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Breve apéndice histórico sobre el dominio norteamericano en Medio Oriente (Sólo en Internet)

31/08/2003

Desde
la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido la potencia
dominante indiscutida en la región que la geopolítica
occidental designó genéricamente como Cercano
Oriente.1 Históricamente esta zona de la periferia
capitalista ha tenido una importancia estratégica
fundamental por su ubicación geográfica y
sus enormes riquezas petroleras, que ha dado lugar a disputas
y repartos entre potencias imperialistas.2
El primer "diseño" del Medio Oriente empezó
en el curso de la Primera Guerra Mundial con el tratado
de Sykes Picot3 y tomó forma con el desmembramiento
del Imperio Otomano, una vez finalizada la guerra, con el
reparto del botín según las zonas ocupadas
por los ejércitos de Francia y Gran Bretaña.
A instancias de la Liga de las Naciones, los territorios
del derrotado Imperio Otomano se pusieron bajo el "mandato"
de estas potencias que buscaron establecer protectorados
coloniales desde donde extender su influencia y control
sobre la región.4 A excepción de Arabia Saudita
e Irán, la mayoría de los Estados del Golfo
Pérsico fueron creación Británica,
y se establecieron como protectorados durante o después
de la Primera Guerra Mundial, como Kuwait, Bahrein, Qatar
y los Emiratos Arabes Unidos, y se mantuvieron como tales
hasta las décadas del ’60 y ’70 en las que se declararon
Estados independientes. Sin embargo, la influencia británica
y francesa empezó su declinación mucho antes
y se considera prácticamente desplazada con la crisis
del canal de Suez en 1956.
El mapa de Medio Oriente se volvió a "rediseñar"
a la salida de la Segunda Guerra Mundial, con la partición
del territorio histórico de Palestina y la fundación
del Estado de Israel en 1948, con el acuerdo de las potencias
imperialistas vencedoras y la burocracia stalinista. El
Estado de Israel, establecido sobre la base de la expulsión
masiva de la población árabe orginaria se
transformaría en una de las piezas clave del dominio
norteamericano en la región.
El ascenso de Estados Unidos como potencia hegemónica
y la decadencia de las viejas potencias coloniales, trajo
a su vez aparejados cambios políticos fundamentales
en la región. Estados Unidos favoreció un
proceso de "descolonización" controlado
que acentuó la decadencia de las potencias europeas.
Esta política a su vez evitó que los movimientos
anticoloniales que se venían desarrollando en Irak,
Palestina, Egipto o en la India, y que tomaron un nuevo
impulso durante la guerra, siguieran un curso radicalizado
ante la debilidad de sus antiguos amos. Gran Bretaña
se retiró de la India en 1947 y se puso fin al mandato
franco-británico en Medio Oriente.5 Las antiguas
colonias consiguieron la independencia formal, transformándose
en países semicoloniales. Se inauguraba así
un nuevo tipo de dominación imperialista, como plantea
el historiador Eric Hobsbawm, "Estados Unidos nunca
practicó verdaderamente el colonialismo, con una
breve excepción durante la moda del imperialismo
colonial, a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Se apoyó
más bien en estados dependientes o satélites,
fundamentalmente en el hemisferio occidental donde no temía
a ningún rival".6 En Medio Oriente este dominio
se basaba en "pilares" regionales que actuaban
para contrarrestar las amenazas a los intereses norteamericanos.


El desafío del nacionalismo burgués

 

