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El plan de apartheid después de Sharon
por : Claudia Cinatti

24 Jan 2006 |

Una vez más Medio Oriente está en el centro de la escena política internacional.

En Irak las tropas norteamericanas siguen enfrentando la resistencia a la ocupación, mientras que Bush intenta ingeniar una trabajosa salida política tras las recientes elecciones, a través de la negociación entre las fuerzas shiitas, kurdas y sunitas.

La decisión del presidente iraní Ahmadinejad de continuar con su programa nuclear de enriquecimiento de uranio contra la prohibición de Estados Unidos y Europa, reabrió la discusión sobre la política imperialista hacia Irán, que va desde sanciones económicas de las Naciones Unidas hasta la posibilidad de un ataque militar limitado a sus instalaciones nucleares, siendo Israel el más firme partidario del ataque preventivo militar.

A esta situación convulsionada se suman las próximas elecciones legislativas palestinas del 25 de enero, donde el factor más dinámico sigue siendo la crisis de la dirección palestina oficialista, Fatah del presidente Abbas y el fortalecimiento de la organización islámica radical Hamas. Y sobre todo la crisis abierta en Israel con la desaparición de la escena política del primer ministro Ariel Sharon tras sufrir una hemorragia cerebral masiva a principios de enero, tema al que nos vamos a referir en este artículo.

Ariel Sharon es un conocido halcón de la política israelí. Desde que llegó al gobierno, a comienzos de 2001, redobló la ofensiva militar en los territorios palestinos. En abril de 2002, reocupó militarmente Gaza y Cisjordania y mantuvo cercado al entonces jefe de la Autoridad Palestina, Yaser Arafat, en su cuartel en Ramallah, donde permaneció virtualmente preso hasta su enfermedad y dudosa muerte en noviembre de 2004.

Si los “acuerdos de Oslo” no iban más allá de una mera ficción de estado palestino, un conjunto de ciudades dispersas sin unidad territorial, sin viabilidad económica ni control de sus fronteras, el plan de Sharon es un avance cualitativo hacia una solución más abiertamente colonial. Alentado por la ofensiva guerrerista de Bush luego de los atentados del 11-S y como parte de la “guerra contra el terrorismo”, Sharon dio por concluido todo proceso de negociación con Arafat, a quien consideró “irrelevante”.

A su política de “asesinatos selectivos” de dirigentes y activistas se sumó como método de castigo colectivo la demolición de viviendas de familiares de “sospechosos de terrorismo”, los puestos de control, los bloqueos y los bombardeos a campamentos de refugiados. El saldo es incontestable. Según las cifras de la Medialuna Roja Palestina (organización equivalente la Cruz Roja), desde el 29 de septiembre de 2000 o octubre de 2005, Israel asesinó a 3.711 palestinos e hirió a 29.198 en Gaza y la franja Occidental, además de destruir alrededor de 4.170 viviendas.

A cambio del “retiro unilateral” de las tropas y de evacuar unos 8.000 colonos de Gaza, Sharon se aseguró el apoyo de Estados Unidos, para su plan de anexar los 120 asentamientos de la Franja Occidental y los de Jerusalén este, donde viven alrededor de 450.000 colonos y comprenden alrededor del 58% del territorio. Esta política tiene su materialización en la construcción del llamado “muro de seguridad” en la Franja Occidental, un muro de concreto, electrificado, de 8 a 10 metros de altura, que hoy rodea las ciudades palestinas transformándolas en guetos o prisiones. El plan de Sharon era transformar esa “muralla del apartheid [1]” en frontera permanente de Israel.

¿Podrá sostenerse este plan sin Sharon?

A pesar de que el plan de Sharon implicaba la imposición unilateral de un régimen de batustanes (guetos) y la anexión de gran parte de los territorios conquistados en distintas guerras y operaciones militares, para la extrema derecha sionista y religiosa, el desalojo de las colonias en Gaza fue una “traición” de Sharon, un histórico promotor de los colonos. Esa posición se expresó al interior del Likud, encabezada por Benjamin Netanyahu que se transformó en el principal rival de Sharon dentro de su partido.

El Partido Laborista también sufrió un importante cambio. Su dirigente histórico Shimon Peres que había retornado a la coalición de gobierno, perdió sorpresivamente las elecciones internas partidarias de noviembre último a manos del dirigente sindical Amir Peretz, que plantea un discurso sionista de izquierda hacia el conflicto palestino -sostiene que Israel se retire a sus fronteras anteriores a la guerra de los seis días- y un programa de reformas económicas que apuntan sobre todo a revertir el actual curso neoliberal de privatizaciones y despidos.

