Estrategia Internacional N° 10
Noviembre/Diciembre  - 1998

LA COALICIÓN SOCIALISTA DEL POS Y LA LUS
ALEJÁNDOSE DEL TROTSKISMO

Mario Caballero, Martin Juarez y Ramon Dominguez

Mientras asistimos a una profundización de la crisis económica y política imperialista y cuando cobra una importancia fundamental la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional y el combate contra las direcciones contrarrevolucionarias, las organizaciones del centrismo “trotskysta” profundizan su adaptación política y programática a las direcciones reformistas persiguiendo el objetivo de confluir de forma oportunista con desprendimientos o sectores de las mismas. Algunas incluso avanzan hacia una política abiertamente liquidacionista de sus organizaciones en el seno de partidos “únicos” y comunes con el stalinismo.

Esto tiene su expresión en México. Los principales e “históricos” agrupamientos del centrismo autóctono (el “mandelista” PRT y el “morenista” Partido Obrero Socialista) han estallado en la última década. Y la adaptación teórica, política y programática al régimen y a las direcciones reformistas ha tenido sus consecuencias: corrientes provenientes del PRT se han disuelto -por etapas- unas en el burgués PRD y otras en el Frente Zapatista de Liberación Nacional. UNIOS, última y ultraoportunista ruptura del POS, se encuentra en un proceso de liquidación organizativa en un partido común con los despojos ramificados del stalinismo nativo.

Frente a esta marea liquidacionista, el POS y la Liga de Unidad Socialista -última escisión del PRT, encabezada por Manuel Aguilar Mora- han formalizado en los últimos meses la Coalición Socialista1. Este acuerdo, lejos de ser un reagrupamiento revolucionario, profundiza la adaptación de estas organizaciones (especialmente del POS, que adopta todos los gestos de la LUS) al régimen de la “transición pactada”, a la vez que se adapta a las direcciones reformistas del movimiento obrero y campesino, limitándose a una tibia delimitación de los partidos burgueses. Como corolario de ello, la Coalición Socialista no plantea la lucha por un partido trotskysta y por la IV Internacional y llama en cambio a un reagrupamiento “amplio” de todas las “fuerzas socialistas”.

Este acuerdo parece encaminarse (a la menor oportunidad que la realidad brinde) hacia la confluencia futura con sectores provenientes del reformismo. Esto sería la concreción de la “unidad de las fuerzas socialistas” que la Coalición reclama, la disolución de sus organizaciones en un proyecto reformista común, repitiendo lamentables experiencias como las que hemos citado en los párrafos anteriores.

En el presente artículo polemizaremos con la estrategia y la política del centrismo “trots-kysta mexicano”, tarea esta fundamental e impostergable en la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional y su sección mexicana.

La "Transición pactada" en México y los revolucionarios

En los últimos años, la aplicación de los planes imperialistas profundizó el proceso de recolonización de Latinoamérica y en particular, en México, aceleró su integración subordinada a la economía norteamericana a través del TLC. Esta ofensiva imperialista viene siendo impulsada por el régimen del PRI, el conjunto de los partidos burgueses, y todos los sectores de la burocracia sindical -Congreso del Trabajo, CTM, CROM, UNT-; y la misma tiene en la actual discusión sobre la reforma a la Ley Federal del Trabajo uno de sus botones de muestra.

La importancia de ello cobra evidencia ante la refracción nacional de la crisis económica y política mundial, tanto en el terreno económico -cuyos primeros indicadores han sido las presiones devaluatorias sobre el peso, la caída de las divisas provenientes de la exportación del petróleo, y el inicio de la retracción de la producción en ciertas ramas de la economía- como por la perspectiva de nuevos roces y brechas en el seno del régimen. Para desarrollar esta política contra las masas es fundamental el fortalecimiento de las desgastadas instituciones del priato, cuestión que la burguesía viene realizando apelando a una reforma amañada del régimen que garantice la estabilidad hasta el 2000. Este acuerdo entre los distintos sectores y partidos de la burguesía es conocido como la “transición pacífica a la democracia”, y tiene uno de sus puntales en una mayor participación de la oposición burguesa en el Congreso de la Unión.

