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"La agenda de Tahrir es salvar la revolución y trazar una línea roja al Ejército"
por : Media

29 Nov 2011 |

Entrevista a Ahdaf Soueif

El pasado 13 de febrero, cuando el pulso entre la dictadura y la población se perfilaba como un desafío histórico para el futuro de Egipto, la escritora cairota y comprometida intelectual Ahdaf Soueif (Cairo, 1950) describía para la BBC los vínculos que se habían creado entre ella y la revolución que hacía tambalearse a Hosni Mubarak. "Siento, y cada padre que conozco sabrá a qué me refiero, siento que necesito concentrar toda mi atención en este bebé, en esta revolución recién nacida. Necesito mantenerla segura cada segundo en mi corazón y en mi mente", escribía.

Por eso no resultó extraño que, cuando los jóvenes regresaron a Tahrir hace menos de una semana para resucitar su movimiento prodemocrático, la autora de El Mapa del Amor -su obra más famosa, con un millón de ejemplares vendidos, traducida a 21 idiomas- y popular comentarista política bajase a la símbolica plaza con ellos y junto a otras muchas personalidades egipcias decididas a no dejarse arrebatar la revolución.
Ahdaf suena cansada pero determinada al otro lado del teléfono en la conversación que mantenemos en la mañana del viernes. Es el tipo de determinación de quienes saben que tienen todo por perder y mucho que ganar en su causa.

Periodismo Humano. ¿Egipto está viviendo una nueva revolución o se trata de terminar una revolución inacabada?

Ahdaf Soueif. Se puede decir que estamos asistiendo a la segunda oleada revolucionaria, pero los objetivos no han cambiado, el enemigo no ha cambiado y la gente no ha cambiado.

P. ¿Cuáles son las demandas de la población concentrada en Tahrir?

A. S. Queremos que el SCAF (el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas) entregue el poder por completo a un organismo civil. No nos importa que sea un Gobierno transitorio, un consejo o un gabinete de salvación nacional, pero necesitamos un cuerpo civil que asuma el control del Estado con plenos poderes, que nos guíe hasta las elecciones y que supervise el proceso electoral. La clave del asunto es que el SCAF ha empleado la fuerza física contra la revolución. Desde el 26 de febrero ha cometido masacres, como la que costó la vida a 27 personas [en una manifestación de cristianos coptos donde el Ejército fue acusado de brutal represión] y que en sólo cuatro días ha matado al menos a 40 personas. Esa es la cifra oficial, pero los médicos en Tahrir nos dicen que en realidad los muertos son muchos más.
Ya no nos podemos creer que el SCAF nos pretenda traer democracia. Aquellos que han ordenado gasearnos y dispararnos deben pagar por ello. Necesitamos un presidente civil que nos devuelva la libertad.

P. Se oye hablar de violencia y de acoso contra manifestantes locales y contra extranjeros. ¿Quiénes protagonizan esos incidentes?

A. S. Son los mismos de siempre, aquellos pagados por el régimen. No se les puede llamar seguidores de Mubarak o del régimen porque carecen de ideología, son gente a sueldo. El Aparato de Seguridad controla a un millón y medio de personas, de los cuales se estima que unos 300.000 son matones a sueldo. Esa gente sigue existiendo y sigue siendo pagada, y si no les paga el Ejército lo hará el aparato de la Seguridad, pero se trata de milicias civiles.

P. ¿Se puede decir entonces que desde la caída de Mubarak las cosas no han cambiado en Egipto?

A. S. De hecho, se puede decir que están peor. El régimen tenía confianza en sí mismo y en su poder, usaba a esa gente [matones] para mantenerse en el poder. Ahora el SCAF no está tan seguro de sí, se siente bajo amenaza, y usa instrumentos muy agresivos para afianzarse en el poder. Lo que estamos experimentando es peor que con Mubarak: desde febrero más de 12.000 personas han sido detenidas y sometidas a cortes marciales, y 6.500 de ellos han sido condenados a duras sentencias por los militares. Mubarak nunca gaseó a su gente, y ahora según algunos, como el corresponsal de Sky News, una persona con experiencia cubriendo guerras, el Ejército está empleando gases virulentos. Hemos tenido 40 víctimas mortales en sólo cuatro días: esto es peor que con Mubarak.

