de la recesión que golpea a su economía sólo estaría en condiciones de entregar 2.000 millones.

Luego de los saqueos de depósitos de comida, protagonizados por miles de pobres desesperados, el gobierno puso en marcha un programa social (JPS) con el auspicio del Banco Mundial, aunque esta "ayuda" se les niega explícitamente "a los que están ocupando ilegalmente propiedades", es decir a los miles de campesinos empobrecidos y sin tierra. Ahora el Banco Mundial se retiraría del proyecto porque considera que "la implementación incorrecta del programa JPS causará disrupción social en los niveles más bajos de la comunidad" (Semanario GATRA Nº 14, 20/2/99). Mientras que en las fábricas siguen los despidos, el gobierno está intentando "alentar las inversiones" en el sector industrial más golpeado por la crisis, como las automotrices y textiles. El 27 de enero otorgó una excención impositiva de 8 años a los nuevos proyectos industriales, de 5 años a las industrias que se ubiquen por fuera de las islas de Java y Bali, y un año más a cualquier proyecto que cree al menos 2.000 puestos de trabajo. (Financial Times, 27/1/99).

En el marco de la crisis económica y de un mayor sometimiento al imperialismo, las demandas democráticas y de independencia nacional de algunas provincias del archipiélago siguen motorizando la lucha de sectores del movimiento de masas. Y recientemente, la clase obrera dio muestras de que sigue dispuesta a resistir el ataque al empleo y al nivel de vida en las movilizaciones masivas de Surubaya, aunque golpeada por la desocupación y por la ausencia de una dirección revolucionaria, todavía no ha podido desplegar todo su potencial y postularse como la única clase que puede dar una salida a la crisis del país.

En esta situación de tensiones no resueltas entre las clases, el imperialismo y la burguesía local activaron su "trampa democrática" para dividir y desarticular al movimiento de masas, abriendo una etapa de democracia burguesa restringida y de meses de gran inestabilidad entre las elecciones parlamentarias de junio y la votación por parte de este parlamento del próximo presidente en noviembre. Pero el margen de maniobras parlamentarias de la burguesía es bastante estrecho. Las masas indonesias ya han hecho una experiencia durante todo un año de luchas, un importante sector de vanguardia, sobre todo estudiantil, se desilusionó de los políticos burgueses, y la clase obrera, que fue duramente reprimida y explotada durante la dictadura de Suharto, está conquistando nuevas organizaciones sindicales y métodos de lucha. De la maduración revolucionaria de la vanguardia obrera, campesina y estudiantil de Indonesia, en el sentido de establecer sus propias organizaciones independientes y un partido revolucionario, dependerá el destino de la revolución en el cuarto país más poblado del mundo. Indudablemente éste es un proceso que se está desarrollando con altos y bajos, con nuevos avances del movimiento de masas y realineamientos burgueses, por esto es clave un análisis profundo del curso de los acontecimientos.

LAS JORNADAS REVOLUCIONARIAS DE NOVIEMBRE

En su intento de preservar lo esencial del régimen del Nuevo Orden, el gobierno de Habibie, y la oposición burguesa del PDI -Lucha- (Fracción del Partido Democrático de Indonesia de Megawati Sukarnoputri), el PAN (Partido del Mandato Nacional, dirigido por Amien Rais) y el Partido del Despertar Nacional (encabezado por Gus Dur, dirigente de la organización musulmana Nahdlatul Ulama, de 30 millones de miembros) buscan mantener el peso del ABRI en la vida política y social del país. Es que este régimen de "Suhartismo sin Suharto" y su consecuente "transición democrática", muy difícilmente sobreviva sin el apoyo y el accionar represivo de las fuerzas armadas.

La reunión de la Asamblea Popular Consultiva que determinaría las nuevas leyes electorales y políticas, realizada a mediados de noviembre del año pasado, fue el escenario para un enfrentamiento al régimen con un programa político incluso superior al de las jornadas de mayo que llevaron a la caída de Suharto.

