FT-CI

Internacional

Crecientes luchas obreras en diversos países

12/05/2008

En el marco de la agudización de la crisis económica internacional y las crecientes tensiones que recorren el sistema mundial, se viene desarollando un aumento de la actividad y las luchas de la clase obrera que no solo abarca a América Latina (vanguardia de la lucha de los trabajadores a comienzos del siglo XXI), sino que se extiende a otros continentes.

Este proceso está motorizado por los siguientes factores:

A) Recuperación de lo perdido después de años de moderación salarial, aprovechando los menores índices de desocupación al finalizar el reciente ciclo de la economía mundial que está llegando, aunque desigualmente, a su fin;

B) La creciente inflación y sobre todo la disparada de la carestía, por el aumento de la canasta básica de alimentos, que está llevando a luchas salariales en varios países centrales, puede aguijonear un ascenso u “auge” obrero en los países semicoloniales y/o dependientes que aún gozan de un fuerte crecimiento económico y revueltas del hambre en los países semicoloniales más pobres, como las que han sacudido recientemente una treintena de países;

C) Un salto en la deslegitimación del capitalismo como corolario de la socialización de las pérdidas del capital financiero internacional sobre los hombros de la clase trabajadora, mientras ésta no ha gozado de los beneficios de la pasada bonanza económica. A la vez, un creciente desprestigio y pérdida de autoridad “moral” de los popes del empresariado y los mánagers de las empresas, por escandalosos casos de corrupción en algunos casos y sus exorbitantes ingresos independientemente de si los negocios marchan bien o mal, lo que contrasta con la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados.

El conjunto de estos factores está generando reacciones en las autoridades políticas y monetarias de algunos de los principales países capitalistas, como es el caso del Banco Central Europeo (BCE) que teme una escalada de los salarios. Pero sobre todo, está preocupando a los sectores más lucidos de la burguesía mundial que temen que se estén resquebrajando las bases político-sociales de la llamada “globalización”.

El temor a una “inflación de segunda vuelta” en Europa Occidental

Los gritos alarmistas de los periódicos burgueses del viejo continente por el salto inflacionario que afecta a las economías de la Unión Europea (UE) no es más que una excusa para frenar lo que realmente preocupa a los banqueros ultraortodoxos del BCE: la llamada “inflación de segunda vuelta”, esto es un alza generalizada de salarios a fin de alcanzar el alza de los precios. Como lo expesó con total claridad el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, a fines de marzo ante el Parlamento europeo, “...para preservar la estabilidad de los precios a mediano término y el poder adquisitivo de todos los ciudadanos de la zona euro, hay que evitar absolutamente ‘los esquemas según los cuales los salarios nominales sean indexados según el incrmento de los precios de los bienes de consumo’” (Le Monde, 8/4/08).

Es que la burguesía no quiere que el alza de las materias primas, los alimentos, y el petróleo en particular, motoricen el menor atisbo de lucha por aumento de salarios, la gran conquista de la burguesía europea y norteamericana que permitió la recuperación de las ganancias de todos estos años comparado con su caída en la década del ‘70. Esta es la verdadera razón de su rigor con respecto a las tasas de interés frente a un panorama cada vez más desolador de la crisis económica mundial, que tiene su epicentro en la crisis financiera y recesión norteamericana, cuyos efectos no solo amenazan afectar al sector financiero europeo, como ya lo ha hecho, sino fundamentalmente a la misma tasa de crecimiento de la UE. De ahí que los ministros de finanzas de la UE hayan puesto el grito en el cielo frente a los recientes aumentos de salarios de los trabajadores estatales y los conductores ferroviarios en Alemania, pequeñas concesiones que buscan desviar la mayor oleada huelguista en la principal economía europea de las últimas décadas (Ver “Alemania: Histórica lucha de los ferroviarios” y “Luchas obreras en Alemania: Un incendio de rápida propagación”).

Estos incrementos de las remuneraciones han quebrado la tendencia de las anteriores rondas salariales, marcando el comienzo del fin del periodo de moderación salarial de los recientes años, donde los trabajadores aceptaban la reducción nominal de sus salarios a fin de mantener sus empleos y que está en la base de la recuperación del capitalismo y de las corporaciones alemanas en el reciente ciclo de crecimiento de la economía mundial. No obstante, los incrementos salariales están muy lejos de las demandas de los trabajadores así como de las pérdidas acumuladas del poder adquisitivo en todos estos años. Los trabajadores estatales lograron un 8% en dos años, lo cual está lejos de ser exorbitante como señalan las autoridades del BCE, ya que si la inflación no retrocede -cosa poco probable en el contexto mundial de alza-, se habrá comido dos tercios del aumento conseguido, a pesar de trabajar 39 hs contra las 38,5 de antes. Algo similar consiguieron los trabajadores químicos, una de las ramas industriales más importantes de Alemania.

Este rigor salarial llevó a una “Euromanifestación” de 30.000 personas convocada por la ultrareformista Confederación Europea de Sindicatos (CES) el pasado 5 de abril en Ljubljana, capital de Eslovenia -país que actualmente ostenta la Presidencia rotatoria de la UE-, en demanda de mejores salarios. La bandera de la cabecera reclamaba: “Los trabajadores europeos exigen un aumento de salario”. El presidente del CES, John Monks, dijo: “Nosotros no podemos aceptar lecciones de moral, según la cual los trabajadores deberían permanecer moderados”, recordando que el número de trabajadores pobres se acerca en Europa a los 19 millones.

En Francia, han sido los trabajadores públicos y los estudiantes los que protagonizaron el primer test de fuerza contra Sarkozy que terminó en un retroceso parcial de los trabajadores (Ver “Francia: Necesitamos otra perspectiva para ganar” http://www.ft-ci.org/article.php3?id_article=1068 y “La ‘brasa social’ aún sigue ardiendo” http://www.ft-ci.org/article.php3?id_article=1077). Ahora se anuncia un mayo caliente con la renovada lucha de los liceístas (ya han realizado siete marchas en París y varias en el resto de Francia) y todos los sindicatos docentes.
Estos últimos van a converger en una acción común el 15/5, a lo que se suma la marcha en contra del nuevo aumento de la edad jubilatoria convocada para el 22/5, la punta de lanza tal vez de un nuevo test de fuerza contra el gobierno, ahora muy debilitado a diferencia de las luchas del otoño pasado, pero que no duda en lanzar un nuevo plan de austeridad al calor del deterioro de las finanzas públicas como respuesta a la desaceleración de la economía.

En paralelo a estos conflictos y como consecuencia del deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores, se viene sucediendo toda una serie de conflictos por aumento de salarios en el sector privado. Este es el reclamo en decenas de empresas de variadas ramas de producción que en las últimas semanas han conocido varias jornadas de huelga: Coca Cola; la Fnac -primer distribuidor europeo de productos de ocio cultural; la sociedad informática más importante del país, Cap Gemini; la multinacional de tecnología de las telecomunicaciones Alcatel-Lucent; los empleados bancarios de Crédit du Nord, filial de Société Générale y de LCL, filial de Crédit Agricole o las grandes tiendas o supermercados como Tati, Carrefour o Monoprix. La conciencia de los trabajadores sobre las ganancias de las empresas, así como el aumento de las remuneraciones de los altos ejecutivos abona el reclamo. “Una medida que puede permitirse la patronal, plantea el responsable sindical: Estamos en una empresa que hace dinero: 144 millones de euros de beneficio. En el balance social, nosotros hemos descubierto que los diez más importantes ejecutivos de Coca han acumulado un aumento medio de 16.900 euros” (página web del semanario francés Marianne, 7/4/08). Lo mismo que los técnicos informáticos denuncian los sindicatos de Crédit du Nord, diciendo que esta firma “es uno de los bancos más rentables de Francia, con un balance neto de 370 millones de euros en 2007, una mejora de 36 millones con respecto a 2006. Para ellos es ridículo que propongan una medida general de aumento de salarios de 400 euros al año para todos los asalariados, cuadros o técnicos del banco, es decir 30,76 euros en bruto por mes repartida en trece meses... solamente a partir del 1 de abril de 2008” (ídem).

En Cap Gemini, empresa de más de 21.000 asalariados en todo el país, un grupo de programadores y desarrolladores de muchos años de servicio en la empresa, realizaron el 28/3 media jornada de huelga a fin de recuperar cinco años consecutivos de pérdidas en su poder adquisitivo. "’Los accionistas van a recibir un dividendo en alza de 43%. Nuestro mánager se aumenta el sueldo 10% al año, y nosotros, nada. Después de 2001, la participación, es la odisea del espacio. Ni un centavo...’, se amotina Michel, de treinta años en la empresa" (ídem, 19/4/08).

Que se realice este movimiento en el sector de servicios informáticos, un sector conocido por su baja capacidad de movilización, es una muestra del clima social que reina y que explica la más baja popularidad de un presidente de la República a un año de haber asumido desde el comienzo del Régimen de la V República. También han sido inéditas las dos jornadas de huelga que afectaron a las grandes tiendas y cadenas de supermercados. Todo esto es una muestra de las crecientes tensiones salariales que afectan a la UE, como ya vimos primero en Alemania y ahora en Francia, los dos principales países de la UE. Esta realidad no escapa a la prensa burguesa: “En el seno de la Unión Europea, las tensiones salariales son evidentes en numerosos países: en Alemania en particular, donde los sindicatos recién obtuvieron un 5% de aumento en la función pública y un 5,2% en la siderurgia. Para no hablar de los conductores de tren que arrancaron un 11% luego de una huelga histórica. Los trabajadores franceses, decididos a movilizarse por su poder adquisitivo y que obtuvieron el retorno de aumentos generales en ciertas empresas como L’Oréal, Axa y Renault, no están por lo tanto aislados” (Le Monde, 8/4/08). Lo más sorprendente en el caso de Francia, es la entrada en huelga de los sectores más explotados y oprimidos de la clase obrera, esto es centenares de sans papiers que, organizados por la CGT, ocupan varios lugares de trabajo desde depósitos, restaurantes y otros comercios por su regularización y han puesto al gobierno en una situación difícil frente a su política reaccionaria y racista de expulsión de los inmigrantes “ilegales”. Campaña que a su vez despertó expectativas en otros cientos de sans papiers que trabajan en negro o en el servicio doméstico, que también reclaman la regularización y fueron dejados de lado por la burocracia cegetista, que solo se ocupa de los que tienen contrato de trabajo y que ya llevan ocupando durante ya más de cinco días la Bourse du travail junto a decenas de personas solidarias. Aunque todavía es muy prematuro afirmarlo, todas estas luchas podrían unirse en una sola.

