Estrategia Internacional N° 6
Invierno de 1996

LA HUELGA DE LOS TRABAJADORES FRANCESES DE LOS SERVICIOS

DE LA MAGNIFICA ACCION DE LAS MASAS Y DEL CRETINISMO SINDICALISTA DEL "TROTSKISMO"

Silvia Novak

El "trotskismo" francés no pasó la prueba
¿Una huelga del "funcionariado"?
Subordinación a la estrategia de presión de los sindicatos
Subordinación a la burocracia traidora
Programas reformistas
Fortalecer a las direcciones reformistas de los sindicatos
La bancarrota política del "trotskismo" francés

La huelga general política de los trabajadores de servicios franceses de noviembre-diciembre de 1995, que paralizó a Francia durante 22 días, y llenó diariamente las calles de sus ciudades con imponentes manifestaciones, conmocionó a Europa y al mundo. Fue una magnífica acción de masas a pesar de sus propios límites (no todos los trabajadores de servicios pararon todo el tiempo) y de no haberse transformado en una huelga general de todo el movimiento obrero (es decir, que incluyera a los obreros industriales, a los trabajadores inmigrantes, etc). Pero por la masividad del movimiento y por el rol fundamental que han tomado los servicios (la gran mayoría aún estatales en Francia) en el funcionamiento de la economía capitalista, desde el punto de vista de los efectos sobre la vida económica del país y sobre la vida cotidiana de la población, la acción de los trabajadores de servicios tuvo efectos casi de huelga general total. La paralización de los transportes afectó no sólo el traslado diario de millones de personas a sus trabajos, con embotellamientos de horas, sino también la circulación de mercancías. Las grandes fábricas del sector privado siguieron produciendo, pero no pudieron prácticamente, durante la huelga, movilizar su producción, lo que produjo enormes pérdidas al sector privado, cuyos obreros no participaban en la lucha.
Pese al caos creado por la falta de transporte, la huelga tuvo un amplísimo apoyo popular; mientras que los intentos del gobierno de preparar manifestaciones de "usuarios" en contra de la huelga terminaron en un verdadero fiasco. Este apoyo se demostró en las enormes manifestaciones (que llegaron a poner 2.000.000 de personas en las calles) en las que participaban también decenas de miles de trabajadores del sector privado como muestra de solidaridad y apoyo.
Lo distintivo de la huelga fue el funcionamiento diario en asambleas generales de sindicalizados y no sindicalizados, que votaban la continuación de la medida. Fue un primer paso progresivo deauto organización de las masas, de desarrollo de su espontaneidad, que tendía a superar los límites de los sindicatos reformistas. Frente a esta posibilidad de ser desbordados por la presión de las masas, fue que las burocracias sindicales se vieron obligadas a actuar en alianza, para frenar el movimiento desde arriba, y a la vez, para fortalecerse para la negociación con el gobierno. Pero sólo en algunos casos estas asambleas pudieron avanzar, comenzando a superar las maniobras y las trabas de las direcciones sindicales, en crear comités de huelga o coordinadoras.
En Rouen, al tercer día de la huelga, se constituyó un comité de huelga por iniciativa de los ferroviarios, vanguardia de la lucha, compuesto por representantes elegidos en las asambleas generales de cada sector. Se reunía todas las tardes para preparar la Asamblea general del día siguiente, que se llevaba a cabo en un enorme taller ferroviario llamado la Fosse. Durante las tres semanas, más de mil huelguistas ferroviarios, de otros sectores estatales y privados se reunieron diariamente en las asambleas de la Fosse. Este Comité tomó de hecho la dirección de la huelga. Sus propuestas se discutían y se votaban en las asambleas diarias. Imprimieron 80.000 volantes llamando a la huelga general y varios cientos de huelguistas se movilizaron durante días a las puertas de las fábricas para llamar a parar. En las pequeñas fábricas, grupos de cincuenta ferroviarios entraban directamente durante la jornada de trabajo a discutir con los obreros, delante de la propia cara de la patronal. Un millar de ferroviarios se dirigieron a discutir con los obreros de Renault-Cléon, que pocos meses atrás habían realizado una importantísima huelga, y lograron que participaran activamente en la huelga, los piquetes y las manifestaciones.
En algunos barrios de París también comenzaron a crearse coordinadoras. En el 20º Arrondissement (circunscripción) los maestros en huelga de una pequeña escuela decidieron en asamblea dirigirse a la oficina postal de la zona. Allí, junto con 100 huelguistas del correo, decidieron organizar una manifestación local para pasar por las fábricas y establecimientos de la zona llamando a la huelga. Pocos días después, 500 huelguistas de distintos sectores reunidos en una asamblea conjunta, acordaron realizar actividades comunes en la zona, y crear un comité de coordinación permanente entre los huelguistas del "arrondissement".
En Dreux, una pequeña ciudad de 35.000 habitantes cercana a París, los ferroviarios abrieron sus asambleas al conjunto de los huelguistas de otros sectores. En pocos días, el pequeño local cercano a las vías se transformó en un verdadero centro de reunión donde todo se debatía, desde la continuidad de la huelga, cómo ligarse a otros sectores, hasta la organización de guarderías para los hijos de los huelguistas. "Los ferroviarios fueron al encuentro de los trabajadores postales, de los hospitales, de los del gas, de los maestros, de los empleados municipales, y luego todos juntos se encontraron delante de las fábricas privadas, con megáfonos, canciones, banderas rojas, y con volantes que hacían la ligazón con el sector privado gracias a la reivindicación de los 37 años y medio para todos, pero también por el llamado a la huelga general del sector público...y privado."1 Estos comités y también las masivas asambleas dieron lugar a la formación de verdaderos piquetes de huelga.
Estos ejemplos embrionarios de autoorganización planteaban más que nunca la necesidad de que los trotskistas intervinieran con una audaz política de acción y agitación para que ésta se extendiera, para crear una alternativa de dirección frente a las burocracias sindicales traidoras.
Por estas razones la huelga de diciembre no fue una simple huelga sectorial de los trabajadores del estado, sino que se transformó en una huelga general política de los trabajadores franceses, aunque no haya logrado incorporar a todas las fracciones de la clase (como los obreros industriales del sector privado, los desocupados, etc.) Fue una acción de envergadura que planteó la posibilidad de la extensión del movimiento a los trabajadores del sector privado, es decir, el de convertirse en una verdadera huelga general política que acorralara al gobierno de Juppé, lo obligara a retirar el conjunto de su plan, debilitando profundamente al gobierno, y así terminara por tirarlo abajo junto con su plan.
Esto hubiera planteado la perspectiva de la apertura de una situación revolucionaria en Francia, o como mínimo, dejar sentadas las condiciones para la irrupción de una segunda oleada de luchas obreras.
La traición de la burocracia sindical logró desarticular el movimiento, dilapidando toda la energía que los trabajadores desplegaron durante los 22 días de huelga, en aras de la negociación con el gobierno. Así le permitió al gobierno rearmarse y prepararse para pasar nuevamente al ataque.