Luego de la experiencia de mayo, esta acción del movimiento de masas fue políticamente superior en tres sentidos: 1) mientras que en mayo la unidad en la lucha era la renuncia de Suharto y el movimiento estudiantil, que fue el protagonista principal de esas movilizaciones, exigía una reunión especial de la Asamblea Popular Consultiva, en las movilizaciones de noviembre exigía la renuncia de Habibie y de la Asamblea Popular Consultiva y el establecimiento de un gobierno provisional. 2) a su vez, en las jornadas de mayo, un importante sector del movimiento estudiantil y de masas tenía fuertes ilusiones en el General Wiranto, el jefe de las fuerzas armadas, contra el sector más duro encabezado por el yerno de Suharto, Prawobo. Wiranto se transformó en el garante de la "transición" luego de la caída de Suharto. También los estudiantes tenían confianza en los dirigentes opositores como Amien Rais, quien pudo jugar así un rol desmovilizador, tratando de desarticular el movimiento. En las jornadas de noviembre las masas exigían algo que ni el gobierno ni los dirigentes opositores podían permitir: el fin del rol político del ejército, principal sostén del régimen. El apoyo de Amien Rais, Megawati y Gus Dur, las principales figuras de la oposición, al gobierno y al ABRI, radicalizaron a su base principalmente estudiantil que abiertamente los repudió; 3) por último, este embate del movimiento de masas, precedido por cientos de luchas parciales en los meses anteriores, vio renacer la unidad entre el movimiento estudiantil y los campesinos y pobres urbanos, con una intervención incipiente pero sostenida del movimiento obrero, unidad que se había quebrado parcialmente durante los saqueos que sacudieron a Yakarta en mayo del año pasado, por el accionar de las direcciones burguesas y pequeño burguesas del movimiento estudiantil. Estas movilizaciones llegaron incluso a tomar sedes de la policía y el ejército, estaciones de radio y de TV, así como edificios parlamentarios y gubernamentales en el interior del país.

Nuevamente el ejército, muy desprestigiado por su rol represivo, se dividió alrededor de estas acciones. El régimen entonces formó grupos de choque, reclutando elementos descompuestos, para enfrentar al movimiento de masas que fueron totalmente derrotados, algunos de ellos linchados durante las movilizaciones. La represión dejó varios estudiantes y manifestantes muertos. El gobierno de Habibie-Wiranto, se vio obligado a hacer algunas concesiones y con el apoyo de la oposición, sobrevivió a este embate: le puso fecha a las elecciones para el 7 de junio, las bancas destinadas a la fuerzas armadas se redujeron de 78 a 35 (sobre un total de 500), abrió el registro para legalizar nuevos partidos políticos, liberó algunos presos políticos -aunque todavía permanecen en arresto domiciliario el dirigente timorense Xanana Guasmao y en prisión militantes del ex PKI (Partido Comunista Indonesio) y el PRD (Partido Democrático Popular), a los que recientemente les ofreció la "clemencia" del gobierno para liberarlos- y anunció el 27 de enero que si la población de Timor del Este no acepta el ofrecimiento de "autonomía extendida", se les concedería de inmediato la independencia.

Esforzándose por demostrar sus "credenciales democráticas", Habibie quiere que, en lo posible, no queden dudas de la "limpieza" del proceso electoral, sobre todo ante el imperialismo que ha declarado en palabras de Madelaine Albraight su interés prioritario en el proceso electoral, y ante los sectores que más sospechan de fraude como el movimiento estudiantil. Con la ayuda de los rectores universitarios lanzó un reclutamiento de 450.000 estudiantes para "monitorear" las elecciones. También está intentando mejorar la imagen de las fuerzas armadas, profundamente desprestigiadas. A fines de enero una corte marcial juzgó y condenó a cuatro soldados por haber torturado hasta la muerte a cinco activistas del movimiento separatista Merdeka Acech (Acech Libre). Pero estas medidas no pueden ocultar que lo que está en marcha es una gran farsa para tratar de desviar el movimiento y "legitimizar" un nuevo gobierno con las menores concesiones posibles. La muestra más cabal del continuismo del régimen y la "cobardía" de la oposición burguesa es que Suharto sigue viviendo en su mansión en los suburbios de Yakarta, no se ha tocado ni una de sus propiedades y la supuesta investigación por corrupción que le sigue la fiscalía nacional se transformó en un escándalo al conocerse una conversación telefónica entre el fiscal y el mismo Habibie, donde entre ambos buscaban la forma de desestimar el proceso y de inculpar a dos conocidas figuras de la oposición burguesa.

EL REGIMEN ACTIVA LA "TRAMPA DEMOCRATICA"

"En casi todos los aspectos, Indonesia es una entidad política frágil. Incluso no se puede suponer que sobrevivirá como un estado en su forma actual, especialmente si el infortunio económico continúa. Mayormente ha afectado a la clase media urbana de Java, la isla más poblada del país (...) Varias islas, algunas de ellas ricas en recursos naturales, están tratando de conseguir mayor poder político (...) No es inconcebible que Indonesia pueda estallar". Así sintetizaba la situación The Economist del 30 de enero cifrando sus limitadas esperanzas en que esta vez el Golkar se abstendrá del fraude político descarado, ya que un triunfo del partido oficial, con un apoyo de sólo el 7%, pero con acceso a las áreas rurales donde vive el 70% de la población y con el aparato del estado a su disposición, dispararía "un baño de sangre". Según esta misma revista, "los estudiantes, luego de sacarse de encima a su viejo enemigo (Suharto), están ansiosos de echar a todos aquellos que lo apoyaron y a desmantelar la maquinaria que le permitió ejercer su poder. Han cuestionado las intenciones de Habibie desde el principio, y desmerecen sus palabras de reforma electoral como un engaño" (The Economist 30-1-99).