Hoy, la función de este pacto es contener nuevas crisis en el régimen y el desbordamiento de las direcciones burocráticas por parte de los trabajadores, para garantizar así que los efectos de la actual crisis económica recaigan sobre los mismos.

El régimen de la “transición pactada” entre el PRI-gobierno y los partidos patronales es el que sostiene el ataque a las conquistas de los trabajadores, el creciente desempleo, la represión y la profundización del desmantelamiento de la industria nacionalizada.

Es una transición que no es pacífica, pues se asienta en la represión, ni democrática, pues se hace a espaldas de los trabajadores, los desempleados, los campesinos, los indígenas. Es un pacto orientado ante todo a preservar lo esencial del régimen de las 14 familias, los caciques y los terratenientes.

El principal sostén de la “transición pactada hacia el 2000” ha venido siendo el PRD, partido burgués dirigido por Cuauhtémoc Cárdenas (hijo de Lázaro Cárdenas, el presidente nacionalista burgués durante el sexenio 1934-1940, a quien el stalinismo mexicano subordinó las organizaciones obreras y campesinas que dirigía), quien hoy -desde la administración de los intereses capitalistas como jefe en el Distrito Federal- se prepara para instrumentar los planes imperialistas desde el Palacio Presidencial en el 2000.

Este pacto PRI-PRD-PAN ha contado también, desde 1994, con un precioso sostén por “izquierda” suministrado por la dirección del EZLN. A pesar de que el PRI se ha retirado de la mesa de negociación con el zapatismo, este plantea, como condición para que avance la “transición del régimen”, el reconocimiento por parte del gobierno y del Congreso de los acuerdos de San Andrés, mediante los cuales el EZLN redujo sus demandas iniciales (¡Por la tierra! y ¡Abajo el TLC!), a la exigencia de Autonomía, así como que el Congreso legisle en materia de derechos indígenas, cuestiones todas al servicio de desviar el descontento campesino, impedir su radicalización y abortar la posibilidad que la rebelión del campo avanzara hacia la unidad obrero-campesino para luchar por la tierra. Estos acuerdos con el PRI-gobierno desviaron el carácter anticapitalista de las demandas de la rebelión de 1994, y debilitaron la lucha contra los caciques y contra el PRI en el campo mexicano.

Ante esta maniobra contra las masas para maquillar el régimen, los trotskystas de la LTS venimos planteando una implacable denuncia de estos acuerdos y pactos, y una política para combatir tanto al régimen y al imperialismo, como a las direcciones que se montan en las aspiraciones de las masas para subordinarlas a la trampa de la “transición”.

Frente a la gran crisis del régimen del PRI, y la irresolución de las más elementales demandas democráticas formales y estructurales, la LTS sostiene que los trabajadores y las organizaciones del movimiento obrero tienen la necesidad de organizarse de forma independiente para tirar al PRI y derrotar los planes imperialistas con la huelga general política, combatiendo al mismo tiempo a las direcciones reformistas y burguesas que sostienen al régimen mediante pactos y treguas. Peleamos por lograr la alianza revolucionaria de obreros y campesinos, para lo cual sostenemos la necesidad de que el proletariado se transforme en caudillo de la nación oprimida, levantando una perspectiva encaminada a resolver real y efectivamente las demandas centrales de las masas (como la lucha por echar abajo el TLC, por lograr una reforma agraria radical que dote de tierra a los campesinos pobres, y por romper con los pactos que atan al país al imperialismo).

Frente a la trampa de la “democratización” del priato, el régimen sobre el que se sostiene el poder de las 14 familias, los trotskystas planteamos la necesidad de una Asamblea Constituyente Revolucionaria que surja sobre el derrocamiento del odiado régimen del PRI. Asamblea que no puede ser convocada más que por un gobierno obrero y campesino.

