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¿A donde lleva la estrategia de “unidad nacional” de la CUP?
por : Santiago Lupe

08 Jul 2014 | Hace dos años, tras la histórica Diada de 2012, el panorama político de la izquierda catalana vivió la fuerte emergencia de la CUP en el terreno electoral. Con 126.000 votos la izquierda independentista apoyada por la casi totalidad de la izquierda social y los grupos de la izquierda anticapitalista lograron incorporar tres diputados en el nuevo (...)
¿A donde lleva la estrategia de “unidad nacional” de la CUP?

Hace dos años, tras la histórica Diada de 2012, el panorama político de la izquierda catalana vivió la fuerte emergencia de la CUP en el terreno electoral. Con 126.000 votos la izquierda independentista apoyada por la casi totalidad de la izquierda social y los grupos de la izquierda anticapitalista lograron incorporar tres diputados en el nuevo Parlament. Capitalizaban así dos importantes fenómenos políticos. La CUP era vista por miles de jóvenes y sectores populares como una alternativa que podía llevar a las instituciones el malestar y la indignación expresado en la calle desde el 15M. Para muchos aparecíacomo una opción más decidida e intransigente en la lucha por la independencia de Catalunya; una lucha que la plantearon unida a la transformación social.

Sin embargo en el último año la CUP se ha convertido en un socio más del "frente soberanista" que capitanea CiU, y de una forma cada vez más acrítica. El último episodio lo hemos visto recientemente. En rueda de prensa sus diputados le han pedido a ERC que entre al Govern de Artur Mas como una forma de intentar garantizar que la consulta del 9N se celebre. Todo desde un respeto absoluto a CiU y sus consellers, mostrándose sorprendido por “la franqueza y honestidad de Mas”. Pero lo más grave es que allí mismo anunciaron estar dispuestos a “hacer todo lo posible” en esta materia de colaboración para garantizar el 9N. Cuando fue preguntado por la entrada a un gobierno de coalición no la ha rechazado como posible opción, sino que la consideró como una contribución “menos relevante” para forzar la realización de la consulta del 9N por su reducido peso parlamentario.

¿Cómo ha llegado la CUP a una política de colaboración con el partido de la gran burguesía catalana que está llevando adelante los peores ataques contra las clases populares de toda la democracia?

La falsa división entre lo social y lo nacional

En ningún momento la CUP ocultó que su estrategia era la de la “unidad popular”. Una fórmula abstracta y con límites cuanto menos muy elásticos, sobre qué clases sociales y qué alianzas iban a ser necesarias para la consecución de una Catalunya independiente y para el 99%. La manera escogida por la CUP para resolver esta cuestión fue una falsa división entre lo social y lo nacional que se plasmó en el discurso de investidura de David Fernández de “puño cerrado contra los recortes y mano extendida para la consulta”. Es decir con la burguesía catalana en lo “nacional”, y sin ella en el plano social.

Esta mano extendida en la pelea nacional considera que la unidad de toda la nación, incluida pues la burguesía y sus representantes, es una condición necesaria para lograrlos. Una estrategia que pierde de vista y desarma al movimiento ante un peligro fundamental. La burguesía catalana y sus representantes ni han sido ni son defensores del derecho de autodeterminación, por sus propios intereses económicos y porque saben que para conseguirlo sólo es posible por medio de la movilización de las masas y tumbando al Régimen del 78. Esta estrategia lleva a un callejón sin salida o algún tipo de desvío frustrante a las aspiraciones que millones expresan en la calle cada 11S. Pero además abandona la organización y la movilización de los trabajadores y sectores populares por sus demandas sociales mientras congela la lucha por el mismo derecho de autodeterminación en pos de no perturbar la necesaria unidad nacional.

La colaboración con el Gobierno en este terreno “nacional” no podía no tener consecuencias en el terreno “social”. Sobre todo porque una de las condiciones claves de la hoja de ruta de Mas en la que la CUP ha participado de principio a fin -salvo el descuelgue coyuntural de no querer pedir la autorización para la consulta a las Cortes españolas- era precisamente desactivar la calle.

