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Qué viene después de Fidel
por : Facundo Aguirre

10 Aug 2006 |

Los medios oficiales del Estado cubano afirman que Fidel volverá a sus cargos en pocas semanas. Pero parece inevitable que la sucesión y el futuro de Cuba sigan estando en el centro de atención.

Bush y los gusanos

El imperialismo está conspirando abiertamente para provocar un cambio cotrarrevolucionario en Cuba. Bush llamó a los cubanos “a actuar por un cambio democrático en su isla” (Clarín, 4/8/6) y tiene ya nombrado un virrey para Cuba, Celeb Mc Carry (Página12, 6/8/6). Los gusanos de la Fundación Nacional Cubana Americana, en coincidencia, llaman a que “los opositores del régimen de Fidel se levanten (...) están dadas las condiciones y hay que ayudarlos” (Clarín, 3/8/6). Estas amenazas no implican la inminencia de una invasión sino la búsqueda de un quiebre interno en la sociedad cubana y el aliento a que un sector de las FAR [1] empuje una transición. En este sentido la Fundación envió “un enérgico mensaje a todas las personas involucradas en el aparato de poder del régimen cubano, para instarlos a aprovechar la oportunidad histórica de devolverle la libertad al pueblo cubano [2].

La debilidad de los gusanos está en que hoy no tienen peso en la oposición interna cubana cuyas figuras como Oswaldo Paya declaran que “Esto debería ser un momento de paz, de serenidad” (www.cubanet.org).

Los imperialistas y las burguesías precavidas

Otro sector del imperialismo yanqui está buscando el final del bloqueo como prenda de negociación con un nuevo gobierno cubano. La Cámara de Comercio de los EE.UU. manifestó que “no sabemos la dirección que tomará Cuba, pero sin dudas nos interesa que se levante el embargo” [3]. El New York Times y un sector de los demócratas acompañan esta línea.

Por otra parte, la Unión Europea y en particular el gobierno español hacen votos por la “pronta recuperación” de Castro. A su vez el secretario general de la OEA, el chileno José María Inzulza, expresó el punto de vista de los gobiernos latinoamericanos al afirmar que temen “una situación de caos que conduzca a enfrentamientos o cause daños al pueblo cubano [4]. Saben que una provocación norteamericana puede llegar a detonar la reacción popular en Cuba y quizás en gran parte del continente.

La burocracia gobernante

La forma en que se mantiene la salud de Fidel como un secreto de Estado, revela que la burocracia gobernante se siente temerosa de su propia suerte. Es evidente que sin Castro se plantea la posibilidad de una lucha entre diversas fracciones del aparato estatal. El hermetismo y cerrazón en torno a los agrupamientos del régimen, característico de toda burocracia que concentra el poder, lleva a que en este punto todo análisis sea en torno a especulaciones.

Algunos analistas sostienen que en la dirección provisoria de Cuba no hay grandes diferencias políticas “Si las hay, no se sabe nada de eso. Las diferencias de que se habla, son de carácter” [5].

Otros rumores suponen que existen al menos tres alas en la burocracia cubana. La prensa los divide en duros, centristas y reformistas. Todos coinciden en que el aparato del Partido Comunista Cubano (PCC) es el ala dura, reacia a cualquier cambio. Ricardo Alarcón (presidente de la Asamblea Nacional) y Felipe Pérez Roque son figuras de este ala, otros suman a Raúl Castro. Algunos sostienen que este último podría ser “el hombre del futuro”. Pero se señala que sin Fidel, “Pérez Roque se quedaría en mero Pérez. Y un Pérez sin mando de tropa” [6].

Mantener el régimen tal cual, sin la figura carismática de Fidel, es riesgoso y puede terminar en el estallido ante las presiones contrarrevolucionarias y de las masas que comiencen a manifestar su insatisfacción frente a un régimen debilitado.

Por otro lado estarían los reformadores, partidarios abiertos del mercado capitalista y posiblemente de un cambio de régimen negociado. Se duda sobre si Carlos Lage, arquitecto de las reformas económicas de los ’90, pertenece a este sector. Según la BBC “los expertos no se ponen de acuerdo sobre la actual postura de Lage, ya que su permanencia en las altas esferas del poder arroja dudas sobre su compromiso con la reforma [7]. Este sector sería débil y representaría a los funcionarios más privilegiados y enriquecidos y a las fuerzas hostiles internas de la isla.

