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No a las amenazas y sanciones imperialistas contra Irán
por : Juan Chingo

23 Feb 2006 |

La decisión iraní de continuar con su programa nuclear, luego de tres años de negociaciones con Francia, Inglaterra y Alemania, en el curso de las cuales había suspendido este desarrollo en forma voluntaria, se está convirtiendo día a día en una emergente crisis que comienza a teñir el panorama internacional.

La discusión imperialista sobre el programa nuclear iraní demuestra una enorme histeria de sus personeros. El senador John McCain, posible candidato del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de 2008, declaró recientemente: “Hay sólo una cosa peor que una acción militar y esto es un Irán armado nuclearmente”. Por su parte, Francia, que se autotitulaba hasta no hace mucho como el mejor amigo de los musulmanes en Occidente y el mayor oponente a la política exterior de los Estados Unidos en Medio Oriente, en un enorme giro, ha aparecido hasta más duro que los norteamericanos. Sin ambigüedades su ministro de Relaciones Exteriores declaró “Ningún programa civil nuclear puede explicar el programa nuclear iraní. Es un programa nuclear militar clandestino” y llamó a la “comunidad internacional” a hacer todo lo necesario para detenerlo.

Todas estas declaraciones rayan el cinismo y la hipocresía, más aún cuando algunos tratan de presentar la existencia del armamento nuclear iraní como una amenaza inminente, cuando según observadores serios le costaría por lo menos diez años desarrollarlo. Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -EE.UU., Francia, Inglaterra, China y Rusia- tienen armas nucleares y ninguno cumple sus obligaciones como signatarios del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de desmantelar sus vastos arsenales. No podía ser de otra manera: estos arsenales tienen el propósito de amedrentar, amenazar y eventualmente desplegarse contra aquellos países más pequeños y débiles que deben aceptar así los dictados de las grandes potencias. Por eso, los revolucionarios en un mundo armado hasta los dientes por las potencias imperialistas y las burocracias restauracionistas de China y Rusia, no somos pacifistas y defendemos el derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear sin restricciones de ningún tipo e incluso dotarse de armamento nuclear si así lo desea.

Contra la interesada propaganda sobre el supuesto carácter agresivo del régimen iraní, que lo convertiría en un peligro para el orden regional y hasta mundial, decimos que las razones de fondo de la oposición de los países imperialistas al armamento nuclear de Irán radican en que si éste tiene éxito en su propósito, otras naciones como Corea del Sur, Egipto, etc., podrían seguir sus pasos. Obviamente esto sería peligroso para la paz mundial, pero en la medida que exista el imperialismo con su lógica infernal de dominio del globo ésta es imposible y por el contrario la proliferación de armas nucleares en los llamados países intermedios (la mayoría de carácter semicolonial como Irán) claramente reduce la fortaleza militar de los Estados Unidos, como siempre ha planteado el ex secretario de Estado de esa nación, Henry Kissinger. A su vez, en Medio Oriente donde es un secreto a voces la existencia de armamento nuclear del Estado de Israel, la existencia de un Irán armado nuclearmente cambiaría la ecuación de fuerzas regional y disminuiría el poder de disuasión del Estado sionista sobre la región, debilitando la eficacia del “enclave sionista” como gendarme imperialista en esta zona estratégica.

Aflojamiento de las cadenas de la opresión imperialista

La actitud desafiante de Irán pone de manifiesto el aflojamiento de las cadenas de la opresión imperialista como consecuencia del empantanamiento de EE.UU. en Irak. Como expresa Moisés Naím, director de la revista Foring Policy, en un artículo de El País de España: “EE.UU. tiene menos opciones que hace cuatro años, y eso impone un pragmatismo que puede parecer incoherente: “Si se compara el peligro potencial de Irán, hoy, y el peligro potencial de Sadam Hussein antes de la guerra, el de ahora es mayor. Sobre Irán debería haber más de lo que hubo con Irak, y no lo hay. No hay ni cómo ni con qué... es un imperio más constreñido y menos seguro de sí mismo. El cheque en blanco que recibieron el 11 de septiembre ya se lo gastaron. Y es un mundo más difícil, menos dócil”. (12/02/2006)

El régimen iraní, envalentonado con la esfera de influencia que ha ganado en Baghdad [1] apuesta ahora a lograr concesiones en la esfera nuclear detrás de su objetivo de convertirse en un actor importante regional e internacional.

