FT-CI

Bolivia: Revista "Lucha de Clases"

Tesis sobre la situación nacional

12/10/2007

I- Un momento de inflexión

PARA COMPRENDER el momento actual hay que tener presente la curva general del desarrollo, es decir, el conjunto de la etapa que desemboca en la actual encrucijada. Hemos publicado numerosos análisis sobre el proceso de la lucha de clases a nivel nacional (la Revista de los Andes, en varios números de Estrategia Internacional, en las páginas de Palabra Obrera y diversos documentos y declaraciones), aquí trazamos una breve síntesis:

En octubre del 2003 se abrió una etapa revolucionaria, caracterizada por la “crisis general” a todos los niveles de la formación social, pero cuyo elemento más dinámico era la “crisis de la hegemonía burguesa” (es decir, una crisis de la autoridad estatal y de las mediaciones en las que ésta se apoya, como los partidos políticos) que se hizo evidente con el derrumbe del régimen de la “democracia pactada” y sus partidos (MNR, ADN, MIR, UCS, etc.).

La irrupción del movimiento de masas se tradujo en un vuelco decisivo, con grandes acciones de carácter históricamente independiente, como el levantamiento insurreccional con epicentro en El Alto que derribó al gobierno de Sánchez de Losada. De esta manera, el gran ascenso de carácter predominantemente popular, campesino e indígena que se venía manifestando desde la “guerra del agua” del 2.000, alcanzó su punto culminante.

Pero, gracias al MAS y otras direcciones del movimiento de masas (MIP, burocracia sindical, etc.), que frenaron y permitieron la “sucesión constitucional” de Carlos Mesa, el proceso revolucionario en marcha no alcanzó a convertirse en “la revolución misma”, es decir, en la quiebra del Estado y sus instituciones fundamentales, como las FF.AA., y el desarrollo del poder dual, lo que facilitó las maniobras de la clase dominante.

Carlos Mesa, representante del ala conciliadora del campo conservador, asumió con el objetivo de ganar tiempo, preservar las instituciones en crisis y buscar una salida política, y para ello contó con el firme sostén político del MAS y otros sectores.

Sin embargo, Mesa no logró resolver estos problemas y se fue debilitando. Las Jornadas de Junio de 2005, al obligarlo a renunciar y cerrar al mismo tiempo el paso a las maniobras de la derecha parlamentaria, convencieron al conjunto de la clase dominante y el imperialismo de que era necesario organizar un desvío más profundo para evitar la profundización del proceso revolucionario, y que para ello, era necesario hacer mayores concesiones.

El adelantamiento de elecciones para diciembre de 2005 y la aceptación de que llegara al gobierno Evo Morales con su programa de reformas de tipo democrático formal a través de una Asamblea Constituyente, fueron el precio a pagar para sacar a las masas de las calles y caminos.

El breve gobierno de Rodríguez Veltzé y la salida electoral señalan un punto de inflexión que dividió aguas: marcan una corta fase de transición entre la fase de los levantamientos espontáneos de “todo el pueblo” contra los ataques del gobierno neoliberal de turno, a una fase de experiencia con el gobierno reformista del MAS y sus promesas de cambios democráticos a través de la Constituyente.

La llegada al Palacio Quemado de Evo Morales abrió una situación transitoria en la lucha de clases, donde no estaba definido si se reabrirían las tendencias más revolucionarias, o por el contrario, predominarían los intentos por cerrar la etapa, en lo que era un elemento fundamental el grado de éxito que tuviera en sus proyectos el MAS en el gobierno como gran contención frentepopulista (de colaboración de clases con la burguesía).

Durante estos casi dos años de gobierno masista, se sucedieron distintas coyunturas políticas que examinaremos más adelante. Por ahora interesa hacer una interrogante clave:

¿Qué caracteriza el actual momento político y cuál es la dinámica?

Consideramos que es una coyuntura de giro a la derecha donde priman las tendencias reaccionarias aunque en medio de enormes contradicciones. Mientras el gobierno hace mayores concesiones a la derecha, todos los actores políticos buscan en medio de apelaciones a la “unidad nacional”, tortuosas negociaciones y constantes forcejeos, cómo configurar un nuevo régimen político-estatal y consagrarlo en la Constituyente, intentando dar un salto en la estabilización política del país.

Ésta coyuntura es un nuevo punto de inflexión y una encrucijada decisiva en el proceso político nacional. Si gobierno, oposición y cívicos logran un pacto para la reorganización del Estado incluyendo las autonomías departamentales y un régimen político legitimado en la Constituyente a través de la nueva CPE, habrán dado un importante paso para la estabilización del país.

Estas cuestiones no están aún resueltas, subsisten importantes contradicciones de todo tipo, pero es la clave que subyace a todas las discusiones, peleas y fenómenos políticos del momento. Si este intento fracasa, se podría reabrir una crisis política de imprevisibles consecuencias para el orden burgués, con amplias grietas para nuevas erupciones de la lucha de clases tanto como para intentos reaccionarios.

Sin embargo, aún si tienen éxito en alguna variante pactista, será una tarea difícil convertir ese éxito superestructural en un cambio decisivo de la relación de fuerzas entre las clases. Es probable que la indefinición, las tensiones y la inestabilidad se prolonguen. Y de ninguna manera puede descartarse que la presión por derecha más bien actúe como el émbolo en el pistón y aumente la presión de las contradicciones sociales y políticas, terminando por provocar una contraofensiva de masas.

II- El contexto regional e internacional

LAS CONDICIONES internacionales y latinoamericanas del último período han sido un factor estabilizador aunque no exento de contradicciones para el proceso político de Bolivia. Sin embargo, las contradicciones de la situación mundial que hoy se concentran en la economía norteamericana y los “temblores” de los mercados financieros, podrían impactar duramente en las semicolonias más débiles e inestables, como Bolivia.

Es imposible comprender plenamente la situación nacional sino se la enmarca en ese todo superior del que forma parte y que es la economía y la política internacionales. Por ello, el análisis marxista parte siempre de un punto de vista internacionalista y estudia las relaciones entre los distintos aspectos de la realidad mundial: la marcha de la economía mundial, las relaciones interestatales (es decir las disputas entre las clases dominantes de los distintos Estados -entre las grandes potencias imperialistas y de éstas con los países semicoloniales) y las tendencias generales de la lucha de clases a escala internacional.

La actual situación internacional se caracteriza por la acumulación de enormes contradicciones y tensiones.
A nivel del orden de Estados, se manifiestan en la impotencia de Estados Unidos para reafirmar su hegemonía (el factor hoy más dinámico en la situación internacional), como se ve en el empantanamiento en Irak, y las fricciones y rivalidades con otras potencias como sus aliados europeos, Rusia y China.

