FT-CI

México: Un debate con el PRT

Anticapitalismo, antineoliberalismo y clasismo

06/01/2011 LTS-CC

La propuesta realizada por Martin Esparza durante el acto efectuado por el Sindicato Mexicano de Electricistas en el Estadio Azteca, el pasado 30 de octubre, provocó distintas posiciones en las organizaciones que se reclaman socialistas. Nuestra organización publicó en su último Estrategia Obrera un artículo al respecto (“Por una herramienta política de los trabajadores”), que presentamos también en nuestra página de internet www.ltscc.org.mx A su vez, el Partido Revolucionario de los Trabajadores presentó en su sitio (www.prt.org.mx) su postura al respecto, saludando la iniciativa del SME. En este artículo opinamos sobre esta posición.

Señala el PRT que “esta iniciativa es un paso muy importante en la dirección de un instrumento para lograr la independencia política de los trabajadores mexicanos”. Y considera que “el que en el llamado de Martín Esparza se haya usado la fórmula de agrupación política nacional hace una distinción con respecto a la noción legal de partido político, es decir de un partido electoral; ya que no hay posibilidades legales de registrar a un nuevo partido antes del 2012 pero con la ventaja de que no se define como partido electoral, sino como “agrupación política”, lo que apunta una perspectiva de lucha que va más allá de una campaña electoral coyuntural y de métodos de lucha que no se restringen a los comicios, sino a la acción política en la calle como ha caracterizado a la acción del SME este año”.

Desde la LTS consideramos fundamental –y así lo hemos manifestado en el mencionado artículo- la denuncia y el llamado a luchar contra la antidemocracia electoral, que restringe y condiciona la participación política con registro de las organizaciones obreras y de izquierda. Junto a esto, es imperioso impulsar toda tendencia hacia la independencia política de la clase obrera respecto a las distintas alternativas burguesas, lo que implica plantear la necesidad de una herramienta política de los trabajadores. La constitución de una Asociación Política Nacional (APN), como la anunciada por la dirección del SME, podría ser un paso en ese camino si asumiera una política, un programa y una clara delimitación de los partidos y programas patronales.

Las organizaciones marxistas debemos proponer una perspectiva para avanzar en ese camino, y alertar sobre los peligros que implicaría que esa APN se subordine a alguno de los partidos y candidatos “opositores” en las próximas elecciones, “justificándose” en que las restricciones legales (que impiden a las APN participar por su propia cuenta en las contiendas electorales) sólo dejarían esa opción. Frente a eso, por ejemplo, en el artículo citado desde la LTS planteamos que, frente a las restricciones de este régimen, una alternativa podría ser impulsar, hacia el 2012 una candidatura independiente y sin registro, discutida democráticamente por organizaciones obreras y de izquierda.

Llama la atención la apresurada conclusión que extrae el PRT, en cuanto a que la propuesta de Esparza supondría, en sí misma, “una perspectiva de lucha que va más allá de una campaña electoral coyuntural”. Según entendemos de la lectura de su declaración, esto se sustentaría en la consideración de que “…es la trayectoria de lucha del SME, no solo de sus casi 100 años, sino especialmente en la lucha contra la extinción de la CLyF la dinámica del movimiento es claramente de oposición, clasista y de ruptura radical con el poder actual”.

UNA JUSTIFICACIÓN “CLASISTA” PARA UNA ESTRATEGIA REFORMISTA

La declaración del PRT mete en el mismo saco la dinámica combativa expresada por la movilización de la base electricista, -su decisión de luchar contra el decreto mediante manifestaciones, acciones radicales y plantones que, efectivamente planteaban la necesidad de una perspectiva clasista-, con la política de la dirección del SME, que iba justamente en contra de esa dinámica.

Para avanzar hacia una perspectiva “clasista”, se requería por ejemplo, un programa que le exigiese a las demás direcciones sindicales la convocatoria a un verdadero paro nacional y, en primer lugar, a quienes se reclamaban opositoras, como la Unión Nacional de Trabajadores(UNT). De esa forma se pondría en acción la fuerza de amplios sectores de la clase obrera, paralizando lo más posible la economía capitalista. A esto se negó la dirección electricista, que se limitó a presentar como “huelgas nacionales” jornadas de lucha donde sus aliados de la dirección de la UNT no impulsaron el paro; se permitió así que estos aliados pasaran como combativos mientras llevaban la lucha al aislamiento, dejando solos a los 44 mil heroicos electricistas que perdían su fuente de trabajo.

