FT-CI

La catástrofe en Japón conmociona al mundo

Terremoto, tsunami y crisis nuclear

17/03/2011


 Entre cinco y seis millones de hogares se han quedado sin electricidad y en otro millón no hay agua corriente.

 Los técnicos y trabajadores de la planta nuclear son los más expuestos, y se encuentran entre las primeras víctimas del desastre. La población cercana ha quedado expuesta a patologías crónicas, de tipo cancerígenas.

 En la región no quedan más que ruinas y 215.000 personas han tenido que ser alojadas en refugios temporales.
 Desde el año 1963 se define a los tsunamis como “la ola o serie de olas que se producen en una masa de agua cuando es empujada violentamente por una fuerza que la desplaza verticalmente”.

 Los tsunamis (del japonés “tsu”, puerto o bahía, y “nami”, ola) pueden ser provocados por terremotos, actividad volcánica, derrumbes en zonas costeras, derrumbes subterráneos, grandes explosiones e incluso impacto de meteoritos.

Desde el viernes 11, el pueblo japonés vive días terribles. El terremoto - de 8,9° en la escala Richter - y el tsunami que produjo olas de más de 10 metros, castigaron el noreste de la isla de Honshu, la principal y más poblada del país y donde se encuentra la capital Tokio. Las imágenes de la catástrofe que han dado vuelta al mundo estremecen ante la magnitud de lo sucedido, mientras continúan produciéndose frecuentes réplicas sísmicas e incluso un volcán entró en erupción obligando a evacuar las áreas cercanas.

Las devastadoras consecuencias humanas y materiales aún no están bien evaluadas, pero ya se reconocen más de 5.000 muertos y miles de desaparecidos. Hay unos 600.000 evacuados mientras millones carecen de agua, electricidad, alimentos, abrigo o calefacción en medio de un clima invernal. Cientos de industrias, entre ellas plantas automotrices de Toyota, Nissan y Honda y de electrónicas como Panasonic, Cannon o Sony, han paralizado o reducido actividades. El racionamiento de energía y combustible podría prolongarse por semanas, escasean los alimentos y la destrucción de viviendas, campos de cultivo, refinerías, fábricas, infraestructura vial y ferroviaria, puertos y aeropuertos es inmensa. Las sombras del que ya ha sido bautizado como “Gran Terremoto del Este de Japón” se extenderán por mucho tiempo y sus secuelas son aún imprevisibles.

Crisis nuclear

Peor aún, los impactos del sismo y el tsunami provocaron daños en varias centrales atómicas productoras de electricidad, detonando un desastre nuclear que al cierre de esta edición aún no ha sido contenido.

Desde el viernes, los reactores de la planta de Fukushida-Daiichi, al fallar los sistemas diesel de enfriamiento, comenzaron a recalentarse y 3 de ellos sufrieron explosiones, emitiendo vapores de agua radiactivos a la atmósfera y al parecer, fundiéndose parcialmente sus núcleos. El estallido del martes en el reactor n° 4 es el más peligroso, pues según la agencia Kiodonews (14/03) “el fuego en la pileta puede potencialmente abrir el camino a otra explosión que podría destruir el edificio que alberga el reactor y liberar una gran cantidad de material altamente radiactivo en la atmósfera”, es decir, plantea la amenaza de una hecatombe. Otros reactores ya estaban en emergencia en las centrales de Onagawa, Fukushida-Daini y Tokai, con lo que unos 11 de los 54 reactores nucleares de Japón salieron de servicio, cinco de ellos severamente afectados.

Según los informes de prensa decenas de trabajadores y técnicos fueron afectados por la radiación. Las autoridades debieron evacuar a unas 185.000 personas de la zona de Fukushida, distribuir 230.000 dosis de yodo como antídoto y tomar otras medidas preventivas. Tripulantes de helicópteros norteamericanos en misiones de ayuda mostraron rastros de contaminación por la “nube radiactiva”, que podría extenderse según los vientos hacia Tokio. Si bien la intensidad de las emanaciones no sería letal, las autoridades ya debieron reconocer que “pueden afectar la salud humana”.

Obligado a declarar el estado de emergencia nuclear, el gobierno japonés intenta restar gravedad a la situación, pero ante los fracasos en dominar la situación en Fukushima, enfrenta una fuerte presión nacional e internacional y debió pedir colaboración a la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) y ayuda urgente a EE.UU.

Estamos ya ante uno de los tres mayores desastres en una planta nuclear a escala mundial. El peor y más conocido fue el de Chernobyl –Ucrania, 1986-, calificado como de nivel 7 (desastre nuclear). Si bien el de Fukushima no alcanza (al menos por ahora) esas proporciones, ya es superior al ocurrido en 1979 en Three Mile Island -EE.UU., que tuvo nivel 5. La emergencia nuclear es un elemento de primer orden en lo que el primer ministro Kaoto Kan reconoció que ‘’es la peor crisis en los 65 años de historia de la posguerra”, agravando brutalmente una situación nacional ya complicada por la debilidad económica y la larga crisis política.