La caída de las bolsas a nivel internacional -con epicentro en Estados Unidos- puede estar anticipando la llegada de tiempos difíciles y el agotamiento del ciclo de crecimiento de la economía mundial de los últimos años. En este marco, aunque es posible que la próxima crisis económica comience más bien en los centros imperialistas, las perspectivas de las semicolonias más débiles, como Bolivia, son inciertas, dada su extrema dependencia del mercado externo.

A nivel de la lucha de clases hay enormes antagonismos en medio de un mundo fuertemente polarizado, donde el crecimiento económico sólo beneficia a las capas privilegiadas y crecen diversos procesos de resistencia obrera y popular en distintas regiones, pero es un factor más bien retrasado en la actual coyuntura. Por ejemplo, la resistencia en Irak aún no se ha convertido en un “nuevo Vietnam” -es decir en un proceso revolucionario bajo la forma de una guerra de liberación nacional de masas contra la ocupación-, que ayude a detonar una escalada superior de la lucha de clases tanto en los países semicoloniales como en las potencias imperialistas como ocurrió los años 60.
Sin embargo, el crecimiento económico e industrial está permitiendo a la clase trabajadora recomponer sus fuerzas después de las derrotas de las últimas décadas, un proceso de gran importancia estratégica que tiene uno de sus escenarios destacados en América Latina.

América Latina: entre la contención y nuevas tensiones

En la coyuntura regional predomina la contención de los procesos de masas y las crisis políticas que pusieron a América del Sur en la avanzada durante el primer lustro del siglo.
La bonanza económica motorizada por las exportaciones de materias primas y commodities y cierta recomposición de los mercados internos, contribuyó a amortiguar temporalmente las contradicciones y a darle mayor estabilidad a los gobiernos “progresistas” (como Brasil, Argentina, etc.).

Al mismo tiempo, hay cierta “descompresión” en las relaciones de los países del área con EE.UU. (que, concentrado en sus problemas en medio Oriente y con Europa, Rusia y China, no desea abrirse nuevos frentes en la región), aunque en el marco de un permanente regateo de los distintos Estados del área con el imperialismo y entre sí.

Las tensiones entre el polo pro yanqui (países de la costa del Pacífico -Colombia, Perú, Chile) y el polo “sudamericanista” (Brasil, Argentina, con una posición particular de Venezuela con su posicionamiento “bolivariano”), una de las fuentes de presiones sobre Bolivia (en torno a negociaciones comerciales, alineamientos diplomáticos, cuestión energética, coca, etc.), hoy están un tanto desdibujadas en medio del “pragmatismo nacional” de cada Estado.

Sin embargo, emergen nuevas tendencias a una mayor crisis política y al desarrollo de la lucha de clases en países como México y otros que venían más alineados con Estados Unidos. Muestra de que en la Región Andina hay tendencias mal contenidas al desarrollo de la lucha de clases y a nuevas crisis son la inestabilidad política crónica en Ecuador, el proceso de lucha de masas en Perú enfrentando al gobierno de Alan García y las propias tensiones del proceso boliviano.

Por otra parte, un elemento de enorme importancia estratégica es el proceso de recomposición del proletariado latinoamericano, tanto desde el punto de vista objetivo (cantidad y concentración de trabajadores), como subjetivo (procesos de organización y lucha), como hemos visto en las últimas luchas de sectores del proletariado en México (las movilizaciones de diversos sectores obreros y la comuna de Oaxaca en México), Argentina (las oleadas de huelgas de fábrica), Perú (un torrente de luchas obreras y populares), siendo un elemento notable el retorno a escena de los mineros andinos (huelga larga de contratistas del cobre en Chile, paros y huelgas duras en Perú, el avanzado proceso de Huanuni en Bolivia).

Este retorno del proletariado a un escenario que en los años anteriores tuvo gran protagonismo de los movimientos de base campesina, indígena y plebeya, abre nuevas perspectivas a la lucha de clases y la alianza obrera y popular.

Bolivia sigue siendo un “eslabón débil en el corazón de Sudamérica”

Esos diversos elementos se expresan de manera particular en Bolivia, que es un foco de inestabilidad política y lucha de clases latente, un proveedor estratégico de gas para el Cono Sur (que atraviesa una crisis energética severa), y un escenario de las disputas geopolíticas regionales, lo que hace que se concentren fuertes presiones económicas, diplomáticas y para garantizar la contención y estabilización política.

Estados Unidos y el imperialismo mantienen una línea de presión cautelosa, con la colaboración de los “gobiernos amigos”, sobre todo Lula y Kirchner, comprometidos con el orden semicolonial regional y que se esfuerzan por influir según sus propios intereses y alianzas (por ejemplo, Petrobras y REPSOL, respectivamente) presionando para moderar al gobierno de Evo y sus iniciativas (Asamblea Constituyente, negociaciones con las petroleras, etc.). Por su parte Chávez trata de estrechar su relación con Bolivia y otros países para fortalecer su estrategia “bolivariana” de regateo con el imperialismo.

El gobierno actúa con mucho pragmatismo y moderación: estrecha buenas relaciones de Evo con Chávez y Fidel, pero sin alinearse unilateralmente con Venezuela. Critica en ocasiones al imperialismo pero “mira para otro lado” ante Irak y Palestina y colabora militarmente en la intervención “democrática y humanitaria” de la ONU en Haití. Forma el TCP pero pide ampliación del APTDEA a EE.UU., abre nuevos contactos con Chile, etc., buscando siempre aprovechar las pequeñas oportunidades pero evitando roces mayores con el imperialismo.

En síntesis, el contexto regional le da algunos márgenes de maniobra al gobierno a nivel económico diplomático, presiona por “más moderación” a nivel político y alienta las tendencias reaccionarias, pero también el reanimamiento del movimiento obrero.

III- Claroscuros en la economía

LA BUENA COYUNTURA económica actúa en el corto plazo como otro importante amortiguador de las contradicciones internas, pues todas las fracciones de la burguesía hacen buenos negocios, sectores medios se benefician con las migajas de la bonanza, y la renta gasífera y la recaudación impositiva engrosan las arcas del Estado, permitiendo financiar el gasto social y obras públicas.

El crecimiento del PBI por encima del 4,5 % fue motorizado por el boom exportador de gas, minerales y soya, que han permitido cuadruplicar las ventas al exterior en pocos años. Además, la mayor participación del Estado en la renta hidrocarburífera a través de impuestos y regalías, si bien deja la parte del león en manos de las transnacionales, alcanza a entre 700 y 1.000 millones de dólares anuales, un flujo de recursos propios que el Estado boliviano nunca tuvo, lo que permite atender las deudas externa (unos 4.500 millones US$) e interna (2.500 millones US$) y al mismo tiempo, trazar planes para financiar un esfuerzo desarrollista.

