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Perspectivas de la situación italiana
por : Collettivo Comunista di Via Efeso

30 Dec 2008 | Reproducimos a continuación una nota elaborada a fines de noviembre por las compañeras y los compañeros del Collettivo Comunista di Via Efeso de Roma, un colectivo marxista revolucionario y vinculado a otros grupos de izquierda en Italia a través de Collegamenti Internazionalisti (Red (...)


* El artículo se publicó en el número de diciembre de Classe contro Classe, la revista de Collettivo Comunista di Via Efeso (www.collcomunista-viaefeso-roma.blogspot.com).

Introducción

Reproducimos a continuación una nota elaborada a fines de noviembre por las compañeras y los compañeros del Collettivo Comunista di Via Efeso de Roma, un colectivo marxista revolucionario y vinculado a otros grupos de izquierda en Italia a través de Collegamenti Internazionalisti (Red Internacionalista). Intenta hacer un balance, en vistas a la huelga general del 12 de diciembre (la primera desde 2004 convocada por la CGIL), del último ciclo de luchas obreras y estudiantiles que sacudió Italia durante el otoño y aún no ha concluído. En función del posicionamiento del gobierno, de la oposición parlamentaria y del nuevo panorama social del país, intenta explicar el “giro a izquierda” de Epifani y de la CGIL que representa hoy en día uno de los principales protagonistas de la escena política nacional frente al gobierno de Berlusconi.

A pesar de que el gobierno intentó ocultarlo, la huelga tuvo un impacto importante aunque relativo en sectores clave de la clase trabajadora, tanto en el sector privado como público, más aun tomando en cuenta el sombrío panorama social que atreviesa el país, signado por una avalancha de despidos y suspensiones. Ya se preven nuevas movilizaciones después de las fiestas, empezando por un nuevo paro general del sector metalmecánico y púbico para inicios de febrero.

Después de un otoño de luchas, ¿serán los próximos meses el “invierno del descontento”?

En las últimas semanas de noviembre y principios de diciembre pudimos ver la continuidad de la movilización en aquellos sectores que desde mediados de septiembre en adelante estuvieron a la vanguardia de las luchas: desde las coordinadoras de padres y trabajadores en las escuelas, pasando por el movimiento estudiantil (conocido en Italia como la “ola anómala”) y la lucha de los trabajadores de Alitalia. Pese a las demostraciones de fuerza del gobierno, empecinado tanto en la reforma de la Ministra Gelmini [1] como con el caso CAI [2], continúan las movilizaciones, con altibajos y con algunas dificultades, cuyos motivos queremos exponer a continuación.

También bajaron al campo de lucha nuevos sectores del mundo del trabajo y de la sociedad, como expresión del descontento existente y difundido contra la política del gobierno y la ofensiva que la Confindustria, la gran patronal industrial italiana, intenta llevar adelante, además de una desconfianza generalizada.

Éstas son algunas de las principales movilizaciones y acontecimientos del último período:

• 17 de octubre, huelga general del sindicalismo de base (RdB-CUB, Cobas y SdL [3]) con una masiva participación estudiantil;
• 30 de octubre, huelga general de escuelas convocada por las confederales, siempre con una fuerte participación estudiantil;
• 3, 7 y 14 de noviembre, huelgas y manifestaciones de los empleados públicos del centro, sur y norte del país, convocadas por la CGIL-FP (empleados estatales [4]);
Asamblea de delegados de la FIOM [5] con delegaciones estudiantiles: se larga la huelga de los metalmecánicos;
• 7 de noviembre, jornada nacional y movilizaciones del movimiento estudiantil en diversas ciudades;
• 11 de noviembre, tercera huelga general del sector del transporte y huelga salvaje de los trabajadores de Alitalia en el aeropuerto Fiumicino de Roma;
• 14 de noviembre, huelga general de la universidad e institutos de investigación (CGIL y UIL), acompañado por la manifestación nacional de estudiantes;
• 15 de noviembre, huelga del sector terciario (FILCAMS CGIL);
• 22 de noviembre, una muy concurrida manifestación nacional de las mujeres contra la violencia, abusos y discriminación;
• 20 y 25 de noviembre, huelga general territorial en Brescia y Casale Monferrato (Norte de Italia) contra la ola de despidos.