En Inglaterra, el país más atrasado de la lucha de clases de Europa, de repente el salario se transformó en un eje clave para muchos trabajadores que soportan el embate de la escasez y encarecimiento del crédito y están furiosos por la suba de las cuentas, la caída de los salarios y los ataques contra los servicios públicos. La decisión del primer ministro Gordon Brown, de imponer un límite de revalorarizacion de los salarios públicos inferior a la inflación, ha desatado la bronca de los docentes, que el 24 de abril realizaron una huelga histórica, pues es el primer movimiento de tal amplitud en los últimos veinte años. Más de un tercio de las escuelas se vieron afectadas, abarcando unos 200.000 docentes en huelga, entre otros trabajadores públicos (Ver “Jornada nacional de lucha”). Sobre este movimiento el diario Liberation de Francia comentaba: “Del otro lado de la Mancha, los docentes descienden raramente a las calles. Pero demasiado, es demasiado. ‘Los trabajadores públicos vienen enfrentando un ataque sin precedentes del gobierno en el curso de los últimos cinco años’, afirma Mark Serwotka, responsable sindical. ‘100.000 despidos, un gran número de privatizaciones de los servicios públicos...’” (Liberation, 24/4/08).

Por su parte, una ola de conflictos de las enfermeras viene afectando a los países Bálticos. Ya a fines del año pasado en Finlandia, el intento del gobierno de derecha de imponer que la negociación salarial sea más flexible mediante la negociación individual de los sindicatos con los patrones, opuesto al sistema tradicional de negociación colectiva, llevó al peor periodo de levantamiento de trabajadores en generaciones. El punto más alto fue la amenaza de miles de enfermeras de renunciar en masa si el gobierno no accedía a su demanda salarial, 25% de aumento para los próximos años, considerada totalmente disparatada por las autoridades estatales que solo estaban dispuestos a ofrecer 12,7%. Las enfermeras habían decidido autodespedirse porque para ellas la huelga con los servicios mínimos prácticamente significa trabajar con normalidad y el gobierno, además, elaboraba a toda prisa una ley para que lo que iban a hacer se convirtiera en ilegal (y no llegó a la constitución finlandesa porque no lo aprobó la cámara entera). Finalmente, el 18/11/07 (un día antes de que se hiciera efectivo el autodespido masivo) se llegó a un acuerdo por unanimidad que contempla una suba del 22% al 28% en los próximos cuatro años, así como un pago extra en navidad de 270 euros, obteniendo de esta forma lo que pedían. Desde el 16 de abril, cerca de 100.000 empleados públicos de la salud de toda Dinamarca realizaron una huelga indefinida en reclamo de subas salariales por encima de lo que proponían sus empleadores en el próximo convenio laboral. La huelga afecta a enfermeras, fisioterapeutas, analistas de laboratorio, personal de ayuda domiciliaria y ayudantes de pedagogos, afiliados a los sindicatos FOA y a la Confederación de la Salud. Esta es la huelga más importante en Dinamarca desde 1998, cuando medio millón de trabajadores del sector privado industrial, comercial y de transportes estuvieron once días en huelga, hasta que el Gobierno intervino mediante un arbitraje forzoso. Siguiendo su ejemplo, sus colegas en Suecia han entrado también en huelga, con la suspensión de cientos de operaciones y cierres de puestos de emergencia. La huelga por aumento salarial ha despertado enormes simpatías en la población. Como dice un periódico de ese país: “Junto a los docentes y los trabajadores sociales, las/os enfermeras/os forman parte de un proletariado con bajos salarios que engloba a cientos de miles de empleados en los grupos profesionales del sector público de fuerza laboral predominantemente femenina. Hay muy pocos otros sectores del mercado laboral en los cuales el problema de las estructuras salariales bajas suecas sea tan marcado” (Sydsvenska Dagbladet, 22/4/08).

En la otra costa del Mar Báltico, los docentes lituanos han estado más de tres semanas en huelga por un aumento de 50% de su salario frente a la inflación galopante, un síntoma de la crisis económica que puede golpear a estos países de la ex esfera “comunista” que se beneficiaron ampliamente del boom inmobiliario y crediticio de los pasados años y que ahora se encuentran posiblemente al borde de una gran crisis frente a una eminente fuga de capitales, potencialmente como la Argentina en 2001.

La huelga de Dacia y el despertar de los trabajadores de las multinacionales en Europa del Este

Después de 19 días de huelga, los obreros de Dacia, la filial rumana de Renault, han decidido el pasado 11/4 de volver al trabajo. Los 14.000 empleados de la compañía exigían un aumento del 65% en sus sueldos, para incrementarlos de los actuales 300 a 450 euros mensuales. El acuerdo alcanzado contempla un aumento de 83 euros, retroactivo desde el 1 de enero. Además, la compañía hará efectivo otro aumento de 17 euros al mes a partir de septiembre. Empresa y trabajadores acordaron también que cada empleado recibirá una paga de beneficios equivalente al salario anual bruto y que en ningún caso será inferior a 248 euros. Las condiciones en esta fábrica son típicas de aquellas compañías europeas que se han trasladado a Europa del Este, obteniendo ganancias espectaculares a costa de la fuerza de trabajo. Mientras las operaciones de Renault en Francia fueron ampliamente modernizadas implementando procesos menos personal-intensivos, la compañía rumana aún descansa en sus viejos métodos de producción, esto es sin automatización y el uso de robots, dependiendo en su lugar de la mano de obra humana. El manager de Dacia, Christian Esteve, recientemente elogió la fuerza de trabajo barata de este país: “Rumania es hoy el país más competitivo con respecto a los costos de las manufacturas, aun si nosotros usamos líneas de montaje en vez de robots”. Es así que en 2007, Dacia obtuvo ganancias por 150 millones de euros. A su vez, continúa sus planes de expansión. En 2006, la compañía producía 121.000 vehículos, 215.000 unidades en 2007 y en este año se espera un total de 300.000. Junto con la fuerte demanda de autos Dacia en Europa del Este, sus ventas vienen creciendo también en Europa Occidental. El éxito de sus coches baratos en Alemania y otros países de Europa se debe en particular a la caída de los ingresos de altos porcentajes de la población. El éxito de Dacia, sin lugar a dudas, ha jugado un rol en la decisión del fabricante de teléfonos móviles Nokia de trasladar su producción de su fábrica alemana en Bochum a Rumania, que tanta conmoción política y social generara en el principal país de Europa.

El corresponsal del diario francés Le Monde enviado a la fábrica de Pitesi, a una centena de kilómetros de la capital rumana, Bucarest, comenta las frustraciones y broncas de los obreros: “Con la caída del comunismo, yo pensaba que nosotros alcanzaríamos vuestro nivel. Después de la entrada en la UE yo lo creí un poco más. Pero aún estamos muy lejos”, dicen un instalador mecánico. Otro, con doce años en la empresa y que ha tomado conocimiento de lo que gana un obrero francés de Renault, dice: “Yo me quede con la boca abierta. En Europa, no deberíamos ganar una remuneración diferente por el mismo trabajo”. En este clima no sorprende que en la entrada a la ciudad esté pegada una bandera con la siguiente inscripción: “Rumania, levántate! Nosotros no queremos ser los esclavos de la Unión Europea” (Le Monde, 13-14/4/08). A su vez, un editorialista del mismo diario francés subraya en forma un poco graciosa las raíces de la mayor fortaleza y confianza obreras: “¿Serán los trabajadores rumanos de Dacia unos comunistas incorregibles? Ellos aparentan, en todo caso, no haber entendido nada acerca del capitalismo. Querer salarios elevados cuando se fabrica un auto para pobres, no es muy razonable. Sin embargo ellos no ignoran nada de la nueva dictadura del proletariado. Mientras que el Logan se vende como pan y garantiza lo esencial del fin del mes de Renault, casa matriz de Dacia, se sienten manifiestamente en posición de fuerza para reivindicar un aumento de salario de un 70%” (Le Monde, 8/4/08).

La huelga fue seguida con preocupación por los periódicos burgueses y centros patronales en toda Europa. Los economistas expresan su ansiedad de que las disputas laborales pueden detener a los inversores. A fin de marzo, el diario alemán Süddeutsche Zeitung publicó un artículo titulado: “Los europeos del este ponen el grito en el cielo” y decía que “...esta huelga ilimitada de miles de trabajadores, da cuenta de un despertar en el país de bajos salarios post comunista de Rumania... donde hasta ahora la gente ha trabajado para una multinacional como confeccionador de ropa por 100 euros y como trabajador automotriz por 300 euros sin decir ni pio”. El Financial Times (FT) a su vez resume bien las preocupaciones de los círculos de negocios sobre la huelga de Dacia. El periódico dice que Dacia no será la única fábrica -y ciertamente, no la última- que será forzada a pagar salarios más altos debido a acciones de los que el FT llama “sindicatos militantes”. De acuerdo al diario, los salarios están subiendo demasiado rápido. En el curso de la extensión al sur de la UE, llevó veinte años a España, Grecia y Portugal alcanzar los niveles salariales occidentales; pero en el caso de Europa del Este, el mismo proceso podría posiblemente llevar solo diez. El FT concluye: “Los empleadores probablemente van a tener que mirar más lejos para soluciones de largo plazo a sus costos” (FT, 7/4/08). Las compañías multinacionales están observando el creciente aumento de disputas laborales en Europa del Este y Central. Este año en la misma Rumania, los docentes y demás personal del sistema educativo, los trabajadores del transporte y de la electricidad han realizado huelgas. El mismo proceso, puede observarse en otros países de la región como es el caso de los docentes en Bulgaria, los ferroviarios en Hungría y fundamentalmente en el país más importante de esta región: Polonia.

