Estrategia Internacional N° 9
Julio/Agosto  - 1998

ENTRE EL DESVÍO DE LA LUCHA POLÍTICA DE MASAS Y LA CRISIS DEL RÉGIMEN DE DOMININIO

Ruth Werner y Pablo Cortina

Para cualquier observador de la Argentina en estos días, el punto agudo en la crisis abierta en el Partido Justicialista, PJ, desde hace 9 años en el poder, es el hecho preponderante. Este fue abierto por el intento del Presidente Menem, aunque sin nada de apoyo obrero y popular, de forzar el derecho a ser reelegido por segunda vez, lo que venía tensando la situación política y poniendo al PJ al borde de la ruptura. A pesar de la retirada, por el momento, del proyecto reeleccionista de Menem, lo que aquieta las aguas, esto no cierra sin embargo la crisis en el seno del peronismo y aún más en el conjunto de las instituciones del régimen.

A nuestro entender la crisis del peronismo no es sólo expresión de un desgaste natural del gobierno sino consecuencia de la contraofensiva obrera y popular que recorrió al país a partir de 1996, aunque hoy las masas y sus luchas han sido sacadas de la escena por las maniobras del régimen.

La retirada del proyecto re-reeleccionista significa un reconocimiento de que Menem y el "menemato" fueron heridos de muerte por ese ascenso, y de que la sobrevivencia del gobierno sólo deviene del sostén que le da el conjunto de la oposición burguesa y gracias a que el movimiento de masas tiene atadas sus manos para intervenir en la crisis por el Pacto Social de la burocracia sindical de la CGT con el gobierno y la sumisión de la burocracia del CTA/MTA a la Alianza opositora.

La crisis del PJ, reavivada por la derrota electoral de octubre del 97, tiene como sustrato profundo el deterioro de los lazos orgánicos sostenidos a lo largo de medio siglo con la clase obrera, que con los paros generales del 96 empezó a reabrir, retomando la experiencia del 75, el enfrentamiento de la clase obrera con el peronismo en el poder. Históricamente, la burguesía contó con el Peronismo, como el gran aparato político para subordinar a la clase obrera (cumpliendo este papel estrechamente ligado a la burocracia sindical). A lo que asistimos es a una crisis de carácter histórico entre la clase obrera y el partido patronal, que ya despojado de todo rasgo nacionalista burgués de sus orígenes, ha sido el vehículo del plan mas antiobrero y proimperialista de la historia de la Argentina.

El peronismo puede sobrevivirse (en uno o en varios partidos) y jugar un papel preponderante en seguir manteniendo el control del régimen sobre el movimiento de masas, capeando la situación actual. Pero tampoco debemos descartar la otra hipótesis, de que al calor de una nueva irrupción del movimiento de masas, se produzca una ruptura del movimiento obrero en el sentido de la independencia de clase que profundice la crisis del régimen de dominio. Que esto esté planteado es producto de la lucha de clases que recorre al país desde 1995.

Argentina es parte de la contraofensiva de masas que recorre varios países desde 1995

A mediados del 96 Argentina se vio sacudida por dos grandes paros generales. En el 97 irrumpe una segunda oleada cuyos picos son las semiinsurrecciones locales conocidas como el Cutralcazo y el Jujeñazo. El gobierno de Menem quedó debilitado a tal punto que en algunas esferas se discutía su probable caída.

El desencadenante de los paros generales fue el intento del gobierno y de su Ministro Cavallo de pasar a un ataque más directo sobre el movimiento obrero de conjunto. Esto obligó a las tres centrales sindicales, la CGT (oficialista), el CTA y MTA (opositoras) a llamar a estas medidas de fuerza. Fueron paros políticos, contra el gobierno y el plan económico, en donde nadie salía a la lucha esperando conseguir alguna reivindicación parcial inmediata.

Se abre una situación signada por la aparición del movimiento obrero de lleno en la escena nacional, valiéndose de sus viejas organizaciones como los sindicatos, por la debilidad del gobierno menemista y por los esfuerzos del régimen y de la burocracia sindical por sostener al gobierno ante las tendencias a la huelga general política. Seis meses después se abre una segunda oleada de luchas.