Naturalmente todas estas iniciativas no pueden ser puestas en el mismo plano, ni por la importancia y las motivaciones políticas ni por el nivel de movilización, tampoco por sus causas y significados. Se trata, sin embargo, de señalar la tendencia general existente entre la clase trabajadora y el estudiantado que, como trataremos de explicar, nos marca las tareas políticas que tenemos por delante.

Gobierno débil, oposición fantasma y presión desde abajo

La ola de movilización de centenares de miles de trabajadores en las últimas semanas demostró fundamentalmente tres cosas:

a) Que el actual gobierno está lejos de ser una potente máquina de guerra. Al contrario, pese a los esfuerzos de transmitir una imagen de un ejecutivo fuerte –usando un lenguaje populista y autoritario con el objetivo de derribar conquistas y derechos– extrae su fuerza de la anestesia social en la cual se ha encontrado el movimiento de trabajadores y estudiantes desde la llegada al poder de Prodi en 2006, una situación que recién ahora se empieza a revertir. La actual combinación de movilización social y crisis económica que en el futuro se profundizará, con las enormes consecuencias sobre los trabajadores y sectores populares [6], hace que hoy este gobierno se encuentre a la defensiva. Naturalmente, esto no quiere decir que se ha revertido la relación de fuerza que continúa siendo desfavorable para nuestra clase. Sin embargo, pone en evidencia que el gobierno de Berlusconi, como temían los sectores más lúcidos de la gran burguesía italiana, no se presenta como una solución político-social adecuada para tutelar de la mejor manera sus intereses y dirigir el enfrentamiento social a su favor, como lo había logrado el centroizquierda entre 2006 y mediados de 2008, con el gobierno Prodi-D’Alema-Ferrero.

b) Que la oposición parlamentaria del Partido Democráta (PD) está eclipsada completamente [7]. A pesar del éxito veltroniano [8] logrado con la manifestación del 25 de octubre, la oposición fue desplazada por las últimas luchas sociales y prefiere permanecer en segundo plano “haciendo oposición” sobre temas insignificantes como la comisión de control de la RAI (televisión estatal) para que no se note que en lo fundamental están de acuerdo con la agenda anti-proletaria y anti-popular del gobierno, la misma agenda que el centroizquierda había preparado cuando gobernaba. Es más, esta situación le da espacio a la IdV [9], el partido del ex juez Di Pietro, que a precio regalado puede mostrar una imagen de oposición intransigente. En una fase de agudización del enfrentamiento social, el rol de la oposición burguesa de centroizquierda, como nos recordaba en la época del movimiento anti-CPE [10] Dominique Strauss-Khan, dirigente del Partido Socialista francés y actual director del FMI, “no es cosa de tirar nafta sobre el fuego”, todo lo contrario. Lo recordó D’Alema en las últimas semanas: es necesario dialogar con el gobierno para encontrar una salida a la crisis. En lo que concierne a la ex “izquierda radical” [11], está enfrascada en sus contradicciones internas después de la paliza electoral, por lo cual, pese al éxito de la manifestación del 11 de octubre [12], no fue capaz de hacer pie dentro del movimiento estudiantil y juvenil, conformándose con asesorar en el terreno sindical el presunto “nuevo curso” de Epifani [13] ;

c) Que hoy, entre la clase trabajadora, existe una significativa presión, un empuje parcial hacia la movilización que confluyó con el movimiento estudiantil, el cual actuó como caja de resonancia de las contradicciones sociales y políticas actuales. La combinación de estos dos elementos junto a la intransigencia de la patronal y la desfachatez reaccionaria del gobierno han forzado a la dirección de CGIL a romper formalmente con la lógica dialoguista con el gobierno y la patronal con la cual se había comprometido hasta principios de septiembre de 2008, para llegar finalmente a la proclamación de la huelga general. La CGIL se montó sobre el descontento generalizado actuando como su portavoz para no ser pasada por arriba y evitar que los sectores de trabajadores en lucha se expresaran y escaparan de su control. En otro frente, la misma movilización obligó a la mayoría de las organizaciones sindicales de base (incomprensiblemente paralizadas después de la huelga del 17 de octubre) a tomar en cuenta la agenda que terminó imponéndose a la burocracia de la CGIL.

