EL PAIS - 07-08-2011
Níger considera un problema la posible llegada de Gadafi
07/09/2011
eDecenas de vehículos militares cargados con oro y dinero cruzan el desierto.- El paso de la caravana desata especulaciones sobre el paradero del dictador libio
JUAN MIGUEL MUÑOZ (ENVIADO ESPECIAL) - Trípoli - 07/09/2011
Todo el mundo se preguntaba lo mismo ayer en Trípoli. ¿Viajaba Muamar el Gadafi en el convoy? La confusión impregnaba las informaciones respecto a la caravana de decenas de vehículos militares, entre 50 y 200, según las fuentes, que desde Libia llegó a Níger entrada la noche del lunes cargada de oro y divisas. El Gobierno de este país sahariano negó que el dictador se hallara en el convoy, en el que se desplazaban oficiales libios y guerrilleros tuaregs que sirvieron al tirano durante los seis meses de una guerra que ya se apaga en Libia. El ministro de Asuntos Exteriores de Níger, Mohamed Bazoum, se ha mostrado tajante y ha comunicado que la presencia de Gadafi en su país "representaría un problema para su país".
El Gobierno interino negocia la rendición del bastión gadafista de Bani Walid
Un día antes, el jefe de las brigadas de seguridad de Gadafi, Mansur Dhao, también escapó a Níger y altos cargos del régimen son detenidos a diario en la capital libia. La desbandada es general. El tirano es un cadáver político por el que casi nadie lucha.
Fuentes militares francesas y de Níger -país que ya ha reconocido al Consejo Nacional de Transición (CNT)- aseguraron a la agencia Reuters que el enorme convoy, que aparentemente atravesó también territorio argelino, podía dirigirse a Burkina Faso, país que dijo haber ofrecido asilo a Gadafi en agosto, aunque ayer su Gobierno lo desmintió. Es una ruta que han recorrido miles de inmigrantes subsaharianos que abandonaron Libia desde el comienzo de la guerra, en febrero.
Pero en este misterio en torno al paradero del autodenominado rey de reyes de África, todo son interrogantes. En las carreteras del desierto yacen destripados camiones aislados alcanzados por la aviación de la OTAN, a la que no ha podido pasar desapercibido un convoy de semejantes proporciones. El aluvión de especulaciones fue incesante. El Departamento de Estado de EE UU apuntó que altos mandos viajaban en la caravana, pero apostaba a que el fugitivo más buscado no se había sumado al grupo de vehículos militares en fuga y que permanecía en su país, mientras las autoridades del Ejecutivo interino libio, que aseguran desde hace días tener localizado a Gadafi, guardaban silencio.
Solo Abdelaziz Ghoga, vicepresidente del Consejo Nacional, se limitaba a apuntar que los huidos se llevaron oro, dinero y divisas custodiadas en una sede del banco central libio en Sirte, cuna del déspota sitiada por los insurgentes, y se encaminaban hacia Niamey, la capital, cercana a Burkina Faso.
Al dictador apenas le quedan refugios. La capital que le acoja violará las resoluciones que Naciones Unidas impuso a Gadafi y sus acólitos. Burkina Faso ya ha reconocido al nuevo Gobierno libio, es firmante del tratado que estableció la Corte Penal Internacional, y ayer su Gobierno decía desconocer planes del tirano libio para desplazarse a su territorio. El presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, rechazó responder a la llamada telefónica de Gadafi días atrás; Robert Mugabe se niega a que el dictador pise suelo de Zimbabue.
Si se habla de Burkina Faso es porque este paupérrimo Estado ha recibido parte del dinero que el tirano solía repartir entre los dirigentes africanos, práctica que sacaba de quicio a los ciudadanos libios. El autócrata goza de respaldo popular en la antigua Alto Volta -Gadafi bautizó el monumental palacio de congresos de Sirte con el nombre de Uagadugu, capital de Burkina Faso- y también en Níger, donde los rebeldes tuaregs tuvieron su apoyo en una revuelta contra el Gobierno central que terminó en 2009.
En los casi dos millones de kilómetros cuadrados de suelo libio -casi todo desierto-, Gadafi y sus hijos, especialmente Saif al Islam, que apuntaba a ser su heredero, también se van quedando huérfanos de escondites.
En Bani Walid, uno de los últimos bastiones gadafistas en el desierto al sureste de Trípoli, los rebeldes negociaban -se dan por rotas las conversaciones, pero el Gobierno interino lo intenta una y otra vez- con los respetados líderes tribales para que los insurgentes puedan tomar la ciudad de 50.000 habitantes sin recurrir al asalto armado. Las negociaciones maduraban anoche. Si el Consejo Nacional lograra entrar en este baluarte del autócrata sin pegar un tiro, sería el golpe de gracia para el escurridizo Gadafi.
El centenar de fieles al dictador que controlaban ayer el centro de Bani Walid son acusados de haber perpetrado crímenes y temen un castigo ejemplar. Están rodeados por el norte, el este y el oeste. En el sur de la ciudad, admitía un comandante insurrecto, solo se vigila atentamente, pero el despliegue de milicianos es mucho menor. Como si se pretendiera ofrecer alguna vía de escape.
Rebeldes de Misrata y otras ciudades participan en el asedio a esta población habitada por miembros de la dividida tribu de los Warfala. Muchos todavía recuerdan lo sucedido a Ramadán al Sueihy hace un siglo. Uno de los más prominentes líderes de la rebelión contra los colonizadores italianos en Tripolitania, Al Sueihy fue entregado por jefes de este clan a los militares ocupantes. Los traidores eran de Bani Walid.
Ahora, los sublevados naturales de Misrata, que sufrieron un bestial castigo de las tropas gadafistas, lamentan que Bani Walid no se alzara en armas. El hecho de que muchos hombres de esta tribu tengan parientes en la ciudad frena el ataque tanto como la pretensión de las autoridades de conquistar una ciudad sin recurrir al toque de corneta.