Una perspectiva de “ruptura radical” requería poner en el centro de la acción los métodos de lucha del movimiento obrero, preparando a los trabajadores para la recuperación de las instalaciones con el apoyo de los demás sindicatos y organizaciones solidarias. En oposición a ello, Esparza y la mayoría del Comité Ejecutivo del SME, impusieron la confianza en la salida legal, tras la política de “resistencia legal, civil y pacífica” de López Obrador; subordinándose a la estrategia tantas veces propugnada por el PRD y el PT, llamaron a esperar la acción favorable de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Evidentemente no puede hablarse de la existencia de una política clasista por parte de la dirección del SME, cuando los diputados y dirigentes de estos partidos del Congreso tenían más derecho a hablar en las asambleas de la Asamblea Nacional de la Resistencia Popular (ANRP) que los trabajadores de base, y más que las organizaciones obreras, políticas y populares solidarias que participamos de las movilizaciones y acciones callejeras.

Esta política, lejos de ser “rupturista” y clasista como pretende el PRT, demostraba una perspectiva de colaboración de clases con sectores que representan políticamente y en su programa los intereses de la burguesía. Y que ha llevado a la dirección del SME a acercarse, no solo a AMLO y al PT, sino a Peña Nieto y al PRI.

Para imponer su política, la dirección no sólo se negó a impulsar asambleas de base resolutivas, impidiendo toda posibilidad de una real democracia obrera en la lucha. Sino que llegó a desconocer y atacar virulentamente la actividad de sectores de base que intentaban retomar las instalaciones; esta actitud la vimos frente a los compañeros de Lecheria, Juandó y Necaxa, por citar algunos ejemplos conocidos por todos los que participamos de la lucha.

Si la gran voluntad de resistir puesta en juego durante las movilizaciones de octubre y noviembre por los trabajadores podía abrir una dinámica “clasista y de ruptura radical”, eso fue frenado y contenido por la dirección sindical. El resultado de esta política lamentable se hizo más que evidente en los últimos meses: después de impulsar una huelga de hambre –en un contexto de aislamiento resultado de la negativa del SME y la UNT a convocar al paro- convenció a los trabajadores participantes en la misma de levantarla a cambio de promesas que, como es costumbre, la Secretaria de Trabajo nunca cumplió. La dirección del SME con una política pacifista y reformista llevó a los electricistas, un sector combativo y fundamental de la clase obrera mexicana, a sufrir uno de los golpes más duros de las últimas décadas. A pesar de la decisión de miles de electricistas que tenazamente hoy siguen sin liquidarse y en disposición de luchar contra el gobierno, el principal obstáculo que estos encuentran es la orientación que impuso y sigue imponiendo la dirección del sindicato. Pero los compañeros del PRT no plantean esto, evitan llamar a las cosas por su nombre y se ubican acríticamente detrás de la dirección de Esparza.

Desde la LTS, a través de nuestra intervención cotidiana en la lucha y como hemos propuesto desde las páginas de Estrategia Obrera, sostuvimos una política alternativa para derrotar la ofensiva del gobierno, para lo cual era fundamental impulsar la movilización en las calles, el paro nacional y la autoorganizacion democrática de las bases electricistas, con independencia de los partidos e instituciones del régimen patronal; y apelando a la más amplia solidaridad y la unidad en la acción con los demás sindicatos, el movimiento estudiantil y los sectores populares. Hoy está planteado extraer las lecciones de la lucha, proponer una política que supere la estrategia esparzista y apunte –partiendo de impulsar la libertad de Miguel Márquez Ríos– a reorganizar las fuerzas de los electricistas en alianza con otros sectores oprimidos y explotados que sufren los planes antiobreros en las fábricas y centros de trabajo.

Y AHORA… ¿CLASISMO DE LA MANO DE AMLO?