En
los primeros años de la posguerra, el objetivo de
la política del imperialismo norteamericano en Medio
Oriente era principalmente evitar que países importantes
cayeran en la órbita de la influencia soviética
o de los regímenes nacionalistas, del cual el Egipto
de Nasser era el paradigma. Para Estados Unidos no sólo
se trataba de garantizar la provisión de petróleo
a bajo precio, sino también de evitar que "un
estado hostil consiga demasiada riqueza y poder y al controlar
una cuota dominante de la oferta de petróleo mundial,
se transformara en una amenaza para los Estados Unidos".7
En 1953 un golpe de estado en Irán orquestado por
la CIA derrocó al presidente nacionalista Mossadeq
y restauró la monarquía del sha Reza Pahlevi.
Sin embargo, el derrocamiento del gobierno del Frente Nacional
iraní no detuvo la oleada de golpes de estado de
militares nacionalistas que había empezado en Siria
en 1948 y en Egipto en 1952 y que se apoyaban en una amplia
movilización popular.8 En 1958 un golpe republicano
derrocó en Irak al rey Faisal II, y lo reemplazó
por un nuevo gobierno integrado por fracciones del partido
Bath, grupos panárabes identificados con Nasser,
y al Partido Comunista. Estos regímenes nacionalistas
aprovechaban el margen de maniobra en sus relaciones internacionales,
apoyándose en la Unión Soviética para
contrarrestar la amenaza norteamericana.
Bajo la llamada "doctrina Eisenhower" que preveía
la intervención militar directa frente a la extensión
de la "amenaza" soviética y del nacionalismo
árabe, Estados Unidos incursionó brevemente
en el Líbano tras el golpe nacionalista en Irak y
se retiró luego de que el nuevo gobierno se comprometiera
a respetar el equilibrio de la región.
A fines de los ’60, cuando la guerra de Vietnam ya se estaba
transformando en un pantano para las tropas norteamericanas,
el gobierno de Nixon buscó la forma de mantener la
seguridad en Medio Oriente a través de agentes regionales,
sin que tuvieran que intervenir tropas estadounidenses.
El Estado de Israel, el régimen del sha Reza Pahlevi
y la monarquía de Arabia Saudita eran los tres pilares
de este dispositivo.
El Estado de Israel, el aliado fundamental de Estados Unidos
en la región, jugó un rol preciso en acelerar
la debacle del nacionalismo árabe. El 6 de junio
de 1967, lanzó un ataque preventivo contra las fuerzas
aéreas egipcias y contra Siria y Jordania. En sólo
seis días el ejército sionista derrotó
a los tres países y como resultado ocupó la
península del Sinaí en Egipto, las alturas
del Golan en Siria, Jerusalén y Transjordania. Este
fue un golpe sin precedentes no sólo al nacionalismo
burgués sino a las masas árabes. El pueblo
palestino que veinte años atrás había
sido expulsado de parte de su territorio histórico
sufría una nueva catástrofe. Esta rápida
victoria fue un punto de inflexión en la relación
de Estados Unidos e Israel. Como explica Tariq Ali "Las
capacidades militares de Israel tuvieron un fuerte impacto
en el Pentágono y el Departamento de Estado. La entidad
sionista demostró ser un relevo mucho más
estable y poderoso que lo que cualquiera pudiera haber previsto.
Las relaciones norteamericano-israelí sufrieron un
giro dramático. Israel se transformó en el
aliado más seguro de Estados Unidos en la región,
y esta realidad fue santificada por un giro masivo hacia
Israel de parte de la población judía en Estados
Unidos".9
Tan intenso fue este impacto que inmediatamente después
de la derrota Nasser presentó su renuncia. La movilización
de millones impidió que ésta se efectivizara.
Sin embargo la suerte de esta empresa ya estaba echada.
Nasser murió tres años después y su
sucesor Anwar Sadat, inició una apertura económica
y un proceso de privatizaciones que tuvo consecuencias sociales
catastróficas. Aunque en 1973 en la guerra de Yom
Kipur Egipto revirtió parcialmente su derrota de
1967, el fin de este conflicto fue un armisticio al que
contribuyeron la Unión Soviética y el embargo
de petróleo a los aliados occidentales del Estado
de Israel de los países del Golfo. Esta disputa se
terminó de resolver en las negociaciones de Camp
David de 1978, auspiciadas por Estados Unidos en el que
Sadat aceptó un acuerdo de paz con el estado sionista,
por el cual recuperó la península del Sinaí,
este acuerdo le costó la vida a Sadat que fue asesinado
en 1981. En el curso del gobierno de Sadat, Egipto cayó
en la órbita del dominio norteamericano, transformándose
en el primer país árabe en reconocer el Estado
de Israel.