De todas maneras, pensamos que el elemento central de este “giro a la izquierda” por parte de la CGIL (que es sólo formal ya que no cambia en modo alguno su naturaleza de sindicato “del estado”), que parece satisfacer a los sectores menos filo-Epifani (la oposición de los sectores de “izquierda” dentro de la CGIL), está fundamentalmente ligado al malestar social y a la presión existente en importantes sectores del mundo del trabajo, no sólo en Italia sino también en Europa.

Si no se ve o se menosprecia la presencia de este auge, se corre el riesgo de leer las iniciativas de la CGIL en clave politiquera y por lo tanto de manera engañosa, atribuyéndoles a otros factores, existentes aunque secundarios, un papel determinante que no tienen (la posición intransigente del gobierno y su tentativa de aislar a la CGIL marginándola de las mesas de negociación de los contratos laborales; la presión de los componentes de “izquierda” de la CGIL (FIOM, Lavoro e Societá y Rete 28 aprile [14]); la presión ejercida por la movilización del sindicalismo de base, que, sin embargo, después de su “aparición” del 17 de octubre estuvo en el candelero político).

El argumento según el cual la huelga de la CGIL responde a una lógica política de apoyo a la oposición de centroizquierda que enarbola el sindicalismo de base, inclusive los que no llaman a parar el 12 de diciembre, es poco convincente. Ya dijimos que en este momento el centroizquierda ha decidido no hacer ninguna oposición real ni dar lugar a las quejas y reivindicaciones de la CGIL; y que en el PD existen tanto sectores vinculados a la CGIL como relacionados con la CISL y UIL [15] (lo cual explica la orientación de compleja equidistancia mantenida por el PD en los enfrentamientos inter-confederales). Frente a la perspectiva cierta de profundizarse la crisis, hay que esperar una gestión más “bipartidaria” de los problemas sociales: todos unidos –derecha e izquierda– para hacer que la crisis la paguen los trabajadores y sectores populares tratando de salvaguardar la paz social, tirando agua sobre el fuego de las luchas.
El empuje que proviene del mundo del trabajo es, en cambio, el elemento esencial para entender la “nueva orientación” de la dirección de la CGIL. No es una casualidad que en estos momentos se vean fenómenos parecidos en otros países europeos: las principales siglas sindicales, igualmente proclives a la concertación, fueron obligadas a promover una oleada de movilizaciones, como lo atestigua la huelga general en Grecia del 23 de octubre, las reiteradas huelgas en la educación en Francia o el anuncio por parte de las ocho organizaciones sindicales francesas de una jornada de movilización contra el plan anticrisis de Sarkozy en enero; luchas duras en el sector automotriz en Cataluña, mientras los estudiantes empezaron a movilizarse en Alemania y en el Estado español. En Alemania, el sindicato metalmecánico IGMetal, con un gobierno “amigo” (del cual participa la socialdemocracia alemana), fue obligado a convocar a una huelga por aumento salarial del 8% en la cual participaron 500.000 obreros.

La posible recomposición de las distintas luchas en un único frente social, se transforma, entonces, en un gran espanto para la burguesía. En consecuencia, si miramos hacia el 12 de diciembre, se necesita extraer un balance del otoño de luchas para hacer que, a partir de las movilizaciones en curso, puedan crearse las condiciones para una acción más incisiva contra el gobierno y la Confindustria, para enfrentar, desde una posición más ventajosa la ofensiva que se perfila y que será aun más dura debido a los imperativos económicos producto de una crisis que se va radicalizando y generalizando y cuyo precio, la burguesía, tiene toda la intención de descargar sobre nuestras espaldas.