Sin embargo, hay sombras en las perspectivas económicas. No sólo por los problemas climáticos (el fenómeno de la Niña), la tensión política y el elevado nivel de movilización social que retraen la inversión (aunque los neoliberales exageran su agitación por este punto), sino por las graves limitaciones estructurales de la economía boliviana y sobre todo, porque, la economía internacional parece estar entrando en un período de turbulencias, con bruscas caídas en los mercados financieros, lo que arroja sombras sobre el futuro de los mercados para las materias primas y por tanto, para las perspectivas locales.

Es posible que el rol de proveedor regional de gas contrapese al menos parcialmente estas tendencias negativas, por la elevada renta energética y por los mercados a largo plazo, pero esto plantea otro tipo de problemas, pues pone en discusión cambios en el patrón de acumulación alentados por las ilusiones de que un “ciclo del gas” (es decir, una fase de expansión capitalista como la que representó a inicios del siglo XX el “ciclo del estaño”) genere una expansión a más largo plazo.

Un rumbo neodesarrollista, sin romper con el neoliberalismo

Si bien se mantienen los marcos generales heredados del neoliberalismo (privatización de los servicios públicos, apertura de la economía, dependencia de la inversión extranjera, vuelco exportador, superexplotación obrera, etc.) hay un curso “neodesarrollista”, impulsado desde el gobierno, que intenta devolver algunas funciones regulatorias al Estado, recuperar una parte de la renta entregada a los monopolios y reconstituir un sector “capitalista de Estado”, subordinado a la colaboración con el capital extranjero y nacional para promover la acumulación nacional y ampliar el mercado interno.

Esto abre un debate estratégico en la burguesía, entre aferrarse al marco neoliberal tal cual era, o aprovechar (y cómo) los vientos neodesarrollistas que soplan en Latinoamérica. Hay sectores ligados a la penetración del capital extranjero y el neoliberalismo de los 90, que condenan como “rentista” esta política y rechazan que el Estado derive recursos a las capas de la baja burguesía y al “gasto social”; si bien la mayoría de la burguesía vio con buenos ojos que las petroleras dejen una porción de la renta en el erario nacional y apoya la política de bajos salarios y no tocar las condiciones laborales que les garantiza el gobierno.

Esta situación alimenta las disputas burguesas, como la presión de las transnacionales y las camarillas ligadas a ellas para defender sus posiciones y ganancias que ejercen en la negociación con el Estado; y la puja entre las camarillas regionales por el reparto de la renta captada a través de impuestos y regalías, uno de los ejes de la discusión por las autonomías departamentales.

A largo plazo, el programa económico del gobierno es demasiado mezquino y desarticulado para esperar un éxito que no tuvo el “capitalismo de Estado” pos 52 cuando concentraba un 70% de la producción y las exportaciones y contaba con condiciones generales e internacionales más favorables. La atrasada economía boliviana sigue estando completamente subordinada al mercado mundial, al rol de las transnacionales y a los mecanismos de la expoliación imperialista y depende casi completamente de la coyuntura de precios a nivel internacional para un puñado de materias primas, si bien los acuerdos de venta de gas son a largo plazo (lo que puede amortiguar oscilaciones bruscas).

Tensiones actuales

Bajo la superficie del crecimiento actual, bullen fuertes desequilibrios y desproporciones que junto con los elementos de la situación internacional señalados más arriba, minan las perspectivas de expansión:

La retracción de inversiones genera cuellos de botella y retrasos en la exportación de hidrocarburos, una crisis energética (GLP para consumo domiciliario, industrial y del transporte, diesel, electricidad) y “desaprovecha” el boom minero. Además, el complejo agroindustrial cruceño está perdiendo dinamismo y el horizonte de las exportaciones manufactureras se complica por la apreciación del Boliviano frente al dólar y la indefinición sobre el futuro del APTDEA. Con esto se combina la lentitud del gobierno para implementar sus planes de inversión e inyectar recursos financieros a la economía -aspectos básicos en un programa “neodesarrollista”.
Entre tanto, sigue habiendo una gran desigualdad entre el dinamismo del sector exportador (que concentra las inversiones, la renta y las mayores ganancias) y el resto de la economía, de crecimiento mucho más lento (aunque hay fuerte repunte en algunas áreas, como construcción).

No hay una redistribución de ingresos a favor de los trabajadores y el campesinado que descomprima los antagonismos sociales y pueda ampliar substancialmente el mercado interno.

Surgen presiones inflacionarias, que si bien son todavía moderadas, muestran que la debilidad de la economía boliviana lleva muy fácilmente a un “recalentamiento” y afecta gravemente los ingresos de los asalariados y los pobres.

Esta situación contradictoria fogonea la pugna por el reparto de la renta gasífera y el control del aparato y los recursos estatales entre las distintas fracciones de la clase dominante, como la burguesía cruceña (con sus aliados), la burguesía paceña y otras camarillas regionales; y al mismo tiempo, el comienzo de un proceso inflacionario puede ser un importante motor de descontento social, presiones y luchas redistributivas, particularmente, de luchas económicas de la clase trabajadora, pero también, de mayor polarización de clase, pues la burguesía y el gobierno tratarán de frenar este curso.

IV- Inestabilidad política y búsqueda de acuerdos

ESTE ES EL ASPECTO más dinámico de la situación nacional. El gobierno del MAS y el conjunto de la clase dominante buscan un “gran acuerdo nacional” para estabilizar la situación política, consensuar el “modelo económico” y reconstruir el régimen político-estatal.

Se han ido tejiendo importantes bases de ese gran acuerdo y ahora “hay más régimen” para procesar las diferencias y decisiones políticas de importancia estatal, lo que se expresa en los pactos parlamentarios puntuales entre el MAS y PODEMOS (Ley de convocatoria a la constituyente, votación de los contratos petroleros, cambios en el poder judicial, ley que prolonga la Constituyente hasta fin de año, etc.), y también, en la aceptación de las autonomías departamentales.

Hay también consenso entre el gobierno y la mayor parte de la clase dominante en que sea la nueva Constitución la que recoja y sancione esos acuerdos. Sin embargo, no hay todavía un claro pacto social y político que asiente y formalice ese gran acuerdo nacional. Y además, está en discusión si es el gobierno el que dirigirá con sus propios métodos ese pacto, conservando mayor libertad de acción para implementar su plan, o será atado con el método de “concertar por arriba” y “votar por dos tercios”, que quieren imponerle la derecha parlamentaria y los comités cívicos. Por eso, constantemente se reabren disputas, choques, tensiones en un forcejeo permanente entre el gobierno y las distintas expresiones de la derecha parlamentaria y regional, con crisis recurrentes de distinta importancia, como la que se abrió con relación a la eliminación del debate en la Constituyente sobre la “capitalía plena” para Sucre.