La revolución iraní y la pérdida de
un aliado estratégico

 

La
revolución iraní que derrocó al sha
en 1979 cambió radicalmente la ecuación estratégica.
Estados Unidos no sólo había perdido a uno
de sus pilares clave en Medio Oriente, sino que éste
había caído producto de un proceso revolucionario,
en el que el movimiento obrero concentrado en las refinerías
petroleras había jugado un rol central, un escenario
que el nacionalismo burgués y el peso de los partidos
stalinistas en la región habían evitado exitosamente
desde las rebeliones anticoloniales. A pesar de la gran
paradoja de la revolución iraní, que terminó
con la instalación de una teocracia profundamente
reaccionaria encabezada por el ayatola Khomeini, este proceso
fue una experiencia fundamental para las masas trabajadoras
y populares en el Medio Oriente.
El proceso revolucionario se extendió desde junio
de 1977 a febrero de 1979. Hasta mediados de 1978, el movimiento
estuvo dominado principalmente por las clases medias, los
trabajadores no calificados, desocupados y los pobres urbanos
acompañados por la burguesía comercial (los
bazaaris). Pero en la segunda mitad de 1978 el proletariado
inició una intervención decisiva, las huelgas
abarcaron a los trabajadores de las refinerías petroleras,
que eran poco receptivos al islamismo, a los empleados públicos
y a todos los estratos de la clase obrera, y pusieron en
pie organismos de coordinación (shuras), que se extendieron
también a sectores del ejército. Estas acciones
obreras fueron definitorias para el colapso del régimen
monárquico. Sin embargo, el rol dirigente del proceso
recayó en el clero chiíta,10 que había
mantenido una relación conflictiva con el régimen
de Reza Pahlevi. El ayatola Khomeini había sido expulsado
en 1964 por denunciar que la presencia de asesores militares
norteamericanos violaba la soberanía nacional. En
su exilio de casi quince años, que pasó mayormente
en Irak y luego en París, elaboró la estrategia
para el establecimiento de un régimen teocrático
en el que el clero, bajo la figura del Guía Supremo
de la Revolución y el Consejo de Expertos, retenía
el poder del Estado. La intelligentsia iraní en el
exilio había reinterpretado en clave marxista al
Corán, asimilando las categorías de clase
a las definiciones religiosas de los "arrogantes"
y los "desheredados".11 Khomeini se apropió
esta "retórica chiíta socialista (...)
apoyándose en los desheredados, un término
bastante ambiguo que permitía que todos se identificaran
con él, a excepción del sha y de la corte
imperial".12
El rico proceso revolucionario en Irán vio el surgimiento
del Partido Comunista afiliado a Moscú, el Tudeh
(las masas), y de variantes "islamo-marxistas"
como los Mujaidines del Pueblo y los Fedayines, que se sumaron
al frente popular que llevó al poder a Khomeini en
febrero de 1979.13 El carácter reaccionario de este
régimen teocrático no demoró mucho
en revelarse. Los Guardias Revolucionarios y otros grupos
armados -notablemente la recientemente creada milicia Hezbollah-
que conformaban el aparato represivo lanzaron una purga
feroz en las fábricas y las escuelas contra toda
influencia de la izquierda, en medio de movilizaciones de
masas que reclamaban libertades democráticas. Entre
1981 y 1983 fueron arrestados y asesinados miles de miembros
de los mujaidines y del Tudeh y el régimen khomeinista
se consolidó en el poder. Como sintetiza el investigador
francés Gilles Kepel, la fortaleza de Khomeini "residió
en su capacidad de aglutinar a clases sociales diferentes,
incluso antagónicas, para conseguir la conquista
del poder, y en convertir el discurso político islamista
en el instrumento por excelencia de esta movilización,
en detrimento de cualquier otra ideología que compitiera
con él. Las diferencias sociales sólo aparecieron
después del derrocamiento del antiguo régimen;
los antiguos aliados fueron destruidos uno tras otro por
el grupo que resultó vencedor: la burguesía
piadosa".14
A pesar de este resultado, la caída del sha y el
ascenso del régimen teocrático, que en su
política exterior se comprometía a combatir
a muerte al "Gran Satán" (Estados Unidos)
por ser el protector del Estado de Israel y de otros enemigos
del Islam como Arabia Saudita, generó una crisis
sin precedentes para el dominio de Estados Unidos y quitó
de su órbita de influencia a un país de importancia
estratégica. La toma de la embajada norteamericana
durante meses y el desastre militar para la recuperación
de los rehenes marcaron uno de los puntos más bajos
de la hegemonía militar norteamericana posterior
a la derrota en la guerra de Vietnam.
Mientras que la monarquía saudita contrarrestaba
la influencia del chiísmo radical en el terreno de
la hegemonía ideológica del mundo islámico,
Estados Unidos recurrió a Saddam Hussein, un personaje
poco confiable pero enemigo acérrimo del régimen
khomeinista para hacer frente a la revolución iraní.
Alentado y armado por el imperialismo Irak lanzó
una guerra fratricida contra Irán en 1980 que se
prolongó hasta 1988 y terminó debilitando
a ambos Estados.