El extraordinario impacto de la “ola anómala” estudiantil y sus límites políticos

El otro componente de la movilización, por distintos motivos el más dinámico, fue el movimiento estudiantil que ocupó durante semanas las primeras páginas de los diarios. El ataque a los derechos en la educación le ha costado muchísimo a Berlusconi en términos de consenso.
Para evaluar la magnitud del movimiento estudiantil, basta un solo dato: del 10 de octubre hasta mediados de noviembre fueron registradas por las autoridades en todo el territorio nacional nada menos que 650 “acciones” y préstese atención que no se trata de acciones protagonizadas por los pequeños grupos de militantes políticos presentes en los institutos o en la universidad, aun después de la derrota del movimiento estudiantil ante la reforma Moratti en 2004 [16]. Estamos hablando de acciones llevadas adelante en forma cotidiana por los universitarios y los secundarios hasta finales de octubre, de las imponentes manifestaciones del 7 y del 14 de noviembre, de todas aquellas iniciativas en las cuales al grito “¡La crisis!... ¡Nosotros no la pagamos!” el movimiento estudiantil confluyó en innumerables ocasiones con el mundo del trabajo, en particular (y no sólo) el 17 y el 30 de octubre, durante la huelga general del sindicalismo de base y el paro convocado por las confederaciones sindicales (al cual también fueron obligados a participar los COBAS del sector escuela) [17].

La importancia y la extensión a nivel nacional del movimiento permitió además, llegar después de la jornada de manifestación nacional del 14 de noviembre a la Asamblea Nacional estudiantil de Roma del 15 y 16 de noviembre. Desde 1990, desde las asambleas de Palermo y Florencia de “la Pantera” contra la reforma Ruberti, no se veían en Italia asambleas nacionales de estudiantes [18].

La Asamblea romana de mediados de noviembre tuvo una doble potencialidad: por un lado, como instrumento para superar los localismos, la separación entre ciudades y universidades; por el otro, como posible ocasión para la discusión de los contenidos y las perspectivas del movimiento, sea en lo que se refiere al mundo de la escuela y de la universidad (problema de la “auto reforma [19]”) o con respecto a la clase trabajadora en general.

En aquella ocasión fue reafirmada la exigencia de participar en la huelga general del 12 de diciembre, una exigencia a la cual ya habían recurrido los estudiantes de la Universidad ocupada de la Sapienza de Roma el 31 de octubre, exigiendo “a las organizaciones sindicales confederales y de base, independientemente de sus divergencias programáticas que entiendan lo que está pasando en el país y que comprendan el proceso de ruptura y transformación que se está viviendo. Entender, pero también actuar en consecuencia y esta acción no puede ser otra que la huelga general”.

Consideramos, sin embargo, que en muchos aspectos, la Asamblea romana representó una ocasión desaprovechada. Con centenares de estudiantes presentes provenientes de diversas ciudades, había que aprovechar la oportunidad para sacar lineamientos que permitiesen dar una perspectiva al movimiento, tareas, estrategia e instrumentos para mantenerlo vivo, para alimentarlo y, si fuera posible, hacerlo crecer más aún. Respecto de esta tarea fundamental, consideramos que los sectores que en los hechos han dirigido la asamblea nacional no estuvieron a la altura de la situación. Veamos por qué.

Sobre la cuestión de las modalidades de la huelga del 12 de diciembre

La cuestión de la huelga general y la necesidad de abrir una relación constante con el mundo del trabajo se discutió en las distintas asambleas de trabajo temáticas y representan un punto de partida óptimo ya que ponen el acento, aunque sólo sea embrionariamente, sobre el hecho de que sólo la unidad entre estudiantes y trabajadores estaría en condiciones de llevar adelante luchas de resistencia a los ataques de la patronal y en perspectiva, luchas de transformación social.

Después de los años oscuros de la restauración ideológica reaccionaria en sintonía con las teorías afines al “adiós al proletariado” o el “fin de la historia” de Fukuyama (que tuvieron como contraparte ideológico “de izquierda” nacido a fines de los años ’90 las teorías negrianas del “éxodo” y de la “multitud”, posiciones que, de otra forma y por otra vía, postularon también el fin del proletariado, de la contradicción capital-trabajo, del imperialismo, etc.), poner sobre el tapete la cuestión de la unidad obrero estudiantil representó un momento muy importante de recomposición subjetiva del movimiento estudiantil, un tránsito que ya había tenido lugar en Francia durante el movimiento anti-CPE [20].