EL "TROTSKISMO" FRANCES NO PASÓ LA PRUEBA

Después de la huelga, la Confederación Patronal Francesa, sacó una conclusión correctísima, desde el punto de vista burgués, de los hechos de diciembre: "Subrayaron que el fortalecimiento (de los sindicatos - N. de R) de fines del año pasado escondía una fragilidad peligrosa, porque los responsables sindicales están separados de una base cada vez más reducida, que los percibe como aparatchikis. La patronal ve aquí una paradoja, porque está obligada a negociar, a nivel interprofesional, con las organizaciones sindicales, sabiendo que en caso de explosión social, a nivel nacional o de la empresa, corre el riesgo de encontrarse con ‘colectivos’, o ‘coordinadoras’...". Hablan de "nuevos actores, fuerzas transversales, susceptibles de inquietar y de sacudir organizaciones y métodos tradicionales’" y de "la irrupción de los sindicatos autónomos reagrupados en ‘el grupo de los diez’, y el despertar de los trotskistas o de los anarquistas de la CNT" . Y claman para que todas las centrales sindicales constituyan un "polo reformista, más allá de las diferencias de aparatos"2 . La patronal francesa reconoce el "peligro" que significa la posibilidad de que el movimiento obrero comience a autorganizarse, y, con un agudo instinto de clase, llama a fortalecer los sindicatos reformistas, como mal menor ante la amenaza del surgimiento de organismos independientes de las masas.
Es que 1995 agitó seriamente el fantasma del Mayo Francés, y aunque no llegó a tener sus alcances y consecuencias, fue un alerta general para la burguesía francesa y europea. Si en 1968, con organizaciones sindicales fuertes y la incomparable colaboración del entonces potente Partido Comunista Francés, la burguesía tuvo que dar importantes concesiones para frenar la revolución, hoy saben que, en condiciones de crisis mil veces más profunda, cuando no tienen nada para dar, con el Partido Comunista en crisis y organizaciones sindicales estatizadas y débiles, un movimiento como aquel sería muy difícil de controlar.
Es que Francia es el eslabón más débil de la cadena imperialista, jaqueada por arriba por la "globalización" y financierización de la economía y por los enfrentamientos interimperialistas con Alemania y Estados Unidos; y por abajo, por los levantamientos en sus colonias y semicolonias como Argelia y la Polinesia, que se cuelan por todos los poros al interior de la metrópolis, con millones de inmigrantes y el crecimiento del islamismo, y por la resistencia de su propia clase obrera.
¡Qué profunda visión la de esta vieja clase burguesa, con décadas de experiencia en derrotar revoluciones, la misma clase cuyas mujeres mojaban las puntas de sus paraguas en la sangre de los comuneros muertos en las calles de París!
Frente a esta lección de política burguesa, es de una estrechez de miras lamentable la ubicación y la acción de los partidos "trotskistas" franceses durante la huelga y después de ella. La magnífica acción de las masas francesas dio una oportunidad imperdible a las corrientes del movimiento trotskista francés, Lutte Ouvrière (LO), Liga Comunista Revolucionaria (LCR), y Partido de Trabajadores (PT), que son reconocidas y tienen tradición en el movimiento obrero, que poseen peso en los sindicatos (como el PT en Force Ouvrière y la LCR en SUD), de enfrentar y desenmascarar la política de la burocracia sindical, conformando un polo alternativo frente a la misma en la huelga, interviniendo en la acción y en la agitación con una audaz política de autoorganización, y un programa de reivindicaciones transitorias que, partiendo de las demandas que las masas estaban poniendo en las calles, las elevara a un verdadero programa de acción en la perspectiva de una salida obrera a la crisis. Sobre todo Lutte Ouvrière, que estaba ubicado inmejorablemente para plantarse como un polo frente a la vanguardia con una política alternativa a la de la burocracia sindical. Esta corriente tiene años de implantación en la clase obrera francesa y en la última elección presidencial sacó 1.500.000 de votos, de los cuales cerca de 200.000 en la clase obrera industrial, frente a un Partido Comunista que, aunque dirige la CGT y mantiene parte de su peso en la clase obrera, desde el punto de vista político se ha debilitado mucho, como lo demuestran los 2.500.000 (8%) de votos de las últimas elecciones.
Pero, una vez más, el movimiento trotskista francés no estuvo durante la huelga (ni tampoco lo está hoy, después de los acontecimientos), a la altura de las circunstancias. La huelga de diciembre, que marca un claro giro a la izquierda en la situación de la lucha de clases en Francia, encontró a las corrientes del "trotskismo" francés yendo en sentido contrario, profundizando su adaptación a las burocracias sindicales, y por esa vía a los partidos reformistas como el Partido Comunista y el Partido Socialista.

¿UNA HUELGA DEL "FUNCIONARIADO"?