Ante el descontento de las masas la "oposición" rápidamente negoció con el Golkar las leyes que regirán el proceso electoral y sentarán las bases del nuevo régimen que sucederá al actual de Habibie-Wiranto.

"Si no hubiera elecciones habría una guerra civil", declaraba Subagio Anam, dirigente del PDI, el 29 de enero al diario británico Financial Times. Sin embargo, como señala el diario Washington Post del 2 de febrero "con el país atrapado por violentas movilizaciones extendidas, muchos se están preguntando incluso si las elecciones se harán".

Sacudido por movilizaciones obreras y luchas nacionales en varias islas, el gobierno ya se prepara para una campaña electoral muy agitada. Preventivamente ha prohibido todo acto político en lugares abiertos durante la campaña electoral, que sólo durará 20 días, para evitar choques violentos. Según el ministro del interior "Los partidos políticos no podrán movilizar a las masas en lugares abiertos y se les prohibirá a los simpatizantes de los distintos partidos tomar las calles". El comité de los 11 "notables" entre los que se encuentran prominentes figuras del régimen, establecido para indicar qué partidos están en condiciones de presentarse a elecciones, le ha dado el reconocimiento a 48 partidos, entre los que se encuentran además del PDI, el PAN y el PRD, varias fracciones del Golkar, como el Partido de la Justicia (formado en su mayor parte por militares en actividad y retirados) y el Partido de la Soberanía Popular, encabezado por el ministro de la pequeña y mediana empresa. Mientras tanto cientos de presos políticos todavía pueblan las cárceles de Indonesia, entre ellos la dirigente obrera del PRD, Dita Sari, quien rechazó una "oferta" de liberación que le hizo el gobierno "a cambio de que se retirara de la actividad política hasta el 2002". Y en las movilizaciones casi cotidianas las fuerzas represivas se cobran más sangre obrera y popular.

La oposición acató estas medidas, alimentando esta farsa "democrática". Según la prensa, la ganadora más probable de la elección sería Megawati Sukarnoputri, aliada con un sector militar que rompió con el Golkar y el Partido del Despertar Nacional de Gus Dur. Esta alianza es tan chovinista que defiende la anexión de Timor del Este por parte de Suharto y se niega a reconocerle el derecho de autodeterminación. Amien Rais por su parte, parece no tener demasiado éxito con su política de construir una alianza con los intelectuales urbanos. Según informa el diario Indonesian Observer, el 8 de febrero tuvo que cancelar un acto electoral, al ser expulsado vergonzosamente por los estudiantes de la Universidad de Mataram, en un enfrentamiento que incluso derivó en violencia. Sin embargo aspira a que después de las elecciones se forme "una gran coalición de gobierno para sacar a Indonesia del sistema político destructivo heredado del viejo orden", aunque afirmó que "se produciría una coalición entre su partido y el de Megawati", también expresó su deseo "de no cerrar la puerta a la coalición con otros partidos... aunque la última posibilidad sería hacer una coalición con el Golkar porque la gente desconfiaría de nosotros", pero aseguró que en caso de ganar las elecciones "no desataría una caza de brujas contra los cómplices de Suharto, acusados de haber saqueado los recursos del país".

A la izquierda de esta "oposición" el PRD está ganando una influencia creciente, a través de sus organizaciones simpatizantes como el SMID (Solidaridad Estudiantil para la Democracia Indonesia), la central sindical PPBI (Centro Indonesio para la Lucha Obrera) y la Unión Nacional de Campesinos. En una conferencia de prensa el 16-2, el dirigente de este partido, Faizol Reza, anunció la decisión de participar en las elecciones, en 14 de las 27 provincias de Indonesia y acaba de conseguir la aprobación electoral, luego de algunos forcejeos con el régimen. Según el PRD "este es un período de transición de la dictadura a una genuina democracia (...) el pueblo está ahora en una posición de seguir la resistencia espontánea y organizada si considera que la política del estado está contra sus intereses o aspiraciones". En el mismo comunicado, acusó al gobierno "de buscar en primer lugar la legitimidad ante los ojos de los inversores extranjeros y las agencias prestamistas internacionales". El PRD, que viene siendo el sostén "por izquierda" de la oposición burguesa, mantiene su estrategia de colaboración de clases, ahora llamando a una alianza con las fuerzas "antimilitaristas" (ver artículo).

Por otra parte, en una reunión de 163 delegados, representando 63 universidades y colegios, el movimiento estudiantil finalmente aceptó mayoritariamente reconocer las próximas elecciones, a pesar de que las consideran antidemocráticas.