Aunque la unidad de clase y en consecuencia el llamado unitario a la huelga son la premisa fundamental para la movilización, la cuestión de su traducción para la construcción de acciones de fuerza es igualmente importante, más aún si tenemos en cuenta la naturaleza de las direcciones de los sindicatos confederales que, hasta hace pocos meses, avalaron, bajo el anterior gobierno, las peores contrarreformas: desde la reforma Damiano [21], a la traición de la lucha de Alitalia, mientras ahora Epifani y la dirección de la CGIL se ven obligadas a convocar una huelga general para no ser pasadas por arriba por la situación social en el país.

Sin embargo, en la Asamblea romana, no se ha podido discutir a fondo la modalidad y la preparación de la huelga. Veamos por qué.

Por qué no se pudo discutir de la estructuración de una coordinación nacional

La Asamblea nacional no pudo discutir sobre la manera de estructurar el movimiento en las semanas siguientes, si bien muchos activistas habían subrayado la necesidad de seguir las huellas del movimiento estudiantil francés de 2006, que sobre la cuestión del CPE había logrado hacer retroceder al gobierno de Chirac-Villepin-Sarkozy, ya que había logrado estabilizarse y fortalecerse durante casi tres meses de movilizaciones. A través de la construcción de una coordinadora nacional estudiantil real y en funcionamiento, y a través del enlace y constante unidad con el mundo del trabajo, el movimiento anti-CPE pudo durar en el tiempo pese a la votación de la ley y de la represión (más de 4.000 arrestos). Durante semanas, en las casi ochenta universidades que existen en Francia, la única didáctica practicada fue la de los piquetes y de las asambleas generales donde se discutía la coordinación semanal y la modalidad con las cuales llevar adelante la lucha.

Los dos sectores políticos que en los hechos dirigieron la Asamblea nacional estudiantil que se reunió en Roma el 15 y el 16 de noviembre (Uniriot/Esc [22] y Sinistra Critica [23]) impedieron que semejante perspectiva se concretara.

En primer lugar, Unirot/Esc, haciendo hincapié en un abstracto “somos todos delegados”, se negó asumir el deber de estructurar una coordinación permanente entre las universidades italianas. Este rechazo de los delegados (y del poder de decisión de las asambleas) en realidad le hace el juego a quienes dicen querer luchar contra la universidad de los “barones” para mejor defender sus “cargos” de dirigentitos patentados de la política estudiantil. En el terreno de los contenidos, pretenden evitar a toda costa la estructuración de un movimiento estudiantil sólidamente unido al movimiento obrero, lo que desmentiría en los hechos las teorías –sobre las que se basa el neoautonomismo de matriz negriana– de quienes desde años proclaman la desaparición de la “clase” a favor del “capitalismo cognitivo” y de la “multitud”.

Para no romper el frente con Unirot/Esc, Sinistra Critica se negó a pelear en la Asamblea, en particular la del 15 de noviembre, la consigna de la estructuración democrática nacional desde debajo de todo del movimiento estudiantil; una consigna que incluso en las semanas anteriores SC había defendido formalmente, reivindicando el “modelo francés” del movimiento anti-CPE (en el cual estuvo particularmente activa su organización hermana en Francia, la LCR/JCR).

Esta postura en los hechos ha condicionado la posibilidad misma de una perspectiva duradera que pudiese contrarrestar la tendencia al reflujo del movimiento, tendencia que, al menos en estado actual, presiona sobre el mismo movimiento. Por su parte, la izquierda del movimiento (desde la Coordinadora de Estudiantes Revolucionarios –impulsada por el PCL de Ferrando– a los diversos grupos locales que tienen gran peso en la ocupaciones de las Facultades de Ciencias Políticas en Milán, en Nápoles o en Florencia) no fue capaz de actuar en esta ocasión con una posición alternativa para defender la perspectiva de una Coordinación Nacional estudiantil; una Coordinación que hubiera podido convertirse en un polo de atracción importante para los sectores más avanzados de la clase.

¿Será éste el invierno del descontento?

