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Huelgas obreras: elementos para un primer balance y propuesta para un programa de acción
por : Daniela Cobet

23 Feb 2010 |


Esta nota fue escrita en noviembre de 2009 [1] para trazar un balance de la primera oleada de luchas obreras que se produjo en Francia como respuesta a la crisis capitalista mundial. Desde entonces, sin embargo, y en especial desde mediados de enero, una nueva oleada de conflictos se abrió paso en la dinámica situación francesa. A principios de enero de 2010, los obreros de Philips, en Dreux, decidieron poner la fábrica a producir para demostrar, ante el plan de cierre de la patronal, que la fábrica era productiva y podría seguir funcionando. Este intento de control obrero duró diez días hasta ser desviado a una lucha jurídica por la burocracia del sindicato Force Ouvrière. Rápidamente, la patronal contraatacó estableciendo de hecho un lock out escandaloso que deja a todos los obreros despedidos. En este marco difícil, los obreros de esa fábrica siguen luchando por mantener los puestos de trabajo aunque ahora fuera de la planta. En el momento de la publicación de este número de Estrategia Internacional, los obreros de la refinería de Total en Dunkerque, amenazada de cierre, ocupan las oficinas de los directivos, mientras que empieza una masiva huelga de solidaridad de los obreros de las otras cinco refinerías del grupo Total en Francia en apoyo a los de Dunkerque. Por otra parte, la relativa recuperación económica del último trimestre y los resultados mejores de lo previsto de algunos grupos patronales, están dando lugar a una serie de conflictos salariales en distintos sectores de trabajadores, algunos de ellos sin ninguna tradición previa de lucha, como es el caso de la reciente huelga de los trabajadores, por lo general jóvenes y precarizados, de la cadena de muebles extendida en toda Europa IKEA, que la misma patronal clasificó como “histórica”. Estas nuevas luchas están señalando un inicio de superación de algunas de las principales debilidades subjetivas de la oleada anterior señaladas en el artículo (pues, esas luchas, aunque con métodos radicalizados, se limitaban a exigir mejores indemnizaciones por despido). En particular, los emblemáticos conflictos de Philips y Total, aún teniendo en cuenta que su resultado es todavía incierto y no pueden descartarse nuevas derrotas, podrían estar indicando un primer paso en la superación de la subjetividad ya que ambas luchas son bastante duras, para mantener los puestos de trabajo e impedir los cierres. Una situación muy interesante que merece ser seguida con atención.

Los siete u ocho primeros meses del año estuvieron marcados por el comienzo de un regreso del proletariado industrial a la escena política, como un elemento central de esta primera etapa de resistencia a los efectos de la crisis capitalista mundial. Los trabajadores de Caterpillar, Continental, Goodyear, New Fabris, Moles o Freescale no solamente han llamado la atención de los medios de comunicación, sino sobre todo, han alarmado a la patronal y al gobierno, obligándolos en algunos casos a hacer ciertas concesiones.

Esta oleada de luchas ha sido alentadora en la medida en que, contra todo el discurso reaccionario que anunciaba que la clase obrera ya no existía o bien existía pero se había vuelto tan conservadora que ya no tenía ninguna capacidad de lucha, ha demostrado que el proletariado industrial siempre estuvo allí, y que la etapa abierta por la crisis histórica del capitalismo tiende a empujarlo de nuevo a la acción.

Como se trata de una primera oleada y, actualmente, a pesar de una cierta pausa en las luchas obreras a escala nacional, las tendencias abiertas por esta nueva etapa se mantienen, nos parece necesario empezar a hacer un balance de estos primeros combates para preparar mejor los siguientes.

Dinámica combativa y límites reivindicativos de las luchas contra los despidos

En un artículo anterior [2] hemos señalado algunas características de las huelgas que se habían dado hasta ese momento (fines de mayo): predominancia de los sectores periféricos de la producción (en las automotrices, por ejemplo, las autopartistas más que los grandes constructores), radicalidad de los métodos de lucha (piquetes de huelga, secuestro de patrones, algunas ocupaciones de lugares), pero un programa que, en general, no superaba la reivindicación de los montos de indemnización y la traición de las direcciones sindicales.