Ante el desenvolvimiento de la crisis planteamos una salida obrera para que sean los capitalistas los que paguen el costo de la crisis y no se repita lo ocurrido con la crisis del “tequila”, donde fue sobre el desempleo de los trabajadores y el aumento de la precarización del trabajo, así como sobre la confiscación de los pequeños ahorristas, que se salvaron a los grandes especuladores. En este sentido sostenemos medidas inmediatas como el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados con una salario igual a la canasta familiar, única forma de dar una respuesta al desempleo en interés de los trabajadores; así como la necesidad de nacionalizar la banca y el comercio exterior para evitar el saqueo a manos de los bancos y los monopolios imperialistas. Todas estas son medidas encaminadas a desatar la movilización revolucionaria de las masas para imponer un gobierno obrero y campesino.

Estas creemos que son las tareas de los trotskystas en México, que van indisolublemente unidas a la lucha por un partido obrero, revolucionario e internacionalista, y por poner en pie el Partido Mundial de la Revolución Social.

Algunas palabras sobre el centrismo mexicano y la revisión de la revolución permanente

En cambio, el centrismo “trotskysta” en México ha revisado de la teoría y el programa marxista revolucionario. Para comprender este abandono por parte de estas organizaciones -donde debe incluirse a la Coalición Socialista del POS y la LUS- y sus profundas consecuencias políticas, debemos plantear, en breves palabras, la ruptura que los mismos hacen con la teoría de la revolución permanente. La revisión que realizan de la misma, los lleva a considerar los triunfos superestructurales de la oposición burguesa como un importante triunfo de las masas, y a considerar a éstos como la parte democrática de la revolución socialista, así sea en los marcos del mismo régimen burgués. Sería una etapa - según las corrientes centristas- que fortalecería la conciencia anti-régimen de los trabajadores, y posicionaría mejor a los revolucionarios para luchar por el poder. Apostando -bajo una visión pacifista y evolutiva- a que poco a poco las masas se desilusionen por sí mismas de estas direcciones.

Pero los “fines democráticos” de la revolución, según León Trotsky, significan la lucha por la resolución de las tareas democráticas(como la reforma agraria y la independencia nacional), tareas que sólo un gobierno obrero y campesino puede garantizar en esta época de crisis capitalista; es decir, que sólo se pueden resolver íntegramente bajo la dirección de la clase obrera como caudillo de la nación oprimida.

Las consecuencias políticas de esta “teoría” revisionista, han sido una ubicación oportunista frente a la “transición pactada” entre el gobierno y los partidos patronales; saludando -la inmensa mayoría de las corrientes centristas- el triunfo electoral del burgués PRD contra el PRI como un gran triunfo de las masas -al tiempo que buena parte de las mismas lo llamaron a votar tanto en 1994 como en 1997. Si bien los integrantes de la Coalición Socialista no llamaron al voto a Cárdenas, no han denunciado que este “triunfo de las masas” es en realidad parte fundamental de la política de reforma del régimen para salvar al priato de una caída revolucionaria a manos de las masas; que pudo haberse dado con la situación abierta en enero de 1994 y que sólo la acción concertada del PRD y el EZLN con el PRI-gobierno pudo evitar.

El abandono de la teoría de la revolución permanente y la adopción de la “teoría” de la “revolución democrática” con sus consecuencias políticas y programáticas citadas, lleva a los centristas a embellecer y adaptarse de forma permanente a las direcciones burguesas y al “reformismo armado” zapatista.