Polonia: los conflictos obreros más importantes desde la restauración capitalista

“‘Huelga’, desde 2007, esta palabra se ha instalado en la primera página de los diarios polacos”. Así describe la oleada de huelgas que se viene desarrollando en Polonia un artículo de Le Monde Diplomatique de marzo. El punto de inflexión que marcó el inicio de este proceso fue la huelga de las enfermeras de Varsovia a mediados del año pasado (Ver “Síntomas de recuperación de la clase trabajadora polaca”). Esta lucha salarial ofensiva expresó una gran combatividad y despertó la solidaridad de trabajadores de otros gremios, como los mineros del sindicato “Agosto de 80”, quienes aseguraban la defensa de la “ciudad blanca” (concentración de más de 3.000 enfermeras en huelga que se instalaron en carpas en el centro de la capital frente a las oficinas del Primer Ministro), en contra de eventuales acciones de las fuerzas represivas. Según analistas como el sociólogo Jaroslaw Urbanski, “...varios factores actúan en el sentido de una generalización de las reivindicaciones salariales. De una parte, el mercado de trabajo sufre una mejora; el desempleo sigue bajando. De otra, los trabajadores, que vivieron varios años de estancamiento de sus remuneraciones, son conscientes de que el crecimiento puede interrumpirse y de que el desempleo puede volver a crecer. Quieren, por lo tanto, aprovechar la situación antes de que sea tarde” (ídem). La baja del desempleo se explica a la vez por la emigración masiva y por un aumento de inversiones generado por el flujo de subvenciones de la UE. Así, los trabajadores polacos se ven en mejores condiciones para negociar sus salarios con la patronal y el gobierno, lo que en el marco de la subida vertiginosa del costo de vida, explica el fenómeno de luchas por salario.

Lo que es interesante destacar de este nuevo fenómeno huelguístico es que por un lado ha sido uno de los elementos centrales del desgaste del gobierno populista de derecha de los hermanos Kaczynski, en especial el conflicto con las enfermeras, que ha permitido el triunfo del candidato liberal Donald Tusk en las pasadas elecciones legislativas. Pero esto lejos de frenar el fenómeno, no logra siquiera contenerlo: como Primer Ministro, Tusk llama a cien días de estado de gracia... a lo que los trabajadores responden con una extensión de las luchas que constituyen la más grande oleada de huelgas que ha conocido el país en décadas. Así, a la huelga de las enfermeras la sucedió una serie de otros conflictos protagonizados por trabajadores estatales. Poco después de la huelga de aquellas, los empleados del transporte público de la ciudad de Kielce, en el centro de Polonia, paralizan la ciudad contra la tentativa del grupo francés Veolia de adquirir su empresa. El fracaso de este gigante mundial del medio ambiente, terminó en la transformación de la empresa de transporte en una empresa en la que los obreros son los accionistas. En enero, doce mil docentes marcharon sobre el centro de Varsovia reivindicando un 50% de aumento salarial y la retirada de los planes del gobierno de mercantilización de la educación. A fines del mismo mes, los trabajadores de la aduana bloquearon la frontera oriental de Polonia por mejores salarios.

Pero también los trabajadores del sector privado han salido a luchar por aumento salarial, “lo atestiguan la huelga de hambre de los choferes de buses en Bydgoszeszcz, la huelga con ocupación de la usina de azúcar de Lublin, la movilización de los trabajadores de la GM Opel en Gliwice o aun la huelga en supermercado Tesco en Tychy” (ídem). Pero lo más importante es la huelga de 46 días de los mineros de Budrick en Ornontowice. Los trabajadores exigían la equiparación de su salario con la de sus colegas de los otros sitios de la Sociedad Minera de Jastrzebie (JSW, según su sigla en polaco) a la que habían sido integrados. Esta huelga comenzó a fines del año pasado y se tuvo que enfrentar a una patronal que sistemáticamente no cumplía los acuerdos, a una enorme campaña mediática orquestada por el gobierno, con el boicot de las grandes centrales sindicales que organizaban a sectores de “carneros” para romper la huelga. Ante todos esos obstáculos, los mineros se mantuvieron firmes hasta la obtención de sus reivindicaciones y demostraron una enorme inteligencia política.

Como relata un artículo de Imprecor de enero/febrero de 2008, los más de 500 huelguistas “...pasaron las fiestas de fin de año ocupando la mina, pero los regalos que les ofrecieron para Navidad sus simpatizantes fueron inmediatamente donados a los niños de un orfelinato. Lanzaron un llamado a la solidaridad de los trabajadores de todo el mundo cuando la dirección retuvo sus salarios y la solidaridad funcionó! Se hicieron cargo de la recuperación de una máquina que corría el riesgo de ser aplastada en el fondo de la mina, demostrando que podían prescindir de la dirección. Y cuando el mánager bajó al fondo de la mina acompañado de un procurador para ‘constatar que los huelguistas habían sido retenidos por terroristas’, el procurador huyó corriendo, mientras que el manager se vio ante la oferta de una ’vivienda por tiempo indeterminado’ a 700 m. bajo tierra. Firmó entonces un primer acuerdo, que rompió al día siguiente...”. Las mujeres de los mineros participaron activamente de la lucha, dirigiéndose a Varsovia para verse con el Primer Ministro, y tras su negativa a recibirlas, ocuparon la sede del Parlamento. Esta acción, suscita una campaña de solidaridad cuya amplitud es inédita desde 1989. La huelga se llevó adelante a través de la sección local del sindicato “Agosto de 80” y en gran medida en contra de las grandes centrales sindicales, que trataban de organizar a sectores de rompe-huelgas. Pero la lucha de los mineros ya había despertado una gran solidaridad. El 69% de los polacos se declaraban a favor de los huelguistas, figuras internacionales como el cineasta Ken Loach y el dramaturgo Dario Fo manifestaron su apoyo.

Así, al final de la huelga -que obtuvo un aumento de las tasas horarias en 1,38 euros, un aumento general de los salarios de un 10%, 608,50 euros de compensación relativa al año pasado, la apertura de negociaciones sobre la unificación de los salarios en todas las minas JSW, además de la obtención de dos primas salariales-, los trabajadores no huelguistas cotizaron 5.600 euros para compensar los salarios perdidos por los huelguistas. “El éxito de la huelga convenció a los vacilantes. Y los sindicatos anti-huelga vieron sus tropas muy reducidas: sus tarjetas sindicales, rotas, llenaron los basureros” (ídem). Ante ese fenómeno, un dirigente regional del sindicato burocrático Solidarnosc propone “...que el Estado limite la acción de las pequeñas formaciones sindicales, a menudo más radicales” (Le Monde Diplomatique, marzo de 2008). Estos elementos muestran una importante recomposición de la clase trabajadora polaca, uno de los sectores más combativos del proletariado del Este durante el dominio stalinista, luego de su derrota por el golpe del general Jaruzelski tras revolución de comienzos de los ‘80 y el avance de la restauración capitalista. Este proceso que combina luchas ofensivas con apoyo popular y una reorganización sindical en ruptura con las grandes centrales conciliadoras, será seguramente alentado por esta victoria. Como dice la nota citada de Le Monde Diplomatique, “tras años de regresión conservadora, esta ola de huelgas prueba que el movimiento social -y en particular sus sectores más radicales- representa un potencial de resistencia en un momento en que la social-democracia post-comunista se encuentra descreditada”.

La propagación de las huelgas espontáneas en Rusia

El año 2007 y lo que va de 2008 marcaron decididamente el despertar de la clase obrera rusa, después de la debacle que implicó la restauración capitalista y años de atomización por la burocracia stalinista y más recientemente la derrota que significó el ascenso de Putin para el salto en la resistencia que había abierto la respuesta al default de 1998. Esta ya se venía produciendo, aunque partiendo desde muy atrás, en los sectores más pauperizados como los jubilados, inválidos, estudiantes que se ven sin futuro, residentes en hogares para trabajadores, marginados de las regiones en crisis, desde 2005, pero en estos dos últimos años con el auge económico, son los trabajadores de las principales firmas los que toman la posta.

La proliferación de protestas de los trabajadores empieza a ser tomada en serio por las corporaciones empresariales. Destaca entre ellas la huelga de la fábrica Ford situada en Vsevolozhsk, cerca de San Petersburgo. Esta huelga marca un punto de inflexión: se trató de la primera huelga indefinida desde la toma de posesión de Vladimir Putin en 2000. Luego de un mes de huelga durante el cual la respuesta de la dirección empresaria fue brutal, basándose en el draconiano Código Laboral ruso aprobado por Putin, finalmente los directivos de la compañía aceptaron subir los salarios a sus trabajadores un 16 o un 21%, en función del nivel de cualificación de cada uno, con lo cual el sueldo mensual promedio alcanzó los 25.586 rublos (unos 1.044 dólares o 710 euros). Pero como bien explica el sociólogo marxista ruso, Boris Kagarlitsky, este código laboral se está transformando más bien en un generador de las huelgas salvajes, que en un arma eficaz de la naciente burguesía rusa y de las multinacionales instaladas en el país para pararlas en seco: “El movimiento obrero ha estado en muchos titulares últimamente. Los trabajadores en compañías multinacionales fueron los primeros en salir a la huelga por salarios más altos, pero ahora el conflicto se ha extendido a las firmas rusas también. Por ejemplo, a mediados de marzo, los trabajadores de la planta automotriz KamAZ -la ex abanderada de la industria soviética- abandonaron sus trabajos y a finales del mismo mes, los mineros de plantas de bauxita en los Urales también habían salido a la huelga.