Sigue abierta la “crisis orgánica”

Pero además, las tendencias recurrentes a la crisis política hunden sus raíces más profundas en la “crisis nacional general” que emergió con el agotamiento del “modelo neoliberal” y llevó en el 2003 a la apertura de la etapa revolucionaria. El hundimiento del régimen de la “democracia pactada” y sus partidos, bajo el impacto de grandes embates de masas abrió una profunda “crisis orgánica de la hegemonía burguesa”, es decir, una situación donde la clase dominante no puede ejercer de manera normal la autoridad estatal. Pese al “desvío” y la “contención” que garantiza el MAS con la canalización de las expectativas de las masas hacia el “proceso constituyente”, esa crisis estructural no se ha cerrado hasta ahora. Esto se manifiesta en varios niveles:

 a) La burguesía no puede gobernar hoy en su propio nombre, como se ve en la necesidad de confiar la gestión del Estado al gobierno frentepopulista de Evo Morales, pese a que no lo considera “su gobierno”;

 b) La clase dominante está dividida, como muestran las pugnas regionales. El bloque más poderoso del capital -un “stablishment” superior, conformado por un puñado de grandes empresas y bancos y camarillas ligadas a las “capitalizadas” negocia con el gobierno sin comprometerse directamente en las demandas regionales. La burguesía agroindustrial cruceña expresa con la bandera del autonomismo departamental la defensa de sus intereses locales (el rechazo a cualquier veleidad reformista del gobierno central, la propiedad de la tierra, el control de una cuota mayor de la renta gasífera y el poder estatal), junto a sus aliados menores de la “media luna”. La burguesía de La Paz, comercial, industrial y minera, defiende la estructura tradicional del Estado unitario, que simbolizó su predominio durante todo el SXX, condicionada políticamente por la combatividad de las masas del Altiplano, mantiene una virtual “alianza estratégica”con el gobierno. Otros núcleos regionales menores tratan de lograr ventajas, como es el caso de la élite chuquisaqueña que levanta la bandera de la “capitalidad plena”, postulándose como “el sur” capaz de terciar entre el Oriente y el Occidente.

 c) Hay una “crisis de representación política” de la burguesía, tras el derrumbe de los viejos partidos neoliberales, como muestran la débil constitución de PODEMOS y otras fuerzas menores, y la necesidad de recurrir al protagonismo de los Comités Cívicos para representar los intereses de sus fracciones regionales.

Populistas y conservadores discuten los términos del gran acuerdo

La crisis de conjunto del régimen político y social no puede durar indefinidamente. De hecho los avances en la recomposición del régimen tienden a superarla. Pero dos grandes polos forcejean por los términos en que se definirá ese gran acuerdo. El polo populista-progresista hegemonizado por el MAS defiende desde el poder y apoyándose en su amplia base social la necesidad de adecuar las regulaciones económicas al programa neodesarrollista, fortalecer el rol del Estado y hacer las reformas políticas necesarias, incluyendo aquellas concesiones que permitan “incluir” al movimiento campesino e indígena, como precio para desmontar el ascenso de masas y cerrar la etapa revolucionaria. El “frente único” conservador trata de limitar al mínimo cualquier cambio y desconfía del MAS, sobre todo, de las masas que están detrás del mismo. Y aunque ha logrado importantes avances, poniéndole fuertes límites a los proyectos del gobierno, y está envalentonado por las enormes concesiones, no supera sus diferencias internas y debilidades estructurales.

 a) La derecha política no está unificada y aunque ha recuperado fuerzas y base social en la pequeñaburguesía está fraccionada según las líneas de las divisiones burguesas y no ha superado la crisis del viejo sistema de partidos neoliberales. PODEMOS está dividida en un ala “progresista” y un sector “duro” y varios de sus representantes obedecen a sus comités cívicos regionales y no a su partido. Tuto Quiroga es una figura débil, desgastada y sin un “sucesor” claro. Unidad Nacional y el MNR expresan una gran debilidad. Los intentos de relanzar una derecha neoliberal dura (Coordinadora por la democracia) tampoco han prosperado hasta ahora.

 b) El autonomismo regional es también un frente heterogéneo. Los Prefectos de oposición y los “Comités cívicos” son fuertes social y políticamente en el ámbito local pero sólo se unifican parcialmente en el planteo de la “media luna” y la oposición al Gobierno. La bandera de la autonomía y los planteos regionales le dan fuerza a los Comités cívicos como representación de las “fuerzas vivas” con hegemonía burguesa, pero estos son también sus puntos débiles a la hora de hacer política nacional y no reemplazan la necesidad de una representación política partidaria de la burguesía.

Buscando un pacto social y político

El hilo conductor de la constante tensión es la tortuosa transición hacia un nuevo régimen, sobre el telón de fondo de esa “crisis orgánica” y ante relaciones de fuerza todavía favorables a las masas, que condicionan fuertemente los pasos del MAS y de la derecha y las negociaciones por un pacto social y político que de forma y cristalice los avances y acuerdos parciales ya obtenidos.

El contenido de este “pacto social y político” es profundamente reaccionario. “Social” significa un acuerdo para ponerle límites a las demandas de las clases explotadas, como el salario, la tierra y el territorio, etc., en los marcos aceptables para la burguesía. “Político”, significa acordar bases mínimas para la reorganización del régimen-político estatal, para procesar ordenadamente las diferencias y buscar compromisos que permitan estabilizar políticamente el país, en lo que juega un importante papel la consagración en la constituyente de una nueva CPE.

Las pugnas, maniobras y forcejeos constantes muestran que es muy difícil llegar a ese “pacto” entre el gobierno y todas las expresiones burguesas, pues se trata de definir y consolidar una nueva organización estatal y un nuevo régimen político que permitan reafirmar la autoridad del Estado, reconstruir la solidez de las instituciones, un régimen de partidos y mecanismos políticos confiables.

V- Rumbo “centroizquierdista” del gobierno

DESDE FEBRERO, con el cambio de gabinete, el gobierno de Evo Morales dio un salto en su “moderación”, al servicio de tejer ese gran acuerdo nacional. El MAS se mueve hacia la “centro-izquierda”, haciendo crecientes concesiones políticas a las fuerzas conservadoras y al empresariado, aunque trata de “mantener las manos libres” en la aplicación de sus planes, esto es, de no atarse formalmente a las exigencias de la oposición. De hecho, se resigna a buscar un punto de equilibrio que permita lograr compromisos y asentarse como un gobierno “aceptable” para la clase dominante en su conjunto.