La Coalición Socialista y la adaptación a la oposición burguesa y a las direcciones reformistas

En sus documentos, la Coalición Socialista (LUS-POS), plantea que el PRD “es un partido institucional que respeta las reglas del juego de un sistema criminal que se sobrevive.....que sólo aspira a realizar ciertos trámites reformistas en la superficie” No dice que el PRD es el partido burgués que sostiene al odiado régimen del PRI; que garantiza la transición pactada, que con una política profundamente antiobrera y proimperialista avaló, con algunos matices, el TLC con el que los trabajadores acabarán semiesclavizados. Ni dice tampoco que es necesario enfrentarlo con una política de independencia de clase peleando porque la Intersindical rompa con Cárdenas y llame a formar un Partido de Trabajadores en base a un programa revolucionario.

Como parte de esta adaptación a la oposición burguesa, a la que sólo le reprochan “ciertos trámites reformistas”, la dirección del POS en su momento llegó al extremo de impulsar una campaña de firmas encabezada por ... el IV Comité Central del POS y Cárdenas. Donde estos dos partidos encabezaban el llamado al PRI para que realizara un referendum donde el pueblo decidiera sobre si procedía o no la aplicación del TLC. Obviamente, esta política ayudó a lavarle la cara al PRD y al terrateniente Cárdenas, haciéndolo pasar como resistente a los planes imperialistas. Pero este embellecimiento al PRD, va de la mano de una sistemática capitulación a la dirección reformista del EZLN.

La subordinación al "reformismo armado"

Como afirmamos al principio, los trotskystas tenemos planteado enfrentar la política proburguesa del zapatismo que ha subordinado la energía y lucha de las masas del sur del país a los intereses de los partidos del régimen, desarrollando para ello un programa obrero independiente para que el proletariado mexicano tome audazmente en sus manos la resolución de las justas demandas del movimiento campesino e indígena, comenzando por la lucha contra la presencia del ejército de ocupación (75000 efectivos) y las “guardias blancas”, con los que el priato reprime a las comunidades autónomas campesinas.

Frente a ello, el POS -antes de conformar la CS con LUS- se adaptaba al zapatismo, definiendola como una dirección “independiente de la burguesía” (que para los trotskystas significaria sencillamente... proletaria -¡!-)

Pero el programa actual de la Coalición Socialista no tiene lugar para las criticas tibias y parciales que el POS en ocasiones se veía obligado a hacerle al zapatismo. Allí no existe la menor denuncia al “reformismo armado” del EZLN, ni a su política pactista ni a sus métodos (opuestos a la democracia obrera). Que forman una estrategia integral de subordinación al salvataje del priato consumado por el PRI-PAN-PRD.

Y es que la Coalición, en un curso de franca adaptación al mismo, definía, en su exposición al congreso constitutivo del Frente Zapatista-, que “por haber tomado las armas, la guerrilla de Marcos mostró que es iluso creer que con pactos políticos y medios electorales va a ser posible vencer el poder de los multimillonarios .... Si hoy gozamos de un poco de democracia se debe en buena medida al sacrifico en sangre y en grandes esfuerzos que hizo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y al que reconocemos como representativo de una porción del proletariado mexicano, de sus estratos más marginados y oprimidos, los trabajadores del campo que son indígenas”.

De esta forma, la Coalición Socialista oculta que los acuerdos de San Andrés persigan un pacto político con el PRI y que son apoyados por el PRD, la Iglesia y el imperialismo (pacto que es también defendido por la LUS). Oculta también que el EZLN, lejos de ser una dirección “independiente de la burguesía” (o revolucionaria, como ha sugerido la LUS), llamó a votar contra el PRI..... para llevar las aspiraciones de las masas tras los mecanismos del régimen democrático burgués, y para fortalecer al PRD.

De hecho, su embellecimiento del zapatismo lo lleva escandalosamente a reconocer que “gozamos de un poco de democracia”, es decir el maquillaje “democrático” del régimen caciquil, asesino y antidemocrático del PRI, que mantiene ocupado militarmente el sur del país bajo la supervisión de asesores del Pentágono norteamericano, y que hasta varios premios Nobel han tenido que denunciar a nivel internacional.

Con esta política la Coalición Socialista renuncia abiertamente a combatir y se adapta a las direcciones burguesas y pequeñoburguesas que tratan de evitar la radicalización de las masas antes del 2000 mediante una salida “democrática” reaccionaria.