En todos estos conflictos, los directores de las compañías han justificado sus conductas extremadamente agresivas acusando a los trabajadores de violar los Códigos Laborales mientras que al mismo tiempo les negaban a los trabajadores en huelga el derecho a llevar adelante negociaciones a través de sus representantes sindicales electos. La razón es que los directivos se niegan a reconocer la legitimidad de los sindicatos formados por los trabajadores. En su lugar, sólo le otorgan estatus oficial a los sindicatos puramente simbólicos, que son los restos de la era soviética que operaban bajo la organización que aglutinaba a varios grupos bajo el nombre de Federación de Sindicatos de Trabajadores Independientes [FILU por sus siglas en inglés]. En la mayoría de las empresas, la seccional regional del FILU, funciona como un departamento de asuntos sociales manejados por el director general. Aunque puede que FILU cumpla a algún propósito útil, no es bajo ningún punto de vista un sindicato obrero. Para llenar este vacío, es frecuente que un puñado de trabajadores de una compañía forme nuevos sindicatos por su cuenta. En la mayoría de los casos, los directivos inmediatamente toman medidas enérgicas contra esos sindicatos. El director cita a los trabajadores que ‘cometen infracción’ uno por uno y les exige que se desafilien del nuevo sindicato. Si se niegan, el patrón transfiere a los activistas a un puesto de menor salario o los despide. Mientras tanto, el sindicato oficial está del lado de los directores y dueños de la compañía. Lo que es más, los directores con frecuencia pueden encontrar justificaciones formales para sus acciones antisindicales en el Código Laboral. Sin embargo, en vez de darle a los directivos una posición de ventaja, estas tácticas con uso de fuerza contra los sindicatos, con frecuencia, llevan a huelgas espontáneas que pueden irse fuera de control. Un ejemplo de esto ha ocurrido a fines de marzo en una mina con el increíble nombre ‘Caperucita Roja’, en Severouralsk, al norte de Yekaterinburg.

En ese momento el Sindicato Independiente de Mineros [IMU] ya existía desde hacía algunos años. Pero el IMU puede ser considerado un sindicato obrero formado por trabajadores sólo en un sentido limitado. La organización tiene una larga historia que se remonta a la época de las huelgas generalizadas de mineros de 1989. En ese momento, los directivos de la mina se negaron a reconocer la reciente IMU formada por los trabajadores y prefirió conducir las negociaciones con la oficial FILU -lo que equivale a decir que la empresa estaba negociando consigo misma. El resultado fue una acumulación a lo largo de los años de temas irresueltos, culminando en una huelga espontánea que se extendió a varias minas vecinas. RusAL, dueño de la compañía, cerró las cinco minas que tenía en la región de Severouralsk como medida preventiva. Los directivos alegaron que la medida iba a ‘proteger las vidas y la salud del resto de los trabajadores que no estaban participando en la situación actual’. Pero nunca explicaron cómo la pérdida de trabajos y sueldos iba a protegerlos. Sólo luego de que habían empezado una serie de huelgas espontáneas, la administración de la compañía tomó de repente interés en IMU, pero para entonces ya era muy tarde. IMU podría haber levantado la huelga sólo si se le hubiera dado más temprano el poder de representar a los sindicatos” (The Moscow Times, 3/4/08).

Medio Oriente: Ascenso obrero en Egipto y la emergencia de los trabajadores inmigrantes de los países del Golfo

El proceso más inesperado que se ha desarrollado en Medio Oriente en los últimos años es el sorprendente ascenso de la más fuerte clase obrera en la región, junto con la iraní: la clase obrera de Egipto, país nodal en la zona. Esto salió a luz recientemente con la huelga general convocada por los trabajadores contra el alza del pan, del costo de vida y por aumentos de salarios frente a la llamada “crisis del pan”, es decir la espectacular alza del precio que registró este componente básico de la dieta de la mayoría de la población. Esta acción llevó a fuertes enfrentamientos con las fuerzas de represión del régimen corrupto y autoritario de Mubarak (Ver “Luchas obreras golpean al gobierno de Mubarak”). Pero como explicamos en esa nota el proceso viene de antes. Su punto clave fue la exitosa huelga de fines de 2006 de enorme fábrica textil de Ghazl al-Mahala.

Ilustremos, en boca de algunos de sus dirigentes y protagonistas, cómo fue esta extraordinaria acción obrera: “Los 24 mil trabajadores del polígono industrial de hilandería y tejidos Mahalla al-Kibra’s Misr Spinning and Weaving Complex se pusieron contentísimos cuando el 3 de marzo de 2006 escucharon la noticia de que el primer ministro Ahmand Nazif había anunciado un decreto por el cual se aumentaba la bonificación anual de los trabajadores industriales del sector público pasando de 100 libras egipcias de suma fija (17 dólares) a una suma equivalente al salario de dos meses. La última ocasión en la que se había otorgado un aumento de la bonificación había sido en 1984, cuando aumentó de 75 a 100 libras egipcias. ‘Leímos el decreto, y empezados a divulgarlo dentro de la fábrica’ dijo Attar. ‘Irónicamente, incluso los dirigentes sindicales oficialistas también estaban difundiendo la noticia como si hubiese sido un triunfo de ellos.’

Y continuó: ‘Llegó diciembre (mes en el cual se pagan las bonificaciones anuales) y todo el mundo estaba muy ansioso. Descubrimos que nos estafaron. Sólo nos ofrecían las mismas 100 libras de antes. En realidad, 89 libras, para ser más precisos, ya que nos descuentan impuestos. Se sentía un espíritu de lucha en el aire. En los dos días siguientes, grupos de trabajadores se negaron a aceptar sus salarios en señal de protesta. Luego, el 7 de diciembre, miles de trabajadores del turno de la mañana empezaron a reunirse en la plaza Mahalla’s Tal‘at Harb, enfrente a la entrada de la fábrica de tejidos. El ritmo de trabajo en la fábrica ya estaba aminorando, pero la producción en la planta se paró totalmente cuando unas 3.000 obreras de indumentaria dejaron sus puestos de trabajo y marcharon hacia las secciones de hilado y tejido, donde sus compañeros hombres aún no habían parado las máquinas. Las obreras irrumpieron cantando: ‘¿Dónde están los hombres? ¡Aquí están las mujeres!’. Avergonzados, los hombres se sumaron a la huelga.

Unos 10 mil trabajadores se reunieron en la plaza gritando ‘¡Dos meses! ¡Dos meses!’ con el fin de reivindicar su demanda de la bonificación prometida. Policías antidisturbios ataviados de negro se desplazaron rápidamente rodeando la fábrica y llenaron toda la ciudad, pero no actuaron para acallar la protesta. ‘Estaban asombrados al ver todos los que éramos’ cuenta Attad. Antes de las oraciones del amanecer, la policía antidisturbios se dirigió a toda prisa a la entrada de la planta. Setenta trabajadores, incluyendo Attar y Habib, estaban durmiendo adentro de la planta, se habían encerrado ellos mismos... la policía cortó el suministro de agua y energía de la fábrica. Funcionarios del gobierno salieron disparados a la estación de trenes para decirles a los trabajadores que viven fuera de la ciudad que la fábrica había cerrado debido a un desperfecto eléctrico.

La treta fracasó. ‘Se agruparon más de 20 mil trabajadores’, cuenta Attar. ‘Hicimos un acto masivo y una parodia de funeral de nuestros jefes. Las mujeres nos trajeron comida y cigarrillos y se sumaron al cortejo. La seguridad no se atrevió a intervenir. Los alumnos de las escuelas primarias y los estudiantes secundarios de la zona tomaron las calles en apoyo a los huelguistas.’ Al cuarto día de la ocupación de la planta, funcionarios del gobierno llenos de pánico nos ofrecieron un bono de 45 días y nos garantizaron que la compañía no iba a ser privatizada. Se suspendió la huelga y la federación sindical controlada por el gobierno fue totalmente humillada por el éxito de la acción no autorizada de los trabajadores de la planta Misr Spinning and Weaving” (Middle East Report, 25/3/07).

Este triunfo obrero constituyó un punto de inflexión en el despertar de la combatividad, la organización y las luchas de la clase obrera egipcia. Veamos más profundamente por qué. Dos periodistas del Centro de estudios socialistas de El Cairo, capital de Egipto, lo sintetizan brillantemente: “La huelga de tres días de los trabajadores de Mahalla en diciembre de 2006, puede ser vista como un momento crucial de gran importancia en la historia del movimiento de trabajadores egipcio. Se puede hablar de un periodo ’anterior’ y ’posterior’ a la huelga de Mahalla. Esto no es debido a la magnitud de la huelga, aunque se trató de una acción de gran alcance; tampoco se debe al impacto en los medios de comunicación ni incluso al hecho de que ha desencadenado la oleada de huelgas más importante desde la década de 1940. Su importancia estriba en el hecho de que el movimiento de trabajadores luego de diciembre de 2006 ha llevado la marca de la huelga de Mahalla en varias formas claves. Por un largo período de tiempo, el movimiento de trabajadores, en particular en el sector público, contaba con la ‘ocupación’ de la empresa como arma, lo que significaba que muchos trabajadores se quedaban en sus puestos de trabajo luego de su jornada laboral sin parar la producción.

Este método de protesta reflejaba el impacto de la propaganda del régimen de Nasser, que alegaba que el sector público pertenecía al pueblo, que el aumento de la producción significaba mejoras de las condiciones de vida y que los trabajadores eran socios en el sector público, en vez de ser simplemente asalariados. Durante muchas ocupaciones protagonizadas en los ‘70 y ‘80 la producción en realidad aumentó. Por ejemplo, en la protesta de los trabajadores del sector siderúrgico en agosto de 1989 el promedio de la producción creció en un 15%. La rápida respuesta del estado con el objetivo de poner fin a las protestas, tenía también el objetivo de evitar que las tomas se convirtieran en huelgas. En realidad, cuando era necesario interrumpir el proceso de producción, era el Estado y no los trabajadores quien tenía que actuar para cortar el suministro de electricidad, agua o gas en el lugar de trabajo.