Aunque este curso no liquida el carácter frentepopulista del gobierno y su relación con las masas, en particular con el movimiento campesino e indígena, erosiona esos rasgos, reduce el tono de los gestos y discursos populistas y rebaja aún más las medidas de su programa. Si se han disipado las ilusiones de los que esperaban que avanzara hacia un “nacionalismo revolucionario” (es decir, a mayores fricciones con el capital extranjero) las que marcan el paso son las fortalecidas tendencias “centroizquierdizantes” teñidas de indigenismo “light”.

Este movimiento se expresa en la marcha de los planes gubernamentales, que también se “moderan”, tanteando pragmáticamente un equilibrio para los compromisos en la economía (donde renuncia a sus primeros aprestos seminacionalistas), en las reformas del Estado (aceptando las autonomías departamentales y limitando sus propuestas en la Constituyente a lo “aceptable” por la burguesía), y en la conducción política (estableciendo negociaciones y pactos con la derecha mientras que la retórica de la “revolución democrático-cultural, descolonizadora” es cada vez más intrascendente).

La dinámica del MAS

Este curso es firmemente dirigido por Evo y su corriente, que consolidan su rol de árbitros en el MAS y el control del núcleo de los poderes del Estado, aunque han dado mayores espacios en la “conducción práctica” de los asuntos de gobierno a sus aliados clasemedieros y de centroizquierda (como García Linera, De la Quintana, el MSM de del Granado, las ONGs), lo que expresa el afianzamiento del peso de la “sombra de la burguesía” en la cúpula gubernamental y mayores lazos con sectores empresariales, mientras pierden influencia los sectores indigenistas y la burocracia de los “movimientos sociales”. En efecto, el gobierno busca aflojar cada vez más los lazos de la molesta dependencia de las organizaciones de masas y fue disciplinando claramente a sus alas izquierdas, indigenistas y nacionalistas, no sin roces, como los que debió controlar Evo en la bancada masista de Sucre tras el acuerdo del 4 de agosto en el Parlamento.

Al mismo tiempo, se apoya más abiertamente en los órganos del Estado, haciendo pesar a su favor el tradicional presidencialismo del régimen político boliviano, negociando en el Congreso con la derecha política y buscando estrechar lazos con las FF.AA., que si bien no son “masistas”, son centralistas y no ven mal cierto grado de nacionalismo y, sobre todo, que el MAS les garantice mayores recursos y equipamiento, prebendas e impunidad a la casta de oficiales comprometida en febrero y Octubre.

El MAS, en tanto aparato político, actúa en realidad como “equipo parlamentario” y más débilmente como “maquinaria de alcaldes”, aunque en su relación con las masas la “correa de transmisión” decisiva son las direcciones de los “movimientos sociales” que le son afines o controla directamente. Esta es la pata más frentepopulista, cuyo rol es hoy esencial para la marcha de la estabilización política y la contención de las masas, aunque disfuncional a las necesidades de un orden burgués “normal”, por lo que va perdiendo terreno.

Contradicciones del frente popular

Por todo ello, el curso actual, aunque firmemente adoptado, no se da sin contradicciones y ambigüedades. El MAS busca mostrarse como un gobierno “responsable”, para ganar la confianza de la burguesía, que no lo considera como “un gobierno propio”, por lo que busca diluir su dependencia de las masas, pero al mismo tiempo, necesita retener su dirección y cultivar sus ilusiones, por lo que debe mantener un cierto discurso, hacer algunas concesiones a su base social y maniobrar constantemente para mantener la contención en los marcos de la conciliación de clases y la “paz social”.

Siendo un gobierno burgués por su contenido, como todo gobierno frentepopulista es oscilante, pragmático, inconsistente. Pero su tendencia es a un “populismo centroizquierdista” bien integrado al régimen, tendencia motorizada por el creciente peso en su base social de la “nueva élite” plebeya que representan sus cuadros, rápidamente insertos en las planillas del Estado, con estrechos lazos con ONGs, sectores de la tecnocracia neoliberal que sigue en funciones en la administración estatal, y empresarios pequeños y grandes.

En perspectiva, este rumbo lleva a una crisis con su base popular sin garantizarle el respeto burgués. En efecto, cuanto más cumpla sus buenos oficios el MAS, menos necesario resultará para la burguesía, más buscará ésta desgastarlo y desacreditarlo y preparar un recambio “de los suyos”. Aunque no hay en este momento signo de claras diferenciaciones internas o de rupturas, estas contradicciones pueden provocar crisis internas y oscilaciones nacionalistas limitadas o gestos hacia las masas, en el cuadro de las cambiantes coyunturas políticas.

VI- La crisis de la Constituyente y la negociación del pacto

EN EL ESCENARIO POlà TICO, todas las contradicciones convergen sobre la Constituyente, que es el escenario que debiera consagrar el pacto social y político mediante una nueva constitución, pero que es disfuncional a la negociación “por arriba” planteada entre el gobierno y la derecha.

La Constituyente, una pieza maestra del proyecto político del MAS, es percibida como una conquista por amplios sectores de masas que albergan ilusiones en la prometida “refundación del país”, y fue aceptada con mayor o menor resignación por la mayor parte de la clase dominante como un mecanismo inevitable para definir y legitimar la reforma estatal y del régimen. La derecha tuvo gran éxito en su estrategia de presión permanente, que no apuntaba tanto a “hacer fracasar la asamblea” como dicen los masistas, sino a chantajear para desgastarla, obligarla a adaptarse a sus exigencias y ponerle estrechos límites al objetivo del MAS de una nueva CPE reformista, con una retórica indigenista más ampulosa.

El MAS cedió el reconocimiento a las autonomías departamentales, liquidó la ilusión de un “poder social” y de “autonomías indígenas”, entregó a la derecha nuevas garantías como una aceptación aún más amplia de los 2/3 de los votos como requisito para aprobar los artículos de la nueva CPE, con los referendums para aquellos donde no hubiera acuerdo. La “izquierda” masista se tragó enormes sapos en todo el proceso, pataleando de vez en cuando y provocándoles algunos disgustos a Evo y García Linera, pero sometiéndose siempre a la “línea general” pactista.