Un párrafo aparte merece la política de la Coalición hacia las direcciones sindicales maoístas y el PRD, que actúan en el seno del único reagrupamiento progresivo del movimiento obrero mexicano, la Coordinadora Intersindical 1º de Mayo (CIPM). En su declaración afirman, como parte de su programa hacia el movimiento obrero, la necesidad de “una nueva dirección que tenga por principio: ¡que la base decida todo!”. Y plantean de la existencia de una tendencia al surgimiento de “organizaciones nuevas” (como la CIPM o la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación) que han convocado a “movilizaciones independientes”, y que, para la CS, se “sustentan en este principio”. Es fundamental para los revolucionarios fortalecer organizaciones como la CIPM, para que se transforme en un reagrupamiento de la vanguardia obrera y popular, levantando un programa para enfrentar a la burocracia charra y neocharra del CTM y la UNT, tomando como eje la lucha por tirar al PRI, con el fin de sentar así las bases de una alternativa clasista e independiente del Estado y la burguesía.

Pero la Coalición Socialista se niega a enfrentar a las corrientes que en el seno de la Inter se encargan de subordinarla al cardenismo. La estrategia de “nuevas direcciones para el movimiento obrero” lleva a la CS a abandonar efectivamente el programa revolucionario y capitular ante cualquier nueva dirección que se presente con un lenguaje “de izquierda”. Y es que el ABC de una política revolucionaria para los sindicatos, la lucha por direcciones revolucionarias en los mismos y en los reagrupamientos como la CIPM, presupone enfrentar las direcciones reformistas -o abiertamente proburguesas- que actúan en su seno. Esta es la única forma de fortalecer a la Intersindical como alternativa clasista, aunque para la Coalición Socialista sea sinónimo de “sectarismo”. La Coalición se niega justamente a luchar contra las corrientes maoístas, zapatistas o perredistas que reniegan de la independencia de clase (y que objetivamente dirigen la CIPM), y que son las que intentan hacer de la Inter un agrupamiento inofensivo y burocratizado al servicio de la transición pactada. La adaptación al “reformismo armado” se complementa con una convivencia en el seno del movimiento obrero con las direcciones reformistas de la vanguardia obrera.

El espejo del PRT

La Coalición Socialista no extrae conclusión revolucionaria alguna del rol y la experiencia del PRT y sus múltiples rupturas. Cabe citar que en 1988 un sector del mismo -entre los que estaban, por ejemplo, Adolfo Gilly y Ricardo Pascoe- rompió y luego de conformar efímeramente el Movimiento Al Socialismo terminó siendo parte fundadora del PRD junto a Cuahutemoc Cárdenas. O que en 1997 una nueva ruptura del PRT, dirigida por Sergio Rodríguez, que se disolvió en el Frente Zapatista de Liberación Nacional.

Y es que el PRT, lejos de levantar una estrategia trotskista consecuente dirigida a pelear por el programa de la segunda revolución mexicana, para concluir la revolución anticapitalista iniciada en 1910 (interrumpida por el triunfo del ala carrancista sobre los ejércitos campesinos de Villa y Zapata, imponiéndole a las masas la reaccionaria Constitución de 1917), terminó integrado al gobierno de Cárdenas. Luego de participar en listas comunes en varias elecciones, hoy tiene a su principal dirigente Edgar Sánchez como funcionario del Distrito Federal, y se ha transformado en un partido que, abandonando el trotskysmo, se ha convertido en reformista. El derrotero del PRT cabe verlo a través de la trayectoria de quien fuera uno de sus principales teóricos, Adolfo Gilly, quien hoy se propone elaborar una nueva Constitución para fortalecer la legalidad burguesa y defender la propiedad capitalista. Es decir, quienes ayer lamentaron la “Revolución Interrumpida”, hoy procuran una Contrarrevolución consolidada.

