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El resurgir de las luchas obreras y los límites del gobierno
por : Milton D’León

29 Nov 2005 |

El movimiento obrero puede emerger como fuerza política

Una serie de conflictos de trabajadores -además de los de los sectores populares- comienzan a hacer eco en la situación política nacional producto de la postergación salarial y porque sus demandas más sentidas no han sido satisfechas, aún después de haber sido la pieza fundamental, junto al pueblo pobre, en la derrota del golpe del 11 de abril y el paro-patronal petrolero. Estos fueron duros golpes que se le asestaron a la reacción proimperialista encabezada por Fedecámaras, la CTV, los partidos de la derecha, los grandes medios de comunicación y la alta jerarquía de la Iglesia Católica, comandados desde Washington. Pero el mejoramiento de la economía en diversas ramas, el fuerte ingreso de la renta petrolera, no ha significado una mejora significativa en las condiciones de vida del pueblo trabajador, mientras que el sector empresarial continúa manteniendo y acrecentando sus ganancias.

Los trabajadores saben que si fueron capaces de derrotar el golpe y el sabotaje económico, tienen fuerza para exigir y pelear por sus demandas. El viejo discurso de que toda pelea por sus necesidades más inmediatas le hacía el juego a la derecha cada día pierde más credibilidad, pues ya han esperado el tiempo necesario mientras ven que las arcas económicas aumentan y nada de que sean satisfechas sus necesidades más inmediatas.

Se abre un proceso de discusión muy importante entre sectores de las filas obreras, como se expresó en el último Encuentro Nacional de la Cogestión en Valencia, donde trabajadores debatieron sobre la cogestión y donde se votaron exigencias como la de que el gobierno no debía indemnizar a aquellos cuya fábricas eran intervenidas porque las mantenían cerradas o a media máquina. A pesar de todos los límites de este evento y de las políticas que algunos sectores intentaron imponerle es expresión de una nueva predisposición en el ánimo de los trabajadores. Parte de lo mismo fue el reciente encuentro de la UNT, donde un sector de la misma manifestaba su disidencia con determinadas políticas de los sectores más pro-gubernamentales, exigiendo la realización inmediata del Congreso de la UNT.

Fenómenos antiburocráticos comienzan a desarrollarse aunque sea de manera incipiente en las filas obreras conteniendo una nueva dinámica de lucha, como se expresa en SIDOR, donde un sector importante de trabajadores se organiza para enfrentar el ala de la burocracia de Machuca -responsable directo de la privatización de la misma. En Carabobo, que sabemos alberga a la «ciudad industrial», Valencia, se han desarrollado en decenas de fábricas y empresas, referendos revocatorios y elecciones donde se ha desalojado de los sindicatos a burócratas de larga data, surgiendo nuevos sindicatos y activistas clasistas.

Los «gestos a izquierda» del gobierno y sus políticas sociales no opacan sus fuertes entendimientos con el sector empresarial

Por su parte, Chávez realiza acciones que se suman a sus políticas sociales como las campañas contra el analfabetismo, barrio adentro, etc. (las «misiones»), pero que no logran opacar los acuerdos con el empresariado en busca de un nuevo consenso político y económico. La intervención de diversas fincas para el proceso de reforma agraria y la intervención en algunas pequeñas fábricas (a decir verdad sólo unas 2 ó 3) que se encuentran quebradas o cerradas con el anuncio de la posible firma de decreto de expropiación son una expresión de estos gestos a izquierda del gobierno, pero intentando siempre que no se le escape de las manos la situación.

Pero estos gestos, no son acciones generalizadas ni van más allá de los límites impuestos por la propia Constitución, donde se consagra la propiedad privada sobre los medios de producción. De hecho, vemos que algunos sectores del propio chavismo han sido llamados al orden cuando se animan a tomarle la palabra a Chávez, como el gobernador de Barinas (padre del Presidente) que lanzó el decreto de expropiación de los silos de la Polar, aún cuando ya el ejecutivo estaba a punto de cerrar un acuerdo con los empresarios, ante lo cual Chávez señaló que «aquí existe un líder, y las decisiones tienen que consultarse primero», en un claro intento de evitar que se escapen situaciones «por izquierda», más allá del límite estipulado por él.

Vemos cómo en lo que respecta a la cuestión agraria en verdad lo que está habiendo son negociaciones con los latifundistas que no apuntan a la liquidación definitiva del latifundio. En el área de las fábricas, se trata de muy pequeños centros productivos que son intervenidos y donde sus dueños son debidamente indemnizados, pero que son subproducto de las acciones y luchas de los trabajadores, poniendo el énfasis más bien en lograr acuerdos con los empresarios y dejar intactas las empresas que funcionan normalmente. Estas medidas son presentadas como grandes disposiciones, como si se tratara de expropiaciones o nacionalizaciones en áreas o ramas económicas enteras en beneficio de los trabajadores. Sin lugar a dudas estos gestos tienen eco en sectores importantes de la población, centralmente aquellos que durante décadas estuvieron postergados bajo el régimen del puntofijismo, que son el apoyo de masas central del gobierno.

Al mismo tiempo el gobierno comienza a desarrollar fuertes entendimientos con sectores claves del empresariado, que apuntan a determinar los rumbos de su orientación política, mal que les pese a aquellos que solo quieren ver un lado de los movimientos del Presidente. El inicio de las negociaciones con Fedecámaras que cada día toman más cuerpo, pasando a constituir mesas de trabajo cotidianas con fines a actuaciones conjuntas en la política económica nacional es lo más marcante en el período actual. Esto no constituye un dato menor o perdido en la política gubernamental sino toda una orientación política que comienza a marcar tendencia sobre los rumbos del gobierno. Lo que antes era un proyecto ahora se concreta con un sector real del empresariado.