Sin embargo, esta ya no tuvo como protagonista al proletariado industrial de las grandes ciudades sino, aunque en provincias de gran tradición obrera, a los trabajadores desocupados del interior del país. En la provincia de Neuquén, lo que se llamó el segundo Cutralcazo dio a luz a una serie de rebeliones. El grito de "trabajo para todos" se hizo sentir en distintos puntos del país. Como hecho cualitativo, surgieron los piquetes y las asambleas populares, embriones de organizaciones de democracia directa. En Jujuy durante el levantamiento en Ledesma, por un día los desocupados enfrentaron, con el apoyo del pueblo, a gendarmes y policías haciéndolos retroceder. Este proceso incorporó elementos de guerra civil1, pero tan solo "en los bordes", es decir alejado de los grandes centros del proletariado industrial. Precisamente, la burguesía cuenta a su favor con que la burocracia sindical evita que esta segunda oleada empalme con el proletariado altamente concentrado.

En estas dos oleadas de lucha el movimiento obrero va a contar con un gran aliado, un poderoso movimiento democrático que va a movilizarse en las calles ante los acontecimientos represivos más agudos.

La irrupción del movimiento obrero y de masas no era un fenómeno aislado a nivel nacional. Las luchas del 96 y 97 en Argentina fueron parte de la contraofensiva obrera y popular que, desde la huelga de los trabajadores estatales franceses en diciembre de 1995, comenzó a desplegarse en varios países, con un creciente protagonismo del proletariado, como en las "guerras obreras" en Corea del Sur, a fines del 96. En febrero del 97 la insurrección albanesa y la huelga general y levantamiento obrero y campesino en Ecuador que derribó a Bucaram señalaron hitos de esta contraofensiva de masas.

Esta oleada se expresó en Latinoamérica también en Paraguay y Bolivia. Fue acompañada por un amplio arco de movilizaciones campesinas en varios países de Sudamérica, desde México y Brasil.

Se derrumba la alianza de clases reaccionaria. Surge una alianza obrera y popular

Estas dos oleadas de lucha fueron los primeros pasos ofensivos del nuevo movimiento obrero argentino, luego de las derrotas del 89/912. Contaron con un amplio respaldo popular ya que se había agotado para el gobierno la posibilidad de mantener la amplia base social de la que había gozado durante sus primeros años. Durante el ciclo dorado del plan llamado de "convertibilidad" (1991/94), el gobierno de Menem había logrado el apoyo de una amplia alianza de clases reaccionaria que unía a las capas medias altas y a los sectores populares, incluido el movimiento obrero, cuyas capas más altas pudieron acceder al consumo. Después del Tequilazo de diciembre del 94 y el período de recesión subsiguiente, queda cuestionada profundamente la posibilidad de aceitar esa alianza con la base material de un nuevo ciclo "consumista". La irrupción de la clase obrera va a terminar de dar por tierra con esta alianza de clases, hiriendo gravemente al gobierno. Ya no hay una alianza reaccionaria que sustenta al menemato sino una alianza obrera y popular contra éste.

La conformación de esta alianza del pueblo detrás de las acciones de la clase obrera era un ingrediente explosivo de la situación, ante un gobierno y un régimen profundamente debilitados; de desarrollarse, significaba un peligro inmenso para la dominación burguesa en el país. En el pasado fue ante grandes hechos de la lucha de clases como el Cordobazo en 1969 y el gran ascenso de los 70 o en la caída de la última dictadura militar en el 82 que se vio un fenómeno de alianza obrera y popular de esta naturaleza. Es decir que cada vez que se dio fue para alumbrar graves crisis, cambios históricos, la apertura de situaciones revolucionarias.

En este sentido las dos oleadas de lucha van a dejar sin sustento no solo al gobierno de Menem sino herir de muerte a un régimen que llamamos el "menemato" donde predominaban las formas más bonapartistas, con una Corte Suprema de Justicia controlada por el Ejecutivo para favorecer los intereses del imperialismo, la oposición burguesa completamente subordinada, y un presidencialismo exacerbado. Esta arquitectura burguesa se había fortalecido con el Pacto de Olivos que la UCR firmó con Menem a fines de 1993 y que el resto de la oposición avaló, pacto que -reforma de la Constitución de 1853 mediante- dio el marco institucional para la reelección de Menem en 1995.

Una política de reacción democrática para desviar y expropiar la lucha de masas

Pero, a pesar de las inmensas energías puestas por el movimiento obrero y de masas, estos pagan el precio de su descomunal crisis de dirección, de la estatización de sus organizaciones, de las dificilísimas condiciones impuestas por la ofensiva capitalista que divide sus filas con la desocupación masiva y la precarización: no va a llegar a abrirse una situación revolucionaria aunque sí, prerrevolucionaria.

No llegó a producirse, por ejemplo, una huelga de masas al estilo ecuatoriano. Tampoco abrió un período de auge proletario o revolucionario3. No hubo como en la década del 70 en Argentina un período de numerosas y sistemáticas acciones protagonizadas por el proletariado industrial, múltiples paros y movilizaciones, surgimiento de comités de fábrica como fueron el Sitrac-Sitram4.