La primera guerra del Golfo y el giro a la intervención
directa

 

La
caída de la Unión Soviética dejó
a Estados Unidos como la única superpotencia, haciendo
desaparecer al principal competidor que le disputaba zonas
de influencia. Esta situación disminuyó la
importancia para el imperialismo norteamericano de sus antiguos
agentes regionales ya que abría la perspectiva de
un dominio más directo y un disciplinamiento mayor
de las élites burguesas semicoloniales.
La guerra del Golfo en 1991 constituyó la primera
intervención militar masiva norteamericana en Medio
Oriente desde 1958. Para enfrentar el desafío que
había planteado Saddam Hussein al invadir Kuwait,
Estados Unidos reunió una coalición sin precedentes
que abarcaba a las potencias imperialistas y al conjunto
de las burguesías semicoloniales de la región,
que mayoritariamente financiaron el esfuerzo de guerra.
Esto implicó un salto en el alineamiento de los gobiernos
árabes con Estados Unidos. El resultado de la guerra
y la resolución rápida de la posguerra fue
altamente favorable para el imperialismo norteamericano.
Como evaluaba la Comisión de Política Exterior
del Senado norteamericano en vísperas de la nueva
guerra contra Irak, "Una década atrás,
bajo otro presidente Bush, salimos de una crisis importante
de política exterior en Medio Oriente con la posición
más ventajosa que habíamos tenido desde la
Segunda Guerra Mundial. Dirigimos una coalición amplia
hacia la victoria contra Irak. En el camino, demostramos
que podíamos ser amigos fuertes y confiables del
mundo árabe y creamos muchas de las condiciones que
permitieron buscar un proceso de paz posible árabe-israelí.
Creamos las condiciones para la contención militar
de Irán-Irak, tuvimos el firme apoyo de nuestros
aliados europeos, y construimos puentes hacia Rusia y China
que nos permitieron actuar juntos con respecto a cuestiones
de paz y seguridad en el Medio Oriente".15
Esta situación llevó a un replanteo del rol
del Estado de Israel como principal aliado de Estados Unidos
en el Medio Oriente. En la conferencia de Madrid de 1991
que antecedió a los acuerdos de Oslo, el gobierno
de Bush (padre) ejerció una discreta presión
económica sobre el primer ministro derechista israelí,
Yitzak Yamir para sentarlo a la mesa de negociación.
El estado sionista no veía ninguna razón,
ya que la Intifada que llevaba casi cinco años, había
quedado aislada por el apoyo de Arafat a Hussein en la guerra.
Incluso Arabia Saudita, que había sido el principal
sostén financiero de la OLP, cesó su ayuda
durante la guerra del golfo. Por las mismas razones, Estados
Unidos veía la oportunidad de aprovechar esa relación
de fuerzas desfavorable para el pueblo palestino e imponer
un compromiso que llevara a aceptar su estatus de pueblo
colonizado y poder desactivar así un conflicto histórico
que siempre ha sido fuente de inestabilidad en la región.
La aceptación del acuerdo le costó el puesto
a Yamir y posteriormente la puesta en marcha de los acuerdos
de Oslo provocó el asesinato de Rabin a manos de
un judío ortodoxo de extrema derecha.
A lo largo de la década transcurrida entre la guerra
del golfo y la nueva guerra contra Irak, esta fortaleza
norteamericana en la región se fue erosionando. A
pesar de su triunfo y del alineamiento de los gobiernos
árabes, Estados Unidos confirmó que a excepción
de Israel no cuenta con subrogados confiables capaces de
disciplinar al mundo musulmán y transformarlo en
una zona estable y segura para los intereses imperialistas.
El surgimiento de grupos islámicos extremos amparados
por la élite gobernante saudita, el fracaso de la
política de "contención dual" de
Irak-Irán practicada durante toda la década
pasada, el fracaso de los acuerdos de Oslo para poner fin
al conflicto palestino, el estallido de la segunda Intifada,
la escalada de la intervención militar de Israel
hasta reocupar los territorios palestinos y la percepción
de la política abiertamente proisraelí de
Estados Unidos, alimentaron un profundo sentimiento antinorteamericano
y una creciente inestabilidad de los gobiernos proimperialistas
árabes.