Habiendo agotado su plazo de un año, y pese a las enormes concesiones hechas por el MAS a la derecha política y a los cívicos, y al abandono de la mayor parte de las propuestas de los sectores indigenistas, la Constituyente pretendidamente soberana y “originaria” aparece cada vez más diluida. De hecho, hizo falta un nuevo acuerdo parlamentario entre el MAS y PODEMOS para viabilizar su prolongación hasta el 14 de diciembre, con el objetivo de “postergar para pactar”, buscando superar la crisis crónica que rige la marcha de la Asamblea. Esto significó un salto en la subordinación de la Constituyente a la negociación política tendida por sobre su cabeza entre el gobierno, los jefes de las fuerzas de oposición, los prefectos y los comités cívicos y los “factores de poder”, como forma de acercar posiciones en los temas donde subsisten importantes diferencias, como las regulaciones económicas, la reorganización del Estado, las atribuciones de los gobiernos departamentales autónomos, la aceptación o no de ciertas concesiones formales a los pueblos originarios y las masas, etc.

Estas y otras divergencias de importancia se decidirán en realidad por sobre la cabeza de los asambleístas.
Y aún así, las perspectivas de la Constituyente son inciertas. De hecho, ha entrado en un nuevo “coma” por la eliminación del tema de la capitalía plena, donde el MAS impuso su mayoría, detonando una nueva prueba de fuerzas con la oposición que cuestiona el método, exigiendo respeto al “consenso” y a los dos tercios. Es posible que la negociación permita reinstalar la Asamblea en algunas semanas.

Por lo pronto, quedan aún dos fases fundamentales por transitar: la primera, la gestión de los acuerdos en la Constituyente, que permitan definir las autonomías departamentales, regulaciones económicas y fiscales, poderes y organización del Estado central (como si el Legislativo tendrá una o dos cámaras) y determinadas concesiones formales al movimiento campesino y los pueblos originarios, en un compromiso aceptable para las fuerzas de la derecha como para el gobierno, tarea colosal que consumirá los próximos meses. Luego, el proceso de consagración de la nueva CPE en los referéndums, la negociación de nuevas elecciones generales (tema que será otro frente de batalla entre gobierno y oposición), y la adecuación de las instituciones y la legislación a la misma.

Pero aunque avanza el diseño del consenso y la búsqueda de pactos bajo este difícil “proceso constituyente”, dirigido por el MAS pero fuertemente condicionado por la derecha conservadora de un lado, y por la presión latente del movimiento de masas, de otro, el conjunto de la situación plantea la posibilidad de nuevos “cortocircuitos” y crisis políticas que permitan nuevas irrupciones del movimiento de masas.

VII- El rol de las mediaciones y la burocracia sindical

EL ESLABÓN fundamental en la cadena de contención ejercida desde el gobierno por Evo Morales y la cúpula del MAS, son las direcciones burocráticas y reformistas de las organizaciones de masas. Son éstas las que impiden que la impaciencia y el descontento entre importantes sectores de masas se expresen en acciones, que las movilizaciones tiendan a unificarse, y que apunten a rebasar la política gubernamental y la “concertación” en la Constituyente.

La burocracia de los movimientos sociales, integrada al IPSP-MAS o aliada al mismo, así como la vieja izquierda reformista (PCB, maoístas, etc.), cooptadas en el aparato estatal y en funciones de gobierno, actúan abiertamente como la “pata izquierda” de los intentos de recomposición del régimen burgués y “correa de transmisión” de la estrategia gubernamental de desmovilización. El PCB y otros grupos menores no logran desplegar un proyecto político propio (más típicamente frentepopulista) comprometidos en su defensa del gobierno.
Al mismo tiempo, el populismo radical está desdibujado, absorbido por el MAS y sin proyecto político, crisis que se expresa en el fracaso, hasta ahora, de los intentos de Felipe Quispe de lanzar el MPL (Movimiento Pachacutic de Liberación) y en la descomposición del populismo alteño.

Por su parte, la dirección de la COB y el “partido sindical”, con sus distintas alas juega un rol más indirecto, haciendo ocasionalmente gestos críticos, pero manteniéndose en el marco del “apoyo crítico” y las buenas relaciones con el Gobierno. Hoy desplazado a un segundo plano, el “partido sindical” se prepara a ser una “segunda barrera de contención” en caso de mayor ascenso en las luchas o deterioro de la influencia masista, adhiriendo a algún nuevo proyecto de colaboración de clases.

Sin embargo, no hay que descartar que las contradicciones políticas entre gobierno y oposición, las brechas que pueden abrirse en las alturas y las necesidades de los propios aparatos reformistas y burocráticos, los lleven a dejar correr o alentar las movilizaciones de masas (como ocurrió en enero en Cochabamba), o ponerse al frente de determinados procesos de lucha, lo que redobla la importancia de tácticas adecuadas, incluyendo en momentos concretos formulaciones tácticas de exigencia/denuncia y de intervenir siempre planteando una política de autoorganización y democracia directa para combatir el control burocrático.

VIII- Entre la contención de masas, nuevas tensiones y la recomposición obrera

LA ESTRATEGIA de conciliación de clases aplicada desde el MAS y las direcciones afines, ha llevado a un “impasse” al movimiento de masas -los “movimientos sociales” de carácter esencialmente popular, campesino e indígena-sobre cuyos hombros accedió al poder Evo Morales-. El MAS ha desviado el auge de masas al terreno de las ilusiones en las reformas por vía democrática en el proceso constituyente (con algunas concesiones de tipo democrático formal que no alteran el cuadro de explotación, opresión y penuria cotidiana de las clases subalternas), cooptando a sus capas dirigentes y combinando eventualmente las concesiones, la negociación y la represión hacia los sectores que se movilizaron más allá de sus conveniencias.

Sin embargo, las relaciones de fuerzas entre las clases establecidas en la etapa revolucionaria no se han revertido, aunque evolucionaron en sentido desfavorable, pues dos años de desvío y contención del movimiento de masas no han dejado de tener efecto.

