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Brasil ante la crisis económica
por : Thiago Flamé

07 Mar 2009 |

A lo largo de 2008 fueron particularmente fuertes en Brasil las ilusiones vendidas alrededor de la tesis del “desacople”, según la cual los países llamados emergentes, en especial los BRIC (Brasil, Rusia, China e India), serían capaces de impulsar la economía mundial hasta que los países centrales se recuperasen. Aún cuando esas ilusiones empezaron a caer como un castillo de naipes, aún era grande el optimismo en relación a la economía brasileña, y el presidente Lula llegó a decir que la crisis no sería más que “olitas”, en oposición al “tsunami” que está arrasando la economía de EE.UU.

Pero a pesar de las previsiones positivas en relación a Brasil por parte de los economistas a sueldo de la burguesía, entre octubre y diciembre la crisis se instaló con toda la fuerza por aquí. Su primer efecto fue una gran devaluación del real en pocos días, a pesar de las intervensiones del Banco Central para intentar sostener la moneda, mostrando la enorme vulnerabilidad de Brasil ante la fuga de capitales extranjeros. Empresas brasileñas de peso como Aracruz y Sadia, perdieron miles de millones en función de sus apuestas especulativas a un real fuerte. Con la devaluación de commodities y la caída de la demanda internacional, el valor de las exportaciones brasileñas en el primer bimestre de 2009 cayó 21% en comparación con el mismo período de 2008. También el conjunto de la industria acusó el golpe, con brutales consecuencias para los trabajadores. Sólo en el último trimestre de 2008, la producción industrial se desplomó un 19,8%. Entre octubre de 2008 y enero de este año, la patronal recortó cerca de 800 mil puestos de trabajo, contando solamente a los trabajadores en blanco. Como en todos los países, los tercerizados y temporarios fueron los primeros en ser golpeados por el desempleo. Y esto sin contar a los trabajadores informales, que no aparecen en las estadísticas de empleo oficiales del gobierno Lula, pero que representan más del 40% del total de asalariados.

Ya en el último trimestre de 2008 el PBI registró un índice negativo. Desempeño que amenaza repetirse en los primeros meses de este año, pudiendo ya configurar los dos trimestres seguidos de retracción del PBI, lo que la mayoría de los economistas clasifica como recesión. Aunque ese escenario recesivo no se profundice a lo largo del año, un crecimiento pequeño podría tener efectos políticos y sociales comparables con los de una recesión.

Consecuencias de un crecimiento ultradependiente

Durante los años de crecimiento económico del gobierno Lula se propagó la tesis de que Brasil estaba haciéndose menos dependiente de los capitales imperialistas, apoyándose en el hecho de que el valor del las reservas nacionales, de 200 mil millones de dólares, habían superado el valor de la deuda externa. Ese discurso también comienza a caer por tierra por la velocidad y profundidad con que la crisis alcanzó Brasil, que revelan el carácter ultradependiente del crecimiento de los últimos años, que se apoyó fundamentalmente en las exportaciones de commodities, en la gran oferta de crédito a nivel internacional y en los bajos salarios de los empleos creados en los últimos años.

Si es verdad que el valor de las reservas superó el valor de la deuda externa, también es verdad que la deuda interna, en reales, tuvo un crecimiento espantoso, llegando a más de 1,2 billones de reales al principio de 2009. En realidad la operación financiera que el gobierno, Lula realizó, cambiando la deuda externa por la deuda interna, fue un gran negocio especulativo para los capitalistas y los banqueros nacionales y extranjeros: tomar prestado en el exterior con intereses cercanos al 6%, para prestar en reales al gobierno brasileño recibiendo la mayor tasa de interés del mundo. En parte esa operación era la responsable del gran flujo de capitales que venía a Brasil en busca de una alta rentabilidad. Pero eso no es todo.

El principal sector que dinamizó la economía brasileña fue el sector exportador de commodities y los crecientes superávits comerciales que, a pesar de su relativamente pequeña participación en el conjunto del PIB, facilitaron la obtención de préstamos del exterior por parte de las grandes empresas, permitieron al gobierno Lula engordar el presupuesto estatal, distribuir subsidios a las industrias, ampliar los programas sociales como el “Bolsa Familia” y dar aumentos al aún miserable salario mínimo (R$470). Gran parte de los 45 mil millones de dólares de capitales imperialistas invertidos en Brasil en 2008 se dirigió precisamente a estos sectores (extracción de minerales metálicos, de petróleo y gas natural, así como para la agricultura y ganadería), mostrando el papel subordinado de Brasil en la división internacional del trabajo.