En tren de comparaciones, este enfrentamiento del movimiento obrero con el gobierno peronista en las calles tampoco llegó a una huelga general como la de 1975, contra el gobierno de Isabel Perón, precedida por el surgimiento de las coordinadoras fabriles, lo que se conoció como "Rodrigazo".

Sin embargo algunos analistas burgueses llegaron a caracterizar el proceso actual como un "rodrigazo en cuotas". Si esto es así está por verse. De todas maneras el temor de la burguesía no es en vano. Para dar una idea de la importancia: cuando el movimiento obrero empezó a tomar el camino de la ruptura con el peronismo como en 1975 la burguesía no dudó en organizar el golpe genocida, o sea apelar a métodos contrarrevolucionarios.

Además, como describimos, los elementos de radicalización no fueron generalizados sino que se dieron "en los bordes" y esporádicamente. Como expresión de la crisis de dirección, la traición de la burocracia con la colaboración del estalinismo maoísta (Santillanismo) impidió que se extendieran y sincronizaran los organismos embrionariamente pre-soviéticos del interior con profundos procesos antiburocráticos como el surgimiento del Sitramf en Córdoba. La Iglesia organizó el reparto de la limosna a los desocupados, el accionar de parlamentarios, políticos burgueses y la represión brutal a piqueteros y fogoneros hicieron el resto para terminar de desmontar estos procesos.

Además, desde la izquierda, las corrientes reformistas impidieron, y las centristas como el MST, el MAS y PO no tuvieron, una política para que de estos procesos agudos se plasmaran reagrupamientos más o menos estables de la vanguardia, un polo de reorganización alternativo a la burocracia sindical e independiente de los partidos patronales. Por el contrario se subordinaron a la burocracia.

En todos estos elementos se basa la burguesía para expropiar la lucha de masas imponiendo un desvío a éstas. En el momento de más debilidad del régimen, en agosto del 97, las dos principales fuerzas de la oposición burguesa, la UCR y el Frepaso, constituyen una coalición política, la Alianza, con vistas a las elecciones del 27 de octubre en las que derrotan ampliamente al PJ en el poder, principalmente en su bastión obrero y popular de la provincia de Buenos Aires. El surgimiento de la Alianza, termina por meter al movimiento de masas en la ilusión de derrotar a Menem ya no en las calles sino con el voto en octubre del 97 y luego en las presidenciales del 99.

El terreno ya había sido abonado por la crisis de dirección y la traición de la burocracia, además de las dificultades objetivas y subjetivas en que se desarrolló la contraofensiva obrera, lo que ya describimos. Además, a fines de 1996 y del 97 se observó una nueva fase de recuperación y de crecimiento económico del plan de convertibilidad, motorizado por un nuevo flujo de inversiones imperialistas, por el rol del Mercosur que sirvió de salida para las exportaciones y la recuperación del agro gracias al aumento de los precios internacionales.

Pero desvío no significa derrota del movimiento de masas, ni que la burguesía pueda recomponer plenamente la relación de fuerzas con que contaba antes del 96. Más aún, el desvío es el reconocimiento de la burguesía de que tal logro no puede obtenerse en lo inmediato. Por eso tiene la política de postergar los grandes ataques contra el movimiento de masas que la llevarían a un enfrentamiento directo, así como dar concesiones al movimiento democrático (reapertura de juicios a genocidas de la dictadura, suspensión de las persecuciones judiciales a reconocidos luchadores obreros de la izquierda). Una de sus políticas maestras, es el Pacto Social y la discusión de la ley de Reforma Laboral consensuada con la burocracia sindical de la CGT, pacto que los opositores del CTA y el MTA cuestionan solo de palabra. Mientras, por abajo, fábrica a fábrica sigue el ataque a las condiciones laborales con el visto bueno de toda la burocracia.

El desvío sólo permite crear, aunque con grandes contradicciones, condiciones para que la clase dominante pueda sostener al gobierno, intentar un régimen de transición estable con instituciones fortalecidas, para volver a golpear, pues sólo una derrota en las calles, en el mismo terreno en el que las masas golpearon, le permitirá a la burguesía recomponer una relación de fuerzas a su favor. El resultado es que se ha abierto una situación transitoria, como veremos de gran inestabilidad.

Una transición en crisis

El desvío de la lucha de clases le dio márgenes de maniobra a la burguesía para organizar una transición entre dos formas de régimen, desde el menemato en crisis hacia un "bipartidismo senil", transición que no ha logrado asentar al momento una forma de régimen estable. Se apoya en que la clase media no rompió su pacto con la "convertibilidad" y en que el movimiento obrero se encuentra sometido por la acción de la burocracia sindical a alguna de las dos fracciones políticas burguesas.