Ya se ha llegado al acuerdo con el sector empresarial de reeditar la «constituyente económica» con reuniones semanales con vistas a presentar un plan económico conjunto, empresarios y gobierno, de «desarrollo» de la economía nacional a la que se suma la banca privada. Chávez, tal como siempre lo ha venido haciendo, les ofrece plenas garantías de que no atentará contra la propiedad privada, y la disposición de capital para incentivar la inversión privada. El empresariado comienza así a recomponer su poder y estabilidad de manos del gobierno. Las reuniones con Fedecámaras es una expresión de que la burguesía acepta el papel de Chávez como árbitro y administrador del Estado capitalista.

Reacomodo de las fuerzas políticas y la orientación de cooptar al movimiento obrero y de masas

La tendencia a la estabilidad relativa que comienza a imperar en el ámbito nacional luego de derrotada la derecha y sus embestidas reaccionarias (lo que no quiere decir que la derecha o el imperialismo no deja de fustigar al gobierno sobre todo de aquellos que provienen del área más derechista de la administración norteamericana y sus lacayos en el plano interno) y la bonanza económica de la renta petrolera, le dan más pie al gobierno para una especie de bonapartismo entre las clases sociales a nivel nacional como con relación al imperialismo. En el plano nacional se alza cada vez más entre las clases, haciendo pequeñas concesiones a los campesinos y trabajadores, y avanzando hacia entendimientos con sectores empresariales, contrabalanceando el equilibrio político para asentar su proyecto.

La oposición reaccionaria, centralmente la ligada al sector industrial y empresarial ha percibido que con el gobierno se puede llegar a grandes acuerdos que le permitan continuar con sus márgenes de ganancia, lo que se expresa en un cambio de discurso con relación a Chávez. No es casualidad que este sector empresarial comienza a tomar distancia de los sectores más reaccionarios y recalcitrantemente de la derecha, como Patricia Poleo, María Corina Machado, etc. -expresiones del más putrefacto servilismo y lacayismo de los últimos años. No es casualidad que este sector fustiga a Azpúrua (el dueño de La Marqueseña) por los acuerdos alcanzados con el gobierno, y a Fedecámaras, llegando Patricia Poleo a tratar a José Luis Betancourt de «traidor», por llegar a entendimientos con Chávez.

Por su parte, el gobierno que venía arrastrando la debilidad de no contar con un fuerte movimiento político organizado, avanza hacia la consolidación de un MVR que le responda más orgánicamente y de manera más vertical. Sobre el MVR, que en verdad es una asociación de clanes e intereses, ha venido teniendo un mayor control, depurándolo de todos aquellos sectores no tan confiables y que le podrían acarrear problema. Por el ojo de Chávez es por donde pasa el visto bueno de los candidatos a la Asamblea Nacional. Aquellos que tímidamente se han animado a cuestionar cuestiones parciales de la política o las medidas más abusivas del Ejecutivo en cuanto a la vida interna del partido, son fuertemente reprendidos o separados.

Hacia el movimiento obrero, que es donde el gobierno de Chávez ha tenido más dificultades, se avanza aceleradamente hacia un proceso de cooptación de la UNT hacia el Estado. Las disputas internas y la resistencia de alas de la misma central es lo que le ha impedido avanzar más de lo que le hubiera gustado, pero la ingerencia del Ministerio de Trabajo entre sus filas es directa y abierta. María Cristina Iglesias -la ministra- actúa sin tapujos en todos sus asuntos internos, participando de sus eventos y determinando los rumbos de la misma. La sindicalista Marcela Máspero, brazo fuerte de la Ministra, es la abanderada de una central completamente adaptada a las órdenes del gobierno y expresión máxima por la estatización de los sindicatos, junto a sus otros aliados del Movimiento Quinta República. No se puede negar que el gobierno ha venido ganando terreno en esta política pero aún no está dicha la última palabra, sobre todo de aquellos sectores de trabajadores que apuntan hacia una política más independiente expresados en las corrientes clasistas que se desarrollan en su seno tanto en el sector petrolero, siderúrgico, el textil, entre otros.

La lucha por la independencia política de los trabajadores y la construcción del partido revolucionario

Toda esta situación abre los grandes dilemas para el movimiento de masas en general y para la clase obrera en particular, pero también para los marxistas revolucionarios si somos capaces de incidir con una política independiente. El Partido Revolución y Socialismo (PRS) que impulsamos junto a otras corrientes políticas tiene que tornarse el abanderado de la lucha por la independencia política de los trabajadores, sino queremos que todo el esfuerzo que venimos desarrollando y toda la energía que mantienen los trabajadores y las masas se disipen y permitan no solo la consolidación del proyecto de colaboración de clases de Chávez, sino que la reacción proimperialista retome fuerza tirando por la borda toda los sacrificios que ha realizado el movimiento de masas. Por eso es que es más necesario que nunca la construcción del PRS como un partido de trabajadores revolucionario, dotado de un programa marxista que permita que la clase obrera se transforme en dirección de los demás sectores explotados y oprimidos, enfrentando las tendencias reformistas y conciliadoras, que no les permiten a los trabajadores derrotar a la clase enemiga.

La Juventud de Izquierda Revolucionaria (JIR) como parte integrante, activa y orgánica del PRS, no escatimará esfuerzos para que avancemos en este sentido, en lucha ineludible que nos permitirá sentar las bases para la autodeterminación de los trabajadores en el camino de la revolución obrera y socialista. Este es el desafío en nuestra Venezuela actual.

 

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