La adaptación a las direcciones reformistas y burguesas está en la base no sólo de la crisis del PRT, sino del conjunto del centrismo mexicano. Evidentemente, el PRT -con su retirada completa del trotskysmo- es el espejo en el cual deben verse experimentos de carácter profundamente centristas como la Coalición.

Coalición socialista ... o "unidad" con los reformistas

En su declaración programática, la Coalición afirma que “En las difíciles condiciones actuales de dispersión y confusión, se requiere que participemos activamente en la recomposición política en curso al seno de los múltiples sectores socialistas interesados en la construcción de un partido revolucionario”.

Poner en pie un partido revolucionario en México -como parte inseparable de la lucha por reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Social, la IV Internacional- sólo puede hacerse sobre la base de la estrategia y el programa del trotskysmo. Esto plantea como tarea fundamental el combate contra los partidos burgueses así como contra las direcciones reformistas -sean obreras o campesinas - que con una fraseología izquierdista son un obstáculo para que la vanguardia tome un curso revolucionario de enfrentamiento contra el régimen y el estado.

La Coalición Socialista está muy lejos de esta perspectiva. Se limita a plantear la necesidad de la independencia política de la clase obrera respecto a la burguesía y sus partidos, así como a atacar a la burocracia “charra”; pero precisamente abandona el combate contra el reformismo de “izquierda”, los agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero y de masas. Y, como es sabido, en la época actual -una de cuyas características es justamente la existencia de partidos y organizaciones que representan a la clase enemiga en el seno del proletariado- no puede construirse un partido revolucionario si no es sobre la base de esta lucha programática y política impostergable.

La ausencia de toda delimitación programática y política con las actuales direcciones reformistas es, en la Coalición Socialista, un posicionamiento oportunista para crecer a la sombra de las mismas y prepararse para futuros acuerdos con sectores que se desprendan de aquellas. Y en su afán de lograrlo llegan al punto de no plantear -en su declaración programática-... que la estrategia y el programa de los revolucionarios es el del trotskismo2.

En su declaración la Coalición plantea una “política” internacional. Allí afirman que “Lo mismo que propugnamos para México lo reivindicamos internacionalmente. Estamos abiertos a participar en un proyecto de reorganización internacional de las fuerzas socialistas. Somos conscientes de la necesidad del fortalecimiento y consolidación de la Internacional de los trabajadores que permita educar, coordinar y garantizar la victoria de las luchas proletarias en todo el mundo”.

El POS, en su afán de acordar con la LUS, ha firmado una declaración programática conjunta en donde se habla de la crisis ecológica, del socialismo del futuro y de la “biodiversidad”, pero han hecho desaparecer como por arte de magia la más mínima mención a la lucha por la IV Internacional (como sostiene formalmente la corriente internacional de la cual forma parte, la LIT-CI... ¡!-). El carácter profundamente nacionalista del acuerdo -donde no representa problema alguno la pertenencia del POS a una organización que se arroga ser la “Internacional”, mientras la LUS se ha despreocupado desde hace tiempo de esas “nimias” cuestiones- puede verse, por poner sólo un ejemplo, en que han sido incapaces de presentar un programa común frente a la crisis económica y política imperialista y a la catástrofe que amenaza a las masas del globo. El “internacionalismo proletario” de la Coalición no es más que una cobertura para un “negocio” nacional...

Evidentemente, la pertenencia a la LIT no significa problema alguno para el POS, ya que la misma ha sido justamente otra cobertura “internacionalista” bajo la que, organizaciones como el PSTU, el POS y otros grupos menores (y hasta su reciente expulsión el MAS), desarrollan sus capitulaciones a las respectivas direcciones burocráticas y reformistas nacionales, “sin molestarse ni ser molestados”3. Es decir una organización, donde la reivindicación del trotskysmo y de la IV Internacional es una formalidad que puede ser dejada de lado en pos de acuerdos como el que ha conquistado el POS...

