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Redefinir las relaciones capital trabajo
por : Mark Turm

17 Jun 2010 | La reorganización de las cadenas de producción que se operaron a fines de los `80 y la consiguiente internacionalización de la producción en este sector, la crisis de la industria automotriz alemana después de la reunificación, debida al ascenso de la industria automotriz japonesa, hace que la crisis actual no pueda ser resuelta por medio de un (...)

Uno de los objetivos estratégicos de la patronal es dejar atrás el esquema de posguerra de “conciliación de intereses” entre capital y trabajo, para lo que hay que redefinir las reglas de juego con los sindicatos. «Las grandes fábricas de los productores finales eran – y siguen siéndo – los lugares más importantes del poder de organización sindical y empresas ejemplo de la capacidad de imposición de la cogestion empresarial; las relaciones laborales imperantes ahí conformaron fuertemente la percepción del sistema alemán de relaciones industriales y, sobre todo, los estandars conquistados y negociados ahí tuvieron una función precursora para otras ramas y segmentos de producción de la economía alemana» [1] (Haipter, 2009:48). En otras palabras la industria metalúrgica y sobre todo la automotriz fungía como ejemplo para amplios sectores del proletariado organizado y no organizado sindicalmente. Los acuerdos en el sector automotriz eran considerados como punto de referencia salarial y de condiciones de trabajo a nivel intersectorial.

Hoy, sin embargo, justamente la columna vertebral de la economía alemana, la industria automotriz y metalúrgica, se encuentra en una profunda crisis. La crisis de venta en que se ve sumida hace necesario para la patronal redefinir las relaciones con este setor del proletariado históricamente altamente organizado. Esta función de ejemplo para otras ramas industriales y de producción ya no existe. De hecho, a pesar de que desde la década del `90 la patronal y la burocracia sindical hayan derramado ríos de tinta firmando pactos de empleo en la industria automotriz es justamente ahí que se han producido grandes olas de despidos, a pesar de las consesiones obreras como aceptar la flexibilización laboral, flexibilización de la jornada de trabajo y reducción salarial.

Esta es la razón de fondo del por qué se observan tendencias a la erosión del sistema de contratos colectivos. La posibilidad de recurrir a la subcontratación (alrededor del 7,5% de los empleados en el sector automotriz son trabajadores subcontratados –alrededor de 60.000 trabajadores), que es una de las mejores herramientas de presión patronal junto a las amenzas, por lo general huecas, de deslocalización contra los trabajadores en blanco y sus representaciones, es hoy mucho más efectiva y barata que la cogestión empresarial. El modelo de resolución de conflictos de los tiempos del boom capitalista se ha convertido entonces en completamente disfuncional a las necesidades del capital hoy. De hecho, cada vez son más las empresas que se dotan de una forma jurídica extranjera, que no prevé los derechos de cogestión empresarial por los comités de empresa estipulados en ley de régimen de empresa alemana (Betriebsverfassungsgesetz). Este es el caso de grandes empresas y consorcios como la línea aérea Air Berlin PLC & Co. KG, la cadena de droguerías Müller Ltd. & Co. KG, la empresa logística Dachser GmbH (Österreich) & Co. KG o el consorcio de impresión Prinovis Ltd. & Co. KG [2].

Así, amplios sectores de la patronal le han vuelto la espalda a las formas tradicionales de resolución de conflictos con los sindicatos optando por formas descentralizadas de gestión de conflictos por fuera de las agrupaciones patronales clásicas o, como vimos arriba, optando por formas jurídicas “antisindicales”. La consecuencia de esta dinámica ha sido la pérdida de calidad mediadora de los sindicatos, que han pasado a limitarse a lo sumo a la defensa de los estándards actuales, para no hablar del salario o los puestos de trabajo. «En términos de relación de fuerza estos cambios están ligados fuertemente al repunte de siginificación de la gran industria y los consorcios de servicios como actores inmediatos (en vez de a través de las cámaras patronales) en el sistema de relaciones industriales, pero también con la reorientación del estado como patrón» [3] (Lehndorff, 2009:33). Uno de los indicadores más claros de estas tendencias es el abandono de las obligaciones impuestas por los convenios colectivos y en su lugar el aumento de los acuerdos por empresa, incluso por sectores de producción en una misma empresa. Hoy en día sólo uno de cada dos asalariados trabaja en empresas con obligaciones por convenio colectivo, mientras que en 1996 lo era un 67% de los asalariados. En el Este la situación con sólo un 38% de los trabajadores con contratos por convenio colectivo es mucho peor aún.

Las consecuencias de las medidas flexibilizadoras y el ataque directo contra el trabajo iniciado por las contrarreformas del gobierno rojiverde y que han acelerado los cambios estructurales que se venían operando en el mercado laboral, han sido catastróficas: El salario real viene decreciendo desde hace una década. Ha surgido un amplio sector ocupado precariamente así como un amplio sector con bajos salarios. Además, las medidas flexibilizadoras de Schröder llevaron a «un cambio paradigmático en el régimen alemán de desocupación» [4] (Lehndorff, 2009:36) que obliga a los trabajadores a aceptar salarios de hasta un 30% por debajo de su cualificación, con la consiguiente generalización del trabajo de baja remuneración [5].

Resumiendo, la reorganización de las cadenas de producción que se operaron a fines de los `80 y la consiguiente internacionalización de la producción en este sector, la crisis de la industria automotriz alemana después de la reunificación, debida al ascenso de la industria automotriz japonesa, hace que la crisis actual no pueda ser resuelta por medio de un nuevo „pacto social“ sino sólo por una guerra de clases.

 

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