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El legado de Bush sigue en pie
por : Celeste Murillo

21 May 2009 |

Lejos de sus promesas como candidato del cambio, los anuncios de Obama sobre los tribunales militares, Guantánamo y la desclasificación de evidencia sobre torturas muestran que el legado de Bush seguirá en pie. En oposición a las expectativas que había despertado en amplios sectores de la población, el nuevo gobierno demócrata está demostrando ser una valiosa garantía de defensa de los intereses de Estados Unidos en el mundo.

Los tribunales militares de Obama

El Wall Street Journal (publicación insospechada de izquierdismo) no podría haberlo titulado más claramente: “Tribunales militares de Obama… otra reverencia al legado antiterrorista de Bush”. Después de anunciar con bombos y platillos el cierre de la cárcel de Guantánamo y la suspensión de los cuestionados tribunales militares, el 15/5 el gobierno informó su restablecimiento, negando a los detenidos por terrorismo (en su mayoría casos sin pruebas) el derecho elemental de ser juzgados por un tribunal civil.

Esto ha provocado una ola de indignación entre organismos de derechos humanos y asociaciones de abogados: la ACLU (Unión de Libertades Civiles) acusó a Obama de “adoptar las tácticas obstruccionistas y políticas oscuras de la administración Bush”. Otros como Human Right Wacht y Amnistía Internacional volvieron a denunciar que los tribunales militares son violatorios de los derechos humanos e inherentemente ilegítimos, por lo que es imposible “reactivar un sistema que es fundamentalmente injusto”.

Bajo el silencio cómplice de Europa y otros países, que prestaron su espacio aéreo y suelo para el traslado de los detenidos, Guantánamo seguirá funcionando –al igual que otras bases como Bagram (Afganistán)– con condiciones inhumanas de detención.

Aunque con el nuevo gobierno hubo ciertas mejoras en las condiciones de algunas zonas, como denunció Zachary Katznelson, abogado que representa a 30 presos, la mayoría sigue aislada, “confinados en una celda de acero del tamaño de un baño, por hasta 22 horas al día”. El mismo abogado apuntó contra la complicidad europea: “Países europeos permitieron que aviones estadounidenses que llevaban prisioneros cruzaran su espacio aéreo (…) Europa no tiene las manos limpias”.

Espionaje y tortura: legalizados

Pero este “giro” no cayó del cielo. Antes de estos anuncios, los funcionarios de Obama ya habían salido en defensa de las escuchas y el espionaje, bloqueando explícitamente un caso testigo. Uno de los representantes del caso dijo: “…El Dpto. de Justicia de Obama tiene sólo un objetivo: evitar cualquier precedente judicial de si las escuchas sin orden judicial de la Agencia de Seguridad fueron ilegales”.

En la misma línea, Obama retrocedió del anuncio de publicar fotografías relacionadas con la esperada investigación sobre torturas en los interrogatorios de la CIA y el ejército bajo el gobierno de Bush, cuyo caso más tristemente célebre fue el “submarino seco” practicado contra dos supuestos terroristas.

El martes 12/5 Obama dijo que estaba revisando la posibilidad de publicar las fotos de torturas y condiciones de confinamiento, desclasificadas por una orden judicial relacionada con la demanda de ACLU a favor de la libertad de información. El miércoles 13/5 el gobierno anunció que no las publicarían en nombre de la seguridad de EE.UU. y su personal en el exterior, lo que en los hechos significa proteger y ocultar a los torturadores que según el propio Obama actuaron “siguieron órdenes”.

Los abusos en la prisión iraquí de Abu Grahib -que salieron a la luz bajo la presidencia de Bush-, se transformaron en símbolo de la odiada guerra de Irak. El amplio rechazo a esta guerra se reflejó primero en el triunfo demócrata en las elecciones parlamentarias de 2006, y más tarde -junto con la crisis económica- terminó llevando a Obama a la Casa Blanca. El hecho de que sea Obama, la figura que capitalizó el descontento con Bush, quien –desde el gobierno- defiende métodos tan similares genera una gran decepción entre quienes lo apoyaron. Al mismo tiempo, esta defensa es aprovechada por lo más rancio de la derecha republicana que ve una oportunidad política, en medio de su marasmo interno, para hacer una reivindicación de la era Bush.

La nueva guerra de Obama

Uno de los cambios más esperados era el fin de la política guerrerista, cuyo emblema es la guerra y ocupación de Irak y Afganistán. El retiro de tropas de Irak (manteniendo “sólo” 50.000 soldados) llegó acompañada con un giro en la política exterior que no fue otra cosa que una reconcentración de tropas en Afganistán, la nueva prioridad en la “guerra contra el terrorismo”, que llegarán a 68.000 para 2010. El 14/5 el Congreso votó por 368 a favor y 60 en contra un paquete adicional de 97.000 millones de dólares para la guerra y un aumento del 4% del ya enorme presupuesto de Defensa.