Todavía no está claro el régimen que surgirá del proceso electoral, es decir con qué grado de "democracia" y de bonapartismo enfrentará al movimiento de masas. Lo que sí ya es claro que tras la mascarada de las elecciones libres, las "reformas democráticas" ya son muy limitadas, lo que hace más difícil que se instaure una etapa pacífica de "parlamentarismo burgués". En primer lugar, las elecciones no son elecciones directas a presidente, sino al nuevo parlamento, que entre sus miembros tiene un gran porcentaje de representantes no elegidos. Estos miembros no electos incluyen 38 bancas para el ABRI, más el 10% de las 135 bancas reservadas a los representantes de los parlamentos regionales, es decir un total de 50 o 51 bancas para el ejército (aproximadamente un 7% del total). En segundo lugar, el Comité para la Elección General (KPU) nombrado por el presidente Habibie, seleccionará los 65 miembros no elegidos del parlamento, representantes de los "grupos sociales". Por último abrirá meses de negociaciones entre los partidos con representación en el nuevo parlamento, incluido el ejército y las distintas fracciones del Golkar, para nombrar al nuevo presidente. Las posibilidades no excluyen un nuevo mandato de Habibie, en base a un acuerdo entre el Golkar y partidos islámicos, con base en la clase media urbana, el PPP (uno de los tres partidos reconocidos por la dictadura de Suharto) y el Partido de la Justicia. Pero tampoco se descartan las ambiciones del propio jefe del ABRI, Wiranto, que está aumentando sus contactos con el "opositor" Gus Dur, dirigente de la organización musulmana más grande de Indonesia, actualmente aliado a Megawati (Semanario Indonesia political wacht 28/2/99).

El carácter profundamente antidemocrático de este régimen continuador del suhartismo y la complicidad de la oposición burguesa ha defraudado las expectativas de mayor democracia de un sector del movimiento estudiantil y de los movimientos independentistas en Timor del Este y Acech. Esta desilusión combinada con el empobrecimiento de las masas, hace que en lo que va de este año, se haya retomado un nivel importante de movilización obrera y popular, a pesar de la activación de la "trampa democrática" y de la acción represiva de las fuerzas de seguridad. Esto se agravaría con un eventual triunfo del Golkar. Por esto, y a pesar de la coyuntura electoral en curso, todas las previsiones indican meses de gran agitación política y social y no se descartan enfrentamientos como los que ya hemos visto durante el año pasado.

UNA GUERRA CONTRA LAS MASAS CON DISFRAZ DEMOCRATICO

Ante la perspectiva más probable de un incremento en las movilizaciones, el gobierno, tras una mascarada "democrática", se está preparando en realidad para una guerra económica y física contra las masas. Acaba de anunciar la formación de una "milicia civil" que ayudaría a las fuerzas armadas a "mantener la seguridad y el orden", especialmente durante los preparativos de las elecciones del 7 de junio. Estos paramilitares, que ya están actuando en Timor del Este, cobrarían un salario mensual de 200.000 rupias (U$S 37) al mes. Según el ministro de justicia, Muladi, "La existencia de fuerzas de defensa civil no apunta sólo a la seguridad en las elecciones generales, sino que también es uno de los esfuerzos del gobierno para lograr implicar al pueblo en crear una situación segura". El plan prevé reclutar una fuerza "civil" de 40.000 personas, de las cuales 12.000 al menos serían desplegadas en Yakarta. Según un artículo aparecido en The Economist el General Wiranto explicó que "Los 500.000 soldados y la policía bajo su control ya no son suficientes para enfrentar el creciente descontento en Indonesia, un vasto archipiélago con una población de 200 millones. El país está sacudido por ilegalidades de todo tipo, desde el robo armado en las ciudades hasta los saqueos en el campo y la policía está muy desmoralizada para frenarlos". Y que "si continúan las movilizaciones, los dirigentes militares pueden preferir enviar civiles antes que hombres uniformados para controlar a los estudiantes, evitando así un daño mayor a la ya deteriorada imagen pública de las fuerzas armadas" (19-12-98).

La respuesta de la oposición fue cuanto menos tibia. Amien Rais expresó sus "dudas sobre la efectividad de la fuerza" y agregó que "el establecimiento de una milicia no es la solución para garantizar la seguridad y el orden dentro de la sociedad, especialmente antes de una elección general". Sus temores en realidad son que el Golkar use estas bandas incluso en su propio beneficio, atacando a sus oponentes durante la campaña electoral.