La lucha por el derecho a decidir: de la movilización, al Parlament y los despachos

La “pasivización de la calle” de la hoja de Mas es el terreno más favorable para que CiU la haya podido manejar a su antojo y conducir hacia una vía en la que la consecución del derecho efectivo a decidir se torna una utopía. La misma celebración del 9N está en cuestión, pero incluso si se celebra ya Mas anuncia que el resultado servirá exclusivamente para abrir un proceso de negociación con el Estado. La ERC más allá de defender que el 9N debe celebrarse sí o sí no se ha separado de esta línea de acuerdo con el Estado, sobre todo porque no está dispuesta a separarse del partido tradicional de la burguesía catalana que considera un actor clave y protagónico de todo el proceso. La voluntad de los catalanes será imposible que sea respetada si no es sobre las ruinas del Régimen del 78 que tiene en la “unidad de España” uno de sus pilares fundamentales cuya defensa es consagrada en la Constitución a la Corona y el Ejército. Para ello sólo la movilización social con la clase trabjadora al frente y en alianza con la del resto del Estado lo puede hacer posible.

La CUP ha sido parte de esta pasivización del movimiento por el derecho a decidir. Las posiciones conquistadas en 2012 (crecimiento militante, parlamentarios, presencia mediática...) no han sido puesta al servicio del desarrollo de la movilización. Siguiendo la hoja de ruta de Mas en este terreno, que era aceptada por la ANC sin discusión, ha limitado sus llamamientos a la movilización a las Diadas y alguna otra manifestación aislada.

La “mano extendida”, o en otras palabras la colaboración y sumisión a la dirección de CiU del proceso, llevaba a esto, para no romper la unidad del frente soberanista. Y en nombre de esta unidad a lo largo de estos 23 meses la CUP ha ido poco a poco siendo un elemento cada vez menos discordante con la “pasivización de la calle” que Mas reclamaba para que su Govern estuviera en las mejores condiciones para enfrentar el desafío del 9N.

Quizá el ejemplo más conocido fueran las movilizaciones de Can Vies. La defensa de este emblemático CSO del barrio de Sants se transformó en un verdadero estallido juvenil que expresaba el descontento de miles de jóvenes con la situación de “no future” a la que la crisis está conduciendo a toda una generación. La CUP por medio de David Fernández intervino en el conflicto y lo hizo con una posición acorde con lo que demandaba la Generalitat. Ésta había expresado que las imágenes del descontento juvenil y los disturbios podían jugar en contra de ganar apoyos internacionales para la consulta. Fernández no dudó en condenar a los “violentos” sumándose al coro de partidos del Régimen e incluso se quiso ofrecer como mediador entre el Ayuntamiento y el CSO para desactivar el conflicto, en vez de convertirlo en una cabecera de playa para impulsar un potente movimiento juvenil que tomara las reivindicaciones de trabajo, educación, derecho al ocio... de la juventud.

Pero la contribución más importante a la pasivización ha venido de lo que la CUP ha dejado de hacer. Durante estos dos años la búsqueda de conformar el frente soberanista ha llevado a que las posiciones de la CUP no estuvieran al servicio de luchas importantes que sin duda ponían en aprietos a la dirección del proceso soberanista, el derechista Govern de CiU. Quizá el caso más significativo fuera la huelga de Panrico, la más larga y dura de toda la etapa democrática. En sus 8 meses de duración el apoyo de la CUP no pasó de lo testimonial o alguna pregunta parlamentaria. Incluso cuando el Govern ha otorgado un crédito de 8 millones para financiar 60 nuevos despidos los diputados de la CUP no han abierto la boca para denunciar semejante atropello. A nadie puede extrañarle esto si lo que pasa por su cabeza es la posibilidad de compartir Govern con el partido de Foment de Treball.

Lo mismo podemos decir de su actitud respecto al caso Pujol. Sus declaraciones están al mismo nivel que la de PSC o la ERC. Una condena contundente formalconformándose con una maniatada comisión parlamentaria y sin proponer ninguna medida de movilización o denuncia pública contra el ex-President y el resto de la trama del 3%. En el plano judicial no se han sumado a la demanda interpuesta por Guanyem Barcelona y Podemos contra el “muy honorable”. Ni tan siquiera el día que éste fue al Parlament la CUP mandó una mínima delegación a la concentración de protesta que lo recibió a las puertas del Parlament. Pareciera como si no se quisiera hacer demasiado ruido con este asunto, como si se asumiera la famosa frase de Pujol de que atacarle a él era atacar a Catalunya. La CUP asume en los hechos que una gran campaña contra la macro corrupción del ex-president y el clan del 3% podría ser un obstáculo al proceso soberanista. Una concepción que no es incoherente con la estrategia que se conforma y colabora con que esta casta sea la que se encuentra a la cabeza del mismo.