Decimos bipartidismo porque son el PJ y la Alianza los que aparecen jugando a la alternancia, y senil porque estos partidos se encuentran profundamente desprestigiados. A diferencia de 1983, a la caída de la dictadura, las masas no acuden a ellos con fervor político, sino que la expectativa se limita a la confianza en los mecanismos del voto.

Los partidos han visto aumentar su divorcio con las masas. Sostener a Menem y al plan económico, bajo la presión del "establishment" y el imperialismo, comenzó a erosionar el capital político. La adhesión incondicional de la Alianza a la "gobernabilidad", al afianzamiento del régimen y los dictados del establishment, van a contramano del descontento y odio al gobierno de su propia base social. Por arriba las tendencias son a la "unidad nacional", es decir a una colaboración que confunde en una sola cosa gobierno y oposición.

Esas tensiones se multiplican cuando intentan avanzar en la reforma laboral, o con la reforma impositiva que exige el FMI para que cierren las cuentas nacionales. Hay una crisis por arriba entre la unidad nacional, es decir la colaboración estrecha entre los partidos burgueses, necesaria para sostener al gobierno de Menem e imponer el ataque que necesita el frente burgués imperialista por un lado, y por otro el bipartidismo y el engaño a las masas con el juego de opositores y oficialistas.

La burocracia es la que más paga la crisis de los partidos porque se ve obligada a jugar un papel más abierto de sostenedores del régimen como intermediarios directos con el movimiento obrero. Por esa causa, aunque la CGT persiste en su política de Pacto Social, las otras centrales como el CTA (predominantemente estatal y docente) y el MTA (transporte) se ven obligados a ponerse a la cabeza de algunas luchas parciales y a tener una política de amenazas de convocatoria a un paro general.

Más limitaciones del desvío

La crisis financiera internacional a mediados del 97, acotó los márgenes de los triunfos superestructurales de la burguesía que ya está pagando su ubicación en el área del dólar con una baja de las exportaciones. El sector externo de la economía solo acumula interrogantes ante el volumen del pago anual de la deuda y la remisión de ganancias, servicios y royalties al imperialismo (18.000 millones de dólares en 1998). La financiación de la "convertibilidad" se hace cada vez más difícil dada la retracción de los capitales. Un nuevo salto de esta crisis internacional puede tener incidencias mucho más catastróficas que hasta ahora.

Se ha desacelerado, además, el período de recuperación del 96-97, posterior al "Tequilazo". A la baja de la tasa de crecimiento se agrega una caída abrupta del consumo interno, que de todas maneras ya era en esta fase de recuperación restringido a las capas altas de la clase media.

El alto grado de inversión directa en la última fase del plan de "convertibilidad" ya está provocando tendencias a la caída de la tasa de ganancia. Es evidente en la industria automotriz, que cada vez necesita más del intervencionismo estatal, y por otro lado, que se profundice la flexibilización laboral lo que entra en contradicción con la relación de fuerzas y aún más con la política de "pacto social" que impulsa la burocracia sindical. La renta agraria, cuyo crecimiento fue uno de los motores de la recuperación también se ve ahora afectada por la caída de los precios de las "commodities".

En el nuevo contexto internacional no hay márgenes para reeditar un incremento en el consumo de la mayoría de la clase media y las capas altas del proletariado como a principios de los 90, no puede reabsorberse la desocupación masiva ni detenerse el empobrecimiento de amplias capas de la población, y por el contrario la acumulación de perspectivas sombrías desata una feroz discusión entre fracciones de la clase dominante en defensa de sus negocios y ganancias particulares y presiona para mayores ataques hacia el movimiento obrero y las capas medias. No hay base material para reeditar una alianza reaccionaria como la que disfrutó el menemismo y mucho menos para contentar a una porción mayoritaria o significativa de las capas medias y sumarlas a un plan de ataque mayor sobre el movimiento obrero.

Por otro lado, desde principios de este año, se manifiesta una predisposición de sectores de masas al combate cuando hay ataque directo, aunque no a acciones generalizadas. Ejemplos de esto son el paro general de 24 horas del gremio de la construcción y la gran manifestación ante la muerte de seis obreros en Buenos Aires y que en Córdoba ya se han sucedido dos paros generales provinciales. Otro ejemplo de esto es la lucha de los estudiantes en Neuquén que llevó al surgimiento de una "interestudiantil".

El resultado es que luego del triunfo del régimen en imponer el desvío, en los últimos meses asistimos a un nuevo giro de la situación política, entramos en una coyuntura más favorable para el movimiento de masas.