 

NOTAS
1 En realidad no hay una definición
única de los límites geográficos y
políticos del Medio Oriente que varían según
el interés sea geográfico, político
o de defensa. La expansión de la influencia de Francia,
Gran Bretaña y en menor medida Alemania, introdujo
una distinción en lo que se había conocido
a lo largo del siglo XIX como "Oriente", región
que comenzaba en Eurasia, exceptuando a Rusia, diferenciando
el Cercano Oriente y el Lejano Oriente. Para el Departamento
de Estado norteamericano, el Cercano Oriente incluye a los
países del norte de Africa, el Levante y los Estados
del Golfo, excluye a Turquía de la definición,
ya que este Estado es miembro de la OTAN. Según esta
definición, ampliamente aceptada, los países
del Medio o Cercano Oriente serían Marruecos, Argelia,
Túnez, Libia, Egipto, Israel, Siria, Líbano,
Jordania, Irán, Irak, Yemen y los Estados del Consejo
de Cooperación del Golfo -Kuwait, Bahrein, Qatar,
Emiratos Arabes Unidos, Arabia Saudita y Omán-.
2 Gran Bretaña fue la primera potencia imperialista
que se estableció en Medio Oriente en el siglo XIX.
Su interés inicial era proteger las rutas y el comercio
hacia la India, sobre todo después de la apertura
del Canal de Suez en 1869. En 1840 las fuerzas navales británicas
establecieron las primeras posesiones coloniales en el Golfo
Pérsico y el puerto de Aden transformado en protectorado
británico en 1898 (lo que más tarde constituyó
la República Popular y Democrática de Yemen
del Sur, reunificado con Yemen del Norte en 1990). Posteriormente,
bajo la cobertura de expediciones arqueológicas,
el Reino Unido obtuvo permiso del califato del Imperio Otomano
para comenzar sus excavaciones en busca de petróleo.
En 1908 la Anglo-Persian Oil Company (antecesora de la actual
British Petroleum) descubrió la primera explotación
de petróleo comercializable en Persia (actualmente
Irán). La creciente importancia del petróleo
para la economía capitalista atrajo a otros capitales
como la Royal Dutch Company. Más tarde en la década
de 1930 la empresa norteamericana ARAMCO en alianza con
el clan Saud comienzan la explotación petrolera,
la tercera fundación del reino de Arabia Saudita
en 1932 fue contemporánea al descubrimiento del petróleo
en su subsuelo. En las décadas de 1950 y 1960 continúan
los hallazgos de petróleo en Bahrein, Qatar y los
otros Estados del Golfo.
3 Acuerdo secreto firmado en 1916 por Gran Bretaña,
Francia y el imperio zarista ruso para repartirse los territorios
del Imperio Otomano, por el que Francia se establecía
en Siria, Líbano y Argelia, Gran Bretaña en
la llamada Mesopotamia, más tarde Irak, Palestina,
Egipto, Transjordania y compartía Persia con el imperio
ruso. La revolución bolchevique de 1917 denunció
abiertamente esta diplomacia secreta de reparto colonial
y llamó a los pueblos musulmanes que habían
estado bajo dominio zarista y a los árabes a rebelarse
contra las potencias coloniales, defendiendo su derecho
a la autodeterminación nacional.
4 Un artículo publicado en la revista Weekly Standard
plantea del siguiente modo este diseño colonial:
"Gran Bretaña y Francia jugaron un rol central
en delinear esos estados. Descriptos a veces como ’hijos
de Sykes-Picot’, los nuevos estados estaban diseñados
para proteger o expandir los intereses estratégicos
de las potencias coloniales. Irak, por ejemplo, fue creado
alrededor de los campos petroleros de Mosul y Kirkuk. La
tarea de Egipto era proteger el Canal de Suez. Líbano
fue separado para hacerle lugar a los intereses de los cristianos
maronitas bajo protección francesa. Transjordania
era un puesto militar de avanzada británico con la
tarea de vigilar a la Península Arábiga, hacia
el sur y el este, y proveer una base para la intervención
en la zona del Levante". Amir Taheri, "The Crackup
of the Arab Tyrannies?", The Weekly Standard, vol.