Por la forma en que definieron la huelga, los partidos "trotskistas" demuestran una estrecha visión desde la aristocracia obrera, incapaces de comprender los cambios fundamentales en la clase. Huelga del "funcionariado", la llama Lutte Ouvrière, "huelga del sector público" dice la LCR. Esta división mecánica que establecen estas corrientes entre los trabajadores del sector "público" y el sector "privado" no es casual. Hay una subvaloración del alcance y los efectos de la huelga, como si los trabajadores de los servicios no hubieran demostrado que son capaces de paralizar el país, como si se tratara de empleados públicos de los ministerios o la administración central o comunal sin ningún peso en la estructura de la producción. Los "trotskistas" franceses quedan anclados en una estrecha visión "obrerista", sin reconocer la nueva realidad del proletariado: la huelga francesa muestra que los trabajadores de los servicios, sean de propiedad estatal o privada, son un sector clave y con peso decisivo de la clase obrera.
La huelga demostró la falsedad de la concepción burguesa que afirma que la "terciarización" de la economía descompone al proletariado. Lo que descompone las filas del proletariado es la política burguesa de dividir a la clase mediante la desocupación, la superexplotación de los inmigrantes sin derechos sindicales ni políticos, la estimulación de los sentimientos xenófobos, las privatizaciones, para presionar hacia abajo los salarios y aumentar la productividad del trabajo. En cambio, como lo demuestra la huelga, la extensión del sector servicios fortalece a la clase obrera con millones de nuevos asalariados que son capaces de controlar y paralizar resortes claves de la producción capitalista. Los servicios forman los nudos de la infraestructura del funcionamiento del capitalismo de fines de siglo: las telecomunicaciones, los transportes, los bancos, la energía, etc. son premisas sin las cuales la producción capitalista no puede funcionar.
Por esta razón, aunque la clase obrera industrial no entró a la huelga, ésta tuvo efectos similares a los de una huelga general. Estableciendo esta división mecánica entre trabajadores del sector "público" y "privado", los "trotskistas" le hacen el juego a la burocracia sindical, que se negó en todo momento a incorporar al proletariado industrial a la lucha y que mantiene esta división corporativa en el seno de la clase, aprovechando los altos índices de desocupación y la difícil situación que esto provoca sobre todo en la clase obrera industrial.
En un país imperialista como Francia, hoy atenazado entre la exigencia de ser pilar de la construcción europea junto con Alemania y su profunda crisis (que se expresa internamente como crisis social y externamente en la crisis de su poderío colonial), un país donde los sindicatos sólo agrupan a un porcentaje ínfimo de la clase obrera de origen francés y dejan abandonados a su suerte a los desocupados, los inmigrantes y la juventud, el "trotskismo" francés aferrándose a una política de fortalecimiento de los sindicatos reformistas se amolda completamente a la aristocracia obrera y a la burocracia sindical traidora.
Al negarse a reconocer la existencia de esta nueva clase obrera, que incluye, además de los obreros fabriles, a millones de empleados de los servicios, a los desocupados, los inmigrantes (que no se expresan a través de los sindicatos), claudica no sólo ante la burocracia sindical, sino también al régimen burgués imperialista de la V República. Por eso, durante la huelga fueron incapaces de romper la política corporativista de la burocracia sindical y pelear por la unidad revolucionaria de toda la clase obrera (desocupada y ocupada, de los servicios y del sector industrial, nativa e inmigrante), con una política de autorganización y un programa de acción que, partiendo de las reivindicaciones que las masas estaban poniendo en las calles, impulsara esta unidad alrededor de medidas que fueran al corazón del ataque y de la estrategia burguesa de división de la clase, como desarrollaremos más abajo.
¡Qué estrechez de miras la del "trotskismo" francés, qué conservadurismo anquilosado, qué mezquindad política frente a un movimiento de este calibre, que desató la espontaneidad y la creatividad de las masas francesas, y que de haber triunfado en toda la línea habría producido la primer situación revolucionaria en Europa Occidental desde el desvío de la Revolución Portuguesa de 1974!

SUBORDINACIÓN A LA ESTRATEGIA DE PRESIÓN DE LOS SINDICATOS

La huelga general política de los trabajadores de los servicios franceses, más allá de los límites que le impusieron las direcciones burocráticas traidoras, abrió una situación prerrevolucionaria y la perspectiva de la caída de Juppé. Es decir, abrió las condiciones para desencadenar una situación revolucionaria, que planteara la pregunta ¿Quién gobierna Francia? Como decía ya León Trotsky: " La importancia fundamental de la huelga general, independientemente de los éxitos parciales que pueda lograr (pero que también puede no lograr), radica en el hecho de que plantea el problema del poder de un modo revolucionario. Paralizando las fábricas, los transportes, todos los medios de comunicación en general, las usinas eléctricas, etc., el proletariado paraliza así no sólo la producción sino también al gobierno. El poder del estado queda suspendido en el aire. Debe, ya sea domar al proletariado mediante el hambre y la fuerza obligándolo a poner de nuevo en movimiento la maquinaria estatal burguesa, ya sea retroceder ante el proletariado"3. Claramente los acontecimientos de diciembre empujaban a esta perspectiva.
Fueron las direcciones traidoras de los sindicatos, la CGT, FO y CFDT, y no la falta de ánimo para la lucha de los trabajadores ni la ausencia de apoyo de la población, las que impidieron que esta perspectiva fuera llevada hasta el final por las masas, negándose a transformarla en una huelga general política de todo el movimiento obrero hasta la caída de Juppé y su plan.
Lo que planteaba entonces esta huelga a los revolucionarios, era levantar una política, una estrategia y un programa de acción que le diera esta perspectiva al movimiento.
Pero desde el comienzo de la huelga, tanto la LO, como la LCR y el PT, negaron la posibilidad de que el desarrollo de la huelga general planteara la caída de Juppé junto con su plan. De esta manera, se subordinaron desde el comienzo a los límites que la burocracia sindical le ponía a la acción de las masas, límites que las masas tendieron todo el tiempo a superar. Concibieron la huelga como una lucha de presión defensiva frente al ataque de Juppé, y consideraron un triunfo la negociación. Negaron toda posibilidad de que la huelga planteara el problema del poder, con lo cual demuestran que esta cuestión no les interesa o cuanto menos, se ha transformado para ellos en una utopía. ¡El movimiento "trotskista" francés ha renunciado a plantear, a discutir, siquiera a mencionar el problema del poder!
Incluso, Lutte Ouvrière llega a afirmar que "Pese a todo, el conjunto de estos ataques que se sucedían uno a otro no habrían sido suficientes para provocar, aún en la función pública, la reacción que vimos, sin la política deliberada de las federaciones sindicales de ir, si el gobierno no retrocedía, hacia la huelga general de la función pública. Probablemente hubieran ido hacia una huelga general de todos los asalariados"4. Hablando de que el movimiento huelguístico se fue extendiendo en forma paulatina dicen: "Esta estrategia fue manifiestamente un cálculo deliberado de los aparatos sindicales que querían hacer una demostración de fuerzas y al mismo tiempo, una forma de avanzar prudentemente, tanteando el terreno, y dando tiempo a que la movilización se complete".5
Cuando la realidad es que la entrada semiespontánea de los ferroviarios a la huelga general indefinida luego del paro de 24 horas del 24 de noviembre, y la extensión del movimiento como reguero de pólvora, revolcó a las burocracias sindicales. Si Nicole Notat, la secretaria general de la CFDT se ubicó a la derecha, defendiendo el plan Juppé, y fue echada a patadas de las manifestaciones, la CGT y FO, pese a que se ubicaron más a la izquierda, intentando ponerse a la cabeza, fueron todo el tiempo llevadas a la rastra del movimiento que se desarrollaba a su pesar. La alianza de las centrales sindicales tuvo como únicos objetivos reacomodarse frente a la lucha, tomar las riendas para evitar que se extendiera la huelga general, frenar cualquier posibilidad de que se desarrollara la autorganización, es decir, la unidad de todos los explotados y oprimidos y sobre todo, impedir por todos los medios la caída de Juppé y la apertura de una situación revolucionaria. Por eso este "frente único" sólo se limitó a llamar a algunas manifestaciones comunes mientras mantenía dividida la huelga y, sobre todo, a ponerse a disposición de la negociación con el gobierno.