Los ajustes estructurales de la economía [de las pasadas décadas, N del T] han costado muchos puestos de trabajo y les ha dado a los empleadores muchas más libertades. Sin embargo, también ha destruido muchas ilusiones en el sector público y aumentado la ira de los trabajadores. Ahora están confrontando directamente a sus enemigos y han redescubierto su arma más importante: la huelga. En el pasado, las protestas eran por lo general de corta duración. Algunas veces, la única noticia que se escuchaba a propósito de una huelga, era que la habían reprimido. La mayoría de las protestas de los trabajadores duraban menos de 24 horas. Por ejemplo, una ocupación de una acería en Helwan en 1989 comenzó a la tarde y terminó al amanecer del día siguiente. Fue la violenta intervención de las fuerzas de seguridad lo que puso fin a las protestas antes de que pudieran extenderse, en particular en grandes áreas industriales como Helwan, Kafr al-Dawwar, Mahalla and Shubra.

La muy breve duración de las protestas restringieron las oportunidades para que se desarrolle la consciencia y organización de los trabajadores, impidiendo al mismo tiempo la inspiración de un movimiento de solidaridad en otros lugares de trabajo. Pero en el movimiento de trabajadores en las huelgas de 2007 éstas tendían a durar días, algunas veces semanas y en ocasiones meses. La protesta de trabajadores de Mahalla de diciembre de 2006 duró 3 días, y fue precedida por una protesta de 3 días durante la cual los trabajadores se negaron a cobrar sus sueldos; la segunda huelga de Mahalla en septiembre de 2007 duró seis días. La huelga Kafr al-Dawwar en febrero de 2007 también duró varios días, y una huelga de trabajadores en la empresa textil de Abu-Makaram, en la ciudad de Sadat, se mantuvo 3 semanas. Una huelga que dura varios días abre la posibilidad de que se desarrolle el movimiento de trabajadores. Cuanto más larga es una huelga, cuanto mayor sean las demandas de los trabajadores y de quienes ocupan el lugar de trabajo -más obliga a los trabajadores a desarrollar mecanismos para pasar la noche, organizar las comidas diarias y proteger el lugar de trabajo. Mientras algunos trabajadores permanecen en huelga por tiempo indeterminado, otros empiezan a salir levantando sus propias demandas en diferentes sectores de la economía.
Esto fue lo que pasó como consecuencia de la huelga de Mahalla de diciembre de 2006, cuando los trabajadores de todo el sector textil estatal empezaron a demandar las mismas concesiones que los trabajadores de Mahalla, este movimiento llevó a una reacción en cadena en distintos sectores de la economía”
(Traducción publicada en International Socialism, 31/3/08).

Como ellos mismos dicen, estamos en presencia de un nuevo movimiento obrero. Este emergió en la escena política aprovechando las brechas que dejaba el enfrentamiento entre el régimen de Mubarak y la Hermandad Musulmana, la principal oposición política al régimen que en el último tiempo ha virado a una ideología liberal islámica conservadora. La opción del gobierno de no abrir un segundo frente en este enfrentamiento después del ascenso electoral de los islamistas en las elecciones legislativas de finales de 2005, permitió que se fuera colando la protesta obrera. Hoy ésta es un actor creciente de la realidad nacional, como demuestra la huelga general del 6/4, que los Hermanos Musulmanes se negaron a apoyar, demostrando una vez más su profundo desprecio por el movimiento obrero y sus luchas y mostrando que representan a un sector de la burguesía egipcia desplazada de los negocios del Estado.

La importancia del movimiento es que empieza a mostrar formas embrionarias de autoorganizacion que son un germen peligroso si se extiende para el régimen de Mubarak, ya en fuerte crisis por una traumática sucesión presidencial y golpeado fuertemente por los efectos de la crisis económica mundial, en especial la carestía de la vida. Como dice International Socialism: “...el movimiento de huelga representa el desafío más serio que el movimiento de los sindicatos dirigidos por el Estado haya enfrentado desde su creación en 1950. Paradójicamente, el régimen de Mubarak, a pesar de sus compromisos con las reformas de mercado, sigue basándose en sindicatos dirigidos por el Estado para cubrirse con una apariencia de apoyo ’popular’ para los candidatos gubernamentales durante las elecciones, y como contrapeso a la oposición de la Hermandad Musulmana...Si el movimiento obrero egipcio se desarrolla a los largo de los próximos años, la experiencia de 2007 se mostrará invaluable para las futuras generaciones de activistas de la clase obrera.

En contraste a las burocráticas estructuras de los sindicatos controlados por el Estado, nuevos mecanismos organizativos han sido creados desde abajo. Han emergido comités de lucha -constituidos más o menos formalmente- en muchas de las disputas y en algunas, como en la de la huelga del Comité Supremo de los Recaudadores de Impuestos a la Propiedad, se han vuelto de hecho comités sindicales independientes. Otro desarrollo ha sido la formación de ligas de trabajadores, como es el caso de la Liga de Trabajadores Textiles organizada por los líderes de la huelga de Mahalla. Aunque son sólo los primeros pasos tentativos hacia un renacer de un movimiento de trabajadores independiente en Egipto, son de vital importancia.” (IS, 31/3/08).

Sin embargo, a pesar de su importancia decisiva las huelgas de los trabajadores de Egipto no son las únicas que conmueven a la región sino que comienza a despertar uno de los sectores más oprimidos y explotados de la clase obrera de Medio Oriente: los centenares de miles de trabajadores inmigrantes de los países del Golfo. Estos pueden enviar cada vez menos dinero a su casa, debido por un lado a que el aumento de la inflación merma su poder adquisitivo y capacidad de ahorro, y por otro al hecho de que la moneda local en que cobran, divisas vinculadas al dólar estadounidense, se ha devaluado frente a las de sus países de origen en Asia. Esta caída en las remesas de los trabajadores inmigrantes, que en algunos casos constituye la principal o segunda fuente de divisas de muchos países semicoloniales y de sustento de millones de familias pobres en los mismos, puede agravar la crisis en éstos y aguijonear nuevos levantamientos por hambre como los que se han visto en los pasados meses. Pero en los países donde trabajan estos trabajadores inmigrantes la bronca crece y en algunos casos se ha expresado en duras luchas: “‘No me queda más que apretarme el cinturón’, se lamenta Chidambar, que dejó en Patna a su esposa e hijo. Otros muchos inmigrantes asiáticos no se han mostrado tan resignados ante la mala racha que atraviesan. Desde principios de año se han multiplicado las protestas y las huelgas en una región del mundo donde están prohibidas.

A veces han sido incluso violentas, como en Jebel Ali (Dubai), donde unos 4.000 trabajadores bloquearon calles y autovías y destruyeron el mobiliario urbano para pedir mejoras salariales. La represión fue contundente. Un tribunal local condenó a 45 obreros asiáticos a seis meses de cárcel por incitación a la huelga. Cuando cumplan la pena serán expulsados. Para otros muchos ha bastado con una mera decisión administrativa para que sean proscritos del país” (El País, 29/4/08). (Ver también “Batalla entre obreros de la construcción y la policía”).

Los llamados a tomar cartas en el asunto se multiplican y llegan hasta sectores bien conciliadores con la petromonarquías: “Las tasas de inflación del grueso de las economías del Golfo han erosionado los incentivos financieros para muchos trabajadores extranjeros (...) justamente cuando el precio del barril de petróleo, su principal producto de exportación, alcanza niveles nunca vistos... Hasta algunos imanes, generalmente conciliadores con los regímenes locales, apremian ahora a los emires a tomar cartas en el asunto. ‘Los Gobiernos deben intervenir y establecer precios fijos para algunos productos básicos para que las personas con escasos recursos puedan sobrevivir’, exclamó Yussuf Qaradawi, el célebre telepredicador de la cadena Al Jazeera, durante la oración del viernes que pronunció en la mezquita de Omar bin al Khattab, en Doha.” (ídem).

Y la preocupación se dispara: “Las manifestaciones de inmigrantes preocupan a la población originaria del golfo Pérsico. Toma aún más conciencia de su gran dependencia de la mano de obra extranjera. Si se añaden los inmigrantes irregulares a los legales, los oriundos de la península Arábiga son minoritarios en casi todos los países de la zona. ‘Me temo que mientras construimos rascacielos estamos perdiendo los emiratos’, advirtió, la semana pasada, Dhahi Khalfan Tamim, el máximo responsable policial de los Emiratos Árabes Unidos. Aludía al espectacular crecimiento inmobiliario gracias al incremento de la mano de obra extranjera. Durante una conferencia, mostró un vídeo, rodado por la policía, en el que aparecen coches destrozados y tiendas devastadas por los inmigrantes en huelga. ‘Bloquean las carreteras y arrasan lo que pillan en el camino, pero después los grupos de derechos humanos hablan de los derechos de los trabajadores’, afirmó. Aludía a un reciente informe de la ONG Human Rights Watch sobre la semiesclavitud que padecen los inmigrantes en el Golfo” (ídem). La lucha de clases está penetrando en estas cerradas monarquías por la vía menor pensada de sus fastuosos jeques.

