Aunque Obama está haciendo lo imposible para sostenerlo, los días de Geithner como secretario del Tesoro aparentemente están contados. No sólo por el terrible revuelo popular que ha generado las compensaciones a los ejecutivos de AIG -la principal aseguradora mundial, hoy controlada en un 80% por el Estado-, sobre las que éste supuestamente sabía, su retumbe en el Congreso donde los republicanos están con los tapones de punta -un senador le dijo al presidente de AIG que debía reconocer su falta y solucionarlo a la japonesa haciéndose el harakiri– sino si algo faltaba por la oposición del FMI a su plan de estabilización financiera. De confirmarse su caída Obama ya deteriorado por todo esto –cuestión que puede verse en su caída de popularidad en las encuestas– saldrá aun más machucado.

Lo que está claro es que el escándalo de AIG puede ser un punto de inflexión de la crisis ya que complica la política de Obama de aprobación de nuevos planes de estímulo y de salvataje en el Congreso. La decisión de la FED de usar la máquina de imprimir billetes –más allá de su cuestionable eficacia para recomponer el grave estado de la economía– estaría respondiendo en parte a este obstáculo político mayor. Tiempos difíciles para Obama que ni siquiera llegó a los 100 días de mandato.