Junto con esta política del régimen de formar grupos de choque contra la clase obrera y las masas, el parlamento, a iniciativa del jefe del ejército, el general Wiranto, ha dado la orden de disparar a los "saqueadores" alegando que "la sociedad necesita ser protegida". Esta "iniciativa" ya fue puesta en marcha en noviembre, y perfeccionada durante los violentos choques entre musulmanes y católicos en la ciudad de Ambon desde mediados de enero. Más explícitas fueron las declaraciones realizadas en una conferencia de prensa el 17 de febrero por el jefe del servicio de información de la Brigada General de la policía indonesia, Brigadier General Togar Sianipir. Según informó, "La policía puede disparar a manifestantes que desarrollen actos anarquistas. Los actos anarquistas son por ejemplo dañar la propiedad pública, las oficinas del gobierno y del ABRI, las fábricas, amenazar la seguridad de los oficiales o llevar a cabo saqueos o actos criminales" (Kompas, 18/2) y agregó que durante la campaña electoral, "la policía actuará contra los manifestantes que no informen de sus movilizaciones con 24 horas de anticipación".

Es evidente que a la burguesía no le alcanza con la reacción democrática para derrotar el proceso. El reclutamiento de fuerzas de choque muestra la enorme tensión que recorre al país y constituye un apresto para derrotar militarmente al movimiento de masas o a su vanguardia si se profundiza el proceso revolucionario. Pero también muestra las profundas contradicciones que atraviesan al ABRI, que ya se ha dividido durante las movilizaciones de mayo y noviembre.

Sin embargo el régimen no cuenta todavía con una base sólida que pueda actuar como una fuerza moralizada para disparar contra la clase obrera y las masas. En las movilizaciones de noviembre, cuando reclutó decenas de miles de hambrientos desesperados en el interior del país y los lanzó contra los manifestantes, estas bandas fueron rápidamente desmanteladas por la acción del movimiento de masas. Algunos fueron linchados, y el resto, completamente desmoralizados, fueron enviados de regreso a sus aldeas. Sin embargo las acciones espontáneas no alcanzan para derrotar a las bandas armadas por el estado patronal, ya sean "legales" o "ilegales". El ABRI no sólo tiene un peso fundamental en el estado y el régimen, sino que tiene un enorme poder económico, heredado de la época de Sukarno, con una participación importante en casi todas las empresas estatales. Según la revista Asiaweek (5/2/99), "la riqueza corporativa de las fuerzas armadas está estimada en más de 8.000 millones de dólares". Es necesaria una organización superior para desmantelar este pilar fundamental del régimen y el estado burgués.

La clase obrera deberá aprovechar esta etapa de "legalidad" abierta para fortalecerse y prepararse para los próximos combates. En el curso de su lucha deberá poner en pie sus propias organizaciones democráticas independientes, y levantar junto a sus reclamos de clase, las demandas democráticas que le permita ganarse como aliados a los campesinos sin tierra, a los estudiantes, a los activistas por la independencia nacional de Timor del Este, Acech e Irian Jaya y a los millones de nuevos pobres por la catástrofe económica. Estas organizaciones de democracia directa de obreros, campesinos, estudiantes y pobres urbanos, tendrán que organizar bajo la dirección de los trabajadores, milicias obreras y populares para enfrentar el terror patronal y dividir y derrotar al ejército en los próximos enfrentamientos que se preanuncian y abrir el camino a la revolución socialista.

CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DEL PROCESO REVOLUCIONARIO ABIERTO EN INDONESIA

Sintetizando los elementos en juego en el proceso de la lucha de clases indonesia podemos decir que las jornadas de mayo abrieron una etapa revolucionaria caracterizada por:

La crisis económica que hundió a las economías de la región y los planes de "salvataje" del FMI siguen actuando como un elemento desestabilizador de los planes políticos de la burguesía para lidiar con el movimiento de masas. Las perspectivas son de una dura recesión en toda la región, según el semanario The Economist, "la destrucción de la riqueza se sentirá en los próximos años. Las firmas también tendrán que avanzar más en recortar sus costos. Esto significa más despidos, lo que desalentará cualquier boom consumista", mientras que sigue en una crisis profunda el sistema bancario, que según esta misma revista, "costará de 50 mil a 70 mil millones de dólares recapitalizar los bancos de Asia (excluyendo a Japón y a China)". En Indonesia, mientras que el conjunto de la burguesía local se alineó con el imperialismo y el FMI, el empobrecimiento de millones y los despidos dispararon una ola de movilizaciones populares, con tomas de tierra por parte de los campesinos y de depósitos de comidas por los hambrientos de las ciudades; y una creciente intervención del movimiento obrero.

Las jornadas revolucionarias de mayo de 1998 implicaron el despertar a la vida política de millones de estudiantes, trabajadores, pobres urbanos y campesinos, cuya movilización no se detuvo con la caída del ex dictador Suharto. Después de meses de luchas parciales, hubo un proceso de surgimiento de organizaciones como el Comité por la Reforma Total (KOBAR), con base en las fábricas del área industrial de Tangerang en los suburbios de Yakarta y Borgo, el Comité de Trabajadores por la Reforma, que dirigió una importante movilización de 7000 trabajadores en la ciudad de Solo, llamando a los estudiantes a sumarse, los foros estudiantiles, el fortalecimiento del Sindicato del Bienestar, etc.; movilizaciones que llevaron a un nuevo enfrentamiento al régimen en las jornadas de noviembre, y a una intervención más centralizada del movimiento obrero como en Surubaya a mediados de febrero. A su vez tomó un nuevo impulso la lucha independentista en Timor del Este, Acech e Irian Jaya, constituyendo estos pueblos oprimidos un poderoso aliado de la clase obrera y los sectores explotados y oprimidos de Indonesia en su lucha contra el régimen y el estado patronal.