China: Huelgas en las zonas de exportación y las primeras por fuera del control de Pekín

El proceso de modernización/restauración capitalista ha dado lugar, por un lado, al surgimiento de un nuevo proletariado aglomerado en gigantescas concentraciones obreras en los nuevos bastiones industriales, al tiempo que ha significado el cierre y/o declinación de los viejos bastiones de la antigua economía burocráticamente planificada. Durante los años ‘90 y lo que va del siglo XXI, esto se expresó en un proceso doble en relación al empleo: mientras 45 millones de trabajadores han sido licenciados en las grandes empresas estatales, otros 150 millones de migrantes rurales dejan el campo en búsqueda de trabajo en las ciudades y megalópolis. Desde el punto de vista de la lucha de clases aparte de la creciente agitación campesina, las luchas esencialmente se venían dando en el viejo proletariado de las empresas estatales. Este sector, privilegiado en los tiempos de la economía nacionalizada, ha sido en los pasados años la vanguardia de la importante cantidad de luchas, aunque dispersas, que se han dado contra las consecuencias de las reformas. Por el contario, el nuevo proletariado, con características todavía del tipo del obrero semiproletario, semicampesino, producto de la continua afluencia de nuevas oleadas de mano de obra del campo a las regiones industriales que, proveniente y educado por las duras y laboriosas labores agrícolas y la fuerte disciplina social de la aldea, es una fuerza de trabajo maleable para una brutal explotación capitalista, comparable a la de Inglaterra en el siglo XIX descrita por Marx. Este nuevo sector de la clase obrera considera inicialmente su situación inicial como una mejora relativa con respecto a sus condiciones de vida en el atrasado campo chino. Pero con el tiempo, su creciente proletarización y enorme concentración en gigantescas unidades de producción lo convierten en uno de los batallones claves de la clase obrera internacional. Lo nuevo de la situación, es que esta nueva clase obrera empieza a movilizarse crecientemente. De esto dan cuenta los siguientes elementos:

a) La promulgación de una nueva Ley de Contrato Laboral a comienzos de año, que es presentada por el gobierno y la prensa oficial como un hito en la protección de los derechos laborales de los trabajadores. La principal cláusula es que todos los trabajadores en China deben ser empleados con un contrato escrito que estipule su nivel salarial y bajo qué condiciones puede ser despedido. Anteriormente, al menos 40% de los empleados de las empresas privadas no tenía el más mínimo contrato. Los empleadores deben también contribuir a la seguridad social y al fondo de desempleo de cada trabajador. Los empleados que han trabajado por más de 10 años para una empresa o tenían un contrato de duración fija renovado dos veces, tienen derecho a un tipo nuevo de contrato cuyo beneficio es que si es despedido por razones no disciplinarias, su empleador está obligado a indemnizarlo. Para algunos abogados laboralistas citados por el Shanghai Daily, “La nueva ley solo va a aumentar la seguridad laboral de los empleados nivel superior y medio, pero no al nivel más bajo, quienes actualmente forman la mayoría de todos los trabajadores”.
Otra previsión de la Ley de Contrato Laboral incluye un requisito por el cual los lugares de trabajo donde los sindicatos oficiales chinos no tienen presencia, deben buscar la “guía” del sindicato en la formulación del contrato del empleado. Como los sindicatos están totalmente cooptados por el Estado y el PCCh, esta estipulación no constituye la menor amenaza a que los empleadores impongan duras condiciones de trabajo y bajos salarios. Los inversores extranjeros están preocupados por que la nueva ley laboral, combinada con las presiones salariales, socave sus márgenes de rentabilidad. Es así que la Cámara de Comercio de EE.UU. se opuso a la misma. Los abogados representando a ciertos emporios, se quejaron de que la nueva regulación, a pesar de que algunas de las cláusulas más delicadas habían sido diluidas en su formulación, todavía imponía una pesada carga. “Será más difícil administrar una compañía aquí”, declaró Andreas W. Lauffs, jefe del grupo de la ley de empleo de Baker & McKenzie, que representa a muchas de las grandes corporaciones estadounidenses en China (New York Times, 30/06/07).
Algunas corporaciones yendo más lejos en su chantaje como Olympus, el cuarto productor mundial de cámaras digitales y Yue Yuen Industrial, el más grande fabricante de calzado para marcas como Nike, han trasladado parte de su producción a Vietnam donde los salarios son aun más bajos que el promedio chino de un dólar por hora. A su vez, está creciendo la utilización de formas “creativas” para pasar los limitados obstáculos que pone la ley a sus prácticas laborales esclavistas.

Sin embargo, desde el ángulo más general de las relaciones capital/trabajo el régimen chino está tratando de prevenir una acción independiente de los trabajadores por mejores condiciones, intentando que ellos busquen protección a través de los mecanismos estatales. Es, en cierto sentido, una especie de National Labor Relations Act of 1935, promulgada por Roosvelt en los años ‘30 después de la primera oleada de conflictos obreros en EE.UU. después de la Gran Depresión cuando las fuerzas de izquierda, en especial los trotskistas jugaron un rol clave. Bajo la nueva ley, los sindicatos independientes permanecen ilegales y el derecho de huelga -que fue formalmente removido de la constitución China en 1982- no es restablecido. Al mismo tiempo, la ley va a permitir a los sindicatos oficiales jugar un rol más importante en el control, aplastamiento y supresión de una acción industrial por los trabajadores. Este rol preventivo del descontento obrero es el que aprecia con claridad Han Dongfang, el líder exiliado de la Federación de Trabajadores Autónomos de Pekín en 1989 y que hoy se ha convertido al cristianismo y ha renunciado a la lucha de clases. En un artículo para la Jamestown Foundation escribió: “En términos de desarrollar un sistema de negociación colectiva, la nueva Ley de Contrato de Trabajo llega en un buen momento y ocupa una posición favorable en el paisaje legislativo chino. Es un tiempo propicio porque tanto para aquellos en el gobierno central en Pekín como para los trabajadores comunes en China -después de tres décadas de tensión acumulada entre el trabajo y el management- algo debía hacerse. Si continúa la situación, en la cual el management rutinariamente explota al trabajo y viola los derechos laborales con impunidad, los trabajadores, como en el pasado, van a recurrir crecientemente a protestas e incluso a la violencia en función de reparar su situación, y esto no beneficiaria a nadie” (China Brief, 04/01/08). No por casualidad la nueva ley llegó antes de lo esperado y como resultado directo de las informaciones de los medios de prensa sobre la explotación de obreros en los hornos de ladrillo de la provincia Shanxi en 2007 y otros ejemplos de incumplimiento del salario mínimo estatal y regulaciones sobre las horas de trabajo, principalmente por empresas estadounidenses. Estos “escándalos” que revelaron las condiciones de trabajo esclavo imperante actualmente en China se convirtieron en la discusión diaria de la prensa nacional.

b) Más directamente, las huelgas por mejores condiciones laborales y por aumentos de salarios empiezan a alcanzar las nuevas aglomeraciones obreras, así como la creciente presión salarial ante la falta de trabajadores calificados en determinados rubros. Así Imprecor de enero/febrero de 2008 informa que: “...las luchas impulsadas por trabajadores migrantes en las zonas especiales de exportación y en ciudades en pleno boom, fueron frenados por dirigentes vendidos, por oficiales autoritarios, por divisiones internas y por una falta de experiencia acerca del funcionamiento de las fábricas. En los últimos años, sin embargo, las condiciones que contribuyeron a contener la emergencia de un movimiento obrero se modificaron en el sentido de un futuro mucho más promisor” y agrega que “con la importancia creciente del delta del río Yangtzé y la política de urbanización del gobierno, los trabajadores calificados y experimentados empezaron a faltar, y se buscó atraer a los de las provincias de Fujian y Guangdong. Esto obligó los empleadores a mejorar las condiciones y a los gobiernos locales a aumentar el nivel de los salarios mínimos...El rol de los trabajadores calificados y de los jefes de oficina fue crucial. Utilizaron su experiencia y las condiciones favorables del mercado para forzar a los patrones a hacer concesiones, organizando huelgas y protestas. De la misma manera, en las empresas privatizadas antes pertenecientes al Estado, se observa una reemergencia gradual de la resistencia por parte de los trabajadores en actividad, eso en oposición a las batallas únicamente defensivas dadas por los que ya están jubilados. Alrededor de 7.000 trabajadores del sector textil mantuvieron un piquete durante seis semanas -lo que constituye probablemente la huelga conocida más larga de la historia de China desde 1949- en frente a la fábrica Xianyang Huarun. Ellos luchaban en contra de los nuevos contratos que disminuían los subsidios, contra la pérdida de la antigüedad, y se enfrentaron a la policía de choque y a los carros hidrantes. Los mismo buscaron poner en pie un sistema de representación directa con delegados electos por la base”. Otro ejemplo elocuente citado por la misma revista: “El 27 de noviembre, alrededor de 1.500 trabajadores bloquearon la principal ruta nacional que conduce a las afueras de la ciudad de Dongguan, una ciudad del sur de China [provincia de Guangdong, N del T]. Trabajan para Alco, una compañía transnacional muy grande que tiene sede en Hong Kong y que produce aparatos electrónicos de consumo. Los trabajadores son principalmente migrantes internos que vienen del campo y cobran 65 euros por mes, lo que representa el salario mínimo en Dongguan. Los jóvenes trabajadores interrumpieron el trabajo luego de que la compañía -designada como una de las ‘mejores’ compañías de Asia por la revista estadunidense de los managers Forbes- impuso un aumento de un 75% de los precios de la comida...Pero la dirección, que se quedó alarmada con su determinación y por la posibilidad de una escalada -y sin ninguna duda apoyada por oficiales crispados del gobierno- cedió, anulando el aumento. A miles de kilómetros de allí, en la provincia de Shandong, aproximadamente a la misma hora, son centenares de trabajadores del petróleo de la empresa Qilu Petrochemical Corporation los que hacen huelga por aumento de salario” (ídem). Y por ultimo,

c) Aunque por ahora un caso único, pero enormemente significativo, la protesta de los pilotos de China Eastern Airlines durante abril de este año, marca la primera acción huelguística en un sector estratégico que no tuvo el consenso de los sindicatos oficiales. Los pilotos organizaron la protesta entre ellos mismo, usando los chats de Internet como medio de comunicación. La protesta es continuación de acciones similares con 40 pilotos de Shanghai Airlines y 11 pilotos de East Star Air en marzo. Esta acción sería la primera realizada por fuera de la estatal Federación de Sindicatos de Toda China (ACFTU, por sus siglas en ingles), que hasta ahora venía impulsando, basada en la nueva ley del trabajo, acciones limitadas en localidades y sectores, como textiles, donde sus fuerzas están más arraigadas. Un ejemplo paradigmático de esta campaña ha sido la empresa Wal-Mart, que se opuso enérgicamente a la formación de comités sindicales en su empresa e, incluso, fijó precios extremos a los proveedores chinos, pese a que el sentido común indicaba que no podrían cumplir debido a las provisiones legales estatales (salarios mínimos, límites a las horas de trabajo, bonificación por tiempo extra, etc.). No fue hasta que los sindicatos y el gobierno central ejercieron una fuerte presión sobre Wal-Mart para que permitieran los comités sindicales dentro de su compañía, que la administración corporativa suavizó el tono. Sin embargo, en sectores donde la ACFTU no está fuertemente establecida, la acción colectiva se ha desarrollado en forma más caótica y en algunos sectores -como la industria de aviación- ha comenzado a escapar el control de Pekín. Esto es una señal de alarma para el dominio de la burocracia restauracionista sobre el movimiento obrero.