A lo que asistimos al principio de cada proceso de lucha es a la tendencia, aunque de manera dificultosa, a romper el corsé de la burocracia y sus "cuerpos orgánicos", contenido tan solo a posteriori por el accionar contrarrevolucionario de la dirigentes burocráticos, que siempre son al principio sorprendidos por los acontecimientos. Así se expresó en las luchas de los mineros de Río Turbio, en la de la Cervecería Córdoba, o con los estudiantes de Neuquén.

Las perspectivas están signadas en primer lugar por la posibilidad de un estallido de la economía antes de las elecciones, por un nuevo salto de la crisis internacional. De ser así, las masas que vienen de pegar antes del estallido de la crisis, y no después cuando sus fuerzas se hayan visto descompuestas por ella, podrían intervenir de lleno en la escena nacional.

Aún sin darse el estallido económico, el proceso de desaceleramiento de la economía, los márgenes cada vez más estrechos, y las tendencias a la crisis en el régimen, pueden abrir la intervención de sectores de masas que abran una tendencia a la lucha generalizada.

Por último, aunque con graves tensiones y con las mismas contradicciones económicas, existe la posibilidad de que con parches de reacción democrática, depuración de la justicia, rejuzgamiento parcial de algunos militares (el ex dictador Videla, indultado por Menem, está hoy bajo arresto domiciliario), recomposición del sistema de partidos, se vaya a un proceso electoral más controlado por el régimen.

¿Podrá la burguesía superar estas disyuntivas y lograr establecer una dominación y una situación estables? La última palabra la dará seguramente la lucha de clases que defina una nueva relación de fuerzas, pero lo importante es establecer que no estamos ante una crisis cualquiera, sino ante una que cuestiona lo que nosotros llamamos el régimen de dominio actual en Argentina debido al ascenso de masas.

Crisis del régimen de dominio

La unidad de las principales fuerzas de la oposición burguesa tenía que ver con que el gobierno de Menem ya no podía seguir gobernando tal como lo había hecho, después de la contraofensiva de masas, y a que ésta abrió una crisis del régimen de dominio burgués que vino conformándose desde 1983, hoy bajo la forma particular de lo que se ha dado en llamar "menemato".

¿Qué queremos decir con régimen de dominio?: "nos referimos a la combinación de instituciones políticas, sociales y militares que utiliza el estado burgués en un período histórico más o menos largo. Cada régimen de dominio expresa una determinada relación de fuerzas general dentro de una etapa entre el imperialismo, la burguesía y oligarquía "nacionales" y la clase obrera y las masas explotadas..." 5

A diferencia de los regímenes de dominio anteriores, que abarcaron un período de 50 años, caracterizados por una guerra civil latente o abierta entre facciones burguesas y contra el movimiento de masas6, en el que surge en el 83 esta guerra civil va a desaparecer. Esto se debe a la gran derrota del movimiento de masas provocada por la dictadura militar y el genocidio, a la caída contradictoria de la dictadura en la que se combinaron una derrota nacional frente al imperialismo y una crisis revolucionaria abortada que mandaron al "partido militar" a su casa. Las claves van a ser las instituciones democrático burguesas basadas en la Constitución reaccionaria de 1853 y sus posteriores reformas reaccionarias, y los partidos políticos patronales, el PJ y la UCR, como mecanismos fundamentales de mediación política hacia las masas, repartiéndose el rol tradicional del PJ como el partido patronal, ya despojado de todo rasgo nacionalista-burgués, con peso en la clase obrera, y la UCR como el partido que se apoya en las capas medias.

Con el menemato que es la siguiente forma que adopta este régimen pasan a predominar las formas más bonapartistas del régimen, subordinando en la toma de decisiones los mecanismos parlamentarios.

Bajo esta forma del régimen de dominio como en todos los anteriores la burocracia sindical jugara su rol de agente del estado burgués traicionando una y otra vez la lucha de los trabajadores, y aún más dará un salto en su subordinación al estado para pasar a ser cómplice cada vez más directo de la aplicación de los planes económicos dictados por el imperialismo.

Este régimen de dominio hereda de la derrota de la dictadura militar una fenomenal crisis del poder estatal con el descalabro de las Fuerzas Armadas profundamente desprestigiadas frente al movimiento de masas producto de la derrota de Malvinas y el genocidio. Contradictoriamente, la derrota de la nación oprimida frente al imperialismo en la guerra de Malvinas significó un salto en la subordinación al mismo, añadiendo nuevas cadenas al carácter semicolonial del estado argentino. Este régimen se va a basar sobre esta derrota nacional, legitimado por la conciencia derrotista de las masas, sostenida por los partidos patronales, de que al imperialismo no se lo puede derrotar. Sin ver esta dialéctica es imposible comprender cómo pudo avanzar el dominio económico y político del imperialismo sobre el país.

