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El fraude de la restauración capitalista
por : Juan Chingo

26 Sep 2006 |

El pasado 18 de septiembre se filtró al aire un video donde el primer ministro de Hungría, Ferenc Gyurcsany, admitía haberle mentido a la nación durante cuatro años sobre el estado de la economía. Según sus propias palabras: “Evidentemente, mentimos durante el último año y medio, dos años (...) “No se puede citar ninguna medida de gobierno significativa de la que podamos estar orgullosos (...) Nada. Si tuviéramos que rendir cuentas al país de lo que hicimos durante cuatro años, ¿qué diríamos? Mentimos a la mañana, mentimos a la tarde”. Tal cinismo de la clase política húngara llevó a las primeras movilizaciones importantes en este país desde 1989 y a los primeros hechos violentos desde la brutal represión soviética a la revolución de 1956 [1].

Un ajuste brutal

La filtración del mensaje de Gyurcsany mostró cuál es la verdadera cara de la vía “húngara” para legitimar un brutal ajuste, ya que era imposible que el conjunto de la población lo respaldara antes de las elecciones. El objetivo es reducir drásticamente el déficit presupuestario del país, de un 10% del PBN a un 3% para 2008, como prerrequisito de la introducción del euro en Hungría en 2010. El paquete de medidas incluye una significativa reducción del nivel de vida para importantes segmentos de la población, muchos de los cuales ya viven en la pobreza. Incluye aumento de impuestos, en particular del impuesto al valor agregado, que afecta desproporcionadamente a los ingresos menores y medios. A esto debe agregarse la reducción de los subsidios a la electricidad y el gas, que ha redundado en un incremento del 30% en los precios, y el aumento del boleto del transporte público que lo ha convertido en prohibitivo para los trabajadores que deben trasladarse a sus lugares de trabajo. Además hubo recortes de personal en las escuelas públicas y se planea la introducción de aranceles que llevarán a una elitización de la educación. El gobierno también planea cortes masivos en el sistema de salud, con la introducción de un arancel general para la visita a los médicos, así como incrementos en los aranceles que los pacientes pagan por tratamiento hospitalario y medicamentos.

Este programa está llamado a causar un amplio repudio en la población. Sin embargo, han sido las fuerzas de derecha (aunque después de los hechos violentos, el opositor Fidesz [2], se abrió de las movilizaciones realizadas este sábado, respaldando tácitamente al primer ministro que está decidido a seguir con su plan de ajuste) y de extrema derecha las que han intentado capitalizar inicialmente la situación. La razón de fondo que explica que dicho rechazo no fortalezca una salida progresiva del movimiento de masas radica en la pervivencia en la conciencia de las masas de los crímenes estalinistas, la derrota de la revoluciones que se le opusieron a su dominio donde la húngara fue la más avanzada y de cuya violenta supresión se cumplen este año cincuenta años además del hecho que muchos de los administradores ex comunistas hoy ocupan los principales cargos en las empresas del país. El propio primer ministro, Gyurcsany, tuvo un cargo en la Juventud Comunista, bajo el antiguo régimen, y luego se benefició con la caída de éste, convirtiéndose en uno de los cincuenta hombres más ricos del país.

¿Europa Central: los nuevos eslabones débiles de los llamados países “emergentes”?

Los enormes déficits fiscales y comerciales [3] de Hungría han sido financiados por inversores especulativos seducidos por sus altas tasas de interés. Los esfuerzos por lograr el acceso a la Unión Europea hacían que el país pareciera un destino de inversión seguro y apetecible. Pero una mayor inestabilidad política y un empantanamiento de las reformas estructurales pueden causar que este “dinero caliente” se aleje, dando lugar a una fuerte crisis monetaria.

Sin embargo, los problemas que afectan a Hungría no parecen ser la excepción regional. Para algunos analistas la pregunta es: “¿Puede Europa Central y Oriental ser el nuevo ‘polvorín’ de los mercados emergentes globales?” El último informe de Estabilidad Global Financiera del Fondo Monetario Internacional advertía que los flujos de inversión a la región podrían ser insostenibles, y advertía del riesgo de “correcciones severas”. Decía: “Los déficit actuales son grandes en los Bálticos, Bulgaria, Hungría, Rumania, la República Eslovenia y Turquía; los déficit fiscales son altos en algunos otros países como Hungría” [4]. A esto debe sumarse el fuerte endeudamiento externo privado en Polonia como en Hungría, y al hecho que las inversiones extranjeras de los últimos años son “inversiones de portafolio”, no inversiones directas [5]. Este último elemento estaría indicando un problema estructural o de pérdida de competitividad de esta región como zona de tercerización de la producción manufacturera de las trasnacionales de Europa occidental (en especial el capital alemán) frente a destinos más alejados. Por ejemplo en 2003, las inversiones extranjeras alemanas en Asia superaron a las de Europa del Este por primera vez desde 1991.

De conjunto, “la región se parece mucho a Asia antes de su crisis en 1997. Lo que amerita una inquietud mayor” [6]. De producirse una crisis de esta magnitud en el “patio trasero” de Europa Occidental las consecuencias para ésta serían enormes.

 

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