A pesar de ello, se mantiene la enorme polarización social y politización popular, hay una crónica “conflictividad social” que recorre a casi todas las capas sociales oprimidas y explotadas con periódicas oleadas de luchas pequeñas y grandes, y sigue desarrollándose un profundo proceso de recomposición del movimiento obrero, mientras que avanza el proceso de experiencia política con el gobierno y sus promesas entre capas avanzadas. En este cuadro general:

 a) La pequeñaburguesía ha girado a posiciones conservadoras. Especialmente a través de sus capas urbanas, juega un papel político-social muy importante como base de la democracia burguesa. De conjunto, ha girado a la derecha, sirviendo de base social a las campañas de la reacción tanto como al giro centroizquierdista del MAS. Sin embargo, como clase, está muy fragmentada: Las pequeñoburguesías regionales (urbanas y rurales) son base activa del autonomismo cruceño, tarijeño, etc. y algunas fracciones menores alimentan a las tendencias fascistizantes, como la Juventud Cruceñista. La clase media de origen plebeyo e indígena, de tipo “tradicional” (talleristas, comerciantes, pequeños empresarios, etc.) se divide entre el apoyo al MAS y las fuerzas de oposición. La pequeñaburguesía “moderna” que recibió migajas del festín neoliberal durante los 90, es base de las tendencias más proimperialistas. Los sectores empobrecidos de las clases medias oscilan entre la expectativa en las promesas del gobierno y el rechazo a sus gestos populistas. Pero en general en las clases medias prima el espíritu conservador, contra los bloqueos y las movilizaciones, irritándose ante los gestos indigenistas del gobierno, pero en los marcos de las “instituciones y la democracia”.

 b) El movimiento campesino e indígena está afectado por el impasse y una crisis latente. El MAS y la dirigencia burocrática y populista de los “movimientos sociales” que le son afines, ha contribuido a una “desmovilización expectante” del movimiento campesino y originario, aunque sus reivindicaciones agrarias y nacionales, sintetizadas en las consignas de tierra y territorio, siguen siendo una “bomba de tiempo”. En el caso del movimiento cocalero, base social histórica del MAS, éste ha hecho importantes concesiones en el terreno de la política cocalera, sin poder impedir que se movilicen sectores no contemplados en esas concesiones, como ocurrió en distintas oportunidades en Yungas y Yungas de Vandiola. El poderoso movimiento indígena y campesino aymara está mal contenido entre las promesas y concesiones y la administración de los municipios del altiplano paceño. El Movimiento Sin Tierra fue desmovilizado, dividido y mantenido a raya para conciliar con los terratenientes orientales. La política de concesiones y garantías a la burguesía y los terratenientes orientales ha dejado aisladas las luchas de distintos pueblos originarios de las Tierras Bajas, como las del pueblo guaraní que ha protagonizado numerosas movilizaciones y bloqueos en el Chaco.

 c) Algo similar ocurre con los sectores populares urbanos, así, a través de las direcciones masistas de la FEJUVE y la COR se mantiene encuadrado y contenido al combativo movimiento de masas de El Alto, en particular a sus sectores vecinales-plebeyos.

 d) Hay una profunda crisis y un posible despertar del movimiento estudiantil. El movimiento estudiantil viene de años de reflujo. Los recambios reformistas en las autoridades de la Universidad no cambiaron el panorama, más bien, mantuvieron la pasividad, el escepticismo y la despolitización, lo cual también refleja la ubicación conservadora de las clases medias. En los últimos meses parece haber un despertar a partir de diversos fenómenos de crisis en las universidades, como muestran los procesos de movilización contra el proyecto de ley del MAS (donde sectores de vanguardia actuaron independientemente de las autoridades y las camarillas) pero también, las masivas movilizaciones de los estudiantes normalistas contra la Ley Avelino Siñani. Sin embargo, también se ha fortalecido la derecha universitaria como en Santa Cruz, Sucre y Tarija.

La recomposición de la clase obrera

En este marco, el proceso más dinámico y de importancia estratégica es el avance de la recomposición obrera en Bolivia, proceso que es parte del proceso del proletariado andino y latinoamericano en general y viene avanzando por vía de la reorganización sindical, motorizado por las demandas mínimas y más sentidas (defensa de la fuente de trabajo, condiciones laborales, salario, contra el despotismo de los empresarios, etc.). Aunque existen ilusiones legalistas y reformistas, estás se desgastan más rápidamente, pues el MAS no tuvo la misma inserción entre los asalariados que en otras capas populares y los sectores avanzados van haciendo una experiencia con el gobierno, sus promesas, sus funcionarios, etc.

Se han producido sucesivas oleadas de lucha, con numerosos conflictos puntuales o sectoriales, como en abril-mayo (salud, magisterio, Huanuni, Vinto Residual, Vita, Aseo Urbano de El Alto, etc.), por reivindicaciones parciales de tipo económico y laboral, aunque esta ola fue contenida por la burocracia sindical y la negociación con el gobierno. El magisterio y los trabajadores de salud son dos importantes sectores que mantienen su combatividad tradicional.

El proceso de reorganización muestra también fenómenos avanzados como Huanuni (que buscan profundizar y extender la nacionalización minera y el “control obrero social” chocando abiertamente con las políticas mineras y la represión del MAS) y un despertar de nuevos sectores obreros, si bien minoritarios todavía, como en El Alto (como SABSA y DBU), que comienzan a tomar métodos de lucha y de democracia obrera y consignas avanzadas como el control obrero. Estos últimos muestran el incipiente desarrollo de un nuevo sindicalismo obrero y combativo en El Alto, y la posibilidad de que surja un polo clasista.

Podemos plantear la hipótesis de si se está entrando en una nueva fase de luchas por reivindicaciones salariales y laborales (alentadas por la desproporción entre la prosperidad industrial y económica y la erosión de los ya bajísimos salarios vía la incipiente inflación), combinadas con fenómenos más avanzados programática y políticamente, como el ya señalado de los mineros de Huanuni y otros nuevos como el que se gesta en DBU-Swissport donde se discute la pelea por la defensa de la fuente de trabajo y la renacionalización bajo administración obrera.

La “escuela de las huelgas”, el proceso de reorganización sindical, las experiencias de los sectores de vanguardia, contribuyen a que la clase recupere confianza en sus fuerzas y métodos de lucha. Apunta a incorporar el movimiento obrero como un sujeto social y políticamente diferenciado en el seno del movimiento de masas, en el camino de unir sus filas, avanzar en su preparación subjetiva para las tareas de la etapa y poder jugar un papel central en los futuros combates de la lucha de clases. Que el movimiento obrero recupere centralidad estratégica es un problema vital para darle una nueva perspectiva y un nuevo programa al poderoso movimiento de masas, entrampado hoy por el MAS y sus aliados.

IX- Subordinación al gobierno o movilización independiente

LA SITUACIÓN POlà TICA plantea una grave disyuntiva al movimiento de masas. La política de sostener al gobierno del MAS por ser un “gobierno popular” que “enfrenta el acoso de la reacción” planteada desde las filas masistas, por sus aliados como el PCB (Partido Comunista de Bolivia) y los dirigentes conciliadores de la COB (que a veces puede incluir medidas de presión sobre el gobierno como “válvula de escape” del descontento y las demandas populares), es funcional a las necesidades de un pacto social y político como el que buscan, compromiso reaccionario que sólo podrá alcanzarse a expensas de las expectativas, demandas e intereses de las clases populares y sólo puede llevar a la frustración y al desastre.

