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A la rastra de EE.UU.

Argentina: El “giro derechista” del gobierno

15/11/2006 La Verdad Obrera N° 213

Las órdenes de captura contra ex funcionarios iraníes (incluyendo al ex presidente Rafsanjani) no fueron una acción “autónoma” del fiscal Nisman y del juez Canicoba Corral sino que contaron con el apoyo abierto del gobierno de Kirchner. Como señala un editorial de Joaquín Morales Sola en La Nación del 15/11: “Hace veinte días, el Presidente les envió un mensaje a los fiscales de la causa por la masacre de la AMIA que contaban con su total apoyo para pedir la captura internacional de ocho ex jerarcas de Irán, entre ellos un ex presidente de ese país. Pocos días después, el juez Rodolfo Canicoba Corral hizo suyo el dictamen de los fiscales y ordenó tales capturas”. En realidad el acuerdo viene de antes, como lo certifican las declaraciones del Congreso Judío Mundial felicitando al gobierno argentino por haber cumplido las promesas realizadas por Cristina Fernández durante el último viaje de la pareja presidencial a Nueva York, el mismo en el que Kirchner “tocó la campanita” en Wall Street. Es una acción bochornosa, donde se puso codo a codo con la política de Bush e Israel contra Irán, utilizando los muertos de la AMIA en una causa judicial escandalosa, cuyas supuestas “pruebas”, brindadas por la SIDE, la CIA y el Mossad, son a su vez “secretas”.

Este alineamiento no puede ser visto como una medida más de las tomadas como parte de la “operación maquillaje”, realizada luego de la derrota electoral de Rovira y Kirchner en Misiones, aunque tenga en común con ellas contar con el beneplácito de sus opositores de derecha y tratar de ganar a sectores de clase media que podían ser influenciados electoralmente por éstos. Es parte de un planteo de mayor alcance o, si se quiere, es un hecho que muestra más claramente el contenido derechista de la actual orientación, por más que intente ser disimulado por los editorialistas de Página 12. Como es sabido, los alineamientos internacionales “sobredeterminan” el conjunto de la orientación política de un gobierno y, en este caso, es una medida que, por lo favorable a los intereses yankys y sionistas, supera todo lo que hicieron en el último período aún los países que militan dentro del ala más proimperialista del Mercosur o incluso el mismo Chile de Bachelet.

Anticipando los lineamientos de un segundo mandato
El actual hostigamiento a Irán anticipa los lineamientos que Kirchner prevé para un segundo período presidencial, ya sea si éste es reelecto o, más aún, si es Cristina Fernández la próxima presidenta. Apostando a un reemplazo en dos años de Bush por Hilary Clinton (a quien la actual senadora presenta como su “modelo”), un segundo mandato “pingüino o pingüina” buscaría aparecer mucho más cercano a las características del gobierno de Bachelet en Chile, no casualmente el país presentado como modelo por todos los referentes de la burguesía. Intentaría así mostrarse como un interlocutor más “confiable” para los intereses de Washington en la región (algo que por cierto Kirchner ha venido intentando aún bajo el gobierno de Bush) y enfriar relaciones con los “populistas” Chávez y Evo Morales.

En este marco, la renuncia de D’Elia posiblemente sea el primer acto de un desplazamiento gradual del gobierno de los sectores vinculados a los “movimientos sociales” que actúan como cobertura de “izquierda” del kircherismo. Algo que no necesariamente veremos en lo que queda del primer mandato, pero que ya es parte de la “agenda” del segundo, que será previsiblemente corrido más a la derecha que el primero. Kirchner buscaría así congraciarse con lo que le demanda la burguesía mediante los principales monopolios de comunicación: “tirar el lastre” de quienes en la coalición presidencial no gozan de “respetabilidad burguesa”. Al igual que el “sentido común” contrario a toda forma de acción directa que vienen intentando imponer con la excusa del enfrentamiento de las patotas en San Vicente, el contenido del ataque que estos medios realizan a D’Elía es por las razones opuestas a las que nosotros le cuestionamos. Basta ver las acciones de este último que son tildadas como “impresentables” por Clarín, La Nación, Perfil (y hasta por Página 12) que responden, en lo esencial, a demandas justas: protestar contra la policía que permitió la zona liberada para que “narcos” asesinen a un miembro de su movimiento; pedir la expropiación de un terrateniente yanky en Corrientes; defender a Irán contra la agresión imperialista. No es esto por lo que D’Elía tiene que rendir cuentas a la clase trabajadora sino por haberse prestado en numerosas ocasiones a desacreditar las luchas y las organizaciones obreras y populares (ver recuadro) y por ser parte de un gobierno que, más allá de los discursos, ha garantizado fabulosas ganancias a la clase capitalista. Y que, en el plano latinoamericano, ha jugado como “bombero” del imperialismo en la región ya sea enviando tropas a Haití, “conteniendo” a Chávez y Evo Morales, o buscando salidas que no afecten el orden burgués en las crisis provocadas por la acción de masas en distintos países, como ocurrió en Bolivia con la caída de Carlos Mesa; y que ahora no duda en alinearse junto a EE.UU. e Israel.