Vietnam: Otra zona de bajos salarios en el Sudeste Asiatico en ebullición

El pasado 31 de marzo y 1 de abril más de 20.000 obreros de una subsidiaria taiwanesa que trabaja para la multinacional Nike en Vietnam, han realizado una huelga de dos días exigiendo un incremento de los salarios. Estos trabajadores tienen un sueldo mensual que equivale a unos 37 euros: la tercera parte de lo que vale un par de zapatos en Occidente. La exigencia de los huelguistas era de un aumento de 200.000 dongs (8 euros). Finalmente, la cosa quedó tras la huelga en una subida de 100.000 dongs que fue aceptada por la plantilla. La protesta representa la última de una oleada de huelgas de trabajadores industriales en Vietnam, la mayoría de las cuales ha tenido como blanco a las mismas compañías de inversión extranjera que el gobierno liderado por el Partido Comunista ha tratado de atraer por todos los medios en los últimos años en apoyo a sus reformas orientadas a la exportación. La industria del calzado es la tercera más importante del país en volumen de exportaciones, por detrás del petróleo y la industria textil, alcanzando casi de 4.000 millones de dólares en este rubro en 2007. Como dice un analista: “La gran magnitud de la huelga de la fábrica asociada a Nike representa, quizás, el indicio más descarnado hasta el momento, de que la propaganda histórica del Partido Comunista de movimientos revolucionarios de masas contra la explotación extranjera está empezando a debilitar estrepitosamente su nueva táctica capitalista. El año pasado, se realizaron al menos 541 huelgas obreras (industriales) a lo largo de todo el país, la mayoría de ellas en fábricas de inversión extranjera y en las que se estima, participaron unos 350 mil trabajadores” (Asia Times, 05/04/08). Ya en noviembre del año pasado 14.000 trabajadores de otra subsidiaria ligada a la misma multinacional, en este caso la fábrica TaeKwang Vina, 60 kilómetros al sur de Ciudad Ho Chi Minh (antigua Saigón) y propiedad de una compañía de Corea del Sur, se habían declarado en huelga para exigir mejores condiciones de trabajo y mayores raciones de comida, más días por bajas médicas, vacaciones pagas y alimentos de mayor calidad en el comedor, entre otras cuestiones. La más reciente huelga de la subsidiaria de Nike, es la movilización más importante que se ha dado en aquel país desde la reunificación en 1976.

Más aún, para el analista antes citado: “Desde el dominio colonial francés que no se extendían tanto las huelgas de trabajadores ni estas ocupaban un lugar tan predominante en la política cotidiana de Vietnam. Según Phan An, director del Departamento de trabajo, inválidos de guerra y de asuntos sociales de la ciudad de Ho Chi Minh, hubo más de 1.000 huelgas obreras en la ciudad comercial del sur desde 1998. Dijo que alrededor del 98% de estas protestas eran consideradas técnicamente ilegales y que la mayoría de las mismas tuvieron lugar en compañías de inversión extranjera”.

Hasta ahora, los dirigentes del PC permitían a los trabajadores ventilar sus agravios, en tanto y en cuanto fueran dirigidos a las multinacionales y no al propio partido. De esta manera, el partido se ponía como árbitro en su defensa ideológica de los trabajadores mientras le aseguraba a las empresas multinacionales que las demandas obreras no llegarían muy lejos, esto es mantener los salarios mínimos decretados por el Estado a niveles menores que los de China. Sin embargo, este rol del PC como árbitro entre el trabajo y las multinacionales, es cada vez más difícil de mantener y todo indica que las autoridades se están inclinando hacia una política más dura contra los trabajadores. Por ejemplo, mientras que recientemente impuso determinados controles de precios para algunos productos y servicios básicos, el gobierno está redactando, en una clara concesión a las multinacionales, un decreto que hará a los trabajadores responsables de los costos que los empleadores tengan en resolver las huelgas y le dará al Estado la autoridad de forzar a los trabajadores a volver al trabajo si su accionar daña el ‘interés nacional’. Estas medidas, si se implementan, pueden poner a los trabajadores y al gobierno en un curso de colisión. Lo más interesante es que la introducción del capitalismo defendida por los dirigentes del PC, está llevando a un cuestionamiento ideológico contra éste que puede ser letal para su dominio así como para la consolidación de la restauración capitalista en Vietnam.

Como comenta el analista citado, “la primera revuelta campesina contra el dominio colonial en Vietnam, en 1908, fue motivada por la falta de voluntad de la administración francesa de modificar su estrictos y superexplotadores códigos laborales. Este fracaso fue luego explotado por los rebeldes comunistas, quienes efectivamente igualaron colonialismo con esclavitud. Hoy el Partido Comunista arriesga una crítica similar, en tanto los cuadros más altos del partido confiscan la tierra de los campesinos, se compran centros de veraneo y juegan al golf con los ejecutivos occidentales en sus horarios de almuerzo. Ho Chi Minh una vez pregunto, ‘¿Qué nos ha dado Francia para que le demos nuestra gracia?’. Ahora una serie de activistas obreros, al menos en privado, está comenzando a hacerse la misma pregunta con un cambio: ¿Qué nos ha dado el gobierno del Partido Comunista para merecer nuestra gracia?’. O, como el respetado historiador socialista Nguyen Khac Vien, lo plantea: ‘¿Va a ser esta integración [del capitalismo y el socialismo, N del T] exitosa o nos llevará a un nuevos desencantos y catástrofes?”(ídem).

Política y economía: las voces de alarma de los sectores más lucidos de la burguesía mundial

Al calor de las tendencias a la ruptura del equilibrio capitalista (Ver “La crisis amenaza al sistema financiero de EE.UU.”) y del estallido de una nueva crisis alimentaria mundial, un subproducto de la primera y de otros factores de más largo plazo de la irracionalidad capitalista (Ver “¡Hambre!”) que ha motorizado las revueltas contra el hambre en una treintena de países, de la cual Haití ha sido una de las más llamativas (Ver “Revuelta en Haití”) y los procesos enunciados más arriba; se empiezan a multiplicar las voces de alarma de los sectores más lucidos de la burguesía mundial sobre los efectos que estos elementos tendrán para la estabilidad y dominio del capitalismo internacional.

John Plender, analista del principal diario de las finanzas del mundo, el Financial Times de la City de Londres, comenta angustiado: “Desde una perspectiva política, las notables características de la era ‘no igualitaria’ del libre mercado que empezó en la década de los ’80, es la poca reacción que se ha generado contra el estancamiento de los ingresos de la gente común en una proporción inmensa en la economía del mundo desarrollado. Pero, hay signos de que la mezcla de circunstancias políticas y económicas que dieron lugar a un prolongado buen pasar (’laisser-passer’) de los ricos y de los negocios, está llegando a su fin. Este es un territorio potencialmente peligroso. Es así que Bill Gross, el director general de Pimco, el más grande fondo de bonos del mundo, ha argumentado: ‘Cuando los frutos del trabajo de la sociedad se mal distribuyen, cuando los ricos se vuelven más ricos y las clases media y baja luchan para mantener su cabeza a flote como con toda claridad está ocurriendo hoy en día, entonces el sistema en última instancia se rompe; los botes no flotan de la misma manera ante la marea; el centro no puede mantenerse’. La cuestión es qué pasará con la creación de la riqueza, con las valuaciones de la bolsa y el crecimiento económico, si, como pareciera cada vez más probable, la tolerancia pública a la desigualdad de ingresos y a lo que de manera general se denomina el modelo de capitalismo angloamericano de libre mercando, empieza a desgastarse” (Financial Times, 07/04/08).

La estabilidad política de los países centrales puede comenzar a resquebrajarse. Los motivos, aparte de la baja del poder adquisitivo que ahora empieza a pesar fuertemente no solo por la carestía de la vida, sino también por el fin del endeudamiento de los consumidores que compensaba la disminución de sus ingresos y de alguna manera anestesiaba políticamente a la población sobre la creciente desigualdad real, es la creciente indignación contra las compensaciones abusivas a los mánagers de las corporaciones y los bancos, incluso en el caso de que hayan provocado pérdidas millonarias. Como dice el mismo analista citado: “En un marco económico donde se esperan mayores problemas, la falta de correlación entre el rendimiento de las corporaciones y las recompensas de los que más ganan, empieza a crispar al público. Los ejemplos de Stan O’Neal de Merrill Lynch y Chuck Price de Citigroup, quienes parecen haber sido recompensados por los fracasos, han provocado mucha molestia. En otras partes del mundo, incluso donde los premios de los mánagers son míseros comparados con los niveles estadounidenses, como el caso de los 760 mil libras [casi un millón y medio de dólares, N del T] de compensación para Adam Applegarth, ex director ejecutivo de Northen Rock, la empresa prestamista de hipotecas que ahora se encuentra en manos del Estado del Reino Unido, causa tanto o mayor indignación. También hay ira contra un sistema que permite que los banqueros ganen enormes bonificaciones cuando hay un boom en las finanzas, mientras que los contribuyentes son los que tienen que pagar la cuenta cuando los bancos fracasan. El modelo de capitalismo angloamericano basado en el mercado de capitales parece empañado y el proceso del libre mercado está cuestionado. Una vez más los negocios tienen un problema de legitimidad, como sucedió cuando se perdió la confianza pública luego del colapso de Enron. El pacto implícito entre negocios y política se está rompiendo” (ídem).