Como expresión de estas nuevas cadenas, bajo el gobierno de Alfonsín y fundamentalmente el de Menem, toma peso el "partido de las finanzas", nos referimos a las camarillas financieras y del gran capital monopólico internacional y nacional. Los "planteos militares" clásicos en la política argentina en los 50 años anteriores, entre golpe y golpe, son reemplazados por la intervención directa del núcleo de popes de las finanzas en la política nacional, vía sus corporaciones.

Pero este régimen de dominio se va a asentar en el proceso de acumulación capitalista bajo las condiciones de un salto en la penetración y sumisión del país al imperialismo. En los ‘90 la burguesía logró una recuperación relativa, al amparo de lo que llamamos un "ciclo corto de crecimiento", pero, contra lo que dicen todas las visiones apologéticas de la "convertibilidad", ya sean de derecha o de izquierda, a costa de profundizar la descomposición de las fuerzas productivas nacionales y de la decadencia histórica del capitalismo semicolonial argentino.

Ha significado una profunda remodelación de la estructura de clases del país, signada por la polarización social y la reconfiguración de la clase dominante7. La concentración económica alteró las relaciones tradicionales entre los distintos sectores burgueses. En relación a las capas medias el resultado es el desgarramiento, con un sector alto beneficiario de la penetración imperialista y una amplia mayoría que se empobrece y va a la ruina. Para la clase obrera significó un aumento enorme de la pauperización, cuyo dato más dramático es la desocupación masiva y precarización laboral. El plan burgués imperialista se sostuvo y sostiene sobre los hombros de la clase obrera con un aumento brutal de la superexplotación y las altas tasas de plusvalía que le arrancaron. Este proceso regresivo va a crear profundas contradicciones para que el régimen de dominio pueda mantener base social durante un largo tiempo.

La entrada en escena de la clase obrera con los paros generales del 96 y posteriormente la segunda oleada va a actuar de lleno sobre estas contradicciones que se venían gestando para terminar abriendo una profunda crisis en este régimen de dominio. En primer lugar esto se expresa en la ruptura de la alianza de clases reaccionaria que sustentaba al menemato.

En segundo lugar por un profundo desprestigio y cuestionamiento de las instituciones más bonapartistas como la justicia y la policía. A esto se va a sumar una profunda crisis de los partidos patronales como el Peronismo, que ya describimos al comienzo de este artículo, y la Unión Cívica Radical, UCR, que están pagando el precio de haber sido los aplicadores de los planes imperialistas contra las masas. La Unión Cívica Radical, el partido "democrático" que se apoyó siempre en las capas medias de la ciudad y el campo, que no logró recuperarse del desprestigio y crisis por el gobierno de Alfonsín, tuvo que pagar un enorme costo político por su compromiso en el Pacto de Olivos. El Frepaso, por su parte, es tan solo un aparato electoral.

Esta crisis del régimen de dominio implica también un cuestionamiento de la burocracia sindical al frente de las viejas organizaciones obreras estatizadas, por un nuevo movimiento obrero (con mayoría de precarizados y trabajadores "en negro" y desocupación estructural) que ya no está encuadrado en las mismas (ver artículo). La crisis del régimen y la debilidad de los partidos políticos la obliga a la burocracia a aparecer como un sostén fundamental de la transición.

La resolución a esta crisis del régimen de dominio se va a jugar en el terreno de la lucha de clases, más específicamente en el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución O la burguesía y su dominación se sobreviven con golpes al movimiento de masas, o la clase obrera provoca grandes acontecimientos históricos. A su favor, la crisis de régimen de dominio abierta incuba enormes posibilidades para la irrupción de la clase obrera, para la aparición de fenómenos progresivos de reorganización de la clase y de su subjetividad, para rupturas progresivas de sectores de la clase con el peronismo y con la burocracia sindical al calor de la lucha contra las trampas del régimen y el Pacto de Olivos, contra el peronismo y todos los partidos patronales, contra la burocracia y su pacto social.

Una estrategia revolucionaria

Desde la izquierda, ¿cuáles son las alternativas que se le ofrecen a la vanguardia obrera y popular?

