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Un año de lucha política
por : Manolo Romano

22 Dec 2006 |

Hugo Moyano apareció junto a la ministra Miceli para anunciar el aumento del 20% de las asignaciones familiares: entre 9 y 12 pesos más por hijo que llegarán a cerca de tres millones de trabajadores “en blanco”. El gasto total le significa al Estado apenas 750 millones cuando el superávit fiscal sólo del mes de noviembre supera los 1.600 millones y en el año se acumulan casi 23.000 millones de caja. En momentos en que se produce una escalada de la inflación real que sufre la mayoría popular en la canasta básica en medio de las fiestas y las vacaciones, la CGT de San Vicente se prepara para negociar un tope salarial acotado entre el 10 y el 15% para 2007, mientras la ministra Miceli dice que el año que viene se “flexibilizarán” los controles de precios.

El mismo día del anuncio, la UIA presentó al gobierno su plan para las Pymes: “Con el nombre de Plan de Fortalecimiento de Pequeñas y Medianas Industrias, los empresarios propusieron una serie de medidas que, para el Estado, tendría un costo fiscal de 1300 millones de pesos” (Clarín, 20/12). La corporación empresaria pide además leyes especiales para las Pymes con las peores cláusulas de flexibilización de los años ‘90, lo que significa reforzar las normas de esclavitud para el 60% de la mano de obra ocupada. Y eso que “entre fines de 2003 y principios de 2006, las Pymes industriales aumentaron sus ventas en un 50%, y sus exportaciones crecieron un 52%”. Esta gente no está, como diría Kirchner, ni “en el infierno”, ni “en el purgatorio”, y ahora quieren el paraíso. Si bien la arremetida antiobrera de la UIA es una reacción contra algunos proyectos de tibias reformas en la ley laboral que empuja el abogado de la CGT Recalde, sin duda es un programa patronal preparatorio a choques del futuro y destinado a polarizar las negociaciones de convenios que se vienen el año próximo.

El 2007, que se perfila como un año electoral, puede ser también un año de fuerte pulseada por la redistribución de la renta nacional, con nuevo protagonismo de las luchas salariales y de los trabajadores precarizados contra el fraude laboral como lo hicieron recientemente los telefónicos. En esta pulseada es evidente que los dirigentes de la UIA muestran muchísima más audacia para defender los intereses empresarios que Moyano a los trabajadores. Según un informe de la consultora Nueva Mayoría, en 2006 hubo alrededor de 500 conflictos y huelgas. El dato en bruto ya muestra el rol de la burocracia de la CGT en contener las luchas obreras, que en 2005 habían superado las 700. Posiblemente Kirchner llegue a ser el primer presidente desde el año 1983 que en su primer mandato no tiene ningún paro general en contra. Si lo ponemos en términos futbolísticos, es aberrante: la clase trabajadora tiene un DT que trabaja para el equipo contrario (peor aún que en recientes campeonatos).

Una clara enseñanza del 2006 es que hay que construir oposiciones clasistas en los sindicatos que agrupen al activismo, y se dirijan pacientemente a la base para dar esta pelea por el salario y por terminar con la precarización laboral. No sólo es necesario sino también posible. La clase trabajadora renueva sus fuerzas con la incorporación tumultuosa de 3 millones de nuevos proletarios a la producción en el marco del crecimiento económico, en su mayoría jóvenes y predominantemente en condiciones precarias de empleo. Esta nueva generación obrera está procesando sus primeras experiencias y será la fuente para el surgimiento de nuevos fenómenos y alineamientos en la clase trabajadora y sus organizaciones.

Lucha de clases, lucha política

El 2007 será un año de preparación. La Conferencia Obrera del PTS, de la que informamos ampliamente la semana pasada en La Verdad Obrera (ver LVO 217) fue continuada con la participación de centenares de compañeros en plenarios zonales realizados en todo el país. En ellos se debatió entusiastamente acerca del contenido de nuestra afirmación de que “nos preparamos para un futuro auge obrero”, en el cual, distinto al 2001, los batallones de la clase trabajadora tengan peso decisivo en un ascenso de luchas que enfrente nuevamente, como en los años ‘70, al capitalismo argentino. Seguiremos esta discusión importante en los próximos números de La Verdad Obrera, pero adelantamos que no es una mera reafirmación de estrategia, sino también un pronóstico político para los próximos años, aunque no podemos aventurar con qué ritmos se dará.

El apoyo de la mayoría de los trabajadores y el pueblo a Kirchner se basa ya casi exclusivamente en las expectativas de corto plazo de mejorar en algo el nivel de vida, pero cada vez con menos ilusiones de grandes cambios ni entusiasmo político. Pero imaginar una Argentina económicamente estable por años sólo es posible si se hace abstracción absoluta de la realidad internacional del capitalismo.

Ahora es directamente Bush el que reconoce lo evidente; que “no están ganando la guerra” en Irak, y en EEUU se discute si sólo se está “desacelerando” el crecimiento económico o, peor, si se va a una recesión abierta. China, el pulmón de la economía mundial, acaba de anunciar que podría llegar a cambiar un billón de dólares de sus reservas y los pasaría a euros “antes de que se hunda la divisa de EE.UU”, es decir que anunciaría una brutal caída del dólar. Si así fuera, los propios analistas norteamericanos anuncian escenarios de catástrofes económicas superiores a la de 2001: “El gobierno de EE.UU. ha fracasado en su esfuerzo por conseguir la cooperación de China para impedir un hundimiento del dólar. Esto ocasionaría una venta mundial de dólares y afectaría a los mercados a un nivel peor que la gran depresión de 1929”, nada menos.