SUBORDINACIÓN A LA BUROCRACIA TRAIDORA

Cuando las masas pusieron en las calles la necesidad de impulsar la autoorganización obrera y el frente único de las masas para la lucha mediante la construcción de comités de huelga que se coordinaran para tomar la huelga en sus manos, para extenderla al movimiento obrero industrial, para preparar una alternativa de dirección frente a la segura traición de la burocracia, el conjunto del movimiento trotskista francés se negó a plantear esta perspectiva. Por distintas vías, terminó subordinándose a la dirección de la burocracia sindical. Limitaron de antemano, contra todo lo que demostraron los trabajadores en las calles durante los veintidós días de huelga, la fuerza y capacidad revolucionaria de la espontaneidad de las masas, la posibilidad de ir más allá de las direcciones traidoras y de pasar a la contraofensiva contra el ataque del capital. A la vez, por esta vía, le otorgaron una fuerza casi invencible, que no tenían en absoluto el gobierno de Juppé y la burguesía francesa. Los propios trabajadores franceses lo demostraron en diciembre, poniendo al borde del colapso la vida económica francesa, al gobierno de Juppé al filo de la caída, y aterrorizando a la burguesía europea de conjunto con la posibilidad de la extensión del ejemplo francés.
En 1934, Trotsky planteaba como parte de un programa de acción revolucionario: "Esta es la razón por la que debemos, ante todo, crear condiciones para la unidad de acción (destacado nuestro). Es necesario organizar la alianza de los partidos y sindicatos mediante la unificación de las fuerzas de los trabajadores sin excepción (...) Por encima de todo, la tarea consiste en asegurar la unidad de acción de la clase trabajadora misma en las fábricas y en los barrios obreros de los centros industriales. La alianza de las organizaciones obreras importantes (Partido Comunista, Partido Socialista, CGT, CGTU, Liga Comunista) carecerá de todo valor revolucionario si no se orienta hacia la creación de: Comités de lucha que representen a las masas (soviets embrionarios)..."6
Pero para LO, la alianza de la burocracia no sólo no "carecía de todo valor" sino que era capaz de garantizar formas de "democracia directa": "La CGT, sobre todo, actuó sin temer ser desbordada y no dudó, en utilizar, por una parte, formas de democracia directa (que por otra parte, no son democráticas en todas las circunstancias) y por otra parte, en arrastrar a los huelguistas más combativos a visitar a los menos comprometidos..." 7 Es decir, que la burocracia sindical alcanzaba para garantizar las asambleas diarias y la extensión del movimiento. Entonces, para qué plantear comités de huelga, coordinación, etc. ¡Para qué, si la burocracia, "no podía ser desbordada"!
Los militantes de la LCR, a nivel concreto de las luchas en un lugar específico, por ejemplo en Rouen o en Dreux, levantaron consignas de comités de huelga, coordinaciones e incluso participaron en los que se dieron. Pero no fue la clave de su política nacional para la acción y la agitación durante la huelga, no los plantearon como organismos de dirección alternativa a la burocracia sindical, sino como formas de "autogestión" obrera que son funcionales a mejorar las medidas, a fortalecer localmente la acción. Por esa vía, más allá de la abnegación militante de sus miembros, limita los alcances revolucionarios de la autoorganización obrera a una mera "gestión democrática" a nivel local, y termina subordinándose a la burocracia como dirección inamovible de la lucha.
El PT de Lambert siguió fielmente a Blondel y a FO en toda la línea, sin apartarse un ápice de la política traidora de la burocracia. Ni una palabra, ni un esbozo de llamado a la autoorganización, ni una sola exigencia a la burocracia sindical.
En función de esta política de subordinación organizativa y programática a la burocracia sindical, los partidos del movimiento trotskista fueron incapaces de luchar para "crear las condiciones para la unidad de acción" en un sentido revolucionario. Es decir, frente a uno de los principales hechos de la lucha de clases mundial de los últimos años, fueron incapaces de impulsar una política que tendiera a canalizar la espontaneidad de las masas hacia la creación de comités de huelga, de lucha, coordinadoras, en perspectiva a la creación de soviets, para darle una perspectiva revolucionaria, manteniendo la independencia frente a las distintas alas de la burocracia sindical y a los partidos del régimen. Para impedir que la burocracia sindical tomara la dirección y entregara la lucha en la mesa de negociación, para que una lucha defensiva se transformara en contraofensiva obrera en todo la línea era clave la extensión de la lucha a toda la base del movimiento obrero mediante la autoorganización obrera.
¡Qué lejos de estas sencillas pero fundamentales enseñanzas de Trotsky está el movimiento "trotskista" francés! Convierten en algo absoluto, estratégico, la táctica correcta de exigir el frente único de los sindicatos, yendo así a la rastra de la burocracia sindical traidora.