Asimismo, la obsecuencia mostrada por D’Elía luego que le pidieran su renuncia (en el programa televisivo “A dos Voces” del 15/11 se definió como un “soldado kirchnerista” y dijo estar “en un 99,9% de acuerdo con el gobierno”) no nos extraña. Es, en cierta medida, una repetición en forma de farsa de los argumentos que en los ’70 esgrimía la izquierda peronista para seguir sosteniendo al “General”, mientras este gobernaba junto a López Rega y los echaba de Plaza de Mayo. Parafraseando lo que decía Talleyrand1 de los Borbones cuando volvieron al poder tras la caída de Napoleón, los D’Elía y compañía no han aprendido ni han cambiado nada con el paso de la historia.

Desde el PTS siempre señalamos que la verborragia “nacionalista” y sobre la “unidad latinoamericana” del gobierno no implicaba ningún cuestionamiento a la dominación imperialista. El actual ataque contra Irán deja esto en claro, aún para los más incautos. Para los trabajadores está planteada la tarea de romper con este gobierno y avanzar en poner en pie una herramienta política propia, que lleve hasta el final la lucha por terminar con la opresión imperialista, por un gobierno de los trabajadores y el pueblo y por la reorganización socialista de la sociedad.

1 Talleyrand Périgord, Charles Maurice (1754-1838) Político francés. Tras el estallido de la Revolución Francesa fue elegido diputado del clero en los Estados Generales, donde defendió tesis constitucionalistas. En 1794 fue acusado de conspirar a favor de la monarquía y enviado a Estados Unidos. A su regreso, en 1797, fue nombrado ministro de Exteriores, cargo que le permitió entrar en contacto con Napoleón Bonaparte, a quien ayudó en el golpe de Estado del 18 de Brumario. En 1808 fue acusado de intentar derrocar al emperador, a quien se enfrentó por sus ansias expansionistas y, tras su caída, formó un gobierno provisional y representó a Francia en el congreso de Viena. Posteriormente fue embajador en la ciudad de Londres.


D’Elía: probando de su propia medicina

Con su defensa de Irán, Luis D’Elía trata de presentarse como alguien que actúa de acuerdo “con sus convicciones”. Lo cierto es que está probando de su propia medicina.

 El dirigente de la FTV (Federación Tierra y Vivienda) no sólo fue diputado provincial por la Alianza sino que fue uno de los principales defensores de la “tesis” que el 19 y 20 de diciembre de 2001 no hubo un genuino levantamiento popular. A un año de los hechos seguía diciendo que: “Todos los saqueos que hubo en diciembre en Buenos Aires fueron inducidos porque son funcionales a la derecha, los promovieron aquellos que necesitaban justificar el autoritarismo, la represión, el asesinato; los troskistas fueron funcionales a la derecha” (Clarín, 20/1/03). Con ese argumento boicoteó la marcha que el 20 de diciembre de 2001 había convocado la Asamblea Nacional Piquetera de Congreso a Plaza de Mayo y se transformó, junto al vocero de De la Rúa, Juan Pablo Baylac, en uno de los principales defensores de la “teoría del complot”.

 Después del asesinato de Kostequi y Santillán, el 26 de junio de 2002, según el libro Darío y Maxi, dignidad piquetera (publicado por los integrantes del MTD Aníbal Verón, donde se relata la investigación sobre los asesinatos), D’Elía expresó que “no tiene dudas de que Darío y Maxi eran pibes buenos, pero que seguramente eran manipulados”. Tan nefasto fue su rol que en una editorial de la corriente que en ese entonces se llamaba “Patria Libre”, y cuyos miembros hoy también son funcionarios K, se lo denunciaba por decir ante aquellos hechos: “no descarto una eventual responsabilidad de partidos políticos que buscan derrocar al presidente Duhalde”.

 Bajo el gobierno de Kirchner, actuó como su vocero para desacreditar distintas luchas a las que, haciendo gala de un vulgar macartismo, acusó de estar dirigidas por “la derecha trotskista”. Incluso ante el atentado en Plaza de Mayo, en el acto del 20 de diciembre de 2003, dijo: “No me extraña que sea una especie de autoatentado (...) están necesitando un muerto, y como el Gobierno se plantó firme y no reprime, no me extraña que hayan explotado eso” (Clarín, 22/12/03).

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