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Las ideas que el bronce no deja ver
por : Guillermo Crux

12 Jun 2008 |

El 14 de junio se celebran los 80 años del nacimiento de Ernesto “Che” Guevara de la Serna. La crisis del “neoliberalismo”, las protestas del movimiento antiglobal, la crisis de hegemonía norteamericana que se agudizó durante la presidencia Bush, las movilizaciones contra la guerra de Irak y los levantamientos y acciones de masas en América Latina, volvieron a hacer del Che un referente ante millones que ven cómo el capitalismo arrastra a la degradación acelerada de las condiciones de vida a sectores enteros de la población mundial.

Sobre este sentimiento se montan tanto la burguesía y sus medios de comunicación, como gran parte de los que se dicen sus propios “seguidores”. Pero en sus “reivindicadores” oficiales, absolutamente nada remite a la idea fundamental de su vida: la revolución. En nuestro país, se puede ver a los otrora guevaristas de Patria Libre como parte orgánica del kirchnerismo, junto a los “empresarios nacionales y populares”, mientras que los maoístas del PCR que dicen reivindicar la figura del Che, terminaron en una “alianza” con lo más rancio de la oligarquía argentina de la SRA durante el conflicto del campo. Quienes se disponen a preparar un acto en Rosario para inmortalizar a Guevara, no quieren más que ocultar su herencia bajo una capa de bronce.

Sus viajes por Latinoamérica lo radicalizarán políticamente y tomará partido por el bando de los oprimidos. Ya desde antes, el joven Ernesto había empezado a buscar una respuesta a sus interrogantes y su experiencia, y buscará encontrarla en el marxismo. No obstante, el Che, como muchos jóvenes que se acercaban a la izquierda en esos años, impresionados por la URSS, identificará el marxismo con lo que se postulaba como su “versión oficial” (y en realidad su antítesis), el stalinismo. Y entonces el Che tuvo lo que podría decirse su primera ideología política consciente, un “marxismo” con una fuerte impronta staliniana e influencia del maoísmo [1]. No obstante esto, será crítico del accionar de los PCs en general y no militará orgánicamente en ellos. Esta toma de distancia y esta independencia de los aparatos del “comunismo” oficial la mantendrá ya como dirigente del Movimiento 26 de Julio, la que se alternará con algunos momentos de fuerte acercamiento y colaboración con ellos, aunque siempre “desde afuera”, durante la campaña guerrillera y luego de la toma del poder hasta entrar en crisis hacia 1962. Es que, en su subsiguiente evolución, la búsqueda honesta del Che de una ideología y una práctica revolucionaria se irá chocando con su inicial creencia en un supuesto potencial revolucionario del stalinismo, primero en la práctica para luego ir plasmándose cada vez más en sus reflexiones.

El 1° de enero de 1959, la huelga general le abre las puertas de La Habana al Ejército Rebelde. Las fuerzas armadas de Batista habían dejado de existir, entre su propia ineficacia y los éxitos militares de la guerrilla. En un proceso llamado por el propio Che como de “revolución de contragolpe”, el M-26 que tenía un programa limitado de “revolución democrática”, tuvo que terminar expropiando a la burguesía [2]. De este modo, se desmentía en la práctica la estrategia stalinista de la “revolución por etapas” [3].

La evolución política del Che. Sus divergencias con los soviéticos

Los stalinistas del Partido Socialista Popular (PSP) colaboraron con el dictador Batista durante casi dos décadas y se acoplaron a los insurgentes a último momento. Su gran desprestigio los ubicaba en un segundo plano. Para subsanar esto, intentarán copar el aparato gobernante con maniobras. Luego, en la “crisis de los misiles” de 1962, los soviéticos dejan expuesta militarmente a Cuba ante EE.UU. Ambos son hitos que harán que el Che comience una evolución que lo llevará en una dirección diferente y en el sentido opuesto al de la mayoría de la dirección cubana, incluído Fidel.

Al poco tiempo, a la cabeza del Ministerio de Industrias, el Che interviene en un debate que se desarrolla entre 1963-64 conocido como “El Gran Debate Económico”. Guevara proponía un sistema económico basado en la planificación centralizada de la economía y en “estímulos morales” para construir el socialismo. Sus adversarios, viejos cuadros del PSP, hacían hincapié, por el contrario, en la introducción masiva de elementos de mercado, la gestión descentralizada de las empresas, y los “estímulos materiales”. Las reformas pro-mercado desde 1995 hasta hoy en Cuba, tienen antecedentes en los adversarios del Che en este debate y están haciendo avanzar el capitalismo en la isla aceleradamente. Pero en esos tiempos, Cuba estaba girando económicamente hacia la órbita de la URSS y el Che temía que el sistema que proponían sus adversarios, en vez de promover el desarrollo industrial basado en el criterio de las necesidades nacionales de un Estado obrero atrasado y asediado, terminara manteniendo el rasgo característico de subdesarrollo y monoproducción del país, aunque estuviera orientado hacia el “campo socialista”, lo cual proféticamente se cumplió, y se puede ver esta preocupación en su “Discurso de Argel” (1965).