Las acciones revolucionarias de las masas dividieron al frente burgués, antes abroquelado tras la dirección de Suharto. El Golkar, el partido del gobierno que por años fue la maquinaria de dominio, se fraccionó en distintos partidos, como el Partido de la Soberanía Popular, dirigido por el ministro de la Pequeña y mediana empresa, el Partido de la Justicia, y militares retirados que se aliaron con el PDI (lucha) de Megawati Sukarnoputri. La disputa ahora es por la sucesión de Habibie, quien también ha manifestado sus intenciones de permanecer en la presidencia. Estas divisiones, que también alcanzan a sectores de la oficialidad del ejército, son una fuente permanente de inestabilidad a tal punto que sectores del régimen y fracciones del ejército, presuntamente ligados al ex dictador Suharto, son acusados de instigar los enfrentamientos raciales y religiosos, como por ejemplo, los choques entre cristianos y musulmanes en la ciudad de Ambon**, que dejó en sólo un mes casi 200 muertos y una ciudad destruida y sumida en el caos político y social.

Por su grado de espontaneidad, por la inmadurez política del movimiento y de su vanguardia proletaria, por la ausencia de una dirección revolucionaria y el accionar de las direcciones burguesas y pequeño burguesas, las jornadas de mayo lograron un triunfo parcial con la caída de Suharto, pero no se transformaron en la ruina del viejo régimen y de su pilar, el ABRI. Del mismo modo, las jornadas de noviembre, aunque con un programa político superior, tampoco lograron derrotar al régimen y sus fuerzas armadas. Sin embargo, estas acciones del movimiento de masas dañaron seriamente la unidad de las filas del ABRI, que durante años gozó de un gran prestigio sobre todo en los sectores de clase media urbana. El ABRI, pilar principal del régimen y el estado fue preservado por todos los sectores políticos burgueses, incluso a costa de perder la simpatía de sectores del movimiento estudiantil, como fue el caso de Megawati y Rais durante las movilizaciones de noviembre. Pero si bien fue preservado no salió ileso del proceso de movilización y pasó a ser una de las instituciones más desprestigiadas de Indonesia y odiada por las masas por su rol represivo, que piden en cada movilización el fin de la "función dual" del ejército, su retirada de la vida política y el juicio y castigo por los asesinatos y torturas. La revelación de las atrocidades del ABRI cometidas en Timor del Este y Acech, está deteriorando aún más su ya maltrecha imagen. Esta situación genera tensiones permanentes en sus filas que llevan a divisiones cuando se enfrentan con la movilización de las masas, por lo que el régimen está intentando formar una "milicia civil" para evitar que sea el ejército el que directamente se enfrente al movimiento de masas.

El giro a la izquierda de amplios sectores de la clase media impidió que ésta se transformara en la base social de régimen de Habibie-Wiranto. Por el contrario, el movimiento estudiantil, que incluye a estudiantes de las universidades privadas más elitistas, fue el primer protagonista de las movilizaciones contra el nuevo gobierno y el ejército. Durante las jornadas de noviembre, fueron víctimas nuevamente de las fuerzas de represión con un saldo de una decena de estudiantes muertos a manos del ABRI, lo que disparó una nueva ola de movilizaciones. Estos sectores de clase media urbana que habían prosperado económicamente durante el régimen del Nuevo Orden, sobre el que cifraban sus expectativas de "ascenso social" también fueron arruinados por la crisis económica, lo que los empuja a la lucha contra el régimen y a la unidad con sectores obreros y populares, enfrentando incluso a los grupos de choques de paramilitares armados por el gobierno.