Ante la evidencia del rumbo en la política de la dirección del SME, debemos alertar sobre las consecuencias que para los trabajadores tendría que la APN terminara aliándose con alguno de los partidos patronales en las elecciones del 2012. Integrarse a alguna de estas listas con registro con un candidato electricista “independiente”, implicaría una nueva subordinación política a un partido burgués, obviamente, con un proyecto opuesto a los intereses de la clase trabajadora. El PRT menciona que “si la lucha social no tiene instrumentos políticos propios, dependerá básicamente de alianzas con organizaciones y fuerzas políticas que no tienen una perspectiva clasista de largo plazo ni mucho menos un programa anticapitalista o socialista, como ha ocurrido durante años en que no se ha logrado producir la ruptura orgánica de la mayoría de las y los trabajadores con los partidos de la burguesía y corrientes reformistas. Por eso es importante un proyecto político de lucha por el poder, no solamente contestatario o defensivo”.

Despues de leer esta afirmación, considerando las expectativas que sostienen frente a la dirección del SME, nos preguntamos: ¿cuál sería la forma en que el PRT considera que se puede concretar esa perspectiva general de “independencia de clase”?

Y nos plantean: “Al pronunciarse por participar en el 2012, Esparza abre la puerta para que la futura organización haga alianza electoral con la campaña de AMLO. Al hacerlo así abriría un flanco más amplio de unidad no solo para las demandas de los movimientos, sino para una perspectiva política propia de los trabajadores. En el gran bloque opositor encabezado por AMLO, el movimiento político de los trabajadores que propone la dirección del SME fortalecería la presencia y expresión propia de los trabajadores, al mismo tiempo que la unidad amplia. Es necesario abrir un gran debate en el conjunto del movimiento social para potenciar esta perspectiva clasista. Un proyecto de esta naturaleza, si logra penetrar con profundidad entre las filas de la clase obrera y los movimientos sociales, tiende a reconfigurar las relaciones sociales y políticas desde abajo, sin quedarse en los límites marginales de una protesta aislada, sino que puede transformarse en un instrumento fundamental para cambiar la correlación de fuerzas entre las clases sociales”.

Lejos de alertar contra las consecuencias de una orientación que lleve a “aliarnos” con programas y dirigentes ajenos a la clase obrera, el PRT considera entonces que avanzar en una perspectiva clasista pasa por… ¡aliarse con Andrés Manuel López Obrador! Mas claro, ni el agua. Pero ¿puede avanzarse en la construcción de una organización política que defienda los intereses y el programa de los trabajadores –y que adopte como propias las demandas del resto de los explotados y oprimidos– integrándose a un “bloque opositor” expresado en el Proyecto alternativo de Nación? ¿Un Proyecto cuyo programa y política no cuestionan los planes antiobreros, ni la entrega del país al imperialismo, ni se propone enfrentar de raíz las instituciones que sostienen y garantizan el ataque sobre las condiciones de vida de las amplias mayorías? Estamos lejos de toda perspectiva sectaria que niegue las diferencias que existen entre el programa y la política del lopezobradorismo respecto al panismo, al priismo e, incluso, a la mayoría que hoy dirige el PRD. Estamos conscientes de que AMLO genera amplias simpatías e importantes expectativas entre sectores de trabajadores y de jóvenes que ven en él a un opositor a los planes del gobierno. Pero quienes nos reclamamos socialistas deberíamos saber que, más allá de los posicionamientos y discursos del “presidente legítimo”, esa diferencia no va más allá de “humanizar” el capitalismo y limar los aspectos más salvajes del mismo. Es decir que no supone una ruptura con los intereses de la clase capitalista ni de la dominación imperialista sobre el país.

Una propuesta como la del PRT (participar del “bloque opositor encabezado por AMLO”), lejos de ser un paso en la independencia de clase, llevaría a los trabajadores electricistas a subordinarse a un programa –expresado en el Proyecto Alternativo de Nación– y a un sector que busca representar un proyecto capitalista “alternativo” al priista y panista, pero que de llegar al gobierno mantendrá lo esencial de la explotación sobre los trabajadores. Ese proyecto ya lo vimos en el caso de Brasil, Venezuela o Bolivia: apoyándose en las ilusiones de amplios sectores de las masas, los llamados gobiernos “pos neoliberales” son enemigos de resolver las demandas fundamentales obreras, campesinas y populares; más allá de algunos roces con el imperialismo y las transnacionales, han gobernado para distintas fracciones de sus respectivas burguesías “nacionales”.