En algunos conflictos emblemáticos como el de Continental, los obreros obtuvieron montos indemnizatorios superiores a lo que los patrones querían, lo que demuestra la fuerza potencial de la clase obrera en lucha. Pero en la mayoría de los casos, los conflictos terminaron en derrotas (continuaron los planes de despidos) y la unificación de las luchas, indispensable para imponer una relación de fuerzas a la patronal, no se realizó nunca.

Hasta los meses de julio-agosto, estas características (radicalidad de los métodos para reivindicaciones limitadas) se han mantenido. En algunos casos como el del conflicto de New Fabris, los trabajadores llegaron a amenazar con hacer explotar la fábrica en caso de que el patrón no aceptara la indemnización solicitada. Este método extremo era, a la vez, la expresión de un comienzo de radicalización y una declaración de impotencia y desesperanza ante la traición de las direcciones sindicales y el aislamiento en el que se hallaban. En una segunda etapa, en contacto con los camaradas de la Fraction L’Étincelle y del NPA, los trabajadores de New Fabris politizaron su lucha, llamando a la primera iniciativa nacional por una “coordinación contra los despidos y los patrones-ladrones”, con la manifestación de Châtellerault del 31 de julio de 2009. Como los trabajadores de Continental, de Lear y de Goodyear, que habían comenzado a coordinar en Oise y como los obreros de la Meuse, que habían formado un comité de defensa obrera (por iniciativa de militantes del NPA), la lucha de New Fabris mostró el camino a todos los trabajadores, demostrando que era posible empezar a superar el aislamiento a pesar y contra las direcciones sindicales. Con esta dinámica se llegó al encuentro de Blanquefort del 5 de septiembre, a la manifestación nacional de 3.000 trabajadores en lucha contra los despidos en París el 17 de septiembre, que culminó con las palabras de Xavier Mathieu, delegado de la CGT de Continental, y de Mickaël Wamen, delegado de la CGT de Goodyear, contra la voluntad de los burócratas sindicales, a quienes se les exigió que, finalmente, tomaran las iniciativas nacionales necesarias para la convergencia de las luchas.

Sin embargo, esto no bastó: la atomización impuesta por las direcciones sindicales fue más fuerte que las iniciativas de coordinación. En este marco, aún cuando los obreros se han planteado el problema del mantenimiento de los puestos de trabajo, como en Molex, el aislamiento los condujo a la derrota. Igualmente, el aislamiento explica que la última huelga obrera de alcance nacional, la de los trabajadores de Freescale en Toulouse contra un plan de 830 despidos, haya sido suspendida sin triunfar el 9 de octubre, después de cinco semanas de una huelga autoorganizada, con diez días de bloqueo eficaz, pero levantado por la policía; los obreros no han querido agotar todas sus fuerzas en un combate solitario mientras que la fábrica debe cerrar antes de fines de 2011.

Además, aún cuando el nivel de actividad de los obreros y el alcance de sus luchas en la situación nacional bajaron considerablemente desde el mes de agosto, todavía hay huelgas bastante numerosas, a veces con ocupación, pero que no superan el marco de una relación de fuerzas local. Este es el caso de la huelga de la fábrica Legré-Mante en Marseille, que produce ácido tartárico y está ocupada en defensa del empleo por sus 48 trabajadores despedidos desde el 6 de julio. Igualmente, la fábrica Sermed, en Eternoz (Doubs), que produce motores eléctricos, está ocupada por 28 asalariados a pesar de no tener actividad desde julio; piden 11.000 euros de indemnización, además de las indemnizaciones legales e impiden el retiro de las máquinas y de los stocks. La fábrica Chaffoteaux de Saint-Brieuc, que produce calderas, también ha sido ocupada durante cuatro meses y medio, día y noche, con asambleas generales cotidianas, por sus obreros en lucha contra 206 despidos; han obtenido finalmente 25.000 euros de indemnización suplementaria y cuatro a veintidós meses de seguro de desempleo (según la antigüedad) pagado al 90% del salario. En la fábrica Goss de Nantes, que produce rotativas para imprentas, la lucha se mantiene desde marzo contra un plan de 165 despidos (sobre 290) y los bloqueos ocurren regularmente. También hubo una huelga y manifestación en París, ante el ministerio de Economía el 5 de octubre. De un grupo de cincuenta trabajadoras de la fábrica Pepper de Grenoble, que fabrica anoraks para la marca Moncler y debe cerrar a pesar de las ganancias al 300% desde 2005, 48 obreras, muy calificadas, obtuvieron contratos de reclasificación. Podemos mencionar también la huelga de diez días de los maleteros de Orly de la empresa Servisair a mediados de octubre, que ha causado fuertes trastornos en algunos vuelos. Obtuvieron la reincorporación de la mayoría de los trabajadores por parte de la empresa que sucede a Servisair, ya que a esta última no le fue renovada la licencia de explotación, aún cuando varias decenas de trabajadores contratados fueron despedidos.