Las crisis volverán. Aunque es difícil predecir cuáles serán los efectos concretos en la economía de la crisis política que afecta al imperialismo norteamericano, la perspectiva es que el crecimiento económico actual encuentre sus límites. Por ello cada lucha parcial por el salario o las condiciones de empleo debe ser abordada como parte de pequeños ensayos para la formación de una dirección de la clase obrera que dé una salida a futuras crisis capitalistas, o a procesos de luchas donde los reclamos choquen abiertamente con los planes del gobierno y la patronal. Es la perspectiva de actividad consciente trazada por Lenin, de “preparar el futuro en el presente”, contra el sindicalismo economicista que participa de las huelgas reivindicativas con las anteojeras de los intereses corporativos inmediatos. Aún en esta situación de estabilidad relativa surgen elementos de lucha política contra la patronal y el Estado. La primera de ellas es contra los sectores ligados al Estado y cómplices de los genocidas, responsables o encubridores del secuestro de Julio López. Otras crisis se dan más ligadas al ámbito de la producción y los servicios como, por ejemplo, en la debacle del sistema de transporte ferroviario que lleva a las recurrentes revueltas de pasajeros que incendian trenes y rompen estaciones, como ya sucedió en Haedo o acaba de pasar en Plaza Constitución esta semana. Cuando eso sucede, el 2001 vuelve no como coletazos del pasado sino preanunciando formas de la próxima crisis revolucionaria. No es indiferente, ante este desafío, si las nuevas comisiones internas, delegados y oposiciones clasistas en los sindicatos ensayan o no, por ejemplo, formas de alianza obrera y popular, levantando todas las reivindicaciones del pueblo pobre y oprimido, y en especial la defensa ante los ataques de la represión como en el caso López o demandas como las de Gualeguaychú contra las papeleras. Una práctica sindicalista, limitada a la lucha por salario y condiciones de empleo, no puede dar respuesta a los usuarios de los trenes o del sistema hospitalario en crisis como muestran el Francés o el Clínicas, y no será capaz de defenderse de los ataques de la represión mañana si no impulsa con fuerza, como lo hacen los ceramistas de Zanon y otras organizaciones clasistas, la lucha hoy contra los secuestradores de López. Prepararse para un futuro auge revolucionario es, no sólo aumentar la inserción de agrupaciones clasistas en sectores claves de la clase trabajadora, sino tambien luchar hoy, en la medida de lo posible, por sentar las bases para la hegemonía política de la clase obrera sobre las clases y sectores de clase aliados de los trabajadores. El diálogo entre los sectores combativos de la clase obrera y los sectores populares se puede hacer a través de un programa de transición (a pesar de que tantos viejos izquierdistas renieguen de él) que incluya puntos como, por ejemplo, el control obrero (el que se hizo carne en los obreros de Zanon en la crisis de 2001) y de los usuarios de los transportes o los hospitales, y construir una organización militante para difundir ese programa en la población de los barrios y zonas de influencia de los lugares de trabajo para empezar a ganar simpatía de las capas medias con la lucha de los trabajadores.

Aún en el mejor escenario proyectado para el 2007 por el gobierno - fuerte crecimiento económico sin que se desmadre la inflación y un triunfo electoral kirchnerista con millones de votos-, las huelgas económicas serán una escuela para el aprendizaje de las armas de la lucha de clases que podrán ser desplegadas ampliamente ante la próxima crisis. La lucha de clases es una lucha política. El PTS viene batallando por formar dirigentes con todas las herramientas teóricas y políticas necesarias para aportar a la construcción de un partido de trabajadores revolucionario internacionalista que ayude a acelerar la experiencia política que los trabajadores terminarán de hacer en las calles con el gobierno y el PJ en el poder, y que permita encarar seriamente la lucha por un gobierno de los trabajadores. Desde esta perspectiva revolucionaria, la tribuna electoral también dará la posibilidad en el 2007 de agitación masiva para llegar a millones con un programa clasista y socialista.


Frente Clasista y Socialista

El PTS reitera su llamado al Partido Obrero y a todas las organizaciones que luchen por la independencia política de los trabajadores, a formar un frente para levantar una oposición de clase al gobierno de Kirchner y todas las variantes patronales. Nuestra propuesta difiere por el vértice de los planteos de “unidad de la izquierda” sin programa ni delimitación de clase que formula el MST de la ex -diputada Vilma Ripoll. Fueron los mismos que en su momento saludaron efusivamente la asunción del Frente Amplio de Tabaré Vázquez en Uruguay, y ahora coquetean con la idea de un “partido único de la revolución” bajo la disciplina de Hugo Chávez en Venezuela. Proponemos un frente encabezado por candidatos elegidos en asambleas comunes para promover nuevos dirigentes de los trabajadores que han sido los protagonistas centrales en la lucha de clases y dirigentes de los partidos de la izquierda obrera junto a representantes de los estudiantes combativos y referentes de la lucha contra la impunidad que sean inequívocamente clasistas. Un Frente Clasista y Socialista que tenga sus principales voceros en compañeros y compañeras con la mayor autoridad posible en sus lugares de trabajo para llamar a los trabajadores a romper con el gobierno y todas las variantes de los partidos capitalistas.

 

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