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La ultraderecha yanqui contra Chávez - Chávez contra la huelga petrolera de Ecuador
por : Milton D’León

25 Aug 2005 |

Las declaraciones del líder de la ultraderecha religiosa norteamericana Pat Robertson, amigo íntimo de Bush padre, diciendo que había que asesinar a Hugo Chávez causó revuelo internacional, y más aún en territorio venezolano. Este siniestro personaje simplemente afirmó que “si Chávez cree que nosotros estamos tratando de asesinarlo, yo creo que nosotros deberíamos realmente proceder a hacerlo”, rematando que “es mucho más barato que empezar una guerra”. Esto generó la rápida respuesta del vicepresidente venezolano, Vicente Rangel, quien lo catalogó como una declaración de índole “terrorista” provocada por el “fundamentalismo religioso” de los consejeros de Bush.

Estas declaraciones se dan tan sólo una semana después de la visita relámpago de Donald Rumsfeld por varios países latinoamericanos para “alertar a los gobiernos de la región” sobre los peligros que significan Chávez y Castro en América Latina. Esta gira no cosechó muchos adeptos y con excepción de Paraguay, Rumsfeld no ha logrado hasta el momento que nadie se pronuncie contra el gobierno venezolano.

Es que la retórica anti-norteamericana de Chávez, las relaciones con Cuba, las fricciones permanentes con el gobierno de Bush y sus apelaciones al “socialismo del siglo XXI”, que tanto irritan a la diplomacia norteamericana, generan gran simpatía entre las masas latinoamericanas. Simpatía que es aprovechada a su vez por Chávez para jugar un rol de “estabilizador” ante los conflictos de la región, tendiendo una mano a los gobiernos en crisis como lo ha demostrado durante el levantamiento Boliviano de mayo-junio o en la crisis que está atravesando el gobierno ecuatoriano por una huelga petrolera que ya lleva 10 días.


Chávez con las transnacionales y contra los trabajadores

En medio de una fuerte protesta de obreros petroleros y pobladores de las provincias amazónicas de Ecuador, donde se albergan los principales campos petroleros, que demandan fuentes de trabajo, centros de salud, inversión en obras públicas y la expulsión de algunas transnacionales como la Occidental Petroleum Corp., el gobierno de Hugo Chávez, decidió tomar partido, pero no precisamente del lado de los trabajadores. Todo esto en medio de la violenta represión que llevaba a cabo el presidente ecuatoriano Palacio quien no dudó en tomar las más drásticas medidas para evitar la protesta obrera y popular decretando la situación de emergencia, militarizando los campos, siendo los trabajadores y las comunidades fuertemente reprimidas.

El martes 23, cuando los trabajadores y el pueblo de Orellana y Sucumbíos aceptaban una tregua al represor gobierno de Palacio, una tregua impuesta a punta de bayonetas, en Caracas se sellaba el acuerdo entre Venezuela y Ecuador para el abastecimiento y el envío de 500.000 barriles de crudo y pudiendo enviar otros 500.000 barriles de nafta y diesel en los primeros días de septiembre. Cumpliendo lo que en un comunicado oficial emitido el sábado 20 de agosto, donde el Presidente Chávez “puso el crudo venezolano a disposición del Estado ecuatoriano” ofreciendo “todo el apoyo del gobierno de Venezuela ... con el fin de superar la drástica reducción de producción de petróleo, ocasionados por el paro en las provincias de Orellana y Sucumbíos” [1]. Desde La Habana, esta vez en plena concordancia con Fidel Castro, volvía a ratificar que “los compromisos que el gobierno ecuatoriano no ha podido cumplir estos últimos días, Venezuela los asumirá. Y por eso no van a pagarnos ni un centavo” [2], mientras no hacía la más mínima alusión a la condición y la lucha de los trabajadores. Los que más aplaudieron esta decisión fueron las multinacionales y el gobierno norteamericano que se apresuró a decir que “es una ayuda transparente que no tiene por interés desestabilizar la región”.

Esto constituye un verdadero golpe en la espina dorsal a la lucha que libran los trabajadores petroleros y los pobladores de esa región de Ecuador por sus justas demandas. En la disputa, doblegar al gobierno y las petroleras paralizando la producción constituía el arma clave de los trabajadores y los pobladores para obligarlos a que cedieran ante sus reivindicaciones más sentidas. Este es el esquirolismo de Chávez que entre las transnacionales y el represor gobierno de Palacio y los trabajadores y el pueblo pobre de Ecuador, decide tomar partido por los primeros, ayudando a debilitar de esta manera esta importante lucha. ¿Y esta es la “unidad latinoamericana” de la que nos habla Chávez?

En esta importante acción queda una vez más demostrado que los trabajadores, campesinos y el pueblo pobre de América Latina, no puede confiar ni un milímetro en promesas o declaraciones de los llamados gobiernos “progresistas”, mucho menos de nacionalistas militares como Hugo Chávez que cuando hay que pasar de las palabras a los hechos, no duda en su opción política como estamos viendo en Ecuador. Solamente pueden confiar en sus propias fuerzas, ya que la verdadera unidad latinoamericana sólo puede venir de los propios trabajadores.

 

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