Mayor obstáculo de las direcciones sindicales y relación entre límites programáticos y fracaso de las iniciativas de coordinación

¿Pero por qué todas estas luchas quedaron aisladas mientras hubo decenas de conflictos simultáneos, todos luchando contra los despidos y que una parte de la vanguardia obrera había comprendido que era necesario buscar una coordinación de las luchas?

La primera y principal razón es que las direcciones sindicales burocráticas y sus amigos de los partidos reformistas (sobre todo del PCF y del PG) no han hecho nada para que se llevara a cabo esta coordinación e hicieron de todo para impedirla, sobre todo mediante la desviación de la dinámica de comienzos del año que, influenciada por la huelga general en Guadalupe, llamaba a un “tous ensemble” (todos juntos), a la huelga general.
Ahora bien, frente a la política escandalosa de las direcciones sindicales, el programa levantado en la mayoría de las luchas obreras ha sido insuficiente: la lucha por indemnizaciones es, por definición, una lucha contra el propio patrón y por lo tanto, queda limitada a la propia fábrica, mientras que solamente una pelea del conjunto de la clase obrera contra el conjunto de los patrones, para impedir los despidos y los cierres de fábricas, exigiendo el mantenimiento de los puestos de trabajo, puede permitir obtener verdaderas victorias.

Estos límites programáticos pueden explicarse: los trabajadores hacen su propia experiencia y en el momento en que empiezan a levantar cabeza sufren el peso de los años de retroceso y de pasividad de los trabajadores privados, la falta de confianza en sus propias fuerzas para hacer retroceder al patrón, y algunos están más tentados por una salida individual con un poco más de dinero que por llevar adelante una larga lucha colectiva con resultado incierto.

Sin embargo, si las luchas de los trabajadores no superan este nivel de subjetividad y no avanzan en un programa capaz de unificar al conjunto de la clase, es probable que los próximos combates sufran el mismo destino que el de los últimos meses. No obstante, el proceso de maduración de la conciencia de clase a través de la lucha y, especialmente, las iniciativas de coordinación a pesar y en contra de las direcciones sindicales habrían podido ir mucho más lejos si las organizaciones de extrema izquierda hubieran estado a la altura de lo estaba en juego. Ahora, si bien éstas han participado en las huelgas y en las iniciativas de convergencia, se han negado a hacer de esto un eje central de su política, que se enfrente duramente a los burócratas y que levante un programa de lucha realmente alternativo a la exigencia de indemnizaciones por despidos, capaz de unificar al conjunto de las luchas en curso. Al contrario, varias veces, se han hecho eco del programa de indemnizaciones lo más altas posible. Se justifican diciendo que no quieren “dar lecciones” a los trabajadores, pero de lo que se trata es de proponerles un programa e iniciativas que permitan crear una dinámica de lucha cualitativamente superior, capaz de barrer el obstáculo de las direcciones sindicales.

Elementos para un programa de unidad de los trabajadores contra los despidos y los cierres de fábrica

Para preparar la próxima oleada de luchas obreras hay que comenzar a popularizar un programa de acción que formule reivindicaciones unificadoras para la clase obrera y muestre que, para obtener victorias, es necesario afectar la propiedad privada capitalista.