Desde un punto de vista más global “los cimientos políticos” que permitierpon la aceleración de la internacionalización de la economía de los últimos años (las reformas de Deng Xiaoping en China en 1978, el año siguiente a la asunción de Thacher y su política liberalizadora, el gobierno de Reegan y la “revolución conservadora” que se inició en 1980, la creación del Mercado común europeo a mediados de los ‘80, la caída del muro de Berlín en 1989 y el salto en la restauración capitalista en Europa del Este y la ex URSS, las políticas alineadas con el Consenso de Washington en América Latina en los ‘90 y en 1991 la decisión de los dirigentes hindúes de dejar atrás la regulación y protección que caracterizaron a la India desde su independencia, etc.), pueden desvanecerse. Esto es lo que le preocupa a otro analista del Financial Times, Gideon Rachman, que ve que el consenso que posibilitó la misma, es muy reciente en el marco de que se acumulan “amenazas políticas contra la globalización”. Así dice: “Las imágenes que la mayoría de la gente tiene de la globalización están relacionadas con la economía, la tecnología y los negocios. Pero antes de que los mercados, los módems y los fabricantes puedan hacer su trabajo, debe haber cambios políticos. Los cimientos del mundo de los negocios globalizados son políticos -y las grandes amenazas al sistema también lo son. El desafío al consenso de la globalización viene desde abajo. Las elites políticas en EE.UU., Asia y Europa, están luchando para convencer a los ciudadanos de que la globalización no es sólo un juego que beneficia a los ricos. Si se pierden los fundamentos en alguna de las principales economías del mundo, el consenso político que apuntala puede deshacerse. Este consenso es de una creación reciente. Los cambios políticos que hicieron posible la globalización tuvieron lugar en un período remarcablemente corto de tiempo -de 1978 a 1991 para ser precisos” (Financial Times, 07/04/08).

Todos estos elementos pueden hacer que la cuerda del equilibrio capitalista se rompa y que todos los elementos de una lenta pero sostenida y extensiva recuperación de la clase obrera mundial, peguen un salto.

Desigualdades del proceso y fuerte crisis política de la clase obrera

Como demuestra los ejemplos que hemos descrito, el aumento de la actividad y de las luchas de la clase obrera en varios países y regiones del planeta es sin lugar a dudas un elemento de la realidad. Esto no significa que el mismo sea un proceso homogéneo. Por ejemplo en EE.UU., donde la crisis es muy fuerte y golpea de lleno sobre la clase obrera industrial, principalmente automotriz, a la clase obrera le cuesta recuperarse. En primer lugar porque viene sufriendo fuertes derrotas desde hace décadas, segundo por el rol de la burocracia, como muestra la dirección del UAW que liquida toda lucha en acuerdos desastrosos para el proletariado, teniendo en cuenta que, al menos en el caso de Detroit, fueron sectores obreros que intentaron resistir y mostraron cierta voluntad de lucha con las huelgas en las principales plantas (Ver “EE.UU: burocracia levanta la huelga en General Motors”). En América Latina, la lucha de Sidor que obligó a la nacionalización de este gigante del acero al gobierno de Chávez (Ver “Venezuela: cómo se llegó a nacionalizar Sidor” y “La lucha de los trabajadores de Sidor”) como punto más alto de las luchas obreras que vienen desarrollándose en la región desde el comienzo del siglo XXI, contrasta con la pasividad de la clase obrera brasilera -la más fuerte del subcontinente- que es lo que explica -junto al boom de los precios de las materias primas- la fortaleza actual del gobierno de Lula y el avance de Brasil en el escenario internacional. En el sudeste asiático, el poderoso proletariado coreano todavía no ha podido recuperarse de la derrota que implicó la crisis de 1997/98 y el fenomenal avance de la precarización y flexibilización de la fuerza y contratos de trabajo.

Más desigual aún es su impacto político. Así los trabajadores y jóvenes italianos, uno de los batallones de vanguardia de la clase obrera europea junto a los estudiantes y trabajadores franceses y griegos, están pagando muy caro su subordinación política al gobierno social imperialista de Prodi, como demuestra el enorme avance de la derecha en las últimas elecciones legislativas con el triunfo de la alianza de Silvio Berlusconi (seguido luego por la conquista de la alcaldía de Roma por un hombre de la "neo fascistoide" Alianza Nacional), y en donde la abiertamente xenófoba Liga Norte ganó o hizo muy buenas elecciones en los principales distritos obreros del norte de Italia aprovechando la desmoralización y confusión de los trabajadores con el centro-sinistra. El principal responsable de esta derrota política de los trabajadores es el rol “transformista” de Refundazione Comunista (RC) que pasó de abanderado del movimiento anti global y de los movimientos sociales, a la más descarada integración al gobierno neoliberal de Prodi, traición que pagó con la pérdida de toda su bancada parlamentaria (Ver "La situación en Italia después de la victoria del ‘Cavalliere’").

Un proceso político similar, pero partiendo de más atrás debido a la menor actividad obrera en las últimas décadas, se dio en las recientes elecciones municipales de Inglaterra. Allí la fuerte crisis financiera y económica que llevó al cierre del Northern Rock, el desgaste de años con el laborismo y toda una serie de medidas impopulares -como el techo a los aumentos a los empleados públicos, además de una compleja reforma impositiva que favoreció a la clase media y a los sectores de bajos ingresos casados y con hijos, pero perjudicó a los trabajadores solteros o sin hijos- han erosionado la considerable popularidad que tenía Brown al asumir como Primer Ministro. Esto llevó a una recuperación de los conservadores tories después de años en crisis y al peor resultado electoral del Labour en 40 años con apenas un 24% de los votos, perdiendo incluso la alcaldía de Londres en manos de Ken Livingstone, una figura de la izquierda del Laborismo pero que se apoyó cada vez más en Tony Blair y Brown a manos de un extravagante diputado conservador cuyo eje de campaña fue la seguridad y la protección identitaria contra el discurso multiculturalista.

Estos resultados confirman y amplifican el giro a la derecha en la Unión Europea, un proceso inverso del de la oleada de luchas pos huelga general de 1995 en Francia que llevó a una mayoría de gobiernos socialdemócratas, la llamada “tercera vía” de Blair, Schroeder y más a la izquierda discursivamente, Jospin en Francia. Hoy, por el contrario, la experiencia con los gobiernos social liberales llevó a importantes sectores a votar por la derecha, en el marco de que la izquierda “antineoliberal” de RC en Italia y Galloway en Inglaterra se ha hundido. En Grecia, donde la lucha de clases ha sido muy fuerte, la derecha conservadora se ha mantenido nuevamente en el poder tras las elecciones de 2007.

No obstante, estos triunfos electorales de una derecha más dura, no se traducen fácilmente en una nueva hegemonía como fue el caso del thatcherismo en los ‘80, como demuestra la rápida pérdida de base social y debilidad actual del sarkozysmo quien aún tiene por delante cuatro años de mandato (Ver “El fin de la luna de miel con Sarkozy”) o las contradicciones de la Gran Coalición en Alemania, a la que le cuesta mantener la compresión salarial sin equivalente en Europa efectuada bajo el gobierno socialdemócrata de Schroeder.

Perspectivas

A comienzo de la crisis económica mundial tal vez la más fuerte de las últimas décadas, la burguesía sabe que no está frente a un movimiento obrero postrado, que no ha quebrado nada decisivamente como cuando fue la imposición del neoliberalismo a fines de los ’70 aprovechando a su favor la recesión de 1979/82 que afectó fuertemente a los países centrales y del ‘82 en adelante la llamada crisis de la deuda que golpeó durante a los países semicoloniales, en especial a América Latina.

La vuelta de la inflación -al menos al inicio de las primeras fases de esta crisis en especial en los países llamados “emergentes” con economías sobrecalentadas de rápido crecimiento y tasas de cambio subvaluadas o como factor más duradero si los bancos centrales de los países imperialistas abusan de la inyección de dinero para evitar un crack del sistema financiero y la espiral deflacionaria de los activos, en especial en EE.UU., puede hacer volver la lucha salarial con consecuencias tan gravosas para orden burgués como durante la década de los ‘70. Esto ya empieza a verse, en el mundo semicolonial y dependiente que hoy día ocupa un porcentaje más importante en la economía mundial que en aquellos años. La lentitud de muchos de los gobiernos de estos países en responder al cambio del escenario global, en especial a la subida de precios de los alimentos y de las presiones inflacionarias debido a que una fuerte apreciación de su moneda podría redundar en una pérdida de competitividad en relación a China que sigue frente a los signos crecientes de inflación en su territorio con una política monetaria de ajuste lento y gradual, ya está provocando crisis políticas desde la Casa Rosada en Argentina, pasando por la Filipinas de Macapagal Arroyo o las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, entre otros. En estos países el consumo de energía y alimentos da cuenta de un porcentaje mayor de los ingresos de los trabajadores que el de sus hermanos de clase de los países centrales.

El mensaje que las revueltas contra el hambre podrían estar anticipando es que los principales bastiones de la clase obrera de estos países pronto podrían estar luchando por un aumento generalizado de salarios. Aunque es probable que las presiones inflacionarias vayan disminuyendo en el tiempo a medida que la recesión norteamericana y la desaceleración mundial lleven a un hundimiento del componente de burbuja de los precios de las materias primas, es probable que ya para antes de fin de año muchos gobiernos de estas economías tengan que lidiar con un enlentecimiento del crecimiento económico mientras las fuerzas inflacionarias aún persisten. En este marco, la creciente lucha obrera y pelea salarial puede abrir paso a procesos de lucha directamente política contra los nuevos ataques a la clase trabajadora, desatando nuevas crisis gubernamentales y mayores divisiones entre los distintos sectores de la burguesía, convirtiéndose de esta manera en los eslabones más débiles de la crisis capitalista mundial en el próximo periodo.

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