A cada concesión del gobierno, la reacción contesta con mayores pretensiones. Es la estrategia de colaboración de clases con la burguesía lo que fortalece y envalentona a la derecha. Cada paso del Gobierno a favor de la clase dominante crea confusión y desencanto entre las masas, y como ocurre con la inflación, le permite hacer demagogia a la derecha parlamentaria y a los “cívicos”.

La única alternativa es la movilización independiente de las masas para imponer sus reivindicaciones, quebrar la trampa de la “unidad nacional”, derrotar a la reacción y reabrir el camino de Octubre.

Es necesario prepararse política y organizativamente en la perspectiva de la movilización generalizada delos trabajadores y el pueblo para que nuevas crisis políticas o “brechas en las alturas” no se resuelvan a favor de la burguesía.

En este sentido, es preciso intervenir desde una estrategia obrera independiente para unificar la movilización y darle una perspectiva propia, con un programa de acción que partiendo de las reivindicaciones más sentidas de los trabajadores y el pueblo, apunte a la autoorganización de masas para derrotar a las fuerzas empresariales y proimperialistas en pos de una solución obrera y campesina a los problemas nacionales.
En este marco, son ejes centrales:

a) La lucha contra la carestía de la vida, por el salario y el conjunto de las demandas obreras, por la nacionalización sin pago y bajo control de los trabajadores de los hidrocarburos, las “capitalizadas” y la gran minería; por la tierra y el territorio y el derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios; por la salud, la educación y la vivienda y el conjunto de las reivindicaciones populares, que no pueden quedar subordinadas a los pactos con los empresarios, terratenientes y transnacionales del MAS.

b) Las masas trabajadoras, los campesinos y pueblos originarios no pueden esperar ninguna respuesta real a sus expectativas y demandas de la Constituyente. Respetamos sus legítimas aspiraciones democráticas, pero les decimos que el camino para garantizarlas no es subordinarse como un “factor de presión” a las negociaciones entre el MAS y la derecha, sino recurrir a la movilización general e independiente por sus propias demandas y objetivos.

c) Para derrotar a la reacción es preciso quebrar su poder económico y político, mediante la reforma agraria radical y la expropiación de las grandes empresas y los bancos. Al accionar de sus grupos de choque y frente a cualquier apresto represivo, sólo se puede contestar con la autodefensa de masas, en el camino de construir milicias obreras y campesinas.

d) Es necesario coordinar la movilización y desarrollar la autoorganización de masas, comenzando a sembrar así el terreno para el surgimiento de formas de frente único que puedan centralizar la lucha, en el camino de una Asamblea Popular.

e) Es necesario defender y recuperar la plena independencia política de la COB y las organizaciones sindicales y de masas frente al gobierno del MAS tanto como frente a derecha y los empresarios, para que los trabajadores y el pueblo tengan las manos libres para pelear por sus demandas y ajustar cuentas con la reacción.

f) Un problema central es la necesidad de la organización política de los trabajadores, independiente del gobierno del MAS, del Estado, los empresarios y sus partidos. Hoy la burocracia cobista a enterrado la iniciativa del IPT, pero sigue siendo un problema fundamental el construir un partido, movimiento o instrumento de los trabajadores basado en los sindicatos y con democracia obrera, en el que los revolucionarios podrían pelear por un programa a la altura de los combates planteados.

g) Esta tarea ayudará a que la clase trabajadora, unificando sus propias filas y haciendo pesar su fuerza social en la escena política nacional, presenten un programa para forjar y dirigir la alianza con los campesinos, los pueblos originarios y las capas medias empobrecidas de la ciudad.

h) Es necesaria la lucha por un gobierno obrero y campesino, basado en las organizaciones de masas y defendido con el armamento de los trabajadores, como el único que puede garantizar respuesta a las reivindicaciones de las masas y aplicar un programa basado en la revolución agraria, la expulsión de las transnacionales y la nacionalización bajo control obrero de fábricas, minas y bancos, única salida de fondo para la resolución de los grandes problemas nacionales.

X-Preparar el terreno para la organización de los obreros de vanguardia

UNA NUEVA CAPA de trabajadores avanzados y jóvenes de vanguardia hace hoy sus primeras experiencias en las luchas obreras, populares y estudiantiles y con el gobierno de Evo Morales. En el próximo período crecerá la necesidad de su reagrupamiento, sacando lecciones del proceso de movilizaciones de los últimos años, de sus combates cotidianos y de la experiencia con las reformas democráticas y la subordinación a la burguesía que el MAS propone.

Para ello, una cuestión central es empezar a levantar un programa acorde con las demandas obreras y populares y los problemas y desafíos que la actual etapa histórica pone ante la vanguardia obrera. En este camino, es necesario recuperar las mejores tradiciones (como la Tesis de Pulacayo) y dar respuesta a las nuevas tareas, como es la lucha por la nacionalización sin pago y bajo control obrero colectivo de las “capitalizadas”.

En esta se lucha se habrán de forjar las capas avanzadas de la clase obrera. Sin embargo, distintas corrientes actúan en el seno de las masas y tratan de modelar al movimiento obrero en la colaboración de clases con la burguesía, como el populismo nacionalista del MAS, el “partido sindical” de la burocracia de la COB y los restos del reformismo clásico (PCB, maoístas y otros aliados del MAS). Por eso, es necesaria también una dura lucha política y programática por la independencia de clase y contra estas agencias de colaboración con la burguesía. Llamamos a la vanguardia obrera a dar los pasos necesarios para poner en pie un nuevo programa de clase y alentar el desarrollo de un clasismo consecuente -anticapitalista, independiente del Estado, antiburocrático-.

Por un nuevo partido

Una parte esencial de estas tareas es sentar las bases para un nuevo partido de los trabajadores, revolucionario y socialista. El problema de construir un partido revolucionario de la clase obrera no se soluciona por auto proclamación, como cree el POR (que atado a su concepción sectario-oportunista, sindicalista y propagandista, carece de una verdadera estrategia para la recomposición revolucionaria del movimiento obrero), sino que sólo puede resolverse impulsando frentes únicos y agrupamientos progresivos de la vanguardia obrera al calor de la lucha de clases y ayudando a moldear en franjas de los trabajadores una subjetividad en sentido revolucionario.

Para preparar el terreno, debe fortalecerse un polo teórico, político y organizativo enraizado entre los trabajadores avanzados y en la juventud radicalizada. La LOR-CI se empeña en este combate buscando consolidar una liga obrera marxista, de propaganda y acción, firmemente basada en las ideas y los métodos del bolchevismo y la Cuarta internacional.

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