Semejante programa debe, en primer lugar, unificar las reivindicaciones de los obreros de todos los sectores, de los contratados y de los trabajadores sin empleo. La no renovación del contrato es una forma oculta de despido, de la que los patrones se han servido durante años y todavía hoy para “ajustar” el costo de la producción a las ventas, a expensas de la vida de los trabajadores. Además, todo obrero sabe que cuando un contratado se va, le toca a él hacer su trabajo. Y cuando llega un nuevo contratado, le toca a él formarlo en su función, sin cobrar nada de más. Por eso la lucha contra el despido de los contratados y por su contrato en CDI (siglas de contrato de trabajo por tiempo indefinido –NdT) es una reivindicación primordial de todos los trabajadores. Esto implica también organizar a los contratados en el sindicato de la empresa donde trabajan, no solamente en la empresa tercerizada de la que dependen.
Por otra parte, la patronal utiliza la amenaza del desempleo para presionar sobre los obreros, porque siempre puede decir que si no están satisfechos hay una multitud de personas que aceptaría trabajar en las condiciones impuestas por el patrón. Porque siempre es mejor tener un trabajo, aunque sea malo, que no tener ninguno, más aún en un momento en que los ataques contra los derechos de los trabajadores desempleados se multiplican (expulsiones masivas, implementación del RSA [3] y obligación de aceptar cualquier puesto de trabajo después de algunos meses sin empleo) y que la crisis económica destruye masivamente puestos de trabajo. Para terminar con este mecanismo perverso debemos imponer el reparto de las horas de trabajo entre todos, con una reducción de la jornada laboral, sin reducción de salario ni precarización, hasta que todos tengan un puesto de trabajo. Esta reivindicación permite unificar a los trabajadores con y sin empleo en una lucha común y mejorar las condiciones laborales para todos.

¿De dónde sacar el dinero para pagarles un salario a todos? De las ganancias de los accionistas y en los salarios millonarios de los gerentes. Y si los patrones quieren hacernos creer que “la caja está vacía”, es necesario que lo demuestren abriendo los libros de contabilidad de las empresas. Porque incluso si ellos prueban que actualmente no ganan, lo que es falso en la mayoría de los casos, sobre todo en las grandes empresas (que son a menudo las que mandan a las más pequeñas), demostraremos que hay dinero en los miles de millones de ganancias que los patrones han acumulado durante todos estos últimos años gracias a nuestro trabajo.

Para asegurar la implementación de todas estas medidas, formaríamos comités de control en cada fábrica, en los que podrían participar todos los trabajadores, ya sean con CDI o transitorios, sindicalizados o no.
Nos oponemos a los despidos y a los cierres de fábricas: ¡Ningún despido, los trabajadores no deben pagar la crisis! Si los patrones alegan no poder mantener la empresa, reclamemos su expropiación y su nacionalización bajo gestión de los trabajadores. Lejos de ser una utopía o un regreso a las nacionalizaciones burguesas hechas anteriormente en Francia, se trata de una respuesta concreta a la crisis, la única solución para mantener los puestos de trabajo y el salario y para terminar con la dictadura patronal en la fábrica. En Argentina, los obreros de cerámicos Zanon demostraron cuando ocuparon la fábrica, la han puesto en marcha ellos mismos, sin patrón y luchando para que sea expropiada por el Estado.

Un programa de este tipo, proponiendo reivindicaciones comunes a todos los trabajadores, los ayudaría a luchar hasta el final, a tener confianza en sus propias fuerzas y a encontrar las formas de coordinarse ampliamente durante las próximas luchas, oponiéndose a las direcciones sindicales. Así será posible ir hacia una huelga general que paralice el país para comenzar a dar una respuesta de fondo a la crisis, para imponer que ésta sea pagada por los capitalistas. Al mismo tiempo, hay que explicar sin descanso que, para impedir que los capitalistas hagan pagar la crisis a los trabajadores, ni siquiera bastará con una huelga general, sino que habrá que terminar con el sistema capitalista imponiendo un gobierno de los propios trabajadores, porque ellos son los únicos capaces de defender sus propios intereses.

Hoy, la tarea de los militantes obreros y revolucionarios es la de discutir pacientemente con los compañeros de trabajo sobre esta perspectiva para que estemos mejor preparados para intervenir eficazmente en las luchas. Esta es una de las mayores apuestas a las discusiones programáticas y estratégicas en el seno del NPA, para que nuestro partido sea realmente útil a las luchas obreras actuales y por venir.

 

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