Pero lo que plantea su declaración programática es un gran salto. El abandono de toda referencia a la lucha por la Cuarta Internacional, en pos de la “unidad de las fuerzas socialistas internacionales” muestra a la Coalición en la senda que han recorrido otros sectores del centrismo. ¿Se orientará la CS hacia la “unidad de los revolucionarios”, como plantean sus ex-socios del MAS de Argentina? ¿A una “Internacional con los trotskystas en minoría”, como planteaba la LIT en el 85? ¿O tal vez siguen el desbarranque completo de la LCR francesa, que afirmó que después de 1989 se borraban las fronteras entre reformistas y revolucionarios y que la tarea era construir partidos “no delimitados estratégicamente”?

De lo que estamos seguros es que plantean una “internacional” sin más programa que la “unidad de los socialistas”, un “internacionalismo” atractivo para sectores provenientes de las distintas variantes reformistas a las que la CS embellece pero que abandona la lucha por una internacional trotskysta y revolucionaria, la Cuarta Internacional.

En la adaptación de las corrientes del centrismo a la democracia burguesa y su capitulación a las direcciones oportunistas está la base de su profunda crisis y fragmentación, no sólo a nivel nacional sino nivel internacional. Esto explica la desmoralización de cientos de cuadros que esperaban encontrar una alternativa revolucionaria en estas organizaciones. La estrategia y política de la Coalición Socialista, muestra que la misma busca repetir la experiencia del PRT, sin extraer ninguna lección revolucionaria de la crisis del centrismo mexicano, y, como suele ser en estos casos, con un curso aun más oportunista. Lejos de ser una superación revolucionaria del mismo, repite de forma degradada lo que ya hemos visto en el PRT; y hemos visto también el estallido del que fuera el mayor partido trotskysta de América Latina.

Si el acuerdo POS-LUS busca reproducir la estrategia centrista del PRT -expresión mexicana más acabada del “trotskysmo de Yalta”, desde nuestro ángulo es fundamental superarla revolucionariamente. Y para ello es imprescindible que los trotskystas luchemos en México por la reconstrucción de la IV Internacional y un partido obrero y revolucionario mexicano. Sólo desde allí es que puede combatirse la influencia y la política de las corrientes reformistas en el seno de la vanguardia y de las masas para que el proletariado, acaudillando a las masas campesinas y urbanas presente una alternativa revolucionaria al régimen y al estado capitalista.

 

1 Desde hace un año, aproximadamente, el POS y la LUS vienen teniendo una concertada y permanente acción comun -que al principio incluyó a la organización estalinista “26 de julio”. Han presentado distintos documentos programáticos y ponencias ante diversos acontecimientos y hechos de la lucha de clases y varias ediciones de un periódico común.
2 Su política se asemeja peligrosamente a la vieja formula morenista de “Frente Unico Revolucionario”. Nahuel Moreno propugnaba el F.U.R. como una política para construir “partidos revolucionarios de masas” a partir de “lograr acuerdos político-organizativos sobre la base de puntos programáticos comunes que nos permitan intervenir en forma conjunta en los procesos de la lucha de clases y en la pelea por la dirección del movimiento de masas”. Esta política -que para Moreno partía de un análisis de la etapa mundial como de “revolución inminente” desde 1943, y de la supuesta existencia de corrientes “centristas progresivas” (que en realidad no las eran)-como es el caso de “A Luchar” en Colombia o la NAUCOPAC de la burócrata América ABaroa en México- se basaba en un “programa mínimo revolucionario” con “todos aquellos que levantan la revolución contra el régimen capitalista”. Esto era un programa que -si bien se separaba de la burguesía y sus partidos- no se delimitaba de las organizaciones reformistas en el movimiento de masas (es decir los agentes de la burguesía en el mismo) y por esa vía apuntaba a diluir al trotskysmo; ese y no otro era el verdadero carácter del FUR, una política centrista para adaptarse a las direcciones traidoras y centristas. Esta política fue llevada “hasta el final” por el POS en el 85, al disolverse prácticamente en el PTZ con la organización barrial de A.Baroa. De hecho el POS fue “discretamente” y sin ninguna explicación refundado, no sin antes sembrar desmoralización y confusión en cientos de militantes.
3 Donde por ejemplo, como se desprende de sus materiales públicos, el POS y el PSTU caracterizan de forma distinta y enfrentada nada menos que... el carácter de clase de Rusia, con la eventual diferencia programatica y política que de ello se desprende.