En el frente social la situación es muy clara en sus elementos clave pero su articulación sigue siendo compleja. Epifani y sus lugartenientes convocan una huelga general, la primera desde 2004, no tanto a causa de los ataques (a veces verdaderos insultos) del gobierno o para acompañar el juego de la oposición parlamentaria (que, repetimos, está dividida en la cuestión sindical entre la CISL y la CGIL y huye como de la peste de la eventualidad de tomar concretamente el tema de la cuestión social, para no echar leña al fuego). La motivación se debe fundamentalmente a una presión social objetiva, que se combina con la radicalización de algunos conflictos que dejan entrever algunas potencialidades que las luchas podrían desarrollar en el futuro próximo. A esto se asocia el movimiento estudiantil que terminó forzando a la CGIL de conjunto a convocar una huelga general. Al mismo tiempo, la dirección del principal sindicato italiano trató de neutralizar el alcance de la huelga general postergándola para mediados de diciembre (mientras se podría haber realizado desde octubre), cerca de las fiestas, para no ser obligado a enfrentar el problema de dar perspectiva alguna a la oposición social que se manifiesta en los lugares de trabajo y en las movilizaciones.

La situación se hace más compleja si observamos específicamente los distintos sectores actualmente en lucha. Las movilizaciones actuales muestran cómo las direcciones sindicales confederales, la CGIL en particular que realizó formalmente “un giro a la izquierda”, están obligadas a promover movilizaciones territoriales para oponerse a los despidos (Brescia, Casale Monferrato). La CGIL del sector estatal llama a la movilización escalonada por región en vez de organizar un movimiento unitario contra Brunetta [24], hace un llamado a la huelga general en el sector de los transportes por tercera vez en un año (esta vez con la CISL y UIL) para reabrir el día siguiente las negocaciones con la patronal y las autoridades, mientras en el caso de Alitalia traicionó abiertamente la movilización, carnereándola.

Una vez más se impone la orientación “ambigua” de las direcciones sindicales, que por un lado traicionan las luchas y las entierran cuando es necesario, por el otro llaman a la movilización cuando es necesario contener preventivamente el descontento. La cuestión de la construcción de la huelga desde abajo, en forma transversal y coordinada entre obreros y estudiantes, inmigrantes, precarizados y desocupados es, por lo tanto, un problema central porque es la única condición que permitiría que las acciones a tomar fueran realmente lo más incisivas posibles y que la huelga del 12 representará una etapa de una necesaria agenda de movilizaciones.

Coordinarnos y organizarnos desde abajo para preparar mejor el enfrentamiento con el gobierno y la patronal

Para romper el actual círculo vicioso que neutraliza incluso a los sectores más combativos, creemos necesario y posible trabajar para poner en pie una coordinación nacional de trabajadores y estudiantes (coordinación de los sectores en lucha) basado en delegados electos y revocables. Creemos que este es el camino que hay que recorrer para construir una fuerza real, capaz de oponerse en forma unitaria a la orientación oscilante y mortífera de la burocracia sindical y para salir de la lógica de la defensa de los propios espacios contractuales y políticos que domina la orientación del sindicalismo de base. Esto sería la mejor garantía para llevar adelante de la mejor forma posible la lucha contra un gobierno abiertamente reaccionario y una patronal que anunció centenares de miles de suspensiones y despidos en los próximos meses. En síntesis, sería la mejor manera de construir una oposición clasista lo más amplia posible.
Entre otras cosas este es el único camino capaz de impedir que Epifani tenga la posibilidad de rehacer su imagen política frente a amplios sectores del trabajo que sigue influenciando para volver a proponer, en un contexto mucho más duro desde el punto de vista económico, un “cofferatismo bis”, la estrategia con la cual la dirección de la CGIL logró entre 2001 y 2005 canalizar la oleada de luchas para vaciarlas mejor de su contenido, allanando el camino a la coalición electoral de la Unión encabezada por Prodi, y evitando que pudiera surgir de las grandes movilizaciones sociales y políticas de aquel período, una alternativa de clase [25].

En estos días, al interior de la amplia variedad de sectores del “sindicalismo de base”, se están preguntando si participar de la huelga del 12 significa hacerle el juego a la CGIL. Por este motivo, algunos sectores han decidido no adherir mientras que otros se sumarán sin plantearse ni siquiera el problema de que ese día también marcharán los trabajadores encolumnados por la CGIL; más aun, lo harán pese a que llame a parar la CGIL [26].