PROGRAMAS REFORMISTAS

La burguesía francesa tiene el objetivo de hacerle pagar los costos de la crisis y del proyecto de unidad burguesa de Europa a la clase obrera. Para impedir que el proletariado pueda enfrentar unido esta ofensiva, la clave de la política burguesa es mantener y profundizar la división de las filas obreras. Para eso tiene tres armas centrales: 1) un 12% de desocupación, lo que, sobre todo en el sector fabril privado, aterroriza a los trabajadores. Este altísimo desempleo fue, por ejemplo en diciembre, un elemento estructural de peso para que el proletariado fabril no entrara a la huelga; 2) mientras utiliza a los trabajadores inmigrantes como mano de obra barata, los acosa con la persecución policial y azuza los sentimientos xenófobos en la clase obrera, a través de sus agentes de extrema derecha como Le Pen y el Frente Nacional; 3) la utilización de su agente directo en las filas obreras, la burocracia sindical, para mantener la división corporativista entre los trabajadores e impedir su organización independiente.
Antes de diciembre de 1995, las masas dieron luchas importantísimas, frente a esta política burguesa, donde plantearon claramente sus demandas: contra la desocupación y la baja del salario, se levantaron los jóvenes estudiantes, plebeyos e inmigrantes en 1994, ante el intento del entonces primer ministro Balladur de instaurar un salario mínimo juvenil del 80% del salario mínimo de los adultos. Contra las privatizaciones y los despidos lucharon los trabajadores de Air France, y otros trabajadores de los servicios públicos. Y la discusión sobre la reducción de la semana laboral a 35 horas sin pérdida del salario real recorre las filas de la clase obrera, de los propios sindicatos y de toda la izquierda francesa.
La burocracia sindical mantuvo todas estas luchas divididas, obligando a los trabajadores, a los jóvenes y a los desocupados a pelear por separado.
La magnífica acción que estaban llevando adelante las masas en diciembre, exigía entonces, para superar la política divisionista de la burocracia sindical, levantar un programa de acción revolucionario que unificara todas estas demandas. Un programa que partiendo de la reivindicación común de defensa de la Sécu, pudiera unir a trabajadores de los servicios y de las fábricas, a los inmigrantes y los desocupados, que participaban en forma individual en las manifestaciones, y llevara a la lucha al enfrentamiento con la estrategia burguesa. Un programa contra toda privatización y por el control obrero, que frente a la desocupación levantara la escala móvil de horas de trabajo y salarios, y que peleara contra los sentimientos xenófobos y nacionalistas de la aristocracia obrera francesa exigiendo el cese de la persecución a los inmigrantes y totales derechos políticos y sindicales para los mismos, que atacara el corazón del imperialismo francés llamando a unirse a la lucha a los millones de obreros que las empresas francesas poseen en las colonias o semicolonias de Francia, como en el norte de Africa y Polinesia en primer lugar, y en los demás países semicoloniales. Así se podía hacer realidad el "¡Tous ensemble !", y unir a la clase obrera y al conjunto de los explotados y oprimidos para luchar por la caída de Juppé y su plan, lo que comenzaría a cuestionar el régimen de la V República y las bases del capitalismo en la cuarta potencia mundial. Sólo planteando estas tareas y esta perspectiva se podía impulsar la unidad de todo el movimiento obrero, y plantear la necesidad de superar la política traidora de la burocracia sindical, asegurando la unidad de acción de todos los trabajadores mediante comités de huelga, coordinadoras, es decir, su autoorganización para la lucha.
Pero al subordinarse a la política y el programa de presión de la burocracia sindical, planteando sólo que Juppé retirara su plan, ninguno de los partidos "trotskistas" fue capaz de plantear ante la vanguardia un programa de acción semejante, sin el cual era imposible pelear por la autoorganización independiente de las masas.
Lutte Ouvrière no pasó de plantear "¡Abajo el plan Juppé!", retrocediendo incluso del programa que habían levantado en las elecciones, y que, más allá de las diferencias que con el mismo pudiéramos tener, presentaba una perspectiva obrera ante la desocupación y la unidad burguesa europea. Agitan el programa por una salida de emergencia en los días de fiesta para sacar votos, pero en las grandes jornadas de lucha, como en diciembre del 1995, cuando se hace imperioso levantar un programa revolucionario para la acción, LO va a la rastra de la burocracia sindical.
La LCR, recién hacia el final de la huelga, planteó claramente un programa de siete puntos para salir de la crisis. Pero este programa es escandalosamente reformista: en vez de hablar de revolución contra el sistema capitalista, se llama a "la ruptura con la lógica del mercado", la clase obrera es reemplazada por "ciudadanía". El "control ciudadano sobre los servicios públicos" reemplaza a la consigna de control obrero. La lucha contra el proyecto reaccionario de unidad burguesa europea de Maastricht y por la revolución social en toda Europa capitalista para construir la única unidad posible, la de los trabajadores y los oprimidos, los Estados Unidos Socialistas de Europa, es reemplazada con vacuos llamados a que "otra Europa es posible", a "invertir la lógica, partir de lo político y de las exigencias sociales, ecológicas y ciudadanas para ir a otra construcción Europea".8
El PT levantó una serie de puntos como el retiro del plan Juppé y el retorno a los 37 años de aportes para todos, aumento general de salarios, mantenimiento de la convención colectiva sobre la Sécu y otros puntos en sí mismos correctos, pero que no constituyen en absoluto una salida obrera a la profunda crisis del capitalismo francés. El programa más "mínimo" que se pueda imaginar. Como todo programa consecuentemente reformista debería ir acompañado de un programa "máximo" que hablara del socialismo, etc. He aquí la mayor sorpresa: su programa máximo es ...¡reconquistar la democracia y la justicia social! Dejémoslos hablar por sí mismos: "La salida no puede venir sino de la democracia. (¿burguesa?- N. de A). Sacar al país del marasmo en el que se hunde cada día más exige salir de las instituciones: Europa de Maastricht y la V República, cuya única función es imponer las exigencias de un puñado de especuladores y de capitalistas a costas de la inmensa mayoría del país que sólo vive de su trabajo. Sacar al país del marasmo exige la ruptura con la dictadura de los mercados, la confiscación de los miles de millones de la especulación, su afectación a un plan de relance de la producción, de la construcción de escuelas, hospitales, casas, permitiendo la lucha efectiva por el derecho al trabajo y por el poder adquisitivo. Sacar al país del marasmo exige detener la espiral de desintegración social, salvar la protección social, los servicios públicos, la laicidad de la escuela y del estado y el conjunto de conquistas sociales y democráticas (...). Se trata de arrancar el retiro del plan Juppé, y así abrir la vía a la reconquista de la democracia y la justicia social"9 ¡No lo dijo Keynes, no lo dijo Galbraith... es el PT de Lambert que propone un plan keynesiano para salvar de la crisis al capitalismo francés y a la democracia burguesa imperialista de la V República!
De conjunto, el "trotskismo" francés levantó programas que no superaban los límites de la política de la burocracia sindical e impotentes para enfrentar la estrategia burguesa de la división de las filas obreras.
Si el proletariado francés no supera esta división y pelea por dar una salida obrera a la crisis, la burguesía dividirá más aún las filas obreras, y así como en 1958, frente a la crisis abierta por la revolución argelina recurrió al bonapartista De Gaulle y a la creación de la V República , tenderá a ir cada vez más a una V República "blindada", para lo cual prepara a la extrema derecha como la de Le Pen. El "trotskismo" francés, que fue incapaz de plantear durante la huelga y después de ella un programa de acción para unificar a la clase obrera, para llamar a incorporarse a la lucha al proletariado de las colonias, para pelear contra los prejuicios xenófobos de la aristocracia obrera francesa, es impotente para enfrentar esta perspectiva. En el último número de Critique Communiste, La LCR se pregunta cómo es que Le Pen puede mantener e incluso aumentar su porcentaje de votos y su influencia. ¡Qué increíble cinismo! ¡Le Pen puede mantenerse, entre otras cosas, porque al negarse a levantar un programa que diera esta perspectiva, el "trotskismo" francés se lo permitió! Si en el futuro se da este escenario de bonapartización, los "trotskistas" llorarán entonces lamentándose por el fortalecimiento del "fascismo", por el empeoramiento de la situación de la clase obrera, pero tendrán una gran responsabilidad por haberse negado a dar esta pelea y subordinarse al corporativismo de los sindicatos reformistas, es decir, de los agentes del Estado burgués imperialista francés.

