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¿Qué expresa el triunfo de Ortega?
por : Diego Dalai

08 Nov 2006 |

Con una participación histórica que superó el 75% del padrón electoral, el domingo 05/11 resultó electo presidente Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) con el 38% de los votos superando por 9 puntos al seguidor [1]. En segundo y tercer puesto se ubicaron las opciones de la derecha, el banquero multimillonario Eduardo Montealegre de Alianza Liberal Nicaragüense (ALN) con el 29% y José Rizo, del oficialista Partido Liberal Constitucionalista (PLC) con 26%. Muy por detrás, con el 6%, terminó Edmundo Jarquín, del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), un desprendimiento “por izquierda” del FSLN formado en 1995.

El otrora jefe guerrillero realizó una campaña electoral bajo el lema “paz, amor y unidad” llevando como candidato a la vicepresidencia nada menos que a un ex-contra [2] , Jaime Morales Carazo. Se alió con la Iglesia y prometió mantener buenas relaciones con EE.UU.. Esto fue un paso más en el largo camino de abiertas traiciones a las expectativas que amplios sectores de las masas nicaragüenses depositaron en él durante años. Ya en 1998 pactó con el entonces presidente neoliberal Arnoldo Alemán una serie de leyes y reformas que le garantizaron un mandato sin sobresaltos a la derecha y “megasalarios” para los cargos públicos que luego se repartieron entre PLC y FSLN. “Durante ese período se aprobó la privatización de los servicios públicos y se produjo una dramática reducción de los derechos sociales, todo en medio de una danza de corrupción nunca vista en el país” (Le Monde Diplomatique, noviembre de 2006).

Con la misma política continuó durante el actual gobierno de Bolaños. El año pasado Ortega declaró “vamos a levantar los obstáculos para la aprobación del CAFTA [3]” y todos los diputados del FSLN lo aprobaron en el Congreso. El 26 de octubre de este año, y como parte de su acercamiento a la Iglesia católica, llegaron a la aberración de aprobar la penalización total del aborto terapéutico a pesar de los exhortos de organizaciones médicas y pro derechos de la mujer como la Sociedad Nicaragüense de Ginecología y Obstetricia que se pronunció en una carta pública dando argumentos científicos.

A pesar de todo esto, EE.UU. se mostró decididamente en contra de un triunfo del FSLN y dio su apoyo abierto a Montealegre. Varios funcionarios estadounidenses de primera línea en las relaciones con Nicaragua y Centroamérica amenazaron con anular por completo el envío de remesas de los familiares nicaragüenses residentes en los EE.UU., principal fuente de divisas para el país, y hasta cesar el TLC si el triunfo del FSLN se producía.
Incluso a pesar de que organizaciones pro imperialistas como la OEA y el Centro Carter y hasta la misión observadora de la Unión Europea, reconocieron rápidamente la legitimidad de los comicios y la victoria de Ortega, el gobierno de los EE.UU. continuó empeñado en su campaña antisandinista denunciando “anomalías” en el proceso electoral. Desde su embajada en Nicaragua declararon que “no estamos en una posición en este momento de hacer un juicio general sobre la imparcialidad y transparencia del proceso” (La Jornada, 06/11).

En la misma línea, se ubicó la derecha liberal. Primero, hicieron una campaña sucia mostrando imágenes de la guerra civil y el descalabro económico que generó la huida de capitales y el embargo yanqui en los ‘80. El domingo, al conocerse los datos del conteo rápido que ya daban como claro ganador a Ortega, Montealegre sostuvo que “este ha sido un proceso lleno de irregularidades... aquí no ha ganado nadie” (El País, 06/11) y exigió la convocatoria a una segunda vuelta electoral “Esto es inaceptable (...) aquí no hay ganador, lo único clarísimo es que vamos a una segunda vuelta contra el FSLN” (La Prensa, 06/11). Apenas dos días más tarde, se vio obligado a aceptar su derrota y giró en redondo yendo en persona a la cede del FSLN a felicitar al ganador.