Pensar que para evitar hacerle el juego a Epifani es suficiente con ir a la huelga en días distintos (o el mismo día pero en diferentes lugares) es una ingenuidad. Para no hacerle el juego a Epifani hay que ser capaces de sustraerle a las direcciones sindicales confederales su influencia sobre los sectores de trabajadores que ya se han movilizados o que están por hacerlo incluso con la CGIL. Los que dicen no querer hacerle el juego a la CGIL (y al centroizquierda) no pueden dejarle el terreno de la movilización social a la CGIL. No se trata, sin embargo, (sólo) de llamar a movilizar con plataformas separadas, distintas o mejores: hay que lograr ganar una influencia al interior de las movilizaciones en las condiciones concretas en las que surgen, incluso en el momento que las convoca la CGIL. Hay que participar en las asambleas y movilizaciones, donde esté el activismo, llevando allí nuestros puntos de vista, críticas y contenidos.

Ignorar lo que hace la CGIL, movilizarse en forma paralela (sin que trabajadores de unas y otras movilizaciones tengan la posibilidad de encontrarse) es sólo una manera de ponerse el cartel de ultraizquierda sin someterse a las pruebas reales y masivas de las movilizaciones de los trabajadores, sin crear las condiciones para transformarse en alternativa en las luchas y al mismo tiempo impedir que la burocracia siga manteniendo la hegemonía en amplios sectores de la clase.

Frente a la crisis y a las medidas anti crisis propuestas por el sindicalismo, las organizaciones obreras combativas y clasistas no deben y no pueden aceptar más recortes y sacrificios. Deben decir que harán todo para no pagar la crisis y hacérsela pagar a los capitalistas. Deben levantar, exigir y luchar por una serie de medidas políticas claras como la vuelta a la escala móvil del salario para hacer frente a la disminución del poder adquisitivo y a las reducciones salariales directas o indirectas. Plantear, contra la ola de despidos, la reducción de las horas de trabajo manteniendo el mismo salario; ante el intento de descargar la primera ola de la crisis sobre los sectores más débiles de nuestra clase, los inmigrantes para los cuales la pérdida de trabajo significa perder el permiso de estadía, no alcanza con pedir la suspensión o abrogación de la ley Bossi-Fini [27], hay que exigir el desmantelamiento de todo el sistema de medidas restrictivas y racistas contra los inmigrantes, aprobadas en el pasado por el centroizquierda y centroderecha, oponiéndole el bloqueo de las expulsiones y la concesión automática del permiso de estadía y trabajo a todos aquellos que ingresen al territorio nacional.

Para comenzar a llevar adelante este programa de emergencia social hay que decir con toda claridad que junto a la huelga general es necesario coordinarse desde abajo en asambleas, para discutir una agenda de movilizaciones, único camino para ir construyendo las condiciones políticas para salir del marasmo actual, sin hacerle el juego al centroizquierda.

Como remarcaba Gilles Deleuze, el filósofo francés tan querido por algunos seguidores de Negri de la “Ola anómala” estudiantil, “no se comienza nunca de cero, sino a partir de la mitad”. Esto, en nuestra opinión, quiere decir que los procesos dinámicos como la lucha de clases vuelven siempre a arrancar desde una experiencia de clase acumulada, desde un nivel subjetivo dado. Más allá de la evolución inmediata de la situación social en Italia en las próximas semanas, somos concientes de que la agudización de la crisis llevará a una exacerbación del choque entre distintas fracciones burguesas como entre los distintos frentes sociales. En este contexto, el deber de la izquierda revolucionaria y de los sectores clasistas, combativos y antiburocráticos no puede ser otro que el de trabajar, de hoy al 12 de diciembre y mas allá aún, construyendo herramientas organizativas y políticas de lucha, autoorganizadas y coordinadas desde abajo, instrumentos capaces de defender la subjetividad y experiencia acumuladas por la vanguardia de clase, para lograr que en las próximas semanas no haya que volver a empezar sino para arrancar desde dónde se llegó.

Roma, 24 de noviembre 2008.

Traducción de Milvio Colletti

 

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