FORTALECER A LAS DIRECCIONES REFORMISTAS DE LOS SINDICATOS

Después de terminada la acción de diciembre, la clave de la estrategia del "trotskismo" francés pasa por fortalecer los sindicatos reformistas. La misma conclusión que saca la patronal francesa, correctísima desde el punto de vista burgués, se transforma, desde un punto de vista revolucionario, en una claudicación total a la burocracia sindical y a los aparatos reformistas, es decir, en el peor cretinismo sindicalista.
Durante la huelga, la LCR realizó, el 11 de diciembre, un acto en el que su máximo dirigente Alain Krivine se limitó a lamentarse de que no había habido una dirección centralizada de la huelga, sin plantear una sola crítica al rol de las burocracias traidoras, sin levantar ninguna alternativa. Consecuentemente con esto, en su primer balance de la huelga, el mismo día que comenzaba la negociación con el gobierno planteaban: "Ciertamente, no hubo huelga total de todos los agentes de la función pública. Sin embargo, si la huelga general no se extendió como un reguero de pólvora - como en 1936 o en 1968 - es porque el sector privado no intervino, a la vez por razones objetivas y por responsabilidades mal cumplidas"10 ¡Es decir, la culpa de que no haya habido huelga general es de los propios obreros del sector privado, y la nefasta burocracia sindical, que impidió a brazo partido esta perspectiva, sólo es responsable de "cumplir mal algunas responsabilidades"! De esta manera, después de la huelga, la LCR suplica a la CGT que llame a grandes manifestaciones, es decir que "cumpla sus responsabilidades" para ver si por esa vía se renueva el movimiento.
El PT de Lambert se subordina alegremente a la política de Force Ouvrière (FO), la central sindical en la que participan, una central de origen amarillo, creada directamente por la AFL-CIO para debilitar a la central comunista. El PT de Lambert, que tiene una fuerte presencia en FO, con un miembro en su dirección, que incluso dirigen el periódico de la central sindical, durante la huelga se limitó a seguir los pasos de Marc Blondel, secretario general. Y después de ella, en el congreso de la central votaron todas y cada una de las propuestas de Blondel sin hacer una sola crítica, y lo reconfirmaron en su cargo. Los militantes del PT no luchan por una corriente revolucionaria dentro de FO: son militantes cabales de... FO.
LO, por su parte, realizó un acto el 15 de diciembre, en el mismo momento en que las burocracias sindicales estaban llamando a levantar la huelga en aras de la concertación con Juppé. En este acto, su principal oradora, Arlette Laguiller dirigente de LO (¡y a la vez militante de tiempo completo en FO!), llamó al resultado de la huelga, fruto de la traición de la burocracia, como "una importante victoria", sin denunciar una sola vez a la burocracia que en esos momentos estaba entregando la lucha. Después de la huelga, para ocultar su claudicación, LO minimiza sus efectos, diciendo que fue "una huelga para nada", se niega a impulsar una política de reorganización del movimiento obrero por la base, y por esa vía deja todo en manos de la burocracia sindical traidora.
De conjunto entonces, cuando los acontecimientos de diciembre plantearon, (y plantean hoy más que nunca) la necesidad de levantar un programa de acción revolucionario y una audaz política de autoorganización del movimiento obrero, de impulsar comités de fábrica, comités de huelgas, coordinadoras, etc., el movimiento trotskista está dedicado a negar esa experiencia que han hecho las propias masas. Pone todas sus fichas en la estrategia reformista de reconstruir las viejas organizaciones sindicales para las épocas de paz, que han demostrado toda su impotencia no sólo para organizar la contraofensiva obrera, sino siquiera para detener la brutal ofensiva del capital.
Este estrecho cretinismo sindicalista lleva a que los miles de militantes que agrupan el conjunto de estas organizaciones, se ubiquen de hecho y en la práctica como cuadros medios sindicales11, se subordinen y subordinen su política y la propia independencia de sus organizaciones a la política de la burocracia sindical traidora y, por esa vía, a la política reformista del stalinismo y la socialdemocracia. Lejos de constituir una punta de lanza, un batallón de oficiales revolucionarios en las filas proletarias, son "los mejores sindicalistas", pero con una impotencia total para construir una alternativa a la traidora burocracia sindical, y para plantear una clara estrategia revolucionaria, de lucha por el poder, a la clase obrera francesa.
Así se dilapida la energía y el esfuerzo de honestos y valiosos militantes y cuadros, en aras de una estrategia mezquina de subordinación a los sindicatos reformistas.
Los revolucionarios deben participar y militar dentro de los sindicatos reformistas, pero para crear dentro de ellos una corriente revolucionaria, para luchar por tirar abajo a las burocracias traidoras, que los convierten en instrumentos de presión por reformas y no en herramientas de lucha revolucionaria de las masas trabajadoras contra el estado burgués y los patrones. "Es obvio que si en Francia existieran sindicatos unificados, los revolucionarios no hubieran abandonado la organización por culpa de la presencia de traidores, conversos y agentes autorizados del imperialismo. Los revolucionarios no hubieran tomado la iniciativa de la ruptura. Pero al permanecer en esos sindicatos o al unirse a ellos hubieran dirigido sus esfuerzos a desenmascarar a los traidores antes las masas, para desacreditarlos mediante la experiencia práctica de esas masas, para aislarlos, para liquidar la confianza de la que gozan, y finalmente, para ayudar a las masas a dejarlos de lado. Esto es lo único que puede justificar el que los revolucionarios participen en los sindicatos reformistas.12
Es sumamente probable, y de hecho hay síntomas de que ya está sucediendo, que a partir de los acontecimientos de diciembre el panorama sindical francés se mueva, que puedan surgir nuevas corrientes, rupturas o fusiones. Pero sólo desde esta ubicación, es decir, la de barrer a las direcciones reformistas, podrán los revolucionarios intervenir en estos procesos, con infinidad de tácticas, sin correr el peligro de subordinarse a las direcciones traidoras. Sólo así podrán luchar por una dirección revolucionaria de los sindicatos, que señale a los trabajadores que la lucha no es por algunas reformas sino por el poder. Una dirección que sea capaz de agrupar al conjunto de la clase obrera, y no sólo a su aristocracia, el 7% u 8% de afiliados a los sindicatos, alrededor de un programa transicional para la revolución en Francia. Y que, en los momentos de ascenso de las masas, cuando entren a la lucha el conjunto de los explotados, pueda superar los límites estrechos de los sindicatos impulsando la creación de organismos de combate que agrupen al conjunto de las masas, en perspectiva a soviets.
En la lucha de diciembre las masas utilizaron hasta cierto punto el canal de los sindicatos, y exigieron el frente único. La tendencia a la autoorganización no se desarrolló hasta el final, por lo que la dirección de la lucha quedó en manos de las burocracias sindicales y fue entregada a cambio de una promesa de negociación. El retroceso parcial del gobierno, el congelamiento temporario del plan sobre la Sécu y el retiro del "contrato de plan" para los ferroviarios fortaleció relativamente a las centrales sindicales, sobre todo a la CGT, que se ubicó más a la izquierda. Esto es así porque como en todas las primeras grandes luchas, las masas salieron a pelear con lo que tenían a mano, las viejas organizaciones sindicales creadas para los tiempos de paz. Como decía Trotsky para la Francia de 1935 " Es precisamente porque el proletariado, como resultado de la historia más que centenaria de sus luchas ha creado sus organizaciones políticas y sindicales, que le es difícil, casi imposible, llevar la lucha contra el capitalismo sin ellas y contra ellas. Y sin embargo, eso que ha construido como resorte para la acción, se ha convertido en un peso muerto o un freno."13
Precisamente por esto, la política de los revolucionarios debe tender a liberar a las masas de ese "peso muerto", mediante una acción revolucionaria dentro de los sindicatos y una estrategia de autoorganización independiente de las masas. Este es el rol que debería cumplir un partido trotskista revolucionario, un partido de combate, formado por dirigentes, cuadros y militantes preparados para pelear por ganar la dirección de la clase obrera para la insurrección y la toma del poder.
Los "trotskistas" franceses han abandonado la estrategia y el programa de la revolución, el Programa de Transición de la IV internacional: "Los sindicatos, aún los más poderosos, no abarcan más del veinte al veinticinco por ciento de la clase obrera, y esto con predominio de sus capas calificadas y mejor pagas. La mayoría más oprimida de la clase obrera no es arrastrada a la lucha sino episódicamente, en los períodos de auge excepcional del movimiento obrero. En esos momentos es necesario crear organizaciones ad hoc, que abarquen toda la masa en lucha: los comités de huelga, los comités de fábrica y finalmente los soviets (...). Si bien sería criminal volverles la espalda a las organizaciones de masas para alimentar ficciones sectarias, no lo es menos tolerar pasivamente la subordinación del movimiento revolucionario de masas al control de camarillas burocráticas abiertamente reaccionarias o conservadoras ("progresistas") enmascaradas. Los sindicatos no son un fin en sí mismos, son sólo medios para emplear en la marcha hacia la revolución proletaria."14.
¡Qué actualidad la de estas líneas, escritas por Trotsky en 1938, frente a la huelga de diciembre francesa, y qué miserable cretinismo sindicalista el del "trotskismo" francés!