El Partido del Trabajo y el Pueblo, PTP, maoísta, es el partido que más peso ha adquirido en la vanguardia en los últimos años. Pero no como partido, sino por su Corriente Clasista y Combativa y su dirigente más reconocido, Santillán, íntimamente ligados a la burocracia sindical y enemigos sistemáticos de cualquier reagrupamiento progresivo de la vanguardia obrera (ver artículo). El Movimiento Socialista de los Trabajadores, MST, continuando la nefasta política de principios de los 90’s del MAS, está por consiguiente en un frente permanente, Izquierda Unida, con el PC stalinista y defensor rabioso del CTA.

El Partido Obrero, PO, es quizás el partido más conocido, pero como aparato electoral. Su electoralismo autoproclamatorio (cubierto con una política "internacionalista" centrista, como explicamos en la Presentación de esta revista), lo ha llevado a oponerse a los fenómenos de vanguardia más progresivos, como fue frente a la lucha de Neuquén donde directamente boicoteó la organización independiente de los estudiantes.

Por último, nuestro partido, el Partido de Trabajadores por el Socialismo, PTS, constituye la otra organización trotskista con influencia en la izquierda argentina. El PTS viene luchando por construir un gran partido de trabajadores revolucionario, un partido que permita que el trotskismo gane peso decisivo en los sectores avanzados de la clase obrera y la juventud. Con este objetivo, lanzó a fines del 96, el Movimiento por un Nuevo Partido de Trabajadores Revolucionario, y el periódico La Verdad Obrera, proyecto que no prosperó al no surgir procesos de radicalización política de la clase obrera. Ultimamente, para promover la organización de los jóvenes más radicalizados del movimiento democrático, venimos apoyando alCentro de Profesionales por los Derechos Humanos y los Comités Juveniles contra la Represión y la Impunidad, que han logrado agrupar a centenares de estudiantes, jóvenes trabajadores y profesionales que están construyendo un organismo de derechos humanos al servicio de la clase obrera8. Junto a establecer, de esta manera, canales hacia los fenómenos más avanzados de los trabajadores y la juventud, el PTS viene elaborando las lecciones programáticas revolucionarias de los combates de la clase obrera y la juventud explotada y oprimida (tanto a nivel nacional como internacional), para desenmascarar el rol de las direcciones traidoras y las organizaciones de izquierda que les capitulan.

Estos son aspectos centrales de la lucha por un nuevo y gran partido de trabajadores revolucionario, el único que permitirá estar a la altura de enfrentar al régimen y al estado burgués, y luchar por un gobierno obrero y popular y una salida revolucionaria a la crisis del país.

Solamente desde una estrategia cuartainternacionalista de refundación del trotskismo argentino se puede escapar a la presión del régimen y enfrentar y derrotar políticamente los proyectos políticos de las corrientes centristas como el MST, el PO o el MAS. Reagrupar a los mejores elementos, grupos o individuos que provengan del trotskismo y los elementos más avanzados de la vanguardia para preparar la construcción de un nuevo partido de trabajadores revolucionario en combate por la reconstrucción de la IV Internacional, esa es la tarea. Por eso el PTS es parte de la Fracción Trotskista (EI) y publica este bimensuario.