Devastación económica

“Esto es seguramente la peor cosa que pudo pasar en Japón en el peor momento económico” afirmó el analista Nouriel Roubini. En efecto, la economía nipona viene de una larga etapa de estancamiento. A pesar de indicios de recuperación en los últimos tiempos, enfrentaba dificultades estructurales como el enorme endeudamiento (equivalente al 228% del PBI), un déficit fiscal que orilla el 10% del presupuesto y tendencias deflacionarias que contribuyen al estancamiento.

Según Asahi shimbun (14/03), el sismo “hizo estragos en un amplio grupo de instalaciones manufactureras en la región de Tohoku, una de las bases industriales de Japón. El desastre dañó muchas de las mayores plantas automotrices y electrónicas de la región, donde muchas industrias están concentradas debido a su proximidad con el área metropolitana de Tokio. Rutas y ferrocarriles que se necesitan desesperadamente para transportar materiales y productos han sido interrumpidos, mientras los cortes de energía continúan en casi toda la región. La interrupción de la producción en componentes claves y productos terminados ha inevitablemente comenzado a afectar operaciones fabriles en otras partes de la nación. Las exportaciones serán también afectadas, oscureciendo las perspectivas de la economía japonesa.” Así, nombres emblemáticos de las corporaciones niponas como Honda, Nissan, Toyota, Panasonic, TEC, Cannon, etc., vieron decenas de plantas dañadas o paralizadas y a sus circuitos de producción interrumpidos.

Según primeras estimaciones, las pérdidas materiales ya superarían por mucho los 100 mil millones de dólares. El derrumbe de la Bolsa de Tokio y la situación de corporaciones, bancos y aseguradoras con inversiones comprometidas en el área de desastre, han obligado al gobierno a disponer un fondo de 185 mil millones de dólares para apuntalar el sistema financiero. Es posible que la economía sufra una contracción de 2 o 3% del PBI para este año y aunque se empieza a hablar de planes de reconstrucción, las perspectivas son muy inciertas.

Nuevo escenario político bajo el signo del desastre

El desastre y especialmente sus secuelas nucleares, pueden significar un duro golpe para el gobierno y el régimen en su conjunto. Ya antes del terremoto el premier Kan, del PD (Partido Democrático, centroizquierdista) contaba apenas con el 20% de popularidad y a sólo 9 meses de haber asumido el cargo, enfrentaba escándalos por denuncias de donaciones ilegales que habían derribado a su ministro de relaciones exteriores y lo salpicaban personalmente, mientras la oposición reclamaba la disolución del Parlamento y elecciones anticipadas.

Desde el viernes 11, el premier Kan demanda “unidad nacional” y mantener la calma a los japoneses mientras la oposición reclama “presupuesto extraordinario para la reconstrucción”, buscando desde distintos ángulos apuntalar una situación de crisis que los desborda y compromete cada vez más a medida que los efectos de Fukushima se extienden.

El trasfondo de la prolongada crisis política que vive Japón, con el desgaste del sistema de partidos hegemonizado durante más de medio siglo por el PLD (Partido Liberal Demócrata, desplazado en agosto de 2009 del poder por el PD), lo dan las discusiones en la clase dominante sobre cómo enfrentar el estancamiento económico y la ubicación geopolítica del imperialismo japonés, estrecho aliado de EE.UU., pero que enfrenta un tablero regional muy complicado por el fortalecimiento de China, habiendo sectores que sin ser antinorteamericanos buscan un mayor juego propio, e incluso hay quienes apoyan el retiro de la estratégica base militar norteamericana en Okinawa.

Estas contradicciones no están saldadas y está por verse cómo se reconfigurará el proceso político ante la enorme conmoción actual.

Tragedia humana y conmoción social

A pesar de la censura mediática y de la propaganda sobre el estoicismo y disciplina social del pueblo japonés, el impacto de la tragedia es inocultable.

Enfrentados a los sufrimientos, la muerte, la devastación y la amenaza de contaminación radiactiva, y mientras se multiplican los esfuerzos de rescate y la solidaridad con las víctimas, también crecen los síntomas de desesperación y enojo, e incluso de “pánico nuclear”. El prefecto de la provincia de Fukushima, Yuhei Sato, llamó por teléfono al primer ministro Kan para decirle que “el miedo y el enfado de los habitantes de la prefectura está llegando a un límite.” No hay que olvidar que muchos han perdido todo: viviendas e incluso sus fuentes de empleo. En Tokio y otras ciudades la actividad se ha reducido en medio de la conmoción y la alarma.

No es un hecho menor que en la memoria histórica del pueblo de Japón estén grabadas las horrorosas secuelas de Hiroshima y Nagasaki. El “día después” del desastre está dominado por las urgencias del rescate y la recuperación inmediata. Pero es posible que cuando los gobernantes pidan mayores sacrificios a los trabajadores para descargar sobre ellos los principales costos de una reconstrucción en beneficio de las grandes corporaciones que son los responsables directos del desastre nuclear, se comience a pedir cuentas a una clase dominante que no ha dudado en poner en riesgo la vida y la salud populares en pos de los buenos negocios. Los socialistas revolucionarios del PTS y nuestra corriente internacional, la FT-CI, nos solidarizamos con los trabajadores y el pueblo de Japón en estos amargos momentos, y esperamos que así sea.

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