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Alto a la masacre. Abajo el golpe del ejército
por : Eduardo Molina

22 Aug 2013 | Las salvajes masacres donde se calculan alrededor de 1000 muertos en el desalojo de los campamentos de militantes de la Hermandad Musulmana (HM), la detención masiva de dirigentes y miembros de esa organización...

Las salvajes masacres donde se calculan alrededor de 1000 muertos en el desalojo de los campamentos de militantes de la Hermandad Musulmana (HM), la detención masiva de dirigentes y miembros de esa organización, represión a huelgas como la de Suez Steel y la imposición del “estado de emergencia” muestran a las claras el carácter profundamente reaccionario del gobierno cívico-militar surgido del golpe del 3 de julio. Por si faltara algo, la justicia egipcia podría excarcelar al ex dictador Mubarak. Aunque asumió prometiendo elecciones a seis meses, el gobierno está apelando a métodos contrarrevolucionarios para restaurar el control militar sobre la situación.

Si bien lo encabeza el presidente de la Corte Suprema (Adi Mansur) e incluye figuras civiles, su “hombre fuerte” es el Gral. al-Sissi (jefe del ejército y ministro de Defensa). Virtualmente es un “gobierno títere” de los militares, impuesto con la colaboración de sectores burgueses liberales y reformistas para apoyarse en el amplio repudio popular al depuesto presidente Mursi. Este fue un “gobierno de desvío”, surgido de elecciones y sostenido en los pactos entre los HM y el ejército (con el visto bueno imperialista). Mantuvo el aparato represivo e intentó imponer un plan neoliberal y proimperialista, bajo una constitución islamizante que atacaba las libertades democráticas conquistadas en el derrocamiento de la dictadura de Mubarak, e intentó atribuirse plenos poderes, lo que generó un amplísimo proceso de movilizaciones populares que amenazaba derribarlo revolucionariamente.

El golpe del 3 de julio buscó expropiar políticamente esa movilización de masas e imponer una salida reaccionaria a la aguda crisis política. Fracasado el intento de integrar a la Hermandad Musulmana a este plan, pues reclamaban la reposición de Morsi, el nuevo gobierno lanzó una feroz escalada represiva, acentuando sus rasgos bonapartistas.

Si bien entre importantes sectores de la población hay cierta credibilidad en los militares y sus promesas, sus brutales medidas represivas están generando un alto costo político, debilita la legitimidad del nuevo gobierno, y desnuda las contradicciones y límites que enfrenta. Está por verse si se asienta una “hoja de ruta” hacia nuevas elecciones condicionadas y una Constitución reaccionaria “retocada” para limitar la influencia islamista y garantizar las posiciones fundamentales de la gran burguesía egipcia, el ejército y del imperialismo, o asume rasgos más abiertamente dictatoriales.

El imperialismo dejó correr el golpe y se niega a definirlo como tal, sosteniendo a los militares, sus aliados y agentes claves en Egipto. Sin embargo, comenzó a ensayar algunos tibios gestos de presión, como la suspensión de la venta de armas por la Unión Europea o la demora en la entrega de ayuda militar por EE.UU., para marcar el rumbo que esperan siga el gobierno de El Cairo en una situación convulsiva, donde si se pasan de la relación de fuerzas, podría detonarse nuevas irrupciones de las masas. En el plano regional, el gobierno militar cuenta con el apoyo de la reaccionaria monarquía de Arabia Saudita, que aplastó con sus tanques el levantamiento en Bahrein y actúa para liquidar el proceso de la “primavera árabe”, y del estado de Israel que ve en la caída de la Hermandad Musulmana una oportunidad de debilitar a Hamas.

Los liberales y nacionalistas se sumaron al golpe y encubrieron a los militares y su plan. Si bien algunos, como el Baradei, que renunció como vicepresidente y se exilió en Suiza, se han distanciado para preservarse como posibles recambios políticos a futuro, no cambia su rol nefasto en la colaboración con los militares y el imperialismo. .
Lamentablemente, buena parte de las direcciones con influencia en sectores de vanguardia juvenil, también apoyaron el golpe, bajo la falsa óptica de que puesto que los islamistas son reaccionarios, no hay otra salida que sostener la variante “laica” de transición que hoy representarían Mansour y al-Sissi. Así, el movimiento Tamarod (Rebelión) que agitó la campaña contra Morsi apoya a los militares justificando su represión a los islamistas por “terroristas”, mientras que Abu Aita, ex presidente de la Federación de Sindicatos Independientes, asumió como Ministro de Trabajo, llamando a frenar las huelgas.

Pese a las medidas reaccionarias del gobierno, el proceso revolucionario no ha sido derrotado y sigue abierto, alimentado por la crisis económica y las profundas aspiraciones de las masas, que vienen haciendo una gran experiencia política. Los intereses de la clase trabajadora y las masas pobres chocan con los del poder militar, que se arroga el papel de árbitro nacional, controla un tercio de la economía y está estrechamente ligado al actual “modelo” de explotación y a los acuerdos con el imperialismo, lo que plantea un escenario de enfrentamientos entre los trabajadores y el gobierno “cívico-militar”.

Partiendo de la denuncia a las masacres y la represión del ejército y sus cómplices civiles, pero sin depositar ninguna confianza en la Hermandad Musulmana que ya demostró su carácter reaccionario cuando estuvo en el poder, es necesario desarrollar la movilización independiente de los trabajadores, los jóvenes y los sectores populares para tirar abajo al gobierno golpista e impone una asamblea constituyente revolucionaria, vale decir verdaderamente libre y soberana, sobre las ruinas del régimen y garantizada con un gobierno provisional de las organizaciones obreras y de masas que encabecen la lucha.

21/08/2013

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