LA BANCARROTA POLÍTICA DEL "TROTSKISMO" FRANCÉS

No es casual ni nueva esta política y estrategia de los "trotskistas" franceses, aunque los acontecimientos de 1995 la vuelvan a mostrar con toda crudeza.
LO ha vuelto a mostrar su profundo escepticismo en la fuerza de la clase obrera, con un normativismo impotente y anquilosado incapaz de sacar las lecciones de las luchas de las masas. Este escepticismo se expresa en el propio balance de la huelga. Allí plantean  que aunque la burocracia desencadene un movimiento huelguístico que lleve a la huelga general "podemos apostar que no lo harán por reivindicaciones que puedan cambiar suficientemente el mundo del trabajo".15
Camaradas de LO, ¡esto es tan obvio que no hace falta ni mencionarlo, tratándose de la burocracia sindical! Pero plantear esas reivindicaciones y esa perspectiva sí es una obligación de todo revolucionario convencido. Y van más allá: "podemos apostar que la huelga (hipotética, por ahora -N. de A) que ellos conducirán será una huelga para nada, o por poca cosa, como la de mayo del 68"16. Esta visión derrotista es la que les ha impedido levantar un programa y una estrategia revolucionaria para la clase obrera francesa y transformarse en un polo de alternativa a la burocracia sindical y a los partidos reformistas, lo que a su vez les imposibilita superar los rasgos sectarios, sindicalistas y electoralistas de su propia construcción como partido.
La LCR tuvo una intervención destacada en Mayo del ’68, y llegó a constituirse en un importante partido de vanguardia. Hoy se ha reducido a un pequeño grupo de intelectuales, muy destacados en los medios académicos, columnistas asiduos de Le Monde, y a un puñado de sindicalistas en puestos medios y algunos puestos directivos en los sindicatos. Ha estado prácticamente al borde de desaparecer, por su política de adaptación a corrientes y movimientos centroizquierdistas. Si no lo ha hecho es por el fracaso de su política conciente de disolverse en movimientos amplios. La estrategia de construir un fuerte partido revolucionario, que combata a muerte al stalinismo y la socialdemocracia, al régimen y al estado burgués, ha sido reemplazada por la de construir una "izquierda verdadera" donde tienen cabida toda clase de corrientes reformistas. Ni siquiera en medio de la huelga, la LCR cejó en su propósito de disolverse en esta "izquierda verdadera": en diciembre, en Marsella, uno de los baluartes de la lucha, se realizó la primera reunión "histórica" entre la LCR y el Partido Comunista Francés. Allí, junto a representantes del Partido Socialista de Mitterrand, de los Verdes y el casi inexistente pero siempre pequeñoburgués Partido Radical, la LCR intenta construir la "nueva izquierda". Una nueva izquierda que no es, ni más ni menos, que una reedición en miniatura y senil del viejo Frente Popular francés, que impidió la revolución en 1936, y que por esa vía permitió que los imperialismos fueran a la 2º guerra mundial. Pero esta vez… sería con los "trotskistas" adentro.
Esto no es casual. Si bien el Secretariado Unificado (SU), la organización internacional de esta corriente no han planteado abiertamente su renuncia al trotskismo y al Programa de Transición, toda su teoría, política y práctica revela una liquidación de las posiciones revolucionarias, un profundo escepticismo en la fuerza de la clase obrera y en el Programa de Transición. ¡Y aunque parezca irónico, se autodenominan la "IV Internacional"!
El PT de Lambert es quien ha avanzado ya en un camino total de liquidación. En una entrevista televisada, Daniel Gluckstein, secretario general del PT, respondió a la comprometedora pregunta del periodista sobre si defendían la revolución social y la dictadura del proletariado: "Usted sabe, en principio, el Partido de Trabajadores no se pronuncia ni por la revolución ni por la dictadura del proletariado. El problema es que todos esos términos han sido traicionados. Uno puede reclamarse del comunismo, uno puede reclamarse del socialismo, de la democracia o de la República... Desgraciadamente, todos los términos han sido traicionados por gente que les ha dado otro contenido. Preferimos decir: somos un partido obrero independiente. Defendemos los intereses de los obreros"17 ¡Después de 70 años de historia de una lucha encarnizada entre revolución y contrarrevolución en el siglo XX, el PT de Lambert todavía no se decide a "pronunciarse" sobre este pequeño "detalle"! ¡Y esta gente se llama a sí misma "trotskista" y se arroga el derecho a hablar en nombre del trotskismo, y a autoproclamarse la IV Internacional, cuando hacen gala del reformismo más abyecto!