NOTAS:
1 Según Trotsky "...la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases cuando ésta, al romper los márgenes de la legalidad, llega a situarse en el plano del enfrentamiento público y, en cierta medida físico de las fuerzas en oposición. Concebida de esta manera, la guerra civil abarca insurrecciones espontáneas determinadas por causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordas contrarrevolucionarias, la huelga general revolucionaria, la insurrección por la toma del poder y el período de liquidación de las tentativas de levantamiento contrarrevolucionario" (L. Trotsky "Los problemas de la insurrección y de la guerra civil", conferencia dictada en la Academia de Ciencias Militares de Moscú en julio de 1924. Publicado en "Trotsky: teoría y práctica de la revolución permanente", compilación de E. Mandel.
2 En 1989, a fines del gobierno de Alfonsín, y luego del primer año del gobierno de Menem, se desataron dos grandes hiperinflaciones. Ayudado por la traición de la burocracia sindical, esto actuó como un golpe sobre las masas que si bien respondieron con levantamientos de hambrientos y asaltos a supermercados en algunas de las principales ciudades del país fueron impotentes ante la parálisis del movimiento obrero por la traición de la burocracia. El terror ante la "hiper", facilitó a la patronal la imposición de un plan de "convertibilidad". La derrota de los estatales abrió paso a la entrega de las empresas públicas, la entrada de capitales golondrinas facilitaron el crédito y la recuperación del consumo. Atenazado por la amenaza de la "hiper" y el goce de las migajas del plan consumista por sus capas más privilegiadas, el movimiento obrero empezó a pagar el plan de "convertibilidad" con un aumento descomunal de la superexplotación y una enorme desocupación.
3 Lenín se refiere con fase de auge revolucionario a la situación abierta después de las huelgas del Lena a principios de 1912 en Rusia que demuestra que sigue viva la tradición de 1905 de la huelga revolucionaria de masas. Dice Lenín "la revolución rusa ha desarrollado por primera vez en vastas proporciones este método proletario de agitación, este método de despertar, cohesionar a las masas e incorporarlas a la lucha...los sectores más atrasados tanto de los obreros como de los campesinos entran en contacto directo con los huelguistas. En la escena aparecen de golpe centenas de millares de agitadores revolucionarios, cuya influencia se intensifica infinitamente porque están ligados de una manera indisoluble con la base, con las masas, permanecen en sus filas, luchan por las necesidades más inmediatas de cada familia obrera, enlazan esta lucha directa por las necesidades económicas e inmediatas con la protesta política y la lucha contra la monarquía..." (Lenín, Obras completas, tomo XVIII abril de 1912 a marzo de 1913, art. Auge revolucionario, pg. 95 y ss. )
4 Sindicatos clasistas surgidos en grandes automotrices de la ciudad de Córdoba a principios de los 70s.
5 Revista Lucha de Clases, Buenos Aires. Del Cordobazo al jujeñazo, F. Lizarrague y otros.
6 Desde el derrocamiento de Perón en el 55 se sucedieron primero un régimen de dominio que denominamos "libertador" que incluyó desde la dictadura de Aramburu, el interregno de democracia burguesa del Dr. Illia y la dictadura militar abierta con el General Onganía, régimen de dominio caracterizado por ser el agente de la penetración del imperialismo yanqui, por la proscripción del peronismo y el papel preponderante del "partido militar". El ascenso obrero comenzado con el Cordobazo en el 69 da por tierra con este régimen y abre uno nuevo que llamamos neolibertador porque continúa el proceso de sumisión al imperialismo pero ya con la inclusión del peronismo como actor fundamental en el gobierno con fuertes elementos bonapartistas (bandas fascistas paraestatales, etc.) que son solo un adelanto de lo que la dictadura de Videla haría posteriormente con métodos de guerra civil en gran escala contra el movimiento obrero y de masas. La guerra de Malvinas y el ascenso obrero y popular que le sigue es el fin del régimen "neo libertador". Con el término de "guerra civil" queremos describir que la lucha de facciones burguesas se expresó en una sucesión de golpes militares, sangrientos como el de 1955 al que le siguió la proscripción durante 20 años del peronismo. Esta dictadura fue resistida por lo que se llamó la "Resistencia Peronista "que incorporó el método de las acciones terroristas. Esta "guerra civil" se expresó también como lucha en las calles de fracciones militares y con el surgimiento a fines de la década del 60 y 70 de la guerrilla urbana, con las bandas paramilitares conocidas como Triple A, y finalmente con el golpe genocida del 76.
7 Después del Tequilazo, durante 1996 y el 97 se termina de dar junto a la imposición de dobles cadenas al país por parte del imperialismo, un salto en el proceso de reconfiguración de la clase dominante, con el traspaso a manos extranjeras de numerosas empresas de propiedad de viejas familias burguesas argentinas, y aún de numerosas tierras en lo mejor de la pampa húmeda, la Patagonia y el Chaco. Una enorme concentración y centralización de capitales, que significó también el traspaso a manos de un puñado de monopolios extranjeros de sectores decisivos de la banca, y del comercio con la aparición de las grandes cadenas de supermercados.
Frente a la vieja estructura de clases burguesa de la Argentina de la "sustitución de importaciones" aparecen ahora como sectores de clase centrales los monopolios privatizadores con renta fija y los sectores exportadores para el mercado mundial y el Mercosur. Estas trasnacionales conviven con restos de la burguesía "nacional", en un papel ésta subsidiario en la producción cada vez menos viable. Los viejos capitanes de la industria de la época de Alfonsín, los Macri, Pérez Companc, Fortabat, Soldati se han asociado a los sectores imperialistas o bien se han retraído de las diversificaciones de las últimas décadas a la reprimarización de sus inversiones.
8 El CeProDH y los Comités Juveniles contra la Represión y la Impunidad vienen jugando un rol protagónico en la denuncia del maltrato y la superexplotación de los jóvenes trabajadores, en especial en los hipermercados como Jumbo y Wal Mart, con actos que han tenido fuerte repercusión en diarios y televisión. Además, junto a la organización HIJOS (de desaparecidos) y las Madres de Plaza de Mayo, es parte de los organismos más activos en la lucha por el castigo a los militares genocidas, denunciando la impunidad del PJ y la Alianza.