Aun así, el portavoz del Departamento de Estado de los EE.UU., Gonzalo Gallegos, dijo que desean tener “relaciones positivas” con el gobierno de Ortega y que la cooperación "dependerá de las medidas que tomen a favor del futuro democrático” (Clarín, 09/11), manteniendo su política dura. Un editorial del The New York Times del 6/11 dice “pero él (Daniel Ortega) mantiene cercanos lazos con Cuba y Hugo Chávez de Venezuela, el presidente izquierdista que se convirtió en una espina clavada para los EE.UU.. Chávez prestó significativo apoyo a la campaña de Ortega enviando petróleo subsidiado a Nicaragua y distribuyéndolo entre políticos sandinistas. La victoria de Ortega aparece como otro triunfo para los izquierdistas en Latinoamérica, quienes a pesar de recientes reveces en Perú y México, también han persuadido a los votantes de abandonar a los gobiernos conservadores en Brasil, Argentina, Chile y Bolivia”.

En realidad, Ortega y el FSLN vienen dando sobradas muestras de que el nuevo gobierno mantendrá continuidad con los de la derecha. Tal es así que el candidato a vicepresidente se anima a decir que “temen (en el gobierno de los EE.UU.) que uno de sus adversarios ideológicos de la última parte de la Guerra Fría regrese por la vía cívica. Sin embargo, conociendo el pragmatismo de EE.UU. y reconociendo que ahora existen algunos puntos en común -la lucha contra el terrorismo, el tráfico de drogas y de personas-, creo que prevalecerá el sentido común. Cuando pase la verborragia de la campaña, prevalecerá la cordialidad. Además, cualquier medida para debilitar al país podría provocar un debilitamiento de la región” (Página/12, 7/11).

Entre la presión imperialista y la resistencia de las masas

Durante 2005 Nicaragua vivió semanas de importantes luchas obreras y populares contra los planes de ajuste que resquebrajaron al gobierno de Bolaños. Lo sostuvo la política conciliadora del FSLN [4] . En estas elecciones, la división de la derecha (Montealegre se desprendió recientemente del PLC) hizo su parte a favor del FSLN. Pero es innegable el sentimiento de hartazgo con el actual gobierno y los anhelos de cambio en un país donde el 80% vive con 2 dólares diarios (y 45% con sólo 1 dólar), el 27% está subalimentado y el 35% es analfabeto [5].

Ahora, luego de 16 años de gobiernos de la derecha liberal, el sandinismo vuelve al poder siendo la otra pata del bipartidismo nicaragüense que garantiza la estabilidad al capitalismo nacional. El electo vicepresidente dejó bastante en claro cuál será la orientación general del nuevo gobierno: “he sido comisionado para atender los asuntos financieros o, en otras palabras, el periplo de conversaciones con los organismos internacionales.

Pretendemos mantener el mismo nivel de cooperación internacional que venimos teniendo... queremos aprovechar mejor los TLC, en especial el firmado con Centroamérica, República Dominicana y Estados Unidos (Cafta)... Vamos a conservar la misma línea, es decir, que sea la empresa privada el principal motor de desarrollo del país. Habrá un respeto absoluto a la propiedad privada y a la seguridad jurídica. La idea es impulsar la inversión privada en estas áreas. En ninguna circunstancia se considerarán políticas estatistas” (Página/12, 7/11). El mismo Ortega señaló el 08/11 en su primer discurso como presidente electo que “No están contemplados cambios dramáticos, cambios radicales en las bases de la economía que se han sentado en estos años” (Clarín, 09/11).

Asimismo, Ortega también llega al gobierno representando frente a las masas cierta expectativa de acabar con la pobreza y corrupción rampantes. De esta manera, más temprano que tarde, la implementación del CAFTA y la continuidad en lo esencial con los viejos gobiernos, harán volcar a las masas contra Ortega y su FSLN, abriéndose la posibilidad de un camino independiente de su dirección histórica.

 

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