Queda claro así que el PT es la corriente del movimiento trotskista francés que más ha avanzado en abandonar la teoría, el programa y la práctica del trotskismo, llegando a rechazar abiertamente la revolución y la república obrera. De esta manera, su lema "la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos", no es sino una frase vacía. Mientras mantiene engañados a sus militantes con la proclamación de la IV Internacional y con literatura "trotskista" de consumo interno, la dirección del PT reniega públicamente del programa del trotskismo, y se aboca a construir una Internacional donde confluyan corrientes contrarrevolucionarias como el stalinismo y la socialdemocracia, con reformistas anarquistas, y donde los "trotskistas" serían una corriente más.
Hoy, al comienzo de un proceso preparatorio de grandes luchas futuras, como parece anticiparlo la creciente resistencia del poderoso proletariado alemán al plan de ajuste de Kohl, cuando el movimiento obrero comienza a dar síntomas de recuperación, cuando estratégicamente las condiciones son favorables al proletariado por la caída del principal aparato contrarrevolucionario mundial en el seno de la clase, el stalinismo, cuando la realidad pone al orden del día la necesidad de levantar una política trotskista independiente frente al stalinismo, la socialdemocracia, las burocracias sindicales y los reformistas de todo pelaje, es imperioso retomar el camino marcado por el Programa de Transición. Es imperioso que los miles de honestos militantes franceses de estas corrientes reflexionen y rompan con la estrategia conservadora y de subordinación política de sus organizaciones.
No dudamos que la importancia y el alcance de los acontecimientos de diciembre impactará sobre sectores de los cuadros militantes y dirigentes de los partidos del movimiento trotskista francés, que comenzarán a cuestionarse esta política conservadora y de subordinación a los aparatos reformistas, e intentarán sacar conclusiones revolucionarias junto a la vanguardia. Pero sólo rompiendo con estas concepciones y combatiéndolas en forma implacable, sólo con cuadros y militantes que estén preparados para intervenir con una política revolucionaria en los próximos acontecimientos, sin ceder, como decía León Trotsky "a los cantos de sirena del frente popular ni a los golpes de la reacción" podrá ponerse de pie el trotskismo francés, y construir un verdadero partido trotskista, revolucionario e insurreccionalista, que pelee por ganar a lo mejor de la vanguardia para sus filas, y por la dirección de la clase obrera francesa en la perspectiva de la toma del poder.
Este es nuestro modesto aporte como trotskistas latinoamericanos, que vibramos siguiendo minuciosa y apasionadamente los acontecimientos durante los veintidós días de la heroica huelga de diciembre, y que encaramos con preocupación revolucionaria la lucha por derrotar al revisionismo en nuestras filas, único camino para comenzar a construir la herramienta revolucionaria que necesita la clase obrera francesa, en lucha por la reconstrucción del partido mundial de la revolución social, la IV Internacional.

Notas:
1 Rouge, 4/01/96
2 Le Monde, 11/02/96
3 "¿ Adonde va Francia ?" - León Trotsky - Obras de León Trotsky - Tomo 22 - Juan Pablo Editor
4 Lutte de Classe Nº 17 - Enero/Febrero 1996
5 Idem.
6 "Un Programa de Acción para Francia" - León Trotsky - Junio de 1934
7 Lutte de Classe Nº 17 - Enero/Febrero 1996
8 Rouge, 25/01/96
9 Informations Ouvrières Nº 209, 6 al 12 de diciembre de 1995
10 Rouge, 21/12/95
11 Es interesante echar un vistazo a la psicología de estos militantes trotskistas-cuadros sindicales: " El funcionario de SUD, Philippe Crottet, a cargo del sindicato de trabajadores de Correos de París, comenzó como todos los militantes de izquierda lo hicieron: uno no puede asegurar si los líderes sindicales traicionarán o no, la presión de la base es muy fuerte, etc. Pero Crottet estaba más interesado en contar - con cierto grado de honestidad - su propia evolución política y la de una capa social entera. Se unió a la LCR en 1973 y fue miembro hasta 1988, cuando se transformó en un dirigente full-time de SUD. Tuvo que hacer una elección entonces, dijo, entre trabajar para el sindicato o para un partido revolucionario. Mira, siguió diciendo, uno tiene que tener una vida, una familia. Su madre le dijo: querido muchacho, te estás haciendo viejo". The International Workers Bulletin (28/03/96). Lamentablemente, subordinándose a los sindicatos reformistas, las direcciones de estas organizaciones empujan a esta perspectiva a los miles de militantes del trotskismo que no se han quebrado, que siguen luchando honestamente por la construcción de un partido revolucionario.
12 "Monatte cruza el Rubicón" - León Trotsky, diciembre de 1930.
13 ¿ Adonde va Francia ?" - León Trotsky - Obras de León Trotsky - Tomo 22 - Juan Pablo Editor
14 "La Agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional" - Programa de Transición adoptado en 1938 por la Cuarta Internacional - León Trotsky
15 Lutte de Classe Nº 17 - Enero/Febrero 1996
16 Idem.
17 Informations Ouvrières Nº 221 - 6 al 12 de Marzo 1996