La “tercera guerra” de Obama (ver La Verdad Obrera N° 324) ya se extiende al sur de Afganistán y el norte de Pakistán, donde la presión yanqui sobre el gobierno pakistaní para iniciar su ofensiva contra los Talibán ya cuenta con el saldo de 2 millones de desplazados en tan sólo 3 semanas. Esta nueva escalada ya cuenta su primera masacre: en Farah, los ataques aéreos de EE.UU. asesinaron a 143 personas (93 de ellas niños y niñas). Y como si fuera poco hay acusaciones del uso de fósforo blanco (arma letal que ni siquiera EE.UU. reconoce como legal, a pesar de que después de varios años reconoció haberla usado en Irak). Según testigos, en Bala Baluk (la aldea atacada) “había cráteres por todas partes, los pueblos habían sido acribillados con bombas, las explosiones habían destrozado los cuerpos, había fosas comunes, no había señales de daños provocados por balas, misiles o granadas” (Counterpunch 11/5).

La designación de Stanley McChrystal como nuevo comandante de la misión de Afganistán da una idea de la nueva guerra que emprenden los EE.UU. de Obama. Mchrystal fue el jefe de las JSOC (siglas en inglés del Comando de Operaciones Conjuntas Especiales), una fuerza especializada en persecuciones, captura y asesinatos selectivos.

Continuidad imperialista

Las grandes expectativas del cambio que significaría la llegada de Obama al gobierno después de 8 años con los neo-conservadores, explica la decepción que han causado los anuncios entre los sectores que apoyaron al demócrata, mayoritariamente jóvenes, afro americanos, mujeres y latinos. A esta decepción se suma, aunque en menor medida, la incertidumbre sobre las perspectivas económicas cuando el desempleo ya alcanzó casi el 9%.

El nuevo gobierno está demostrando, lejos de las promesas de cambio, continuidad en lo esencial de la política imperialista, siendo Obama el “hombre indicado” para el difícil momento que atraviesa la ubicación de EE.UU. en el mundo.

Por si quedaran dudas respecto de la continuidad que representa el actual gobierno basta escuchar los argumentos de la nueva administración: la seguridad de la nación, la guerra contra el terrorismo y los intereses estratégicos.

Sobre las fotografías de torturas, Obama dijo que “la consecuencia más directa de publicarlas será exacerbar más la opinión antiestadounidense y someter a nuestras tropas a un peligro mayor”; y el jefe del bloque republicano en la Cámara de Representantes, John Boehner dijo: “Esto tendrá un efecto negativo en la tarea de nuestros agentes de inteligencia que se juegan el pellejo en todo el mundo”. Ninguna apuesta sería segura si hubiera que adivinar quién es el demócrata y quién el republicano.

Y por si quedaran dudas de que la defensa patriotera de los intereses de EE.UU. supera las divisiones entre republicanos y demócratas, se reabrió el debate sobre cuanto sabían los legisladores que autorizaron los métodos “no convencionales” de interrogatorios. Un debate donde los ultra conservadores se dan el lujo de apuntar contra la vocera del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, que en 2002 participó de las audiencias informativas de la CIA sobre el “submarino seco” y otros métodos de tortura para lograr las “declaraciones” de terrorismo. Aunque a nadie sorprende que el imperialismo yanqui utilice la tortura, es urticante el debate público y “aséptico” sobre estos métodos, que EE.UU. justifica con la defensa de su seguridad nacional.

Y esto es porque la democracia imperialista y su personal político de turno nunca permitieron ni permitirán que sean juzgados los métodos para garantizar su dominio en el mundo. Por esa razón, no se ha juzgado nunca a ningún presidente estadounidense, ni republicano ni demócrata. Así fue en Vietnam, en Nicaragua y en todas las guerras, invasiones o incursiones de la historia del imperialismo estadounidense. Por esta razón hoy no habrá juicios ni acusaciones contra ninguno de los responsables de los innumerables crímenes de guerra, violaciones flagrantes de los derechos humanos o la legalización de los métodos de tortura.

La única perspectiva de lograr juicio y castigo a los autores de crímenes de lesa humanidad es la movilización independiente de los trabajadores, la juventud, las comunidades afro americana y latina. Sólo una alianza obrera y popular en los países imperialistas, unida a la lucha de los pueblos oprimidos del mundo, podrá terminar con la guerra y la barbarie del capitalismo.

 

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