Entre los uniformados militaría el ala centro, partidarios de una mayor apertura económica, pero bajo un fuerte control político del PCC. Las FAR dirigen el sector mixto de la economía, el más dinámico. Muchos consideran a Raúl Castro, un pragmático partidario del modelo capitalista chino, como parte de este ala [8]. Pero el modelo chino se basó en el aplastamiento sangriento del movimiento de masas, y la economía cubana es infinitamente más débil para resistir el embate semicolonizador del capital extranjero. Además, en Cuba las masas no han sido derrotadas y cualquier intento de liquidar conquistas puede desatar una movilización social de envergadura.

La amenaza imperialista acota cualquier intento procapitalista, mientras el temor a revueltas internas empuja a un mayor control social. Siendo así seguramente en esta nueva etapa, las FAR una clave para mantener la unidad del Estado y definir la orientación a seguir. Sin embargo, sería prematuro definir cuál puede ser la dinámica de la lucha por el poder. Lo que está claro es que las masas obreras y campesinas deberán dotarse de un programa y una política independiente de todas las alas de la burocracia para defender la revolución y sus conquistas como la independencia nacional, la propiedad colectiva de tierras y fábricas, la salud y la educación.


Democracia burguesa, castrismo y revolución política

Los festejos de los gusanos y de la administración Bush por el supuesto fin cercano de la “tiranía” muestran el culto a la muerte que expelen los imperialistas y quienes atan su suerte a ellos.

¿De dónde proviene tanto odio y revanchismo? De que en Cuba una revolución social terminó con el poder colonial del imperio y expropió a la burguesía y los terratenientes. Fidel Castro es para ellos el símbolo de esa revolución que terminó con su dominio. Hipócritamente levantan la libertad y la democracia burguesa como bandera política de la restauración capitalista.

Mientras tanto, los amigos y aliados internacionales del castrismo rinden culto a la grandeza de Castro y de sus sucesores interinos. Identifican la revolución cubana con la cabeza del Estado. Rechazan la crítica de falta de democracia y justifican el régimen dictatorial y de partido único en nombre de las conquistas sociales que implicó la revolución.

Aun más, algunos sostienen que Cuba vive con Fidel su “transición al socialismo” [9]. Para los marxistas esto significaría que la revolución se extiende internacionalmente, que los vestigios de capitalismo van desapareciendo y que el Estado tiende a disolver sus funciones en el seno de la sociedad. Pero la burocracia castrista ha sido colaboradora en desviar la revolución en América Latina (Chile, Nicaragua, El Salvador) y en los ’90 mediante las reformas de mercado permitió el desarrollo de fuerzas internas hostiles, con la corrupción en los grupos dirigentes y el aumento de la brecha social en la sociedad.
La sucesión de Castro, decidida a espaldas del pueblo cubano y en secreto, muestra a un régimen burocrático que bloquea la transición al socialismo, que es una construcción conciente y autodeterminada de las masas. Claro que la burocracia recurre a las masas cuando intuye el peligro externo o es necesario exigirles sacrificios. Cuando Pérez Roque denuncia que los EE.UU. buscan “quitarles las tierras, las casas y las escuelas a los cubanos para devolverlas a sus viejos dueños de la época de Batista”, apela a la conciencia de obreros y campesinos cubanos que por haber logrado estas conquistas son quienes realmente tienen interés en defender -y han defendido en estos 47 años- el Estado obrero. Y si hasta ahora han tolerado a la burocracia es porque la consideran guardiana de sus conquistas. Pero esa apelación es para que las masas cierren filas con la burocracia y no para que se expresen y organicen libremente, asumiendo ellas mismas las funciones del Estado. Por todo esto Cuba constituye un Estado obrero deformado [10].

La revolución cubana constituyó una enorme conquista histórica para obreros y campesinos cubanos y para las masas latinoamericanas porque creó el primer Estado obrero de nuestro continente. Defendemos incondicionalmente a Cuba frente a cualquier agresión imperialista. Rechazamos las pretensiones colonizadoras que esconde la bandera de la democracia burguesa en Cuba. Pero a esta trampa no hay que oponerle la dictadura del partido único, sino la lucha por la democracia de los obreros y campesinos, por las más amplias libertades políticas y de organización, brindando libertad de acción y legalidad a todos los partidos obreros y campesinos defensores de la revolución (particularmente los trotskistas). Así como imponiendo el control obrero y campesino sobre todas las áreas de la economía para combatir la corrupción y el enriquecimiento.

La mejor defensa de las conquistas de la revolución cubana pasa por la movilización de obreros y campesinos en América Latina contra el imperialismo y las burguesías cipayas y en Cuba por una revolución política que imponga un verdadero poder revolucionario de los consejos de obreros, campesinos y soldados donde actúen libremente todos los partidos obreros y campesinos que defiendan la revolución.

 

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