Unios.... ¡Un curso escandaloso!

Unios!, es junto con el MST Argentino y la CST Brasileña, una de las escisiones del morenismo, que se ha caracterizado, en primer lugar, por desarrollar una política de carácter abiertamente oportunista frente a los distintos aparatos reformistas y stalinistas en sus respectivos países. Forman parte de un agrupamiento común - la UIT-CI- y profundamente federativo con el POR de España.

Antes de detallar su política actual, debemos mencionar que Unios! engrosó las filas de los “trotskystas” mexicanos que apoyaron en 1994 al Cardenismo: llamo a votar al PRD al grito de “Ahora o Nunca, Ingeniero!”, en el colmo de la más alegre adaptación a un partido burgués.

Hoy Unios! ha avanzado varios pasos, y ha tomado una tendencia de unificación con partidos provenientes de la órbita stalinista y maoísta. Esto no es una exclusividad nacional de Unios!, sino que es compartido con sus socios sudamericanos. Así tenemos al MST Argentino, que está en un frente estratégico con el Partido Comunista (el mismo que apoyó al “ala democrática” del general Videla que dio el golpe militar en 1976) desde hace un par de años. Sus hermanos cariocas, que forman parte del PT, y al cual han llamado a votar en las últimas elecciones, levantan la consigna de “por un PT de los orígenes” mientras conviven con la dirección reformista y burocrática de Lula. Pero es en México, sin ninguna duda, donde esta tendencia se expresa mas profusamente: Unios! no se contenta con un frente al estilo del logrado por su partido hermano argentino, sino que directamente ha conformado el Partido del Pueblo, un verdadero “Partido único de la izquierda” con varios agrupamientos menores -y también raquíticos-, entre los cuales está el Partido Popular Socialista (PPS), fundado y dirigido por Lombardo Toledano hasta su muerte.

Un párrafo aparte merece esta grave cuestión. Lombardo Toledano, líder histórico de la burocracia sindical mexicana y una de las “dos cabezas” del stalinismo mexicano (la otra fue el Partido Comunista), fue un sostén del régimen priista en el seno del movimiento obrero durante años. Lombardo Toledano fue uno de los principales organizadores e instigadores intelectuales y prácticos de las campañas contra los trotskystas y Trotsky en México que culminaron en el asesinato de Trotsky el 20 de agosto de 1940. El mismo Lombardo Toledano decía: “no vamos a seguir a los que se autotitulan de extrema izquierda y quieren arrastrarnos a una huelga general en todo el territorio de la república. No vamos a seguir a Trotsky que representa la contrarrevolución, la huelga general va contra el gobierno“ (Escritos de León Trotsky, tomo X, vol I).

La adaptación a las direcciones burguesas y al zapatismo muestra sus consecuencias y ha dado un salto hacia la liquidación de las fronteras que separan al trotskysmo del stalinismo. Ya no basta con el abandono del programa revolucionario: el discurso de “unificación de la izquierda” enarbolado por Unios! (que por otra parte le permite usufructuar el registro legal del PPS) es la tapadera tras la que ahora se esconde la disolución organizativa en las filas del stalinismo y de organizaciones contrarrevolucionarias como el PPS. Basta decir como epílogo que Unios! tendrá el poco honroso “privilegio”, ante sus socios latinoamericanos, de haberse unificado con la organización fundada, ni más ni menos, que por uno de los instigadores del asesinato de León Trotsky.