008, número 42, 7-14 julio 2003.
5 La excepción fue la negativa de Francia a renunciar
a su posesión colonial en Argelia, que consideraba
parte de su territorio. Esto llevó a una lucha de
liberación nacional que se extendió desde
1954 a 1962, terminando con la retirada del imperio francés
y la independencia formal de Argelia.
6 Eric Hobsbawm, "Un imperio que no es como los demás",
Le monde diplomatique, junio 2003.
7 "Does Saudi Arabia Still Matter? Differing Perspectives
on the Kingdom and Its Oil", Foreign Affairs, Nov-Dic
2002.
8 La oleada nacionalista se extendió a Yemen (1960),
Sudán (1962), y Libia (1969), mientras que el movimiento
de liberación nacional argelino ponía fin
a la colonización francesa.
El punto más alto que alcanzó la realización
del programa panarabista que buscaba la unificación
de la nación árabe, dividida artificialmente
por las potencias imperialistas, fue la fundación
en 1958 de la República Arabe Unida por parte de
Egipto y Siria. Aunque este proyecto rápidamente
se demostró inviable, entre otras cosas por las rivalidades
entre las distintas fracciones burguesas de los estados
árabes, notablemente la élite saudita que
era aliada incondicional de Estados Unidos, y por las propias
diferencias al interior de la RAU, causó una gran
preocupación al imperialismo norteamericano que temía
la emergencia de gobiernos enemigos en el conjunto de la
región.
9 Tariq Ali, The Clash of Fundamentalisms, Verso, 2002.
10 El chiísmo surgió tempranamente en la historia
del Islam producto de la disputa sobre la sucesión
del califato a la muerte de Mahoma en el año 632.
Para los sunitas el sucesor debía surgir de la comunidad
de los creyentes, así el califato recayó en
el clan Umaya que representaba a la aristocracia tribal
de la Meca. Alí, el yerno de Mahoma y sus seguidores
asesinaron al tercer califa en el año 656 lo que
dio lugar a la primera guerra civil islámica. Traicionado
por sus propios partidarios Alí fue asesinado, al
igual que su hijo Husein, derrotado y muerto en la batalla
de Karbala. Esto llevó a la división definitiva
y el chiísmo, que significa literalmente el "partido
de Alí" iba a fundar sus propios estados y dinastías.
El martirio de Husein en Karbala es recordado por los chiítas
cada año, durante la procesión hacia su tumba.
Esta procesión fue prohibida por el régimen
de Saddam Hussein. Tras la victoria norteamericana en la
guerra, la procesión de millones a Karbala se transformó
en la primera movilización contra las tropas de ocupación.
El clero chiíta desarrolló esta tradición
de sacrificio en un símbolo de alejamiento del mundo,
en particular del poder y la política. Esta posición
llamada "quietista" fue cambiada radicalmente
por el ayatola Khomeini y la revolución iraní.
11 Estas elaboraciones corresponden al intelectual iraní
Alí Shariati quien incorporó al corpus doctrinal
chiíta elementos teóricos de intelectuales
de izquierda de corrientes tercermundistas. Esta influencia
iba de Sartre y Fanon al Che Guevara. Surgió así
el llamado "chiísmo socialista" que en
Irán profesaba principalmente la agrupación
Mujaidines del Pueblo. Este grupo fue duramente perseguido
por el régimen khomeinista, sus dirigentes se exiliaron
en Francia. Recientemente el gobierno francés encarceló
a cientos de sus militantes acusándolos de estar
preparando atentados terroristas en occidente.
12 Gilles Kepel, La yihad. Expansión y declive del
islamismo, Editorial Península Atalaya, Barcelona,
2001.
13 La izquierda iraní abarcaba un amplio espectro,
desde el Tudeh pro Moscú hasta grupos guevaristas
como los Fedayines, maoístas, los Mujaidines del
Pueblo y trotskistas.
14 Idem 12.
15 "Iraq and America’s Foreign Policy Crisis in the
Middle East -Senate Foreign Relations Committee-",
Library Resources.

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