Un salto en la estrategia de colaboración con la burguesía catalana

La integración de la CUP en el bloque soberanista en las últimas semanas está dando un nuevo salto. A muchos votantes, simpatizantes y militantes de la CUP se les ha debido de revolver el estómago al escuchar las declaraciones de sus diputados tras la aprobación de la Ley de Consultas, la firma del decreto del 9N o tras la cumbre de partidos pro-consulta del pasado 3 de octubre. Pero sobre todo al oir a Quim Arrufat ofrecer su entrada a un posible gobierno de coalición junto a ERC y CiU. A la CUP es ya casi imposible distinguirla de ERC, el socio de facto del Govern de CiU, y sus críticas a Mas y CiU son tan tibias como respetuosas. Incluso hechos tan graves como la represión de los Mossos sobre los intentos de acampada en la Delegación del Gobierno y la plaza Catalunya no han sido condenados.

La CUP se ubica como un ala leal del frente nacional, que ni siquiera pone toda la carne en el asador para que de aquí al 9N la calle, las facultades y los centros de trabajo se movilicen para hacer posible la consulta y evitar o hacer más costoso un recule de Mas. Sino que más bien profundiza en la leal colaboración con quienes preparan la marcha atrás.

Hoy Mas prepara una desactivación del 9N que no está nada descartado que se logre y un encauzamiento del proceso en el diálogo con el Estado que le pase la menor factura electoral posible. Y Junqueras y Fernández se lo están poniendo muy fácil. CiU prepara una gran frustración y confía en que la ausencia de movilización y radicalidad en el movimiento por el derecho a decidir evite un desborde de sus planes. Lograr que en nombre de la unidad no surja ningún ala de izquierda e independiente al partido de la burguesía catalana es una condición para ello. Pero además esto hace que la lucha por el derecho de autodeterminación no sea todavía sentida como propia por amplios sectores de la clase obrera catalana, que lo ven como un proyecto del Govern que les está atacando. Y un efecto similar tiene entre los trabajadores y sectores populares del Estado español. El hecho de que no sea reconocible un sector que pelea de forma independiente por este derecho desde los intereses de los de abajo hace más difícil que el apoyo a la consulta sea mayor fuera de Catalunya.

Es necesaria una estrategia de independencia de clase para luchar por el derecho de autodeterminación

En 2012 Clase contra Clase fuimos el único grupo de la izquierda anticapitalista que señaló los peligros que contenía una estrategia de unidad con la burguesía para la conquista del derecho de autodeterminación. Muchas otras organizaciones no quisieron verlos e incluso apoyaron la idea de que en este camino había que ir de la mano de CiU y la burguesía catalana. Grupos como Lluita Internacionalista, En Lluita o Revolta Global fueron entusiastas defensores de la política de la CUP que hoy es muy difícilmente defendible desde una perspectiva anti-capitalista. En estos días vemos cuales son los efectos de una estrategia de conciliación de clases tanto para la lucha por el derecho a decidir como para desarrollar la organización y movilización de los sectores obreros y populares por nuestras propias reivindicaciones.

Esto hace que estén creciendo los sectores que se niegan a comulgar con las ruedas de molino del frente soberanista. Surgen dentro de las mismas CUP y la izquieda independentista. Muchos jóvenes que entraron a la militancia política detrás de la consigna independencia y socialismo no pueden tragarse el sapo de la unidad con CiU en la hoja de ruta y hasta en un posible Gobierno. También dentro de la izquierda social catalana las diferenciaciones con esta deriva son cada vez más notorias. Sectores más vinculados a otros proyectos políticos como el Process Constituyent o Guanyem Barcelona se vienen separando de la no crítica a CiU que viene haciendo la CUP en las últimas semanas y debatiendo en diferentes foros contra esta política de unidad nacional con el enemigo de los sectores populares.

Es cada vez más necesario y urgente que desde los sectores descontentos con la deriva de la CUP y las fuerzas de la izquierda anticapitalista que no quieran seguir siendo el furgón de cola de esta política pelear por un ala dentro del movimiento por el derecho a decidir que apueste por su conquista desde la total independencia política de la burguesía y por medio de la movilización. Una política que en las próximas semanas tendría una gran oportunidad para desarrollarse, apostando por desatar la mayor movilización social en la calle, las facultades, las empresas... rompiendo así una de las premisas fundamentales de la hoja de ruta de Mas, la ausencia de movilización por fuera de su control.

17/05/3014

 

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