El aumento del consumo, que fue un factor importante del crecimiento económico principalmente a partir de 2007, no estuvo basado fundamentalmente en el crecimiento de la renta, sino en un aumento del endeudamiento. El peso del crédito en la economía brasileña alcanzó niveles inéditos: el crédito en relación al PBI alcanzó el más alto nivel de nuestra historia (casi 41% del PBI).

Con la llegada de la crisis, el flujo de capitales imperialistas, bajo la forma de crédito a las empresas, inversiones en la bolsa de valores e inversiones en la deuda pública, disminuyó bruscamente. El nivel de morosidad, tanto de las familias como de las empresas, ya empieza a subir. El superávit de la balanza comercial solo no se transformó en déficit rápidamente debido a que hubo también una caída brusca en las importaciones, pero ya no es suficiente para mantener positiva la balanza de pagos del país (saldo entre la entrada y la salida de dólares, que tuvo un déficit de US$2,2 mil millones en enero), presionado principalmente por el aumento de las remesas de intereses al exterior y por la salida de los capitales imperialistas de la bosa.

El presidente ex obrero salvando a los capitalistas

Lula, a pesar de su discurso “popular” de que los trabajadores no tienen que pagar la crisis, promueve junto con las centrales sindicales (Força Sindical y CUT) acuerdos por empresa que atacan los derechos laborales, dividiendo nuestras fuerzas fábrica por fábrica. Así, espera que nadie pueda culparlos por los ataques. Pero mientras las empresas despiden, dan vacaciones colectivas y reducen sueldos, el gobierno de Lula abre la caja para financiar con dinero público los despidos y la especulación. El Banco Central va a financiar con las tan celebradas “reservas” la deuda externa de las empresas, con más de 30 mil millones de dólares, y el BNDES recibió más de 100 mil millones de reales del gobierno para prestar a las empresas, con intereses menores de lo que el mismo gobierno pagó para conseguir el dinero. Esto sin contar los centenares de miles de millones que año a año, el gobierno gasta con las deudas interna y externa, mucho más que con la Bolsa Familia, salud y educación sumados. Y ahora, con la crisis, y la consecuente reducción de la recaudación estatal, podemos esperar, para un futuro no muy distante, recortes en los programas sociales y en el presupuesto de la salud y la educación.

A pesar de eso, el gobierno de Lula aún mantiene un fuerte apoyo de la población, en especial de los trabajadores. Eso se debe fundamentalmente a los planes sociales, al aumento, aunque pequeño, del salario mínimo y a los empleos creados en los últimos años. Además del apoyo al gobierno, hasta ahora incondicional, de la burocracia cutista. En la medida en que la crisis haga subir el desempleo y disminuya el margen de maniobra del gobierno Lula para conceder algunos paliativos a las decenas de millones de trabajadores que viven en una situación miserable, la perspectiva es que las bases de la estabilidad política de los últimos años, en gran medida asentadas sobre el crecimiento económico y sobre la popularidad de Lula, empiecen a desmoronarse.

La lucha por el clasismo en Conlutas

Es en ese marco que desde la LER-QI apoyamos y participamos de Conlutas, agrupamiento antigubernamental sindical y popular, luchando para que rompa con los actos testimoniales con intendentes, obispos y diputados del PT, y total ausencia de trabajadores, y retome el camino de la independencia de clase y de la lucha de clases. Conlutas tiene la posibilidad de ser un ejemplo para la vanguardia obrera, ya que está en la dirección de los sectores que están siendo particularmente atacados, con el intento de Embraer de despedir a 4.200 trabajadores y de GM de despedir a más de 800 precarizados, ambas ligadas al Sindicato de los Metalúrgicos de São José dos Campos, principal sindicato de Conlutas, dirigido por el PSTU. Pero para eso es necesario un giro en su política, dejando de poner el eje en la demanda a Lula de una MP (medida provisoria) contra los despidos y llevando a las bases el programa transicional que propagandiza en su sitio web y en sus materiales. Estamos estableciendo una solidaridad activa con los sectores que están siendo atacados en todas las estructuras donde estamos y propusimos una serie de medidas concretas para avanzar en la unidad, pero infelizmente el PSTU aún no está dando una respuesta a la altura.

De nuestra parte, tenemos confianza en que los trabajadores se convencerán con su propia experiencia en la lucha y, en contacto con las propuestas de los revolucionarios, de la necesidad de abrazar las ideas y las salidas que apuntan a terminar con las causas profundas de sus miserias, e imponer con la lucha su propio gobierno. Para eso se necesita una herramienta indispensable: un partido de trabajadores revolucionario. Para esas tareas decisivas nos preparamos en la LER-QI.

 

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