Lo que necesitan los trabajadores no es limitarse a la lucha social o solamente sindical y dejarles el terreno político a los capitalistas, como alerta el PRT. Pero tampoco necesitan participar en la acción política subordinados a un programa capitalista tibiamente anti neoliberal. Lejos de ser un paso favorable en la emancipación de los trabajadores, los ataría al carro de un proyecto político burgués.

Justamente, para hacer pesar su fuerza en el terreno político –y pelear por hacerlo también en terreno electoral–, lo que los trabajadores necesitamos es construir una organización política propia, claramente diferenciada de las distintas alternativas, liberales y antineoliberales, oficialistas y opositoras que, por una u otra vía, sostienen este sistema de explotación y miseria, y que las combata políticamente. Es por eso que ante la propuesta de la APN, desde la LTS nos hemos pronunciado para que la misma sea un paso en el camino de una organización política de los trabajadores organizativa y políticamente independiente de AMLO y todos los partidos patronales. Una organización política que levante una estrategia y un programa con las reivindicaciones y demandas del conjunto del pueblo oprimido y explotado, que sea un foco de atracción para amplios sectores de trabajadores, campesinos pobres y la juventud oprimida, y que sostenga una lucha, verdaderamente anticapitalista, socialista y revolucionaria. Esa es una tarea por la que debemos luchar quienes nos reclamamos marxistas.

DEL ANTICAPITALISMO CONFUSO, AL… ANTINEOLIBERALISMO DE LOPEZ OBRADOR

La justificación “teórica” de la postura que el PRT le propone al SME puede encontrarse, por ejemplo, en el “Saludo y crítica al Proyecto Alternativo de Nación de AMLO”. Aunque firmado a título individual por uno de sus dirigentes (Andrés Lund Medina), parecería ser –ya que no hay replica alguna por parte de otros integrantes- una posición adoptada como tal por el conjunto de la organización. El nudo que recorre dicho documento es intentar explicar que el Proyecto Alternativo es un documento recorrido por una cruda contradicción: Mientras uno de los polos se orienta hacia el mantenimiento de un capitalismo nacional, hay elementos que muestran que el Proyecto es “tendencialmente anticapitalista” y que “choca frontalmente con las políticas neoliberales y el régimen oligárquico actual”. Amparándose incluso en una particular interpretación del “permanentismo”, el autor afirma que “el Proyecto Alternativo de Nación podría significar la apertura de un proceso político y social, económico y cultural, que, en medio de una feroz confrontación de clases, conduciría al necesario y urgente replanteo del socialismo para el siglo XXI, como está sucediendo con los gobiernos de Chávez, Correa o Evo.”

Bajo esa perspectiva, el PRT se plantea agruparse en el bloque anti neoliberal contra los neoliberales, abonando al desarrollo de este “bloque histórico”, con el objetivo de impulsar esa “tendencia anticapitalista” hacia una dinámica conscientemente anticapitalista. Ya otros comentarios (como los de Guillermo Almeyra) le criticaron al PRT su denodado esfuerzo por encontrar un sesgo anticapitalista en el Proyecto. Podríamos decir que ni siquiera los autores de dicho Proyecto han puesto tanto entusiasmo por demostrar un “radicalismo” que Lund Medina se empeña en hallar. Es evidente que no puede considerarse como anticapitalista un programa que se encuentra íntegramente en los marcos de un proyecto de humanización y reforma del capitalismo; es decir que no sostiene una sola demanda que cuestione o contradiga las bases “capitalistas nacionales” de ese Proyecto. Que López Obrador y la dirección de su movimiento choquen con los intereses políticos de priistas y panistas, nada tiene que ver con un curso anticapitalista. Se trata más bien de la confrontación entre distintas fracciones políticas del régimen político mexicano, que tomó la forma –particularmente en el 2005 y 2006- de un fuerte choque acicateado por la política abiertamente antidemocrática del PRI y el PAN. La denuncia de esta política y la defensa del derecho democrático elemental de las masas pisoteado por el fraude (tal como lo sostuvimos desde la LTS), nunca nos llevó a embellecer a una de las facciones ni a definir el proyecto de AMLO como “tendencialmente anticapitalista”.