El aspecto de mayor debilidad del movimiento revolucionario tanto en las jornadas de mayo como en noviembre, es la inmadurez política de las masas y su vanguardia proletaria y la ausencia de una dirección obrera revolucionaria. Esta inmadurez se expresó primero en el sector social que protagonizó centralmente la protesta: no fue la clase obrera, a la cabeza de los sectores explotados y oprimidos por el régimen del Nuevo Orden, sino el movimiento estudiantil, al que luego lo siguieron los pobres urbanos. El movimiento obrero que recibió centralmente el impacto económico y social de la crisis, como antes había sufrido lo más duro de la dictadura de Suharto, que le prohibió su libre organización sindical y política, con la única central sindical reconocida digitada por el gobierno, intervino, pero diluido en el movimiento general. Estas movilizaciones, con un alto grado de espontaneidad y sin centralidad proletaria llevaron a la caída de Suharto pero no llegaron a destruir hasta sus cimientos el régimen del Nuevo Orden y derrotar sus fuerzas armadas, a pesar de dos embates importantes en mayo y noviembre de 1998. La renuncia obligada de Suharto y las divisiones en el ABRI, hacen que el régimen de "suhartismo sin Suharto" sea muy inestable y mucho más débil comparado con su antecesor, sostenido por las fuerzas armadas y la oposición burguesa, buscando su estabilidad en el apoyo externo del imperialismo. Este régimen de Habibie-Wiranto oscila permanentemente entre las reformas democráticas y medidas más bonapartistas, bajo la presión del imperialismo, la movilización de las masas y los propios personeros del suhartismo que no están dispuestos a perder su poder político y económico.

Sobre esta debilidad del movimiento de masas, la burguesía pudo montar su reacción democrática, con concesiones muy limitadas, tratando de preservar, lo más que pueda, las instituciones del antiguo régimen, sobre todo sus fuerzas armadas.

Esto no alcanzó hasta ahora para aplacar la situación de tensión que se vive en las grandes ciudades, agravada por los conflictos independentistas en Timor del Este, Acech e Irian Jaya que jaquean al régimen y al estado.

Tras la caída de Suharto, las masas siguieron su proceso de movilización y organización en el marco de una creciente efervescencia política, y la clase obrera protagonizó decenas de luchas parciales en defensa de sus empleos, por aumentos de salarios, libertad de organización, siendo su punto más alto la huelga y movilización de los trabajadores de Surubaya.

Las consecuencias del hundimiento económico y las penurias de las masas las han empujado a acciones cada vez más decididas, como las tomas de tierras y de los depósitos de arroz, pero todavía con un alto grado de espontaneidad, sobre el cual actúan las direcciones de la "oposición" burguesa o direcciones pequeño burguesas como el PRD, cuya política es organizar los "consejos del pueblo" por localidad, subordinados a su estrategia de colaboración de clases, en los que participan por igual figuras de la "oposición" burguesa, o trabajadores y campesinos. Es decir, una forma de evitar que surja la organización y la acción independiente del proletariado a la cabeza de las masas explotadas y oprimidas.

El proletariado, que ahora está interviniendo más ofensivamente, debe ponerse a la cabeza de la organización de la lucha de los distintos sectores. En el curso de su lucha la clase obrera y las masas tendrán que dotarse de sus propias organizaciones de democracia directa, independientes de toda política burguesa, basadas en milicias obreras y el armamento del pueblo, que preparen la toma del poder y sean la base del nuevo estado proletario.

Para llevar adelante esta política es necesario construir un partido revolucionario, trotskysta e internacionalista que enfrente y derrote las estrategias burguesas, reformistas y de colaboración de clases, con la perspectiva de tomar el poder en Indonesia y abrir el camino a la revolución socialista en el conjunto del sudeste asiático.

NOTAS:

* Definimos a las acciones del movimiento de masas de mayo de 1998 como jornadas revolucionarias para diferenciarlos de otros procesos revolucionarios, como la revolución rusa de febrero de 1917, que logró desarticular el pilar del estado burgués, el ejército, y estableció una dualidad de poderes, aunque planteó la paradoja de entregarle el poder a la clase enemiga, que como plantea Trotsky "no se ha adueñado de él por un golpe blanquista sino por cesión franca y generosa de las masas triunfantes". Las jornadas revolucionarias de mayo en Indonesia no alcanzaron esta instancia, aunque incluyeron acciones independientes de las masas que incipientemente dividieron al ejército, pero que al no derrotarlo, permitieron que el régimen se recomponga, al precio de sacrificar a su principal figura, el general Suharto, y con un mínimo de concesiones democráticas.