P. ¿Entonces todo fue un golpe de Estado de los militares, que se sirvieron de la revolución para apartar a Mubarak y hacerse con el poder?

A. S. No, fue definitivamente una revolución. Pero cuando el régimen la intentó contener y se dio cuenta de que no podía hacerlo hubo conversaciones detrás de la escena, y de esas consultas y discusiones salieron los discursos de Mubarak. Lo que ocurriese tras los bastidores le dio el poder al SCAF. Creyeron que podían usar simple retórica e implantar cambios cosméticos para calmar las cosas, encarcelar a algunos representantes del antiguo régimen y que así podrían acabar con la revolución. Y la gente tenía que creer al Ejército porque no había alternativa alguna, así que le dimos nuestra confianza.
La gente le dio al SCAF una oportunidad para esclarecer su posición, y un paso tras otro, el camino hacia una salida honorable se transformó en un camino para mantenerse en el poder a toda costa. Para ello se mantiene cada vez más cerca del antiguo aparato y del antiguo régimen repitiendo sus tácticas, como avivar el enfrentamiento entre coptos y musulmanes. Son las mismas herramientas que empleaba el antiguo régimen.

P. ¿Están los manifestantes a favor de celebrar elecciones a partir del lunes?

A. S. Estará más claro esta noche, cuando veamos lo que pasa hoy en la plaza [por el viernes, cuando estaba convocada otra marcha de la última oportunidad que esperaba congregar a un millón de personas]. Pero a rasgos generales nadie quiere posponer o cancelar las elecciones.

P. ¿Representan los manifestantes de Tahrir a todo el pueblo egipcio?

A. S. Cuando comenzó la revolución, a principios de año, se solía acusar a los manifestantes de que no representaban a todos. En un momento dado hubo 18 millones de egipcios en la calle, en febrero, y se disolvieron las dudas. Está pasando lo mismo. Creo que la agenda de Tahrir es salvar la revolución, trazar una línea roja a los militares, y creo sinceramente que sí, representa la voluntad de todo el pueblo egipcio.

P. ¿Qué sentimientos genera la decisión de los Hermanos Musulmanes de apartarse de esta revolución?

A.S. Históricamente, su liderazgo siempre intenta mantener una buena relación con el régimen, seguramente porque siempre han sido sometidos a un tratamiento brutal y han tenido que sobrevivir en la clandestinidad. Siempre han evitado la confrontación con el régimen y por eso, durante enero y febrero, oficialmente no estaban en Tahrir pero en la práctica muchos de ellos estaban en las calles. El liderazgo de la Hermandad intentó mantenerse al margen pero la nueva generación tomó las calles como los demás. Hubo entonces una enorme división entre los Hermanos Musulmanes y ahora está volviendo a ocurrir: se mantienen al margen pero individualmente están volviendo a Tahrir. Esta postura les ha hecho perder muchísima credibilidad, va en su contra.

La percepción es que quieren que las elecciones tengan lugar a toda costa porque creen que este es el momento que más votos le va a propiciar, independientemente de la situación. Oficialmente, el SCAF y los Hermanos Musulmanes están en contra de la revolución. La mayoría de las facciones políticas coinciden en querer una presidencia y un Gobierno civil y apuestan por el tándem Mohammad ElBaradei y [Abdem Moneim] Abul Fotouh [líder de los Hermanos Musulmanes muy apreciado por la nueva generación del partido, expulsado del partido el pasado junio] y la Hermandad no los quiere. Tampoco creo que el SCAF quiera a ElBaradei, porque su mera presencia podría disuadir a Estados Unidos de seguir dándoles apoyo.

P. La Junta Militar ha designado a Kamal al Ganzouri como primer ministro. ¿Supone eso algún cambio para los manifestantes?

A. S. No, no es la solución. Es repetir el estilo de Hosni Mubarak, es lidiar con la revolución con soluciones de hace 30 años. Para nosotros Al Gazouri no es relevante.

 

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