En 1965 el Che abandonará Cuba en medio de un absoluto secreto. Se dirigirá a extender la revolución por medio de una campaña guerrillera primero al Congo y, luego de su fracaso, tras un breve retorno secreto a Cuba, se dirigirá a Bolivia en 1967. Ya sus divergencias con la burocracia rusa son notorias. Denunciará que los “países socialistas” no ayudan a extender la revolución mundial. Por el contrario, la doctrina oficial de la URSS era la de la “coexistencia pacífica” con el capitalismo y en las semicolonias la búsqueda de alianzas con las “burguesías nacionales” en pos de una “liberación nacional” contrapuesta a la revolución socialista, a lo cual el Che responde que “en los países de más larga experiencia de seudo independencia política, como son la mayoría de los latinoamericanos, el proceso de alianza entre las burguesías nativas y los capitales imperialistas se venía gestando desde hace tiempo; la revolución cubana produjo un verdadero toque de alarma que fue escuchado por los explotadores autóctonos. Por otra parte, la lucha contra los residuos feudales es muy problemática ya que también se produce una alianza entre explotadores de diversos sectores, y los grandes terratenientes incursionan en la industria y el comercio (...) La lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de liberación, si se la quiere conducir a un final irreversiblemente exitoso (Indonesia en el ejemplo contrario).” [4] ¡Qué distinto a Fidel Castro, quien en 1979 alabó a los comandantes sandinistas por ser “realistas” y no romper con la burguesía nacional, como el mismo Fidel reconoce que tuvo que hacer en Cuba a pesar suyo! [5]

La teoría del “foco guerrillero”

El Che sistematizó su propia estrategia, tratando de ofrecer una alternativa al reformismo pacifista de los partidos “comunistas” oficiales. Creó la teoría del “foco guerrillero”, a la luz de la cual buscó interpretar su experiencia en el movimiento contra Batista y proponer un método a los revolucionarios latinoamericanos. Esta hacía hincapié en que, debido a la opresión imperialista, las condiciones objetivas para la revolución existen permanentemente. El resto lo crea todo puramente la voluntad de un núcleo de combatientes, sustentada en el campesinado, aislado en el campo que irá extendiendo su influencia por contagio a las masas a través de acciones militares. Esta estrategia equivocada fue tomada por otras corrientes guerrilleras en América Latina en la década de 1970, experiencias que culminaron en derrotas de magnitud histórica. Esta concepción no sólo separaba a la vanguardia de las masas, y proponía ir “del campo a la ciudad”, sino que creía posible sustituir la acción y la organización revolucionaria de la clase obrera por un aparato guerrillero que se enfrentaba en una “guerra prolongada” contra el aparato burgués. Este “partido ejército” actuaba de manera completamente autónoma de la clase obrera y las masas populares.

Esta estructura verticalista y burocrática, se trasladaba luego de la toma del poder, al estado, como mostraba el caso de Cuba. Aunque el mismo Guevara la consideraba heredada del verticalismo guerrillero, no la llegaba a captar como un sector privilegiado, cuya reproducción iba en contra de los intereses del avance de la revolución socialista. Si bien su evolución política lo alejó de la burocracia soviética y china, nunca rompió con su concepción de la guerrilla y de la construcción del estado, que era opuesta a la estrategia de un estado obrero basado en órganos de autodeterminación de masas.

Aunque como trotskistas tenemos importantes diferencias con la estrategia “foquista” del Che, consideramos que, con una concepción equivocada, fue un honesto revolucionario que dio la vida por sus convicciones. Por eso hoy, podemos seguir diciendo con él “revolución socialista o caricatura de revolución”, frente a todos sus “seguidores oficiales” que han olvidado esa enseñanza elemental y reivindican el “socialismo con empresarios” de Chávez o son partes de gobiernos capitalistas, es decir, que a pesar de sus homenajes y monumentos, se encuentran en las antípodas del pensamiento y de la práctica política del Che.

 

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