Frente a esto, la decisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica de reportar el caso iraní al Consejo de Seguridad de la ONU, que abre la posibilidad de sanciones, constituye un triunfo diplomático de EE.UU. y de la troika europea (Gran Bretaña, Francia y Alemania), a quienes se sumaron tres potencias nucleares: Rusia, China e India (y contó con el voto de Argentina). Sin embargo, Irán no ha cedido absolutamente nada. Es más, ha decidido proseguir con su programa nuclear, iniciando trabajos preliminares para comenzar el enriquecimiento de uranio en Natanz. Estas acciones han aumentado la probabilidad de una respuesta militar por parte de EE.UU. y/o Israel. Mientras tanto todos rezan para que Irán se pliegue a la mediación rusa [2], ya que el costo de esta operación bien podría superar los beneficios para las potencias imperialistas.

La política de los revolucionarios

La actitud de Irán de no aceptar condicionamientos que impliquen una humillación nacional lo pone frente a al riesgo de verse sometido a los bombardeos y sanciones económicas que Irak sufrió entre 1991 y 2003, que hundieron el país y aumentaron los sufrimientos de su población antes de la invasión anglo-norteamericana.

Por eso frente a esta amenaza los revolucionarios defendemos el derecho de Irán como nación oprimida frente al imperialismo, de desarrollar su programa nuclear, y de armarse, pero no le damos ningún apoyo político a su gobierno. En otras palabras nos oponemos y defendemos a Irán no sólo frente a cualquier amenaza militar sino también contra cualquier sanción económica que la ONU quiera imponer.

En las últimas elecciones ganó la presidencia Mahmoud Ahmadinejad, un sector populista islámico cuyo discurso de poner “parte de la riqueza petrolera de Irán en la mesa del pueblo”, toca una cuestión sensible para los trabajadores y los jóvenes. Sin embargo, hasta hoy Ahmadinejad sólo ocupó posiciones de poder y no ha cambiado un ápice la estructura económico-social desigual del país.

Todas las alas de la República Islámica -tanto la que encabeza el actual gobierno, como los llamados reformistas(que ocuparon la presidencia en el período anterior) y un sector del establishment conservador (el encabezado por Rafsajani) con orientación más pro-occidental y que temen que la actual política exterior de Ahmadinejad desencadene una guerra, son igualmente reaccionarias: no buscan el apoyo en los trabajadores de occidente, se beneficiaron con la invasión a Irak, su carácter de clase es el mismo, ningún régimen teocrático ni burguesía nacional que oprime a sus propios trabajadores puede enfrentar consecuentemente al imperialismo. El discurso xenófobo de Ahmadinejad, su negación de la matanza de millones de judíos europeos durante la Alemania nazi, detrás de su objetivo de posesionarse como dirección del mundo islámico, lleva a aislar a Irán de la única fuerza que puede derrotar una agresión imperialista en caso de que esta se desate: los trabajadores y las masas del mundo, en especial la clase obrera y los jóvenes de los países imperialistas. Contra esta política burguesa reaccionaria, sólo la clase obrera iraní que tiene una enorme tradición de lucha revolucionaria y que fue un actor importante en la revolución iraní de 1979 que destronó al Sha [3] -y cuya combatividad y organizaciones fueron desarticuladas una vez que se afirmó la Republica Islámica y su régimen teocrático-, es la única clase verdaderamente nacional puede encabezar una lucha hasta el final contra la opresión imperialista.

 

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