Por otra parte, adjudicarle al Proyecto lopezobradorista la potencialidad de empujar una “feroz confrontación de clases”, oculta que la política y el programa de AMLO fue siempre contener –aun cuando sufrió el fraude del 2006- el desarrollo de una movilización que se le pudiera ir de las manos y que fuera a cuestionar la antidemocracia del régimen político. No es casual que esto sea justificado en el citado artículo con la mención a los llamados gobiernos antineoliberales: erróneamente y en una ruptura absoluta de los principios fundamentales de la teoría y el programa marxista, se considera que estos son los depositarios de un proyecto “socialista del siglo XXI”, omitiendo que fueron más bien una respuesta política –en los marcos de un proyecto capitalista y para nada “socialista” - para contener procesos de masas que irrumpieron desde el año 2000 en nuestra subregión, y evitar que se pusiera en cuestión el capitalismo semicolonial.

Este empeño por presentar el Programa como “tendencialmente anticapitalista” y darle un carácter rojo que no tiene, es una operación “teórica” para justificar la política del PRT de integrarse y sumarse a la construcción del movimiento de AMLO. Se trata de un mecanismo que pretende validar bajo un mano de izquierdismo, el ingreso de los anticapitalistas del PRT al antineoliberalismo lopezobradorista. El PRT inventa el “anticapitalismo” de AMLO con la intención de recrear, en tierras mexicanas, el proyecto que sus aliados en Francia (la ex LCR) impulsan al interior del Nuevo Partido Anticapitalista y que buscaba unificar a todos los “anticapitalistas” tras un programa que renunciaba a cuestiones fundamentales del marxismo revolucionario, y cuya perspectiva política ha sido analizada en las paginas de Estrategia Internacional y Estrategia Obrera por nuestra corriente internacional, la Fracción Trotskista.

El resultado de esto es que el PRT se posiciona embelleciendo, por “izquierda”, a esta dirección y su programa burgués, llamando a los trabajadores a sumarse a la misma –como planteamos párrafos arriba respecto al SME-. Bajo la política de aunar fuerzas con los antineoliberales contra los neoliberales, la dirección del PRT está reeditando una política que a fines de los `80 llevó al estallido y debilitamiento de esta organización, al ubicarse como “ala izquierda” del naciente neocardenismo que luego cristalizaría en el Partido de la Revolución Democrática. Ya desde 1988, la adaptación a esos sectores “•democráticos” del régimen, llevó a la integración de muchos integrantes del PRT a las filas del PRD (y posteriormente a su gobierno en la ciudad de México). Esto, mientras quienes mantuvieron su independencia organizativa formal bajo las siglas del PRT, en los años siguientes apoyaron “críticamente” al sol azteca y varios de sus dirigentes integraron las listas del PRD y las de su aliado PT.

Lo que vemos hoy es una nueva capitulación política al anti neoliberalismo, renunciando en los hechos a la independencia política y programática de los revolucionarios en particular y de la clase trabajadora en general, respecto a una fracción “opositora” proveniente de la burguesía y su régimen político.

Nuevamente, como a fines de los 80, el anti neoliberalismo aparece como un “atajo” para “construir el PRT”. Esto -más allá de que provoque o no un nuevo éxodo hacia alguna propuesta organizativa que posteriormente lance AMLO-, sólo puede llevar a construir una organización “socialista” adaptada y subordinada a la “burguesía democrática”. El balance profundo y crítico de las experiencias de las décadas previas y extraer lecciones revolucionarias de las mismas, es fundamental para una nueva generación de jóvenes y de trabajadores que quieran avanzar seriamente en una perspectiva socialista.

Frente a ello, desde la LTS, creemos fundamental –y esa es nuestra labor en el movimiento obrero y la juventud– edificar una fuerte organización revolucionaria, que retome el legado y el programa del trotskismo, que aprenda de los crudos errores cometidos por las organizaciones que se reclamaban trotskistas en los años `70 y `80, y que impulse toda tendencia hacia la independencia política de los trabajadores, construyendo fracciones revolucionarias en el movimiento obrero y participando, bajo esta perspectiva clasista y revolucionaria, en las luchas de la clase obrera y la juventud.

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