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Manuel Georget, dirigente de la CGT disidente francesa, en diario Página 12 de Argentina

“Somos capaces de producir y pagar sueldos”

22/08/2010

Cuando se le pregunta por su origen político, se reconoce en la lucha que su familia polaca libró contra el régimen nazi. Trabaja, desde muy joven, en la filial que la fábrica de televisores Philips tiene en Dreux, Francia. Allí comenzó su militancia sindical, cuando el xenófobo Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen escalaba en la intención de voto de esa su ciudad.

Antes del acto por el 70° aniversario del asesinato de León Trotsky, que se realizará mañana en el microestadio de Racing Club, Manuel Georget –dirigente sindical de la CGT disidente francesa– conversó con Página/12 en el local central del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). “Me considero parte de lo que en Francia llamamos ‘generación perdida’ o ‘generación Mitterrand’, que en los ’80 vio llegar al neoliberalismo con un fuerte ataque a los trabajadores”, destacó el impulsor de la Tendencia Revolucionaria del Nuevo Partido Capitalista.

¿Qué lo llevó a conformar la CGT disidente?

 Un fuerte desacuerdo con la política de la CGT nacional, dirigida con una actitud reformista por Bernard Thibault, quien frente a los ataques del neoliberalismo traicionó los intereses de la clase trabajadora.

Seguramente, vio la película Recursos Humanos, que plantea la optimización de la producción reduciendo la jornada laboral...

 La situación actual en Francia es más grave. Grandes grupos como Philips están destruyendo la industria francesa y llevándola a otros países, entregando su producción a empresas subcontratistas como forma de precarizar y explotar a los trabajadores franceses y del Este europeo.

El 2009 fue un año atravesado por suspensiones o despidos parciales en Europa. ¿Fue entonces cuando pensó en el control obrero como salida?

 Esa era una idea que tenía de antes. En 2008, a partir de la huelga en Philips que terminó con el despido de casi 300 trabajadores, y en el marco de los conflictos de 2009, comenzamos a discutir esa alternativa (la única que permitía mantener los empleos) con mis compañeros del sindicato y con otros trabajadores que jamás habían participado en una huelga.

¿Qué retos planteaba esa medida?

 Además del control sobre la herramienta, surgió el control de los trabajadores sobre sus propias vidas y sobre el Estado. La experiencia de Philips generó preocupación en el gobierno y en la patronal. Demostró que los trabajadores son capaces de producir y pagar sus propios sueldos.

¿La experiencia de Philips y de Zanon son comparables?

 En el conflicto de Philips faltó el apoyo de un partido que pudiera acercar la solidaridad de estudiantes y sectores populares. En cambio, Raúl Godoy contó con el apoyo del PTS, su partido, en Zanon.

En marzo se ocuparon fábricas en Francia, donde se tomaron a los patrones como rehenes.

 Desde 2008 esa experiencia ha tenido una contradicción. Los trabajadores secuestraban a los patrones para negociar mejoras en las indemnizaciones. Pensado así se crea un mártir: el patrón secuestrado. Si se denunciaran los crímenes de la patronal podría ser un buen método.

En el marco de crisis económica, ¿cómo imagina el futuro inmediato de los trabajadores europeos?

 Tienen que prepararse porque va a haber una “guerra de clases”. No estoy seguro de que el uso de esos métodos sea lo que mejor los prepare en contra de los patrones. Como militante intento llevar una conciencia de clase para romper el fatalismo y la resignación de aceptar la plata sucia de las indemnizaciones.

¿La izquierda no debería criticar su atomización política ante el avance de la derecha en Europa?

 Sobre todo hay que hacer la autocrítica de los partidos que no acompañan la lucha de los trabajadores. También de los sectores de izquierda que apoyan cada vez más las políticas de derecha.

La crisis económica movilizó una ola de chauvinismo entre muchos trabajadores europeos.

 En los ’80, hubo una gran huelga dirigida por trabajadores inmigrantes en una fábrica de Citroën. El mismo gobierno de (François) Mitterrand difundió la idea de que los musulmanes querían tomar el poder en Francia. “Universidades sólo para los franceses” o “trabajo sólo para los franceses” fueron consignas que se levantaron durante los ’30. La crisis tiende a profundizar esas tendencias. Para descargar la crisis sobre los trabajadores, el capitalismo cuenta con dos salidas. Una, de frente popular que implica la colaboración de clases. La otra va hacia el fascismo.

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