En noviembre de 2005 Sharon anunció su decisión de abandonar el Likud, la fuerza política tradicional de la derecha sionista que él mismo había ayudado a fundar hace más de 30 años y crear un nuevo partido, Kadima (Adelante), ubicado al “centro” entre la extrema derecha religiosa y el laborismo, llevándose consigo a 14 parlamentarios del Likud, incluyendo a su viceministro Ehud Olmert y al propio Shimon Peres. Kadima rápidamente se transformó en el partido favorito en las encuestas para las elecciones del próximo 28 de marzo. El fin político de Sharon abre una escenario de incertidumbre.

Sharon aparecía como la única garantía de su solución “unilateral” para el conflicto palestino. A tal punto que a pesar de ser una de las principales figuras de la derecha, había ganado popularidad en el campo sionista “pacifista” a partir de la evacuación de Gaza, mostrando que la mayoría de la población israelí apoya una política de “centro” de no escalar el conflicto militar. Está por verse si su sucesor, E. Olmer, tendrá la capacidad para llevar adelante este plan o si el “consenso” que expresa Kadima se disuelve profundizando la crisis política y la polarización de la extrema derecha nucleada alrededor del Likud de Netanyahu y de los partidos religiosos.

Con o sin Sharon las legítimas aspiraciones democráticas del pueblo palestino no tienen salida mientras siga existiendo el estado sionista, aliado incondicional del imperialismo norteamericano, construido sobre la usurpación territorial y la limpieza étnica de la población árabe y que sólo puede tolerar un régimen de apartheid, racista y colonial.

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 Ariel Sharon
Antes de la fundación del estado de Israel, en 1948, Sharon formó parte de la organización paramilitar Haganah. Participó en el asalto en 1953 de la pequeña población de Qibya, donde fueron asesinados 70 palestinos, entre ellos varios niños. Se integró a las fuerzas armadas (IDF) participó en 1956 en la ocupación del Sinaí y en la guerra de los seis días en 1967. En 1982 dirigió la invasión israelí al Líbano para asesinar a la dirección de la OLP exiliada en ese país. Desató una masacre junto con las milicias cristianas derechistas del Líbano en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila.
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 Amir PeretzInmigrante de origen marroquí, fue militante del movimiento Paz Ahora y electo al parlamento en 1988 por el Partido Laborista, dirigió la central obrera, Histadrut, desde 1995. En 1999 rompió con el Partido Laborista y fundó su propio partido de la izquierda sionista, Una Nación, que obtuvo tres bancas en las elecciones de ese año. En 2005 a pedido de Peres reingresó al laborismo.
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 Benjamín Netanyahu
Primer ministro entre 1996 y 1999. Durante su mandato comenzó una renegociación de los términos de los acuerdos de Oslo más favorables a Israel. Fue ministro de relaciones exteriores del gobierno de Sharon entre noviembre de 2002 y febrero de 2003, cuando asumió como ministro de finanzas. Lanzó una reforma económica de corte neoliberal, que implicaba privatizaciones y despidos de empleados públicos y que provocó huelgas generales y paros.

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 Acuerdos de Oslo

Fueron firmados en 1993 por el ex primer ministro israelí Y. Rabin (asesinado en 1995 por la derecha sionista) y Yaser Arafat, con el auspicio de Estados Unidos. La fórmula de Oslo de “paz por tierra” implicaba que la dirección palestina se comprometía a desarmar la intifada y la resistencia a la ocupación, reconocía al estado de Israel y renunciaba a establecer un estado palestino en todo su territorio histórico. A cambio Israel devolvería gradualmente parte de los territorios ocupados en Gaza y Cisjordania y se creó la Autoridad Palestina. Quedaba sin definir el estatus definitivo de Jerusalén, así como las fronteras del futuro estado palestino y la cuestión del derecho del retorno de los refugiados palestinos.
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 Densidad de poblaciónFranja de Gaza
Superficie: 360 km2; Población: 1.400.000 palestinos; Densidad: 3.888 hab./km2.
En 2005 se retiraron de esta zona cerca de 8.000 israelíes que ocupaban el 42% de su superficie, que hacinaba aun más que hoy, en el 58% restante, a la población palestina.
Cisjordania y Jerusalén Este
Superficie: 5.860 km2; Población: 2.400.000 palestinos, 358.000 israelíes; Densidad: 470 hab./km2.
Altos del Golan
Superficie: 1.250 km2; Población: 20.000 israelíes; Densidad: 16 hab./km2.
Territorio israelí
Superficie: 20.770 km2; Población: 1.000.000 árabe-israelíes (palestinos), 5.600.000 israelíes; Densidad: 317 hab./km2.
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