** La ciudad de Ambon es la capital de la provincia oriental de Maluku, ubicada a 2300 km al este de Yakarta, formada por una cadena de islas conocidas como las Spice Islands durante la colonización holandesa. Durante años musulmanes y católicos convivieron pacíficamente, hasta que el 19 de enero pasado, un incidente entre un conductor cristiano y un pasajero inmigrante musulmán desató la peor ola de violencia religiosa de los últimos años en Indonesia. El mismo Habibie reconoció que "el gobierno tiene la certeza de que la raíz de todas las tensiones no son los conflictos entre comunidades de creyentes", sino principalmente "los problemas económicos y el descontento social" (Jakarta Post, 16/2). La ciudad quedó prácticamente en ruinas después de los enfrentamientos, con cientos de iglesias y mezquitas destruidas, 3000 hogares incendiados, casi 200 muertos y cientos de heridos, gran parte de ellos a manos de las fuerzas de seguridad. 15.000 personas han huido buscando refugio en la provincia de Sulawesi. El ejército envió un refuerzo de 1000 soldados, que incluyen un batallón de marines y tropas de Yakarta, estos se suman a los 2000 efectivos ya instalados en la isla. Los enfrentamientos entre musulmanes y católicos se extendieron a Yakarta, donde el domingo 7 de marzo 50.000 musulmanes marcharon por la ciudad al grito de Guerra Santa contra la población católica, mientras que testigos de los hechos acusaron a las fuerzas de seguridad de estar alineadas con el sector musulmán y de instigar los enfrentamientos (Straits Times, 9/3/99). Megawati y Amien Rais se han ofrecido como mediadores. Las denuncias de "provocadores" al servicio ya sea del gobierno o de un sector del ejército ligado al ex general Prawobo y a Suharto, se han extendido en los últimos meses a Medan, Timor del Este y otras zonas conflictivas, sugiriendo que el enfrentamiento racial o religioso está siendo usado como arma para descomponer las filas de sectores empobrecidos de la población, desviar la lucha contra el régimen hacia este tipo de enfrentamientos y justificar y reforzar el accionar represivo de las fuerzas de seguridad.

 

MOVILIZACION OBRERA EN SURUBAYA

El 13 de febrero, Surubaya, la segunda ciudad indonesa al este de Java, fue sacudida por la furia obrera. Durante cinco días, alrededor de 20.000 trabajadores de las cinco plantas de PT Maspion, la principal fábrica de electrodomésticos del país, se movilizaron frente al parlamento de Surubaya y a la casa del gobernador exigiendo aumento de salarios, mejores condiciones de trabajo, transporte y comida. Según el informe de la agencia Reuters del 18/2, miles de trabajadores que llegaban en camiones y cientos de motocicletas, chocaron con las fuerzas de seguridad en las afueras de Surubaya, tratando de quebrar las barricadas del ejército que les impedían entrar al centro de la ciudad, dejando un saldo de más de 20 trabajadores heridos y 5 detenidos. El jefe de la policía de Surubaya, coronel Bambang Soetrisno explicó a la prensa que "los obreros intentaban ir a la ciudad y no está permitido que ningún trabajador entre a la ciudad, no importa para qué". Sin embargo, la dura represión del ejército y la policía antimotines no pudo evitar que el 18 de febrero, alrededor de 10.000 trabajadores se reunieran frente a las puertas de la planta principal de la compañía en Sidoarjo, dispuestos a movilizarse nuevamente si no obtenían respuesta. Ante esto la patronal decidió retroceder y responder a las principales demandas de los trabajadores. Obligada a leer el acta de negociación frente a los obreros movilizados, anunció un aumento del 25% del bonus diario que la compañía paga para cubrir la suba de precios de los alimentos y una suba del salario mínimo del 7,3% a los trabajadores con menos de un año de servicio, que a partir de abril pasaría a ser de 25 dólares mensuales. Según un funcionario de la empresa, "se tomó la decisión a pesar de las pérdidas debido a la caída en las ventas en el medio de la crisis económica del país (...) para proveer empleo a nuestros obreros y mantener la fábrica funcionando después de cinco días de huelga" (AFP 18/2). Pero la patronal se tomó su revancha y despidió a 1.000 trabajadores y exigió al SPSI, sindicato que dirigió la protesta, "que firmara una declaración de que no harían nuevamente movilizaciones" (Republika 24-2), aunque esta exigencia fue desoída por manifestantes que protestaron por los despidos.

Esta importante acción obrera también obligó al gobierno de Habibie a adelantar el aumento anual de salarios de agosto a abril, en un intento de evitar una irrupción del movimiento obrero extendida a otras ciudades del archipiélago. Pero estas tibias concesiones difícilmente alcancen para desviar el movimiento en curso. En medio del marasmo económico, el salario mínimo que se le paga a un trabajador con un año de antigüedad y una semana laboral de 40 horas, oscila entre 33 dólares mensuales, el más alto en la zona industrial de la isla de Batam y 17 dólares, el más bajo en la provincia de Bengkulu en Sumatra. El propio gobierno reconoció que "a pesar del aumento, el nivel salarial sólo cubriría el 80% de las necesidades físicas básicas de un trabajador soltero. El poder de compra de los trabajadores sigue debilitándose y la situación laboral declinará aún más. El aumento tiende a hacer más lento la drástica caída en los salarios reales desde el comienzo de la crisis económica en 1997" (Agencia France Presse, 19/2).

La clase obrera que es la que viene cargando con los costos de la crisis económica, golpeada por la desocupación y la miseria. Las movilizaciones de Surubaya son un paso importante para fortalecer sus filas y su confianza en la lucha por que sea la patronal y el imperialismo los que paguen la crisis que ellos mismos provocaron.